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Una de las primeras consecuencias de la conquista hispana en los Andes fue que el sistema

político y económico del Tahuantinsuyo sufrió graves transformaciones, siendo la causa en


ambos casos la muerte del Atahualpa. El Inca no sólo representaba el mando político del
Tahuantinsuyo y sostenía una serie de alianzas con las etnias que le permitieron articular un
vasto territorio, sino que en su figura se basaba el sistema de redistribución tanto de bienes
como de mano de obra, funcionando como el motor macroeconómico del sistema. El fin de la
redistribución significó herir de muerte al sistema, pues la administración del territorio y el
espacio económico se derrumbaron, dejando a los señores de Cuzco sin posibilidad alguna de
efectiva resistencia apelando a los sistemas normales de alianzas y convocatorias, como sucedió
con el cerco del Cuzco de Manco Inca y posteriormente con el develamiento de la resistencia de
Vilcabamba.

A mediano plazo, el derrumbe del sistema político y económico andino permitió que los
españoles realizaran una serie de cambios estructurales con relativa facilidad: descentralizaron
el territorio estableciendo la capital en Lima, reemplazando al Cuzco como punto de
convergencia y divergencia de las riquezas; establecieron en Potosí un nuevo centro de riqueza;
limitaron la circulación de población y desestructuraron el sistema de control vertical de pisos
ecológicos; se apoderaron mediante la encomienda de gran parte de las mejores tierras de las
comunidades andinas, mientras que otras tantas quedaban sin trabajar debido a la gran baja
demográfica; e insertaron un nuevo sistema que se basaba en la economía de mercado, sistema
que le era completamente ajeno a los pobladores andinos.

Un ejemplo de esto es el establecimiento del tributo y el ingreso de la moneda. Si bien existió


una especie de tributo en el Tahuantinsuyo éste tenía una alta carga ritual y se comprendía
dentro del sistema de reciprocidad, cosa que no se dio con los encomenderos, quienes no
exigían fuerza de trabajo sino suministro de productos, haciendo de esta obligación una de las
más difíciles de cumplir, sobre todo si consideramos que el encomendero era libre de decidir
cuánto tributo cobrar, situación que dura hasta 1550 cuando se realizan las primeras tasas reales
para determinar cuánto tributo se debía pagar.

El ingreso de la moneda se hizo en un espacio económico que carecía completamente de ella.


En el Tahuantinsuyo primaba el trueque y la autosubsistencia, lo que provoca que los andinos
no entiendan inicialmente el nuevo sistema. A partir de 1550 se empieza a gravar el tributo en
dinero y ya no en productos, lo que obliga a los pobladores a hacerse de este medio de pago
inclusive realizando labores nuevas como el trabajo en minas en vez de sus actividades
tradicionales, acentuando la desestructuración del mundo andino.

Así, la conquista española implica severos cambios en la sociedad, economía, demografía y


religión del Tahuantinsuyo. Si bien es cierto que sobreviven ciertas estructuras, la mayoría de
ellas lo hacen a través de elementos aislados fuera de su contexto inicial. Uno de los casos más
complejos es el de los Curacas, pues su supervivencia estuvo marcada por la continuidad y los
cambios según la utilidad que los españoles observaron en sus funciones y en la habilidad de los
mismos para demostrar su importancia.

Cambios en el papel del curaca


El papel del curaca en los andes coloniales es uno de los temas que ha sido más estudiado y
replanteado recientemente. Su importancia ha sido revalorizada pues los curacas no sólo
significaron el nexo entre el estado incaico y el ayllu, sino que siguieron cumpliendo una serie
de funciones básicas dentro de la estructura colonial que se estaba imponiendo paulatinamente.
Vale la pena recalcar que estas funciones deben ser entendidas dentro de la nueva sociedad que
se estaba configurando y que no era enteramente colonial ni andina, y que en muchas ocasiones
el papel del curaca fue sacado de contexto por los españoles, o en otras los señores étnicos
supieron aprovechar una serie de factores favorables dentro del caos de la época para conseguir
beneficios personales o para sus comunidades, llegando inclusive a usurpar cargos con el apoyo
de los invasores. Por ejemplo, se estableció durante la colonia que el cargo de curaca sería
hereditario y que no pagarían tributo, pero tenían como labor principal encargarse de la
recolección y entrega del mismo. Otro factor nuevo que recibieron fue el ser evangelizados
tempranamente y tener la posibilidad se ser ordenados sacerdotes, por lo cual se fundaron
colegios de caciques en el siglo XVII.

Aun así, el mundo curacal se vio afectado menos directamente que el sistema estructural del
Tahuantinsuyo, pues el primero basó su poder tanto en el prestigio étnico como en el sistema
de reciprocidad, factores que no tuvieron que ver directamente con la muerte de Atahualpa ni
con los primeros cambios que realizaron los españoles. Es más, los hispanos consideraron
tempranamente que los señores étnicos eran imprescindibles para desarrollar cualquier
proyecto colonizador, iniciándose un proceso paulatino de aprovechar el papel tradicional del
curaca, así como trastocarlo de acuerdo a los intereses españoles. Mientras sucedía este doble
proceso, los mismos curacas utilizaron desde muy temprano las vías coloniales para obtener
beneficios de acorde a su prestigio y reconocimiento, precisando derechos en busca de obtener
una situación definida que les permitiera no sólo una serie de beneficios, sino asegurar las
condiciones para la redistribución. Dentro de todas las posibilidades expuestas, existen un
sinnúmero de casos con los cuales ilustrar la situación de incertidumbre y desorden creada por
la conquista. Uno de los más conocidos por su envergadura es el que realizaron numerosos
curacas de la sierra central, sur y el altiplano, en una reunión a mediados del siglo XVI, en la cual
intentaron lograr una autonomía dentro del régimen colonial proponiéndole a la Corona
española un tributo directamente pagado por los curacas andinos equivalente al de los
encomenderos, con la finalidad se ser directamente dependientes de la jurisdicción de España,
poniendo fin a la encomienda y tratando de salvaguardar sus costumbres y leyes anteriores a la
conquista. La petición fue presentada finalmente por Bartolomé de Las Casas alrededor de 1560,
sin éxito. Lo interesante de esta situación es que los curacas andinos reconocen el escenario
colonial y lo utilizan en beneficio propio, buscando una situación más parecida a la que tenían
en tiempos del Tahuantinsuyo, todo ello apenas a tres décadas de la conquista y en medio de la
resistencia de Vilcabamba.

Esta actitud de los curacas ha sido malinterpretada por muchos investigadores que han tildado
a muchos curacas de colaboracionistas o servidores de los intereses españoles. Entendiendo
mejor el papel de la reciprocidad y las alianzas en el mundo prehispánico andino, vemos que la
actitud de los curacas con los invasores no fue distinta a la que estaban acostumbrados a realizar
con otras etnias, y es por ello que una vez realizada la conquista, muchos de estos curacas que
apoyaron a los españoles buscaron beneficios mediante probanzas de servicios en las cuales
exponían sus leales servicios a la corona. Estas probanzas contienen valiosa información del
papel de las etnias en la conquista pero también una gran cantidad de información distorsionada
por los mismos curacas que buscaron mayores beneficios para sí mismos y sus comunidades.

El nuevo papel del curaca, el de funcionario del régimen colonial, debe ser entendido finalmente
dentro de la dualidad complementaria del mundo tradicional andino, y no como una actividad
excluyente. Esta labor se ve, por ejemplo, en la organización de la producción e intercambio
andino simultáneamente con ingreso paulatino al mercado español de la moneda y el tributo.
El aumento o disminución de poder de los señores étnicos en estas décadas dependerá del lugar,
de la época, de los acontecimientos o de la habilidad de los mismos para granjearse las
prebendas y beneficios que el nuevo sistema podía ofrecerles.

A partir de 1560, el aparato estatal colonial y la Iglesia empezaron a dirigir un ataque contra los
curacas en busca de disminuir su poder e importancia. El nombramiento de alcaldes indios en
las comunidades y el establecimiento de las reducciones por una parte, y la campaña de
extirpación de idolatrías por otra, minaron el poder de la mayoría de los curacas hasta el punto
de convertirlos en simples funcionarios.

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