Está en la página 1de 1

Incentivos y decisiones a futuro

Hace unos días conversaba con una amiga médico acerca de sus estudios de especialización y
sobre qué haría cuando terminase su último nivel de residentado. Me contaba que si decidía
incorporarse como médico a la Secretaría de Salud de México (Ministerio de Salud), su sueldo
sería igual que el de un médico general sin especialización. Injusto pero real. ¿Qué incentivos
tienes entonces para especializarte?, le pregunté. “Pues me gusta lo que hago”, me dijo, y
agregó: “Pareciese que el sistema está diseñado para desincentivar a aquellos que estudian
más”.

El sistema está diseñado para desincentivar a aquellos que estudian más. Esa frase se me
quedó dando vueltas. No estoy diciendo de que esto signifique necesariamente que se premia
a aquellos que no se especializan. Solo digo que cada vez hay menos incentivos para que
muchos profesionales opten por especializarse cada vez más en sus profesiones u oficios. Tal
como lo veo, hay dos principales tipos de incentivos: el económico y el reconocimiento social.
El primero, incluso, más determinante que el segundo. Un sueldo acorde al nivel de
conocimiento y especialización es algo a lo que aspiran muchos profesionales, pero cuando el
criterio es nivelar sueldos, es casi una constante que se termine beneficiando más a aquellos
que están en la escala más baja; esto sobre todo en los cargos públicos. Por esta razón,
muchos ponen en una balanza las opciones: o se insertan rápidamente en el mercado laboral a
fin de obtener experiencia y contactos, o eligen estudiar un posgrado de calidad o
especialización (ojo, digo calidad porque en el Perú tener un posgrado de una universidad no
licenciada es moneda corriente para muchos). Optar por una maestría o incluso un doctorado
es una gran inversión que no todos pueden costear. Y muchas veces, si se toma esta decisión
se prioriza la economía, a la calidad.

El reconocimiento social es también algo a lo que se aspira, pero seamos sinceros, eso ocurre
en círculos reducidos, en donde el valor y la producción del conocimiento especializado es algo
muy apreciado. Esto suele pasar normalmente en el ámbito académico, que es casi siempre un
espacio muy cerrado, muchas veces exclusivo y excluyente. La academia tiene sus propias
reglas, sus espacios y sus códigos. El espacio para desarrollarse en la academia en el Perú es
reducido. La inversión en proyectos de investigación también lo es. Esto en comparación a
otros países de la región.

Frente a estos escenarios, la opción más lógica para muchos es insertarse cuanto antes al
mercado laboral en el sector privado. Si no es necesario tener estudios de posgrado para
acceder a buenos sueldos, pues mejor. Y si se tienen estudios de posgrado y altos niveles de
especialización, es más probable ganar más dinero y reconocimiento trabajando en el sector
privado que en el público. Lo que termina pasando, tal como me comentaba mi amiga, es que
terminamos “no pensando el país”. ¿Qué significa “no pensar el país” en este contexto que
describo? Pues que los cuadros más capacitados y especializados terminan ganando buenos
sueldos ayudando a mejorar la fórmula de una gaseosa, en lugar de pensar cómo reducir los
niveles de anemia en el país, por ejemplo.

No es mi intención hacer juicios de valor acerca de las decisiones que toman o no, los
profesionales. Me quedo con esto: Parece ser que el sistema está diseñado de tal manera, que
desincentiva a aquellos que quieren conocer más, aprender más o cuestionarse más. Y eso nos
termina afectando a todos.

También podría gustarte