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Soy el último en llegar a Zamora, llego de madrugada, horas antes de que se inicie el encuentro, de

madrugada, ya no alcanzo a dormir. Llego de miedo, con un libro bajo el brazo y sin conocer a nadie,
intento saludar cortésmente, intento sumarme al grupo, pero esa no es mi especialidad. Pasados tres
días, siento que a los amigos poetas de los que me despido los conocí una vida y que no hay cosa que
deseé mas que volverlos a encontrar. Regreso a Cusco lleno de ilusión, de esperanza, de alegría, de
sueños y poesía.

La poesía es magia, la magia está en Zamora, en cada calle, en cada mesa de poesía, en cada
presentación de libro, me llevo la seriedad y profesionalismo de un encuentro hecho cuidando todos
los detalles, me llevo en la cabeza las voces de cada uno de los poetas, de la seguridad y
contundencia de sus versos leídos en la plaza de Zamora.

Inicia el encuentro Jorge Arzate y lo cierra Héctor Monsalve, los dos mejores amigos que hice en el
encuentro, leo en Ecuandureo con Julieta, una poeta michoacana que tiene el mismo nombre que mi
hija, una plaza llena de jóvenes escucha poesía, el vocalista de la banda de rock se queja que los
poetas no lo dejaron dormir, y como si fuera poco ya en cmdx tomo un tour para conocer
Teotihuacan y en el bus el tipo de mi costado es de Michoacan. Cada instante, cada conversación,
cada lectura poética tienen una porción de magia.

La poesía está viva, la poesía existe y tiene un mago, se llama Roberto Resendiz, para él, las infinitas
gracias y para cada uno de los poetas, cuyas voces aun suenan en mi cabeza que la poesía los habite
siempre.

Por mi parte, hará falta tiempo para volver a la normalidad, hay un pedazo mío que se ha quedado
en Zamora, espero pacientemente volver algún día para recogerlo.

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