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El enfoque del presente trabajo surge a partir de una inquietud muy particular,

vinculada a una serie de procesos en el ámbito internacional, donde el Estado


Nacional debió actuar frente a conflictos que involucraban directamente a la Provincia
de Entre Ríos por hechos que se le imputaban como sujeto de derecho el ámbito del
derecho interno. Puntualmente la razón de ser de este análisis es la conducta del
Estado Nacional y de la Provincia de Entre Ríos a partir de la sentencia dictada por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos en el caso “Forneron”1 , instancia a la
que un particular llegó previa presentación ante la Comisión Interamericana de su
reclamo y frente al incumplimiento del Estado de las recomendaciones emitidas por
ella y que derivó en una sentencia condenatoria a la República Argentina, lo que de
alguna forma sirve de motivación suficiente para abordar el tema del rol de las
provincias a partir de las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.

El planteo del Sr. Fornerón tenía como base una supuesta violación, por parte del
Estado, de la protección a la familia del actor y de su hija, el que se había visto
materializado en la imposibilidad del padre de establecer contacto con la menor luego
de 10 años de trámites ante la justicia local, a partir de que la madre biológica de la
niña decidiera dar en adopción a la menor y el Sr. Forneron no pudiera concretar en
tiempo oportuno su reconocimiento y oposición al trámite de adopción iniciado.

La Comisión, el 13 de Julio de 2010 emitió una serie de recomendaciones al Estado


Nacional que luego verificó como incumplidas, sometiendo en definitiva el caso a la
Corte Interamericana “… debido a la falta de cumplimiento de las recomendaciones
por parte del Estado y a la consecuente necesidad de obtener justicia y protección
efectiva de los derechos a la protección a la familia y del interés superior de la niña,
así como la necesidad de que el Estado modifique su ordenamiento jurídico en materia
de venta de niños y repare de manera integral las violaciones a los derechos humanos
del presente caso.”

Frente a esta pretensión la Corte, luego de dar el tratamiento pertinente al caso,


convocar a las partes a presentar los hechos y su prueba y realizar una serie de
requerimientos extras al Estado, el 27 de abril de 2012 concluyó que: ” 1. El Estado es
responsable por la violación de los derechos a las garantías judiciales y a la protección
judicial consagrados en los artículos 8.1 y 25.1 de la Convención Americana, en
relación con los artículos 1.1 y 17.1 de la misma, en perjuicio del señor Fornerón y de
su hija M, así como en relación con el artículo 19 del mismo instrumento en perjuicio
de esta última.- 2. El Estado es responsable por la violación del derecho a la
protección a la familia reconocido en el artículo 17.1 de la Convención Americana, en
relación con los artículos 1.1, 8.1 y 25.1 de la misma, en perjuicio del señor Fornerón y
de su hija M, así como en relación con el artículo 19 del mismo instrumento en
perjuicio de esta última.- 3. El Estado incumplió su obligación de adoptar disposiciones
de derecho interno, establecida en el artículo 2 de la Convención Americana, en
relación con los artículos 19, 8.1, 25.1 y 1.1 de la misma, en perjuicio de la niña M y
del señor Fornerón.-“

Tras determinar estos incumplimientos, la sentencia de la Corte dispuso los


resarcimientos que entendió pertinentes, consistentes no solo en una reparación
económica, sino también en una serie de medidas que debían implementarse por el
Estado para garantizar el efectivo ejercicio de los derechos violentados, tendientes a
establecer la vinculación efectiva entre padre e hija, y para evitar la reiteración de los
hechos, para lo cual instó al Estado a determinar las responsabilidades de los
funcionarios que intervinieron en los procesos internos, a tipificar de la venta de niños
como delito, y a capacitar a los operadores judiciales de la Provincia de Entre Ríos
vinculados a la administración de justicia respecto de menores, entre otras medidas.

En el caso concreto la Corte Interamericana abordó el tema del plazo razonable en el


capítulo: C. Garantías judiciales y protección judicial i) Consideraciones de la Comisión
donde, a partir del parágrafo 58 estableció “Respecto a la presunta violación de los
artículos 8.1 60 y 25.1 61 de la Convención, en relación con los artículos 1.162 y 1963
de la misma, la Comisión indicó que los procesos internos sobre la guarda judicial y
sobre el derecho de visitas no cumplieron con la garantía del plazo razonable. Afirmó
que las autoridades judiciales “incurrieron en una serie de retardos que se terminaron
constituyendo en el sustento mismo de las decisiones”. Argentina “no ha controvertido
que las autoridades internas que conocieron el caso en el marco de los procesos
judiciales actuaron en incumplimiento de su deber de diligencia excepcional, con
efectos de la mayor gravedad en el ejercicio de varios derechos por parte de [M y del
señor Fornerón], incluyendo el derecho a la familia y el derecho a la identidad. Afirmó
que el señor Fornerón “nunca tuvo la posibilidad [...] de que [...] fuese escuchado de
otra manera distinta que no fuera la aprobación del procedimiento de adopción que se
había iniciado ilegítimamente, ilegalmente [y] con claros indicios de que más que una
adopción estaba ocurriendo [...] un proceso de apropiación”. El Estado “nunca
implementó ninguna de las garantías judiciales establecidas para la protección de la
niñez, para la protección incluso de la institución de la adopción como una institución
[...] tutelar, que protege, que guarda la niñez y la infancia y el concepto [...] de familia”.
La situación jurídica de M quedó determinada por el paso del tiempo en los procesos
judiciales.

59. En particular, sobre el plazo razonable en el proceso de guarda judicial la Comisión


manifestó que: a) “se trata de un procedimiento por su naturaleza delicado, que
requiere de dictámenes especializados, de la participación de un padre biológico que
se opuso a la guarda, y un análisis pormenorizado de los derechos de la niña”; b) el
señor Fornerón, entre otras actuaciones, acudió a instancias judiciales en múltiples
oportunidades, solicitó en tres ocasiones durante el proceso la restitución de su hija,
se sometió voluntariamente a las pruebas de ADN, y apeló la sentencia
oportunamente, todo ello a pesar de vivir a más de 100 kilómetros de distancia de la
localidad donde se tramitó el proceso; c) el proceso se demoró tres años y ocho
meses, tiempo en el que se produjo una importante inactividad omitiendo la autoridad
competente en primera instancia practicar diligencias básicas. En segunda instancia el
proceso se demoró más de dos años, en ella se tuvieron que practicar diligencias
omitidas en la primera instancia, y d) la duración de las actuaciones afectó en forma
especialmente grave los derechos del señor Fornerón y de su hija, puesto que
conforme transcurrió el tiempo la niña creó mayores vínculos con los guardadores, un
factor utilizado posteriormente para mantener la adopción y rechazar las solicitudes del
padre biológico. Los tribunales incumplieron su obligación de diligencia y existió una
demora injustificada en la resolución del proceso que afectó gravemente los derechos
de M y del señor Fornerón. Por lo anterior, concluyó que el Estado violó el derecho “a
un proceso tramitado en un tiempo razonable” de acuerdo a lo establecido en el
artículo 8.1 de la Convención.

60. Por otra parte, respecto del plazo razonable en el proceso relativo al derecho de
visitas la Comisión indicó que: a) la determinación de un régimen de visitas es una
materia delicada que requiere la opinión y acompañamiento de expertos; b) el señor
Fornerón requirió ante varias autoridades tener contacto con su hija y que se
reconociera el derecho de ambos a estar juntos, y realizó varias gestiones, pese a lo
cual, si bien en mayo de 2001 se dictó una sentencia que reconoció la posibilidad de
establecer un régimen de visitas, hasta el momento de sometimiento del caso no se
había implementado; c) no concuerda con el Estado en que hubo inactividad por parte
del señor Fornerón, sino que éste solicitó todo lo que correspondía y colaboró en todo
lo necesario en los procesos judiciales; el único periodo de inactividad coincide con la
tramitación del recurso de apelación de la sentencia que otorgó la guarda, entre el 22
de abril de 2002 y el 25 de noviembre de 2003, fecha tras la cual el señor Fornerón
reiteró su solicitud de un régimen de visitas en varias ocasiones ante la inactividad de
los tribunales. Asimismo, el señor Fornerón propuso un encuentro y solicitó la
acumulación de las causas sobre el derecho de visitas, la guarda judicial y la
adopción, lo cual le fue denegado. El 18 de noviembre de 2005 solicitó que se dictara
sentencia, y no existe constancia de que se produjera actividad judicial alguna desde
entonces; d) la inactividad por parte del tribunal no cumple con el requisito de
diligencia básica. El tribunal a cargo era el mismo que había determinado inicialmente
la viabilidad de establecer un régimen de visitas, por lo que tenía la obligación de
actuar con diligencia especial en el proceso al conocer que el transcurso del tiempo
tendría efectos negativos. Sin embargo el tribunal no realizó ninguna gestión hasta que
“dict[ó] autos para resolver”, en marzo de 2004. Desde abril de 2004 hasta abril de
2005, no se produjo ningún movimiento en el expediente, y e) lo anterior fue relevante
en la determinación de la situación jurídica de M y de su padre, puesto que ese mismo
tribunal estableció la adopción simple de la niña a favor del matrimonio B-Z en
diciembre de 2005, con fundamento en la relación que se había desarrollado como
consecuencia del transcurso del tiempo. Pese a que en esa decisión se reiteró la
pertinencia de que se comenzara el contacto entre padre e hija, las autoridades
competentes no han avanzado en ello. Concluyó que una demora de casi nueve años
en el establecimiento de un régimen de visitas, cuya posibilidad fue indicada en dos
sentencias judiciales, constituye una violación al derecho del señor Fornerón y de su
hija M a un proceso tramitado en un plazo razonable de conformidad con lo
establecido en el artículo 8.1 de la Convención y ha violado también el derecho del
señor Fornerón a un recurso efectivo, puesto que no se le ha proporcionado una vía
efectiva para implementar dicho régimen de visitas, contrariando el artículo 25.1 de la
Convención.

Luego la Corte aborda particularmente el tema del plazo razonable y allí vuelve
concretamente sobre los plazos del caso, señalando que por las particularidades del
tema llevado a su conocimiento, las obligaciones del Estado aquí se encontraban
exacerbadas por la particularidad de los derecho en juego y de la especial protección
que se debe brindar a los menores de edad.

“69. Sin perjuicio de que el señor Fornerón realizó las intervenciones en los procesos
que le eran razonablemente exigibles, la Corte advierte que, en un caso como el
presente, la responsabilidad de acelerar el procedimiento recae sobre las autoridades
judiciales, en consideración del deber de especial protección que deben brindar a la
niña por su condición de menor de edad, y no en la actividad procesal del padre. Más
aún, cuando el señor Fornerón desde un inicio dejó claro ante las autoridades
judiciales su voluntad de hacer efectivos sus derechos y cumplir sus deberes de padre,
lo cual debía garantizarse de forma inmediata. El Tribunal resalta que el objeto
principal de los procesos era la determinación de los derechos a la familia de una niña
y los de su padre biológico, y lograr la vinculación entre ellos.

Todo esto no solo sirvió de fundamento para la condena, sino que dio lugar
también a las medidas especiales dispuestas en ésta:

1) relativas a la necesaria intervención del Estado en la revinculación de padre


e hija (que no se pudo terminar de lograr pues cuando se dispusieron estas
medidas, incluso antes de la sentencia de la Corte en el ámbito local, la
menor ya era una adolecente a la que le resultaba dificultoso interesarse en
la revinculación).
2) Vinculadas a la necesidad de modificación de las normas (que ya se habían
modificado para el momento de la sentencia) y a la capacitación de los
magistrados para evitar la repetición de este tipo de situaciones, marcando
enfáticamente la prevención de tramitaciones tan dilatadas en este tipo de
planeos.

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