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Prey: Depredador (Prey)

Son dos las sorpresas con “Prey: Depredador”; la primera es que exista y la
segunda es que tenga tantas capas de sentido interesantes para desglosar,
siendo -además- la quinta parte de una saga algo desgastada (en especial por
sus dos últimas secuelas).

El contexto es la Nación Comanche en 1715, donde una joven llamada Naru


(enorme trabajo de Amber Midthunter) intenta abrirse paso como una potencial
cazadora para su comunidad, una actividad reservada solo para los hombres.
Tras unos intentos fallidos, y con el espejo de su hermano Taabe (Dakota
Beevers) exitoso en el arte de la caza, se lanza en una expedición de rescate
como búsqueda de probarse a sí misma. Entre tantas situaciones comunes que
la película elude, está la relación entre los hermanos porque Taabe es un
apoyo moral y formativo para Naru, en las antípodas de lo que podría ser una
pelea sacada de los manuales más vagos de la narrativa.

La misión de rescate se complica cuando las ideas sobre un animal que acecha
al grupo de los comanches resulta ser la presencia de un humanoide de otro
mundo, que está en el bosque para cazar. Aquí se repite la única conexión de
esta película con el resto de la saga de “Depredador”, cuyos eslabones tienen
un único punto en común: este alienígena atraído por lugares de calor y
violencia extrema. Porque la lucha de los nativos no es solo contra este ser,
también aparecen otro tipo de cazadores y, todavía, más espeluznantes: los
franceses en búsqueda de pieles.

La pericia del director Dan Tranchtenberg, quien ya había realizado la secuela


“Avenida Cloverfield 10”, radica en tomar la esencia y el espíritu de las
películas anteriores para desperdigarlo en una historia de aventuras respetuosa
y hábil por presentar personajes bien marcados en su identidad y, a la vez,
ricos en sus diferentes aristas. El camino de Naru es uno de crecimiento, de
superación y, por último, de enfrentamiento ante una situación completamente
extraordinaria. “Depredador: Prey” ejecuta a la perfección la forma de
reconstruir un pasado tan golpeado como es el de los pueblos originarios y lo
hace desde el género del cine de aventuras. Desde la presencia de actores
nativos hasta el cuidado por la secuencia de créditos que muestran arte
comanche, como así también una composición de la banda sonora por parte de
Sarah Schachner, música que trabajó con otros colegas que tocaron
instrumentos autóctonos representativos de las tierras indígenas vistas en la
película.

A la altura de la película original de 1987 dirigida por John McTiernan y de su


inmediata secuela de 1990, “Depredaror: Prey” se erige como la gran película
de acción de este año. El único defecto es que su concepción y resolución
tienen el aroma del cine, y lamentablemente su destino fueron las pantallas
chicas. Un síntoma crónico de estos tiempos tan raros.

“Depredador: Prey” (Prey, 2002) de Dan Trachtenberg con Amber Midthunter,


Dakota Beevers, Stormee Kipp, Dane DiLiegro, Michelle Thrush y Bennett
Taylor.

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