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Imaginarios y devenires en el Bestiario puertorriqueño.

“El pájaro malo”, de Manuel A. Alonso, Garduña de Manuel Zeno Gandía,


El minotauro se devora a sí mismo de José Isaac de Diego Padró,
y La patografía de Ángel Lozada

Disertación presentada a la Facultad de Estudios Hispánicos,


como requisito final para obtener el grado de Doctor en Filosofía,
en la Universidad de Puerto Rico

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Mayo de 2015 Félix Joaquín Rivera Rodríguez (Autor)
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___________________________________

___________________________________
Miembros del Comité Examinador

Aprobada con la calificación de:

____________________________ ___________________________________
Presidente del Comité Examinador
Dr. Luis Felipe Díaz

1
UMI Number: 3705350

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UMI 3705350
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Índice

Resumen (Abstract) 3

Introducción 9

1. El Bestiario como un imaginario 18

2. Sujetos al sacrificio: el discurso de la especie en “El pájaro malo”

y en Garduña 77

3. Devorador y víctima. La articulación del discurso de la especie en

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El minotauro se devora a sí mismo 111
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4. Carne posthumana en La patografía. Autoficción como plato

de sobremesa 171
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Conclusiones 212

Bibliografía 220
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Apéndices 234

2
Resumen

Nuestro trabajo de tesis propone revisar los modos en los que la tradición literaria

autóctona ha asentado su reflexión sobre lo humano puertorriqueño en un pensamiento

del animal.

Con la ayuda de las investigaciones recientes de los denominados “estudios

animales” que comprenden diversas disciplinas humanísticas, en el centro de los debates

filosóficos y políticos, hemos procurado seguir las huellas del género del Bestiario en

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nuestra literatura.
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Nuestro trabajo se ocupa con la pregunta de cómo la literatura puertorriqueña, con

las obras referidas de Manuel A. Alonso, Manuel Zeno Gandía, José Isaac de Diego
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Padró y Ángel Lozada han desestabilizado las fronteras de las narraciones canónicas que

fortalecen la noción del sujeto humano autóctono para imaginar devenires-animales.


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Estas reconfiguraciones animales han generado en nuestro trabajo una

reconsideración de las categorías con las que se venía pensando la animalidad en nuestra

literatura y en nuestra crítica. Nuestro estudio, debemos aclarar, no pretende ser un

inventario exhaustivo del Bestiario literario puertorriqueño. Más bien intenta examinar

las transformaciones, o metamorfosis, o devenires-animales que, en la escena de

costumbres “El pájaro malo”, y en las novelas Garduña, El minotauro se devora a sí

mismo y La patografía se configura un imaginario del animal, o Bestiario, en el cual se

ejecutan sacrificios mediante funciones narratológicas, y circulan energías que, en

ocasiones, establecen relaciones intertextuales.

3
Algunos de los pensadores contemporáneos a los que hemos recurrido para

explorar los imaginarios y los devenires en el Bestiario autóctono, en medio de la

agudización de la crisis de los discursos humanistas recientes son: Giorgio Agamben,

Gilles Deleuze, Jacques Derrida y Félix Guattari.

La mirada que nos ha aportado mayor amplitud pertenece a la corriente crítica

denominada “posthumanismo”, la cual se propone revisar la historia del pensamiento de

lo humano a la luz de transformaciones técnicas, ideológicas y culturales como la

etología, la ecología, la ética y la biosemiótica.

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Título de la tesis

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Imaginarios y devenires en el Bestiario puertorriqueño.
“El pájaro malo”, de Manuel A. Alonso, Garduña de Manuel Zeno Gandía,
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El minotauro se devora a sí mismo de José Isaac de Diego Padró,
y La patografía de Ángel Lozada
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Al profesor y amigo Luis Felipe Díaz León, con agradecimiento

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Mi inspiración me lleva a hablar de las figuras
transformadas en cuerpos nuevos: dioses, sed
IE favorables a mis proyectos (pues vosotros
mismos ocasionasteis también esas transformaciones)
y entrelazad mi poema sin interrupción desde los albores
del origen del mundo hasta mi época.
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Ovidio, “Proemio”, Metamorfosis


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Introducción

Ciertos textos suelen perturbar de manera radical el quehacer crítico local, ya que

abordan desarrollos recientes en la teoría de la subjetividad. Estas escrituras traen a la

atención directa de los lectores recepciones cruciales dirigidas a socavar la estabilidad

monolítica de la literatura dentro del canon cultural. Entre las obras que erosionan las

actividades creativas y críticas canónicas actuales en el país, se encuentran: el relato “El

pájaro malo”, incluido en El Gíbaro (1849), de Manuel A. Alonso (1826-1872), y las

novelas Garduña (1896), de Manuel Zeno Gandía (1855-1930), El minotauro se devora a

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sí mismo (1965), de José Isaac de Diego Padró (1896-1974), y La patografía (1996), de
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Ángel Lozada (1968), como parte de un “bestiario del placer cultural”, según señala Luis

Felipe Díaz (1950) en “La pérdida de la poética del infante nacional”, De charcas,
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espejos, infantes y velorios en la literatura puertorriqueña (2010). Estas obras nos

permiten reflexionar sobre rumbos muy distintos de los explorados en la literatura y


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crítica puertorrriqueñas.

Proponemos vincular en la diacronía de la literatura puertorriqueña los

movimientos en los que las fronteras de las narraciones que fortalecen al sujeto humano

autóctono se desestabilizan para imaginar devenires-animales. Esta mirada nos ha llevado

a tomar en cuenta las construcciones y metaforizaciones de una multiplicidad de líneas

que vinculan impulsos en el paradigma del Bestiario cultural. Nos hemos percatado de

que el devenir-animal se extiende y permeabiliza a través de la superficie del espacio

literario puertorriqueño. Tomando en consideración estas transformaciones, o

metamorfosis, examinamos panorámicamente el Bestiario autóctono. Estos textos

9
configuran un imaginario del animal, o Bestiario, en el cual se ejecutan sacrificios,

mediante funciones narratológicas, y circulan energías que, en ocasiones, establecen

relaciones intertextuales.

Entendemos, por consiguiente, la proyección del devenir-animal en la literatura

puertorriqueña como la implicación de una acción y de un proceso, representada en

varios modelos: alianzas y “contagios” con el animal no-humano que excluyen las

nociones de filiación, imitación, reproducción, progresión, regresión y evolución, y que

favorecen la multiplicidad y la heterogeneidad; composiciones y recomposiciones con lo

animal, que no responden a un “bestialismo” sino a la resistencia y a la minoría; y como

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una lectura que busca observar la ambigüedad transitoria entre los términos
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aparentemente fijos de lo humano y lo animal. Dentro de los límites de nuestra mirada,

centraremos nuestra tesis en las narraciones mencionadas anteriormente de Manuel A.


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Alonso, Manuel Zeno Gandía, José Isaac de Diego Padró y Ángel Lozada. Analizaremos

la movilización de los impulsos transitorios en los cuales se deviene animal, como


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metáfora de una subjetividad cultural puertorriqueña que transita desde lo animal humano

a lo animal no-humano. De antemano, entendemos estos desplazamientos como

relaciones, interconexiones y coordinaciones transitorias que orientan al humano en

medio de las inestabilidades y contingencias que constituyen el mundo en el que existe.

Así, devenir-animal no consiste en hacerse animal ni imitarlo, ni tampoco se encuadra

dentro de los temas, la serie y la estructura del discurso unívoco de la historia natural.

Según nuestro enfoque, la evolución se mueve a partir de la producción, de la

imaginación y de la invención, y no a partir de una procedencia de un descendiente con

respecto de sus padres. Con esta manera de ver, las ideas de las relaciones con los

10
animales no-humanos podrían desplazarse a un nuevo dominio, vinculado con el mito,

para señalar los umbrales que atraviesa una idea de lo animal y de lo humano, los

movimientos que ejecuta y que cambian su naturaleza en la literatura puertorriqueña.

En el primer capítulo, hemos señalado la existencia poco numerosa de trabajos

críticos en torno a las narrativas literarias puertorriqueñas que prestan atención especial a

la relación entre animales humanos y no-humanos. Examinamos las reducidas críticas del

país que mencionan la existencia de un Bestiario en el canon autóctono, y establecemos

el propósito de reconocer y analizar los objetos de estas secuencias narrativas como sus

propios sujetos. Con esto nos referimos a que consideramos que en los textos bajo estudio

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se debe permitir a cada una de las especies considerarse a sí misma cuidadosamente y
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hacerse explícita. Presentamos las propiedades, situaciones y acciones que abarcan las

secuencias narrativas dentro de una índole recurrente (arquetípica) en un universo


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imaginario significado por el esquema que hemos diseñado de acuerdo con la crítica a la

estructura sacrificial discutida por Jacques Derrida (1930-2004), en “ ‘Hay que comer’ o
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el cálculo del sujeto” (Confines, 2005:11): A —entonces— B —entonces— C, en donde

A=ser otreico; B=catalogación animal; C=matanza en un acto no criminal. Este esquema

trae a la discusión la lógica identitaria, ataviada en un “discurso de la especie humana”,

que crea una división entre animales no-humanos y humanos, y que resulta ser una matriz

de violencia. Exponemos además el concepto del devenir-animal, según Gilles Deleuze

(1925-1995) y Félix Guattari (1930-1992), como formas autogestoras de producir un

mundo, con el objeto de investigar las conversiones de animales humanos en animales

no-humanos y exponer los símbolos y las interpretaciones que juegan en el imaginario de

un Bestiario en la literatura puertorriqueña. Seguidamente, ofrecemos un despliegue

11
histórico del Bestiario en Occidente, abarcando culturas latinoamericanas, y en lo

particular, la puertorriqueña. Siguiendo las aportaciones sobre “el imaginario”, de Gilbert

Durand (1921-2012), Cornelius Castoriadis (1922-1997) y Michel Mafessoli (1944), en

Enrique Carretero Pasín, establecemos una ubicación de las ideologías, como una

“oferta” que sustituye, durante el imperio de la razón en la modernidad, el sentido último

y trascendente, que llegó a estar monopolizado por la religión durante el período

premoderno de Occidente. Esta interpretación nos permite contemplar el imaginario

como una fuente de riqueza experiencial, que, a través del ensueño diurno, impregna la

existencia del animal humano en el tejido social. Conjuntamente, establecemos cuatro

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diferencias básicas entre los términos “imaginario” y “mito”, y exponemos una relación
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histórica sobre la problematización del imaginario. Se ofrece además una lista parcial de

obras literarias autóctonas que resalta relaciones de animales humanos con no-humanos
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mediante la imaginación.

En el capítulo dos abordamos someramente la simbología de las aves en el


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Bestiario autóctono y consideramos las historias de “El pájaro malo” y de Garduña como

respuestas narrativas a perpetraciones criminales que evocan el principio de una lógica

identitaria dedicada a normalizar lo social y a racionalizarlo. Utilizamos la noción

narratológica de “autor implícito”, según Seymour Chatman, para analizar cómo se

organizan principios de trascendencia total del “humano” como requisitos para el

sacrificio del animal o de lo animalístico, lo cual posibilita también una “matanza no

criminal” de los otros humanos mediante una conversión “animal”.

En el capítulo tres realizamos un análisis comparativo del mito del Minotauro,

aplicado al período de 1956 a 1959, en San Juan de Puerto Rico, según se narra en la obra

12
mencionada de José Isaac de Diego Padró. La monstruosidad es el símbolo regente de la

historia que, según nuestra interpretación, encarna el sacrificio de la animalidad humana

mediante una autofagia viabilizada por medio de la subsunción al mito de la razón.

Utilizaremos la noción del esperpento, del dramaturgo de la Generación del 98, en

España, Ramón del Valle Inclán (1866-1936), para tomar en cuenta las conversiones

animales de humanos en animales no-humanos. Para incursionar en el mundo de mundos

que no se comunican en la novela de de Diego Padró, un laberinto que encierra al

Minotauro, utilizaremos las nociones biopolíticas de vida como bios y zoe exploradas por

el pensador contemporáneo Giorgio Agamben (1942).

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En el cuarto capítulo se examina la conversión animal del sujeto humano en la
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novela contemporánea La patografía (1996), de Ángel Lozada (1968), para incursionar

sobre la reorganización de los cuerpos humanos dentro del consumismo y


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carnofalogocentrismo y del sadismo postmoderno. Se explora la configuración de una

ornitología en el Bestiario, iniciada por “El pájaro malo” del libro de mediados de siglo
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XIX, El Gíbaro de Manuel Alonso, considerado por el canon del país como el iniciador,

no tan solo del criollismo literario, sino de la crítica poética y del ensayo

puertorriqueños. Exponemos cómo el nuevo paradigma que ofrece La patografía de lo

animal establece consonancias y disonancias con algunas simbologías surgidas en la

modernidad autóctona, desde el cuento “El Josco” (1948), de Abelardo Díaz Alfaro

(1919-1999), hasta las partes noticiosas del chupacabras, en 1995.

Estas exploraciones representan una iniciativa en la apertura hacia un mundo de

posibilidad en medio de una indiferencia normativa entre la animalidad humana y la

animalidad no-humana en la complejidad de nuestro ambiente. Además, el enfoque que

13
abordamos permite un sincretismo académico que asocia las humanidades con las

ciencias naturales y sociales.

Nuestro objetivo es repensar cómo a partir de operaciones literarias autóctonas

que relacionan seres vivientes (humanos y no-humanos), con una vasta diferencia

fenomenológica, se sigue construyendo un Bestiario como parte de un universo moral. En

nuestro Bestiario se han combinado nobles sentimientos hacia congéneres junto a una

abyecta falta de respeto y desconsideración moral hacia otros congéneres que han sido

excluidos de participar en espectros de la vida colectiva considerados como valiosos. Este

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envilecimiento deja en los textos bajo estudio la huella de un signo no-humano, de

semejanza teriomórfica que, como hemos mencionado, sirve de conducto para una
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matanza legal e impune, sea física o social, o ambas. Opinamos que este repensamiento
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de las relaciones con el animal no-humano en nuestra literatura podría tener

implicaciones profundas relacionadas con el modo en el que concebimos lo humano y lo

animal, el imaginario y los devenires. Conjuntamente con un marco teórico, abordaremos


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además figuraciones concretas de la socio-historia referencial, como la entienden los

historiadores, del devenir puertorriqueño en el imaginario letrado.

Al plantearnos prácticas alternativas de repensar y de leer imaginarios y devenires

en el Bestiario puertorriqueño, hemos recurrido al posthumanismo. Con esta postura,

consideramos el dúo del antropocentrismo y del especieísmo como un problema

perturbador en lo referente a estar en el mundo, y en lo relacionado con maneras de

conocer, observar y describir en nuestra literatura, ya que éstas dan por sentado, y con

amplia gabela, la especificidad de lo humano como el punto universal en donde se ubican

la voz, la visión y la vitalidad. Asimismo, lo humano se ha consolidado desde los inicios

14
de nuestra literatura con el término “puertorriqueño”, dentro del seno de una filosofía

humanista de la modernidad del siglo XIX que además de rechazar la diversidad de los

cuerpos en aras del racionalismo, los trascendió. Esta focalización en lo humano

puertorriqueño como el triunfo obtenido por el canon literario mediante omisiones

biológicas produjo un sentido del ser que vino a convertirse en el sujeto “nacional” de las

experiencias y figuraciones de unos ejemplares específicos de la especie humana en el

país. Nuestro enfoque procura seguir las huellas de este género de subjetividad normativa

que ha fundado en nuestra literatura prácticas discriminatorias en contra de los animales

no-humanos y de los animales humanos catalogados como tales. Investigamos también

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las líneas de fuga, o actos de resistencia y de afirmación, que se escapan a las

determinaciones al ser, ejercidas


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con regulaciones de subjetividades y de

comportamientos.
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En las páginas que siguen procuramos dilucidar variables y lineamientos en los

simbolismos tradicionales en el Bestiario autóctono. También, los imaginarios y los


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devenires que construyen nuevas formas de figuración de la interioridad animal.

Abarcamos estas tendencias desde varias perspectivas. La primera de ellas es secuencial.

Este es un empeño mayormente comparativo mediante el cual las situaciones y los

eventos de las narrativas se yuxtaponen y se sintetizan en confrontación con el esquema

identitario de violencia propuesto por Derrida. Este tipo de evaluación desde la matanza

no criminal tiende a caracterizar al Bestiario autóctono de maneras no reconocibles entre

los estudiosos del canon. Como hemos apuntado, el concepto del devenir-animal debe

incorporarse en nuestro empeño. En este sentido, consideramos los “devenires” como

esos escapes cuya finalidad es diluir la identidad impuesta por el canon en el Bestiario de

15
las letras en Puerto Rico. Estas dos perspectivas, cuando las yuxtaponemos una con la

otra nos proveen un conjunto de símbolos y de autogestiones en el Bestiario.

La segunda perspectiva que hemos adoptado es la histórica. En su mayor parte, el

Bestiario literario puertorriqueño aún prolonga, desde sus inicios en el siglo XIX, una

experiencia de comunidad afincada en la lógica identitaria de la mismidad, a partir de

propiedades que suponen una homogeneidad fundamental. Por esta razón nuestro informe

sobre el Bestiario debe contener un enfoque histórico. Una mera taxonomía sincrónica de

los aspectos más destacados no resultaría suficiente. Opinamos que una descripción

diacrónica de las diferentes equivalencias de las metáforas, de las significaciones

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simbólicas, de los pensamientos analógicos, de las psicologizaciones, de las recreaciones
IE
de pensamientos idénticos al humano, y también del debilitamiento reciente de estas

potencialidades simbólicas, aporta mayor sentido a las obras que estudiamos.


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Tercero, nuestro enfoque debe prestar atención a los autores implícitos, o a los

otros yo de los autores reconstruidos desde los textos de las obras que examinamos. Aquí
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hemos considerado las preguntas siguientes: ¿Cuáles de estos autores se mantienen

establecidos en las formas corrientes, humanistas, del simbolismo animal? ¿Cuáles

imaginan nuevas formas de figuración de la interioridad animal humana? Con la reflexión

sobre los vínculos entre las diversas formas de vida, y sobre la participación en un mundo

compartido, ¿cómo la literatura puertorriqueña podría buscar una rectificación que

conduzca a una liberación verdadera? Procuramos observar también en las cuatro obras

mencionadas cómo cada autor implícito arma o desarma un “imaginario” de

representaciones sociales destinado a una audiencia también implícita, la cual, a su vez,

va a tomar decisiones de interpretación. Las funcionalidades de los imaginarios que

16
hemos percibido hasta el momento cierran, o abren, líneas de pensamiento dirigidas a la

producción de proyectos políticos y de sentidos vivenciales.

Designamos también en este trabajo un proceso asociado a situaciones históricas

que ha generado especulaciones simbólicas en torno a la animalidad. Con esta mirada

diacrónica hacia las relaciones entre humano y animal en nuestra literatura, hemos

asistido a una transformación en el imaginario de las formas de conceptualización.

Percibimos una apertura gradual a nuevas maneras de representación más ligadas a

desplegar los límites y a ampliar los mecanismos de lo animal para generar nuevas

búsquedas y nuevos efectos. Esto es, para imaginar formas desconocidas de figuraciones

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en los debates filosóficos y culturales en el mundo contemporáneo. Al respecto, habría
IE
que señalar las novelas El minotauro se devora a sí mismo (1965), de José Isaac de Diego

y Padró, y La patografía (1996), de Ángel Lozada, para proyectar una línea en la que es
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posible apreciar algunos desvíos de las formas ideológicas procedimentales de

individuación y de identidad. Estas aperturas se inclinan hacia una multiplicidad que no


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se reduce tan solo a una interpretación antropocéntrica. Este descentramiento del

protagonismo humano pudiera iluminar una zooliteratura en el Bestiario puertorriqueño,

aunque fuera provisoriamente, para proponer un recomienzo en un espacio intermedio del

imaginario en el que no haya rupturas.

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Capítulo 1.

El Bestiario como un imaginario

Las numerosas narrativas literarias puertorriqueñas que prestan atención especial

a la relación entre animales humanos y animales no-humanos han recibido escasas pero

importantes alusiones críticas que señalan un Bestiario.1 A pesar de lo incipiente de esta

tarea en nuestra cultura, los trabajos críticos que examinamos representan una indagación

importante en la apertura hacia un mundo de posibilidad de indiferencia entre la

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animalidad humana y la animalidad no-humana en la complejidad de nuestro ambiente.
IE
Aun cuando la crítica sobre el Bestiario puertorriqueño es mínima, y se

encuentran datos reveladores al momento de analizar el parentesco sombrío entre el


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macrocosmos animal y el microcosmos humano, existe una cantidad hasta menor de

estudios sobre las conversiones de animales humanos a no-humanos, en un catálogo de


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animales que aparecen en la literatura puertorriqueña.

Entre los estudios que mencionan el Bestiario en el canon se encuentran el ensayo

de Luis Felipe Díaz, “La pérdida de la poética del infante nacional” (2010),2 y la sección

“El bestiario en el mundo de Arzola”, en la tesis de maestría de Lourdes Miriam Torres

Torres. Estos trabajos se distinguen entre sí y podemos atribuirles finalidades diversas.

En el ensayo de Díaz se explora la mutación de un actante humano en animal, en

la narrativa de La patografía (1996), de Ángel Lozada (1968). “La pérdida” rechaza

1
Utilizamos la notación mayúscula para indicar no solamente la existencia de bestiarios sino también del
tipo de imaginario que produce la facultad de animar utopías como también de legitimar el orden social
establecido.
2
Me refiero específicamente al capítulo 4 de Luis Felipe Díaz, “La pérdida de la poética del infante
nacional, en De charcas, espejos, infantes y velorios en la literatura puertorriqueña, páginas 124-153.

18
dogmas que se atribuyen supremacías de género, raza y clase en la sociedad humana

puertorriqueña. De manera directa y sugerente, Díaz menciona la existencia de un

“bestiario del placer cultural”, al exponer brevemente, en relación con La patografía, una

fusión del infante con una otredad, y con un animalario del goce en nuestra cultura: “En

esta obra, el infante se funde con el otro y el bestiario del placer cultural, ambos

ocupando la mesa de la cena familiar para tragicómicamente ser devorados por la

comunidad nacional” (De charcas 151).

A quemarropa, Díaz le sigue la pista en este ensayo a la transformación de un

infante afeminado en un animal no-humano, el pato. Con “pato”, en esta ocasión, nos

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referimos a la marca denostosa impuesta sobre el homosexual puertorriqueño por medio
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de un esquema concebido por el hombre viril, macho, y por la feminidad que se deja

traducir en un esquema viril y heroico. En la novela de Lozada, esta metáfora que apunta
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a la otredad animal se impone sobre un niño de Mayagüez durante la década de 1970 y

desata un acto sacrificial literal, el cual, a su vez, conduce a la matanza carnívora y legal
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del “pato”, según explicamos adelante. Lawrence La Fontain-Stokes, en “Queer Ducks,

Puerto Rican patos, and Jewish-American feygelekh: Birds and the Cultural

Representation of Homosexuality”,3 ofrece un sondeo queer sobre el manejo de este

insulto en La patografía, valiéndose del uso común del término. Como trasfondo,

debemos apuntar que, según Virgilio Biaggi, en Las aves de Puerto Rico (1970), la

especie de patos residentes que más abunda se conoce por el nombre de Oxyura

jamaicensis jamaicensis (del griego: Oxyura, “rabo puntiagudo”; del latín, jamaicensis,

relativo a la isla de Jamaica). Sus nombres en español son: pato chorizo, pato rojo, pato

criollo y pato espinoso (116-117). En cuanto a la relación de esta metáfora animal con el
3
Centro Journal, Volume XIX, Number I, Spring 2007.

19
sacrificio y el devorar en Puerto Rico, dirigida a la homosexualidad masculina, citamos

las oraciones finales sobre el pato chorizo que ofrece Virgilio Biaggi en la “Información

general”: “Constituye este patito un ave de caza importante en Puerto Rico. Su carne es

buena” (117). Desde una perspectiva prehistórica de la homosexualidad vinculada a una

metáfora animal, el francés Alain Daniélou (1907-1994) apunta que en el tantrismo hay

un rito especial que induce al orgasmo prostático mediante la unión homosexual, y que

revela hibridaciones entre las especies, específicamente paseriformes, las cuales datan

aproximadamente de seis mil años de antigüedad:

W
El ofrecimiento de esperma, asociado con el hombre pez; o la penetración
anal, asociada con el hombre pájaro, toma lugar en ciertos ritos tántricos.
IE
Los acoplamientos entre hombres —o entre mujeres y animales— tienen
también un significado ritual y simbólico, de los cuales se pueden observar
EV
numerosas representaciones en los templos hindúes. La unión de Pasífae y
el toro, la cual dio nacimiento al Minotauro, como todas las
representaciones de los seres mitad hombre, mitad animal, que se
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encuentran en Egipto, en la India y en el mundo Mediterráneo, todas ellas


involucran el mismo concepto” (Alain Daniélou. Gods of Love and
Ecstasy, 1992:158). [Traducción mía.]

En contraste con las antiguas hibridaciones de carácter religioso entre el “humano” y el

“animal” (cuyas prácticas subsisten en la actualidad), en nuestra sociedad, el “pato”

forma parte de un inventario de carimbos de otredad animal. El envilecimiento de esta

metáfora animal para la homosexualidad ha dejado lugares libres en los discursos de la

literatura autóctona para un matar no criminal, con ingestión, y con repetición. Con el

último término, nos referimos a la reincidencia de matanzas no legales autorizadas a

20
cargo del régimen del hombre macho, logradas por medio de una lógica de recursividad

que se invoca a sí misma con la capacidad de reducir los eventos a un mismo evento base,

y que adscribe una gama indefinida a la reejecución fatal, según varias acepciones de

“repetir”, en el Diccionario de la lengua española (2001): 1. “Volver a hacer lo que se

había hecho”; 2. “Volver a servirse de un mismo guiso”; 3. “Venir a la boca el sabor de lo

que se ha comido”; 3. “Volver a suceder [una cosa] regularmente” (1948).

Esta conversión entre animales, que conduce al devorar, permite a Díaz

cuestionar, por otro lado, los criterios tradicionales que se ofrecen en la tradición cultural

isleña en calidad de condicionantes necesarios y suficientes para impedir que una entidad

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humana, catalogada como marginada y no-humana, disfrute de los placeres “más
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elevados”. Los señalamientos de Díaz permiten discernir cómo, bajo el amparo de

consideraciones morales de “normalidad”, se infligen experiencias dolorosas a un animal


EV
humano marginal para ingresarlo en un catálogo animalístico no-humano que provee el

placer de la matanza a la comunidad homofóbica en la nación.


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Por otro lado, Lourdes Miriam Torres Torres, en “Los filamentos del erizo: una

lectura gótica de Marina Arzola” (2006), encuadra un Bestiario puertorriqueño dentro de

la visión extraordinaria del mundo natural, por parte de la hablante lírica, algunas veces

travestida, en los poemarios Palabras vivas (1969) y El niño de cristal y los olvidados

(1977) de Marina Arzola (1939-1976). El sistema de lo maravilloso medieval europeo y

boricua le sirve de marco a Torres Torres para identificar y articular una vida animal y de

las cosas animadas que presentan itinerancias textuales entre lo posible en los poemarios

de Arzola. La enunciación de estos tránsitos de posibilidad expone en la hablante intentos

de liberaciones de divisiones entre el animal humano y el animal no-humano. Por medio

21
del trabajo crítico de Torres Torres, y haciendo eco de palabras de Carmen Centeno

Añeses,4 Torres Torres puede apreciar la clausura en el animal humano, la cerrazón en la

misma hablante lírica, por medio del logos,5 la máquina antropológica que precisamente

produce lo humano, hacia la disolución de la naturaleza humana y de la historia: “Arzola

conduce al lector a una revisión de sí mismo, de la sociedad del universo. Sus palabras

son morteros destructores del lenguaje cotidiano y ordinario que conducen a la

construcción de un nuevo orden, de una nueva manera de estructurar la realidad’” (188).

En estos poemarios de Arzola que reciclan el Bestiario medieval europeo junto a

un Bestiario autóctono, cuyas descripciones genéricas a lo largo de la historia literaria

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presentamos posteriormente, no se sigue, sin embargo, de manera estricta con la
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definición usual de los Bestiarios medievales europeos. Estructuralmente, las bestias

naturales, fantásticas y mitológicas en los poemarios de Arzola carecen de descripciones


EV
e interpretaciones religiosas y morales, y de ilustraciones, como frecuentemente acontecía

en los Bestiarios medievales, para denunciar a Puerto Rico como un país natal enfermo y
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en decadencia.

4
Carmen Centeno Añeses. “Marina Arzola y El niño de cristal y los olvidados”, 1985:42.
5
Logos podría también considerarse como un instrumento de expresión de una lógica identitaria o de
conjuntos asociada al elegir-poner-reunir-contar-decir como condición indispensable para concebir un
conjunto. Si bien cuando los puertorriqueños en nuestra literatura no podemos sustraernos de esta lógica-
ontología heredada de antaño, estas categorías del pensamiento filosófico tradicional no agotan para nada
la esencia de los conjuntos. Logos proviene del verbo legein, que literalmente significa “deliberar”,
“considerar”. La función del legein como lógica identitaria, consiste en organizar y ordenar el mundo por
medio del lenguaje como código derivado de una organización preexistente, concebida como “natural”, de
conjuntos idénticos a sí mismos. Ser en el lenguaje simbólico, por medio de “la naturaleza”, trae como
resultado una identidad a sí misma, “monolingüe”, según Derrida, y crea también una división entre
animales no-humanos y humanos. Por otro lado, y en lo que respecta al análisis de las obras bajo estudio, el
discurso de la “especie humana” resulta ser una matriz de violencia, un mito que explicita un esquema de
conversiones entre animales humanos y no-humanos que marca distinciones jerárquicas entre formas de
vida para legitimar formas de violencia. Para más información al respecto de la lógica-ontología del
principio de identidad, asociada a una lógica de explotación, que ha dado paso a una lógica de dominio,
referirse a: Enrique Carretero Pasín. El orden social en la posmodernidad. Ideología e imaginario social,
2010: 99-102.

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De manera similar, en La patografía, que no es un Bestiario clásico o compendio

de animales, sino una narrativa sobre la conversión de un solo animal humano en un

animal no-humano, subyace una crítica a la realidad de los puertorriqueños

contemporáneos.

Aunque las escrituras críticas de Díaz y Torres Torres reflexionan sobre los

reencuentros de especies en el reino animal, la humana y las no-humanas, en los trabajos

de Lozada y de Arzola, estos contactos pierden sus valores como símbolos morales, al

contrario de como usualmente se enunciaba en los Bestiarios paradigmáticos de la Edad

Media europea. Sin embargo, aún se conserva en estas críticas literarias una

W
interpretación alegórica que revela la dualidad entre lo visible y lo interpretable.
IE
Esencial para el análisis de este trabajo, sin embargo, será reconocer que las

conversiones entre animales humanos y no-humanos en cuatro obras del Bestiario


EV
literario puertorriqueño: “El pájaro malo” (1847), de Manuel A. Alonso (1822-1889);

Garduña (1896), de Manuel Zeno Gandía (1855-1930); El minotauro se devora a sí


PR

mismo (1965), de José I. De Diego Padró (1896-1974); y La patografía, de Ángel Lozada

(1968), no son solamente los objetos de sus discursos literarios sino que al mismo tiempo,

y de manera recurrente, son sus propios sujetos, bajo la impulsión de imaginarios en un

marco conceptual de un Bestiario. Con esto nos referimos a que consideramos que en los

textos bajo estudio se debe permitir a cada una de las especies considerarse a sí misma

cuidadosamente y hacerse explícita. Esta forma de mirar que proponemos sirve para

prestar una atención especial a las maneras en las que criaturas humanas y no-humanas,

con muy marcadas y diferentes fenomenologías, pueden construir un lenguaje común y

así compartir un universo moral por medio de simbologías recurrentes o arquetípicas.

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