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El hombre es, por naturaleza, un ser de cultura, es decir que al hacer cultura responde
a intrínsecas exigencias de su esencia.
El quehacer cultural y su resultado, la obra de cultura, son susceptibles de ser
juzgados según un orden normativo (ético).
Dicho quehacer cultural es un fin transitivo de la educación, en el sentido de que la
actividad educativa debe preparar para un recto actuar cultural, como medio para el
doble desarrollo del agente de cultura y de la naturaleza que resulta modificada.
A fin de ubicar la importancia de estas tesis en relación con los planteos
pedagógicos actuales, vamos a exponer brevemente algunos conceptos de cultura
que han incidido decisiva- mente en el ámbito educativo.
Se da en el pensamiento contemporáneo un lugar especial a la reflexión en
torno a la cultura y a la vez una diversidad cada vez más grande en las definiciones de
cultura, lo cual es en gran parte explicable por el oscurecimiento de la noción de
naturaleza humana.
Para no pocos autores, sociedad y cultura no sólo se implican, sino que se
identifican, porque se concibe lo social como una pura interacción. En un sentido
amplio, se dice que "cultura es todo lo que hace el hombre" y con frecuencia se va más
allá de esa primera aproximación válida, concluyendo -con una falsa inferencia- que
todo lo que el hombre hace tiene el mismo valor cultural, desde el utensilio del primitivo
hasta la más alta obra del espíritu. Esa conclusión tiene su raíz en concepciones
ambientalistas o evolucionistas que llegan incluso hasta afirmar que el paso del animal
al hombre se da precisamente por el quehacer cultural. Sin embargo, así se invierte la
relación, poniendo a la cultura como causa del ser personal, en vez de poner el origen
de ese quehacer en el ser del hombre, que es material y espiritual y por eso puede
transformar a la naturaleza y crear un mundo cultural.
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Es por ej., la definición de cultura que da Skinner en su obra Ciencia y conducta humana, (1969),
Barcelona, Ed. Fontanella, pág. 383.
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W. DILTHEY, (1958) Historia de la Pedagogía, Bs. As., Ed. Losada.
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Aquí se podría plantear como trabajo práctico ver en los libros escolares cómo se presenta el tema de
la cultura.
Frente a la pluralidad de definiciones, pero sobre todo frente a la confusión de
criterios que orienten esas definiciones, vamos a tomar aquí un análisis filosófico que hizo
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Juan Pablo II en un artículo del año 1977 , que nos permitirá desarrollar la primera tesis
señalada al comienzo de este punto, referida a la
dimensión cultural como propiedad de la naturaleza humana; así como las otras dos tesis,
que son consecuencia de la primera.
Su punto de partida es el análisis de la praxis humana, más específicamente del
acto humano, considerado a la vez como transitivo e inmanente: Como transitivo el acto
va más allá del sujeto, produce un efecto objetivo en el mundo externo; como inmanente
permanece en el sujeto, determina su cualidad y valor, y va configurando al hombre de
acuerdo con su actuar. Decir que el hombre se constituye, deviene sí mismo, por el obrar,
no significa que no haya un hombre con una naturaleza propia antes del actuar ni
tampoco que todo lo que es el hombre se hace por el trabajo.
El hombre debe existir para actuar, pero ese actuar nos permite captar al sujeto,
conocer qué es el hombre, porque cuando actuamos desarrollamos lo que es potencial en
nosotros y a la vez "hacemos más humana la realidad externa". Por eso se
. WOJTYLA, Card., (1977) Il problema del costituirsi della cultura attraverso la "praxis" umana, Milán,
Ed. Vita e Pensiero, 1977 (de Rivista di Filosofia Neo-scolastica, anno LXIX, 1977 fasc. III).
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Es un criterio real, ontológico, que entra en juego -explícita o implícitamente- en cualquiera de los temas
de las llamadas Ciencias Sociales que el docente, desde la escuela primaria, debe desarrollar en su clase.
correspondencia de naturaleza y cultura tiene un fundamento metafísico, si se comprende a
la naturaleza como manifestación de su causa primera, como vestigio, despliegue
participado, manifestación de los atributos de esa causa primera, con la que el hombre debe
colaborar, para que todas las cosas manifiesten
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cada vez mejor las perfecciones de Dios .
La cultura, entonces, como actividad que modifica la naturaleza; en primer lugar debe
desarrollar la naturaleza de modo que ésta manifieste plenamente al creador.
Esa unidad orgánica de naturaleza y cultura es posible entonces, de parte del hombre
por el espíritu y de parte de la naturaleza porque en ella hay espera de la actividad del
hombre y "disposición de darse al servicio del hombre, de servir a sus deseos, absorber en
sí una escala de fines, superiores respecto de la naturaleza, entrar en cierto modo en las
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dimensiones del hombre y coparticipar de su existencia en el mundo" . Al hablar de una
escala de fines superiores, se quiere decir que por la obra de cultura la naturaleza
"incorpora", por así decir, finalidades que no se hallan estrictamente es su esencia,
aunque no la
contradicen. En este sentido, puede decirse que la obra de cultura humaniza la naturaleza.
Pero para que esto se dé, la acción del hombre debe ser precedida por un
conocimiento contemplativo, es decir por un ejercicio de la inteligencia que permita descubrir
el orden objetivo. El acto del hombre que hace cultura debe estar en íntima unión con la
verdad, el bien, lo bello. De este modo, es el hombre el que da a estos valores su “derecho
de ciudadanía” en el mundo: "Donde falta la capacidad de sentirse fascinado, falta también la
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cultura [...] y se halla en grave peligro la praxis humana" .
Es evidente la consecuencia pedagógica profunda de este concepto de cultura, frente
a las pedagogías de la pura acción, del primado de la praxis, de las tecnologías educativas y
también de las posiciones actuales del constructivismo social centradas en la eficacia, en el
logro de habilidades formales. O bien en criterios relativos que niegan la posibilidad de que
se juzguen las obras culturales. En efecto, el desarrollo cultural del sujeto de la educación
debe comenzar por hacer posible un modo de conocer que lleve a advertir todas las
dimensiones de cada realidad, la unidad, distinción y jerarquía de estas dimensiones,
lo que implica recorrer un camino que, desde el conocimiento vulgar lleve al científico y
desde éste al metafísico y teológico
Veámoslo con un ejemplo: cuando en la escuela se aborda el tema de los recursos
naturales de una región, se está mirando un aspecto del medio geográfico. Esta abstracción
es una mirada válida y necesaria, pues cada ciencia tiene su objeto propio, pero ello no debe
hacer olvidar la totalidad real desde la que se hace la abstracción. Por ello debe favorecerse
la mirada integral, es decir el reconocimiento, distinción e integración del resto de los
aspectos; pues el quedarse sólo en el concepto de recurso ubica en una perspectiva -la
económico-productiva- que, si se parcializa, hace que la mirada se quede en el aspecto
utilitario, que, en realidad debe estar precedido por la mirada teórica, el aspecto de verdad
que tiene esa realidad, y comple- mentada por la advertencia de los aspectos estéticos (la
dimensión de belleza del paisaje) sociales (ese medio geográfico como lugar de trabajo del
hombre, medio de convivencia, cooperación, comunicación, etc.) y aún el aspecto metafísico
y religioso, en cuanto el advertir todas esas dimensiones en lo que tienen de perfección y a la
vez en su limitación, puede permitir al sujeto que las conoce, remitirlas a su causa última.
Por otra parte, según el análisis del autor que estamos siguiendo, la cultura tiene una
dimensión social -evidente, por otra parte, ya que se trata del producto de un ser
esencialmente social-. En efecto, la cultura crea en la sociedad un perfil espiritual y es un
particular fundamento de su identidad, en cuanto por la cultura el hombre no sólo se crea a sí
mismo sino que crea con otros. Es por eso ante todo "un bien común de la
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nación" que la distingue porque la identifica.
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Acudiendo a la Revelación, podemos decir que cuando el hombre hace cultura debe colaborar en la
glorificación.
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K. WOJTYLA, Card., (1977) Il problema del costituirsi della cultura attra- verso la "praxis" umana, ed.cit., p.8.
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JUAN PABLO II, Carta a los Universitarios de Méjico, 15-2-79 y Discurso a los estudiantes en Gniezno, 3-6-79.