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Ojo, no son todos lo mismo, primero veremos los enfoques que más se alejan o se oponen a la
propuesta de la ESI, y luego los que más elementos tienen en común con ella. El criterio que
los aleja o los acerca a la ESI tiene que ver con distintas dimensiones, pero la que nos interesa
remarcar ahora es: si el enfoque le da valor a la experiencia de las/os niñas, niños y
adolescentes, los/as estudiantes, y a la de las/os docentes. Vamos a poner especial atención
en: si las/os considera como sujetos de derecho y de aprendizaje y enseñanza, si es
respetuosa/o de la diversidad; si problematiza, se hace preguntas sobre las relaciones y los
vínculos considerándolos también como relaciones de poder (es decir, que pueden generar
desigualdades y discriminaciones); si valoran dimensiones como la afectividad, la experiencia
corporal, y, por lo tanto, hablan de algo más que de prevención o de enfermedades. Veamos
de qué se trata cada enfoque:
Es una pedagogía mecanicista, que considera que siempre una acción lleva a otra, y consiste en
enseñar el ejemplo, aprenderlo y llevarlo a la práctica. En este enfoque, por ejemplo, la
abstinencia es enseñada como modelo a ser seguido, ocultando el concepto de sexualidad en
el que se apoya, del que tenemos varios ejemplos más arriba cuando hablamos de quienes se
oponían a la ley: la sexualidad como genitalidad. Considera que “lo que debe ser” se expresa,
se hace visible a través de un “orden natural” -algo opuesto y/o superior a la vida social-, y por
eso se termina hablando de “anormales” o “no natural”, conceptos que se aplican desde este
enfoque a algunas personas y a algunas prácticas.
Otro enfoque, que ha estado o está presente en nuestras escuelas e institutos, es el médico-
biologicista: que entiende la sexualidad sólo desde el punto de vista reproductivo.
Para este modelo la sexualidad termina siendo así genitalidad. Los genitales se explican
solamente desde su función para la reproducción, dejando por fuera la definición de
“sexualidad” y de prácticas vinculadas con el disfrute del cuerpo.
Veamos algunos ejemplos, ¿qué les parece que falta en la imagen que está arriba? Quizás
algunos/as lo notaron... sí, es el clítoris lo que está faltando en la lámina, ya que este enfoque
considera que no tiene una vinculación necesaria con la reproducción. Muchas veces esta
imagen también se presenta como “aparato reproductor femenino” con su “complementario”,
el “aparato reproductor masculino”, cuando la realidad es que muchas personas pueden tener
dichos genitales, pero no verse representadas/os por las etiquetas femenino/masculino, ni
tampoco porque sus genitales cumplan una función reproductora, que es además una mirada
que piensa la sexualidad únicamente desde la heterosexualidad. Es muy probable que hayan
trabajado estos contenidos tanto en la primaria, en Ciencias Naturales y en la secundaria, en
biología.
Como habrán notado, en este enfoque, las emociones, el deseo y los vínculos -entre otros
aspectos- no aparecen como relevantes. En la práctica, este modelo biologicista se
complementa con una perspectiva “médica”, por ello, nombramos a este enfoque biomédico.
Fue a partir de la pandemia del HIV-SIDA y/o de la creciente visibilización en las escuelas del
embarazo en la adolescencia, que este enfoque adquirió una gran presencia en los programas
educativos. Poniendo el foco en los “efectos” no deseados de la sexualidad, en las amenazas
de las enfermedades que pueden contraerse debido a un incorrecto cuidado en las relaciones
genitales. ¿Alguna vez estuvieron en una clase en la que les mostraban fotos de pacientes con
una sífilis avanzada y sin tratar -sin avisarles que el contenido que verían era sensible y sin
explicarles el objetivo de dicha acción-? En el caso de que sí, es probable que les haya causado
impresión, un poco de pánico también, o risas, sin trabajar en las razones de ellas. El objetivo
de esa actividad y otras similares, es mostrar el peligro para que las/os estudiantes
“reaccionen” y “no caigan en eso”...
Seguramente han estado en alguna charla o taller donde la palabra del médica/o,
enfermera/o, psicóloga/o, aparece como la única autorizada para hablar de los temas
vinculados con la sexualidad. En esos espacios los/as estudiantes quedamos en un lugar
“cautivo” -¡sin escapatoria!- donde se nos indican y ordenan medidas sobre cómo evitar
enfermarnos, sobrevalorando el saber médico sobre otras dimensiones sociales, afectivas,
culturales y éticas.
Este enfoque, tan común en las instituciones educativas, es poco adecuado porque entre otras
cosas, el saber de las/los docentes y estudiantes se ve desvalorizado frente al saber médico, a
la vez que le resta responsabilidad a la institución educativa en su tarea pedagógica.
Este modelo se opone al enfoque de derechos que considera que las/os niñas/os, adolescentes
y jóvenes son ciudadanos en la escuela, y no son solo un grupo al que se le “enseña” lo que
hay que hacer para cuidarse, o se lo asusta a través de una pedagogía del miedo y el impacto.
La sexualidad se convierte en algo que hay que prevenir, que solo tiene que ver con los riesgos,
donde no hay lugar para vincular la educación y la sexualidad con las emociones, el disfrute, la
experiencia corporal más allá de la enfermedad y se dejan de lado los “efectos” deseados o
deseables que una sexualidad rica y sana pueden aportar en nuestra construcción como
personas.
Durante muchas décadas en la Argentina, el hecho de que no hubiera leyes y normas que
hablaran de ESI, habilitó a las escuelas a recurrir al mercado para validar el conocimiento sobre
“la sexualidad”. Muchos/as de nosotros/as hemos estado en las charlas que daban en nuestras
escuelas, empresas de productos de salud y belleza corporal, que traían sus propios
especialistas para hablar del desarrollo y de la anticoncepción. En general, al terminar el
encuentro regalaban a las chicas productos de higiene menstrual, ¿les quedan dudas de que
las charlas eran parte de una astuta campaña publicitaria? La sexualidad queda así reducida a
la menstruación y al ciclo reproductivo, desde una concepción higienista.
Hasta aquí estamos en condiciones de afirmar que los dos modelos anteriores son
fuertemente preventivos.
B.1 La sexología
Otro de los enfoques es el de la sexología, quizás les suene de haber visto a alguna profesional
en la televisión o en redes sociales. Este modelo se centra en las “buenas prácticas” sexuales,
en prevenir disfunciones, problematizar creencias y fomentar la exploración de modos
personales o compartidos de conocer y disfrutar de la sexualidad. Entiende a la sexualidad
como una construcción que está presente durante toda la vida y tiene que ver con cómo
percibimos nuestro cuerpo sexuado. Al hablar de cuerpo sexuado se refiere entonces a la
dimensión subjetiva de la sexualidad, involucra nuestro cuerpo, nuestro conocimiento, la
posibilidad de comunicarnos con otros y otras, y brinda placer. Decimos que es una propuesta
que se acerca al enfoque de la ESI cuando le da importancia a la subjetividad, a lo que cada
una/o siente, experimenta, al disfrute, pero se aleja de la ESI porque su modo de ver la
sexualidad es más bien individual. Este modelo deja de lado las dimensiones colectivas y
sociales ligadas al lugar que ocupamos en la sociedad, la construcción social de nuestros
sentimientos y las imágenes sobre masculinidades y femeneidades. Es un modelo vinculado
más a la consulta y la terapia individual, entre sexóloga/o o experta/o y el caso particular, que
al trabajo pedagógico en la escuela.
Una cuarta tradición, que aborda la educación en la sexualidad desde los sistemas judiciales, y
pone atención en cuestiones vinculares y éticas, específicamente en las situaciones de
vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes, tales como abusos sexuales, violación,
violencia, maltrato, discriminación, etc. Regula la sexualidad desde el derecho, para garantizar
el respeto a lo más íntimo y personal de las niñas, niños y adolescentes, generando
mecanismos para protegerlas/os y al mismo tiempo, valorarlos como sujetos/as. Desde este
punto de vista, se propone para quienes forman parten de las instituciones educativas una
sólida formación en derechos humanos, valorando la enseñanza de habilidades relacionadas
con el autocuidado y con la posibilidad de identificar acciones abusivas por parte de las/os
adultas/os en el ámbito familiar e institucional.
Es un gran avance que en las aulas se escuchen voces que conciben a las/os estudiantes como
sujetos de derecho, que traten de sensibilizar sobre las injusticias y promuevan que se
garanticen los derechos. Para ello es fundamental que las instituciones educativas establezcan
algún tipo de protocolo para la actuación frente a situaciones graves de vulneración de
derechos. ¿En sus institutos hay? ¿Saben cómo funcionan? Es muy importante conocer el
protocolo, para saber cómo proceder y con qué otras instituciones o servicios especializados
contar. En algunas instituciones se construyen recurseros, listados de recursos “amigables”
como: centros de salud barriales, líneas de teléfono gubernamentales, u organismos que
puedan actuar frente a situaciones de abuso o violencias.
Las leyes y los derechos legislados deben ser abordados en el marco más amplio de la ESI, se
trata de que conozcamos las normas que nos protegen frente a ciertos peligros, estando
atentas/os a no caer en dos ideas: que todos los vínculos cotidianos pueden ser judicializables -
que todos los conflictos se resuelven solamente por la vía legal- y a la construcción de la
sexualidad, desde el temor, como si vivir nuestra sexualidad nos pusiera en peligro.
No ha de ser por este costado por donde se comience a plantear la educación sexual si
estamos trabajando con una concepción amplia e integral de la sexualidad. Estar
informados/as es un paso clave y necesario de toda educación sexual: estas leyes y programas
son un enorme aporte en el avance hacia la justicia. Pero no olvidemos que la ciudadanía se
genera a partir de relaciones de reconocimiento, de participación sobre los problemas
comunes y no sólo enseñando un listado de derechos.
Por último, el enfoque de género es uno de los que más aportes ha brindado a la construcción
de un abordaje integral de la educación sexual. Es una propuesta inspirada en las demandas de
los organismos de derechos humanos y los movimientos de mujeres, lesbianas, gays, travestis,
transexuales, bisexuales, intersexuales y queer. Este enfoque busca mostrar la trama de
relaciones sociales de las que forman parte los cuerpos humanos, y visibilizar que el uso,
disfrute y cuidado de los mismos, entendiendo que se vinculan y son condicionados por la
situación económica, el acceso a la educación, a la salud, las costumbres y las relaciones de
género.
Este enfoque le presta especial atención al trabajo que podemos realizar en las instituciones
para desnaturalizar lo que hacemos cotidianamente, especialmente esas acciones que
promueven la desigualdad y la vulneración de derechos.
Se trata entonces, de una lente crítica que nos permite ver y analizar desde una mirada
histórico cultural las relaciones sociales, para analizar y criticar prejuicios y estereotipos en
relación con lo considerado exclusivamente masculino o exclusivamente femenino. Por todo lo
dicho es parte de la ESI, porque pedagógicamente considera y valora la experiencia de cada
uno y cada una, su capacidad de construir conocimiento crítico, y pone en relación esa
experiencia particular con la sociedad.
• La promoción de la Salud
La salud es más que eso. En la lectura que sugerimos más arriba, encontramos que la salud es
un proceso que se desarrolla durante toda la vida de las personas y las comunidades. Las
sociedades a través de las condiciones biológicas, sociales, económicas, culturales,
psicológicas, históricas, éticas y espirituales que generan, influyen en la posibilidad de estar
más sanos/as o más enfermo/as, en lo que llamamos el proceso (y no “estado”) de Salud-
Enfermedad-Cuidado.
La Organización Mundial de la Salud establece que “promover salud” es permitir a las personas
incrementar el control sobre su salud y fomentar cambios en el entorno que ayudan a
promover y proteger la misma. Esto incluye buscar soluciones o reclamarlas a quien
corresponda (programas o políticas que garanticen el acceso a los servicios de salud) para
mejorar las condiciones materiales, institucionales, de acceso a la educación y la cultura, que
permitan que las personas se desarrollen integralmente, en ambientes que tiendan al
bienestar, y que contribuyan a la autoestima y a la autodeterminación de individuos y grupos.
De esta manera, la salud es un asunto colectivo y un derecho social. No caben dudas de que
esta forma de entender la salud supera la idea de prevención de los riesgos.
La sexualidad, como la salud, no es algo que “se padece”; sí es algo que se disfruta, se protege,
y se cuida entre todas y todos. Trabajar para que todas las instituciones educativas incorporen
la ESI es un modo de promover la salud. Trabajar para que todas/os las/os chicas/os sean
valoradas/os, respetadas/os y acompañadas/os en su trayectoria social, también es promover
la salud de la comunidad.
La Ley N° 26.150 adopta tanto el enfoque de género como el enfoque normativo anclado en la
perspectiva de los Derechos Humanos, es decir que, se propone como horizonte deseable el
ejercicio pleno de los derechos sexuales, y los derechos reproductivos y no reproductivos.
La ley 26.150 de ESI nació en gran medida por la constante participación y compromiso de los
colectivos de mujeres y movimientos feministas, de grupos promotores de salud y de los
movimientos LGBTTQI+. Se funda también en nuestra constitución que, a partir de su reforma
en 1994, compromete al país a garantizar el cumplimiento de la Convención sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en
inglés) sancionada en 1979, y la Convención sobre los Derechos del niño, de 1989.
Estos dos tratados son significativos en tanto visibilizan a las mujeres y a las/os niñas/os y
adolescentes como sectores vulnerables, a la vez que los designa como sujetos de derecho. En
el caso de la infancia y la adolescencia, ello quiere decir que ya no son personas de menor
rango, “menores”, que el Estado debe tutelar y controlar, sino sujetos cuya voz debe ser
escuchada, buscando siempre “el interés superior” de la/el niña/o, es decir, su bienestar y
mejores condiciones de crecimiento y desarrollo.
Otra ley muy importante e influyente en la Ley de la ESI es la Ley No 25.673 sancionada en
2003, que crea el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable. Esta norma
es una conquista fundamental de promotores de salud y los movimientos feministas en
materia de derechos sexuales y reproductivos, y da la tarea de desarrollar contenidos y
capacitar a las/os docentes en la tarea de informar, dentro de un contexto sanitario, sobre
cuidados integrales para la vida sexual.
El artículo 1° de la ley de ESI, establece que “Todos los educandos tienen derecho a recibir
educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y
privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
municipal”.
¿Conocían el artículo? ¿Les llama la atención alguna palabra, por qué? Como sabemos las leyes
nacionales son obligatorias, por lo tanto, será nuestra responsabilidad garantizar el derecho de
las/os chicas/os a tener un auténtico desarrollo pedagógico en su educación sexual integral y
también se debe garantizar el nuestro, como estudiantes futuras/os docentes.
Poner atención en la complejidad del hecho educativo en relación a la ESI implica reconocerla
particularidad del instituto (en nuestro caso actual), y de la escuela. Se trata de dar cuenta de
una política educativa específica y obligatoria para el sistema educativo, que deben realizar
las/os profesionales de la educación, preparadas/os para la tarea pedagógica. Esa complejidad
la encontramos en nuestras aulas y por eso, es importante reconocer las diferencias (de etnia,
clase social, ámbito rural o urbano, creencias particulares, etc.) que hacen que cada grupo de
niños, niñas o jóvenes transite su crecimiento y constituya su experiencia de maneras muy
diferentes. Como estudiantes y futuras/os docentes tenemos que fortalecer la atención hacia
las particularidades y las trayectorias que van a realizar las/os niñas/os y adolescentes, hacer
que los equipos de nuestras instituciones atiendan a la necesidad de afrontar eldesafío de la
inclusión como un mandato ético y político.
Para que podamos llevarlo a cabo, son fundamentales: la gradualidad, que respeta los tiempos
y las etapas de cada uno/a; la progresión de un proceso de enseñanza y un proceso de
aprendizaje; vinculada con la programación de la enseñanza (cómo seleccionamos y
relacionamos los contenidos a trabajar, los lineamientos curriculares y los lineamientos
generales que orientan y modelan nuestra práctica; etc.); atender a la diversidad (cultural,
sexual, étnica, corporal, etc.) presente en todo grupo social, que debe ser retomada como
contexto y contenido en la enseñanza, con la particularidad de las historias y trayectorias de
cada estudiante.
La complejidad también tiene que ver con el supuesto pedagógico y político de nuestro sujeto
de aprendizaje que se desprende de la concepción integral de la sexualidad.
Algunos apartados atrás los/as invitamos a leer La ley 26150, más específicamente las
dimensiones que se encuentran plasmadas en el artículo 1: “A los efectos de esta ley,
entiéndase como educación sexual integral la que articula aspectos biológicos, psicológicos,
sociales, afectivos y éticos”. Queda planteado entonces que, la sexualidad es mucho más que
“el aparato reproductor” y que integra otras dimensiones que constituyen la subjetividad
sexuada.
Con todos estos elementos podemos resumir diciendo que la ESI es:
➢ El enfoque de género
➢ La valoración de la afectividad
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Lic. Javier Aramayo