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Facultad de Comercio, Turismo y CC.

Sociales “Jovellanos”
UNIVERSIDAD DE OVIEDO Laboral Cuidad de la Cultura
C/Luis Moya Blanco 261
Departamento de Sociología Gijón (Asturias)

Práctica de SOCIOLOGÍA DEL CONSUMO.

LA SOCIEDAD OPULENTA PRIMITIVA. ¿SON EN REALIDAD MÁS ‘RICAS’ LAS


SOCIEDADES MODERNAS?
Lea con atención y reflexione sobre el siguiente texto extraído de Sahlins, M. (1997), Economía
de la Edad de Piedra, Madrid: Akal. A continuación, responda a las preguntas propuestas.

Preguntas:
(1) ¿Cuál es la visión tradicional de la economía de las sociedades de cazadores y
recolectores?
(2) ¿Por qué Sahlins llama «sociedad opulenta» a los cazadores y recolectores?
(3) ¿Cuál es el modelo de consumo en esas sociedades?
(4) ¿Cuál es el régimen de tiempo en la sociedad primitiva?
(5) ¿En qué empleaban el ocio en las sociedades de cazadores y recolectores?
(6) ¿Cuándo surge la propiedad privada?
(7) Tras la lectura realizada argumenta en contra de la siguiente afirmación
“Las sociedades X son sociedades pobres porque no tienen nada”

Si la economía es la ciencia de las épocas sombrías, el estudio de las economías de la caza y la


recolección debe ser la rama más importante. Nuestros manuales de economía, casi en su
totalidad partidarios declarados de la idea de que la vida fue dura y difícil durante el paleolítico,
coinciden en transmitir una sensación de fatalismo, dejando a la imaginación del lector que
adivine no sólo cómo lograban subsistir los cazadores, sino también si aquello era vida, después
de todo. El fantasma del hambre acecha al cazador a lo largo de estas páginas. Se dice que su
incompetencia técnica le impone una labor continua que apenas le permite sobrevivir, y que por
lo tanto no le proporciona excedentes ni le deja descansar, y mucho menos arribar al «ocio» para
«crear cultura». (...) En los tratados sobre desarrollo económico está condenado a desempeñar
el papel de mal ejemplo: la llamada «economía de subsistencia».

El saber tradicional es siempre refractario. Se ve uno obligado a oponérsele de una manera


polémica, a expresar las revisiones necesarias dialécticamente. En efecto, cuando se encara el
análisis de la situación se desemboca en la certeza de que esa fue la sociedad opulenta primitiva.
De manera paradójica, esta aseveración conduce a otra conclusión útil e inesperada. Para la
opinión general, una sociedad opulenta es aquella en la que se satisfacen con facilidad todas las
necesidades materiales de sus componentes. Asegurar que los cazadores eran opulentos
significa negar entonces que la condición humana es una tragedia decretada donde el hombre
está prisionero de la ardua labor que significa la perpetua disparidad entre sus carencias
ilimitadas y la insuficiencia de sus medios. (...)

Libres de las obsesiones de escasez características del mercado, es posible hablar mucho más
de abundancia respecto de las inclinaciones económicas de los cazadores que de las nuestras.
Destutt de Tracy, con todo lo «burgués doctrinario de sangre de horchata» que haya podido ser,
por lo menos obtuvo el acuerdo de Marx respecto de su observación acerca de que «en las
naciones pobres las personas se sienten cómodas», mientras que en las naciones ricas «son
pobres en su mayor parte». (...)

Mayor atención merece un hombre como Sir George Grey (1841), cuyas expediciones de la
década de 1830 abarcaron algunos de los distritos más pobres de Australia occidental y cuya
minuciosa observación de los habitantes locales lo llevó a desmentir las informaciones de sus
colegas sobre este tema de la desesperación económica. (...): “En términos generales los nativos
viven bien. (...) un nativo sabe con exactitud lo que produce, conoce la época de recolección de
los distintos artículos y el modo más eficaz para proporcionárselos. De acuerdo con estas
circunstancias regula sus visitas a las diferentes regiones de su terreno de caza; y sólo puedo
decir que siempre he encontrado la mayor abundancia en sus chozas.” (...)
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Departamento de Sociología Gijón (Asturias)

En la esfera de los productos no esenciales para la subsistencia, las necesidades de las gentes
se satisfacen con facilidad. Esa «abundancia material» depende en parte de las facilidades de
producción, y ésta de la simplicidad de la tecnología y la democracia de la propiedad. Los
productos son de fabricación casera, (...) ni la extracción del material bruto ni su elaboración
implican un esfuerzo extenuante. El acceso a los recursos naturales es directo por naturaleza –
todos son libres de tomarlos–, así como la posesión de herramientas necesarias es general y el
conocimiento de las técnicas requeridas común. La división del trabajo es igualmente simple,
predomina la división por sexo. Agregad a esto las costumbres liberales de compartirlo todo, por
las cuales los cazadores tienen una merecida fama, y tendréis que toda la gente puede participar
en general de la prosperidad existente, tal como sucede en realidad.

Pero, por supuesto, tal como es, esta «prosperidad» depende también de un nivel de vida
objetivamente bajo. Es importante tener en cuenta que la cuota acostumbrada de productos
consumibles (así como el número de consumidores) se establece culturalmente en un nivel
modesto. (...) No desear es no carecer. Pero, ¿no será que los cazadores requieren tan escasos
bienes materiales porque están esclavizados por la consecución de alimentos...? Algunos
etnógrafos aseguran lo contrario, es decir, que la consecución de alimentos es tan satisfactoria
que la gente parece no saber qué hacer con la mitad de su tiempo. Por otra parte, el movimiento
es una de las condiciones de ese éxito, en algunos casos más movimiento que en otros, pero
siempre con rapidez suficiente como para despreciar las satisfacciones que surgen de las
pertenencias. Del cazador se suele decir con propiedad que su fortuna es una carga. (...) La
mayor parte deben transportar por sí mismos todas sus pertenencias; es por eso que sólo poseen
lo que ellos mismos pueden transportar con comodidad (...). El nómada auténtico es el nómada
pobre. La movilidad y la propiedad son incompatibles.

Laurens van der Post reparó en la contradicción mientras se preparaba para despedirse de sus
amigos los Bosquimanos salvajes: “Este asunto de los regalos nos costó a muchos de nosotros
un momento de ansiedad. Nos sentíamos humillados por la comprobación de lo poco que
podíamos darles a los Bosquimanos. Según todas las apariencias, era probable que casi todos
nuestros presentes les hicieran la vida más difícil, aumentando el desorden y la carga de su vida
cotidiana. Ellos mismos no tenían prácticamente pertenencias: una correa a la espalda, una
manta de piel y una bolsa de cuero. No había nada que no pudieran reunir en un minuto,
envolverlo en sus mantas y llevarlo sobre los hombros durante toda una jornada en la que
recorrieran cientos de millas. No tenían sentido de la posesión.” (...)

Uno siente la tentación de decir que el cazador es un «hombre antieconómico». Por lo menos en
lo que respecta a los artículos no esenciales para la subsistencia, es lo opuesto a la clásica
caricatura inmortalizada en la primera página de cualquier tratado sobre Principios generales de
la Economía. Sus apetencias son escasas y sus medios abundantes (en relación). Como
consecuencia, se encuentra relativamente libre de urgencias materiales, carece de sentido de
posesión, da muestras de no haber desarrollado el sentido de propiedad, es totalmente
indiferente a las presiones materiales de cualquier clase, manifiesta una ausencia de interés por
mejorar sus dotes tecnológicas. (...)

Nos sentimos inclinados a pensar que los cazadores y recolectores son pobres porque no tienen
nada; tal vez sea mejor pensar que por ese mismo motivo son libres. Sus posesiones materiales
limitadas al extremo los liberan de todo cuidado respecto de sus necesidades cotidianas y les
permiten disfrutar de la vida. (...) La conclusión más obvia e inmediata es que la población no
trabaja mucho. El promedio de tiempo que cada persona dedica diariamente a la recolección y
preparación de alimentos es de cuatro a cinco horas. Además, no trabajan de manera
continuada. La búsqueda de medios de sustento era muy intermitente. Se detenía en el momento
en que la gente había reunido lo suficiente para subvenir las necesidades del momento,
circunstancia que les permitía disponer de una gran cantidad de tiempo libre. (...)

Más adelante afloró una tercera característica de los cazadores y recolectores (...): más bien que
esforzarse hasta los límites que permite la labor disponible o los recursos a mano, estos (...)
utilizan, al parecer, sus posibilidades objetivas, desde el punto de vista económico, en un grado
inferior a como podrían hacerlo. “La cantidad de alimento recolectada en un día por cualquiera
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de estos grupos podría, en todo momento, haber sido superior. (...) De aquí se desprende, en
cuarto lugar, que la economía no era una exigencia física. (...) Por cierto, no la toman como un
trabajo desagradable que haya que completar cuanto antes sea posible, ni tampoco como un
mal necesario que deba posponerse tanto como se pueda. (...).
El grupo de Fish Creek mantenía a un artesano ocupado toda la jornada; un hombre de unos 35
ó 40 años cuya verdadera especialidad parecía, sin embargo, la holgazanería: “No salía nunca
de caza con los hombres, pero un día se dedicaba con ardor a pescar con la red. En ocasiones,
se dirigía al monte en busca de nidos de abejas salvajes. Wilira era un experto artesano que
reparaba las lanzas y los arpones, hacía pipas y flautas y tenía una gran habilidad para poner
mangos a un hacha de piedra cuando alguien se lo pedía; aparte de estas ocupaciones pasaba
la mayor parte de su tiempo hablando, comiendo y durmiendo.” (McCarthy y McArthur, 1960, p.
148). La situación de Wilira no era del todo excepcional. Gran parte del tiempo de los cazadores
de Arnhem Land era tiempo libre, empleado en descansar y dormir. (...)

También al igual que los australianos, los Bosquimanos dedican al ocio o a actividades
recreativas el tiempo que no ocupan en tareas de subsistencia. Nuevamente se detecta aquel
ritmo característica del paleolítico de un día o dos en actividad y un día o dos inactivo, estos
últimos pasados de manera intermitente en la aldea. Si bien la recolección de alimentos es la
actividad productiva primaria, Richard Lee escribe: “La mayoría del tiempo de que disponen estas
gentes (cuatro o cinco días por semana) se empleo en otras actividades, tales como descansar
dentro del poblado o visitar otras aldeas”(Lee 1969, p. 74). “Una mujer recolecta en un día comida
suficiente para alimentar a su familia durante tres días, y el resto de su tiempo lo pasa en el
poblado confeccionando adornos, visitando otros poblados o atendiendo a las visitas de otras
aldeas. Cuando permanece en casa, los trabajos rutinarios de la cocina, tales como
cocinar, descascarar frutos, juntar leña para hacer fuego, e ir a buscar agua, le insumen de una
a tres horas de su tiempo. Este ritmo de trabajo ininterrumpido y descanso también ininterrumpido
se mantiene a lo largo de todo el año. Los cazadores tienden a trabajar más frecuentemente que
las mujeres, pero su plan de trabajo es desigual. No es raro que un hombre cace con avidez
durante una semana y deje luego de cazar durante dos o tres. Como quiera que la caza es algo
impredecible y está sujeta a un control mágico, los cazadores experimentan algunas veces una
temporada de mala suerte y dejan de cazar durante un mes o más. Durante estos períodos, las
visitas, los pasatiempos y, en especial, la práctica de las danzas, son las actividades primordiales
de los hombres” (Lee 1968, p. 37).

(...) Nuestros problemas no son los de los cazadores y recolectores. Más bien es una prístina
opulencia lo que caracteriza su organización económica, una confianza en la abundancia de los
recursos naturales y no la desesperación por lo inadecuado de los medios humanos. Mi opinión
es que los mecanismos salvajes, por otra parte curiosos, se vuelven comprensibles por la
confianza de la gente, una confianza que es razonable atributo humano de una economía por lo
general próspera. (...) Consideramos el traslado constante de los cazadores de una a otra zona.
Este nomadismo, tomado a menudo por nosotros como un signo de cierto hostigamiento, es
emprendido por ellos con no poca despreocupación. (...) El buen padre Virad en su Relation de
1616 (...): “Para disfrutar este a fondo, su parte, nuestros hombres de los bosques parten para
sus diferentes destinos con tanta satisfacción como si se dirigieran a dar un paseo (...), ya que
para ellos los días no son más que un pasatiempo. Nunca tienen prisa.” (...)

Su confianza económica, nacida de las circunstancias habituales en que todas las necesidades
de la gente se ven fácilmente satisfechas, se transforman en una condición permanente y los
mantiene alegres y risueños. ¿Cuáles son las verdaderas desventajas de la praxis de la caza y
la recolección? Si los ejemplos con que contamos tienen algún significado, no podemos decir
que «la baja productividad del trabajo» sea una de ellas. Pero sí podemos afirmar que la
economía se ve seriamente amenazada por la inminencia de una disminución de los ingresos.
(...) Esto es lo que señala la curva de la obtención de alimentos en un lugar particular. Un número
no muy importante de personas termina, tarde o temprano, por hacer disminuir los recursos
alimenticios que se encuentran a una distancia conveniente del lugar que habitan. (...) De ahí la
primera y fundamental contingencia de la caza y la recolección: exige movimiento para mantener
una producción ventajosa. (...) La manufactura de herramientas, ropas, utensilios u ornamentos,
por muy simple que resulte, deja de tener sentido cuando esos artículos se convierten más en
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una carga que en una comodidad. La utilidad pronto resulta marginada por la posibilidad del
transporte. También se vuelve absurda la fabricación de casas de apariencia sólida si pronto
deberán ser abandonadas. De ahí las ascéticas concepciones del cazador respecto del bienestar
material. (...)

Algo muy semejante puede decirse de los constreñimientos demográficos (...). Los términos son,
para decirlo sin ambages: disminución de ingresos en beneficio de la posibilidad de transporte,
un mínimo de equipo necesario, eliminación de los objetos duplicados, además de otros, tales
como infanticidio, senilicidio, continencia sexual durante el período de lactancia, etc., costumbres
por las cuales tienen fama muchos grupos de recolectores. La suposición de que tales recursos
se deben a la incapacidad de esas personas –niños y ancianos– para mantenerse, tal vez sea
cierta si, por «mantenerse», se entiende mantenerse en pie y caminar, no alimentarse. Las
personas eliminadas, como suelen decir los cazadores con tristeza, son precisamente los que
no pueden transportarse a sí mismos y que, por tanto, estorbarían el desplazamiento de la familia
y del campamento. Los cazadores pueden verse obligados a tratar a las personas del mismo
modo que tratan a sus bienes, siendo la rigurosa política respecto a la población y el ascetismo
económico, expresiones de la misma ecología. Además, estas tácticas de restricción
demográfica forman también parte de una política más amplia para contrarrestar la disminución
de ingresos para la subsistencia. (...) Pero más que una señal de baja productividad, esta pauta
demográfica debe entenderse como el coste de vivir bien. (...)

Haciendo una extrapolación de la etnografía a la prehistoria, se podría afirmar respecto de los


neolíticos lo mismo que John Stuart Mill dijo de todos los recursos para ahorrar trabajo, que
nunca inventó nadie algo que ahorrara un minuto de trabajo. El neolítico no representó ningún
progreso sobre el paleolítico en cuanto a la cantidad de tiempo per capita requerido para la
producción de la subsistencia. (...) La cantidad de trabajo (per capita) aumenta con la evolución
de la cultura, y la cantidad de tiempo libre disminuye. (...) Ahora, en la época del más grande
poder tecnológico, el hambre es una institución. Dándole la vuelta a otra venerable sentencia: el
hambre aumenta relativa y absolutamente con la evolución de la cultura. (...) La población más
primitiva del mundo tenía escasas posesiones, pero no era pobre. La pobreza no es una
determinada y pequeña cantidad de cosas, ni es sólo una relación entre medios y fines; es sobre
todo una relación entre personas. La pobreza es un estado social. Y como tal es un invento de
la civilización. (...) Con todo, esta es la poca historia que podemos reconstruir basándonos en la
observación de los cazadores sobrevivientes: el «problema económico» puede resolverse
fácilmente empleando las técnicas del Paleolítico. De esto se desprende que sólo cuando la
cultura se aproximó a la cima de sus logros materiales erigió un altar a lo Inalcanzable: Las
Necesidades Infinitas.

Sahlins, M. (1977), Economía de la Edad de Piedra, Madrid: Akal (pp. 13-53).

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