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Las llantas se unían, pues, a las pinzas. Es decir, a cada uno de los trozos o secciones
curvas que forman el perímetro de este importante invento: la rueda.
La llanta es idea antigua. Se sabe que las ruedas del carro del faraón egipcio
Tutankamon, del siglo XIV a.C., estaban protegidas por llantas de cuero. Asimismo,
los asirios del siglo VIII a.C., ponían a sus carros ruedas de doble espesor de madera
y las protegían con llantas de hierro.
Una vez experimentó su ingenioso invento en un carruaje, pudo observar que las
ruedas equipadas con semejantes llantas ofrecían escasa resistencia al terreno.
Desde luego mucho menos que las de hierro, y Thomson patentó su invento.
Los fabricantes de bicicletas estaban entusiasmados ya que eran los ciclistas quienes
más sufrían las consecuencias de baches y desniveles de terreno. Apreciaron
enseguida la bondad de tan importante innovación, las ventajas de la rueda
neumática que amortiguaba los golpes y absorbía bien las irregularidades del
camino.
Esta llanta tenía tres centímetros de grosor y casi cuatro de anchura. Y, lógicamente
evitaba el tremendo ruido de la rodadura propio de la llanta metálica, era bastante
silenciosa y absorbía las vibraciones. Ventaja que no tardó en ser apreciada por
los fabricantes de bicicletas que la adoptaron a partir de 1870.
John Boyd Dunlop, harto de ver a su hijo corretear sobre los guijarros y piedras con
un triciclo de ruedas con llantas macizas, quiso mejorar el funcionamiento del
vehículo.
Las fijó al borde de la rueda con vendas y pegamento dando a la rueda aspecto
de momia. Este aspecto hizo que la gente ridiculizara el invento llamándolo “ruedas
momia” o pudding.
Pero los neumáticos o llantas de aire tenían un enemigo: los reventones. Los
primeros neumáticos reventaban con facilidad. Además se desgastaban en
exceso, desventajas que no evitaron que a principios del siglo XX, apenas se vieran
ruedas que no fueran equipadas con tales adelantos. A fin de paliar desventajas e
imperfecciones los fabricantes de neumáticos siguieron experimentando.
Más tarde, en 1933, aparecían los neumáticos “N”, los primeros neumáticos
provistos de clavos para evitar que el vehículo patinara en la nieve o el hielo:
también a Michelin se debe el invento en 1914 de las cadenas para el hielo.
Los neumáticos han facilitado enormemente la vida moderna, pero han creado un
grave problema ecológico: dónde abandonar, cómo transformar, qué hacer con los
neumáticos inservibles que se amontonan junto a nuestras ciudades.
“La cortadura de la rueda del carro a donde van a dar los rayos del cubo a la
circunferencia; y particularmente apropiamos este nombre al hierro de que se
guarnece el tal cerco y se clava por la parte de afuera. El francés las llama iantes, y
corrompido el vocablo las llamamos en castellano llantas.”