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06 Mayo 2016, 3:00pm

Un abogado nos explicó cuándo (y


hasta dónde) es legal darle a alguien
en la jeta
Porque existen razones para no ser razonable.

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¿Será que a los colombianos nos gustan las peleas? Según cifras de la línea de
emergencia 123, durante 2015 se registraron 1.280 riñas al día. Solo en
Bogotá. Y si no le gusta la evidencia cuantitativa, está la cualitativa: darse en
la jeta, irse a los traques, los kines, romperse, cascarse, reventarse, y todo un
glosario que tenemos para referirnos al acto de golpear a otra persona con la
mano cerrada, son prueba del papel protagónico que las peleas tienen en
nuestra cultura.
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No es por hacer apología a los miles de gallitos finos que día a día
pronuncian las frase "entonces arreglémoslo a los traques, papi", pero así
como existen razones legítimas para no ser razonables, existen razones
jurídicas para darle a alguien en la jeta. Por eso decidimos preguntarle a
Jacques Simhon, nuestro abogado penalista de confianza, cuándo y hasta
dónde es legal darle a alguien en la jeta, papi.

Según Simhon, el Código Penal colombiano define algunos escenarios en los


que la ley autoriza a una persona a cerrar el puño y dirigirlo con fuerza hacia
la cara del prójimo.

Aquí se los presentamos:

1.La injuria por vías de hecho.

Simhon afirma que la injuria por vías de hecho se configura cuando una
persona ataca la honra de otra con un insulto, una acusación falsa o algo aun
mas guache, como un escupitajo. Cuando esto sucede el Código autoriza a la
víctima de la injuria a detener el ataque físicamente, por ejemplo, a través de
un puño en la boca. El Código también lo autoriza a usted a detener
físicamente los ataques contra la honra de terceros, que pueden ser su
pareja, sus padres, amigos o hasta un perfecto desconocido.

Ahora, eso no significa que la ley lo autorice para moler a pata y puño a
cualquiera que lo insulte a usted y a los suyos. Según Simhon, una vez se
detenga el ataque hacia su honra o la del tercero en discordia, usted ya no
tiene justificaciones para usar la fuerza física contra esa persona. El penalista
también fue bastante enfático en señalar que la ley no lo autoriza a causarle
lesiones graves a la persona que lo injurió por vías de hecho.

¿Y, para la ley, qué es una lesión grave?

El Código Penal distingue tres tipos de lesiones personales: las primeras son
las atenuadas, que son las que dan una incapacidad médico legal de 15 días o
menos (se distingue de la médica porque eso es lo que, efectivamente, se
demora su cuerpo en recuperarse). Dentro esta categoría suelen entrar
rasguños, raspones, moretones y todo tipo de lesiones superficiales.
Luego vienen las lesiones básicas, que son aquellas que dan incapacidades de
15 a 45 días pero que no dejan secuelas permanentes. Y, por último, están las
lesiones con secuelas. Estas son aquellas que crean un daño irreversible,
daño que puede ir desde la perdida de una parte del cuerpo o de la
funcionalidad de la misma hasta una deformidad facial.

Según Simhon, mientras que los dos primeros tipos de lesiones suelen ser
castigados con multas, las lesiones que dejan secuelas suelen traer castigos
más serios, como el caso de las lesiones que producen deformidad en el
rostro (por ejemplo, un tabique desviado) cuya pena puede llegar a ser de 16
años de cárcel.

2. Defensa personal

Cuando una persona se enfrenta a un ataque real o inminente, el Código


Penal lo autoriza a hacer lo que sea necesario para detener el ataque. Y eso
incluye un buen traque. Según Simhon, existen varios mitos en torno a la
famosa legítima defensa. El primero, el de la igualdad de armas. No es cierto
que usted solo pueda sacar un cuchillo si la persona que lo está atacando
tiene uno, de hecho si alguién lo está cogiendo a usted a puño y patadas el
Código lo autoriza (al menos en teoría) a usar un bate, un cuchillo, un arma
de fuego o lo que sea necesario para detener el ataque.

Otro malentendido que usualmente se produce en torno a la legítima defensa


es el de la provocación. Simhon fue enfático al decir que la legítima defensa
no cobija a quienes provocan un ataque para luego defenderse del mismo.
Según el penalista, uno tampoco puede usar esta figura en caso de una
amenaza ya que el ataque debe ser real (estar sucediendo) o inminente (una
situación en la que usted tiene muy buenas razones para pensar que está a
punto de suceder). En terminos prácticos, esto significa que usted no puede
ir a romperle la cara a una persona que lo amenazo por Facebook y alegar
que fue defensa propia.

La defensa propia tampoco puede usarse como justificación para un


linchamiento. Según Simhon, cuando un delincuente es sorprendido
cometiendo un delito y capturado por la comunidad procede una figura que
se llama el arresto ciudadano. Los ciudadanos que decidan arrestar a un
delincuente que han sorprendido en flagrancia se atienen a las mismas reglas
que un policía. Es decir, pueden retenerlo pero no cascarlo.

3. Riesgo permitido

Evidentemente usted tiene todo el derecho del mundo a darle en la jeta a una
persona que se para frente a usted en un ring de boxeo. Según Simhon, esto
se conoce como riesgo permitido, es decir, al participar de algunas
actividades (como el boxeo) corro el riesgo de sufrir lesiones y hasta perder
la vida, pero lo hago igual. Pero, ¿qué pasa con actividades en las que darse
en la jeta no es el objetivo principal pero sí un escenario probable?

Según Simhon, el riesgo permitido cubre el tipo de lesiones a las que una
persona se expondría normalmente al participar de una práctica
determinada. Quienes acceden a jugar un partido de fútbol se atienen a
recibir patadas, codazos y hasta cabezazos en la disputa del balón, pero
nunca un puñetazo en la cara. Asimismo, quienes acceden a participar de un
pogo están corriendo el riesgo permitido de recibir uno o varios golpes en la
cara, pero no de que una o varias persona se encarnicen contra ellos y lo
cojan a golpes en el suelo.

En cambio, cuando dos o más personas se citan para darse en la jeta las
consecuencias de la pelea podrían estar cubiertas por riesgo permitido. Eso
depende, como todo en el derecho, de las sutilezas. Según Simhon, cuando
una persona accede a darse en la jeta con otra persona en un lugar
determinado se atiene a recibir uno o varios puños y patadas, pero no a que
le fracturen ambas piernas con una varilla. "a menos que desde antes se
hayan puesto de acuerdo para pelear con varillas", aclaró Simhon.

Si piensa agarrarse hoy. Piense harto. Piense en el derecho.

***

A Sebastián no le gusta pelear a los puños con la gente. Pero está dispuesto
a casar cualquier pelea por acá.

https://www.vice.com/es_co/article/7byngd/cuando-es-legal-pegarle-a-alguien
 SENTENCIA 11679 DE 26 DE JUNIO DE 2002
 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

 CONTENIDO:LEGÍTIMA DEFENSA. DIFERENCIACIÓN CON LA RIÑA.

 TEMAS ESPECÍFICOS:PROCESO PENAL, LEGÍTIMA DEFENSA, HOMICIDIO EN


RIÑA, RIÑA, CLASES DE LEGÍTIMA DEFENSA
 SALA:PENAL
 SALA:PENAL
 PONENTE:ARBOLEDA RIPOLL, FERNANDO
 REVISTA JURISPRUDENCIA Y DOCTRINA N°:368 DE AGOSTO DE 2002, PÁG.1632

 
Sentencia 11679 de junio 26 de 2002 
•CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
LEGÍTIMA DEFENSA

DIFERENCIA CON LA RIÑA


EXTRACTOS: «La Corte tiene establecido que “el fenómeno de la riña
implica la existencia de un combate en el cual los contendientes, situados
al margen de la ley, buscan causarse daño a través de mutuas
agresiones físicas. No alcanza a configurarse, por lo tanto, a partir de
simples ofensas verbales, sino que se requiere la existencia de un
verdadero enfrentamiento físico ente los opositores” (Sent. Cas. Dic.
16/99, M.P. Mejía Escobar Rad. 11.099). ~o~

Esto no significa, desde luego, afirmar que en la comisión de los delitos


de homicidio y lesiones personales no haya agresión, pues de otra
manera no podría entenderse la forma en que se produce la afectación al
bien jurídico de la vida o la integridad personal. Lo que en realidad
diferencia la riña de la legítima defensa, no es la existencia de actividad
agresiva recíproca, ya que es de obviedad entender, ésta se da en
ambas situaciones, sino además la subjetividad con que actúan los
intervinientes en el hecho, que en un caso, el de la riña, corresponde a la
mutua voluntariedad de los contendientes de causarse daño, y en el otro
el de la legítima defensa, obedece a la necesidad individual de
defenderse de una agresión, ajena, actual o inminente, es decir, no
propiciada voluntariamente. ~o~

De ahí que la Corte de antiguo tenga establecida dicha diferenciación


precisamente en el pronunciamiento que la delegada evoca en su
concepto, la cual se conserva vigente a pesar de la realidad jurídica
actual:~o~

“...es obvio que una cosa es aceptar una pelea o buscar la ocasión de
que se desarrolle y otra muy distinta estar apercibido para el caso en que
la agresión se presente. Con lo primero pierde la defensa una
característica esencial para su legitimidad, como es la inminencia o lo
inevitable del ataque, pero ningún precepto de moral o de derecho
prohíbe estar listo para la propia tutela, es más, elemental aconseja a
quien tiene peligros, precaverse a tiempo y eficazmente contra ellos. ~o~

... la riña es un combate entre dos personas, un cambio recíproco de


golpes efectuado con el propósito de causarse daño, de suerte que,
como dice el Ministerio Público, ni hay riña sin intención de pelear, ni en
esa pelea puede excluirse el propósito o intención dolosa de causar daño
al contrincante.
~o~

En cambio, la legítima defensa, aunque implica también pelea, combate,


uno de los contrincantes lucha por su derecho únicamente, cumple con
un deber, obra de acuerdo con la ley al defender las condiciones
esenciales de su existencia personal y, las de la sociedad a que
pertenece” (Sentencia de casación de junio 11 de 1946. M.P. Dr. Agustín
Gómez Prada). ~o~

(...).
Acreditado entonces el error de apreciación probatoria denunciado por el
casacionista, con el cual se descarta que la muerte de Martín Quintero
Galvis hubiere acaecido en el marco de una riña voluntariamente
acordada o aceptada por el procesado Torres Zárate, resta a la Corte
determinar su trascendencia a efecto de establecer si no obstante la
configuración del desacierto en el fallo, se da lugar a mantener o
modificar los supuestos fácticos a partir de los cuales fue proferido, y por
lo mismo la declaración de justicia contenida en su parte resolutiva.~o~

Por esta vía, la Corte erigida como tribunal de instancia, procederá a


realizar una evaluación integral de los medios, tanto individualmente
como en conjunto siguiendo los postulados de la sana crítica, a fin de
establecer si en este caso se cumplen los presupuestos del tipo de
permisión de la conducta lesiva relativo a la legítima defensa que
constituye excluyendo de responsabilidad penal. ~o~

La legítima defensa es el derecho que la ley confiere de obrar en orden a


proteger un bien jurídicamente tutelado, propio o ajeno, ante el riesgo en
que ha sido puesto por causa de una agresión antijurídica, actual o
inminente, de otro, no conjurable racionalmente por vía distinta, siempre
que el medio empleado sea proporcional a la agresión. Requiere, por
tanto, para su configuración, que en el proceso se encuentre acreditado
la concurrencia de los siguientes elementos: a) Que haya una agresión
ilegítima, es decir, una acción antijurídica e intencional, de puesta en
peligro de algún bien jurídico individual (patrimonio económico, vida,
integridad, física, libertad personal). b) Que sea actual o inminente. Es
decir, que el ataque al bien jurídico se haya iniciado e
inequivocadamente vaya a comenzar y que aún haya posibilidad e
protegerlo. c) Que la defensa resulte necesaria para impedir que el
ataque injusto se materialice. d) Que la entidad de la defensa, sea
proporcionada, tanto en especie de bienes y medios, como en medida, a
la de la agresión. e) Que la agresión no haya sido intencional y
suficientemente provocada. Es decir que de darse la provocación, ésta
no constituya una verdadera agresión ilegítima que justifique la creación
defensiva del provocado. ~o~

La Sala no encuentra reparo alguno en la ponderación por los juzgadores


de instancia de los testimonios rendidos por Gloria Inés Ortiz Rueda (fl.
136-1), Omar Euclides Gómez Rodríguez (fl. 137-1), Héctor Ramiro León
Sanabria (fl. 141-1), Pedro Cepeda Sanabria (fl. 144 vto-1), Rafael
Piloneta Jaimes (fl. 146 vto.), Olga Torres Suárez (fl. 151-1), Luis María
Torres Suárez (fl. 152-1), Benito Sepúlveda Santiesteban (fl. 188-1), Luis
Daniel Villabona Martínez (fl. 190-1), Leonor Gómez Ardila (fl. 192 vto.), y
los hermanos Samuel y Jorge Torres Zárate (fls. 149 y ss-1), en cuanto
informan sobre los antecedentes de enemistad y de agresión verbal y
física entre el procesado Antonio Torres Zárate y Martín Quintero Galvis,
que incluyeron las lesiones personales que éste causó a aquél con arma
cortopunzante. ~o~

Hecha esta precisión, ha de advertirse por la Sala que a partir de lo


narrado por el procesado Antonio Torres Zárate en la diligencia de
indagatoria (fls. 62 y ss-1), y corroborado en lo sustancial por Nelson
Javier Basto Gómez (fls. 123), Liliana Saavedra Basto (fl. 139), Raúl
Méndez (fl. 184) y Álvaro Ramírez Pedraza (fl. 45-3), en la actuación se
establece que el procesado Antonio Torres Zárate obró por la imperiosa
necesidad de defender su integridad personal y su vida, de la injusta
agresión de que fue objeto por parte de Martín Quintero Galvis, lo que no
resulta demeritado ni siquiera por los otros medios de convicción
allegados al informativo.~o~

(...).
Estos relatos coinciden en lo fundamental sobre las circunstancias en
que el hecho tuvo realización, esto es, que el autor de la lesión que
ocasionó la muerte de Martín Quintero Galvis fue precisamente el
procesado Antonio Torres Zárate, que previo a este episodio aquél hizo
ademanes amenazantes a éste; que en razón de ello y de los
antecedentes de enemistad y de agresión física y verbal de que había
sido objeto, Torres encomendó a su amigo Basto Gómez que “le
guardara la espalda”; que Quintero, cuchillo en mano, se lanzó en contra
de Torres en cuyo camino se interpuso Basto Gómez a quien lesionó en
un brazo; y que luego se dirigió hacia Torres para agredirlo con el
propósito de darle muerte con el arma que portaba, sólo que este
procesado se anticipó en el golpe y le propinó una herida en el abdomen
que le ocasionó la muerte.~o~

Dichos testimonios, así mismo resultan concordantes con la descripción


que de la herida del occiso realizó el Instituto Nacional de Medicina Legal
y Ciencias Forenses: “herida abierta de 3x1 cms en epigastrio lado
derecho... por arma cortopunzante que penetra al abdomen, hiere el
higado, la vena cava inferior y el polo renal derecho con hemorragia
masiva que produce shock hipovolémico y la muerte” (fls. 97 y ss c. 1); y
con el reconocimiento médico legal practicado a Nelson Javier Basto
Gómez, quien presentó “cicatriz normocrómica elevada de 3 cm en parte
interna de la cara posterior tercio superior del antebrazo derecho rodeado
de zona blanda y elevada que corresponde a hernia muscular y otra de
1.5 cm también nomocrómica de la parte externa de la cara anterior de
antebrazo derecho en su tercio medio, ambas levemente ostensibles
pero que no afectan la armonía del cuerpo. Debido a la anterioridad de
los hechos y falta de historia clínica, teniendo en cuenta la situación de
las cicatrices se podría considerar la posibilidad de que se hubiese
tratado de una sola acción por un mismo objeto cortopunzante pero no
podemos descartar la posibilidad de tratarse de dos lesiones diferentes”
(fl. 43, c. 3), y desvirtúan la información supuestamente obtenida al
siguiente día de los hechos por Gloria Isabel Jurado en el sentido que
ambas lesiones, la del procesado Basto Gómez y la del occiso Quintero
Galvis, hubieren sido ocasionados en un solo acto por parte de Antonio
Torres Zárate.~o~

En la actuación, como ya se anotó, obran las declaraciones de otro grupo


de testigos conformado por Gloria Isabel Jurado León (fl. 14 vto. y 126
vto.), Rubiela Jurado León (fl. 29), Myriam Jurado León (fl. 31, 129),
Guillermina Jurado León (fl. 132) y Ramiro Pedraza (fl. 229), los cuales
no ofrecen crédito a la Corte, no sólo porque los dos últimamente
mencionados no aportaron mayores datos a la investigación, pues no
obstante referir encontrarse presentes en el teatro de los acontecimientos
adujeron no haberse percatado de lo realmente ocurrido, sino porque los
demás en su inocultable afán por descartar cualquier tipo de actitud
agresiva por parte de Quintero Galvis, pervierten la realidad de los
hechos y tratan de encubrir que éste se hallaba provisto de arma
cortopunzante, que hubiere lesionado a Basto Gómez o que hubiere
pretendido hacerlo con Torres Zárate. ~o~

(...).
Descartado entonces, como así lo declaró el tribunal, el mérito
persuasivo de los testimonios de Ramiro Pedraza y las hermanas Gloria
Isabel, Rubiela, Myriam y Guillermina Jurado León, por las
contradicciones en que incurren sobre la manera en que ocurrieron los
hechos, el interés de pervertir los acontecimientos derivado de los
vínculos afectivos que los unen entre sí y con el occiso, y, por no guardar
correspondencia con la prueba técnica practicada por medicina legal
donde se describe la herida recibida por Basto Gómez que de suyo
descarta que la lesión hubiere sido ocasionada por el procesado Torres
Zárate en un solo acto cuando hirió en e abdomen a Martín Quintero
Galvis, no existe posibilidad probatoria distinta de reconocer que los
hechos tuvieron realización conforme fueron reseñados por Antonio
Torres Zárate, Nelson Javier Basto Gómez, Liliana Saavedra Basto, Raúl
Méndez y Álvaro Ramírez Pedraza, que desde el punto de vista jurídico
se ubican en el ámbito de operancia de la legítima defensa objetiva. ~o~

Contrario a lo declarado en el fallo objeto de censura, el portar el


procesado Torres Zárate un arma para precaver la materialización de
una amenaza que tenía todos los visos de llevarse a cabo; el hecho de
que ante la presencia de su enemigo —quien además le hizo ademanes
amenazantes—, pedir auxilio a su amigo para encargarle lo resguardara
cuidándole “la espalda”; y, finalmente, ante la actualidad de un ataque
contra su integridad personal y su vida hacer uso de un instrumento de
defensa, para la Corte constituyen supuestos que comprueban la
agresión actual e injusta de que aquél fue objeto, que por sí misma lo
abocaba a tener que defender su integridad personal y su vida
anticipando el golpe y lesionando a Martín Quintero Galvis, conforme lo
hizo.
~o~

Debe la Corte desechar igualmente la ira o intenso dolor causado por


comportamiento ajeno grave e injusto, porque, como lo tiene acordado la
jurisprudencia, incluso desde el pronunciamiento mencionado por la
delegada y que aquí se cita, en la legítima defensa se repele una
agresión injusta, actual o inminente, al paso que la provocación que
genera la ira tiene que estar ya consumada, y en este caso, Torres
Zárate lesionó a Quintero Galvis, no para reaccionar ante sus ademanes
amenazantes, ni para tomar revancha por la lesión que antaño le había
producido, y ni siquiera para zanjar sus diferencias, sino con el fin de
repeler el ataque actual de que era víctima, que por la magnitud
establecida a partir de la entidad del arma que portaba y el antecedente
de agresión a quien se interpuso en su camino, le hubiera ocasionado
graves lesiones y muy probablemente privado de su vida, de no haberse
repelido. ~o~
Tampoco cabe predicar exceso en la defensa y sí en cambio
proporcionalidad de bienes y medios. Es claro que hubo un bien
jurídicamente tutelado con un medio proporcionado a la agresión, pues
una herida de cuchillo en la humanidad el sindicado le hubiera producido
grave lesión corporal, e incluso la pérdida de su vida, siendo este mismo
tipo de elementos el que utilizó para defenderse. ~o~

Así pues, descartado que Antonio Torres Zárate haya sido provocador de
una riña, o que voluntariamente se hubiera involucrado en ésta, y
estando acreditado, a partir de lo testimoniado por Nelson Javier Basto
Gómez, Liliana Saavedra Basto, Raúl Méndez, y Álvaro Pedraza —
quienes corroboran hasta en sus mínimos detalles la versión del
procesado en cuyo favor se recurre—, la agresión actual y el riesgo para
la integridad personal y la vida en que fue puesto por Martín Quintero
Galvis, para la Corte resulta procedente reconocer que actuó al amparo
de la causal excluyente de responsabilidad penal de la legítima defensa
objetiva.~o~

Se casará entonces, de manera parcial la sentencia recurrida, y, en


consecuencia, la Corte erigida como tribunal de instancia, acorde con la
motivación que en este fallo se expone, confirmará la absolución
dispuesta por el juzgador a quo respecto de Antonio Torres Zárate por el
cargo de homicidio imputado en el pliego enjuiciatorio». ~o~

(Sentencia de casación, 26 de junio de 2002. Radicación 11.679. Magistrado


Ponente: Dr. Fernando E. Arboleda Ripoll).

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http://legal.legis.com.co/document/Index?
obra=jurcol&document=jurcol_75992041cef6f034e0430a010151f034
Todos los involucrados en una riña, deben
responder penalmente de manera
independiente de los daños ocasionados

Resumen del caso: 


Manifiesta usted su preocupación por el hecho de que la amante de su esposo, luego de verse inmiscuida con
ustedes en una discusión que llegó a los golpes e insultos, la ha denunciado penalmente, por el plausible
riesgo de la correspondiente condena que puede ocurrir. La descripción de los hechos realizada por usted en
la consulta, nos hace concluir que tanto la amante de su esposo, como él y usted, se vieron envueltos en lo
que se denomina “riña” o “reyerta”, término que determina a quienes se lían a golpes de manera recíproca y
reiterada, luego de la provocación de uno de los inmiscuidos en ella. El diccionario de la lengua española la
define como aquella pelea en que “se acometen varias personas confusa y mudamente, de manera que no
cabe distinguir muy fácilmente los actos de cada una” Por tal razón, la consecuencia jurídica de la riña, es que
cada uno de los involucrados en ella, debe responder penalmente de los daños que de manera individual le
ocasionó a los otros, independientemente de que haya sido cualquiera de ellos el que hubiere iniciado o
provocado la reyerta o pelea. En pocas palabras, en el caso de la riña, no vale la excusa de que “la pelea la
inició fulanita, y por eso ella es la culpable, y no nosotros”, ni tampoco la de que “es que yo obre en legítima
defensa”. Como consecuencia de eso, es claro que todos los involucrados en la pelea en que
desgraciadamente ustedes se vieron envueltos, deberán responder con relación a los daños que a título
personal le ocasionaron a los otros. Por eso, quizás la provocadora la haya denunciado penalmente a usted
por lesiones personales, si usted la golpeó en el momento de la riña, pues tiene pleno derecho a eso.
Correlativamente, tanto usted y su esposo, tienen el mismo derecho de poner en conocimiento de la fiscalía
mediante denuncia penal, los hechos constitutivos de lesiones personales contra ustedes, en el evento en que
la conducta de la mencionada señora el día de la pelea, les hubiera ocasionado algún daño físico y/o moral.
Yo de usted me preocuparía más por la puñalada que recibió su marido de un desconocido, que como dijo
usted, se “metió” en la pelea, que por el hecho –quizá menos grave-, de la actitud de la señora, ya que la
puñalada es penal y jurídicamente hablando, una lesión que puede generar mayor responsabilidad penal en
contra del agresor. Por lo anterior, no tiene otra salida jurídica que la de asumir su defensa en el proceso
penal iniciado por la señora, e instaurar por otro lado, la correspondiente denuncia contra ella para que a su
vez le responda por los daños físicos y morales que le ocasionó, ya que como dije, cada uno de los
intervinientes en la riña, debe responder de los daños que le causó a los otros de manera independiente.
CESAR FARID KAFURY BENEDETTI Director General Consultorio Jurídico y Centro de Conciliación -
Universidad de San Buenaventura Seccional Cartagena

Respuesta a la consulta: 
Manifiesta usted su preocupación por el hecho de que la amante de su esposo, luego
de verse inmiscuida con ustedes en una discusión que llegó a los golpes e insultos, la
ha denunciado penalmente, por el plausible riesgo de la correspondiente condena que
puede ocurrir.

La descripción de los hechos realizada por usted en la consulta, nos hace concluir que
tanto la amante de su esposo, como él y usted, se vieron envueltos en lo que se
denomina “riña” o “reyerta”, término que determina a quienes se lían a golpes de
manera recíproca y reiterada, luego de la provocación de uno de los inmiscuidos en
ella. El diccionario de la lengua española la define como aquella pelea en que “se
acometen varias personas confusa y mudamente, de manera que no cabe distinguir
muy fácilmente los actos de cada una”

Por tal razón, la consecuencia jurídica de la riña, es que cada uno de los involucrados
en ella, debe responder penalmente de los daños que de manera individual le
ocasionó a los otros, independientemente de que haya sido cualquiera de ellos el que
hubiere iniciado o provocado la reyerta o pelea. En pocas palabras, en el caso de la
riña, no vale la excusa de que “la pelea la inició fulanita, y por eso ella es la culpable,
y no nosotros”, ni tampoco la de que “es que yo obre en legítima defensa”.

Como consecuencia de eso, es claro que todos los involucrados en la pelea en que
desgraciadamente ustedes se vieron envueltos, deberán responder con relación a los
daños que a título personal le ocasionaron a los otros. Por eso, quizás la provocadora
la haya denunciado penalmente a usted por lesiones personales, si usted la golpeó en
el momento de la riña, pues tiene pleno derecho a eso. Correlativamente, tanto usted
y su esposo, tienen el mismo derecho de poner en conocimiento de la fiscalía
mediante denuncia penal, los hechos constitutivos de lesiones personales contra
ustedes, en el evento en que la conducta de la mencionada señora el día de la pelea,
les hubiera ocasionado algún daño físico y/o moral.

Yo de usted me preocuparía más por la puñalada que recibió su marido de un


desconocido, que como dijo usted, se “metió” en la pelea, que por el hecho –quizá
menos grave-, de la actitud de la señora, ya que la puñalada es penal y jurídicamente
hablando, una lesión que puede generar mayor responsabilidad penal en contra del
agresor.
Por lo anterior, no tiene otra salida jurídica que la de asumir su defensa en el proceso
penal iniciado por la señora, e instaurar por otro lado, la correspondiente denuncia
contra ella para que a su vez le responda por los daños físicos y morales que le
ocasionó, ya que como dije, cada uno de los intervinientes en la riña, debe responder
de los daños que le causó a los otros de manera independiente.

CESAR FARID KAFURY BENEDETTI


Director General Consultorio Jurídico y Centro de Conciliación - Universidad de San
Buenaventura Seccional Cartagena

Respondida: 

Si

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