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Temas de Psicogerontología II
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Clase 6

(RE)CONSTRUCCIÓN DEL ENVEJECIMIENTO Y DISCURSO1


Psic.Feliciano Villar Posada
E-mail: fvillar@psi.ub.es

REPRESENTACIÓN DEL ENVEJECIMIENTO, DISCURSO Y ADAPTACIÓN

El envejecimiento del ser humano es sin duda un fenómeno omnipresente en nuestra


experiencia cotidiana, no sólo porque observamos como las personas de nuestro
alrededor cambian con el paso de los años, sino porque nosotros mismos estamos
sujetos a dichos cambios. Por ello, parece plausible pensar que las personas poseemos
ciertos conocimientos acerca del devenir evolutivo normativo de las personas en la
segunda mitad de la vida.
Sin embargo, más allá de estas concepciones hasta cierto punto comunes sobre el
envejecimiento, resulta plausible pensar que la persona juega un papel activo en la
(re)construcción de estos conocimientos. Es decir, a medida que va experimentando los
cambios que se suceden a lo largo del ciclo vital iríamos activamente modificando y
reconstruyendo nuestras expectativas de vida futura e interpretaciones de la vida pasada
(Ryff, 1984; Withbourne, 1985). De esta manera, esperaríamos que los significados
atribuidos al envejecimiento puedan ser diferentes en función de la posición de la
persona dentro del ciclo vital.
Generalmente, se piensa que esta supuesta ‘reconstrucción’ del significado del
envejecimiento puede ser un medio para adaptarse a los cambios que se van
experimentando, con el fin de lograr un sentido de continuidad personal de la propia
vida y/o un mantenimiento del propio autoconcepto y autoestima en términos
favorables.
1
El presente escrito es el resultado de extraer algunas cuestiones teóricas y resultados de un trabajo
mucho más amplio denominado ‘Representación Social del Envejecimiento’. Confío en que esta
relativa descontextualización y simplificación del texto no haya afectado demasiado a su coherencia.

1
En este sentido, a medida que envejecemos, el balance en pérdidas (o amenazas de
pérdidas) y ganancias se decanta progresivamente hacia aquellas, hecho que reconocen
incluso aquellos investigadores más optimistas respecto al potencial de ganancias que
todavía es posible conservar en edades avanzadas (Baltes, 1993; 1997). Este predominio
de la pérdida sobre la ganancia también se aprecia en la propia percepción de las
personas mayores sobre el proceso de envejecimiento (Heckhausen, Dixon y Baltes,
1989; Triadó y Villar, 1997). En consecuencia, podríamos pensar que el envejecimiento, al
conllevar una pérdida de capacidades y roles sociales significativos, socavase de igual
manera aspectos como nuestro autoconcepto, autoestima o bienestar subjetivo, o bien, al
menos, supusiera un importante riesgo en este sentido. Sin embargo, hasta el momento no
existen evidencias empíricas que avalen una conclusión de este tipo. Así, la edad no parece
ser un factor que afecte significativamente al nivel de satisfacción vital (Stock, Okun,
Haring y Wiltker, 1983). De igual modo, los niveles tanto de depresión como de
autoestima de personas jóvenes son comparables a los hallados en muestras de personas
mayores (Brandtstädter, Wentura y Greve, 1993).
En definitiva, mientras gran parte de las personas mayores experimentan cambios de
carácter negativo, éstos parecen no afectar a su nivel de bienestar. Esta discrepancia puede
ser reconciliada si tenemos en cuenta que las personas, con el fin de mantener intactos
nuestra autoestima y bienestar, nos implicamos de manera activa en estrategias para
afrontar aquellos cambios que podrían ponerlos en peligro. Estas estrategias permitirían
que redujésemos el potencial impacto negativo de dichos cambios.
Precisamente el objetivo fundamental del presente escrito consiste en examinar algunas de
las estrategias que las personas toman en consideración cuando se trata de enfrentarnos al
envejecimiento. En concreto, nos vamos a centrar en aquellas que suponen de alguna
manera alterar el significado que se le atribuye al envejecimiento. Si tenemos en cuenta
que la mayoría de cambios asociados al envejecimiento son de carácter irreversible y
por ello no controlables, las personas mayores podrían estar especialmente inclinadas a
adaptarse a tales cambios a través de la reconstrucción del significado del
envejecimiento y las implicaciones que tiene para la propia vida (Brandtstädter,
Wentura y Greve, 1993; Brandtstädter y Greve, 1994).
Si aceptáramos este punto de vista, podríamos esperar que el supuesto cambio el
significado del envejecimiento se evidenciaría especialmente en personas de edad
avanzada. Esta diferencia entre jóvenes y personas mayores sería especialmente
evidente en aquellas áreas en las que se pone en juego de manera más clara el propio
autoconcepto y autoestima: cuando la persona habla de su propio proceso de
envejecimiento.
El tipo de estrategias para (re)construir el significado atribuido al envejecimiento que
vamos a abordar en este trabajo, además de tener un fin adaptativo, presentan una
naturaleza discursiva. Con ello queremos decir que son estrategias lingüísticamente
basadas y por ello potencialmente observables en el habla natural de las personas al
hacer referencia al propio proceso de envejecimiento.
De acuerdo con el denominado análisis del discurso (Potter y Wetherell, 1987; Edwars
y Potter, 1992), el lenguaje no es un medio de describir una realidad supuestamente
externa a él, sino un medio para la ejecución de ciertas actividades: mediante el
lenguaje construimos versiones de la realidad que forman parte esencial de esa misma
realidad. Estas versiones son de naturaleza funcional, permiten que logremos ciertos
propósitos. Por ejemplo, en nuestro caso las personas mayores podrían construir ciertas
versiones de su propio envejecimiento de modo que su propio yo sea evaluado en
términos positivos.

2
Desde el análisis del discurso no se acepta la distinción entre unos objetos o hechos
situados en el ‘mundo externo’ y unas palabras, situadas en el ‘mundo interno’ que
simplemente los designan. Desde esta perspectiva el propio lenguaje constituye la
realidad que se supone que describe
Por otra parte, esta elaboración cotidiana de versiones sobre hechos se articula de
manera retórica (Billig, 1987, 1993): construimos nuestro discurso de manera que sea
creíble, le insuflamos realidad para que sea difícil de rebatir o desmentir, con lo que
implícitamente estamos tomando en cuenta versiones alternativas para construir la
nuestra de manera que sea inmune a estas ‘versiones competidoras’.

Así, se planteó un estudio en el que se entrevistaron a personas de diferentes edades


(18-24 años, 40-50 y más de 70). La entrevista, de tipo semiestructurado, incluía tanto
preguntas sobre el envejecimiento en sentido genérico como otras referidas a la propia
experiencia o expectativas sobre el propio envejecimiento, dejando en cualquier caso
vía libre a la expresión espontánea de la persona.
En este trabajo se van a exponer de manera sucinta únicamente algunos resultados en
referencia a las respuestas en torno al propio envejecimiento, con el objetivo de resaltar
como las personas mayores configuran estratégicamente su discurso sobre este tópico
con el fin de apartar de sí mismos posibles connotaciones o implicaciones negativas.

DISCURSO SOBRE EL PROPIO ENVEJECIMIENTO

De acuerdo con lo expuesto en párrafos anteriores, en las respuestas referidas a la


manera de percibir el propio envejecimiento, el discurso generado por las tres muestras
fue muy diferente, especialmente por lo que se refiere a la comparación de las personas
mayores con las muestras más jóvenes.
Así, las personas mayores parecen desplegar, como antes argumentábamos, un discurso
sobre su propio envejecimiento que les aparta de las implicaciones negativas que el
envejecimiento en sentido genérico podría tener para la mayoría de personas. Al hacer
esto, creemos que están protegiendo su propio autoconcepto y alejándolo de las
connotaciones que ellos mismo han afirmado que tiene el hecho de envejecer y los
viejos. Algunas de las estrategias discursivas que aplican para lograrlo podrían ser las
siguientes:

1. Diferenciación entre envejecimiento biológico y envejecimiento psicológico.

Al hablar de su propio envejecimiento, las personas mayores (y en menor medida las de


mediana edad, pero nunca las jóvenes) diferencian entre lo que podríamos denominar
‘envejecimiento biológico’ y ‘envejecimiento psicológico’.
El primero haría referencia a un proceso de declive continuo, acelerado e irreversible,
que acaba en la muerte, y que se caracterizaría por una pérdida de recursos o reservas
de carácter esencialmente biológico. El envejecimiento biológico tendría unas claras
referencias temporales: por ejemplo, comenzaría en un punto susceptible de ser situado
dentro del ciclo vital o, desde un punto de vista biológico, se podría ser más o menos
viejo en función de la edad.
Por el contrario, el envejecimiento psicológico concerniría a una dimensión psicológica,
interna a la persona, definida en términos de bienestar y satisfacción subjetiva. El
envejecimiento psicológico haría referencia a un estado cualitativo y no anclado en una
dimensión temporal ni relacionado con la edad. Su comienzo no se expresa en años,

3
sino que se hace depender en gran medida de la propia voluntad de la persona, mientras
que el envejecimiento biológico sería irreversible e inevitable (‘es ley de vida’ dicen
nuestros entrevistados).
De esta manera, las personas de mediana edad y especialmente las más mayores tienden
a concebirse ‘psicológicamente jóvenes’ con independencia de su edad cronológica y de
su envejecimiento biológico. Así, enfatizan que internamente ellos no han cambiado a
pesar de que su cuerpo lo haya hecho, dando especial valor a esa estabilidad con los
años y sentimiento de ‘ser el mismo’, lo que les permite ser, en ese sentido, todavía
jóvenes. Aunque conciben que pueda haber personas ‘psicológicamente viejas’ y
describen este estado, nadie se ve a sí mismo como formando parte de este grupo.
Algunos ejemplos de esta diferenciación ‘envejecimiento biológico/psicológico’ serían
los siguientes:

E26, mujer mediana edad (48 años)


¿Tú te sientes vieja?
No. No, no, yo diría, y mucha gente, que no se sentirían que pasan los años
si no se mirasen al espejo. Porque tú no sabes, si no hubiesen espejos tú te
sientes bien físicamente y no sabes que edad tienes, la edad es abstracta, es
algo que... el tiempo que va contando, pero yo soy yo.
¿Tú que edad te echarías interiormente?
Yo una edad de siempre, no tendría edad, si quieres que te lo diga quizá 20
o 25 como mucho.

‘Yo me siento como si tuviera... cuando vine a Barcelona yo tenía 53 años,


pues fíjate, yo me siento con menos facultades, menos oído y menos vista un
poquito, pero con la misma ilusión y ganas de vivir. Como una persona de
50 años’; E35, hombre mayor (73 años)
Obviamente, esta diferenciación no es nueva y corresponde a una dicotomía que esta en
el núcleo de la cultura occidental y cristiana: la contraposición entre materia, cuerpo por
una parte y espíritu, mente, alma por otra. Reconstruyendo discursivamente el
envejecimiento en estos términos, y valorando las cualidades psicológicas que se
conservan estables por encima de las biológicas que declinan, las personas consiguen
verse a sí mismas en términos positivos.
Esta vivencia de ser ‘jóvenes por dentro’ ha sido resaltada por autoras como Kaufman
(1986) cuando hablan de la presencia de un ageless self.
2. Diferenciación entre envejecimiento sano y envejecimiento patológico

En este caso la dicotomía se establece entre el envejecimiento entendido como un


proceso de declive libre de enfermedades y el envejecimiento descrito como un proceso
caracterizado precisamente por la enfermedad incapacitante y la dependencia.
Las personas más mayores, a diferencia de las de mediana edad y de los jóvenes,
resaltan la diferencia entre el envejecimiento sano y el patológico, la diferencia entre
envejecimiento y enfermedad, autoadscribiéndose dentro del envejecimiento sano (con
independencia de la salud ‘objetiva’ que se deriva de su historial clínico). Así, el
envejecimiento sano y por extensión ellos mismos, puede ser evaluado en términos

4
positivos, mientras que el envejecimiento patológico se contempla en todo caso como
una amenaza situada en el futuro.
Por otra parte, en esta misma línea, el concepto de salud parece ser redefinido por los
mayores de manera que incluye sólo cierto núcleo de actividades básicas para llevar una
vida autónoma, libre de dependencias. Así, ellos pueden calificarse como ‘envejeciendo
con salud’ a pesar de que experimenten ciertas pérdidas, que serían ‘accesorias’.
Mientras para un joven la noción de salud probablemente incluiría correr, jugar, viajar
y, en general, actividades que requieren una gran cantidad de recursos biológicos, las
personas mayores tienden a definir la salud, el envejecimiento sano, en términos más
modestos. Lo que para unos puede ser cotidiano, para otros pueden ser logros
excepcionales de los que sentirse orgullosos.
Algunos ejemplos de estas (re)construcciones discursivas del propio envejecimiento
pueden ser los siguientes:

‘Yo creo que no hay edad... a ver si me entiendes, la edad está ahí, los años
no pasan en balde, pero si hay naturaleza buena, si no estás repasado de
enfermedades, nada, no sientes nada el envejecimiento, y yo ya te digo,
tengo 70 años, si lo digo la gente no se lo va a creer, pero estoy casi igual
que cuando tenía 30, aunque los años los tengo encima’; E39, hombre
mayor.

‘No, yo me siento bien, mientras me pueda mover, y entrar y salir, que yo pueda
hacer mi vida, que yo pueda decir ahora bajo la escalera ahora la subo, una cosa
tan sencilla como esa, yo me sentiré bien’; E43, mujer mayor.
3. Reducción de aspiraciones futuras

En este caso, al hablar del futuro, las personas más mayores resaltan la continuidad en
el estado actual como el mayor deseo para su propio futuro, enfatizando la importancia
de conservar cierto número de capacidades básicas que les aleje de la incapacidad y la
dependencia. Como en el caso de la salud, el futuro es construido por las personas
mayores en términos modestos, su proyecto de futuro es prolongar la situación presente,
sea esta cual sea.
Por contra, los jóvenes y las personas de mediana edad conciben su propio futuro como
un espacio de crecimiento personal en el que podrán disfrutar (mediante la realización
de diversos tipos de actividades de ocio o el cultivo de relaciones sociales satisfactorias)
de aspectos que actualmente lo que se describe como ‘ajetreada vida de trabajo’ les
impide desarrollar. Entre estas actividades con las que se planea gozar en la vejez
destacan las , actividades de ocio y el aumento en la cantidad o calidad del tiempo
dedicado a las relaciones familiares y/o de amistad. En cierta medida, la vejez para los
jóvenes y personas de mediana edad sería un estado ‘idílico’ en el que podrán hacer lo
que realmente siempre han querido hacer.
Así, el futuro en un caso se construye como una amenaza a esquivar, en otro como una
esperanza a alcanzar. Estas diferencias parecen corresponderse con los resultados sobre
reevaluación de metas en la vejez que obtienen numerosos estudios anteriores (p.e.
Dittmann-Kohli, 1991)

‘Ummm... no lo he pensado tampoco... pero supongo que con mis nietos,


con mi familia, con muchos amigos aunque sean mayores y feliz’; E10,
mujer joven.

5
‘No, quisiera nuevos horizontes, quisiera cosas diferentes, quisiera estar
pendiente... tener preocupaciones, eso sí, tener preocupaciones por mis
actividades, pero ya me gustaría dedicarme pues un poquito más a la
Naturaleza en el sentido amplio. Podría ser cultivando, pues a lo mejor un
jardín con un huerto, que me gustan mucho los animalitos (...)’; E24,
hombre mediana edad.
‘Yo lo que no quisiera es tener que depender de nadie. Yo quisiera morirme
antes de, por ejemplo, que mis hijas tuvieran que levantarme, tenerme que
lavarme si me ensuciaba, tenerme que llevar a una residencia o a una
casa... Desearía que me acostara, no quisiera sufrir, no quisiera sufrir para
morirme, pero quisiera que antes de tener que dar quebraderos de cabeza a
mis hijas, pues morirme’; E45, mujer mayor.
‘Lo mismo que hago ahora. Procuraré conservar el carácter (...) gastar bromas
con mis hijos y tal, que tal vez no sea muy propio de una persona de mi edad, pues
yo lo hago. Procuro conservar el aspecto este de bromista que no el de viejo
antipático’; E40, hombre mayor.
4. Vida frente a muerte
En este caso, el significado del envejecimiento no es construido mediante su oposición
a procesos o etapas anteriores de la vida, sino mediante su oposición al final de vida: la
muerte. Así, la categorización implícita crecimiento (o juventud) versus envejecimiento
(o vejez) se reformula en los términos vida versus muerte.
Ya que el envejecimiento es vida, automáticamente adquiere connotaciones positivas y
se opone al polo negativo de la dicotomía, la muerte, pero no porque sea
intrínsecamente positivo, sino porque la muerte es peor. Este tipo de estrategia
discursiva sólo se encuentra en las respuestas de personas mayores, nunca en las de
personas jóvenes o de mediana edad.

‘(...) creo que es bonito envejecer, si envejeces es que has vivido y vives. Si
no envejeces es que ya estás en el agujero’; E42, mujer mayor.
‘(...) Hombre, ni bueno ni malo, es malo (el envejecimiento)... bueno, malo, es que
si no llegas es peor, malo no es, yo encuentro que no es malo envejecer tampoco,
porque señal que vas poniendo años, que tienes vida (...)’; E44, mujer mayor.

ESTRATEGIAS DISCURSIVAS Y SUPUESTOS COMPARTIDOS

Una posible pregunta que podría surgir a raíz de la lectura de los párrafos anteriores es
si las posibles reconstrucciones del significado del envejecimiento tienen o no un límite.
¿Realmente podemos decir cualquier cosa del envejecimiento con el fin de vernos a
nosotros mismos en términos positivos?
Nuestra respuesta es, obviamente, negativa. Pensamos que los límites de estas
reconstrucciones las marcan ciertos supuestos compartidos, de sentido común, sobre lo
que es el envejecimiento, lo que podríamos denominar representación social del
envejecimiento. La existencia de este conocimiento compartido básico sobre lo que es
el envejecimiento en sentido genérico (no sobre el envejecimiento propio, como las
respuestas que hemos analizado en este trabajo) es un prerrequisito para que pueda
darse comunicación efectiva. Por otra parte, también parece razonable pensar que cierta
comunidad comparta ciertos presupuestos respecto a un proceso tan relevante y
universal como es el envejecimiento.

6
¿Cuál es el contenido de esta ‘representación social del envejecimiento’? Sobrepasa los
objetivos de este trabajo describirlos en profundidad, pero sin duda podemos afirmar
que son de carácter mayoritariamente negativo. Así, las estrategias discursivas que
hemos descrito en el apartado anterior no sólo no parecen entrar en contradicción
explícita con el núcleo de la representación social del envejecimiento, sino más bien
complementarlo y, en todo caso, apuntalarlo. Por ejemplo, al delimitar la existencia de
un envejecimiento psicológico o un envejecimiento sano (categorías en las que las
personas mayores se autoadscriben) se está, tácitamente, dando por sentado que existiría
otro tipo de envejecimiento biológico caracterizado por las pérdidas, que afecta a la
mayoría de personas. Las personas mayores (al menos las de la muestra que hemos
analizado) se ver así mismos como excepciones, como representantes de lo que sería un
‘buen envejecer’. Pero al hacerlo, subyacentemente están dando por supuesta la
existencia de otro envejecimiento más general, de carácter claramente negativo.
Así, en nuestra opinión, una de las tareas que debe acometer la persona a medida que se
hace mayor es hacer compatible una visión positiva de sí mismo con una visión
genérica del envejecimiento como proceso que implica muchos cambios de naturaleza
negativa. Los mecanismos de reconstrucción discursiva que hemos analizado podrían
ser un un elemento para conseguirlo.

ESTRATEGIAS DISCURSIVAS Y MECANISMOS DE DEFENSA

Al hablar de estrategias discursivas se podría tener la tentación de pensar que estamos, a


fin de cuentas, hablando de los mecanismos de defensa psicoanalíticos. Sin querer
desvirtuar el trabajo llevado a cabo por este tipo de corrientes ni descartar el concepto
de mecanismo de defensa, sí queremos remarcar las diferencias que a nuestro juicio
presentan ambos conceptos:

· concebimos nuestras estrategias discursivas de naturaleza eminentemente


lingüística, cosa que no ocurre con los mecanismos de defensa.
· las estrategias discursivas se ponen en marcha de manera espontánea, más que
como respuesta a supuestos conflictos inconscientes intrapsíquicos, como es
el caso de los mecanismos de defensa.
· mientras que los mecanismos de defensa se conciben como procesos
inconscientes, las estrategias discursivas son, en la mayoría de casos, lo que
podríamos llamar ‘conscientes’ (la persona se da cuenta de la versión del
mundo que se deriva de su discurso, generalmente cree en ella y cuando no
es consciente de ello, de esas versiones se derivan determinadas
consecuencias que cumplen determinadas funciones, etc)
· como consecuencia de lo anterior, se abandona la metodología de tipo clínico-
interpretativo por una metodología abierta, basada entrevistas en las que se
analiza e interpreta el discurso espontáneo pero sin ir más allá de este
discurso. Lo importante son los efectos que produce determinada
organización del discurso, teniendo siempre presente (incluso en los
informes) las cosas tal y como se dijeron, para que el lector pueda verificar
la corrección o no de la interpretación del investigador. No se intenta tomar
el discurso como simplemente un indicador de otros procesos o instancias
(léase pulsiones, egos o conceptos similares), ni como un instrumento para

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llegar a ellos, ni como un dato que adquiere sentido únicamente al
interpretarlo en función de esos procesos o instancias ‘superiores’.
· mientras que hay algunos mecanismos de defensa intrínsecamente mejores o
más maduros que otros, eso no ocurre con las estrategias discursivas. El
propósito del investigador en este caso no es ni juzgar el nivel de ‘patología’ de
determinada estrategia ni siquiera juzgar el ajuste de la versión dada por
determinada persona con una supuesta realidad externa al discurso.
En cualquier caso, nosotros hemos sido siempre partidarios de la denominada ‘navaja
de Ockham’: si un fenómeno puede explicarse en términos simples y observables, ¿para
qué acudir a otros términos más complejos y oscuros?

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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8
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Reinhold.

Feliciano Villar Posada


Departamento de Psicología Evolutiva i de l'Educació
Universitat de Barcelona

Passeig de la Vall d´Hebron 171


Barcelona 08035
España

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