Está en la página 1de 2

ENVÍAME A MÍ

Bendiciones hermanos y hermanas, para un siervo de Dios y de usted como yo siempre será un
privilegio servir al Señor, no solo predicando su Palabra, evangelizando, aconsejando, visitando y
enseñado, y otras actividades, sino principalmente siendo ejemplo de conducta cristiana para los
demás. Un hombre que era un cristiano sincero se interesó en evangelizar a la gente de los países
lejanos. Al principio oraba de esta manera: “Señor: salva a los paganos.” Y oraba con toda
sinceridad. Después cambió la forma de su oración, y la pronunciaba así: “Señor: manda
misioneros a fin de salvar a los paganos.” Y oraba más fervorosamente. Más tarde oraba con estas
palabras: “Señor: si tú no tienes otro a quien enviar, envíame a mí.” Y oraba con todo el fervor de
su alma. En seguida comenzó a orar con toda humildad de la siguiente manera: “Señor, tú sabes
que soy sincero: envíame a mí; pero si no quieres enviarme a mí, envía a otro”. No estaba
contento con esa manera de orar, y entonces oró así: “Envía a quien tú quieras; pero ayúdame a
pagar parte de los gastos.” Al orar así se dio cuenta de que había encontrado la manera de orar
correctamente.

Isaías 6:1-8 – “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y
sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis
alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro
daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se
llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de
labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey,
Jehová de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón
encendido, tomado del altar con unas tenazas; 7 y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí
que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado. 8 Después oí la voz del Señor,
que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí,
envíame a mí”.

Cuando el sueco Eric Lund sintió el llamado de Dios a ir a España como misionero, obedeció de
inmediato. Aunque no vio mucho éxito en lo que hacía, perseveró. Un día, conoció al filipino
Braulio Manikan y le predicó el evangelio. Juntos, Lund y Manikan tradujeron la Biblia a un idioma
local de Filipinas, y más adelante, inauguraron la primera estación misionera bautista en ese país.
Muchos acudirían a Jesús gracias a que Lund, al igual que el profeta Isaías, respondió al llamado de
Dios.

En Isaías 6:8, Dios llamó a alguien que estuviera dispuesto a ir a Israel a declarar juicio para el
presente y esperanza para el futuro. Isaías se ofreció con valentía: «Heme aquí, envíame a mí». No
se consideraba capacitado para hacerlo, pero se ofreció porque había sido testigo de la santidad
de Dios, reconocido su propia pecaminosidad y recibido la limpieza divina (vv. 1-7).

¿Acaso Dios te está llamando a hacer algo para Él? Recuerda todo lo que ha hecho mediante la
muerte y resurrección de Jesús. Nos dio el Espíritu Santo para ayudarnos y guiarnos (Juan 14:26;
15:26-27), y nos preparará para responder a su llamamiento. Al igual que Isaías, que podamos
responder: ¡Envíame a mí! Medita hermano o hermana: ¿Te está llamando Dios a hacer algo por
Él? ¿Qué te impide responder?

Oración: Amado Dios y Padre, Gracias por tu gran amor y servicio que nos has dado a través del
Salvador, Tú Hijo amado, Señor Jesús, gracias por llamarme y prepararme para servirte. Ayúdame
a considerarlo un privilegio y a servirte voluntariamente, gracias por traerme a este lugar y poder
ser útil para Tú Reino, dame la fuerza y la gracia, para seguir adelante cada día a tu servicio, amén.

También podría gustarte