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FUERA LA MISA
RITOS INICIALES
Estando ya congregada la asamblea, y dispuestas todas las cosas, el ministro dice:
En el nombre del Padre, y del Hijo,
y el Espíritu Santo.
Todos:
Amén.
Luego el ministro extraordinario saluda a la asamblea diciendo:
Hermanos, bendigamos al Señor,
que bondadosamente nos invita
a la mesa del cuerpo de Cristo
A lo que todos responden:
Bendito seas por siempre, Señor
Enseguida se hace el acto penitencial. El ministro invita a los presentes, diciendo:
El Señor ha dicho:
“el que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.
Reconozcámonos, pues, pecadores
y perdonémonos los unos a los otros
desde lo más íntimo de nuestro corazón
Se hace una breve pausa de silencio. Luego hacen todos juntos la confesión de sus pecados:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante ustedes, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión;
golpeándose en el pecho, dicen:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos,
y a ustedes, hermanos,
que intercedan por mi ante Dios, nuestro Señor.
El ministro concluye:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
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y nos lleve a la vida eterna.
Todos:
Amén.
Después, alternando con el pueblo se dice:
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Aún no conocía Samuel al Señor, pues la palabra del Señor no le había sido
revelada. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel; éste se levantó, fue a donde estaba
Elí y le dijo: “Aquí estoy. ¿Para qué me llamaste?”
Entonces comprendió Elí que era el Señor quien llamaba al joven y dijo a Samuel:
“Ve a acostarte, y si te llama alguien, responde: ‘Habla, Señor; tu siervo te escucha’
“.Y Samuel se fue a acostar.
De nuevo el Señor se presentó y lo llamó como antes: “Samuel, Samuel”. Este
respondió: “Habla, Señor; tu siervo te escucha”.
Samuel creció y el Señor estaba con él. Y todo lo que el Señor le decía, se cumplía.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 39
R/. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé en el Señor con gran confianza; él se inclinó hacia mí y escuchó mis
plegarias. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios. R.
Sacrificios y ofrendas no quisiste, abriste, en cambio, mis oídos a tu voz. No
exigiste holocaustos por la culpa, así que dije: "Aquí estoy". R.
En tus libros se me ordena hacer tu voluntad; esto es, Señor, lo que deseo: tu ley
en medio de mi corazón. R.
He anunciado tu justicia en la gran asamblea; no he cerrado mis labios, tú lo
sabes, Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pablo a los corintios 1, 16-19
Hermanos: El cuerpo no es para fornicar, sino para servir al Señor; y el Señor,
para santificar el cuerpo. Dios resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros
con su poder.
¿No saben ustedes que sus cuerpos son miembros de Cristo? Y el que se une al
Señor, se hace un solo espíritu con él. Huyan, por tanto, de la fornicación. Cualquier
otro pecado que cometa una persona, queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica,
peca contra su propio cuerpo.
¿O es que no saben ustedes que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que han
recibido de Dios y habita en ustedes? No son ustedes sus propios dueños, porque
Dios los ha comprado a un precio muy caro. Glorifiquen, pues, a Dios con el cuerpo.
Palabra de Dios.
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EVANGELIO
Del santo Evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los
ojos en Jesús, que pasaba, dijo: "Este es el Cordero de Dios". Los dos discípulos, al
oír estas palabras, siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían,
les preguntó: "¿Qué buscan?" Ellos le contestaron: "¿Dónde vives, Rabí?" (Rabí
significa "maestro"). Él les dijo: "Vengan a ver".
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las
cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron
lo que Juan el Bautista decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés,
fue a su hermano Simón, y le dijo: "Hemos encontrado al Mesías" (que quiere decir
"el Ungido"). Lo llevó a donde estaba Jesús y éste fijando en él la mirada, le dijo:
"Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás" (que significa Pedro, es decir
"roca"). Palabra del Señor
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No es suficiente construirse una imagen de Dio basada sobre lo que hemos oído.
Es necesario ir en busca del Maestro Divino: ir «a donde Él vive»… Esto significa
que estamos llamados a superar una religiosidad rutinaria, reavivando el encuentro
personal con Jesús en la oración, en la meditación de la Palabra de Dios y
frecuentando los sacramentos para estar con Él y dar fruto gracias a su ayuda…
«Buscar» a Jesús, «Encontrar» a Jesús, «Seguir» a Jesús: este es el camino… ¡Que
la Virgen María nos sostenga en este propósito de ir tras sus huellas, de ir y de estar
allí donde Él habita, para escuchar su Palabra de vida, para adherirnos a Él, que quita
el pecado del mundo, para encontrar en Él esperanza e impulso espiritual!
RITO DE LA COMUNIÓN
Terminada la oración por las vocaciones, el ministro coloca un corporal en el centro del altar y se
dirige al lugar donde se reserva el Santísimo Sacramento y lo coloca sobre el altar y hace
genuflexión. Mientras tanto se entona un canto eucarístico.
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El ministro dice en silencio:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna
Y luego comulga. Se entona un canto de comunión y enseguida da la comunión a los presentes y
dice a cada uno:
El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
Amén.
Terminada la comunión, el Santísimo Sacramento se reserva nuevamente en el sagrario. Se tiene
un breve momento de silencio y luego el ministro dice:
Oremos:
Infúndenos, Señor, el espíritu de tu caridad, para que, saciados con el pan del cielo,
vivamos siempre unidos en tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. Todos responden:
Amén
Después el ministro, invocando la bendición de Dios y haciéndose la señal de la cruz sobre si
mismo junto con todos los presentes, dice:
Que nos bendiga y defienda
Dios todopoderoso y misericordioso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Y todos responden:
Amén
Finalmente, el ministro dice:
La alegría del Señor sea nuestra fuerza. Pueden ir en paz
Todos:
Demos gracias a Dios.
Hecha la debida reverencia el ministro se retira, mientras tanto se entona el canto de salida.