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A pesar de todo, la ciudad de los hombres, el mundo de los hombres, busca la paz en la tierra, un
sistema estable, que no puede darse. La paz (plenitud, armonía, sosiego...) es el supremo bien buscado
por todos los hombres, tanto a nivel individual como colectivo. El gobierno es aquel poder distributivo
que intenta lograr la paz, tanto a nivel individual (autogobierno de sí mismo) como colectivo
(gobierno de la familia o gobierno políticio).
- San Agustín entabla una disputa con las obras de Marco Varrón sobre ética.
Distingue bienes naturales (del cuerpo y del alma) y bienes logrados por aprendizaje (las virtudes)
- El autogobierno (la dirección de la propia vida) depende de nuestra parte racional del alma. De este
modo, la razón debe ordenar los bienes anteriores. Ahora bien, la tesis de Agustín es que las éticas de
este tipo aristotélicas son siempre precarias. Los bienes y las virtudes, y por tanto la paz y la plenitud,
son imposibles en realidad en este mundo. La ética es insuficiente. La felicidad en este mundo es
imposible. Sólo la fe religiosa puede superar a la indigencia ética del hombre. Luego la paz a nivel
individual es imposible en este mundo y fuera de la Ciudad de Dios. Los bienes que se presentan aquí
no pueden proporcionar paz porque son insuficientes, y lo que falta es el auxilio de Dios: sólo amando
a Dios y al prójimo puede el hombre alcanzar paz interior. Por ello, el autogobierno, el alejamiento
de Dios, no proporciona paz, armonía en sí mismo, sosiego. El hombre, sin Dios, está desazonado.
Los hombres están obligados a vivir en sociedad: son seres sociales pero poco sociables.
- Agustín distingue tres grados de asociación: familia, urbe (ciudad) y orbe (Imperio). Todos ello
aspiran a la paz, pero no la logran.
- Familia: el gobierno doméstico busca la paz doméstica, pero a su vez es imposible sin los
mandamientos del cristianismo. En la familia no basta con la institución del pater familias, sino que
debe mandar para, y no sobre los demás. Mandar es un servicio a los mandados. El gobierno familiar
no puede ser una cuestión de poder, sino de amor, y el objetivo debe ser honrar a Dios. También
rechaza Agustín la legitimidad de la esclavitud en el gobierno doméstico basándose en la igualdad
humana. Sólo puede lograrse la paz doméstica ubicando a Dios en el centro.
- Ciudad (Urbe). Sin paz doméstica no puede haber paz en la ciudad. La paz de la ciudad es una
armonía y estabilidad basada en el poder y obediencia. No obstante, la paz a la que aspira la ciudad
terrena es también precaria. Agustín destaca fundamentalmente las imperfecciones de los sistemas de
justicia para evidenciar que la paz es imposible. Los sistemas de justicia no administran justicia,
porque los hombres no son omniscientes. Se da sentencia a pesar de que realmente no se sepa, o
incluso algo peor, se da sentencia en contra de lo que se sabe. Los tribunales no sirven para administrar
justicia, sino para cancelar litigios y mantener el orden.
De igual modo, los cristianos (ciudadanos de la ciudad celeste) siempre serán extranjeros en cualquier
sistema político real (ciudad terrena). Agustín advierte de que la Iglesia no debe ser parte del poder
político, pues corrompería su esencia.
- Imperio (Orbe). Se logra a expensas de ríos de sangre y, además, tampoco es estable. No reconcilia
a las personas, y la concentración de poder genera tiranos.
- Agustín concibe a los sistemas políticos (ciudad terrena) como sistemas basados en leyes humanas,
convencionales. El fin de tales leyes es mantener la convivencia, establecer la paz terrena, es decir,
crear estabilidad y evitar el desorden. Pero el objetivo no es hacer justicia. La justicia y el amor son
prerrogativas de Dios y su Iglesia.
- Agustín entabla una polémica contra la obra De re publica, de Cicerón. Agustín ataca al concepto
de República de Cicerón: república es para éste una empresa del pueblo, siendo el pueblo una
comunidad de intereses y de derecho que brota de la fuente de la justicia. De modo que el fundamento
último de la República es la justicia. La justicia es la base de los sistemas políticos. Agustín piensa
que en tal caso la diferencia entre un sistema político y una banda (mafia) es imposible. El fundamento
de la ciudad terrena nunca puede ser la justicia (todo gobierno real es injusto). En el caso de Roma,
el paganismo del Estado romano separa al hombre de Dios, y comete injusticia contra los hombres,
de modo que Roma no puede ser haber sido una república.
- El paganismo romano genera hombres injustos, y por tanto comunidades injustas. La ausencia de
Dios no tiene remedio. Sólo partiendo de hombres justos y creyentes en Dios podemos generar una
sociedad justa.
- Por tanto, un sistema político, una república, no se diferencia de una banda por ser justa, sino por el
tipo de intereses que persigue. Un sistema político, por definición, persigue no la justicia, sino el
interés general. Las bandas siguen intereses particulares a expensas del resto de la sociedad. La
justicia no es una prerrogativa del Estado, ni su razón de ser: la justicia le pertenece sólo a Dios.
- Agustín ataca con ello los fundamentos de legitimidad de todo poder político, y fundamenta la
disidencia ideológica frente al poder basada en la fe en Dios. Por encima de las leyes de los hombres
está le ley de Dios. El hombre siempre puede apelar a Dios para criticar cualquier sistema político.
- Finalmente, Agustín hace un alegato a favor de la Providencia: las cosas suceden tal y como Dios
quiere, y sus designios nos son inescrutables. Roma se ha impuesto al mundo porque Dios lo ha
querido así, aunque para nosotros sea algo injusto. Dios ha premiado así las virtudes y el sacrificio
del pueblo romano. Los cristianos deben tomar ejemplo de esas virtudes de sacrificio y entregarse a
la Iglesia.