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Arte bizantino
Andrea Imaginario
Especialista en artes, literatura e historia cultural
El arte bizantino nació con el ascenso del cristianismo a la corte imperial. A comienzos del siglo
IV Majencio y Constantino se disputaban el título de augusto en el Imperio romano, dividido
entonces en dos administraciones: el Imperio romano de Oriente y el de Occidente. Inspirado
por un sueño que auguraba su triunfo bajo el signo de la cruz, Constantino derrotó a Majencio
en la batalla del puente Milvio en el año 312.
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Constantino asumió el control del Imperio romano oriental, puso fin a la persecución de los
cristianos por medio del Edicto de Milán (año 313) y adoptó el cristianismo como religión de su
corte. La sede del Imperio romano de Oriente fue establecida en Bizancio, de donde viene el
nombre de Imperio bizantino, a pesar de que Constantino hizo llamar a la ciudad
Constantinopla desde el año 330.
Sueño de Constantino.
El emperador y sus sucesores sentían el deber de proveer condiciones para el "culto", lo que fue
el germen del arte bizantino. Pero al principio, lo que el Imperio tenía a la mano era el arte y la
arquitectura grecorromana, ideados para otras funciones.
Por un lado, los templos paganos eran concebidos como casa del dios al que conmemoraban,
de tal manera que nadie podía entrar en ellos. Por otro lado, estos templos albergaban una
estatua del dios en cuestión, y los paganos creían que estas eran consustanciales al dios mismo.
Ambos principios eran contrarios al cristianismo.
Los primeros cristianos heredaron de los judíos el rechazo a las imágenes, particularmente las
escultóricas. Pero además, creían que Dios no habitaba en templo alguno y que la adoración se
hacía "en espíritu y verdad". Por esta razón, se reunían en domus ecclesiae, término latino que
significa 'casa de la asamblea' ("sinagoga" en griego), destinadas a compartir la palabra y a
celebrar el memorial de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.
Sin embargo, con el ascenso del cristianismo, se hacían necesarios espacios más amplios. Junto
a esto, el Imperio, aún de mentalidad pagana, aspiraba a revestir la celebración cristiana de
signos de estatus. Por ello, el investigador Ernst Gombrich propone la pregunta: ¿cómo resolver
esta cuestión en la arquitectura y, luego, cómo decorar aquellos espacios en el marco de
una fe que prohibía la idolatría?
Izquierda: San Apolinar in Classe, modelo de planta basilical. Derecha: San Vitale en Ravena, modelo de planta centralizada.
La primera solución que hallaron los bizantinos fue adaptar las basílicas romanas o salas reales
a las necesidades de la liturgia y de la corte imperial. Al respecto dice el historiador Ernst
Gombrich:
Estas construcciones (las basílicas) eran empleadas como mercados cubiertos y tribunales
públicos de justicia, consistiendo principalmente en grandes salas oblongas, con estrechos y
bajos compartimentos en las paredes laterales, separadas de la principal mediante hileras de
columnas.
Con el tiempo, la planta basilical se convirtió en un modelo de iglesia cristiana, al que pronto se
sumó la planta centralizada o de cruz griega en tiempos de Justiniano, una aportación
original del arte bizantino.
Al nivel constructivo, los bizantinos adoptaron las técnicas y recursos constructivos del Imperio
romano. Entre los elementos romanos usaron principalmente las bóvedas de cañón, las
cúpulas y los contrafuertes. Usaron también las columnas, aunque más con carácter
ornamental, excepto en las galerías donde funcionan como soporte de las arcadas.
La función del iconostasio es resguardar al santuario donde se encuentra la eucaristía (el pan y
el vino). En dicho santuario, normalmente ubicado al Este, tiene lugar la consagración
eucarística, la cual se considera un acto sagrado protagónico de la liturgia.
Iconostasio del Monasterio de Cocos, Rumanía.
Por normal general, el iconostasio tiene tres puertas: la principal, llamada puerta santa, por
donde solo puede pasar el sacerdote; la puerta meridional o diaconal y, por último, la puerta
septentrional. El conjunto de los íconos que se disponen en el iconostasio suelen representar
las doce fiestas del calendario bizantino.
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En un principio el arte bizantino se inspiró en el arte paleocristiano. Al igual que este, reflejó el
interés en el estilo grecorromano del Imperio, del que se sentía heredero. Al mismo tiempo,
asimiló la influencia del arte oriental. Pero la necesidad de marcar diferencia con el paganismo
provocaría una transformación que pasaría, obligadamente, por sesudas discusiones
teológicas.
Entre las muchas doctrinas circulantes, la más aceptada fue la tesis de la doble naturaleza de
Jesús, humana y divina. Bajo el argumento de que “Él es la Imagen del Dios invisible” (Col 1,
15), se permitió el desarrollo de un arte pictórico cristiano. Conozcamos sus normas, formas
y significados.
André Rublev: Los tres Ángeles recibidos por Abraham en Mambré, alegoría de la Santísima Trinidad. 1410. Ortodoxia rusa.
El ícono como máxima expresión del arte bizantino
La principal manifestación de la pintura bizantina son los íconos. La palabra ícono proviene del
griego eikon , que significa "imagen", pero están concebidos como vehículos de oración personal
y litúrgica, tal como informa Viloria. Por ello, la sensualidad es suprimida deliberadamente.
En la antigüedad, los íconos eran hechos por iconógrafos, monjes consagrados especialmente
para el oficio de "escribir" teología en los íconos (hoy en día los iconógrafos pueden ser laicos
consagrados). Las piezas también se consagraban. En sus inicios, los íconos sobre tabla
registraban la influencia de los retratos del Fayum en Egipto.
A diferencia del arte occidental, los íconos cumplían funciones litúrgicas. Por lo tanto, no
pretendían imitar la naturaleza, más bien, pretendían dar cuenta de una relación espiritual
entre el orden divino y terrenal, bajo estrictas normas teológicas y plásticas.
El rostro es el centro de interés del ícono, ya que, según la investigadora Royland Viloria,
muestra la realidad transfigurada de quien participa en la gloria divina. Es decir, condensa los
signos de santidad del personaje.
La construcción se realiza a partir de la nariz, siempre alargada. Hay dos tipos de rostro:
1. el rostro frontal, reservado para los personajes santos por su propio mérito (Jesús) o que ya
están en la gloria divina; y
2. el rostro de perfil, reservado para aquellos que aún no alcanzan la santidad plena o no
tienen santidad por mérito propio (apóstoles, ángeles, etc.).
Módulos de construcción para el rostro en el arte bizantino. Fuente: Royland Viloria (ver referencias).
Las orejas se ocultan bajo el cabello y solo se dejan ver sus lóbulos como símbolo del que
escucha en silencio. La frente se representa ancha, para dar cuenta del pensamiento
contemplativo. El cuello (del Pantocrátor) aparece hinchado, indicando que insufla el Espíritu
Santo. La boca no requiere protagonismo; es pequeña y de labios finos. La mirada siempre está
dirigida al espectador, excepto que se trate de una escena.
Los rostros suelen ser acompañados de nimbos, símbolo de la luminosidad de los cuerpos.
ABAJO: Nociones básicas de perspectiva. Izquierda: perspectiva lineal. Centro: perspectiva axonométrica. Derecha:
perspectiva invertida. Fuente: Royland Viloria (ver referencias).
Acentuación de la verticalidad
En cada ícono, es fundamental la presencia de la luz como valor espiritual, representada con el
dorado o el amarillo. El color oro, en particular, se asocia a la luz transfigurada e increada.
Este valor permaneció inalterado a lo largo de la historia. Sin embargo, otros colores cambiaron
o fijaron su significado a partir del triunfo de la ortodoxia en el siglo IX.
El azul suele ser símbolo del don de la humanidad, mientras que la gama de los púrpura suele
representar la presencia divina o de la realeza.
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Por ejemplo, cuando Jesús es representado con vestido púrpura y manto azul, simboliza el
misterio de la hipóstasis: Jesús es el hijo de Dios que ha sido revestido con el don de la
humanidad. A la inversa, la Virgen María, suele aparecer ataviada con vestido azul y manto
púrpura en señal de que es un ser humano que, al dar el sí, ha sido revestida por la divinidad.
Díptico transportable de la Virgen María con el niño (izq.) y el Pantocrátor (der.). Nótese el uso de los colores. Nótese
también el gesto de María señalando a su hijo, Jesús, camino de salvación.
El verde también puede simbolizar la humanidad así como la vida o el principio vital en general.
Los colores tierra representan el orden de lo terreno. En los santos, el rojo puro es símbolo del
martirio.
El blanco, por su parte, representa la luz espiritual y la nueva vida, por lo cual se reserva
frecuentemente para las vestiduras de Jesús en escenas como el bautismo, la transfiguración y
la anastasis. Por contraste, el negro representa la muerte y el dominio de las tinieblas. Los
demás colores se disponen en función del oro dentro de la pieza.
Los íconos siempre tienen inscripciones. Estas sirven para verificar la correspondencia del ícono
con su prototipo. Suelen realizarse en las lenguas litúrgicas bizantinas, principalmente en griego
y eslavo eclesiástico, así como árabe, rumano, etc. A esto se suma un argumento teológico, de
acuerdo con la investigadora Viloria:
Esta importancia del nombre parte del Antiguo Testamento, donde el “nombre” de Dios
manifestado a Moisés (Ex 3,14) representa su presencia y la relación salvífica con su pueblo.
Técnicas más usadas
Las técnicas usadas en los íconos bizantinos dependen del soporte. Para los soportes de madera
se usa la encáustica y el temple al huevo. Para los soportes murales, se usa la técnica del
mosaico (especialmente en los tiempos del esplendor imperial) y el fresco.
Características de la escultura
Tríptico Harbaville, Deesis y santos. Mediados del siglo X. Marfil. Museo del Louvre, París.
Como rasgo general, la escultura bizantina se afirmó sobre la tradición grecorromana. Incorporó
los elementos iconográficos del cristianismo: no solo las escenas, sino los símbolos y las
alegorías: animales, plantas, atributos, entre otros, formaron parte del nuevo repertorio
artístico.
La escultura bizantina estuvo al servicio de la arquitectura y de las artes aplicadas, como era lo
propio en el mundo medieval antiguo. Las esculturas de bulto redondo no eran bien vistas por
su semejanza con los ídolos paganos, de manera que se prefirió la técnica del relieve para la
escultura con fines religiosos.
1. el arrianismo, defendido por Arrio, según el cual la naturaleza de Jesús era estrictamente
humana;
2. el monofisismo, según el cual la naturaleza de Jesús era estrictamente divina;
3. la tesis de la unión hipostática, que defendía la doble naturaleza de Jesús, humana y divina.
El destierro del monofisismo y el primer esplendor del arte bizantino (siglos V-VIII)
Pero aún en el siglo V, el monofisismo seguía en pie. Los monofisitas se oponían a las imágenes
de Jesús ya que lo consideraban totalmente divino. Sometido a discusión en el Concilio de
Calcedonia de 451, el monofisismo fue proscrito, y se relegitimó el dogma de la doble
naturaleza de Jesús, que sería difundido por medio del arte.
Fue solo en tiempos de Justiniano, siglo VI, cuando se consolidó el arte bizantino y llegó a
su esplendor. Para entonces, aunque los poderes político y religioso estaban separados, en la
práctica Justiniano asumió atribuciones en materia espiritual, dando lugar al cesaropapismo.
Con una economía próspera a su favor, Justiniano combatió el monofisismo por medio del arte,
que debía estar en manos de artesanos con una sólida formación teológica.
Las luchas iconoclastas y el triunfo de la ortodoxia (siglos VIII-IX)
En el siglo VIII, el emperador León III el Isáurico mandó a destruir un mosaico del Pantocrátor,
retiró de circulación las monedas con este motivo y prohibió las imágenes religiosas. Así
comenzó la guerra o lucha iconoclasta, llamada también iconoclasia.
Para poner fin a la guerra, la emperatriz Irene convocó el II Concilio de Nicea en el año 787. En
este se aceptó la tesis de Nicéforo, quien afirmaba que si el hijo de Dios se había hecho visible,
podía representarse aquello que él mismo accedió a revelar.
Junto al argumento de las imágenes como fuente de instrucción para los iletrados, defendido
por el Papa Gregorio Magno en el siglo VI, las imágenes religiosas fueron nuevamente
permitidas, pero bajo estrictas normas que perseguían evitar toda conducta idolátrica.
El arte bizantino se extendió por más de once siglos, dando lugar a diferencias estilísticas que
pueden agruparse en períodos. Estos son:
Referencias
Andrea Imaginario
Profesora universitaria, cantante, licenciada en Artes (mención Promoción Cultural), con maestría en Literatura
Comparada por la Universidad Central de Venezuela, y doctoranda en Historia en la Universidad Autónoma de Lisboa.
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