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Sheryl Acevedo 1855338

CONDICIONES Y LÍMITES DE LA AUTOBIOGRAFÍA: SÍNTESIS


ARGUMENTATIVA

Aunque un género esté, en apariencia, constituido de manera sólida por lo mucho que ha
sido explorado, puede que no todo esté dicho, y es en esta premisa que George Gusdorf se
apoya para escribir el texto Condiciones y límites de la autobiografía (1991), en él, el autor
asegura que “tal vez no es demasiado tarde para preguntarnos por el sentido de tal empresa
y por sus condiciones y posibilidades, a fin de entresacar las presuposiciones implícitas”
(pág. 01) haciendo referencia a la escritura de la autobiografía.

El autor empieza el desarrollo de su escrito reflexionando sobre el espacio que ocupa el


género autobiográfico dentro de la sociedad, y es que este se da bajo unas condiciones
específicas: el estar fuera de una sociedad primitiva, el tener conciencia de sí y el estar en
una sociedad en la que se dé la renovación constante son algunas de ellas; es preciso poder
tener perspectiva del pasado en comparación con el futuro de la vida de uno mismo para
poder escribir sobre ella en formato autobiográfico.

Sentir curiosidad de sí mismo, de su destino, tiene su origen en la revolución copernicana,


en donde la humanidad se independiza de los ciclos cósmicos que dominaban su vida para
dar origen a que ella misma tome las riendas del camino que quiere construir en los ámbitos
que le sea posible y según sus necesidades. De allí nacen los hombres ilustres a quienes
vale la pena rendir homenaje por el legado que representa para las sociedades futuras y esto
se hace mediante pinturas, estatuas, biografías, etc. Estos formatos se plasmaban antaño,
sólo por la labor de artistas o historiadores, quienes, por lo general, guardan cierta distancia
con la vida que retrata, pero una “revolución espiritual” que se da con la aparición de la
autobiografía, vuelve al artífice obra también. Desde esto, ya no solo se hace un registro de
la vida de alguien por los méritos que construye, sino porque alguien considera que su vida
es digna de documentarse y él mismo lo realiza. Para hablar de tal suceso Gusdorf habla de
San Agustín, un asceta que retrata su ser espiritual en sus confesiones, Montaigne, un
hombre prominente perteneciente a una familia de comerciantes que habla sobre su persona
en sus ensayos y Rousseau un aventurero literario que explora este género. Sin saberlo, los
que empiezan a escribir sobre sí mismos marcan un hito importante en el género de carácter
biográfico:

“El interés se ha desplazado de la historia pública a la historia privada: al lado de los


grandes hombres que llevan a cabo la historia oficial de la humanidad, hay hombres
oscuros que llevan a cabo sus guerras en el seno de su vida espiritual, librando
batallas silenciosas cuyas vías y medios, triunfos y ecos, merecen ser legados a la
memoria universal.” (pág. 03-04)

Preocuparse por la autobiografía es reconocerse como sujeto perteneciente a la modernidad


que siente curiosidad por su imagen, contrario al hombre primitivo que se asusta de ella. Se
pretende, a través de ella, forjar un reflejo, como si se tratara de un espejo. Dicha acción,
Gusdorf la muestra como si se viera atravesada por tres momentos álgidos en los que el
paradigma de la autopercepción cambia: la primera ocasión aparece dentro del cauce del
cristianismo, en donde al hombre se le vende la idea de que es pecador original y que por
ello debe confesarse y hacer una evaluación de conciencia constante, el mejor ejemplo de
esto es San Agustín, quien, en sus confesiones, pretende establecer un dialogo con Dios. La
segunda es cuando el espejo de Venecia le proporciona a Rembrandt su figura “libre de
perversión y adulación”. La tercera de la que se habla allí, hace referencia a los Ensayos de
Montaigne, “evangelios de la espiritualidad moderna” (pág. 06) Durante esta etapa, ya no
hay una subyugación doctrinal, por lo cual el escritor se concentra en hacer
escudriñamientos en lo más recóndito de su ser en nombre del quehacer autobiográfico.

“El autor de una autobiografía se impone como tarea el contar su propia historia; se trata
para él, de reunir elementos dispersos de su vida personal y de agruparlos en un esquema de
conjunto” (pág. 06) Se trata de que sea el dueño de la historia quien sea la construya a partir
de lo que él cree que es importante, pues nadie le conoce mejor que él, así otros intenten la
tarea, siempre se van a quedar con lo exterior y se les escapará lo que a él no: lo personal.

A menudo, las autobiografías resultan ser de hombres ilustres retirados que quieren contar
sus hazañas para que estas trasciendan. Estas son autobiografías a las que Gusdorf les llama
autobiografías públicas. Con ellas, se logra que los datos que ya han recogido historiadores
que han hecho biografías sobre los mismos se complementen. Por otra parte, están las
autobiografías privadas, cuyo ejercicio reside en que el escritor evoque su pasado como si
quisiera recuperar el tiempo perdido con dicho ejercicio. Pública o privada, “la
autobiografía propiamente dicha se impone como programa reconstruir una vida a lo largo
del tiempo” (pág. 08) El autor pretende recurrir a su memoria para contar los hechos del
pasado tal y como acontecieron, pero esa rememoración supone un conflicto entre el tiempo
presente y el pasado; no se puede develar el pasado en sí dentro del trabajo que es la
escritura de la autobiografía, por lo que esa reconstrucción con pretensión fiel es casi
imposible. “Solo el hombre actual tiene la palabra, lo que le permite negar el
desdoblamiento y postular exactamente lo que está en cuestión” (pág. 11), porque es él
quien, en medio de su reflexión logra ofrecer una nueva mirada a lo que ha hecho, por
tanto, afirma Gusdorf, solo dedicarse a buscar lo que haya de verdad o mentira en la
reconstrucción de la historia propia del autobiógrafo es eliminar el que su documento sea
una obra de arte, ya que la función literaria tiene prioridad sobre la función histórica y
objetiva, sin embargo, no hay que olvidar la incidencia de la significación antropológica
dentro de la ecuación; el hombre se descubre a sí mismo, se autocrea, muestra a la persona
no como es, sino como cree haber sido o como quisiera ser, y esto es lo que permite aflorar
al ser intimo que debe haber en la autobiografía y alejar lo objetivo que es lo que le
pertenece a lo biográfico, a lo histórico.

Volviendo a la idea de que la autobiografía es una obra, asegura el autor del texto, no
solamente de arte, sino también de edificación, esto se dice porque se crea a un personaje,
pero no visto desde afuera, sino desde su interior, es el héroe el mismo escritor que se
adentra a su pasado para desentrañar a su ser en el tiempo. Tiene carácter autobiográfico y
literario a la vez.

Después, se desarrolla, en el texto, la idea de que todo escrito, así no pretenda, de modo
explícito, serlo, es autobiográfico, partiendo de la premisa “la experiencia es la materia
prima de toda creación” (pág. 14), por tanto, en concordancia a esta noción, existen dos
tipos de autobiografía: “por una parte, la confesión propiamente dicha, y, por otra, toda la
obra del artista, que se ocupa del mismo material pero con toda libertad y trabajando desde
incognito” (pág. 15). Vida y obra van de la mano, porque el artista no trabaja para otra cosa
que para construir su misma autobiografía. Esto se puede, por ejemplo, reflejar en Balzac,
quien dice que: “los grandes acontecimientos de mi vida son mis obras” y en Chateaubriand
cuando Thibaudet lo respalda tras las acusaciones que hacen sobre haber falsificado sus
memorias: “su manera de ordenar a posteriori su vida consustancial con su arte. Es una
información, no una deformación. No podemos separar sus mentiras de su estilo.” (pág. 16)

A manera de conclusión, Gusdorf consolida que, a pesar de que la pretensión del autor sea
dejar testimonio de su propia perspectiva de vida para darle sentido a través de la escritura
de ella, no es él quien tiene palabra definitiva, y no, de manera exacta, por el hecho de que
puede haber datos imprecisos o cosas que nunca sucedieron en el registro que se hace ante
los ojos de un crítico imparcial, sino porque se encuentra con una lucha constante con la
verdad que es inalcanzable, por ser una batalla que no tiene fin. “La creación artística es
una lucha con el ángel, en la que tanto el creador como su enemigo están seguros de vencer.
El creador lucha contra su sombra, con la única seguridad de que jamás la podrá apresar”
(pág. 17)

BIBLIOGRAFIA:

Gusdorf, G. (1991) Condiciones y límites de la autobiografía. Suplemento Anthropos.

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