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Aunque un género esté, en apariencia, constituido de manera sólida por lo mucho que ha
sido explorado, puede que no todo esté dicho, y es en esta premisa que George Gusdorf se
apoya para escribir el texto Condiciones y límites de la autobiografía (1991), en él, el autor
asegura que “tal vez no es demasiado tarde para preguntarnos por el sentido de tal empresa
y por sus condiciones y posibilidades, a fin de entresacar las presuposiciones implícitas”
(pág. 01) haciendo referencia a la escritura de la autobiografía.
“El autor de una autobiografía se impone como tarea el contar su propia historia; se trata
para él, de reunir elementos dispersos de su vida personal y de agruparlos en un esquema de
conjunto” (pág. 06) Se trata de que sea el dueño de la historia quien sea la construya a partir
de lo que él cree que es importante, pues nadie le conoce mejor que él, así otros intenten la
tarea, siempre se van a quedar con lo exterior y se les escapará lo que a él no: lo personal.
A menudo, las autobiografías resultan ser de hombres ilustres retirados que quieren contar
sus hazañas para que estas trasciendan. Estas son autobiografías a las que Gusdorf les llama
autobiografías públicas. Con ellas, se logra que los datos que ya han recogido historiadores
que han hecho biografías sobre los mismos se complementen. Por otra parte, están las
autobiografías privadas, cuyo ejercicio reside en que el escritor evoque su pasado como si
quisiera recuperar el tiempo perdido con dicho ejercicio. Pública o privada, “la
autobiografía propiamente dicha se impone como programa reconstruir una vida a lo largo
del tiempo” (pág. 08) El autor pretende recurrir a su memoria para contar los hechos del
pasado tal y como acontecieron, pero esa rememoración supone un conflicto entre el tiempo
presente y el pasado; no se puede develar el pasado en sí dentro del trabajo que es la
escritura de la autobiografía, por lo que esa reconstrucción con pretensión fiel es casi
imposible. “Solo el hombre actual tiene la palabra, lo que le permite negar el
desdoblamiento y postular exactamente lo que está en cuestión” (pág. 11), porque es él
quien, en medio de su reflexión logra ofrecer una nueva mirada a lo que ha hecho, por
tanto, afirma Gusdorf, solo dedicarse a buscar lo que haya de verdad o mentira en la
reconstrucción de la historia propia del autobiógrafo es eliminar el que su documento sea
una obra de arte, ya que la función literaria tiene prioridad sobre la función histórica y
objetiva, sin embargo, no hay que olvidar la incidencia de la significación antropológica
dentro de la ecuación; el hombre se descubre a sí mismo, se autocrea, muestra a la persona
no como es, sino como cree haber sido o como quisiera ser, y esto es lo que permite aflorar
al ser intimo que debe haber en la autobiografía y alejar lo objetivo que es lo que le
pertenece a lo biográfico, a lo histórico.
Volviendo a la idea de que la autobiografía es una obra, asegura el autor del texto, no
solamente de arte, sino también de edificación, esto se dice porque se crea a un personaje,
pero no visto desde afuera, sino desde su interior, es el héroe el mismo escritor que se
adentra a su pasado para desentrañar a su ser en el tiempo. Tiene carácter autobiográfico y
literario a la vez.
Después, se desarrolla, en el texto, la idea de que todo escrito, así no pretenda, de modo
explícito, serlo, es autobiográfico, partiendo de la premisa “la experiencia es la materia
prima de toda creación” (pág. 14), por tanto, en concordancia a esta noción, existen dos
tipos de autobiografía: “por una parte, la confesión propiamente dicha, y, por otra, toda la
obra del artista, que se ocupa del mismo material pero con toda libertad y trabajando desde
incognito” (pág. 15). Vida y obra van de la mano, porque el artista no trabaja para otra cosa
que para construir su misma autobiografía. Esto se puede, por ejemplo, reflejar en Balzac,
quien dice que: “los grandes acontecimientos de mi vida son mis obras” y en Chateaubriand
cuando Thibaudet lo respalda tras las acusaciones que hacen sobre haber falsificado sus
memorias: “su manera de ordenar a posteriori su vida consustancial con su arte. Es una
información, no una deformación. No podemos separar sus mentiras de su estilo.” (pág. 16)
A manera de conclusión, Gusdorf consolida que, a pesar de que la pretensión del autor sea
dejar testimonio de su propia perspectiva de vida para darle sentido a través de la escritura
de ella, no es él quien tiene palabra definitiva, y no, de manera exacta, por el hecho de que
puede haber datos imprecisos o cosas que nunca sucedieron en el registro que se hace ante
los ojos de un crítico imparcial, sino porque se encuentra con una lucha constante con la
verdad que es inalcanzable, por ser una batalla que no tiene fin. “La creación artística es
una lucha con el ángel, en la que tanto el creador como su enemigo están seguros de vencer.
El creador lucha contra su sombra, con la única seguridad de que jamás la podrá apresar”
(pág. 17)
BIBLIOGRAFIA: