Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Transversal:
Compendio
Bibliográfico
Stephanie Miranda Moreno
Literatura
ALFONSO REYES
Alfonso Reyes nació el 17 de mayo de 1889 en Monterrey, México. Su padre, el
general Bernardo Reyes, era por entonces gobernador del estado de Nuevo León
y de y Doña Aurelia Ochoa de Reyes. Estudió en la escuela Manuela G. Viuda de
Sada, el Instituto de Varones de Jesús Loreto y el Colegio Bolívar, y el bachillerato
en el Liceo Francés de la Ciudad de México, y estudió Derecho en esta ciudad.
En 1909 fundó, conjuntamente con otros escritores como Pedro Henríquez Ureña,
Antonio Caso y José Vasconcelos Calderón, el Ateneo de la Juventud. Cuando
tenía 21 años de edad, publicó su primer libro Cuestiones Estéticas.
La Revolución Mexicana, de 1910, trajo funestas consecuencias a la familia
Reyes.
En agosto de 1912 fue nombrado secretario de la Escuela Nacional de Altos
Estudios, y en 1913 fue nombrado parte de la Legación de México en Francia. Su
padre participó en un golpe de estado en contra del presidente Francisco I.
Madero, lo que derivaría en la lucha fraticida conocida como la decena trágica, y
murió el primer día de la contienda, esto hizo imposible que Reyes pudiese
regresar al país, y decidió vivir en España donde permaneció hasta 1924. Fue
colaborador de la Revista de Filología Española, de la Revista de Occidente y de
la Revue Hispanique. En España se consagró a la literatura y la combinó con el
periodismo; trabajó en el Centro de Estudios Históricos de Madrid bajo la dirección
de Don Ramón Menéndez Pidal. Una vez asentados los vientos de la revolución,
la fama de Reyes en Europa llegó a México y el gobierno lo incorporó al servicio
diplomático, fue nombrado segundo secretario de la Legación de México en
España, Encargado de negocios en España, Ministro en Francia, y Embajador en
Argentina hasta 1930, en Buenos Aires Reyes convivió con la brillante generación
literaria, Victoria Ocampo le presentó a Xul Solar, Leopoldo Lugones, Jorge Luis
Borges, Adolfo Bioy Casares y Paul Groussac. Después fue enviado a Brasil, y en
abril de 1939 presidió la Casa de España en México, una institución fundada
principalmente por refugiados de la Guerra Civil Española y que después se
convertiría en el prestigiado Colegio de México. Fue miembro de número de la
Academia Mexicana de la Lengua.
Reyes se convirtió en el principal animador de la investigación literaria en México,
y uno de los mejores críticos y ensayistas en lengua castellana.
Murió en 1959 en ciudad de México, víctima de una afección cardiaca.
Sus obras completas abarcan veintiséis volúmenes que incluyen: libros de versos,
crítica, ensayos y memorias, novelas, archivo, prólogos y ediciones comentadas,
traducciones y doscientos dos libros en total.
Entre ellos destacan:
Cartones de Madrid (1917)
Visión de Anáhuac (1917)
Simpatías y diferencias (1921-1926)
Ifigenia cruel (1924)
La crítica en la Edad Ateniense (1945)
La antigua retórica (1942)
Junta de sombras (1949)
El deslinde (1944)
Letras de la Nueva España (1948)
Ultima tule (1942)
Tentativas y Orientaciones (1944)
Norte y Sur (1945)
PREMIOS
ENLACES
http://www.alfonsoreyes.org/
http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/a_reyes/default.htm
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2200
http://www.poesia-inter.net/indexar.htm
http://www.los-poetas.com/PICTOS/rey1.htm© Escritores.org. Contenido
protegido. Más información: https://www.escritores.org/recursos-para-
escritores/19593-copias
0.1 Alfonso Reyes
Ya sabe la flor lo que la espera. Los poetas se lo han revelado mil veces. Pero hay
una flor perdurable, y es la de las artes o las letras, la que se nombra o la que se
figura, la ausente de todo ramillete, que decía el maestro Mallarmé. Cuando todas
estas maravillas naturales se hayan marchitado, todavía seguirán luciendo, con
intacta virtud, esos cuadros y aquellos poemas en que el hombre se ha apoderado
de las primaveras del mundo. Sólo así cobran, como en los ensueños de Díaz Mirón,
II
Por mi mano plantado tengo un huerto.
Fray Luis de León
Pero ¿por qué hablar de la flor y no de la planta? ¿De una cabeza degollada, y no
del cuerpo cabal que la sustenta? Y hablar de la planta ¿no es ya, en cierto modo,
comenzar a hablar de la agricultura? Procedamos del ramillete al jardín, y del jardín
al campo.
La agricultura es la base física de la civilización. No sólo base de origen, sino base
permanente: con ella comienza la ciudad. Pues, como decía Aristóteles, la
ganadería es una manera de cultivo para cosechas en movimiento. Y la «metalería»,
podemos añadir, es una manera de cosecha para un género de plantas rígidas que,
dichosa o desgraciadamente, no nos es dable sembrar ni fomentar a nuestro
arbitrio.
Hay más: la conservación de nuestra especie es también un orden agrícola, y el
orden agrícola le es tan principal que aun desvanece ciertas fronteras entre bestias
y hombres. Así se explica que los antiguos consideraran al buey, auxiliar de la
agricultura, asociado al hogar del hombre y que comparte su existencia y su casa,
como un miembro más de la tribu, unido a ella por los vínculos totémicos de la
sangre. El sacrificio del buey es considerado como una excelsa y dolorosa oferta a
los dioses. La magia inventa fraudes para tranquilizar la conciencia, convenciendo
al hombre de que el propio buey ha solicitado el sacrificio; y el cuchillo con que se
lo mata es juzgado por delito de sangre y arrojado al mar en castigo. Las
hecatombes de los guerreros de la Ilíada eran verdaderas carnicerías de reses,
porque se vivía en áspero régimen de guerra. Pero cuando los guerreros regresan
a su vida pacífica, vuelven al respeto tradicional. En casa de Néstor, mientras los
destazadores degüellan y asan los bueyes a presencia de la diosa Atenea, las
mujeres se deshacen en lamentaciones y gritos: mueren algunos de los suyos,
aquellos compañeros de labor a quienes precisamente las mujeres seguían,
arreándolos por los surcos.
En una novela de Aldous Huxley, cierto químico se pregunta con angustia qué
porvenir reservaría la política a un plan cuyo objeto fuera evitar el desperdicio del
fósforo. El fósforo es indispensable a la vida, y resulta que plantas, animales y
hombres destruimos las reservas de la naturaleza, sin poder crear restituciones. Así,
en unos millones de años, la vida habrá desaparecido.
Esta relación entre el ser y su ambiente, que la ciencia llama ecología y es condición
de la existencia, admite, en todo caso, el ser sometida a la previsión humana, bajo
una proporción práctica, ya que no bajo la proporción cósmica del sabio de Huxley.
La política agrícola es indispensable a la conservación social, y más en tiempos
como el presente, cuando el caballo de Atila destruye la yerba que pisotean sus
cascos y hay que preparar las trojes para el hambre universal que viene después
de las guerras.
A diferencia de la mayoría de las plantas, que se alimentan exclusivamente de
sustancias inorgánicas, el hombre necesita, como el animal, de sustancias
orgánicas. La base del sustento humano es agrícola en principio. Esta base agrícola
determina la subsistencia histórica y, en mucha parte, conduce la política. Para
reconocer cosa tan obvia no hace falta sentar profesión de materialismo histórico.
Mientras el hombre se consideró el centro y el amo de la naturaleza, al modo que el
sistema tolemaico ponía a la tierra en el centro del universo, la historia fue entendida
como iniciativa caprichosa de unos cuantos héroes. El monarca persa mandaba
azotar al mar, que no permitía bogar a sus flotas. Un día acontece la revolución
copernicana en la Historia. Y hoy el mismo Napoleón, héroe si los hay, nos aparece
como un satélite más, arrastrado en los torbellinos de los grandes mercados. El
héroe victorioso sólo se caracteriza por una conciencia más clara de los destinos.
Alfonso Reyes
Visión de Anáhuac (1519)
I
Viajero: has llegado a la
región más transparente del aire.
En la era de los descubrimientos, aparecen libros llenos de noticias extraordinarias
y amenas narraciones geográficas. La historia, obligada a descubrir nuevos
mundos, se desborda del cauce clásico, y entonces el hecho político cede el puesto
a los discursos etnográficos y a la pintura de civilizaciones. Los historiadores del
siglo xvi fijan el carácter de las tierras recién halladas, tal como éste aparecía a los
ojos de Europa: acentuado por la sorpresa, exagerado a veces. El diligente Giovanni
Battista Ramusio publica su peregrina recopilación Delle Navigationi et Viaggi en
Venecia en el año de 1550. Consta la obra de tres volúmenes in-folio, que luego
fueron reimpresos aisladamente, y está ilustrada con profusión y encanto. De su
utilidad no puede dudarse: los cronistas de Indias del Seiscientos (Solís al menos)
leyeron todavía alguna carta de Cortés en las traducciones italianas que ella
contiene.
La mazorca de Ceres y el plátano paradisíaco, las pulpas frutales llenas de una miel
desconocida; pero, sobre todo, las plantas típicas: la biznaga mexicana —imagen
del tímido puerco espín—, el maguey (del cual se nos dice que sorbe sus jugos a la
roca), el maguey que se abre a flor de tierra, lanzando a los aires su plumero; los
«órganos» paralelos, unidos como las cañas de la flauta y útiles para señalar la
linde; los discos del nopal —semejanza del candelabro—, conjugados en una
superposición necesaria, grata a los ojos: todo ello nos aparece como una flora
emblemática, y todo como concebido para blasonar un escudo. En los agudos
contornos de la estampa, fruto y hoja, tallo y raíz, son caras abstractas, sin color
que turbe su nitidez.
Esas plantas protegidas de púas nos anuncian que aquella naturaleza no es, como
la del sur o las costas, abundante en jugos y vahos nutritivos. La tierra de Anáhuac
apenas reviste feracidad a la vecindad de los lagos. Pero, a través de los siglos, el
hombre conseguirá desecar sus aguas, trabajando como castor; y los colonos
devastarán los bosques que rodean la morada humana, devolviendo al valle su
carácter propio y terrible: —En la tierra salitrosa y hostil, destacadas profundamente,
erizan sus garfios las garras vegetales, defendiéndose de la seca—.
Abarca la desecación del valle desde el año de 1449 hasta el año de 1900. Tres
razas han trabajado en ella, y casi tres civilizaciones —que poco hay de común
entre el organismo virreinal y la prodigiosa ficción política que nos dio treinta años
de paz augusta—. Tres regímenes monárquicos, divididos por paréntesis de
anarquía, son aquí ejemplo de cómo crece y se corrige la obra del Estado, ante las
mismas amenazas de la naturaleza y la misma tierra que cavar. De Netzahualcóyotl
al segundo Luis de Velasco, y de éste a Porfirio Díaz, parece correr la consigna de
secar la tierra. Nuestro siglo nos encontró todavía echando la última palada y
abriendo la última zanja.
Es la desecación de los lagos como un pequeño drama con sus héroes y su fondo
escénico. Ruiz de Alarcón lo había presentido vagamente en su comedia de El
semejante a sí mismo. A la vista de numeroso cortejo, presidido por Virrey y
Arzobispo, se abren las esclusas: las inmensas aguas entran cabalgando por los
tajos.
Cuando los creadores del desierto acaban su obra, irrumpe el espanto social.
Nuestra naturaleza tiene dos aspectos opuestos. Uno, la cantada selva virgen de
América, apenas merece describirse. Tema obligado de admiración en el Viejo
Mundo, ella inspira los entusiasmos verbales de Chateaubriand. Horno genitor
donde las energías parecen gastarse con abandonada generosidad, donde nuestro
ánimo naufraga en emanaciones embriagadoras, es exaltación de la vida a la vez
que imagen de la anarquía vital: los chorros de verdura por las rampas de la
montaña; los nudos ciegos de las lianas; toldos de platanares; sombra engañadora
de árboles que adormecen y roban las fuerzas de pensar; bochornosa vegetación;
largo y voluptuoso torpor, al zumbido de los insectos. ¡Los gritos de los papagayos,
el trueno de las cascadas, los ojos de las fieras, le dard empoisonné du sauvage!
En estos derroches de fuego y sueño —poesía de hamaca y de abanico— nos
superan seguramente otras regiones meridionales.
Lo nuestro, lo de Anáhuac, es cosa mejor y más tónica. Al menos, para los que
gusten de tener a toda hora alerta la voluntad y el pensamiento claro. La visión más
propia de nuestra naturaleza está en las regiones de la mesa central: allí la
vegetación arisca y heráldica, el paisaje organizado, la atmósfera de extremada
nitidez, en que los colores mismos se ahogan —compensándolo la armonía general
del dibujo—; el éter luminoso en que se adelantan las cosas con un resalte
individual; y, en fin, para de una vez decirlo en las palabras del modesto y sensible
Fray Manuel de Navarrete:
Apoyados en estas premisas, podemos adelantar desde ahora la siguiente afirmación: la belleza
de la prosa de Alfonso Reyes radica en la conjunción de los valores fonéticos y semánticos
contenidos en las palabras mismas, y en los valores procedentes de su espíritu, de su universo
interior. Como el significado de las palabras nos remite por fuerza a lo semántico, a aquello que
el escritor pretende develar con su lenguaje, es difícil desprender estos valores del valor de las
palabras mismas. No obstante, a sabiendas de la dificultad que esta empresa implica,
intentaremos identificarlos.
Ya en otra ocasión propusimos, como definición del ensayo, el escrito dedicado al planteamiento
de una idea, a la recuperación de un recuerdo, a la presentación de crónicas o testimonios de
experiencias intelectuales, sociales, culturales o políticas. A esta definición nos acogemos ahora
para referirnos a ciertos ensayos o escritos de Alfonso Reyes.
Es necesario formular esta acotación, porque los textos en prosa de Alfonso Reyes cubren una
inmensa variedad de propósitos. Existen desde los meramente enfocados a comunicar cierta
información, hasta los trabajos sistemáticos donde plantea una tesis o la exposición metódica de
un problema, como en El deslinde. Prolegómenos a la teoría literaria, obra que, según un crítico,
Alfonso Reyes escribió con prosa árida y llena de tecnicismos, dejando de lado la elegancia en
las frases. En este amplio espectro existe una gama infinita de variantes, desde el artículo
periodístico hasta el texto de crítica literaria, y una serie de escritos, más breves que largos,
donde el autor recogió impresiones o juicios sobre diversas circunstancias vitales.
Siento por Alfonso Reyes una grande admiración. Difícilmente podría asegurar cuál
es la personalidad que en él predomina, si la del crítico de cultura honda y vasta o la
del literato refinadísimo.
En su primer libro, Cuestiones estéticas (París, 1911), se recogen textos redactados entre 1908
y 1910, cuando el autor contaba entre diecisiete y veintiún años de edad. Uno de ellos, escrito
en 1909, se titula «Sobre el procedimiento ideológico de Stéphane Mallarmé». En él se ofrece al
lector un estudio sobre la posición asumida por Mallarmé en el proceso verbal de la creación
poética. Según Reyes, el poeta francés intentó lo inalcanzable: lograr que el lenguaje tradujera
en palabras todo aquello que se agita en su interior. La cita es larga, pero merece recogerse
completa:
Esfuerzo poderoso para perfeccionar el tosco lenguaje, anhelo sabio y
meditado de hacer más directa la manifestación literaria; rebeldía de una
mente original, nueva, integrada, por traer el medio defectuoso a la obediencia
de los fines y de los modos de pensar; delirio, en suma, de perfección; tenaz
empeño de pulir todo frotamiento, de destruir toda aspereza; obra tan vasta y
de tan pasmosa congruencia racional que, con ser sólo de lingüística, supone,
de por sí, la solución de muchos y más profundos problemas y acaso la de la
soñada correspondencia cabal entre las cosas y la voluntad teórica; éste fue el
empeño de Stéphane Mallarmé y en tan vasta obra se gastaron todos sus
alientos.1
Humanista
Ensayista
Preceptista
Prosista
Cuentista
Narrador
Traductor
Profesor
Dramador
Memorialista
Periodista
Poeta, inventor.
Si trece Alfonsos Reyes
—y el rabo por desollar—
el singular
¿qué tal?
Más vale el as que el rey,
pero al plural
¿qué tal?
Si trece Alfonsos Reyes
el singular
¿qué tal?
Max Aub, 1949
La tarea imposible a la que se dedicó Mallarmé proviene del problema de nuestro lenguaje,
derivado de su estructura en letras y palabras, en «elementos distintos y separados», que no
responden al «dinamismo esencial de nuestras almas en su continua y fugaz carrera» y, en
suma, de que nuestro interior está poblado de «pensamientos y no de palabras, de imágenes
interiores y no de ruidos expresados».2 Se trata del problema de todo lenguaje, es decir, de
todos los que utilizan el lenguaje para exteriorizar su pensamiento y sus imágenes; de los
poetas, que intentan expresar su mundo interior en palabras. Años más tarde, treinta y tres,
para ser exactos, Alfonso Reyes retomó este desajuste vital de todo escritor en su libro El
deslinde, con el fin de explicar el problema de la creación poética.
Ya sean poetas, narradores o dramaturgos, no todos los escritores teorizan acerca de su trabajo.
Alfonso Reyes sí lo hizo. A lo largo de su trayectoria, su obra contiene incontables reflexiones
sobre la creación literaria. La mencionada arriba es una de las primeras, y después de ella
escribió un buen número de textos en torno a este tipo de problemas teóricos. Sólo de los
treinta ensayos que integran el primer volumen de sus Obras completas, escritos entre 1907 y
1913, por lo menos en cuatro se dedica a reflexionar sobre los problemas de la creación, y en
muchos más, quizá en todo el resto, aborda la crítica literaria, lo que nos muestra a un Reyes
entregado a la tarea literaria desde sus años juveniles.
Este primer volumen de su obra completa contiene toda la prosa escrita por el autor antes de su
partida a París en 1913, poco después de la trágica muerte de su padre, aunque varios de los
textos (ensayos, cuentos y poesía) no se publicarían sino hasta más tarde. Lo que Reyes escribió
tras esta etapa, incluida su poesía, es diferente: se advierte en su estilo una mayor capacidad
expresiva cuyo sustento es una estructura equilibrada y una conciencia más clara del ritmo, de
los tiempos que permiten a la prosa enriquecerse en el proceso del discurso lingüístico. Un año
después de su arribo a París, el estallido de la Gran Guerra, aunado a los problemas que se
derivaron de una decisión gubernamental en México que afectó a nuestra legación en Francia, lo
obligó a partir. Reyes decidió no regresar a su país y se fue a radicar en Madrid. Un año
después, en 1915, acuciado por la lejanía de la patria, escribió Visión de Anáhuac, un bello texto
en prosa que fue reconocido, desde su primera edición en 1917, como una obra donde el
castellano alcanza una de sus más altas expresiones. Además de la prosa, en este ensayo
destaca la concepción de conjunto, donde predomina la presentación visual: inicia con una
dimensión abierta para continuar con un acercamiento de la imagen, procediendo en cada paso
a la observación directa de lo que es propiamente el objeto de la visión, la gran ciudad de
Tenochtitlán; de ahí describe sus calzadas, mercados, el templo y, finalmente, el palacio de
Moctezuma. Todo un mundo perdido que se recobra por la palabra.
Alfonso Reyes. París, 1924. G.R. Manuel/Fotógrafo.
Tras Visión de Anáhuac vinieron Cartones de Madrid (1917), El plano oblicuo y Retratos reales e
imaginarios (1920), El cazador y la Primera y Segunda Serie de Simpatías y
diferencias (1921), Huellas, poesía (1922) y Calendario (1924), obra con la que concluye la
etapa de su primera época mexicana, los textos de París en 1914 y la producción literaria escrita
durante sus años de Madrid. Con excepción de Huellas, el resto es prosa: un volumen de relatos
y varios de ensayo. En este largo periodo, que si lo referimos a la obra escrita empieza en 1905
y termina en 1924, se define la línea de creación que Alfonso Reyes seguirá el resto de su
trayectoria: el cultivo de la poesía y el ensayo, primordialmente, y algunas narraciones.
Los libros sistemáticos no aparecieron sino años después, a partir de El deslinde, publicado en
1944. Cuando esto ocurrió, ya hacía mucho tiempo que Pedro Henríquez Ureña le había
reclamado a Reyes no escribir obras de mayor envergadura y haberse quedado en los múltiples
textos (ensayos) que comprendían su obra. Al concluir El deslinde, Alfonso Reyes le escribió una
carta a su amigo Henríquez Ureña, en la que le decía:
Carlos Monsiváis
Carlos Monsiváis
(Ciudad de México, 1938 - 2010) Ensayista, cronista y narrador mexicano
considerado una de las inteligencias más lúcidas de la cultura de su país. Cursó
estudios en la Escuela Nacional de Economía y en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad Nacional. Dirigió suplementos culturales en los más importantes
diarios y revistas de México y durante mucho tiempo fue asiduo colaborador de
múltiples publicaciones periódicas. Con el tiempo llegaría a ser cofundador y director
de destacados diarios que ejercerían una gran influencia en el desarrollo del
periodismo mexicano. Debe destacarse, por otro lado, su labor como investigador
en el Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
Dotado desde muy joven de un vasto bagaje cultural, su humanismo polifacético
hizo de Monsiváis uno de los pensadores que mejor supo indagar en los aspectos
fundamentales de la sociedad, la política y la cultura mexicanas. Monsiváis cultivó
especialmente la crónica y el ensayo, con una temática y un interés estrechamente
relacionados con los problemas actuales y comprometidos con las luchas populares
de México y América Latina. Su aguda inteligencia se manifiesta a través de una
eficaz ironía y de su estilo crítico, festivo y desenfadado.
Sus crónicas periodísticas se recopilaron en numerosos volúmenes: Principios y
potestades (1969); Días de guardar (1971), sobre la matanza de estudiantes en la
plaza de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, durante el mandato de Gustavo Díaz
Ordaz; Amor perdido (1976), libro centrado en algunas figuras míticas del cine, la
canción popular, el sindicalismo, la militancia de izquierda y la ideología burguesa;
Entrada libre (1987), donde recogió sus crónicas sobre la nueva sociedad mexicana;
Escenas de pudor y liviandad (1988), que disecciona con humor, acidez y ternura el
mundo del espectáculo; Los rituales del caos (1995), donde pinta una panorama
desolador, en medio de la debacle de la clase política y la crisis de la democracia;
y otras recopilaciones como Sabor a PRI, ¿De qué se ríe el licenciado? y Rostros
del cine mexicano.
Pero su género predilecto fue el ensayo, en el que trató variados temas relacionados
con la cultura mexicana. Destacan entre ellos Características de la cultura nacional
(1969); Historias para temblar: 19 de septiembre de 1985 (1988); Aires de familia:
cultura y sociedad en América Latina (2000) y Yo te bendigo, vida (2002), sobre la
vida y la obra de Amado Nervo. Editó además diversas antologías literarias en las
que su puso de relieve su reivindicación de la poesía y la canción popular: La poesía
mexicana del siglo XX (1966), La poesía mexicana II, 1914-1979 (1979), La poesía
mexicana III (1985), Lo fugitivo permanece. 20 cuentos mexicanos (1990) o
Amanecer en el valle del Sinú: antología poética (2006), a partir de la obra del poeta
Raúl Gómez Jattin.
Entre sus textos biográficos destaca el dedicado a la singular artista mexicana Frida
Kahlo (Frida Kahlo: una vida, una obra, 1992). Su única incursión en la narrativa fue
el Nuevo catecismo para indios remisos (1982). Recibió entre otros reconocimientos
el premio Villaurrutia (1996) y el Anagrama de Ensayo (2000), que le fue concedido
en España por su obra Aires de familia: cultura y sociedad en América Latina. En
2006 recibió el premio Juan Rulfo y publicó Imágenes de la tradición viva. Sus
últimos títulos fueron Las alusiones perdidas (2007) y El 68, la tradición de la
resistencia (2008).
ENSAYOS:
Principados y potestades (1969)
Días de guardar (1970)
«Notas sobre la cultura mexicana en el siglo XX» en Historia General de
México (1976)
Amor perdido (1977)
El crimen en el cine (1977)
Cultura urbana y creación intelectual.
El caso mexicano (1981)
Cuando los banqueros se van (1982)
De qué se ríe el licenciado.
Una crónica de los 40 (1984)
ENSAYOS DE BORGUES
Este texto gira en torno a una de las curiosidades expuesta en un ensayo de Borges,
El idioma analítico de John Wilkins. Esta curiosidad a la que nos referimos es “la
posibilidad y principios de un lenguaje mundial”.Lo que pretendía Wilkins era unificar
todos los pensamientos humanos en un solo idioma.Nada se puede definir ni
clasificar, pues, por ejemplo, algo tan simple como el Derecho, es a su vez, algo
complicado, ya que en cada país, el Derecho abarca unos temas distintos, o se
aplica de forma diferente. Pues en todo el mundo, hay varias familias jurídicas que
hace que en cada sitio, el derecho se aplique de distinta forma.Vamos a ver un poco
todas las familias jurídicas, y después nos centraremos en las más abundantes: La
familia neorrománica y la Familia del common law.La primera es los sistemas
mixtos. Consiste en la existencia de varias tradiciones jurídicas dentro de un mismo
sistema.Continuamos por la familia islámica. Ésta es un conjunto de países que
llevan acabo la misma religión, que es el Islam.Ahora hablaremos de los sistemas
religiosos. Éstos no tienen tradición jurídica común, por lo que no se les puede
llamar familia.Finalmente vamos a ir con las familias jurídicas más abundantes, que
son la Familia Neorrománica y la Familia del Common Law. Empezaremos con la
neorrománica. Esta familia es la que se da aquí en España, entre otros muchos
sitios. Vuelca toda su preocupación en los valores de justicia y moral. Tiene sus
raíces en el Derecho Romano, por lo que se considera la familia jurídica más
antigua. Éste pasó por tres etapas: -La primera de todas fue La Monarquía, donde
había poder absoluto, regía la costumbre y la rigidez.-La segunda etapa fue La
Republica, aquí se originaron tanto el senado como las principales fuentes de este
derecho.-Finalmente, la última de estas etapas fue El Imperio. Fue en este momento
donde se fueron creando las constituciones imperiales.Esta familia se caracteriza
por que la ley es la fuente principal del derecho, por la importancia que tiene la
Codificación del Derecho, por la separación existente entre el derecho privado y el
derecho público y, finalmente, porque el derecho procesal es un derecho escrito y
no oral.Ahora pasamos a la Familia del Common Law. Esta familia de sistemas se
anexionó a una tradición jurídica que surgió en Inglaterra en el siglo XIX. Sus
normas jurídicas se crean mediante las decisiones dadas en la sentencia judicial.
Hay una serie de diferencias dadas entre la familia neorrománica y la familia del
common law. La diferencia más importante se encuentra en sus fuentes del
derecho.
https://www.escritores.org/recursos-para-escritores/19593-copias
https://www.caracteristicas.co/jorge-luis-borges/
Octavio Paz
(Ciudad de México, 1914 - id., 1998) Escritor mexicano. Junto con Pablo Neruda y
César Vallejo, Octavio Paz conforma la tríada de grandes poetas que, tras el declive
del modernismo, lideraron la renovación de la lírica hispanoamericana del siglo XX.
El premio Nobel de Literatura de 1990, el primero concedido a un autor mexicano,
supuso asimismo el reconocimiento de su inmensa e influyente talla intelectual, que
quedó reflejada en una brillante producción ensayística.
Nieto del también escritor Ireneo Paz, los intereses literarios de Octavio Paz se
manifestaron de manera muy precoz, y publicó sus primeros trabajos en diversas
revistas literarias. Estudió en las facultades de Leyes y de Filosofía y Letras de la
Universidad Nacional. Sus preocupaciones sociales también se dejaron sentir
prontamente, y en 1937 realizó un viaje a Yucatán con la intención de crear una
escuela para hijos de trabajadores. En junio de ese mismo año contrajo matrimonio
con la escritora Elena Garro (que le daría una hija y de la que se separaría años
después) y abandonó sus estudios académicos para realizar, junto a su esposa, un
viaje a Europa que sería fundamental en toda su trayectoria vital e intelectual.
En París tomó contacto, entre otros, con César Vallejo y Pablo Neruda, y fue
invitado al Congreso de Escritores Antifascistas de Valencia. Hasta finales de
septiembre de 1937 permaneció en España, donde conoció personalmente a
Vicente Huidobro, Nicolás Guillén, Antonio Machado y a destacados poetas de la
generación del 27, como Rafael Alberti, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Emilio
Prados y Manuel Altolaguirre. Además de visitar el frente, durante la Guerra Civil
española (1936-1939) escribió numerosos artículos en apoyo de la causa
republicana.
Tras volver de nuevo a París y visitar Nueva York, en 1938 regresó a México y allí
colaboró intensamente con los refugiados republicanos españoles, especialmente
con los poetas del grupo Hora de España. Mientras, trabajaba en un banco y
escribía diariamente una columna de política internacional en El Popular, periódico
sindical que abandonó por discrepancias ideológicas. En 1942 fundó las revistas
Tierra Nueva y El Hijo Pródigo.
Desde finales de 1943 (año en que recibió una beca Guggenheim para visitar los
Estados Unidos) hasta 1953, Octavio Paz residió fuera de su país natal: primero en
diversas ciudades norteamericanas y, concluida la Segunda Guerra Mundial, en
París, después de ingresar en el Servicio Exterior mexicano. En la capital francesa
comenzó su alejamiento del marxismo y el existencialismo para acercarse a un
socialismo utópico y sobre todo al surrealismo, entendido como actitud vital y en
cuyos círculos se introdujo gracias a Benjamin Péret y principalmente a su gran
amigo André Breton.
De nuevo en México, fundó en 1955 el grupo poético y teatral Poesía en Voz Alta,
y posteriormente inició sus colaboraciones en la Revista Mexicana de Literatura y
en El Corno Emplumado. En las publicaciones de esta época defendió las
posiciones experimentales del arte contemporáneo. En la década de los 60 volvió
al Servicio Exterior, siendo destinado como funcionario de la embajada mexicana
en París (1960-1961) y más tarde en la de la India (1962-1968); en este último país
conoció a Marie-José Tramini, con la que se casó en 1964. En 1966 editó con José
Emilio Pacheco y Homero Aridjis la antología Poesía en movimiento. Cerró su
actividad diplomática en 1968, cuando renunció como protesta contra la política
represiva del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz frente el movimiento democrático
estudiantil, que culminó con la matanza en la Plaza de las Tres Culturas de
Tlatelolco.
Ejerció desde entonces la docencia en universidades americanas y europeas, a la
vez que proseguía su infatigable labor cultural impartiendo conferencias y fundando
nuevas revistas, como Plural (1971-1976) o Vuelta (1976). En 1990 se le concedió
el Nobel de Literatura, coronación a una ejemplar trayectoria ya previamente
reconocida con el máximo galardón de las letras hispanoamericanas, el Premio
Cervantes (1981), y que se vería de nuevo premiada con el Príncipe de Asturias de
Comunicación y Humanidades (1993).
Obra ensayística
Poeta, narrador, ensayista, traductor, editor y gran impulsor de las letras mexicanas,
Paz se mantuvo siempre en el centro de la discusión artística, política y social del
país. Tanto la curiosidad insaciable como la variedad de sus intereses y su aguda
inteligencia analítica se hicieron patentes en sus numerosos ensayos, que cubrieron
una amplia gama de temas, desde el arte y la literatura hasta la sociología y la
lingüística, pasando por la historia y la política. La enjundia, la profundidad y la
sutileza caracterizan estos textos.
De tema literario son El arco y la lira (1959), profunda reflexión sobre la creación
poética, y Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe (1982), completo estudio
sobre la obra y la compleja personalidad de Juana Inés de la Cruz, poetisa mexicana
del siglo XVII. La identidad mexicana es en cambio el tema de El laberinto de la
soledad (1950) y Posdata (1970). De sus últimos ensayos cabe destacar La llama
doble (1993). La obra recorre la literatura universal en busca de la génesis de
la idea poética del amor, el amor cortés provenzal, del que halla precedentes
en las milenarias religiones indias y chinas y en el helenismo (con su fusión
de Oriente y Occidente). Después de los poetas provenzales, el cristianismo
desarboló el amor cortés; la pasión carnal, consumación del amor, fue
relegada en favor de la divinización del objeto amado (Dante, Petrarca y el
neoplatonismo).
Según el autor, hubo que esperar a la Revolución Francesa para que el amor
recobrase su humanidad en manos de poetas y prosistas. Pero en el mundo
moderno, la revolución sexual de 1968 condujo al fin del alma a manos del
materialismo científico; dicho de otro modo, el amor ha sido víctima de la
crisis de la idea de persona: un pesimismo extremo cierra esta obra.
ENSAYOS
Cuadrivio (1965)
Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo (1967)
Conjunciones y disyunciones (1969)
Los hijos del limo (1974)
El ogro filantrópico (1979)
Hombres de su siglo (1984).
Introducción
Hemos querido comenzar esta reflexión con unas palabras pronunciadas por el
escritor mexicano en la Academia Sueca de la Lengua, pues creemos que
simbolizan en parte lo que pretende este trabajo. Sabemos que la tarea que nos
hemos impuesto es compleja, tan compleja como la literatura misma, pues ella -
como toda creación humana- está determinada por infinitos pliegues imposibles de
abarcar en un discurso. Precisamente, ahí reside lo maravilloso del universo
literario: no se agota en un axioma, en una noción común (como en el campo de
las ciencias), se desenvuelve en un espacio cargado de simbolismos y exégesis
que no periclitan en una manifestación; vuelven una y otra vez con infinitas
facetas, cada cual más compleja que la anterior.
En el siglo XVII Nueva España era una sociedad más fuerte, próspera y civilizada
que Nueva Inglaterra pero era una sociedad cerrada no sólo al exterior sino al
porvenir. Mientras la democracia religiosa de Nueva Inglaterra se transformó, al
finalizar el siglo XVIII, en la democracia política de los Estados Unidos, Nueva
España, incapaz de resolver las contradicciones que llevaba en su seno estalló y,
en el siglo XIX, se desmoronó (Sor Juana 67).
Es indiscutible que hay grandes puntos de convergencia entre eximios autores de
la literatura americana, que van desde América del norte a Sudamérica, pero lo
que queremos destacar es que no hay una visión de conjunto acerca de los
grandes temas que ocupan al mundo occidental. América es un continente nuevo,
que va en una fase de su desarrollo material muy por detrás del mundo de las
grandes metrópolis europeas. Escribimos desarrollo material -y queremos hacer
hincapié en esto-, pues no hay un ser en el mundo que sea más o menos
desarrollado respecto de otro habitante del planeta en cuanto a sus capacidades;
por ejemplo, Cervantes no era subdesarrollado respecto de Shakespeare porque
España era materialmente menos avanzada en la revolución industrial que
Inglaterra. Si a eso se le suma el haber sido colonizados fundamentalmente por
dos grandes estados imperiales como España e Inglaterra, y en menor grado,
Francia y Portugal, con una visión de mundo católica y protestante diametralmente
opuesta, es plausible formarse una idea acabada de cuál es la sensibilidad
imperante en los espacios geográficos hispanoamericanos.
II
Los poetas románticos fueron los primeros en afirmar, lo mismo ante la religión
oficial que ante la filosofía, la anterioridad histórica y espiritual de la poesía. Para
ellos la palabra poética es la palabra de fundación. En esta afirmación temeraria
está la raíz de la heterodoxia de la poesía moderna tanto frente a las religiones
como ante las ideologías (82-3).
Otro tanto ocurre con otros poetas, como Goethe en Doctor Fausto, Mallarmé en
el Igitur o Baudelaire en Las flores del mal -por mencionar algunos-. Todos de
alguna forma retornan a saberes hermético-paganos que simultáneamente
alternan con un retorno a lo clásico griego, cuando el mundo estaba aún
involucrado con creencias místico-mágicas; hecho que no es una mera
casualidad, sino que atiende justamente a ese sentimiento de rebeldía, a causa de
la censura a este periodo anterior al cristianismo, que durante siglos la religión
oficial se había ocupado de hacer digna de la más perseverante clausura. La
retórica del escritor mexicano es contundente al respecto:
La primera operación poética que resalta se refiere al acto por el cual los
modernistas se apropian de la historia ajena como si fuera propia, lo que trae
aparejado, por inversión recíproca, experimentar la propia subjetividad como si
fuera la proyección de una otredad. Esta operación intersubjetiva mutante, y no ya
sólo subjetiva, enlaza el signo histórico de vivir bajo la dependencia de lo que se
aborrece, lo que nos hace "oscilar entre la rebelión y la abyección", con la
necesidad de traducir y configurar el nuevo espacio cultural como un espacio de
operaciones hecho de invenciones y de sorpresas. Por ejemplo, manifestar su
desdén, como Poe, pero con los mismos materiales de lo desdeñado o afirmar su
vitalismo, como Whitman, pero con aquello mismo en que se enajenan (119).
Al igual que sus pares románticos y simbolistas europeos, los modernistas
hispanoamericanos tienen una posición ambivalente, las diferencias son de
matices y fuentes. No será hasta después de la segunda mitad del siglo XIX que la
producción literaria latinoamericana va a insertarse en planos de igualdad con la
vieja Europa. Rama escribe:
Debe observarse que la modernización se extiende impetuosamente por un
periodo de casi 40 años, partiendo de los primeros tanteos al establecerse el
orden liberal positivo hacia 1870, desarrollándose bajo la cerrada oposición que
también ilustrara Fray Candil, conquistando progresivamente su nuevo público
para encontrar en el mismo centenario de la independencia, ya alcanzada su
oficialización, la recusación de los nuevos sectores sociales que promoverán el
regionalismo y el vanguardismo (o modernismo en el Brasil): En la década de los
años diez ya están produciendo, coetáneamente, Rómulo Gallegos y Vicente
Huidobro (La crítica de la cultura 89).
Haciendo una cronología del vanguardismo en América, se puede establecer la
siguiente disposición:
La vanguardia latinoamericana desarrolla su acción y propuesta en dos momentos
igualmente importantes, uno que va de 1915 a 1929 y otro que va de 1930 a 1940.
Estos dos momentos en que se desarrolla el proceso de la vanguardia se
enmarcan históricamente por los hitos que corresponden a la Primera Guerra
Mundial (1914-1918), la crisis económica mundial conocida como el crack del '29
(1929-1930) y el inicio de la Segunda Guerra Mundial (De la Fuente 6).
En este lapso de tiempo hacen su puesta en escena algunos giros que son
representativos de una identidad vanguardista americana. Bien lo menciona
Octavio Paz:
https://www.biografiasyvidas.com/biografia/p/paz_octavio.htm
https://www.gob.mx/cultura/prensa/octavio-paz-poeta-y-ensayista-de-
trascendencia-universal
LITERATURA
SEGUNDO GRADO.