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Hora Santa Con El Papa La Familia Los Abuelos 2 8
Hora Santa Con El Papa La Familia Los Abuelos 2 8
S Francisco
11 de marzo de 2015
M ONICIÓN INICIAL
La vida se nos ha dado para conocer, amar y servir a Dios y para después de
nuestra muerte vivir felices en el cielo con él eternamente. Este es la finalidad de
nuestra vida, para esto hemos venido al mundo, para esto hemos de vivir.
Nunca llegaremos a conocer, amar y servir a Dios lo suficiente porque Dios es
infinito y sobrepasa todo conocimiento humano… Es una tarea diaria que ha de
ocuparnos hasta nuestra muerte.
Conocer, amar y servir a Dios es lo que da sentido a todas las etapas de
nuestra vida, también a la ancianidad… El Papa nos invita a fijar nuestra mirada
en el anciano Simeón y la profetisa Ana que aguardaban las manifetación del
Señor, la llegada del Mesías. “No tenían compromisos más importantes que este.
Esperar al Señor y rezar.”
En el adoración eucarística, el Señor se nos presenta también y se nos manifiesta,
nos habla a nuestro interior… En la adoración eucarística nosotros podemos también
rendirle nuestro acto de fe, de adoración, de esperanza y amor. Digamos con fe y
humildad:
MI DIOS, YO CREO, ADORO, ESPERO Y OS AMO.
OS PIDO PERDÓN POR LOS QUE NO CREEN, NO ADORAN,
NO ESPERAN Y NO OS AMAN.
BREVE SILENCIO
SALMO 70. LA ORACIÓN DE UN ANCIANO
(Se puede recitar a dos coros, o intercalar alguno de los versículos como antífona. P. E. Te daré
gracias, Dios mío, por tu lealtad.)
A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo,
inclina a mí tu oído, y sálvame.
Se tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.
No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones;
porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;
dicen: "Dios lo ha abandonado;
perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende".
Dios mío, no te quedes a distancia;
Dios mío, ven aprisa a socorrerme.
Que fracasen y se pierdan los que atentan contra mi vida,
queden cubiertos de oprobio y vergüenza los que buscan mi daño.
Yo, en cambio, seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación.
Contaré tus proezas, Señor mío,
narraré tu victoria, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas,
ahora, en la vejez y las canas,
no me abandones, Dios mío,
hasta que describa tu brazo a la nueva generación,
tus proezas y tus victorias excelsas, las hazañas que realizaste:
Dios mío, ¿quién como tú?
Me hiciste pasar por peligros, muchos y graves:
de nuevo me darás la vida,
me harás subir de lo hondo de la tierra;
acrecerás mi dignidad, de nuevo me consolarás;
y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad;
tocaré para tí la cítara, Santo de Israel;
te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste;
y mi lengua todo el día recitará tu auxilio,
porque quedaron derrotados y afrentados
los que buscaban mi daño. BREVE SILENCIO Y SENTADOS
ectura del Evangelio según san Lucas Lc 2,22-40
Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la
Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al
Señor, como está escrito en la Ley del Señor: «Todo varón
primogénito será consagrado al Señor» y para ofrecer en sacrificio
un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la
Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este
hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el
Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte
antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y
cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley
prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor,
puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis
ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para
iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban
admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
«Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!— a fin de que
queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad
avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció
viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios
noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora,
alababa a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de
Jerusalén. Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a
Galilea, a su ciudad de Nazaret. El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de
sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre Él.
Palabra de Dios.
R/. Te alabamos, Señor.
BENDCIÓN Y RESERVA