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Célula Muscular
El músculo no es una sola unidad contráctil, sino que es un conjunto de fascículos, y cada fascículo
se compone de fibras denominadas Miocitos (también conocidas más comúnmente como células
musculares).
La capa más externa que recubre al músculo se llama fascia, y esta cumple una función de sostén
(como las calcetas de compresión, por tener una referencia), protegiendo su estructura y
colaborando con la capilarización (circulación superficial de sangre).
Dentro de cada fibra encontramos proteínas contráctiles que son las que permiten que el músculo
se contraiga. Estas se denominan miofibrillas.
En la imagen tenemos una miofibrilla que se compone de diferentes miofilamentos.
Estas miofibrillas se subdividen en bandas y líneas formando los sarcómeros, que constituyen la
unidad funcional y contráctil del músculo. Cuando se habla de fibra muscular, inmediatamente se
debe pensar en el sarcómero, ya que es un orden específico de miofibrillas que se repite una y
otra vez formando una fibra en toda su longitud. Esto es lo que permite que nos movamos.
Fibras Musculares
No todas las fibras que poseemos son iguales unas con otras. Según el tipo de entrenamiento, y
principalmente la carga genética, tenemos diferentes proporciones de fibras musculares. Existen 3
tipos: unas lentas denominadas fibras tipo “uno a”, otras intermedias o mixtas denominadas tipo
“dos a” y otras rápidas denominadas tipo “dos b”, o “dos x”. Esto tiene mucha similitud a los tipos
de sistemas energéticos. Velocidad y fuerza comparten muchas cosas y una de esas es el tipo de
fibra muscular.
Velocidad y fuerza, aunque sea incluso sin movimiento (ejemplo: empujar una muralla) es función
de las fibras muscular rápidas (IIx). Estas fibras se mueven rápido y son grandes, por lo que
traccionan a alta intensidad y generan mucha fuerza, pero obviamente se fatigan rápido. Están
relacionadas al sistema Fosfágeno.
Hay otro tipo de fibra rápida, la II a, pero que es un poco menos rápida que la anterior y un poco
menos fuerte, pero más resistente. Es decir, son capaces de generar una fuerza elevada durante
un periodo más largo de tiempo. Estas se relacionan con sistema Glicolítico.
Y por último tenemos las fibras tipo I que son más lentas y más débiles que las dos anteriores,
pero capaces de funcionar por un tiempo mucho más prolongado sin fatigarse. Estas se relacionan
con el sistema Oxidativo.
También podemos ver la diferencia en capilarización y, por ende, cuanta sangre le llega a cada
fibra. De hecho, una clasificación más sencilla es fibras blancas para el tipo IIx y fibras rojas para el
resto por tener mayor capilarización. Así mismo tienen más mitocondrias para poder producir
grandes cantidades ATP y hacer frente a esfuerzos de larga duración. Las rápidas tienen menos
mitocondrias pero más miofibrillas y son más grandes. Es por eso que en la hipertrofia utilizamos
cargas para estimular estas fibras de mayor tamaño. En cambio un deportista de resistencia
estimula más las lentas que, al ser más pequeñas, aunque se hipertrofien nunca tendrán gran
masa muscular.
Lamentablemente esto viene predispuesto por la genética, pero un mal entrenamiento puede
producir que las fibras rápidas se adapten y comporten como fibras lentas. En cambio las lentas
nunca podrán ser rápidas. Otro motivo para poner mucha atención con el objetivo del
entrenamiento. Finalmente es muy simple: cómo entrenas, el músculo se adaptará. Si haces todo
lento, el músculo será lento.
Esta tabla muestra los porcentajes de fibra rápidas (FT – fast twitch) y lentas (ST – slow twitch), en
diferentes deportistas. Y podemos ver, a modo de ejemplo, la gran diferencia que existe en el
músculo gemelo (gastrocnemio). Este músculo extensor de tobillo es clave en deportes y sobre
todo en aquellos que implican correr. Se puede ver que es totalmente inversa la proporción de
fibras musculares entre el corredor de sprint y el corredor de fondo.