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Los cerramientos son las superficies envolventes que delimitan y acondicionan los espacios para que
puedan cumplir las funciones para lo cual fueron creados.
Generalmente son estructurales y opacos. Es el caso de la losa maciza de hormigón armado cuyas
dimensiones horizontales son mucho mayores que el espesor. El acero y el hormigón trabajan
conjuntamente ya que el primero “trabaja” mejor a tracción y el segundo a compresión. Además, el
hormigón constituye un excelente protector para el acero (sobretodo en lugares húmedos donde se
oxidan con facilidad). Otra ventaja es que al poseer coeficientes de dilatación muy similares
mantiene la unidad frente a los cambios de temperatura.
Esta losa deberá soportar tanto su peso propio como las cargas constructivas y las de uso. Todas
estas harán que la losa esté sometida a esfuerzos de flexión. Los apoyos que tendrá pueden ser
tanto vigas como muros.
Condiciones térmicas
Es de suma importancia una buena aisalción térmica que trabaje en los dos sentidos, aislar el calor
que intenta entrar en verano y el que intenta salir en invierno.
El plano a tener mayores consideraciones es el horizontal ya que recibe mayor radiación directa
durante el año. El hormigón es un mal aislante por lo que se introducen, a los cerramientos de este
material, materiales que se caracterizan por ser aislantes. Uno de los más usados y característicos es
la espuma de poliestireno, ya que contiene burbujas de aire atrapado en su interior. Es
imprescindible evitar el contacto con el agua pues mojado pierde su capacidad. Para protegerlo es
necesaria la colocación de una barrera de vapor debajo de la térmica para evitar que le pase el vapor
y condense haciéndola inutilizable. Esta barrera de vapor está constituida por plásticos, nylon,
aluminio, etc.
A su vez existe otra barrera, la impermeable, que protegerá al cerramiento de las aguas pluviales.
Para esto se aplican dos medidas, la primera consiste en otorgarle una pendiente al cerramiento (en
un metro 1,5% de desnivel) para que las aguas evacuen con fluidez y no queden estancadas. La
segunda es la propia barrera impermeable. Los materiales utilizados en este caso son de origen
asfáltico, la membrana asfáltica es la más utilizada. Ésta, sin tratamiento es negra, por lo que
absorbe mucho calor. La solución que se ha encontrado fue aluminizarla para que refleje el sol. Esta
membrana asfáltica con aluminio funciona bien en azoteas poco transitadas, de no ser así es
recomendable colocar por encima algún pavimento (ladrillos, baldosas, etc.). Una consideración
importante es que entre la barrera y el pavimento se coloca una junta pues poseen un coeficiente de
dilatación distinto.
Por último, en la parte inferior a la losa se suele hacer una terminación que oculte el cielorraso de
hormigón marcado por las tablas del enconfrado. Lo más común es revocar y pintar, aunque existen
otras opciones como separar el cielorraso de la losa y bajar la altura.
La estructura está formada por elementos repetitivos unidos por correas. Para cubrir estas
estructuras se necesita una “tapa” que podrá ser de distintos materiales como la madera, chapa
(existen diversos perfiles y dimensiones, así como distintos materiales, por ejemplo metálicas, de
fibrocemento, fribroasfálticas, plásticas, de vidrio, etc.); otra opción válida son las tejas (y también
las hay de cerámica, metálicas, asfálticas, plásticas, etc.).
Las exigencias estructurales son soportar el peso propio, las cargas eventuales y el viento (en el caso
de las chapas, tejas, etc. son colocadas en dirección contraria a este). La estructura de soporte puede
estar conformada por alfajías, cerchas, vigas, tirantes y demás sistemas reticulados trabajados en
madera o hierro. Todos los elementos están fijados por ganchos, tirafondos, tornillos o clavos de
acero entre otros.