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DISERTACIÓN 2

Andrés Beltrán
Los seres humanos funcionan con la lógica de supervivencia al ejercer una necesaria apropiación
de los recursos de un espacio que ocupa, para la extracción de la energía de estos y la segura
reproducción y expansión de su especie en un ecosistema. Lo que es particular del hombre es que
este proceso se lleva a cabo a través de formas sociales de comunicación muy específicas y
complejas que aseguran un dominio del medio natural, a través de la extracción energética
desmesurada que es indispensable para el ritmo de crecimiento y consumo que caracteriza al ser
humano, como el ser en la más alta etapa evolutiva que habita sobre la tierra.
De modo que, por medio del ejercicio de la agricultura se crea el sedentarismo, donde el trabajo
de la tierra permite a la mayoría de las sociedades organizarse y subsistir, gracias a la energía que
esta le brinda, la cual puede ser transformada con trabajo (tanto dentro como fuera de la misma
tierra) para la creación de bienes consumibles o mercancías intercambiables. Es así que el uso y
explotación del espacio, representa una serie de interacciones de carácter social y económico que
están dentro de la concepción humana como sociedad, y de la misma manera dentro del espacio,
el cual tomando la forma de un espacio socioeconómico refleja materialmente dichas relaciones
sociales y económicas (Lipietz, 1983, p. 27).
De tal manera que, la representación material de estas relaciones se presenta en los procesos de
producción y distribución, que también implican una generación de riqueza la cual cristaliza parte
de la energía que se extrae de la tierra a través del trabajo humano, que es condición para
transformar las materias primas de la naturaleza en objetos de valor para la sociedad. Es entonces
como David Ricardo estudiando la agricultura inglesa del siglo XVIII, explica la manera en que
el excedente originado de la producción se distribuye entre los sujetos que confluyen en un
terreno destinado a la siembra y producción de maíz, así que, plantea un modelo económico que
permite dar un primer acercamiento a la manera en que se destina la riqueza resultante de la
explotación de la tierra (y del trabajo humano).
Tomando en cuenta que, en el caso inglés donde el crecimiento agrícola se llevó cabo por despojo
y control señorial de tierras, la repartición del producto se efectúa en orden consecutivo en los
siguientes tres sujetos: el terrateniente (landlord), el empresario (inversionista) y el trabajador
agrícola. El porcentaje que se destina a cada uno de ellos está definido por la renta, la ganancia y
el salario respectivamente, según los dos principios marginal y excedente que presenta Kaldor el
cual dice que “las fuerzas operando en la agricultura sirven para determinar la distribución en la
industria” (Kaldor 1983, p. 84). En este sentido el modelo de crecimiento agrícola que planteó
Ricardo para la distribución del exceso resultante de la producción, es adoptado más adelante por
dos corrientes de pensamiento económico para plantear diferentes teorías: 1) Marx a partir del
principio excedente, utiliza el modelo para explicar la progresiva acumulación de capital en las
operaciones a larga escala que culminan en el surgimiento de monopolios, 2) la teoría neoclásica
a partir del principio marginal, utiliza el modelo para explicar cómo los factores de producción,
tierra, trabajo y capital, obtendrán una retribución correspondiente a su productividad marginal
expresada en la renta, el salario y la tasa de interés o ganancia.
Ahora bien, considerando la concepción espacial proveniente del pensamiento occidental, en la
cual se establecen unos derechos de propiedad sobre un terreno determinado, para extraer los
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productos agrícolas y el valor que representan en el mercado, existe un problema de ineficiencia


ligado directamente a la forma en que se han diseñado modelos de crecimiento agrícola desde el
pensamiento neoliberal, que se desarrolla en función de la lógica del capital. Por consiguiente, se
efectúa una lógica de inversión intensiva en las tierras que se poseen y de expansión para la
adquisición de nuevas tierras, lo que se ve reflejado en los modelos agrícolas que desde la colonia
han impuesto e incentivado las colonias europeas y los Estados Unidos. Es así, como se ha
justificado y llevado a cabo desde mediados del Siglo XVI la concentración de tierras a través de
la coerción tanto de poblaciones nativas como de otros aborígenes oriundos de colonias
extranjeras, que por medio de la restricción de su libertad pueden ser explotados como mano de
obra barata. De donde resulta, como condición necesaria para constituir una operación de
producción agrícola ejecutar diferentes formas de violencia que demuestren y hagan efectiva la
imposición de poder sobre los habitantes tribales, que ocupan un espacio que le <<pertenece>> al
capital.
Volviendo el problema de la ineficiencia, esta se presenta en primer lugar cuando las grandes
extensiones de tierra pretenden funcionar de la mano con las grandes industrias que imponen
economías de escala estandarizadas a los cultivos, que consistentemente necesita no solo
eficiencia técnica con maquinaria que daña el suelo, sino que también necesita de una mano de
obra y tierra disponible que se encuentra en la población campesina. Por lo tanto, se desarrolla un
proceso determinando por las relaciones de producción de la agricultura comercial tecnificada,
que en consecuencia genera la formación de un proletariado campesino y exige la disponibilidad
de tierra libre para la producción directa (León& Deere 1980, pg. 43).
Como resultado los costos por la supervisión, mantenimiento de la mano de obra asalariada junto
con la degradación del suelo hacen ineficiente la concentración de tierras en grandes extensiones
de producción agrícola comercial. La alternativa propuesta por el capitalismo, para superar tales
costos es la agricultura en pequeñas unidades familiares, tecnificadas con la revolución verde que
opera con elementos como fertilizantes artificiales y pesticidas para combatir las plagas.
Sin embargo, las ineficiencias no logran ser superadas debido a que la lógica del capital hace
operar la agricultura en función de las exigencias de las plantas industriales, y no comprende la
eficiencia de los ciclos naturales del ecosistema natural que funciona con la restauración
energética gracias a la biomasa y a la compensación que brinda la biodiversidad no estandarizada
ni alterada dentro de un cultivo, que son alterados por la el daño que causa la composición
química de dichos fertilizantes y pesticidas.
Todo este absurdo de la imposición de requerimientos técnicos hacia la población campesina,
representan un modo de operar diferente a la coerción de las personas que por derecho natural
conocen y habitan mejor el suelo que cultivan, el cual es la distorsión económica que tiene el
mismo discurso de priorizar el <<desarrollo>>. Pero esta distorsión, no requiere del instrumento
de la violencia para ejecutarse, sino más bien un instrumento más sofisticado en la medida que no
requiere inversión en equipos y mano de obra bélica, este instrumento abarca todos las normas y
contratos, que casi siempre están amparados por el poder público, los cuales son requisitos para
que se adopten los requerimientos técnicos en los modelos agrícolas campesinos.
Es por tal motivo que, aunque el sistema de cultivo campesino tiene el carácter de aprovechar de
la mejor manera lo recursos naturales y su extracción y regeneración energético, es al mismo
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tiempo el sistema más ignorado en la actualidad a causa de la imposición del sistema


agroindustrial que diseño y ejecuto el capitalismo desde sus formas más primigenias.

Bibliografía
Alain Lipietz, El capital y su espacio (Siglo XXI, Mexico, 1983), pp. 8-69

Magdalena León, Carmen Deere, La mujer rural y el desarrollo del capitalismo en el agro
(ACEP, Bogotá, 1980), pp. 29-52

Nicholas Kaldor, Alternative Theories of Distribution, en Review of Economic Studies Vol. 23


(1956), pp. 83-100

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