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Expectativas culturales para Santander en el nuevo gobierno (II), por Braulio

Mantilla
Para definir la cultural en Bucaramanga y Santander, es bien sabido que no se
puede encuadrar todo en una misma ventana. Uno de los aspectos que dificultan
la homogeneidad de su expresividad, puede llegar a ser, precisamente, su
heterogeneidad. Sin embargo, hay que tomar estos aspectos con pinzas.
Miremos: La imaginación y la libertad, se dice (en estudios culturales), son unos
de los fundamentos determinantes de la cultura. Los dos propulsan sus bases,
puesto que la imaginación genera la raíz de la cultura: la idea. La cultura es idea.
Y “La libertad es el valor interno del mundo” (Kant). Sin embargo, ambas, así como
pueden ser muy propicias y necesarias, también pueden llegar a ser monstruosas.
De tal manera que deben ser reguladas, siendo la razón la que se encarga de este
difícil papel.
Es así como la ley nace de la guerra. A su vez, la ética y la moral son reguladas
por la ley y por la consciencia respectivamente. Sí, la razón se hace un
fundamento de la cultura, pero no en su totalidad, puesto que no todo es lógico en
el sentir humano. Precisamente la pasión, el sentimiento o la emoción, como
bases de la expresión artística, se encuentran regidas por lo no lógico (analógico).
De hecho, la locura desde la antigüedad griega es considerada factor necesario
del arte (poético, mistérico, erótico y profético).
Si queremos entender (ubicar) la expresividad cultura (artística) santandereana,
nos encontramos con una serie de imaginarios dispersos. En general, el
santandereano no solo no ha desarrollado suficiente reconocimiento de sus raíces,
sino asume otras como propias. Por ejemplo, se dice que en Bucaramanga se
escucha más vallenato que la costa. Claro, el vallenato es de Valledupar, en la
costa se viven ritmos más variados, la salsa, el merengue, la Soca, el regué, y
como no, el reguetón.
Podríamos llegar a decir que los medios de comunicación le han quitado las raíces
a Santander. La han no solo conquistado, sino colonizado. Valdría la pena,
preguntarnos ¿qué hay de sus imaginarios (idea) propios? ¿están cautivos? ¿no
ha asumido la suficiente (su propia) libertad? La conclusión es que no funciona
igual en todas partes.
En la montaña suena el tiple y el requinto, no como resistencia ante la
manipulación de los medios, sino sencillamente como goce que se ha desprendido
de una tradición aún viva. Solo que no se ha comercializado de la misma manera
que la música que está regida por los ritmos percusivos. El rescate que le hace
Velandia es muy sectorial. Solo pertenece a una clase culta. Consciente, que ha
conquistado tanto su idea como su libertad.
Pero, de igual manera, tenemos a la cultura rivereña, con una variedad de ritmos
muy propios, donde la tambora no se ha dejado arrebatar del todo su identidad. La
cultura late viva en medio del goce de su apropiación muy fuerte, muy bien tejida,
y difícil de romper. La cultura rivereña ha logrado conservar y preservar una
enorme cantidad de raíz. Sin embargo, el reguetón ha permeado de manera muy
aguda su expresividad. Aunque el vallenato conserva raíces que no se ha dejado
engatusar del mercantilismo de sus versiones facilistas y mediáticas.
Como podemos ver, nos estamos refiriendo al consumo masivo de la población.
Las actividades que se dibujan en el estamento de eso que denominamos como
espacios culturales, son muy elitistas. No logran cautivar el interés común. La
gente en general, no va a las salas de exposición, ni a teatro, ni menos a danza. El
ciudadano no consume la “cultura (arte) culta”.
¿Acaso el problema es que esta cultura es demasiado culta? No exactamente. El
problema radica en la Educación. Pero todos sabemos que la educación es un
factor muy esquivo; los medios son los encargados de educar. Los programas
académicos forman para la productividad. El joven, y las generaciones que vienen
detrás, en otra buena medida, se ven invadidos por la eficiencia y la
espectacularidad audiovisual. Los medios han empobrecido los espacios urbanos.
No tienen raigambre. A diferencia de los rurales, se hacen más limitados,
desteñidos, conquistados, y desaparecidos en ese: “nunca las cosas funcionan tan
bien, como cuando han desaparecido”.

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