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Kuhn y los paradigmas de la ciencia

Kuhn Thomas

Thomas Samuel Kuhn (Cincinnati, 18 de julio de 1922-Cambridge, 17 de junio de 1996) fue un


físico, filósofo de la ciencia e historiador estadounidense, conocido por su contribución al
cambio de orientación de la filosofía y la sociología científica en la década de 1960.

Kuhn se doctoró en física, en la Universidad Harvard en 1949 tuvo a su cargo un curso


académico sobre la Historia de la Ciencia en dicha universidad de 1948 a 1956. Luego de dejar
el puesto, Kuhn dio clases en la Universidad de California, Berkeley hasta 1964, en la
Universidad de Princeton hasta 1979 y en el Instituto Tecnológico de Massachusetts hasta 1991.

En 1962, Kuhn publicó The Structure of Scientific Revolutions (La estructura de las revoluciones
científicas), obra en la que expuso la evolución de las ciencias naturales básicas de un modo que
se diferenciaba de forma sustancial de la visión más generalizada hasta ese entonces. Según
Kuhn, las ciencias no progresan siguiendo un proceso uniforme por la aplicación de un
hipotético método científico. Se verifican, en cambio, dos fases diferentes de desarrollo
científico. En un primer momento, hay un amplio consenso en la comunidad científica sobre
cómo explotar los avances conseguidos en el pasado ante los problemas existentes, creándose
así soluciones universales que Kuhn llamaba «paradigma».

El término «paradigma» designa todos los compromisos compartidos por una comunidad de
científicos. Por un lado, los teóricos, ontológicos, y de creencias y, por otro, los que hacen
referencia a la aplicación de la teoría y a los modelos de soluciones de problemas. Los
paradigmas son, por tanto, algo más que un conjunto de axiomas (para aclarar su noción de
paradigma Kuhn invoca a la noción wittgensteiniana de los «universos de discurso») [cita
requerida]. Tuvo algunas diferencias con Herbert Blumer principalmente por cuestión de
ciencia y metodologías. Kuhn acepta el enfoque del interaccionismo simbólico sobre actores y
sus pensamientos al igual que sus acciones.

Los paradigmas son los presupuestos compartidos por los científicos, las teorías más generales,
el núcleo de cada disciplina. Algunos ejemplos de paradigma son la mecánica de Newton, el
heliocentrismo o la teoría de la evolución de Darwin. Ilustración de holdentrils, extraída de
Pixabay (CC).

Popularmente, cuando observamos la historia de la ciencia, tenemos la sensación de que la


ciencia avanza, de que cada vez vamos acumulando más conocimiento. Thomas Kuhn, sin
embargo, introduce una nueva perspectiva que rechaza esta visión. Para este autor, el
movimiento de la ciencia es un movimiento basado en rupturas y discontinuidades. En esta
nueva perspectiva, el concepto de paradigma tiene un papel central.

Thomas Samuel Kuhn (1922-1996) es uno de los teóricos de la ciencia más importantes del siglo
pasado. Doctorado en Física, impartió clase en algunas de las universidades más prestigiosas del
mundo, como Berkeley, Princeton o el MIT, todas ellas en Estados Unidos. Con el tiempo, se
adentró en la filosofía de la ciencia, disciplina que analiza la práctica científica y los
fundamentos de la ciencia. Su obra revolucionó la filosofía de la ciencia y aportó una visión
completamente novedosa.

En el siglo XX, la filosofía de la ciencia tuvo principalmente tres momentos diferenciados. El


primero de ellos es el correspondiente al positivismo. Del agotamiento de este nacieron las
propuestas de otro destacado filósofo de la ciencia: Karl Popper (1902-1994). La visión que
Popper tenía de la ciencia era una visión continuista y acumulativa, es decir, para Popper, la
ciencia avanza poco a poco de tal forma que cada vez vamos adquiriendo más conocimiento.

El tercer momento clave en la filosofía de la ciencia del siglo XX corresponde a la propuesta de


Thomas Kuhn. A diferencia de la visión continuista y acumulativa de la ciencia que tenía Popper,
Kuhn entiende el movimiento de la ciencia como un movimiento rupturista (esto es, un
movimiento discontinuo) basado en las crisis y las revoluciones científicas. Lo verdaderamente
novedoso de la propuesta de Kuhn consiste en estudiar la ciencia de una forma histórica. Por
eso, en algunas ocasiones, se dice que su teoría ha supuesto un «giro histórico» de la filosofía
de la ciencia.

El libro más importante de Kuhn es La estructura de las revoluciones científicas, editado en el


año 1962. En este libro se presenta su nueva forma de entender el avance de la ciencia. A pesar
de haber muchos conceptos fundamentales que organizan y articulan esta propuesta novedosa
(como «generalizaciones simbólicas», «modelos», «valores» o «ejemplares»), en este artículo
nos vamos a centrar en uno de los conceptos que más han influido a los filósofos posteriores: el
concepto de «paradigma».

Antes de comenzar con el análisis del concepto de paradigma, es necesario primero explicar
qué dos tipos de momentos históricos vive la ciencia según Kuhn. Estos dos momentos
corresponden a la ciencia normal y la ciencia revolucionaria.

Ciencia normal y ciencia revolucionaria

A lo largo de la historia, Kuhn distingue dos maneras de «hacer ciencia». El primero de estos
modos es el que Kuhn llama el modo «normal» de hacer ciencia. Esta forma de hacer ciencia es
el modo usual en el que operan los científicos en su día a día y a lo largo de la historia. El
segundo modo de hacer ciencia es el que Kuhn llama el modo «revolucionario» o «no-normal»,
que se da solo en algunos momentos puntuales de la historia.

Durante los períodos de ciencia normal, los científicos comparten los mismos presupuestos
teóricos sin dudar de ellos. A partir de estos presupuestos, los científicos van haciendo sus
investigaciones. Pongamos, por ejemplo, los presupuestos newtonianos de la mecánica clásica
para los físicos de finales del siglo XIX. Las leyes de Newton eran un marco teórico compartido
por todos los físicos de la época.

A partir de estos presupuestos compartidos, los científicos hacen lo que Kuhn llamó trabajo de
resolución de enigmas o rompecabezas. ¿Qué quiere decir «trabajo de resolución de enigmas»?
Que los científicos resuelven distintos escenarios o aplicaciones prácticas a partir de los
presupuestos comunes o marco teórico (marco que, recordemos, no se pone en duda). Por
seguir con el mismo ejemplo: dadas las leyes de la mecánica clásica, un trabajo de resolución de
enigmas sería averiguar cuánto tarda en llegar al suelo un bolígrafo si lo dejo caer desde un
edificio o cómo calcular el rozamiento del aire.

Lo más importante de este período —período en el que los científicos hacen ciencia normal—
es que los científicos no cuestionan los presupuestos compartidos —las leyes de Newton en
este caso—. De hecho, el núcleo de esta fase de la ciencia es, precisamente, conservar este
marco común para ir resolviendo distintas situaciones.

Sin embargo, los científicos no hacen siempre ciencia normal. A medida que los científicos van
aplicando sus presupuestos en los trabajos de resolución de enigmas, estos se topan con
«anomalías» o problemas irresolubles. Problemas que, con el marco teórico en uso, no se
pueden resolver. En estas ocasiones, ante tales anomalías o problemas irresolubles, es posible
que algunos científicos desesperen si las soluciones que permite el marco compartido (en
nuestro caso, las leyes de Newton) son demasiado insatisfactorias.

En este momento, entramos en lo que Kuhn llamó un período de crisis. En los períodos de crisis,
las anomalías se sienten cada vez más importantes y los científicos pasan cada vez más tiempo
intentando resolverlas. Se empieza a extender la sensación de que los presupuestos de los
cuales nunca se habían dudado (porque eran leyes universales) tienen una falla en estas
mismas anomalías.

Debido a la impotencia creciente que van adquiriendo las anomalías, es en los momentos de
crisis cuando los científicos empiezan a discutir los fundamentos compartidos, el marco teórico
del que siempre partían. Esta discusión no es sencilla, pues la parte más ortodoxa de la
comunidad científica mantendrá cierto apego por el marco teórico y animará a probar nuevas
soluciones («¿cómo podéis siquiera plantear que es la Tierra la que gira alrededor del sol?»).

Durante las discusiones acaecidas al calor de la crisis empiezan a surgir nuevos presupuestos,
nuevos marcos teóricos, para intentar explicar estas anomalías. Algunas de esas alternativas
ganan adeptos entre los científicos, que comienzan a construir hipótesis en torno a ellas para
solventar la anomalía.

Con el paso del tiempo, y en la medida en que las anomalías se puedan solucionar bajo esta
nueva mirada, una de estas alternativas —si tiene el apoyo suficiente— puede desplazar a los
antiguos supuestos. Por seguir con nuestro ejemplo de la mecánica clásica, esta alternativa es el
caso de la teoría de la relatividad de Einstein. Einstein ponía en duda, entre otras cosas, dos
supuestos hasta entonces incuestionables de la mecánica newtoniana: que el tiempo y el
espacio fueran invariables, siempre iguales.

Con las nuevas teorías, la comunidad científica gana esperanza en la medida en que antiguos
problemas empiezan a solucionarse. Las anomalías, antaño fuente de frustración y conflicto,
son ahora atajadas con nuevas fórmulas y teorías. Además, algunos problemas ya resueltos por
el anterior marco teórico empiezan también a verse bajo la luz de los nuevos presupuestos.

Los paradigmas

Paradigma es el concepto clave de la propuesta de Kuhn. Etimológicamente, paradigma deriva


del griego παρά [para], que significa «cercano», y δειγμα [deigma], que significa «ejemplo»,
«patrón», «muestra». Así, un paradigma es un ejemplo cercano, un ejemplo que hace de
modelo para otros casos cercanos. En este sentido, decimos que Romeo y Julieta conforman el
paradigma, el modelo, el caso típico de amantes enamorados.

¿Qué significado tiene esta palabra en Kuhn? Para Kuhn, los paradigmas son los supuestos
compartidos por una comunidad científica en un momento determinado (en nuestro ejemplo
del apartado anterior: la mecánica de Newton).

Diremos entonces que la ciencia normal, descrita en el apartado anterior, es la ciencia que se
basa en un paradigma, la ciencia que se hace dentro del paradigma. En otras palabras, la ciencia
normal es el modo de hacer ciencia que consiste en aplicar determinado paradigma a distintas
situaciones. La ciencia revolucionaria, en cambio, es el momento de crisis de un paradigma
(mecánica clásica) y el consecuente paso de un paradigma a otro nuevo (teoría de la relatividad,
por ejemplo).

Las primeras críticas que recibió Kuhn después de la publicación de su obra denunciaron la
vaguedad del término. Según estos críticos, y por lo descrito por Kuhn en La estructura de las
revoluciones científicas, paradigma sería una forma vaga, amplia y general de designar a las
teorías científicas (como la mecánica clásica o la teoría de la relatividad). ¿Por qué necesitar un
término nuevo cuando ya tenemos el de «teorías»? Atento a estas críticas, Kuhn, en sus obras
posteriores, especialmente en Postdata y en Segundos pensamientos sobre paradigmas, intenta
solventar estas críticas.

Para Kuhn, los paradigmas no son meros sinónimos de teorías, sino que refieren a las teorías
más generales, a las teorías que sustentan el resto de las teorías de una ciencia. Los paradigmas
tienen un carácter muy general y rezuman cierto aire fundacional. Un ejemplo de esto lo
podemos ver en biología con la teoría de la evolución de Darwin.

La tesis de Darwin es muy general: las especies no han sido siempre las mismas, sino que hay
una evolución entre ellas. Cada especie hereda mutaciones aleatorias (y no adquiridas durante
su vida) y los caracteres con mayor éxito reproductivo —en un ambiente determinado—
acaban imponiéndose al resto. Darwin establece un paradigma porque a partir de su teoría
todos los problemas se pueden ver bajo una nueva óptica (bioquímica, comportamiento animal
etc.). Por este mismo motivo, la teoría de la evolución es, de una u otra forma, fundacional.

Los paradigmas establecen también nuevas formas de ver viejos problemas. Con el paradigma
darwiniano podemos, por ejemplo, comprender por qué los virus mutan y aparecen nuevas
cepas. Después de un período de ciencia revolucionaria —en el que se ha establecido un nuevo
paradigma—, es turno ahora de hacer ciencia normal. Como dijimos, el trabajo de la ciencia
normal es aplicar el paradigma a campos más concretos (aplicar, por ejemplo, la evolución al
campo de las enfermedades mentales o al campo de los trasplantes).

Lo importante de los paradigmas en la ciencia es que son lo suficientemente generales como


para no tener que rechazarlos cuando los casos concretos no se pueden explicar. Por ejemplo,
si no encontramos el componente evolutivo de las enfermedades mentales, eso no anula la
teoría de la evolución, sino que debemos seguir buscando más genes o componentes que sean
capaces de explicarlos. O, volviendo al ejemplo de la mecánica clásica, si la suma de fuerzas es
igual al producto de la masa por la aceleración y, en un problema concreto, esto no coincide,
entonces no se anula la segunda ley de Newton, sino que puede haber faltado por medir alguna
fuerza.

Positivismo
El término “positivo” tiene distintas acepciones. Significa lo que tiene su origen en un acto
institucional, divino o humano, que ha sido establecido; se opone, por tanto, a natural, estable
o eterno y, en este sentido, se habla, por ejemplo, de derecho positivo, o de religión positiva.
Según otra acepción, que sigue más de cerca la etimología (positum = “lo dado”, “el dato”),
significa lo dado en la experiencia y, en consecuencia, lo directamente accesible a todos. Comte
asume este segundo significado: para él, positivo indica, sobre todo, lo que es “real” (opuesto a
ficticio o abstracto, o quimérico), lo observable, lo que puede controlarse experimentalmente,
de manera que se sustrae a toda duda, es decir, lo “cierto”. En una tercera acepción, positivo
significa también “fecundo”, “eficaz”, “útil”. Este significado es aceptado también por Comte:
positivo es lo útil, lo utilizable en beneficio del hombre, sobre todo, a través del dominio de la
naturaleza. Finalmente, para el fundador del positivismo, el término positivo incluye el
significado de “orgánico”, es decir, aquello que se puede relacionar en un conjunto dotado de
unidad, de sistematicidad.

Suelen distinguirse el positivismo científico y el filosófico. El primero sería un modo de entender


la ciencia, que se limita a afirmar que el conocimiento científico debe atenerse exclusivamente
a los “hechos” o fenómenos observables, a su descripción y a la formulación de las leyes que los
relacionan. Esta modalidad del positivismo no niega la metafísica, al menos explícitamente. El
positivismo filosófico, en cambio, niega a priori la metafísica, al considerar que los hechos
empíricos puros son la única base del conocimiento, vanificando la pretensión de ir más allá de
lo empírico.

«Todo lo que no es estrictamente reducible al simple enunciado de un hecho particular o


general, no puede tener ningún sentido real o inteligible» [Comte 1965: 54].

Esta versión se centra principalmente en la doctrina de Comte, que marca el inicio de lo que
propiamente se entiende por positivismo: el sistema que considera objeto de conocimiento
únicamente los hechos de experiencia y sus conexiones; se debe abandonar, por tanto, la
pretensión ilusoria de alcanzar la realidad en su esencia y en sus causas reales. El objeto de la
ciencia no será ya la investigación de la causa, sino la determinación de las leyes invariables a
las que están sometidas las realidades naturales. El positivismo limita el saber al estudio
matemático de los fenómenos sensibles [Comte 1973: 188-189].

Por otra parte, el conocimiento de las leyes no tiene otro sentido que hacer posible la previsión
racional de los hechos futuros, permitiendo el dominio sobre las cosas: conocer para prever y
dominar. El propio Comte hace notar la filiación baconiana de estas ideas, al recordar la
identificación que estableció el filósofo inglés entre ciencia y poder (scientia et potentia in
unum coincidunt). La especulación positiva no pretende ser contemplación de la verdad, visión
de las cosas, sino posesión de la ley de sucesión de los fenómenos para dominar el curso de los
acontecimientos naturales. El único valor de la ciencia consiste, entonces, en proporcionar la
base teórica para la acción del hombre sobre las cosas. En el positivismo, el conocimiento
científico ha quedado reducido a técnica, a instrumento de poder [Comte 1973: 76-77].

Comte entendió la nueva ciencia como la forma más prometedora de acceso a la realidad y
como la mejor apuesta a favor del progreso humano. Su capacidad de previsión la convertía en
instrumento perfecto para el dominio racional del universo y de la sociedad. El positivismo llegó
al extremo de ver en la ciencia un sustitutivo de la filosofía y de la religión, un saber absoluto,
capaz de resolver todos los problemas y de liberar de todas las miserias humanas: la ciencia
venía a ser la religión de los tiempos modernos.

Esta corriente de pensamiento se desarrolló en el siglo XIX, cuando las ciencias experimentales
—separadas ya de la filosofía— habían alcanzado un desarrollo antes no imaginado. En
matemáticas pueden citarse las aportaciones de Cauchy, Weierstrass, Dedekind y Cantor; en
geometría, las de Riemann, Bolilla, Lobachevski y Klein; en física los logros de Faraday, Maxwell,
Helmholtz, Joule y Clausius; en química, los trabajos de Mendeléiev y von Liebig; en biología, los
de Bernard, Pasteur y Koch. En Europa, la revolución industrial estaba cambiando radicalmente
el modo de vivir. Era una época en la que aumentó enormemente la producción y la riqueza,
creció la red de intercambios comerciales, y la medicina se mostraba capaz de vencer
enfermedades que, hasta entonces, habían angustiado a la humanidad.

Para muchos de los filósofos e intelectuales del siglo XIX, la física newtoniana era la forma
definitiva de la ciencia y, por eso, la imagen verdadera del mundo. Se pensaba que el desarrollo
científico iba a consistir en su aplicación a los diferentes ámbitos (incluido el humano). Toda la
realidad parecía estar regulada por leyes mecánicas, de tal modo que, conociéndolas, se podría
determinar con precisión el pasado y el futuro. El éxito de la ciencia newtoniana —interpretado
ideológicamente— acabó por transmutar lo que en realidad era un método válido (mecánica)
en una filosofía mecanicista. El positivismo hizo suya esta visión mecanicista y determinista de
la realidad, y difundió la idea de un progreso humano y social imposible de detener, pues la
ciencia disponía —a su entender— de los instrumentos capaces de solucionar todos los
problemas.

Qué es el positivismo?

El positivismo es una corriente filosófica que sostiene que el conocimiento científico es el único
conocimiento auténtico. Representa una actitud crítica hacia la filosofía tradicional, en especial
la metafísica y la ontología.

Heredero del empirismo y la epistemología, el positivismo nació a mediados del siglo XIX y se
consolidó a partir del pensamiento de Henri Saint-Simon (1760-1825) y Auguste Comte (1798-
1857). Sostuvo que el único conocimiento auténtico al que se puede aspirar es el que surge de
la aplicación del método científico.

Para el positivismo hay dos tipos de conocimiento genuino:

Conocimiento positivo. Es el conocimiento dado a posteriori, y se deriva exclusivamente de la


experiencia natural, sus propiedades y relaciones.

Conocimiento verdadero por definición. Es el conocimiento analítico y tautológico, y se


desprende de premisas anteriores ya consideradas verdaderas. Es independiente a la
experiencia.

Neopositivismo

El positivismo lógico, más tarde llamado empirismo lógico, y ambos juntos también se conocen
como neopositivismo, fue un movimiento en la filosofía occidental cuya tesis central fue el
principio de verificación (también conocido como el criterio de verificabilidad del significado).
Esta teoría del conocimiento afirmó que solo las declaraciones verificables a través de la
observación directa o la prueba lógica son significativas en términos de transmitir valor de
verdad, información o contenido fáctico. A partir de finales de la década de 1920, grupos de
filósofos, científicos y matemáticos formaron el Círculo de Berlín y el Círculo de Viena, que, en
estas dos ciudades, propondrían las ideas del positivismo lógico.

Floreciendo en varios centros europeos a lo largo de la década de 1930, el movimiento buscaba


evitar la confusión arraigada en un lenguaje poco claro y afirmaciones inverificables al convertir
la filosofía en una "filosofía científica", que, según los positivistas lógicos, debería compartir las
bases y estructuras de las ciencias empíricas. mejores ejemplos, como la teoría general de la
relatividad de Albert Einstein. A pesar de su ambición de reformar la filosofía estudiando e
imitando la conducta actual de la ciencia empírica, el positivismo lógico se estereotipó
erróneamente como un movimiento para regular el proceso científico y establecer normas
estrictas sobre él.

Después de la Segunda Guerra Mundial, el movimiento cambió a una variante más suave, el
empirismo lógico, encabezado principalmente por Carl Hempel, quien, durante el ascenso del
nazismo, había emigrado a los Estados Unidos. En los años siguientes, las premisas centrales del
movimiento, aún sin resolver, fueron duramente criticadas por destacados filósofos, en
particular Willard van Orman Quine y Karl Popper, e incluso, dentro del propio movimiento, por
Hempel. La publicación en 1962 del libro histórico de Thomas Kuhn La estructura de las
revoluciones científicas cambió drásticamente el enfoque de la filosofía académica. En 1967, el
filósofo John Passmore pronunció el positivismo lógico "muerto, o tan muerto como cualquier
movimiento filosófico".

Pos positivismo

1.) La ciencia postpositivista considera que sobre un objeto caben diversas interpretaciones
válidas, diversos lenguajes. En consecuencia, apuesta por el diálogo entre las múltiples voces
que hablan acerca de un objeto y no cree en la posibilidad de hallar un lenguaje privilegiado
para la descripción de la realidad, un «espejo de la naturaleza» (RORTY, 1990; 1996a y 1996b).
De esta manera, la ciencia postpositivista es una ciencia dialógica.
2.) La apuesta por el diálogo se traduce en un intento pragmático de ampliar la comunidad, de
dar cabida al mayor número de voces posibles sobre un asunto determinado. Así, la
epistemología postpositivista de una ciencia dialógica se corresponde con una apertura
democrática en lo ético. Heller (1991) lo ha expuesto claramente cuando afirma que ningún
testimonio ha de resultar descartado a priori. De ahí no se sigue que cualquier testimonio vale,
pues la comunidad científica dispone de una serie de criterios formales de validación.

3.) La ciencia postpositivista, hermenéutica y dialógica, reconoce la falibilidad de toda


interpretación.

4.) La ciencia postpositivista produce, distribuye y consume sentidos acerca del mundo. Trata
de dar cuenta del mundo, y, en el campo de la ciencia social, procura dar cuenta del mundo
social, de su condición y potenciales proyectos.

5.) La ciencia social postpositivista afirma que toda posición teórica tiene potenciales
consecuencias prácticas. Por ello, y de acuerdo con su voluntad dialógica, esta ciencia sostiene
apuestas teoréticas acordes con consecuencias prácticas democratizadoras. La propuesta de
una acción y racionalidad comunicativas (HABERMAS, 1999; APEL, 1991) sirve a esta razón
práctica, sin que ello implique compromisos con concepciones racionalistas del consenso.

6.) La ciencia postpositivista apuesta también por una «ética de la responsabilidad» próxima a
la weberiana -esto es, una ética basada en la suspensión, en la «epojé» de los juicios de
convicción de la verdad propia para considerar las otras verdades. Mantiene, en este sentido,
una «voluntad de escucha» (RICOEUR, 2004). Pero, a diferencia de Weber, se regula
abiertamente por un anhelo democratizador.

7.) Para la ciencia postpositivista, todas estas tesis desembocan en una categoría
epistemológica clave por su nexo con la práctica ético-política: la categoría de «objetividad»,
que ya no se entiende como adecuación del enunciado con la cosa enunciada a partir de un
lenguaje considerado privilegiado. En su lugar, la objetividad se comprende como consenso de
la comunidad que considera al objeto de estudio. En otras palabras, tiene una orientación
intersubjetiva, no fisicalista. Por tanto, la mayor objetividad significa ampliar la comunidad lo
máximo posible (RORTY, 1996b), dar cabida al mayor número posible de testimonios.

Estas siete tesis no agotan el concepto de una ciencia social postpositivista, dialógica. Empero,
resultan suficientes para dar una cuenta inicial y orientar el análisis sobre la pertinencia de los
«clásicos» con respecto a esta perspectiva.

Interpretativismo

El positivismo es el resultado del fundacionalismo y el empirismo; los positivistas valoran la


objetividad y la comprobación o refutación de las hipótesis. El interpretativismo se opone
directamente al positivismo. Se originó a partir de los principios desarrollados por Kant y valora
la subjetividad. La teoría crítica se originó en la Escuela de Frankfurt y considera la naturaleza
opresiva más amplia de la política o las influencias sociales. A menudo incluye la investigación
feminista.

¿Qué implica el Interpretativismo?

El interpretativismo, según Myers (2008), implica que los investigadores interpreten los
elementos del estudio. Así, el interpretativismo integra el interés humano en un estudio a
través de construcciones sociales. Estas pueden ser el lenguaje, la conciencia, los significados
compartidos y los instrumentos. El desarrollo de la filosofía interpretativa se basa en la crítica al
positivismo en las ciencias sociales. En consecuencia, esta filosofía enfatiza el análisis cualitativo
sobre el cuantitativo.

Estos enfoques rechazan la visión objetivista de que el significado reside en el mundo


independientemente de la conciencia. Además, los estudios interpretativos suelen centrarse
en el significado y pueden emplear múltiples métodos para reflejar diferentes aspectos del
tema.

Aspectos importantes del interpretativismo

El enfoque interpretativo se basa en el enfoque naturalista de la recogida de datos, como las


entrevistas y las observaciones. La investigación de datos secundarios también es popular con
la filosofía del interpretativismo. En este tipo de estudios, los significados surgen normalmente
hacia el final del proceso de investigación.

Variantes del Interpretativismo

Las variantes más destacadas del interpretativismo son las siguientes:

La hermenéutica se refiere a la filosofía de la interpretación y la comprensión. Se centra


principalmente en los textos bíblicos y la literatura sapiencial. Como tal, tiene poca relevancia
para los estudios empresariales.

La fenomenología es la tradición filosófica que busca comprender el mundo a través de la


experiencia directa de los fenómenos.

El Enfoque Interpretativo

Ontología relativista. Este enfoque percibe la realidad como algo intersubjetivo que se basa en
significados y comprensiones en los niveles social y experiencial.

Epistemología transaccional o subjetivista. Según este enfoque, las personas no pueden


separarse de su conocimiento, por lo que existe un claro vínculo entre el investigador y el
sujeto de la investigación.

La investigación interpretativa emplea una estrategia de muestreo teórico

Aquí los lugares de estudio, los encuestados o los casos se seleccionan sobre la base de
consideraciones teóricas y si se ajustan al fenómeno que se está estudiando. Por ejemplo, las
prácticas sostenibles sólo pueden estudiarse en organizaciones que han implementado
prácticas sostenibles, si poseen ciertas características que las hacen especialmente adecuadas
para el estudio. Yn estudio de los impulsores de las innovaciones de las empresas debería
incluir algunas empresas que son muy innovadoras y otras que son poco innovadoras, con el fin
de establecer un contraste entre estas empresas, etc.
En cambio, la investigación positivista emplea el muestreo aleatorio (o una variación de esta
técnica), en el que los casos se eligen al azar de una población, con fines de generalización. Por
lo tanto, las muestras de conveniencia y las muestras pequeñas se consideran aceptables en la
investigación interpretativa siempre que se ajusten a la naturaleza y el propósito del estudio,
pero no en la investigación positivista.

El papel del investigador recibe una atención crítica en la investigación interpretativa

En algunos métodos, como la etnografía, la investigación de acción y la observación


participante, el investigador se considera parte del fenómeno social. Su papel específico y su
participación en el proceso de investigación deben quedar claros durante el análisis de los
datos. En otros métodos, como la investigación de casos, el investigador debe adoptar una
postura «neutral» o imparcial durante los procesos de recopilación y análisis de datos. Debe
asegurarse de que sus sesgos o prejuicios personales no empañen la naturaleza de las
inferencias subjetivas derivadas de la investigación interpretativa. Por otra parte, en la
investigación positivista se considera que el investigador es externo e independiente del
contexto de la investigación y no se presume que pueda sesgar la recogida de datos y los
procedimientos de análisis.

El análisis interpretativo es holístico y contextual, en lugar de ser reduccionista y aislacionista

Las interpretaciones interpretativas tienden a centrarse en el lenguaje, los signos y los


significados desde la perspectiva de los participantes implicados en el fenómeno social. Esto,
en contraste con las técnicas estadísticas que se emplean en gran medida en la investigación
positivista. El rigor en la investigación interpretativa se ve en términos de enfoques sistemáticos
y transparentes para la recogida y el análisis de datos. Esto más que en los puntos de referencia
estadísticos para la validez del constructo o las pruebas de significación.

En la investigación interpretativa la recogida y el análisis de datos pueden ser simultáneos e


iterativos

Por ejemplo, el investigador puede realizar una entrevista y codificarla antes de pasar a la
siguiente. El análisis simultáneo ayuda al investigador a corregir posibles fallos en el protocolo
de la entrevista o a ajustarlo para captar mejor el fenómeno de interés. El investigador puede
incluso cambiar su pregunta de investigación original si se da cuenta de que es poco probable
que sus preguntas de investigación originales generen conocimientos nuevos o útiles. Esta es
una ventaja valiosa, aunque a menudo subestimada, de la investigación interpretativa. La
misma no está disponible en la investigación positivista, en la que el proyecto de investigación
no puede modificarse o cambiarse una vez iniciada la recogida de datos sin rehacer todo el
proyecto desde el principio.

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