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Tal vez oigas a los adultos decir ese tipo de cosas constantemente “estoy completamente
estresado" o "Esto me está estresando mucho" Pero los niños también tienen un montón
de cosas en sus vidas que les pueden provocar estrés.
Según los casos, las fuentes de estrés infantil pueden tener su origen en algunas
De la misma manera que es imposible la felicidad perfecta, es imposible vivir sin estrés. El
organismo se encuentra en continuo proceso de adaptación a las exigencias de su medio, por un
lado, y a las de su propio desarrollo, por otro. En el niño, con su extremada vulnerabilidad y su
prodigiosa necesidad de desarrollo, el proceso de mantener la constancia del medio interno exige
una increíble capacidad de cambio. Una cierta dosis de estrés parece ser necesaria para que el
desarrollo proceda con normalidad. La estimulación insuficiente, lo mismo que la exagerada
prevención de las dificultades propias de cada edad, constituyen, paradójicamente, fuentes
nocivas de estrés. Un niño que encuentra y resuelve eficazmente los problemas específicos de
cada etapa de su desarrollo, puede construir, pieza a pieza, una personalidad estable y madura.
Cuando el comportamiento de un niño se torna difícil, es posible que esté reaccionando a
circunstancias ambientales que desbordan su capacidad de adaptación o que, por el contrario,
impiden su crecimiento y desarrollo. En este trabajo, empezaremos por definir el estrés y sus
mecanismos de acción, continuando con la exposición de aquellos factores inductores de estrés
nocivo o mal adaptativo más propios de la edad infantil y juvenil. La última parte del trabajo será
dedicada a algunas reflexiones sobre las perspectivas de prevención y recuperación de los efectos
del estrés en el niño.
ANTECEDENTES HITORICOS
Las primeras décadas del siglo XX también son testigo del acento en el concepto de estrés como
enfermedad suscitada por una causa psicológica o "conflicto interno", con ello se populariza lo que
se llamará "medicina psicosomática", término que alude a una relación de la psique con la
enfermedad física. Lamentablemente, el campo fue aprovechado por el movimiento psicoanalítico
que a inicios de 1920 empieza a producir "pseudoteorías" explicativas, basadas en conflictos
inconscientes y en una visión determinista de un hombre que, manejado por sus pulsiones e
instintos, lucha por sobrevivir entre su Superyó y su ello, siendo, la conciencia, presa de inevitables
traumas y fijaciones. Esto haría recaer un gran desprestigio sobre la medicina psicosomática por
un largo periodo de tiempo. (Troch, 1982). 21 Fue probablemente el neurólogo Walter Cannon, el
primer investigador moderno que aplicó el concepto de estrés a las personas, interesado
principalmente en los efectos que el frío, la pérdida de oxígeno y otros factores ambientales
(considerados estresores) producen en el organismo. Cannon partió de la hipótesis de que toda
vida humana requiere mantener un equilibrio interior al cual llamaría "homeostasis" y en caso de
cambios intensos se da un proceso de reacomodación a través del sistema endocrino y vegetativo.
Las investigaciones de Cannon lo llevaron a la conclusión de que a pesar de que un organismo
pueda resistir un bajo nivel de estresores o un estresor inicial, cuando éstos son prolongados o de
carácter intenso pueden provocar un quiebre en los sistemas biológicos. Dicha formulación es una
valiosa intuición para los efectos dañinos del estrés crónico sobre la salud que actualmente se
confirman gracias a los estudios sobre el sistema endocrino e inmunológico. (Slipak, 1991)
¿Qué es el estrés?
El estrés es lo que sientes cuando estás muy preocupado, nervioso o molesto por algo. Esa
preocupación que te ocupa la mente puede hacer que te encuentres mal, repercutiendo
en tu cuerpo. Tal vez estés enfadado, frustrado o asustado –y eso te puede provocar dolor
de estómago o de cabeza.
Cuando estés estresado, tal vez se te quiten las ganas de dormir o de comer. También es
posible que estés nervioso o tengas problemas para prestar atención en el colegio y
recordar lo que habéis dado en clase al llegar a casa.
¿Qué provoca el estrés?
Hay muchas cosas que pueden provocar estrés en la vida de un niño. El estrés bueno o
normal es el que puedes sentir cuando te preguntan en clase o cuando tienes que
presentar oralmente un informe. ¿Se te ha hecho alguna vez un nudo en la garganta o te
han sudado las manos? Ambos pueden ser signos del estrés bueno –el tipo de estrés que
te ayuda a hacer las cosas bien. Por ejemplo, probablemente harás mejor la presentación
del informe sobre un libro que has leído si la ansiedad te inspira a preparártelo bien antes
de levantarte para leerlo.
Una vez reconozcas que estás estresado, hay diversas cosas que puedes hacer. Puedes
probar a hablar sobre lo que te preocupa con un adulto de confianza, como uno de tus
padres o un profesor. Explícale lo que te ronda por la cabeza y cómo te hace sentir. Un
adulto puede tener ideas sobre cómo solucionar lo que te preocupa o te incomoda
El estrés en la infancia
Los síntomas de estrés en la edad escolar son más fáciles de detectar que en la etapa
preescolar, entre otras razones porque los niños a medida que crecen saben y describen
mejor, aunque no sin dificultad, cómo se encuentran.
En el período escolar (aproximadamente entre los 6 y los 12 años) son los aspectos
ambientales los que suelen explicar la aparición del estrés infantil. Entre los factores
estresantes hay que incluir la exposición del niño a situaciones de maltrato, la falta de
afecto, la separación/divorcio de los padres, la penuria económica, los problemas en el
centro educativo (inadaptación, malas relaciones, sobrecarga de trabajo, etc.), las
enfermedades crónicas, la baja autoestima, las escasas habilidades interpersonales, etc.
Familiar. En general, la estructura familiar disfuncional, así como los estilos educativos
Salud. Las enfermedades, sobre todo crónicas, con el malestar, el dolor y el temor
acompañantes, son fuentes de estrés infantil, al igual que la posible hospitalización, que
supone separación de la familia y alejamiento del entorno escolar y social, exigencias de
Ante las demandas, la persona puede pensar que está perfectamente capacitada para
desempeñar las actividades (y su nivel de activación no sufriría cambios) o que no tiene ni
el tiempo ni los recursos necesarios para cumplirla (y el cuerpo y la mente se activarían
para asegurar que dispongamos de energía para ejecutar la tarea).
Ante este estado, la persona con estrés realiza intentos para superar la situación. Si
cuenta con los recursos necesarios, puede superar su estrés y volver a un estado de
relajación. Sin embargo, a veces las herramientas de las que dispone no son adecuadas,
con lo que no consigue relajarse.
Los niños interpretan la realidad desde una perspectiva diferente a la de los adultos. Lo
que para tu hijo puede ser una situación amenazante, para ti puede pasar desapercibida.
Algunas circunstancias que pueden ser fuente de estrés para tu hijo son: los cambios en la
situación familiar (divorcio de los padres, mudarse de ciudad y colegio, fallecimiento de un
familiar, llegada de un hermano), por la situación escolar (acoso de los compañeros,
suspensos, cambio de curso escolar, exámenes, llegar tarde a clase, malos resultados en
algún trabajo, tener que hablar en público) o por otras situaciones siversas como ir al
médio o dentista, roper o perder cosas, perderse, demasiadas actividades extraescolares o
deberes, peleas con amigos etc.
Si tu hijo está sufriendo estrés, es probable que puedas detectar alguna de las siguientes
respuestas físicas, Aumento de la frecuencia cardiaca, sudor de manos, cambios en la
coloración de la piel, tensión muscular, cambios en la temperatura, respiración agitada,
palpitaciones, falta de respiración, malestar estomacal, náuseas, vómitos, falta de apetito
o apetito excesivo, dolor de cabeza, temblores, necesidad de orinar o defecar más de lo
habitual.
Las reacciones también pueden ser motoras: Mover constantemente brazos y piernas,
repetir tics, cerrar los ojos, evitar contacto visual, buscar proximidad física de personas de
apoyo, aferrarse al adulto, decir que tiene miedo, agredir verbal o físicamente, distraerse
fácilmente, temblor de labios, tartamudeo, lentificación o rapidez del habla, llanto, gritos
y rigidez.
Síntomas psíquicos
Desmotivación, desinterés.
Irritabilidad.
Ansiedad.
Tedio.
Errores de memoria.
Labilidad afectiva.
Síntomas físicos
Alteraciones del sueño.
Malestar general.
Cefaleas.
Problemas digestivos.
Síntomas conductuales
Rechazo de la escuela.
Incumplimiento de tareas.
Ningún niño está libre de sufrir distrés, aunque cabe señalar algunos factores –
individuales y contextuales- que acrecientan la probabilidad de que se presente, por
ejemplo: algunas características personales, al igual que los problemas familiares,
escolares, sociales y de salud. Aun cuando asumimos la existencia de cierta vulnerabilidad
personal endógena en la infancia, ha de reconocerse el significativo influjo del ambiente
en la configuración del distrés.
Sin perder de vista que la familia debe garantizar afecto y comunicación suficiente con el
niño, al igual que educación y horarios apropiados y regulares, en este trabajo nos
interesa especialmente concienciar a las instituciones escolares de la importancia de
prevenir en lo posible el estrés patológico mediante la creación de un ambiente saludable.
Por ello, reflexionamos particularmente sobre los factores ambientales escolares
estresantes, a sabiendas de que su impacto en el niño quedará modulado por su
personalidad
cuanto mayor es el acceso de los niños a áreas naturales tiene mayor capacidad para
sobrellevar situaciones adversas.
A la hora de prevenir el distrés infantil, además de las situaciones escolares citadas con
carácter general, es fundamental prestar atención al comportamiento del niño, por
ejemplo, a la aparición de conflictos, a los dolores y trastornos físicos, al malestar general,
a los temores, etc. Desde luego, no es raro tampoco que en el niño expuesto a situaciones
escolares estresantes aflore una actitud negativa, incluso hostil, hacia el colegio y que
consiguientemente aumente el absentismo y disminuya su rendimiento.
Si te estás cansado y estresado porque tienes demasiadas cosas que hacer, como muchas
actividades extraescolares, tal vez deberías dejar algo, aunque solo sea durante un
semestre. A veces, un exceso de actividades –aunque sean divertidas- te puede hacer
sentirte estresado al mantenerte ocupado todo el tiempo. Por otro lado, si los problemas
que tienes en casa te preocupan o incomodan, algunas (¡pero no demasiadas!) actividades
extraescolares pueden ayudarte a desconectar, relajarte y encontrarte mejor.
También hay ejercicios de relajación que puedes hacer para librarte del estrés. El más fácil
de todos consiste en inhalar (inspirar) lenta y profundamente por la nariz y luego exhalar
(espirar) lentamente por la boca. Hazlo de dos a cuatro veces, pero no inspires con
demasiada fuerza ni demasiado deprisa porque te podrías marear.
Puedes hacer ejercicios como estos en cualquier momento, sin que nadie se dé cuenta.
Puedes incluso hacer ejercicios de respiración mientras estás en clase si notas que te estás
poniendo demasiado nervioso antes de hacer un examen.
Encontrar el equilibrio
La mejor forma de mantener a raya el estrés es llevar una vida equilibrada. Eso significa
elegir bien en qué inviertes tu tiempo. Si solo te dedicas a los estudios y no te queda
tiempo libre para jugar y explayarte, puedes acabar estresándote. Asegúrate de pensar en
ti, cuidando las siguientes cuatro facetas: sueño, ejercicio, ocio (pasártelo bien) y
alimentación. Si te cuidas, durmiendo lo suficiente, alimentándote bien, haciendo ejercicio
y reservándote un tiempo para pasártelo bien, ¡probablemente estarás mucho menos
estresado!
Cómo ayudar a los niños a manejar el estrés
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a manejar los factores de estrés de la vida diaria?
En los niños mayores, las presiones pueden provenir de una serie de fuentes: del niño
mismo y de los padres, los maestros, los pares y la sociedad más amplia en la que vive el
niño. La presión puede tomar muchas formas que son un desafío para los niños y a las que
deben responder o, a menudo, adaptarse. Se trate de eventos con consecuencias duraderas,
como el divorcio de sus padres, o simplemente de una complicación, como perder su tarea
escolar, estas exigencias o factores de estrés son parte de la existencia diaria de los niños.
Los niños se alegran con ciertos eventos pueden adaptarse a ellos con relativa facilidad.
Pero, perciben otros eventos como amenazas a las rutinas diarias propias o de la familia, o a
su estado de bienestar. Estos factores de estrés son más problemáticos. La mayor parte del
estrés que enfrentan los niños está en el medio de dos extremos. No es bienvenido pero
tampoco es perjudicial, sino que es parte de aprender las lecciones de la infancia y aprender
sobre ellos mismos.
También es posible que tener amigos, tener éxito en la escuela, combatir la presión de sus
pares o superar un impedimento físico sean precocupaciones para los jóvenes. Cualquiera
sea su forma, si el estrés es demasiado intenso o duradero, a veces puede tener
repercusiones en los niños. Las concentraciones de eventos estresantes parecen predisponer
a los niños a enfermarse. Los eventos importantes, especialmente los que cambian la
familia de un niño para siempre, como la muerte de uno de los padres, pueden tener efectos
duraderos en la salud y el bienestar psicológicos de los niños. Los factores de estrés diarios
de poca importancia también pueden tener consecuencias. Pueden contribuir a la falta de
sueño o apetito. Los niños pueden enojarse o volverse irritables, o sus calificaciones en la
escuela pueden verse afectadas. Su comportamiento y sus ganas de cooperar pueden
cambiar.
Irónicamente, muchos padres creen que sus hijos en edad escolar no se dan cuenta de los
factores de estrés que los rodean y que, de alguna manera, son inmunes a ellos. Después de
todo, sus hijos no solo tienen cubiertas todas sus necesidades básicas, sino que, tal vez,
también tienen una habitación llena de juguetes, amigos con quienes compartirlos, mucho
tiempo para jugar y un cronograma lleno de actividades extracurriculares.
Sin embargo, los niños son muy sensibles a los cambios a su alrededor. En especial, son
sensibles a los sentimientos y las reacciones de sus padres, aunque esos sentimientos no se
comuniquen directamente con palabras. Si uno de los padres pierde el trabajo, los niños
tendrán que ajustarse a la crisis económica de su familia. No solo deben lidiar con los
cambios evidentes de presupuesto de la familia, sino también con los cambios en los
estados emocionales de sus padres. Es posible que los niños tengan que enfrentarse con
un abusón o busca pleitos en el área de juego o parque de recreo, una mudanza a un nuevo
vecindario, una enfermedad grave de uno de los padres o la decepción que provoca tener un
mal rendimiento deportivo. Podrían sentir una presión fastidiosa y constante para vestirse
de la manera “correcta” o lograr altas calificaciones que los puedan poner en la vía rápida
hacia la universidad “correcta”.
Incluso en las familias intactas y estables, la creciente cantidad de familias con dos padres
que trabajan, a menudo, fuerza a los niños a pasar más tiempo en programas extraescolares
o solos en sus casas. Para algunos niños, esta falta de tiempo con sus padres es bastante
estresante. También lo es la responsabilidad de cuidarse a sí mismos y de cuidar el hogar de
la familia y, a veces, cuidar a un hermano menor después de la escuela.
Muchos niños y sus familias se estresan por las múltiples actividades que ocupan el
“tiempo libre” de los niños. Los niños con un calendario sobrecargado y poco “tiempo para
descansar” pueden terminar exhaustos.
Los niños de hoy en día también están creciendo en una era en la que se los expone a
violencia y a la presión de los pares acerca de la actividad sexual y el consumo de drogas.
También se les advierte que tengan cuidado de los secuestros, el abuso sexual y otros
delitos. Esta sensación de que viven en un mundo inseguro es una fuente de estrés constante
para algunos niños. En resumen, los jóvenes de hoy en día se enfrentan todo el tiempo a
desafíos a sus destrezas de afrontamiento y, a menudo, se espera de ellos que crezcan
demasiado rápido.
El brote de COVID-19 ha puesto a muchas familias en la situación única de tener que estar
en casa durante un período prolongado. Esta contención puede crear inquietud,
irritabilidad y estrés entre padres y sus hijos. Además, La interrupción repentina de la
rutina familiar, la falta de actividad social y física y los temores relacionados con el COVID-
19 pueden ser especialmente estresantes y ansiosos para los más pequeños.
Los padres ya están bajo una enorme cantidad de estrés en este momento, ya sea por
estar atrapados en el interior durante muchas horas todos los días o por el estrés
financiero que muchos deben enfrentar. ¿Pero qué hay de nuestros niños?
En Clínica Internacional, sabemos que los problemas psicológicos pueden aumentar
debido al coronavirus y por ello, nuestra especialista Gabriela Cossi nos brinda algunos
consejos que te permitirán controlar los niveles de estrés en los niños durante la
cuarentena.
El coronavirus (COVID-19) puede ser estresante para las personas. El miedo y la ansiedad
por una enfermedad pueden ser abrumadores y causar emociones fuertes en adultos y
niños.
Hacer frente al estrés te hará fuerte. Algunas sensaciones o sentimientos que podrías
tener debido al estrés son:
Trata de evitar tener estos pensamientos o sensaciones y, ante todo, que tus hijos
también las repliquen. Los niños a menudo miran a sus padres y modelan su respuesta a
situaciones aterradoras como lo hacen los adultos. Es por eso que lo más importante que
los padres pueden hacer en apoyo a sus hijos es encontrar sus propios métodos sencillos
para enfrentarse a situaciones difíciles.
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Existen muchas maneras en que los padres pueden ayudar a sus hijos a manejar el estrés
de estar aislados por un largo período de tiempo de amigos, familiares y actividades y
lugares a los que están acostumbrados.
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Ayúdalos a mantenerse conectados con los demás: Realiza llamadas o video llamadas con
amigos y familiares, arma rompecabezas o juega juegos de mesa con ellos. También,
puedes optar por animarlos a crear tarjetas o cartas, las cuales puedes tomar foto y enviar
a sus respectivos destinatarios.
Monitorea el uso de videojuegos o internet: Habla con tus hijos sobre las horas máximas
de juego y limita el tiempo que pasan en ellos.
Dales tiempo libre o planea algo divertido: Lo único que nos falta a todos, no importa cuán
organizados o despreocupados podamos parecer, es la diversión. Descubre maneras sobre
cómo divertirte en casa: organiza una fiesta de baile con tus hijos; miren una película
divertida; u horneen un delicioso pastel. Intenta salir de la rutina de vez en cuando.
Mantén tu rutina: Continúa tu día normal lo mejor que puedas, sin romper las reglas del
estado. Levántense, vístanse, desayunen, ayúdalos con sus tareas, tomen un descanso
juntos en familia, etc.
Estos consejos ayudarán a tus hijos a manejar ahora y en tiempos futuros el estrés.
Recuerda que la exposición a este problema durante largos períodos puede tener un
impacto negativo en tu salud y la de tus hijos. Si lo consideras necesario, puedes encontrar
apoyo adicional con nuestros psicólogos.
https://www.healthychildren.org/Spanish/healthy-living/emotional-wellness/Paginas/
helping-children-handle-stress.asp
https://kidshealth.org/es/kids/stress-esp.html