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Introducción

Tal vez oigas a los adultos decir ese tipo de cosas constantemente “estoy completamente
estresado" o "Esto me está estresando mucho" Pero los niños también tienen un montón
de cosas en sus vidas que les pueden provocar estrés.

Aunque en el campo de la psicología y aun en la calle el término ‘estrés’ ha alcanzado gran


difusión conviene acercarse científicamente al concepto. Con el vocablo ‘estrés’, derivado
del inglés stress y procedente de la física, nos referimos a la sobrecarga de tensión
generada por situaciones agobiantes o presiones intensas. También designa la reactividad
psicofisiológica que se produce en el sujeto ante las exigencias experimentadas.

Se considera a Hans Selye el pionero de la noción de estrés. Con la formulación del


Síndrome General de Adaptación (S.G.A.), Selye (1975) describió un proceso integrado por
tres fases de adaptación del organismo ante los estresores

1) Fase de alarma: ante un estímulo estresante el organismo se activa, se

prepara para hacerle frente

2) Fase de resistencia: el organismo continúa haciendo frente al estresor

3)Fase de agotamiento: dado que la resistencia es limitada, si el estrés continúa o es


intenso el organismo puede enfermar.

Los trabajos de Selye han rebasado el campo de la endocrinología y de la medicina, para

adentrarse igualmente en el terreno de la psicología. Aun cuando el estrés que más


atención ha recibido por parte de la psicología científica es el laboral y, por tanto, el que
acontece en los adultos, cada vez se estudia más el estrés en la infancia. De hecho, la
psicopatología de niños y adolescentes ha incorporado el interés por el estrés, pues
reconoce que puede originar, mantener o agravar problemas de diversa índole.
Al hablar de estrés es conveniente distinguir entre un estrés positivo o estrés, esencial
para la vida, ya que permite enfrentarse a los desafíos cotidianos, y un estrés negativo o
distrés, generador de desgaste y que acrecienta la vulnerabilidad del sujeto a un trastorno
de ansiedad o a un cuadro depresivo.

Según los casos, las fuentes de estrés infantil pueden tener su origen en algunas

características de la personalidad del niño, en la estructura familiar o en el estilo educativo


de los padres, en la competitividad escolar, en problemas de salud, en la exposición a
amenazas en el entorno social, etc.

De la misma manera que es imposible la felicidad perfecta, es imposible vivir sin estrés. El
organismo se encuentra en continuo proceso de adaptación a las exigencias de su medio, por un
lado, y a las de su propio desarrollo, por otro. En el niño, con su extremada vulnerabilidad y su
prodigiosa necesidad de desarrollo, el proceso de mantener la constancia del medio interno exige
una increíble capacidad de cambio. Una cierta dosis de estrés parece ser necesaria para que el
desarrollo proceda con normalidad. La estimulación insuficiente, lo mismo que la exagerada
prevención de las dificultades propias de cada edad, constituyen, paradójicamente, fuentes
nocivas de estrés. Un niño que encuentra y resuelve eficazmente los problemas específicos de
cada etapa de su desarrollo, puede construir, pieza a pieza, una personalidad estable y madura.
Cuando el comportamiento de un niño se torna difícil, es posible que esté reaccionando a
circunstancias ambientales que desbordan su capacidad de adaptación o que, por el contrario,
impiden su crecimiento y desarrollo. En este trabajo, empezaremos por definir el estrés y sus
mecanismos de acción, continuando con la exposición de aquellos factores inductores de estrés
nocivo o mal adaptativo más propios de la edad infantil y juvenil. La última parte del trabajo será
dedicada a algunas reflexiones sobre las perspectivas de prevención y recuperación de los efectos
del estrés en el niño.

LA HISTORIA DEL ESTRÉS

ANTECEDENTES HITORICOS
Las primeras décadas del siglo XX también son testigo del acento en el concepto de estrés como
enfermedad suscitada por una causa psicológica o "conflicto interno", con ello se populariza lo que
se llamará "medicina psicosomática", término que alude a una relación de la psique con la
enfermedad física. Lamentablemente, el campo fue aprovechado por el movimiento psicoanalítico
que a inicios de 1920 empieza a producir "pseudoteorías" explicativas, basadas en conflictos
inconscientes y en una visión determinista de un hombre que, manejado por sus pulsiones e
instintos, lucha por sobrevivir entre su Superyó y su ello, siendo, la conciencia, presa de inevitables
traumas y fijaciones. Esto haría recaer un gran desprestigio sobre la medicina psicosomática por
un largo periodo de tiempo. (Troch, 1982). 21 Fue probablemente el neurólogo Walter Cannon, el
primer investigador moderno que aplicó el concepto de estrés a las personas, interesado
principalmente en los efectos que el frío, la pérdida de oxígeno y otros factores ambientales
(considerados estresores) producen en el organismo. Cannon partió de la hipótesis de que toda
vida humana requiere mantener un equilibrio interior al cual llamaría "homeostasis" y en caso de
cambios intensos se da un proceso de reacomodación a través del sistema endocrino y vegetativo.
Las investigaciones de Cannon lo llevaron a la conclusión de que a pesar de que un organismo
pueda resistir un bajo nivel de estresores o un estresor inicial, cuando éstos son prolongados o de
carácter intenso pueden provocar un quiebre en los sistemas biológicos. Dicha formulación es una
valiosa intuición para los efectos dañinos del estrés crónico sobre la salud que actualmente se
confirman gracias a los estudios sobre el sistema endocrino e inmunológico. (Slipak, 1991)

¿Qué es el estrés?

El estrés es lo que sientes cuando estás muy preocupado, nervioso o molesto por algo. Esa
preocupación que te ocupa la mente puede hacer que te encuentres mal, repercutiendo
en tu cuerpo. Tal vez estés enfadado, frustrado o asustado –y eso te puede provocar dolor
de estómago o de cabeza.

Cuando estés estresado, tal vez se te quiten las ganas de dormir o de comer. También es
posible que estés nervioso o tengas problemas para prestar atención en el colegio y
recordar lo que habéis dado en clase al llegar a casa.
¿Qué provoca el estrés?

Hay muchas cosas que pueden provocar estrés en la vida de un niño. El estrés bueno o
normal es el que puedes sentir cuando te preguntan en clase o cuando tienes que
presentar oralmente un informe. ¿Se te ha hecho alguna vez un nudo en la garganta o te
han sudado las manos? Ambos pueden ser signos del estrés bueno –el tipo de estrés que
te ayuda a hacer las cosas bien. Por ejemplo, probablemente harás mejor la presentación
del informe sobre un libro que has leído si la ansiedad te inspira a preparártelo bien antes
de levantarte para leerlo.

El estrés malo ocurre cuando los pensamientos estresantes siguen bombardeándote


durante un tiempo. Tal vez estés estresado si tus padres no dejan de discutir, si un
miembro de tu familia está enfermo, si tienes problemas en el colegio o si te está
ocurriendo cualquier otra cosa que te hace estar preocupado o te altera de algún modo
día tras días. Ese tipo de estrés no puede ayudarte y, de hecho, puede hacerte enfermar.

Una vez reconozcas que estás estresado, hay diversas cosas que puedes hacer. Puedes
probar a hablar sobre lo que te preocupa con un adulto de confianza, como uno de tus
padres o un profesor. Explícale lo que te ronda por la cabeza y cómo te hace sentir. Un
adulto puede tener ideas sobre cómo solucionar lo que te preocupa o te incomoda

El estrés en la infancia

Los síntomas de estrés en la edad escolar son más fáciles de detectar que en la etapa
preescolar, entre otras razones porque los niños a medida que crecen saben y describen
mejor, aunque no sin dificultad, cómo se encuentran.

En el período escolar (aproximadamente entre los 6 y los 12 años) son los aspectos
ambientales los que suelen explicar la aparición del estrés infantil. Entre los factores
estresantes hay que incluir la exposición del niño a situaciones de maltrato, la falta de
afecto, la separación/divorcio de los padres, la penuria económica, los problemas en el
centro educativo (inadaptación, malas relaciones, sobrecarga de trabajo, etc.), las
enfermedades crónicas, la baja autoestima, las escasas habilidades interpersonales, etc.

Un esfuerzo de sistematización y síntesis nos permite agrupar los estresores en cinco


sectores:

 Personal. Hay algunas características personales, condicionadas obviamente por el


entorno, que favorecen el estrés, por ejemplo, la excesiva inhibición, la falta de
habilidades sociales, la baja autoestima.

 Familiar. En general, la estructura familiar disfuncional, así como los estilos educativos

parentales presididos por la permisividad/anomia, el autoritarismo o la sobreprotección,


igualmente desaconsejables.

 Escolar. La insuficiente comunicación y las malas relaciones interpersonales, al igual que


la estructura y la gestión institucionales predominantemente rígidas y verticales.

 Social. La continua exposición a estímulos amenazantes, por ejemplo, vivir en un


entorno hostil. De igual modo, han de incluirse como factores que predisponen a la
ansiedad la existencia de problemas económicos en la familia y la falta de apoyo social
suficiente.

 Salud. Las enfermedades, sobre todo crónicas, con el malestar, el dolor y el temor
acompañantes, son fuentes de estrés infantil, al igual que la posible hospitalización, que
supone separación de la familia y alejamiento del entorno escolar y social, exigencias de

adaptación a un medio extraño y con frecuencia vivenciado como amenazante, etc.

Señales de estrés infantil y cómo reconocerlo

Mecanismos para evitar que los niños sientan estrés

La palabra estrés se utiliza en muchas conversaciones para referirse a diferentes


situaciones. En realidad se trata de un mecanismo automático que aumenta los niveles de
activación física y psicológica ante una demanda propia o del entorno.
Por ejemplo, una demanda propia sería pensar en que hemos de hacer perfecta una
exposición en clase y una externa, que nos dijeran que mañana vamos a tener que hacer
cuatro exámenes.

¿cómo reconocer el estrés en los niños?

Ante las demandas, la persona puede pensar que está perfectamente capacitada para
desempeñar las actividades (y su nivel de activación no sufriría cambios) o que no tiene ni
el tiempo ni los recursos necesarios para cumplirla (y el cuerpo y la mente se activarían
para asegurar que dispongamos de energía para ejecutar la tarea).

Sin embargo, cuando la activación es demasiado elevada, en lugar de ayudar, lo que


genera es gran malestar físico (dolores de cabeza, musculares, malestar estomacal, etc.),
psicológico (sentimientos de impotencia, pérdida de autoestima, cambio de humor,…) e
incluso problemas sociales (irascibilidad con los demás, insociabilidad, actitudes violentas,
etc.).

Ante este estado, la persona con estrés realiza intentos para superar la situación. Si
cuenta con los recursos necesarios, puede superar su estrés y volver a un estado de
relajación. Sin embargo, a veces las herramientas de las que dispone no son adecuadas,
con lo que no consigue relajarse.

Los niños interpretan la realidad desde una perspectiva diferente a la de los adultos. Lo
que para tu hijo puede ser una situación amenazante, para ti puede pasar desapercibida.

Algunas circunstancias que pueden ser fuente de estrés para tu hijo son: los cambios en la
situación familiar (divorcio de los padres, mudarse de ciudad y colegio, fallecimiento de un
familiar, llegada de un hermano), por la situación escolar (acoso de los compañeros,
suspensos, cambio de curso escolar, exámenes, llegar tarde a clase, malos resultados en
algún trabajo, tener que hablar en público) o por otras situaciones siversas como ir al
médio o dentista, roper o perder cosas, perderse, demasiadas actividades extraescolares o
deberes, peleas con amigos etc.
Si tu hijo está sufriendo estrés, es probable que puedas detectar alguna de las siguientes
respuestas físicas, Aumento de la frecuencia cardiaca, sudor de manos, cambios en la
coloración de la piel, tensión muscular, cambios en la temperatura, respiración agitada,
palpitaciones, falta de respiración, malestar estomacal, náuseas, vómitos, falta de apetito
o apetito excesivo, dolor de cabeza, temblores, necesidad de orinar o defecar más de lo
habitual.

Las reacciones también pueden ser motoras: Mover constantemente brazos y piernas,
repetir tics, cerrar los ojos, evitar contacto visual, buscar proximidad física de personas de
apoyo, aferrarse al adulto, decir que tiene miedo, agredir verbal o físicamente, distraerse
fácilmente, temblor de labios, tartamudeo, lentificación o rapidez del habla, llanto, gritos
y rigidez.

Síntomas del estrés infantil

En el cuadro de estrés infantil podemos encontrar síntomas psíquicos, físicos y


conductuales como los siguientes:

 Síntomas psíquicos

 Desmotivación, desinterés.

 Irritabilidad.

 Ansiedad.

 Tedio.

 Disminución de la capacidad para pensar o concentrarse.

 Errores de memoria.

 Labilidad afectiva.

 Síntomas físicos
 Alteraciones del sueño.

 Pérdida o aumento de peso.

 Malestar general.

 Cefaleas.

 Problemas digestivos.

 Síntomas conductuales

 Rechazo de la escuela.

 Disminución del rendimiento.

 Aumento de los errores.

 Incumplimiento de tareas.

 Empeoramiento de las relaciones con los compañeros o los profesores.

Sin instrumentos de detección ni entrevistas realizadas por expertos, no siempre es


sencillo reconocer el estrés infantil. Es sabido, además, que hay considerable
solapamiento sintomático entre el estrés, la ansiedad y la depresión, lo que complica el
diagnóstico. A ello se agrega que los niños, en general, tienen menos facilidad que los
adultos para describir su experiencia interna, aunque evidentemente, siempre que sea
posible, hay que contar con ella. Sea como fuere, el deterioro de las relaciones
interpersonales en la familia o en la escuela, el descenso del rendimiento académico, las
alteraciones en el estado de ánimo, los cambios alimenticios, los dolores y quejas
corporales, etc., pueden ponernos sobre la pista del síndrome de estrés.

Ningún niño está libre de sufrir distrés, aunque cabe señalar algunos factores –
individuales y contextuales- que acrecientan la probabilidad de que se presente, por
ejemplo: algunas características personales, al igual que los problemas familiares,
escolares, sociales y de salud. Aun cuando asumimos la existencia de cierta vulnerabilidad
personal endógena en la infancia, ha de reconocerse el significativo influjo del ambiente
en la configuración del distrés.

Sin perder de vista que la familia debe garantizar afecto y comunicación suficiente con el
niño, al igual que educación y horarios apropiados y regulares, en este trabajo nos
interesa especialmente concienciar a las instituciones escolares de la importancia de
prevenir en lo posible el estrés patológico mediante la creación de un ambiente saludable.
Por ello, reflexionamos particularmente sobre los factores ambientales escolares
estresantes, a sabiendas de que su impacto en el niño quedará modulado por su
personalidad

Ambiente escolar estresante

Entre las fuentes escolares generadoras de estrés se hallan las siguientes:

 La falta de sensibilidad hacia la diversidad, que se traduce en mayor o menor cuantía en


desconfianza, hostilidad y exclusión. Este rechazo afecta principalmente a alumnos que
tienen rasgos étnicos, físicos o psíquicos diferentes, por ejemplo, algunos escolares
inmigrantes o con discapacidad.

 La tecnificación en los centros educativos está introduciendo un considerable cambio en


las relaciones humanas, ahora mucho más dependientes de la máquina y menos del
contacto personal con el profesor y con los compañeros. El uso inadecuado o abusivo de la
tecnología con facilidad genera aislamiento y enajenación en los alumnos.

cuanto mayor es el acceso de los niños a áreas naturales tiene mayor capacidad para
sobrellevar situaciones adversas.

 Las malas relaciones y la fragilidad de la comunidad educativa. Un buen número de


centros escolares están hoy transidos de rivalidad feroz y de individualismo. El mundo de
la escuela se halla asimismo sacudido por la violencia, hasta el punto de que en algunos
centros se pone en grave peligro la integridad personal y la educación se torna misión
imposible. Los alumnos se estresan con más facilidad en un ambiente de este tipo que
puede ser verdaderamente traumatizante y aun aterrador.
 La descompensación del discurso educativo. En la infancia y en la adolescencia el
discurso meramente instructivo y dogmático, a menudo acompañado de sobrecarga de
exigencias, críticas y deberes, es totalmente desaconsejable por revelarse frío, distante y
extenuante.

 El predominio de la rigidez y la verticalidad en las estructuras y estilos gestores, lo que


dificulta la participación responsable y la comunicación fluida, sincera y comprensiva de
los miembros de las instituciones escolares.

A la hora de prevenir el distrés infantil, además de las situaciones escolares citadas con
carácter general, es fundamental prestar atención al comportamiento del niño, por
ejemplo, a la aparición de conflictos, a los dolores y trastornos físicos, al malestar general,
a los temores, etc. Desde luego, no es raro tampoco que en el niño expuesto a situaciones
escolares estresantes aflore una actitud negativa, incluso hostil, hacia el colegio y que
consiguientemente aumente el absentismo y disminuya su rendimiento.

¿Estás demasiado ocupado?

Si te estás cansado y estresado porque tienes demasiadas cosas que hacer, como muchas
actividades extraescolares, tal vez deberías dejar algo, aunque solo sea durante un
semestre. A veces, un exceso de actividades –aunque sean divertidas- te puede hacer
sentirte estresado al mantenerte ocupado todo el tiempo. Por otro lado, si los problemas
que tienes en casa te preocupan o incomodan, algunas (¡pero no demasiadas!) actividades
extraescolares pueden ayudarte a desconectar, relajarte y encontrarte mejor.

También hay ejercicios de relajación que puedes hacer para librarte del estrés. El más fácil
de todos consiste en inhalar (inspirar) lenta y profundamente por la nariz y luego exhalar
(espirar) lentamente por la boca. Hazlo de dos a cuatro veces, pero no inspires con
demasiada fuerza ni demasiado deprisa porque te podrías marear.

Puedes hacer ejercicios como estos en cualquier momento, sin que nadie se dé cuenta.
Puedes incluso hacer ejercicios de respiración mientras estás en clase si notas que te estás
poniendo demasiado nervioso antes de hacer un examen.

Encontrar el equilibrio

La mejor forma de mantener a raya el estrés es llevar una vida equilibrada. Eso significa
elegir bien en qué inviertes tu tiempo. Si solo te dedicas a los estudios y no te queda
tiempo libre para jugar y explayarte, puedes acabar estresándote. Asegúrate de pensar en
ti, cuidando las siguientes cuatro facetas: sueño, ejercicio, ocio (pasártelo bien) y
alimentación. Si te cuidas, durmiendo lo suficiente, alimentándote bien, haciendo ejercicio
y reservándote un tiempo para pasártelo bien, ¡probablemente estarás mucho menos
estresado!
Cómo ayudar a los niños a manejar el estrés

¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a manejar los factores de estrés de la vida diaria?
En los niños mayores, las presiones pueden provenir de una serie de fuentes: del niño
mismo y de los padres, los maestros, los pares y la sociedad más amplia en la que vive el
niño. La presión puede tomar muchas formas que son un desafío para los niños y a las que
deben responder o, a menudo, adaptarse. Se trate de eventos con consecuencias duraderas,
como el divorcio de sus padres, o simplemente de una complicación, como perder su tarea
escolar, estas exigencias o factores de estrés son parte de la existencia diaria de los niños.

Los niños se alegran con ciertos eventos pueden adaptarse a ellos con relativa facilidad.
Pero, perciben otros eventos como amenazas a las rutinas diarias propias o de la familia, o a
su estado de bienestar. Estos factores de estrés son más problemáticos. La mayor parte del
estrés que enfrentan los niños está en el medio de dos extremos. No es bienvenido pero
tampoco es perjudicial, sino que es parte de aprender las lecciones de la infancia y aprender
sobre ellos mismos.

También es posible que tener amigos, tener éxito en la escuela, combatir la presión de sus
pares o superar un impedimento físico sean precocupaciones para los jóvenes. Cualquiera
sea su forma, si el estrés es demasiado intenso o duradero, a veces puede tener
repercusiones en los niños. Las concentraciones de eventos estresantes parecen predisponer
a los niños a enfermarse. Los eventos importantes, especialmente los que cambian la
familia de un niño para siempre, como la muerte de uno de los padres, pueden tener efectos
duraderos en la salud y el bienestar psicológicos de los niños. Los factores de estrés diarios
de poca importancia también pueden tener consecuencias. Pueden contribuir a la falta de
sueño o apetito. Los niños pueden enojarse o volverse irritables, o sus calificaciones en la
escuela pueden verse afectadas. Su comportamiento y sus ganas de cooperar pueden
cambiar.

Cómo los diferentes niños sobrellevan el estrés


El temperamento de los niños varía y, por lo tanto, estos son bastante diferentes en su
capacidad para enfrentar el estrés y los problemas diarios. Algunos niños son de trato fácil
por naturaleza y se adaptan fácilmente a los acontecimientos y a las nuevas situaciones. A
otros, los cambios en sus vidas los desestabilizan. Todos los niños mejoran su capacidad de
manejar el estrés si han tenido éxito al manejar desafíos anteriormente y si sienten que
tienen la capacidad y el apoyo emocional de la familia y los amigos. A los niños que tienen
un sentido claro de su capacidad personal y se sienten amados y apoyados, generalmente,
les va bien.

Seguramente, la edad y el desarrollo de un niño ayudará a determinar cuán estresante puede


ser una situación determinada. Cambiar de maestros en la mitad del año puede ser un
evento importante para un niño en primer grado, y apenas una molestia para un niño en
sexto grado. Ser de baja estatura puede ser un problema poco importante para un niño de 5
ó 6 años, pero una fuente de vergüenza diaria para un adolescente. Cómo un niño perciba el
estrés y responda a él dependerá, en parte, del desarrollo, en parte, de la experiencia y, en
parte, del temperamento individual de un niño.

Irónicamente, muchos padres creen que sus hijos en edad escolar no se dan cuenta de los
factores de estrés que los rodean y que, de alguna manera, son inmunes a ellos. Después de
todo, sus hijos no solo tienen cubiertas todas sus necesidades básicas, sino que, tal vez,
también tienen una habitación llena de juguetes, amigos con quienes compartirlos, mucho
tiempo para jugar y un cronograma lleno de actividades extracurriculares.

Sin embargo, los niños son muy sensibles a los cambios a su alrededor. En especial, son
sensibles a los sentimientos y las reacciones de sus padres, aunque esos sentimientos no se
comuniquen directamente con palabras. Si uno de los padres pierde el trabajo, los niños
tendrán que ajustarse a la crisis económica de su familia. No solo deben lidiar con los
cambios evidentes de presupuesto de la familia, sino también con los cambios en los
estados emocionales de sus padres. Es posible que los niños tengan que enfrentarse con
un abusón o busca pleitos en el área de juego o parque de recreo, una mudanza a un nuevo
vecindario, una enfermedad grave de uno de los padres o la decepción que provoca tener un
mal rendimiento deportivo. Podrían sentir una presión fastidiosa y constante para vestirse
de la manera “correcta” o lograr altas calificaciones que los puedan poner en la vía rápida
hacia la universidad “correcta”.

El estrés y los niños mayores de hoy


Algunos psicólogos piensan que los niños mayores de hoy, en verdad, se enfrentan a más
estrés que los niños de generaciones anteriores, y tienen menos apoyos sociales disponibles.
El cambio en la estructura familiar, que pasó de familias grandes, extendidas y que
brindaban apoyo (que incluía a ambos padres, los tíos y los abuelos) de generaciones
previas a la alta incidencia actual de familias de padres divorciados, familias
monoparentales y familias postizas, ha alterado drásticamente la experiencia de la infancia.
Millones de jóvenes deben ajustarse a dichos cambios.

Incluso en las familias intactas y estables, la creciente cantidad de familias con dos padres
que trabajan, a menudo, fuerza a los niños a pasar más tiempo en programas extraescolares
o solos en sus casas. Para algunos niños, esta falta de tiempo con sus padres es bastante
estresante. También lo es la responsabilidad de cuidarse a sí mismos y de cuidar el hogar de
la familia y, a veces, cuidar a un hermano menor después de la escuela.

Muchos niños y sus familias se estresan por las múltiples actividades que ocupan el
“tiempo libre” de los niños. Los niños con un calendario sobrecargado y poco “tiempo para
descansar” pueden terminar exhaustos.

Los niños de hoy en día también están creciendo en una era en la que se los expone a
violencia y a la presión de los pares acerca de la actividad sexual y el consumo de drogas.
También se les advierte que tengan cuidado de los secuestros, el abuso sexual y otros
delitos. Esta sensación de que viven en un mundo inseguro es una fuente de estrés constante
para algunos niños. En resumen, los jóvenes de hoy en día se enfrentan todo el tiempo a
desafíos a sus destrezas de afrontamiento y, a menudo, se espera de ellos que crezcan
demasiado rápido.

Estrés bueno y malo


No todo el estrés es malo. Las cantidades moderadas de presión impuestas por un maestro o
un entrenador, por ejemplo, pueden motivar a un niño a mantener altas las calificaciones en
la escuela o a participar más en actividades deportivas. Manejar con éxito situaciones o
eventos estresantes aumenta la capacidad de un niño de sobrellevarlos en el futuro.

Cuando el estrés es continuo o particularmente intenso, tiene repercusiones tanto en la


psiquis como en el cuerpo. Los eventos estresantes repentinos acelerarán la respiración y
los latidos de su hijo, le contraerá los vasos sanguíneos, le aumentará la presión arterial y la
tensión muscular y, tal vez, le causarán malestar en el estómago y dolores de cabeza. A
medida que persiste el estrés, podría ser más susceptible a enfermedades y tener fatiga,
pesadillas, bruxismo (rechinar los dientes), insomnio, berrinches,depresión y puede irle mal
en la escuela.

¿CÓMO EVITAR EL ESTRÉS EN NIÑOS DEBIDO A LA CUARENTENA POR EL COVID-19?

Clínica Internacional15 Mayo, 2020 6

El brote de COVID-19 ha puesto a muchas familias en la situación única de tener que estar
en casa durante un período prolongado. Esta contención puede crear inquietud,
irritabilidad y estrés entre padres y sus hijos. Además, La interrupción repentina de la
rutina familiar, la falta de actividad social y física y los temores relacionados con el COVID-
19 pueden ser especialmente estresantes y ansiosos para los más pequeños.

Los padres ya están bajo una enorme cantidad de estrés en este momento, ya sea por
estar atrapados en el interior durante muchas horas todos los días o por el estrés
financiero que muchos deben enfrentar. ¿Pero qué hay de nuestros niños?
En Clínica Internacional, sabemos que los problemas psicológicos pueden aumentar
debido al coronavirus y por ello, nuestra especialista Gabriela Cossi nos brinda algunos
consejos que te permitirán controlar los niveles de estrés en los niños durante la
cuarentena.

El estrés por cuarentena

El coronavirus (COVID-19) puede ser estresante para las personas. El miedo y la ansiedad
por una enfermedad pueden ser abrumadores y causar emociones fuertes en adultos y
niños.

Hacer frente al estrés te hará fuerte. Algunas sensaciones o sentimientos que podrías
tener debido al estrés son:

Temor o preocupación por tu propia salud y la salud de tus seres queridos.

Cambios en el sueño o patrones de alimentación.

Dificultad para dormir o concentrarse.

Empeoramiento de problemas crónicos de salud.

Empeoramiento de las condiciones de salud mental.

Mayor uso de alcohol, tabaco u otras drogas.

Trata de evitar tener estos pensamientos o sensaciones y, ante todo, que tus hijos
también las repliquen. Los niños a menudo miran a sus padres y modelan su respuesta a
situaciones aterradoras como lo hacen los adultos. Es por eso que lo más importante que
los padres pueden hacer en apoyo a sus hijos es encontrar sus propios métodos sencillos
para enfrentarse a situaciones difíciles.
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Presta atención a los cambios de comportamiento en tu hijo

No todos los niños y adolescentes responden al estrés de la misma manera. Algunos


cambios comunes a tener en cuenta incluyen:

Llanto excesivo o irritación en niños más pequeños

Reiteración de comportamientos que ya habían sido superados (por ejemplo, accidentes


de baño o enuresis)

Excesiva preocupación o tristeza

Hábitos alimenticios o de sueño poco saludables.

Irritabilidad y malos comportamientos en adolescentes

Bajo rendimiento escolar o ningún ánimo por recibir clases

Dificultad con la atención y concentración

Dolores de cabeza inexplicables o dolor corporal

También te interesará: Recomendaciones de prevención al convivir con un paciente


diagnosticado con COVID-19.

¿Cómo puedo ayudar a mi hijo para reducir sus niveles de estrés?

Existen muchas maneras en que los padres pueden ayudar a sus hijos a manejar el estrés
de estar aislados por un largo período de tiempo de amigos, familiares y actividades y
lugares a los que están acostumbrados.
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Para ayudarlos durante la cuarentena, nuestros especialistas en psicología recomiendan


los siguiente:

Ayúdalos a mantenerse conectados con los demás: Realiza llamadas o video llamadas con
amigos y familiares, arma rompecabezas o juega juegos de mesa con ellos. También,
puedes optar por animarlos a crear tarjetas o cartas, las cuales puedes tomar foto y enviar
a sus respectivos destinatarios.

No te olvides de la actividad física: Aprovecha el tiempo libre para salir a la azotea o


acercarse a una ventana para respirar un poco de aire fresco. Mientras estés adentro,
opta por ver videos de bailes o ejercicios y entrena con tus hijos.

Monitorea el uso de videojuegos o internet: Habla con tus hijos sobre las horas máximas
de juego y limita el tiempo que pasan en ellos.

Dales tiempo libre o planea algo divertido: Lo único que nos falta a todos, no importa cuán
organizados o despreocupados podamos parecer, es la diversión. Descubre maneras sobre
cómo divertirte en casa: organiza una fiesta de baile con tus hijos; miren una película
divertida; u horneen un delicioso pastel. Intenta salir de la rutina de vez en cuando.

Mantén tu rutina: Continúa tu día normal lo mejor que puedas, sin romper las reglas del
estado. Levántense, vístanse, desayunen, ayúdalos con sus tareas, tomen un descanso
juntos en familia, etc.

Mantén la calma y proporciona tranquilidad: Habla sobre tus sentimientos, ayúdalos a


replantear sus preocupaciones, hazles saber que estarás allí para mantenerlos seguros y
saludables. Asegúrate de que tus explicaciones sean apropiadas para la edad de tus hijos.
Sé positivo: Habla sobre las cosas por las que estás agradecido como familia o sobre las
cosas que se aproximan. Ayúdalos a elegir actividades que sean agradables y mejoren su
estado de ánimo. Tómate unos minutos todos los días para practicar la gratitud, ya sea
simplemente pensando o compartiendo sentimiento en voz alta con toda la familia.
Ayúdalos a reconocer que, por ahora, hay una nueva normalidad y, como familia,
enfrentarán los nuevos desafíos de cada día.

Estos consejos ayudarán a tus hijos a manejar ahora y en tiempos futuros el estrés.
Recuerda que la exposición a este problema durante largos períodos puede tener un
impacto negativo en tu salud y la de tus hijos. Si lo consideras necesario, puedes encontrar
apoyo adicional con nuestros psicólogos.

https://www.healthychildren.org/Spanish/healthy-living/emotional-wellness/Paginas/
helping-children-handle-stress.asp

https://kidshealth.org/es/kids/stress-esp.html

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