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RESEÑA "Las (in)visibles huellas del sistema del tacto"

Article · March 2019

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Daniuska González González


Playa Ancha University
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PROYECTO FONDECYT REGULAR 2019 Nº 1190233 "Los nudos de la memoria. El testimonio chileno y venezolano contemporáneo" View project

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Costamagna, Alejandra. El sistema del tacto. Barcelona: Anagrama, 2018, 182 pp.

Las (in)visibles huellas del sistema del tacto

Daniuska González González


Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile
daniuska.gonzalez@upla.cl

El tacto involucra la gestualidad de tocar y, a veces, puede contener la de

adivinar. Tocar va más allá de un mero acto corporal para transformarse en un intento

de proyectar y, sobre todo, de imaginar. Mímica del conocimiento, el tacto alude a todo

un sistema de elaboración física e imaginativa, un saber de los dedos, de corporalidades

que se tientan y también, definitivamente, es un ademán más de la memoria.

La última novela de Alejandra Costamagna (Santiago de Chile, 1970), El

sistema del tacto (2018), resulta un inmenso juego de rayuela donde se acomodan, casi

siempre a las escondidas o perfiladas, historias que, metafóricamente, pudieran tocarse

con los dedos de tan vívidas que se sienten: la de Ania Coletti, “la chilenita”, una joven

en una búsqueda incesante de sí misma y a quien su padre envía al pueblo argentino

donde creció para que acompañe al primo Agustín en sus horas de agonía, “[c]omo si

ella tuviera alguna responsabilidad en la extinción de la familia” (Costamagna 41); la de

este y su madre migrante Nélida, que trajo con ella sus relatos y los de otros que, como

ella, cruzaron el océano y que, a manera de espectros, se sitúan detrás de casi todos

personajes; y la mayor, la que rodea como una montaña a las demás: la de Campana,

pueblo fantasmagórico, con su estación de trenes vacía e inoperante, símil de lo

irrecuperable y que se ha cerrado sobre sí mismo, mirando su pasado como a través de

las fotografías que Ania va encontrando en su visita obligada.

1
Si bien la escritura denota una madurez dada fundamentalmente por proyectar un

pulso escritural muy definido, que ya se asomaba con fuerza en sus libros de cuentos

desde 2011 a la fecha, sobre todo en Animales domésticos (2011), considero que el

logro contundente de esta novela reside en la construcción de un relato que deja atrás la

denominada “literatura de los hijos” –aquella elaborada a partir de las experiencias

sobre la dictadura militar chilena escuchadas a los adultos porque los acontecimientos

no fueron vividos (en el sentido más amplio de comprendidos) por los entonces

pequeños hijos y, como bien acota la investigadora Lorena Amaro en La pose

autobiográfica (2018), se trataría, entre otros aspectos, de “cuestiona[r] […] la

autoridad paterna, su verdad y su decir” (245)– para centrarse en una sujeto testigo

cuyas premuras coinciden con subjetividades más a tono con las interrogantes sobre el

presente que con preguntas insistentes sobre un pasado que no le perteneció. Aclaro: el

trabajo de reconstrucción de la memoria está, late vital, pero ha variado para

posicionarse como el eslabón que sutura identidades entre América del Sur y Europa,

entre la infancia que va olvidándose y la adultez como espacio que separa y diluye (con

esa prima Claudia irreconocible) y entre los resquicios íntimos y colectivos, los

primeros de unas casas devenidas ruinas –físicas y morales– y los segundos del pueblo,

también restos pero marcados con otro carácter: la falta de oportunidades y la

fagocitación del más débil, en este caso un lugar de provincia, que ha impuesto la

globalización,.

Así, la memoria se apuntala mediante recursos que sobrepasan (y también

complementan) la propia escritura: fotografías familiares, manuales para aprender a

escribir a máquina o para comportarse en el país adonde se migra –el Manuel del

Inmigrante Italiano (1913) merecería un análisis aparte–, fragmentos de

correspondencia, entradas a la Gran Enciclopedia del Mundo (edición 1981) o ejercicios

2
reiterativos para practicar mecanografía: todos constituyen el enorme vaciadero para

recuerdos tajados, rotos y dispersos, para acoger cual receptáculos las “Vivencias

personales directas” (Los trabajos de la memoria 18) a las que se refirió Elizabeth Jelin,

las cuales suturan “todas las mediaciones y mecanismos de los lazos sociales, de lo

manifiesto y lo latente o invisible, de lo consciente y lo inconsciente” (18).

Otro punto a destacar en la novela radica en la recurrencia a la sutileza y a lo que

se enuncia de soslayo, solapadamente, quedando a medias pero conteniendo, sin

embargo, un inmenso sentido que se despliega inclusive sobre el elemento explícito, por

ejemplo, en la relación entre Agustín y Gariglio, tan extraña y mediada por frases que

siempre desembocan en momentos o en situaciones incomprensibles.

Adicionalmente, lo que a todas luces pareciera terminar en una tabla de

salvación para la sujeto Ania, la escritura, se transforma en un pesado fardo, un vano

impulso sobre una vieja máquina de escribir en la que teclea palabras y apuntes y frente

a la cual se obligaría a “ponerse en el pellejo de los demás” (Costamagna 128), sin

integrar “su historia minúscula” (128). Literalmente, un tacto que instala una escritura

del desastre.

Esta obra de Costamagna resulta la metáfora de un viaje emocional por

geografías pespunteadas por los entresijos de una modernidad a todas luces líquida,

como validaría Zygmunt Bauman, de la memoria como pasaje ficcional, de los secretos

que atraviesan a sujetos sin importar contextos, identidades o épocas. Es una novela

para que el lector busque y que, a su vez, ella lo encuentre, en una simbiosis de tanteos

y riegos, “como si se tratara de un corazón desfalleciente” (Costamagna 181), ambos

haciendo de la lectura un sistema del tacto, un sistema del placer.

3
Ficha biográfica

Daniuska González González (Cuba, 1967). Doctora en Humanidades (Universidad


Central de Venezuela, 2008), investigadora, docente universitaria y poeta venezolana.
Actualmente es profesora en la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile) y
durante 12 años ejerció como docente e investigadora en la Universidad Simón Bolívar
(Venezuela). Ha publicado más de veinte artículos en revistas internacionales indizadas,
el libro de investigación La escritura bárbara. La narrativa de Roberto Bolaño (Lima,
2010) y cuatro poemarios. Ganadora del Fondart de Creación 2019 (Fondo del Libro y
la Lectura 2019, Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Chile) con el
poemario inédito Estadías y el Fondecyt Regular de Investigación 2019 titulado “Los
nudos de la memoria. El testimonio chileno y venezolano contemporáneo”.
Coordinadora del Grupo Internacional de Investigación de la Violencia de su
universidad.

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