Está en la página 1de 10

LA CADUCIDAD Y EJECUCIÓN DE SENTENCIA FIRME

1. ORIGEN HISTÓRICO.

El origen histórico de la caducidad es materia de divergencias. Para unos,


particularmente los romanistas, la remontan a la Lex Caducarías, que alentaban
las nupcias y la procreación de hijos legítimos e imponían a los casados  y a
los célibes la privación de las liberalidades que les hubieran sido otorgadas por  no
haber procreado o no haber celebrado nupcias. Para otros, no tiene un origen tan
remoto, aunque sí le reconocen antecedentes en el Derecho Romano, en el que
se distinguía la actjo perpetuae, sometida a la prescripción extintiva, de la actjo
temporalis, que por depender de un tiempo previamente determinado devenían en
nulas jpso jure por el simple transcurso del tiempo.

Al respecto, somos del parecer, entonces, que el origen remoto de la noción


de caducidad incorporada al artículo 2003 puede tener  su antecedente en la actjo
temporaljs, pues la expresión caducidad es indicativa de la pérdida o extinción de
un derecho, como sanción a su falta de ejercicio, ya que las actjo temporaljs en el
Derecho Romano debían ejercitarse dentro de un plazo prefijado para no periclitar.

2. DEFINICIÓN.

Según nuestro Código Civil peruano, en su artículo 2003, tenemos definido de


la siguiente manera: La caducidad extingue el derecho y la acción
correspondiente. 

El Código Civil vigente ha plasmado legislativamente el deslinde conceptual


entre la prescripción extintiva y la caducidad, como resulta del artículo 1989, del
que ya nos hemos ocupado, y del artículo 2003, del que nos ocuparemos más
adelante. La caducidad, como la prescripción extintiva, produce su efecto por el
mero transcurso del tiempo y ello era lo que producía la confusión. Este deslinde,
por  eso, tiene una especial significación pues la doctrina le había prestado poca
atención a la caducidad y  la codificación civil no le había dado relevancia a su
tratamiento.
Como puede apreciarse, la norma precisa que la caducidad, al extinguir el
derecho, extingue también la acción que genera o, para mayor claridad, la
pretensión que ha debido hacerse valer dentro del plazo prefijado por la ley. Ya al
comentar el artículo 1989 hemos dejado expuesto que la acción es el derecho de
recurrir a la instancia jurisdiccional y que, por 'ello, es un derecho subjetivo. Por
ello, la norma debe entenderse no referida propiamente a la acción sino a la
pretensión, que es la expresión de la exigibilidad del derecho que se quiere hacer 
valer mediante el ejercicio de la acción.

La norma del artículo 2003 da contenido a un postulado que por su claridad, y


con la salvedad que ya ha sido planteada, nos exime de mayor  comentario. Sin
embargo, para concluir nos resta afirmar que en la caducidad el orden público está
más acentuado que en la prescripción extintiva, pues el imperativo de la ley por 
definir  o resolver  una situación jurídica se aprecia con mayor rotundidad,
haciéndolo prontamente mediante sus plazos prefijados. 

3. ORIGEN ETIMOLÓGICO.

El vocablo caducidad tiene su origen etimológico en las locuciones latinas


caducus  y cadere, cuyas acepciones son, entre otras, las de dejar  de ser,
desaparecer, acabar la vida, la de terminar, extinguirse. El Diccionario de la Real
Academia de la Lengua le da, atendiendo a su origen etimológico, el significado de
perder su fuerza una ley, un testamento o un contrato, y el de extinguirse un
derecho, una facultad, una instancia o un recurso, entre otras. De ahí, entonces,
que llevado el vocablo a su significado jurídico sea el de un anuncio o advertencia
de una futura e inexorable extinción de los derechos por el transcurso del tiempo.

4. PRINCIPIO DE LEGALIDAD EN EL PLAZO DE CADUCIDAD.

Los plazos de caducidad los fija la ley, sin admitir pacto contrario. La norma es


la expresión del orden público que gobierna la institución de la caducidad, pues
solo la ley puede fijar sus plazos sin que haya lugar a su fijación por pacto.
Los plazos, como se sabe, están indesligablemente vinculados al transcurso
del tiempo. Pero pueden tener su origen en la autonomía de la voluntad de
quienes  los pactan o en el imperativo de la ley. Si el plazo se origina en la
autonomía de la voluntad privada, es el plazo voluntario que se constituye como
una modalidad del acto jurídico y determina una limitación deliberada puesta a la
eficacia del que han celebrado y que sustenta su relación jurídica, ya que, si ha
sido pactado como resolutorio o extintivo, a su vencimiento deja sin efecto la
eficacia del acto jurídico y extingue la relación jurídica creada, con el derecho
integrado a ella. Pero si el plazo se origina en el imperativo de la ley, que lo
establece como un genuino plazo extintivo es, por ello, un plazo de caducidad. Su
efecto es extintivo respecto de un derecho existente que, para hacer  efectiva su
pretensión, debió ejercitarse la acción correspondiente antes de su vencimiento.
Este es el plazo al que se refiere el artículo 2004 y que se diferencia del plazo
voluntario, en cuanto a sus efectos, pues el plazo voluntario, salvo pacto en
contrario, opera ex nunc, es  decir, sin efecto retroactivo, y solo para el futuro el
derecho deja recién de existir.

El plazo de caducidad, por el contrario, opera necesariamente ex tunc, es


decir, con efecto retroactivo para extinguir  el derecho como si nunca hubiera
existido. Debe tratarse, desde luego, de un derecho caducable pues ha nacido
para ser  ejercitado dentro del plazo prefijado por la ley. La diferenciación que
queda trazada, repensada, me lleva a rectificar  lo que he afirmado en mi libro
Prescripción Extintiva y Caducidad (1) en cuanto a la posibilidad de establecerse
plazos de caducidad por pacto. El plazo extintivo o resolutorio que resulta del
pacto produce una caducidad del derecho pero no es, propiamente, un plazo de
caducidad si se atiende la diferenciación que hemos  dejado trazada.
Los plazos de caducidad, al contrario de los plazos de prescripción que la ley fija
de manera abstracta, se establecen de manera específica en relación a una
situación jurídica concreta que ha dado lugar al nacimiento del derecho, momento
desde el cual comienza a computarse el plazo para su ejercicio. Por ello, son
plazos disímiles, fijados legalmente para cada caso, por lo que el Código no ha
podido establecer  plazos ordinarios o generales, como ocurre con los de la
prescripción extintiva.

5. CONTINUIDAD DE LA CADUCIDAD.

La caducidad no admite interrupción ni suspensión, salvo el caso previsto en


el artículo 1994, inciso 8.

El plazo de caducidad se caracteriza por su perentoriedad y su fatalidad, pues


es  único y concluyente y es inevitable e improrrogable. Comienza su decurso
desde que existe el derecho, esto es, desde que nace con la relación jurídica o
desde que emerge de ella o a partir del hecho que lo origina. Se trata, obviamente,
de derechos con plazo prefijado por la ley para su ejercicio. El cómputo de los
plazos de caducidad supone considerar su curso desde su inicio hasta su
vencimiento, siendo computables todos los días, sean hábiles o inhábiles, pues
por la característica de la perentoriedad y de la fatalidad su transcurso es 
indetenible, sin que pueda ser suspendido ni interrumpido.

Sin embargo, el Código ha considerado una excepción consistente en la


imposibilidad de recurrirse a un tribunal peruano, pues la norma bajo comentario
se remite al inc. 8 del artículo 1994, lo que constituye una única causal de
suspensión aplicable al plazo de caducidad. En virtud de ella, no se computan los 
días en que no sea posible acudir a la jurisdicción peruana para alcanzar la tutela
efectiva del derecho caducable, el que no se extinguirá mientras subsista la
aplicabilidad de esta causal de suspensión. 

5.1 Jurisprudencia.

"La caducidad no admite interrupción ni suspensión". (Exp. N°  113694,


Ledesma Narváez, Marianella, Ejecutorias Supremas Civiles  (19931996), p. 482). 

"En la caducidad los plazos  los fija la ley; no admite pacto en contrario ni
interrupción. De manera que el simple transcurso del tiempo desde que se
produce el evento que la ley considera como inicio del plazo de caducidad hasta
que se interpone la demanda, trae como consecuencia inevitable la extinción del
derecho y la acción. La comunicación respecto a la opción de resolución
contractual no es forma admitida por la ley para evitar la caducidad, ni menos
permite su interrupción". (Exp. N° 169098. Explorador Jurisprudencial. Gaceta
Jurídica).

6. DECLARACIÓN DE LA CADUCIDAD.

La caducidad puede ser declarada de oficio o a petición de parte.  La


característica del plazo de caducidad de ser de orden público, determina que la
norma autorice al órgano jurisdiccional a declararla de oficio o a petición de parte,
contrario a lo que ocurre con la prescripción, respecto de la cual el órgano
jurisdiccional no puede declararla si no ha sido invocada (artículo 1992).

El órgano jurisdiccional está, pues, autorizado a declarar  de oficio la


caducidad, obviamente cuando el plazo ha transcurrido y se encuentra
manifiestamente vencido. La parte perjudicada por la declaración podrá
impugnar la declaración si es que puede sustentar el onus probandi en el ya
acotado inc. 8 del artículo 1994. La norma franquea también que a petición de
parte sea declarada la caducidad, petición que debe hacerse valer en vía de
excepción conforme a lo previsto en el inc. 11 del artículo 446 del Código
Procesal Civil. Al peticionante solo le bastará alegar el transcurso del plazo
mientras que la parte perjudicada tendrá la carga probatoria que le permita
evidenciar la aplicación de la causal de suspensión. En ambos casos, sea que se
declare de oficio o a petición de parte, el órgano jurisdiccional deberá dar por 
concluido el proceso, anulando todo lo actuado, conforme al inc. 5 del artículo 451
del mismo Código Procesal Civil. 

6.1 Jurisprudencia.

"Es improcedente la demanda si la rendición de cuentas del albacea se plantea


cuando ha transcurrido en exceso el plazo de caducidad de 60 días que prevé el
art. 794 del C. C. El plazo de caducidad no admite interrupción ni suspensión y
puede ser declarado de oficio por el juez". (Exp. N° 238698. Explorador
Jurisprudencia/. Gaceta Jurídica).
"Si bien la caducidad se produce de pleno derecho, lo que supone que no hay 
necesidad de resolución judicial que la declare; empero, no hay impedimento legal
para que el Juzgador la declare cuando esté convencido de la caducidad de la
medida. La extinción del derecho y la acción es sólo parcial, siempre que se
distinga que la medida está dirigida y ordenada contra varios bienes y que sólo se
ha ejecutado sobre uno de ellos". (Exp. N° 23298. Explorador Jurisprudencial.
Gaceta Jurídica).

7. PLAZO FINAL DE LA CADUCIDAD.

La caducidad se produce transcurrida el último día del plazo, aunque éste sea
Inhábil. Los plazos de caducidad, como ya se ha indicado, tienen la duración que
les fija la ley a partir del nacimiento del derecho cuando es un derecho caducable,
el que se caracteriza, precisamente, porque la ley le fija el plazo para su ejercicio.

El Código, al contrario de lo que ocurre con la prescripción extintiva a la que le


fija como oportunidad para el inicio del plazo rescriptorio desde que la acción
puede ejercitarse (artículo 1993), no lo ha hecho con la caducidad, a la que,
además, con la salvedad tantas  veces  ya expuesta, le fija un plazo perentorio y 
fatal que significa que el cómputo se haga considerándose los días como
naturales, esto es, que se computan días hábiles e inhábiles. La norma precisa el
día de vencimiento del plazo de caducidad, el que se entiende cumplido aún en el
caso de que se trate de día inhábil, introduciendo una excepción a la norma
general contenida en el artículo 183, inc. 5 del Código Civil. Por último, al
precisar la misma norma que la caducidad se produce transcurrido el último día
del plazo, está indicando que el día de vencimiento debe considerarse luego de
transcurridas las 24 horas, por  cuanto el criterio adoptado es el de la computatio
civilis, esto es, que el cómputo del plazo es por días enteros y no de momento a
momento. 

7.1Jurisprudencia.
"Los derechos nacidos según la legislación civil de 1936 se rigen por ella. Opera el
plazo de caducidad si la demanda de filiación ilegitima, hoy filiación
extramatrimonial, se interpone con posterioridad a los tres años". (Exp. N° 445294.
Explorador Jurisprudencia/. Gaceta Jurídica).

8. EL PLAZO PARA EJECUTAR UNA SENTENCIA.

El plazo será de cinco años contados desde la firmeza de la sentencia. Plazo


para ejecutar una sentencia Cuando se ha dictado una sentencia por un Juzgado
o Tribunal, salvo en determinados supuestos como ya veremos, el beneficiario (el
vencedor del pleito) tiene el plazo de cinco años para iniciar la ejecución porque
en su defecto le caducará el derecho a ejercitar la acción ejecutiva.

Este plazo de caducidad para ejecutar la sentencia fue introducido por la


reforma de la Ley de Enjuiciamiento Civil 1/2000, que entró en vigor el siete de
enero 2001. En el art. 518 de la citada Ley de Enjuiciamiento Civil (L.E.C.) se
establece lo siguiente: “La acción ejecutiva fundada en sentencia, en resolución
del tribunal o del secretario judicial que apruebe una transacción o un acuerdo
alcanzado en el proceso, caducará si no se interpone la correspondiente demanda
ejecutiva dentro de los cinco años siguientes a la firmeza de la sentencia o
resolución”.

El plazo de caducidad de la acción ejecutiva se está refiriendo según el art.


517 de la Ley de Enjuiciamiento Civil (L.E.C.) cuando se trate de ejecutar una
sentencia de condena firme.

El día que hay que tener en cuenta para computar dicho plazo, en principio
será desde “la firmeza de la sentencia“. Por tanto en los supuestos de que la
resolución haya sido recurrida, será desde la firmeza de la sentencia dictada en
segunda instancia. El Tribunal Supremo consideró que el cómputo del plazo
comienza desde la notificación a las partes de la providencia declarando la firmeza
de la resolución. Al ser un plazo de caducidad, a diferencia de la prescripción, no
admite interrupción, por lo que será inexcusable que dentro de los cinco años
siguientes a la firmeza se solicite la ejecución de la sentencia.
El plazo para ejecutar la sentencia, que repetimos es de caducidad, operará al
margen de cuál sea el plazo de prescripción de la acción ejecutada. Es decir, no
será de aplicación el art. 1971(no hay responsabilidad en los siguientes casos: a)
en el ejercicio regular de un derecho, b) en legítima defensa de la propia persona
o de otra en su salvaguardia de un bien propio o ajeno, c) en la perdida,
destrucción o deterioro de un bien) del Código Civil en relación con el art. 1964 ( la
revocación de que trata el articulo 12963 no tiene valides en los siguientes casos:
a) si no se ha hecho pública en la misma forma de la promesa b) si ya se hubiera
verificado la situación prevista en la promesa o ya se hubiera ejecutado el acto
contemplado en ella) Código Civil, pues con independencia de que la acción que
se ejecute sea personal o real, el plazo para el ejercicio de la acción ejecutiva
siempre será de cinco años.

8.1. EJEMPLO:

Una acción personal (salvo que tenga un plazo especial) prescribe a los quince
años y una real sobre inmuebles a los treinta años. Es decir, un señor tiene esos
plazos para demandar ante el Juzgado el cumplimiento de esas obligaciones.
Ahora bien, si ya tenemos una sentencia firme de condena se haya fundamentado
en una obligación personal o real, el plazo para ejecutar la sentencia será de cinco
años. Hay que hacer algunas salvedades en relación con el plazo de caducidad
del art. 518 De la Ley de Ejecución Civil (L.E.C.):

– Cuando se trate de sentencias en las que se contenga la condena al pago


de una cantidad en dinero pero no determinada en letras o cifras, es decir que se
trate de una cantidad ilíquida, para proceder a la ejecución en sí, será preciso
acudir antes de nada a su liquidación por el procedimiento correspondiente, por lo
que en estos casos el plazo de caducidad se contará desde que quede
determinada la cantidad debida.

– En los procesos de familia (impago de pensiones de alimentos o


compensatoria), al tratarse de condenas de tracto sucesivo, es decir el condenado
debe pagar todos los meses una cantidad, la jurisprudencia entiende que el plazo
de caducidad ha de ser computado desde la fecha en que se genera la obligación
de pago y surgen los sucesivos impagos y no desde la fecha de la sentencia que
estableció la pensión. Lo anterior tiene su lógica pues imaginemos que se dictó
una sentencia en enero de 2005 que establecía una pensión compensatoria a
favor de la mujer por importe de 300/mes. El marido cumple con dicha sentencia
hasta febrero de 2010 y a partir de ese momento deja de pagar. Evidentemente si
se quiere ejecutar la sentencia de enero de 2005 ya habría transcurrido el plazo de
5 años. Por esta razón dicho plazo se contará desde que dejase de abonar la
cantidad y no desde la fecha de la resolución.

9. CASACIÓN 4408-2015, LIMA:

Se suspende plazo de caducidad para demandar si no hubo despacho judicial


por huelga.

9.1. Materia del recurso:

Se trata del recurso de casación interpuesto por la entidad demandante


Seguro Social de Salud – ESSALUD, mediante escrito de fecha 26 de setiembre
de 2014, que corre de fojas 174 a 188, contra el Auto de Vista de fecha 28 de
agosto de 2014, que corre de fojas 141 a 143, que confirmó el Auto de Primera
Instancia de fecha 15 de marzo de 2013, que corre de fojas 82 a 84, que declaró
improcedente la demanda y el archivo definitivo de la materia.

9.2. Fundamento Quinto: A fin de emitir pronunciamiento respecto a si se


configura o no la causal admitida, es importante tener presente que la caducidad
constituye un medio de extinción del derecho y la acción correspondiente, está
determinada por el transcurso del tiempo y su plazo tiene por característica de ser
perentorio y fatal. La caducidad está íntimamente vinculada con el interés colectivo
y la seguridad jurídica, por ello el juez está facultado para aplicarla de oficio, en
una verdadera función de policía jurídico, superando el interés individual; razón
por la que, los plazos de caducidad lo fija la ley, sin admitir pacto en contrario.

También podría gustarte