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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA MADRE Y

MAESTRA

Asignatura:

Relaciones Dominico Haitianas

Presentado por:

Alejandra Batista 10137602

Profesora:

José Ricardo Santos Ramírez

Tema:

¿Es considerado la República Dominicana como un país que tiene xenofobia hacia los
haitianos ?

Fecha de entrega:

Jueves 4 de agosto del año 2022 Santiago, República Dominicana


¿Es considerado la República Dominicana como un país que tiene

xenofobia hacia los haitianos ?

A través de las clases de Relaciones Dominico haitianas hemos estado estudiando


los hechos históricos entre República Dominicana y Haití en los cuales nos cuentan
cómo han surgido problemas por los cuales ambos países han tenido que pasar para
llegar donde están, ha sido difícil el camino, pero tratan de mejorar las secuelas
dejadas por las mentiras y malos tratos hechos con la intención de crear discordia y
problemas entre ambos. Gracias a que tratamos este tipo de temas me interesó mucho
en saber cual es la imagen que tienen los demás países ante esta serie de sucesos y es
ahí donde surge mi tema: ¿Es considerado la República Dominicana como un país
que tiene xenofobia hacia los haitianos ?. Para comprender el escrito primero
abarcamos un breve relato de la relación que conllevan ambos países. Luego pasamos
a conocer el estado de las migraciones de personas haitianas a territorio dominicano.
Tras conocer un poco de esa historia y la percepción que tienen los ciudadanos de
otros países sobre como lidia la República Dominicana con los inmigrantes haitianos
hablamos de como estuvo la situación entre ambos países en la actualidad. Al final
terminamos con una breve conclusión en la cual destacamos los aspectos importantes
del trabajo y damos una posible solución para terminar con el contundente problema
que se arrastra a través de los años que parece no acabar.
La República Dominicana y Haití comparten la misma isla de La Española. También
comparten experiencias históricas comunes, incluyendo el origen colonial, la
ocupación estadounidense, y los antiguos regímenes autocráticos que se han
convertido recientemente en democracias jóvenes. Sin embargo, a pesar de
importantes similitudes históricas y culturales, la diferencia en su progreso en el
desarrollo ha sido impresionante en los últimos 50 años. La República Dominicana y
Haití tenían el mismo nivel del PIB per cápita en 1960.

Si bien el sentido de su destino y patrimonio común ha prevalecido en ocasiones, las


relaciones bilaterales y el diálogo no siempre han sido fluidas entre ambos países
debido a las diferencias políticas que rodean a temas como la migración. Los
movimientos de personas en La Española (la isla que comparten Haití y República
Dominicana) no son un fenómeno nuevo. Pero, en términos generales, los
especialistas del tema consideran que los inicios del flujo actual de haitianos a
Dominicana se remontan a principios del siglo XX, en consonancia con un notable
empuje de la industria azucarera dominicana. En efecto, entre finales del siglo XIX y
principios del XX, un grupo de empresarios cubanos y estadounidenses empezaron a
invertir en el sector azucarero de República Dominicana (además del de Cuba y
Puerto Rico) con el fin de aprovechar una serie de circunstancias internacionales y
locales (Castor, 1983). 

La inmigración haitiana hacia la República Dominicana, desacelera entre los años de


1930 a 1961 con la era de Trujillo. En 1937, el dictador dominicano Rafael Leónidas
Trujillo inició lo que se llamó la «dominicanización de la frontera», en esencia, una
limpieza étnica sangrienta, la destrucción de los vínculos transfronterizos y el cierre
de los contactos entre las dos partes de la isla. Haití pasó a ser el enemigo
protagonista de una «invasión pacífica» y la frontera, una trinchera que defendía a la
comunidad nacional. El racismo antihaitiano devino parte de la cultura nacional y una
pieza bien cotizada en el mercado político. «Dominicanizar la frontera –escribió un
testaferro ideológico del dictador– es devolver la patria entera a la hispanidad». El
capitalismo dominicano y su sistema político-cultural han tratado de sepultar bajo la
herencia de los prejuicios trujillistas. Por consiguiente, la sociedad dominicana ha
vivido bajo la esquizofrénica situación de percibir al haitiano como un peligro, pero
que la beneficia; como un enemigo sin el cual la vida sería menos confortable. En
última instancia, como un sujeto supuestamente antitético, pero con el que convive y
es capaz de establecer relaciones cordiales en la cotidianeidad.

El antihaitianismo no es un elemento secundario de la cultura política dominicana,


sino un componente organizador. En la actualidad, ese discurso opera sobre dos
campos. El primero de ellos es el campo duro, del odio heredado directamente de la
prédica trujillista: es el que percibe y explica al haitiano como un agresor cultural,
político y biológico. El otro es más blando y fija su atención en la pobreza haitiana. El
emigrante es descrito como una persona muy pobre que viene a aprovechar los
servicios dominicanos y resulta una carga insoportable para el presupuesto y un
competidor para los dominicanos pobres que deben consumir los mismos servicios.

Sendos Expertos de las Naciones Unidas en cuestiones de minorías y racismo han


llegado a la conclusión que, si bien no existe una política estatal oficial de
discriminación, sí existe en la sociedad dominicana una actitud racista profundamente
arraigada contra grupos de población como los haitianos, los descendientes de
haitianos y, más generalmente, la población de raza negra. Los Expertos han puesto
de manifiesto que, aunque no existen leyes claramente discriminatorias a primera
vista, sí se interpretan y aplican determinadas leyes de forma claramente
discriminatoria, en particular las que guardan relación con la inmigración, el estado
civil y de adquisición de la nacionalidad por parte de personas de ascendencia haitiana
nacidas en la República Dominicana.

En enero de 2021, los presidentes de República Dominicana y Haití, Luis Abinader y


Jovenel Moïse, firmaron un acuerdo a través del cual se reafirmaron los compromisos
de cooperación y de respeto a la soberanía de ambos países. Así también, el acuerdo
establece la disposición de trabajar en una inscripción civil haitiana de todos los
ciudadanos de ese país radicados en la República Dominicana; con la participación
internacional, cooperar en la construcción de hospitales generales en territorio
haitiano; abrir un proceso de delimitación de la frontera; utilizar tecnológicas que
faciliten eliminar el flujo migratorio irregular; y fomentar la producción de productos
biodegradables que no actúen en contra del medioambiente.

La migración es un tema relevante en el diálogo de los dominicanos, quienes perciben


que hay millones de residentes haitianos en el país y que cada día llegan más flujos
migratorios. La principal preocupación de los dominicanos es cómo el país, desde su
propia fragilidad, podrá acomodar las inmigraciones haitianas sin sacrificar el deseo y
expectativas de progreso y el mantener la identidad
nacional. Aun así, la república dominicana no ha dudado en seguir ayudando
al país vecino, solo que siempre piensa en su estabilidad, primero haciendo que esto
sea mal visto ante los ojos de los demás países que no tienen más que un
conocimiento aéreo de lo que sucede entre ambas naciones. Por último, considero que
es importante reconocer que la mano de obra barata que Haití ha prestado a la
República Dominicana, es un puntal significativo en el desarrollo de la economía
dominicana. Asimismo, debe reconocerse que a pesar de que la República
Dominicana y Haití comparten un territorio relativamente pequeño (67,192 Km²), las
diferencias entre estos dos países son significativas con relación a los aspectos de
idioma, cultura, gobierno y religión.

A modo de concluir, Haití y la República Dominicana tienen una historia complicada,


constituyen un sistema socio-económico desigual y muy conflictivo. Uno de los
componentes claves de este sistema es la movilidad de haitianos a República
Dominicana, donde ocupan espacios en mercados laborales vitales para la economía
nacional. Desde comienzos del siglo xxi, el antihaitianismo tomó un derrotero inédito:
la institucionalización de la lucha contra la inmigración haitiana, una «invasión
pacífica» que no solo dañaba «las fibras sagradas de la nacionalidad» sino que
amenazaba con los puestos del propio Estado.

RD creó leyes para intentar regular las migraciones haitianas, pero estas fueron mal
vistas por países externos a los dos del conflicto. Esta percepción tilda a dominicana
de xenofóbicos contra los nacionales haitianos, dado a la historia que arrastran que en
la era del gobernante Trujillo volvió a ser eco de la matanza perejil. Tras este suceso,
las naciones sienten que aun el dominicano continúa con esa mentalidad y que en vez
de marcar territorio deberían unir fuerzas para ayudar al crecimiento de Haití con todo
lo malo que les ha pasado. Lo que ellos no toman en cuenta es que esto no sería
beneficioso para el país, pues este se encuentra en pleno crecimiento económico y
cargar con las catástrofes de otro país les crearía factores más negativos
que positivos. Debido a esto la República Dominicana ayuda a los habitantes
haitianos sin necesidad de verse afectados, aunque esto esté mal visto por
los demás países, ellos no tienen un amplio conocimiento de lo que pasa entre ambas
naciones, ya que solo tienen una vista externa de todo lo que seria.
Bibliografía

https://revistas.unphu.edu.do/index.php/aula/article/view/184/217

https://repository.javeriana.edu.co/bitstream/handle/10554/7838/tesis107.pdf?
sequence=1

https://www.bancomundial.org/es/news/press-release/2012/06/11/haiti-and-the-
dominican-republic-more-than-the-sum-of-its-parts

https://www.ohchr.org/es/statements/2009/10/default-title-6

https://elpais.com/elpais/2017/10/16/contrapuntos/

1508168947_032531.html

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