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Los personajes más importantes comenzando por el principal y el que da título a la obra:
Bernarda: es una persona de carácter autoritario y que da mucha importancia al aspecto externo al qué dirán
por lo tanto se preocupa mucho por las críticas que se escuchan por el pueblo.
Angustias es la mayor de las hijas de Bernarda Alba y la heredera de una gran fortuna está muy contenta por
el noviazgo que mantiene con Pepe el Romano y por la aceptación de este hombre por su madre.
Martirio es una persona molesta con su madre porque tuvo la ocasión de casarse y su madre no lo permitió
por ser el hombre de una clase inferior.
Adela es la más rebelde de todas sus hermanas y también la más pequeña y la más bella.
Su rebeldía se muestra en el momento que rechaza el luto impuesto por su madre la rebeldía se muestra
cuando dice “aquí se acabaron las voces de presidio” pero se sabe que al final va a tener un final trágico.
Magdalena es una de los personajes que menos aparece en la obra se muestra en ella todas las
características comunes a las de sus hermanas arriba expuestas.
Poncia, es la criada de la familia
Pepe el Romano es una persona que no habla en toda la obra, aunque se encuentra presente en todo
momento.
La obra comienza tras la muerte del segundo marido de Bernarda Alba, tras la muerte del hombre Bernarda
impone a sus cinco hijas un riguroso luto mediante el cual se expresa el carácter de las familias de la época.
Tras transcurrir este acontecimiento aparece la figura de Pepe el Romano, pretendiente de Angustias en
principio por ser la hija mayor y por lo tanto la heredera, pero también se sentía atraído por la belleza de otra
de las hijas de Bernarda, Adela, y a su vez también es amado por otra de las hijas Martirio.
Este es uno de los enfrentamientos que le da más juego a Lorca a la hora de contar la obra ya que aparece el
autoritarismo de Bernarda y la rebeldía de sus hijas.
Fragmento
Martirio: (En voz baja.) Adela. (Pausa. Avanza hasta la misma puerta. En voz alta.) ¡Adela!
(Aparece Adela. Viene un poco despeinada.)
Adela: ¿Por qué me buscas?
Martirio: ¡Deja a ese hombre!
Adela: ¿Quién eres tú para decírmelo?
Martirio: No es ése el sitio de una mujer honrada.
Adela: ¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!
Martirio: (En voz alta.) Ha llegado el momento de que yo hable. Esto no puede seguir así.
Adela: Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el mérito que tú no
tienes. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido a buscar lo que era mío, lo que me pertenecía.
Martirio: Ese hombre sin alma vino por otra. Tú te has atravesado.
Adela: Vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.
Martirio: Yo no permitiré que lo arrebates. Él se casará con Angustias.
Adela: Sabes mejor que yo que no la quiere.
Martirio: Lo sé.
Adela: Sabes, porque lo has visto, que me quiere a mí.
Martirio: (Desesperada.) Sí.
Adela: (Acercándose.) Me quiere a mí, me quiere a mí.
Martirio: Clávame un cuchillo si es tu gusto, pero no me lo digas más.
Adela: Por eso procuras que no vaya con él. No te importa que abrace a la que no quiere. A mí, tampoco. Ya
puede estar cien años con Angustias. Pero que me abrace a mí se te hace terrible, porque tú lo quieres
también, ¡lo quieres!
Martirio: (Dramática.) ¡Sí! Déjame decirlo con la cabeza fuera de los embozos. ¡Sí! Déjame que el pecho se
me rompa como una granada de amargura. ¡Le quiero!
Adela: (En un arranque, y abrazándola.) Martirio, Martirio, yo no tengo la culpa.
Martirio: ¡No me abraces! No quieras ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya, y aunque quisiera verte
como hermana no te miro ya más que como mujer. (La rechaza.)
Adela: Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue. Pepe el Romano es mío. Él
me lleva a los juncos de la orilla.
Martirio: ¡No será!
Adela: Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él
quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que
dicen que son decentes, y me pondré delante de todos la corona de espinas que tienen las que son queridas
de algún hombre casado.
Martirio: ¡Calla!
Adela: Sí, sí. (En voz baja.) Vamos a dormir, vamos a dejar que se case con Angustias. Ya no me importa.
Pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana.
Martirio: Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre en el cuerpo.
Adela: No a ti, que eres débil: a un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi
dedo meñique.
Martirio: No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan mala, que sin quererlo
yo, a mí misma me ahoga.
Adela: Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido dejar sola, en medio de la oscuridad, porque
te veo como si no te hubiera visto nunca.
(Se oye un silbido y Adela corre a la puerta, pero Martirio se le pone delante.)
Martirio: ¿Dónde vas?
Adela: ¡Quítate de la puerta!
Martirio: ¡Pasa si puedes!
Adela: ¡Aparta! (Lucha.)
Martirio: (A voces.) ¡Madre, madre!
Adela: ¡Déjame!
(Aparece Bernarda. Sale en enaguas con un mantón negro.)
Bernarda: Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un rayo entre los dedos!
Martirio: (Señalando a Adela.) ¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!
Bernarda: ¡Esa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia Adela.)
Adela: (Haciéndole frente.) ¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (Adela arrebata un bastón a su madre y
lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé usted un paso más. ¡En mí no manda
nadie más que Pepe!
(Sale Magdalena.)
Magdalena: ¡Adela!
(Salen la Poncia y Angustias.)
Adela: Yo soy su mujer. (A Angustias.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta casa. Ahí
fuera está, respirando como si fuera un león.
Angustias: ¡Dios mío! Bernarda: ¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)
(Aparece Amelia por el fondo, que mira aterrada, con la cabeza sobre la pared. Sale detrás Martirio.)
Adela: ¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)
Angustias: (Sujetándola.) De aquí no sales con tu cuerpo en triunfo, ¡ladrona! ¡Deshonra de nuestra casa!
Magdalena: ¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!
(Suena un disparo.)
Bernarda: (Entrando.) Atrévete a buscarlo ahora.
Martirio: (Entrando.) Se acabó Pepe el Romano.
Adela: ¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)
La Poncia: ¿Pero lo habéis matado?
Martirio: ¡No! ¡Salió corriendo en la jaca!
Bernarda: No fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.
Magdalena: ¿Por qué lo has dicho entonces?
Martirio: ¡Por ella! Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza.
La Poncia: Maldita.
Magdalena: ¡Endemoniada!
Bernarda: Aunque es mejor así. (Se oye como un golpe.) ¡Adela! ¡Adela!
La Poncia: (En la puerta.) ¡Abre!
Bernarda: Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.
Criada: (Entrando.) ¡Se han levantado los vecinos!
Bernarda: (En voz baja, como un rugido.) ¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo queda en
silencio) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (La Poncia da un empujón y entra. Al entrar da un
grito y sale.) ¿Qué?
La Poncia: (Se lleva las manos al cuello.) ¡Nunca tengamos ese fin!
(Las hermanas se echan hacia atrás. La Criada se santigua. Bernarda da un grito y avanza.)
La Poncia: ¡No entres!
Bernarda: No. ¡Yo no! Pepe: irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás.
¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como si fuera doncella. ¡Nadie dirá
nada! ¡Ella ha muerto virgen! Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas.
Martirio: Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.
Bernarda: Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra hija.) ¡A callar he
dicho! (A otra hija.) Las lágrimas cuando estés sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija
menor de Bernarda Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!
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OBRA
El burlador de Sevilla. Tirso de
Molina ( 1630 )
ARGUMENTO
FRAGMENTO
Acto 3
ESCENA 1: EXTERIOR BOSQUE -NOCHE Grandes troncos húmedos. Ambiente lúgubre, oscuro. Se oye
música de violines. Aparecen varios LEÑADORES comentando los sucesos en el bosque. Aparece la muerte,
que pide a la luna que ilumine los caminos para que el novio, que los persigue, encuentre a los amantes y la
sangre pueda correr. Los dos hombres se encuentran y ambos resultan muertos en el duelo.
LEÑADOR 1. -- (COMENTANDO) ¿La pareja ha escapado y nadie los encontrado? ¿Y el NOVIO no sabe
dónde están?
LEÑADOR 2°. -- (SEGURO DE SÍ MISMO) No. Pero los busca por todas partes.
LEÑADOR 1°. -- (COMENTANDO) Cuando salga la luna el NOVIO dará con ellos. Los buscará y los matará.
LEÑADOR 2°. -- (INDIFERENTE) Deberían dejarlos tranquilos. El mundo es grande. Todos pueden vivir de él.
LEÑADOR 1°. -- (REPROCHE) Sí, pero se estaban engañando entre ellos y ella no pudo más; han hecho
bien en escapar.
LEÑADOR 2°. -- (DRAMÁTICO) Esto es una traición, la sangre correrá; el NOVIO los encontrará y los matará.
LEÑADOR 1°. -- (INDIFERENTE) ¿Y qué? Vale más estar muerto y desangrado que vivo con ella amargado.
LEÑADOR 2°. -- (SECO) ¡Silencio!.
LEÑADOR 1°. -- (CURIOSIDAD) ¿Qué? ¿Oyes algo?.
LEÑADOR 2°. -- (INSEGURO) Creo que oigo caballos.
LEÑADOR 1°. -- (ESCÉPTICO) Yo solo oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR 2°. -- (SECO) ¡Chisss! Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.
LEÑADOR 1°. -- (INDECISO) Hay muchas nubes, y será difícil que la luna salga.
LEÑADOR 2°. -- (AFIRMANDO) El novio está enfurecido. Los encontrará con luna o sin ella. Nosotros los
vimos salir.
LEÑADOR 1°. -- (INDECISO) ¿Crees que lograrán escapar?.
LEÑADOR 2°. -- (ESCÉPTICO) Es difícil. Él llevaba buen caballo. Además todos van con cuchillos y
escopetas; no pueden dar un paso en varios kilómetros a la redonda.
LEÑADOR 1°. -- (DESDRAMATIZANDO) Pero lleva una mujer.
LEÑADOR 2°. -- (INDIFERENTE) ¿Y eso qué importa?; El novio va a por él. Ahora sale la luna. Vamos a
darnos prisa.
(POR LA IZQUIERDA SURGE UNA CLARIDAD. APARECE LA LUNA IZQUIERDA. LA LUNA ES UN
LEÑADOR JOVEN, CON LA CARA BLANCA. LA ESCENA REQUIERE UN FOCO AZUL SOBRE EL
LEÑADOR.)
LUNA. -- (RECITANDO) ¿Quién se oculta? ¿Quién se esconde? ¿Quién solloza por la maleza del bosque?
Mis rayos han de entrar en todas partes y al caballo descubrir. ¡No podrán escaparse!
(LA LUNA DESAPARECE ENTRE LOS TRONCOS Y LA ESCENA VUELVE A UNA LUZ DE PENUMBRA.
SALE UNA ANCIANA TOTALMENTE CUBIERTA POR TULES VERDE OSCUROS. APENAS SE LE VE EL
ROSTRO.)
MENDIGA. -- (RECITANDO)
La luna se va, y ellos se acercan. De aquí no pasaran. El rumor del río, ahogara los gritos. Aquí ha de ser, y
muy pronto. (IMPACIENTE.) ¡Ay!. ¡Esa luna, esa luna, me tiene que ayudar!.
(APARECE DE NUEVO LA LUNA. VUELVE LA LUZ INTENSA.)
LUNA. -- (AVISANDO) No te precipites, pues ya se acercan. Unos por la cañada y otros por el río. Voy a
alumbrar las piedras. ¿Qué necesitas?.
MENDIGA. -- (ROGANDO) Solo que ilumines a Leonardo y al Novio que después las navajas harán el resto.
LUNA. -- (DRAMÁTICO) Pero que tarden mucho, y que la sangre se derrame entre los que van a morir. ¡Mira
ahí están!.
MENDIGA. -- (ORDENANDO) ¡Silencio! Del arroyo no deben pasar.
LUNA. -- (ALERTANDO) ¡Aquí vienen!.
(LA LUNA SE VA. LA ESCENA QUEDA OTRA VEZ A OSCURAS.)
MENDIGA. -- (APREMIANDO) ¡Luz!. ¡De prisa!. Mucha luz. ¿Me has oído? ¡No deben escaparse!.
(ENTRA EL NOVIO Y SE ENCUENTRA AL LEÑADOR 1°. LA MENDIGA LO VE TODO, SE SIENTA Y SE
TAPA CON EL MANTO.)
NOVIO. -- (FORMAL) ¿Has visto a Leonardo y mi mujer por aquí?.
LEÑADOR 1°. -- (INFORMANDO) La noche es oscura. El lleva mejor caballo. No podrás encontrarles.
NOVIO. -- (ENÉRGICO.) ¡Sí, sí que podre encontrarles. Si la Luna me ayuda, yo les encontraré!.
LEÑADOR 1°. -- (ACONSEJANDO) Vete entonces. Yo sentí hace un momento el galope. Creo que se han ido
por ese lado.
NOVIO. -- (DRAMÁTICO.) Mi caballo es más veloz que el suyo. ¿Te has enterado? Tú te vienes conmigo,
sígueme sin hablar.
LEÑADOR 1°. -- (DUDANDO) Es que yo...
NOVIO. -- (DRAMÁTICO) ¡Calla!. Estoy seguro de tú le has visto; y quiero encontrarlos aquí. ¡ Y vamos
pronto, que caza debo darles!.
MENDIGA. -- (QUEJÁNDOSE.) ¡Ay!.
LEÑADOR 1°. -- (TEMEROSO) ¿Has oído eso?.
NOVIO. -- (ORDENANDO) Vete por ahí y da la vuelta. ¡Rápido!.
(SE VA EL LEÑADOR. EL NOVIO SE DIRIGE RÁPIDAMENTE HACIA LA IZQUIERDA Y SE TROPIEZA CON
LA MENDIGA, LA MUERTE.)
MENDIGA. -- (LAMENTÁNDOSE) ¡Ay!.
NOVIO. -- (SORPRENDIDO) ¿Quién eres tú, y qué haces aquí?.
MENDIGA. -- (INFORMANDO) Yo soy quien tú buscas.
NOVIO. -- (SORPRENDIDO) ¿A ti? ¡No!. Yo busco a Leonardo; ¿Dónde está Leonardo?.
MENDIGA. -- (INFORMANDO)
Allá, a lo lejos... Pero si buscas a Leonardo, me buscas mí...
NOVIO. -- (SOSLAYANDO) ¿Viste a un hombre y una mujer, que corrían juntos montados a caballo?.
MENDIGA. -- (SE LEVANTA.) Espera... Deja que te mire bien. ¡Ah!, ¡Qué espaldas más anchas tienes! ¿No te
gustaría estar tendido, en vez de andar sobre los pies?.
NOVIO. -- (ZARANDEÁNDOLA.) ¡Déjate de rodeos! Dime, contesta, ¿Les viste? (PAUSA) ¿Han pasado por
aquí?
MENDIGA. -- (ENÉRGICA.) No. No han pasado; pero están saliendo de la colina. ¿Tú no conoces el camino
verdad?
NOVIO. -- (DECIDIDO) ¡No. Pero iré, como sea!
MENDIGA. -- (ROGANDO) Deja que te ayude. Te acompañaré. Conozco esta tierra mejor de lo tú te
imaginas.
NOVIO. -- (IMPACIENTE.) Bien. ¡Vamos! Tengo prisa. ¿Por dónde?
MENDIGA. -- (DRAMÁTICA Y SEÑALANDO.) ¡Por allí!
(SALEN RÁPIDOS. SE OYEN LEJANOS DOS VIOLINES EN EL BOSQUE. APARECEN LEONARDO y la
NOVIA. PASAN LENTOS Y SIGILOSOS ENTRE LOS TRONCOS.)
LEONARDO. -- (PRUDENTE) ¡Silencio! Creo que se han marchado.
NOVIA. -- (TEMEROSA) Tengo miedo Leonardo. ¡Deberíamos volver! ¡Quiero volver!
LEONARDO. -- (ENÉRGICO) ¡Calla te digo!
NOVIA. -- (TRÁGICA) Ámame o vete como puedas. Y si no me quieres mátame.
LEONARDO. -- (DRAMÁTICO) Por mi dejaste a tu Novio. Diste el paso convencida; ¡Calla mujer! porque no
es lamento ni el momento. ¡Nos persiguen!. Están cerca, y conmigo te he de llevar.
NOVIA. -- (DISGUSTADA) ¡Pero será a la fuerza!
LEONARDO. -- (SORPRENDIDO) ¿A la fuerza? ¿Acaso tú no te dejaste llevar?
NOVIA. -- (ALTERADA) Yo misma. Es verdad. ¡Te quiero! Ay, qué lamento, qué fuego me sube por dentro!
LEONARDO. -- (DRAMÁTICO) ¡Quise olvidar ese tormento, pero montado a caballo iba a tu puerta todas las
noches! Es verdad. Yo tengo la culpa.
NOVIA. -- (TURBADA) ¡Ay, que sinrazón!. He dejado a un hombre en la mitad de la boda, y para ti será el
castigo; y no quiero verlo. ¡Déjame sola Leonardo! ¡Huye! No hay nadie que te defienda.
LEONARDO. -- (APRESURÁNDOSE) Vamos al rincón oscuro, donde yo siempre te quiera, que no me
importa la gente, ni quien nos niega.
(LA ABRAZA FUERTEMENTE.)
NOVIA. -- (DRAMÁTICO) Yo dormiré a tus pies y guardaré tus sueños. Desnuda, mirando al campo, como si
fuera una perra.
LEONARDO. -- (LA ARRASTRA.) ¡Vamos! No perdamos más tiempo.
NOVIA. -- (CONFUSA) ¿Adónde me llevas?
LEONARDO. -- (ROTUNDO) A donde no puedan ir esos hombres que nos cercan. ¡Donde yo pueda amarte!
NOVIA. -- (TEMEROSA) ¿Oyes eso?
LEONARDO. -- (ASUSTADO) ¡Sí!. Viene gente.
NOVIA. -- (ALARMADA) ¡Huye Leonardo! "LUNA". LA MÚSICA BAJA UN POCO Y
LEONARDO. -- (ENFADADO) Calla. Ya vienen. No APARECE LA MENDIGA QUEDANDO DE
hagas ruido. ESPALDAS EN EL CENTRO, ABRE LA CAPA
NOVIA. -- (DESESPERADA) ¡Vete, ahora que aún NEGRA, Y SE AGACHA TAPÁNDOLOS. BAJAN
puedes! LA LUCES LENTAMENTE Y EL TELÓN BAJA EN
LEONARDO. -- (NERVIOSO) Silencio. Que no nos MEDIO DE UNA MÚSICA SOLEMNE ABSOLUTA.)
descubran. Tú delante. ¡Vamos!
NOVIA. -- (LA NOVIA DUDA.) ¡No!. ¡Iremos juntos!
LEONARDO. -- (ABRAZÁNDOLA.) ¡Como quieras!
Pero si nos separan, será porque estaré muerto.
NOVIA. -- (CONMOVIDA) Y yo también muerta.