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“El Ynga, cuando salía de su casa,

que era pocas veces, caminaba en unas


andas y en la guerra entraba en ellas muy
ricamente aderezadas, con abundancia de
pedrería, sobre oro y plata, de que eran
hechas, y plumería de todas colores. Estas
andas era su oficio el llevarlas en los
hombros, con el Ynga, los indios rucanas,
que es una provincia deste reino, y ansí los
llamaban incapricran, que significa
hombros del Ynga.”

Martín de Murúa.

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo tiene como propósito investigar en torno a las insignias de

poder del Inca. Indagar en cuanto a la representación de las mismas y el significado que

estas tuvieron para el mundo andino. Se asume, por cierto, que dichos distintivos

denotaban el poder, no solo del Inca, sino de toda autoridad en el mundo andino. Cabe

anotar, además, que estas tuvieron marcadas connotaciones religiosas. Dichas insignias

del Inca fueron irrepetibles (hasta donde se conoce) en otras autoridades en tanto un

halo de divinidad rodeó al mismo.

Es importante también reseñar que como marco teórico se parte de una explicación en

torno a la cosmología o concepción del cuerpo en los incas. Para la cosmología andina

el cuerpo fue utilizado como símbolo y mediador de las estructuras cósmicas. 1 Por ello,

las percepciones de dualidad, oposición y complementariedad tienen su correlato en las

estructuras mismas del cuerpo humano. Estas nociones, antes mencionadas, presentaban

1
CLASSEN, Constance. Inca cosmology and the human body. Salt Lake City: University of Utah Press,
1993.

1
la duplicación existente que a su vez llevaba a pensar en una cuatripartición: expresión

del Tahuantinsuyo en sí2. En este contexto, cabe pensar que, finalmente, el modelo a

seguir sería no solo el cuerpo humano, sino el cuerpo del Inca. Es decir, si se ensaya una

explicación en torno a las insignias de poder y emblemas, el primer símbolo que

marcará la pauta del trabajo será el cuerpo mismo. Apelamos al concepto de

cosmovisión porque es esta la forma de concebir e interpretar el mundo, en este caso del

hombre andino en el contexto del Tahuantinsuyo.

Es evidente que las percepciones acerca del cuerpo y el entorno de su propio

mundo que tuvieron los hombres andinos, variarían drásticamente con la llegada de los

conquistadores hispanos, imponiendo estos sus propias valoraciones acerca de la visión

europea. Dos mundos en choque y a la vez, dos mundos buscando complementarse.

Es importante entender la noción de autoridad en tanto el Inca, la cabeza o jefe de este

mundo cuatripartito fue respetado y tenido como dios viviente. Es así que dicha

autoridad buscará refrendar su poder a partir de una diferenciación con sus súbditos y

entre sus mismos pares. Distinciones o diferenciaciones que no solo se encontrarán en

los Andes, sino en otros lugares del mundo. La elite o grupo dominante marcando

distancia con el resto y, evidentemente, los aventureros españoles no serían la

excepción. Por ello, no fue difícil distinguir a la voz de mando a la autoridad suprema.

Don Carlos I, monarca español, gozó también de una serie de atributos visibles que los

distinguieron como monarca (además de sus muchos títulos). Problema: atributos

europeos,

Cabe también ir definiendo una serie de conceptos: atributo puede referir a la cualidad

de un ser o bien el símbolo que denota el carácter de las figuras. Insignia alude, en

cambio, únicamente a un emblema, señal o distintivo. Por ello, preferimos utilizar la

2
REGALADO DE HURTADO, Liliana. La sucesión incaica. Aproximación al mando y poder entre los
Incas a partir de la crónica de Betanzos. PUCP, Fondo Editorial, 1993.

2
segunda noción que alude estrictamente a los objetos que permitieron diferenciar al Inca

del resto de la población e incluso distinguirlo entre la elite.

En los Andes, mientras el Tahuantinsuyo se desarrolló (antes de la llegada de las

huestes de conquistadores y aventureros) el Inca fue el eje y centro del mismo.

Revestido de la autoridad, no solo política, sino religiosa, dicho gobernante exteriorizó

dicho poder a través de una serie de emblemas, distintivos e insignias que ostentó.

¿Tuvieron dichos símbolos el mismo valor que para Occidente? ¿Se han interpretado (o

reinterpretado) de la manera adecuada? Coronas y cetros, diademas y medallas

representan para el mundo europeo una categoría determinada. La labor del cronista, es

evidente, que consistió en informar acerca de todo lo que en estas tierras observó; sin

embargo, es obvia la interposición de esquemas culturales. Dada dicha situación, tianas,

mascaypachas, pendientes, y otros símbolos más, no podrían tener la misma

significación para el aventurero europeo que para el hombre andino ¿o tal vez sí? En la

costa norte se han encontrado hace poco una serie de hallazgos que nos han remitido a

la Señora de Cao. ¿Quién es ésta misteriosa personaje? Aparentemente se trataría del

único gobernante femenino que habría tenido el Perú antiguo y cuya momia tatuada ha

supuesto el mayor hallazgo arqueológico en los últimos tiempos. Precisamente, el

tatuaje actuaría como un elemento de diferenciación, no solo social, sino político. No

hemos encontrado evidencias de tatuajes en el inca; sin embargo, la necesidad de

refrendar, de recordar a los subordinados del halo sacro que rodea al gobernante es

sumamente clara.

Cabe resaltar el hecho de que los reinos europeos tuvieron características

teocráticas, toda vez que el monarca también estuvo revestido de un halo de sacralidad

que era visible. No en vano el Pontífice era el encargado de investir a los reyes

europeos, consagrados así en nombre de Dios. El Inca, considerado hijo del Sol, reunió

3
en torno a sí toda un parafernalia religiosa donde cada acto realizado por él iba revestido

por la adoración del dios supremo. Para la mirada del hombre europeo respecto de la

cabeza del Tahuantinsuyo recurriremos a la crónica de Martín de Murúa: Historia del

origen, y genealogía real de los Reyes Ingas [del Piru, de sus hechos, costumbres, trajes

y manera de gobierno. Desde la perspectiva del citado cronista asistiremos a la sorpresa

y la interpretación que éste haga del atuendo y las insignias del Inca. Dicha crónica

cuenta además con una serie de ilustraciones de los diferentes gobernantes y la

descripción de sus distintos ropajes.

Como indicaremos más adelante, en el estado de la cuestión, autores como

Martínez Cereceda hará hincapié en elementos específicos de las autoridades locales,

elementos materiales como plumas, asientos que tendrán correlato en los mitos de

origen de los incas.

4
ESTADO DE LA CUESTIÓN

El tema escogido acerca de las insignias de poder del Inca, no presenta

demasiada información secundaria. Puede encontrarse en las crónicas, breves

descripciones a partir de los escrutadores ojos de los aventureros hispanos. Crónicas

como la de Martín de Murúa, en Historia General del Perú, rescata la descripción de los

atuendos del Inca, pero sin ir más allá de ello.

“El Ynga, cuando salía de su casa, que era pocas veces, caminaba en unas andas y en la
guerra entraba en ellas muy ricamente aderezadas, con abundancia de pedrería, sobre
oro y plata, de que eran hechas, y plumería de todas colores. Estas andas era su oficio el
llevarlas en los hombros, con el Ynga, los indios rucanas, que es una provincia deste
reino, y ansí los llamaban incapricran, que significa hombros del Ynga. En las grandes
fiestas y solemnidades las llevaban curacas e indios principales, a remuda, y cuando
entraba en la guerra llevaba una honda en la mano, con la cual tiraba de rato en rato,
para animar la gente y esforzarla en la pelea.”3

La descripción es a partir de la ornamentación del gobernante, quien con gran

lujo y pompa se desplazaba de lugar en lugar en las andas líneas arriba mencionadas.

Sin embargo, no fue el Inca el único en utilizarlas, al parecer habría sido un

denominador común en distintas autoridades. Más allá de la descripción de Murúa,

quedaría ya la interpretación, labor de arqueólogos, historiadores, etnohistoriadores y

antropólogos. De la misma manera, similares descripciones encontramos en Cieza de

León en su Señorío de los Incas. El cronista narra el momento en que el gobernante es

ungido como tal, tomando la llamada “borla imperial” y acto seguido casarse con su

hermana. Compara Cieza, dicha ceremonia con la coronación de un rey europeo:

“Conté brevemente en los capítulos pasados cómo los que habían de ser nobles se armaban
caballeros y también las cirimonias que se hacían en el tiempo que los Incas se coronaban por
3
MURÚA, Martín de. MURÚA, Martín de. En: www.artehistoria.com. Historia general del Perú.

5
reyes tomando la corona, que es la borla que hasta los ojos les caía; y fue por ellos ordenado
quel que hobiese de ser rey tomase a su hermana, hija legítima de su padre y madre, por muger,
para que la sucesión del reino fuese por esta vía confirmada en la casa real, pareciéndoles por
esta manera que, aunque la tal muger, hermana del rey, de su cuerpo no fuese casta y, usando
con algún hombre, dél quedase preñada, era el hijo que nasciese della y no de muger
extraña…”
Es evidente, para Cieza, como para otros cronistas, remitirse a sus propios

paradigmas y cosmovisión propia de un español, prácticamente salido de las guerras de

Reconquista e imbuidos en un espíritu de tránsito: entre el medioevo y el Humanismo

del mundo moderno por el cual recién se desplazaban. Ahora bien, Martínez se centra

fundamentalmente en los siguientes emblemas: tianas, plumas, trompetas y andas. Toda

vez que es el estudio de una jefatura local, no incluye los emblemas del Inca, aunque la

comparación entre la macro y micro autoridad es sumamente clara. De la misma

manera, Damián de la Bandera en su Relación realiza, como todo cronista, sus

descripciones sujetas a sus propios patrones culturales. Exalta sobre todo la

omnipotencia del Inca, donde inevitablemente, la comparación con Don Carlos I de

España sería inevitable.

En el caso de Betanzos, en su Suma y narración de los Incas, seguida del

Discurso sobre la descendencia y gobierno de los Incas, menciona lo siguiente:

“En el tiempo deste Viracocha Inca habia mas de doscientos Senores caciques de pueblos y
provincias, cincuenta y sesenta leguas en la redondez desta ciudad del Cuzco, los cuales se
intitulaban y nombraban en sus tierras y pueblos Capac Inca, que quiere decir Senores e reyes;
y lo mismo hacia este Viracocha Inca, e intitulabase, como arriba diximos, Dios; de donde
vieron los demas Senores ya dichos, que se intitulaba de mas ser que ninguno dellos.”4

Con lo que evidencia que los señores locales toman algunos atributos del Inca

(en este sentido la autoridad regional replica a la cabeza). Se representa así el poder

político, pero investido de gran autoridad. Queda en claro que los incas se sirvieron de

estos señores locales para organizar el vasto territorio, donde no hay acceso al Inca, por

tanto su replica se manifiesta con el curaca local.


4
BETANZOS, Juan Diez de. Suma y narración de los Incas, seguida del Discurso sobre la descendencia
y gobierno de los Incas. Madrid: Polifemo, 2004

6
En cuanto a las fuentes secundarias, podemos mencionar a José Luis Martínez

Cereceda en su obra, Autoridades en los Andes, los atributos del Señor, elabora un

estudio sobre la el poder ejercido desde el curaca o autoridad menor respecto al Inca.

Parte del supuesto que los objetos utilizados por el curaca, en definitiva, marcaron

distancia respecto al resto de la población, solo fueron utilizados en determinados ritos o

ceremonias y solo por ellos. Este es el aporte más importante de Martínez, investigar en

torno a esta autoridad local, dado que, desde dicho estudio, se abre una interesante

entrada para hacer lo propio con la autoridad suprema: el Inca.

De la misma manera, Pease en Los Incas, analiza lo apuntado por el cronista

Francisco de Xerez a propósito de la entrada del Inca Atahualpa a la ciudad de

Cajamarca. Encontramos ahí descripciones breves sobre el aparato que rodea al Inca, no

se especifican sus insignias de poder, pero si puede percatarse uno de las atribuciones

que estas confirieron a la imagen del Inca. Impresionado queda el cronista de la

parafernalia que acompaña al gobernante:

“Un escuadrón de indios vestidos de una librea de colores a manera de escaques […] estos
venían quitando las pajas del suelo y barriendo el camino. Tras estos venían otras tres
escuadras vestidos de otra manera, cantando y bailando. Luego venía mucha gente con
armaduras, patenas y coronas de oro y plata. Entre estos venía Atabalipa…”5

Constance Classen, en su Inca cosmology and the human body, hace un análisis

de la visión andina del cuerpo. La corporeidad es resaltada por Classen toda vez que el

cuerpo no solo forma parte de la representación del Tahuantinsuyo, sino del mismo

gobernante. Para abordar un estudio de emblemas, insignias de poder en el Inca es

importante un trabajo como el de Classen, en principio para empezar a construir el

marco teórico en el que se desarrollará el mismo. Así mismo, Classen ofrece además, la

posibilidad de comprender desde la perspectiva religiosa el modelo de cosmovisión

5
PEASE, Franklin. Los Incas. Lima: PUCP. Fondo Editorial, 2007

7
andina y cómo desde aquella perspectiva, esta cultura comprendió al mundo que lo

rodeaba.

2. EL PODER DEL INCA A TRAVÉS DE SUS INSIGNIAS

2.1. Imagen del Inca en los Andes y ante los conquistadores

Como ya se había anotado, el Inca encabezó en su posición de divinidad, al

Tahuantinsuyo. Sin embargo, cabe hacer unas aclaraciones respecto a la visión que los

subordinados tuvieron del personaje en cuestión. Diferentes panacas fueron las que,

como elite, detentaron, a través de la figura del Inca, el poder. Ahora bien, dicho grupo

privilegiado en épocas atribuidas al Inca Pachacútec. Estableciendo una serie de

alianzas con distintas autoridades del territorio andino y costeño 6, dichas panacas

podrían haberse perfilado ya sólidas (y conocidas a través de las diversas fuentes

documentales) para fines del siglo XV hacia el XVI.

“Como los Yngas, desde Manco Capac, que dio principio a esta monarquía, fuesen
cada uno por su parte añadiendo a su señorío y extendiendo sus reinos y vasallos, así
cada cual iba extendiendo y ampliando su casa y Palacio Real, con edificios
magníficos y suntuosos, aumentando la guarda de su persona y concediendo a los de
ellas más libertades y privilegios, y poniéndolos en más orden y policía, y haciendo
mayor muestra de su grandeza.”7

En esta cita de Murúa se aprecia la visión que de la elite tuvo el cronista, es

evidente que la descripción hecha por él podría ajustarse a cualquier monarca europeo.

Para los aventureros españoles, como para cualquier occidental de la época, la

monarquía como sistema político era universal. De la misma manera, los incas del

Cuzco habrían tomado en mucho la organización persistente en el mundo andino para

6
REGALADO, Liliana. En: La sucesión incaica: aproximación al mando y poder entre los Incas a partir
de la crónica de Betanzos. Lima: PUCP. Fondo Editorial, 1993, p. 57.
7
MURÚA, Martín de. En: www.artehistoria.com. Historia general del Perú.

8
ellos poder ejercer un adecuado control de su extensa geografía. Como la mayoría de

estados antiguos (y modernos), el “imperio” incaico creció a costa de otros pueblos, de

aquí se desprende que la ritualidad existente, el halo de sacralizad fue configurándose

hasta conseguir una suerte de síntesis. No estamos asumiendo, en modo alguno, que la

cultura cuzqueña haya sido una simple imitadora o “transcriptora” de los distintos

elementos culturales de otras etnias, precisamente, aglutinaron todos estos rasgos

consiguiendo una original unidad.

Desde la información recopilada en la crónica de Damián de la Bandera puede

hacerse la idea de la imagen que los naturales tuvieron de su líder, no solo representante

del Estado (aunque esta noción es fundamentalmente europea), sino una autoridad

benefactora, preocupada por procurar lo necesario a la comunidad.

“Sobre cada provincia habia un governador, y este era un capitan del lnga, al cual
llamaban tucuyrico, que quiere decir"todo lo mira", y el que lo era en esta provincia
tenia su asiento en Vilcas, que es un tambo real, once leguas de esta ciudad,yendo hacia
el Cuzco. Este governaba cincuenta leguas de tierra, desde Uramarca, ques de aquel
cabo de Vilcas seis leguas, hasta Acos, ques junto al valle de Jauja; conocia de
cualesquier e podia castigar y matar al que lo mercia; tenia puestos en cada un pueblo
principal en lo a el sujeto un teniente; a este llamaban micho, el cual conocia de mojones
de terminos de lindes, de chaccras, de acequias y aguas, e pendencias livianas, y cuando
se ofrecia cosa de mas calidad, daba aviso dello al governador y enviabale la
informacion de palabra de lo que pasaba, y el proveia lo que le parescia.”8

De la Bandera menciona y al mismo tiempo contrasta la realidad pasada, narrada

por los mismos indígenas que habían alcanzado la época prehispánica. Resalta la vieja

organización y el malestar frente al orden hispano. La añoranza por el pasado se hace

sentir. En el caso de Betanzos, en su crónica Suma y narración de los Incas, seguida del

Discurso sobre la descendencia y gobierno de los Incas, nos hace llegar la siguiente leyenda,

conocida como la de los hermanos Ayar o del Pacaritambo. Interesa para el propósito del

presente trabajo, algunos detalles. Los cuatro hermanos y sus respectivas hermanas y esposas

salen de su pacarina, el Cerro Tamputoco portando entre otras cosas y en palabras de Betanzos:

8
DE LA BANDERA, Damián. En Biblioteca de autores españoles.

9
“…despues llamaron Mango Capac, que quiere decir el rey Mango; y tras este salio su
mujer que llamaron Mama Ocllo; de unas vestiduras de lana fina tejida con oro fino, y a
los cuellos sacaron los cuales sacaron en sus manos, de dentro de la cueva, unas de oro,
y ellos salieron vestidos unas bolsas, ansi mismo de lana y oro, muy labradas, en con
unas mantas y fajas, que ellos llaman chumbis, muy labradas de oro, y con los
prendedores de oro muy fino, los cuales son unos alfileres largos de dos palmos que ellos
llaman topos…”

Los personajes de la leyenda van revestidos de un halo sacro. Enviados por el

Hacedor, portaban objetos de oro, el metal sagrado que estará presente sobre todo en

espacios rituales (y el inca reviste toda esa carga religiosa), vestidos con cumbis y

portando el topayauri, unas varas que son descritas como una “alabarda de oro. Se van

perfilando las insignias de poder del Inca: el Topayauri a manera de cetro real. La borla

imperial, como anotamos también será mencionada en varias crónicas. Se menciona

también las plumas del ave corequenque, ave considerada sagrada por los incas, pero

en los Comentarios Reales de Garcilaso de la Vega. El inca usaba estas plumas en el

llanto, todas ellas fueron las insignias del Sapa Inca.

10
2.2 Las insignias del Inca

Desde las crónicas que constituyen la primera entrada al tema de las insignias,

pueden distinguirse claramente el llanto, especie de turbante con profusión de colores,

tejido en lana de vicuña. Era una especie de trenza con dichos colores 9 que daba cinco a

seis vueltas a la cabeza del Sapa Inca y sujetaba sobre la frente la mascaypacha que era

la borla o fleco que pendía de la frente del Inca indicando así su jerarquía. Desde las

crónicas, Martín de Murúa en su Historia General del Perú en el capítulo II del libro

segundo hace una detallada descripción de los vestidos del Inca:

“El vestido que ordinariamente usaba era una camiseta de cumbi labrada, la cual era
obra de las ñustas, que lo hilaban sutilísimamente para tejer los vestidos del Ynga, y
esculpían en ellas maravillosas labores de tocapo, que ellos dicen que significa
diversidad de labores, con mil matices de sutil manera, al modo de los almaisales
moriscos, de primor excelente, y unas veces de color morado, otras verde, otras azul,
otras carmesí finísimo. La manta que ellos llaman yacolla…”10

A este respecto, es de gran apoyo la obra de Martínez Cereceda, Autoridades en

los Andes, los atributos del Señor. Abundando en más detalles, el capítulo dedicado a

los rituales, como mencionamos líneas más atrás, Martínez elabora un análisis en torno

a los emblemas y sus contextos, es decir, en qué ocasiones los señores locales utilizaron

dicha parafernalia. Cuatro eran los elementos en cuestión: tianas, plumas, trompetas y

andas. Respecto a las primeras, afirma:

9
“En la cabeza traían un rodete redondo que ellos llaman llaitu, ancho de dos dedos, el cual se ponían en
la frente y en el chaquira, y otros dijes y piedras preciosas, y allí asientan plumas y penachos. Esto usaban
en tiempo de paz, que al entrar en las batallas usaban de unas celadas fortísimas, que bastaban a defender
cualquier golpe de espada y, macana.”
10
MURÚA, Martín de. En: www.artehistoria.com. Historia general del Perú.

11
“…el primer momento en el que un dirigente étnico podía usar o usaba una Tiana, era
durante el ritual de posesión. A partir de ese momento parecía adquirir el derecho a usar
el asiento como uno de los símbolos de status. Cobo es quien resalta el efecto
diferenciador que el pequeño mueble tenía en la sociedad andina.”11

Así, el común de la gente se sentaba en el suelo, solo el curaca tomaba asiento en

dicho mueble, dicho privilegio había sido conferido por el propio Sapa inca por lo que

se colige que éste último tampoco tocaba el suelo, pero por un tema de ritualidad. Es así

que este objeto plantea la diferenciación social entre aquel que está al mando y quien

sencillamente se subordina al primero. Es así que la religión juega un papel importante

al interior de estas sociedades perfectamente jerarquizadas y estratificadas. En un

artículo de Brian Bauer de la Universidad de Illinois, precisamente, resalta lo siguiente:

“The role of ideology in legimitization of authority and iniquitous arrangements of

wealth and power.”12

En un estado como el inca, la religión fue la moldeadora de la sociedad,

revistiendo cada acto de una ritualidad que llegó hasta lo cotidiano. Otros elementos

que Martínez analiza son las plumas aunque afirma que encontrar fuentes donde que

establecieran el real valor de estos objetos fue tarea difícil. Formaron parte de los

emblemas de los curacas y las dichas plumas llamadas tocto se mencionaban en la

investidura del Inca13, Pedro Pizarro también se refiere a ellas:

“Estas plumas que digo con que les juraban llamaban ellos tocto: eran de unos
pajaros que se crían en poblados fríos. Llamábanse estos pájaros yuco, y por otro
nombre guallatas. Esta ceremonia vide yo en el Cuzco cuando entramos la primera vez
allí que los naturales alzaron por señor a Mango Inga…”14

11
MARTÍNEZ CERECEDA, José Luis. Autoridades en los Andes, los atributos del Señor. Lima:
PUCP. Fondo Editorial, 1995. P. 69.
12
BAUER, Brian. Legimitization of the state in inca myth and ritual. Illinois University. JSTOR.
13
MARTÍNEZ CERECEDA, José Luis. Autoridades en los Andes, los atributos del Señor. Lima: PUCP.
Fondo Editorial, 1995, p. 83
14
PIZARRO, Pedro. Relación del descubrimiento y conquista de los reinos del Perú. En: MARTÍNEZ
CERECEDA, José Luis. Autoridades en los Andes, los atributos del Señor. Lima: PUCP. Fondo Editorial,

12
En este sentido, las plumas cobran importancia como un diferenciador más de la

autoridad. El inca porta determinadas plumas y los señores locales replican esta

costumbre. En el caso de las trompetas, al parecer se replica de idéntica manera, aunque

al parecer la presencia del curaca o autoridad local no habría sido necesaria. Según

Martínez, los llamados trompeteros habrían sido unos tañedores de caracolas. 15 En su

investigación, además cita a Guamán Poma:

“De cómo el ynga sacrificaua a su padre el sol con oro y plata y con niños y niñas de
dies años que no tuviesen señal ni mancha ni lunar y fuesen hermosos y para eso hazía
juntar quinientos niños de todo el reyno y sacrificaua en el templo de Curicancha que
todas las paredes estaua guarnecida de oro finisimo y en lo alto del techo estaua
colgado muchos cristales y a los dos lados dos leones apuntando el sol alumbraua de
las ventanas claridad de los dos partes soplauan dos yndios y se confeauan el viento
del soplo y salia un arco que ellos le llaman cuychi y allí en medio se ponía el
ynga…”16

Así, las trompetas se encuentran presentes en rituales sumamente importantes,

como el mencionado líneas arriba. De la misma manera, se pueden encontrar en

ceremonias donde la autoridad sea ajena a la misma.

En cuanto a las andas si hay pruebas de que hayan sido utilizadas en contextos de

rito, no hay información acerca de su utilización fuera de este contexto. Además el Inca

sí habría sido el único en utilizar este elemento. Y así, citado por Martínez

encontramos:

“Las andas no eran permitidas a otro que el ynga y supremo señor, y aquellos caciques
y capitanes que, por sus asañas y grandezas en la guerra, abiendo meresido renombre
de balerosos, para honrarlos se les enbiaba el ynga, o les daua licencia de usar de
ellas, porque estos solos andauan en andas y tenían facultad de usar de esta majestad,
que entre ellos era de grandísima preminen(ci)a y estimacion.”17

1995, p. 83
15
Op. Cit, p. 84
16
Op. Cit, p. 85
17
Op. Cit., 93

13
CONCLUSIONES

A partir del presente trabajo, hemos querido señalar el valor que las insignias de

poder del inca tuvieron en el Tahuantinsuyo. A partir de las fuentes primarias puede

hacerse un trabajo de largo aliento dado que la información se encuentra desperdiagada

en los distintos testimonios de los cronistas españoles y de otros que no necesariamente

lo fueron, como el caso de Huamán Poma de Ayala.

¿Por qué puede ser importante una somera investigación como la realizada? En

realidad, puede abrir numerosas entradas a otros temas de la historiografía nacional.

Desde la perspectiva de las insignias de mando o emblemas puede, no solo conocerse un

poco más acerca de las nociones de corporalidad, sino que iniciaría la posibilidad de

elaborar investigaciones de largo aliento en torno a las dichas insignias. Partir de los

incas y rematar en tiempos más contemporáneos. ¿Qué valor actual tienen los objetos

que acompañan a las autoridades del país? ¿Qué tanto los peruanos todavía sacralizamos

dichos objetos? O puesto de otra manera, ¿Cómo los interpretamos? Son preguntas que

para pretender responderlas, debemos retornar a nuestro pasado prehispánico, aunque

muchos de los datos recogidos sean desde la perspectiva del “otro”, el europeo

conquistador.

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BIBLIOGRAFÍA

1. Fuentes primarias

MURÚA, Martín de, Fray. Historia del origen, y genealogía real de los Reyes
Ingas [del Piru, de sus hechos, costumbres, trajes y manera de gobierno. Madrid:
Testimonio: Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior, 2004.

GARCILASO DE LA VEGA, Inca. Comentarios reales de los Incas. Lima:


A.F.A., 2004.

COBO, Bernabé. Inca religion and customs. Austin: University of Texas Press,
1990

BETANZOS, Juan Diez de. Suma y narración de los Incas, seguida del Discurso
sobre la descendencia y gobierno de los Incas. Madrid: Polifemo, 2004

2. Bibliografía general

PEASE, Franklin. Los incas. Lima: PUCP. Fondo Editorial, 2007

SOMEDA, Hidefuji. El Imperio de los Incas: imagen del Tahuantinsuyo creada


por los cronistas. PUCP. Fondo Editorial. 2da. Edición. Lima: 2001.

VEGA, Juan José. Los incas: una aristocracia guerrera. Lima: Universidad
Nacional de Educación, 1969.

3. Bibliografía específica

CLASSEN, Constance. Inca cosmology and the human body. Salt Lake City:
University of Utah Press, 1993.

FEHER, Michel. Ed. Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Madrid:
Taurus, 1990

15
MARTÍNEZ CERECEDA, José Luis. Autoridades en los Andes, los atributos
del Señor. Lima: PUCP. Fondo Editorial, 1995.

REGALADO HURTADO, Liliana. La sucesión incaica: aproximación al mando


y poder entre los Incas a partir de la crónica de Betanzos. Lima: PUCP. Fondo
Editorial, 1993.

4. Bibliografía en línea

www.artehistoria.com
www.jstor.org
www.kb.dk/elib/msspoma

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