Está en la página 1de 2

Lo siento muchísimo”. “Fue culpa mía. Por favor, perdóname”.

No importa qué
palabras usemos, disculparse puede ser muy difícil. ¿Por qué puede ser tan
difícil? Por muchas razones: por miedo a la confrontación, al rechazo o a que
nos echen la culpa. O quizás nos dé vergüenza y el orgullo nos lo impida. En la
Biblia, encontramos el relato de un hombre fiel, el apóstol Pablo, que nos puso
un buen ejemplo sobre pedir disculpas. El relato se encuentra en Hechos 23.
¿El contexto? Un comandante militar romano quería saber por qué los judíos
estaban acusando a Pablo. Así que llevó a Pablo ante los sacerdotes
principales y ordenó al Sanedrín, que era el tribunal supremo judío, que se
reuniera. Cuando leemos el relato de Hechos 23:1-5, nos impresiona ver el
valor que mostró Pablo para defender lo correcto. Pero fíjense también,
mientras leemos el relato, en la humildad que demostró. Hechos 23:1: “Mirando
fijamente al Sanedrín, Pablo dijo: ‘Hermanos, hasta este día he actuado con
una conciencia completamente limpia ante Dios’. Al oír esto, el sumo sacerdote
Ananías les ordenó a los que estaban junto a él que lo golpearan en la boca.
Entonces Pablo le dijo: ‘Dios te va a golpear a ti, pared blanqueada. ¿Tú te
sientas a juzgarme según la Ley y al mismo tiempo violas la Ley mandando que
me golpeen?’. Los que estaban junto a él le dijeron: ¿Estás insultando al sumo
sacerdote de Dios?’. Pablo les respondió: ‘Hermanos, no sabía que era el sumo
sacerdote. Porque está escrito: “No insultes a ninguno de los jefes de tu
pueblo”’. Pablo admitió inmediatamente su error. Lo que dijo, que un juez no
debería recurrir a la violencia, era cierto. Aun así, Pablo se disculpó. Nuestro
objetivo no es ganar una discusión, eso podría ser conflictivo, no buscamos
que nos digan que nosotros tenemos la razón. Más bien, como acabamos de
leer en Filipenses, queremos ser humildes. Nuestra meta es ir tras la paz.
Aunque pensemos que la otra persona está siendo poco razonable, debemos
disculparnos. ¿Por qué es tan importante que lo hagamos? Porque de esta
forma Jehová aceptará nuestra adoración. Jesús dejó este punto muy claro en
Mateo 5:23, 24: “Por eso, si estás llevando tu ofrenda al altar y allí te acuerdas
de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y
vete. Primero haz las paces con tu hermano, y luego vuelve y presenta tu
ofrenda”. Y es que la forma de tratar a nuestros hermanos influye directamente
en nuestra amistad con Jehová. Como muy bien dice 1 Juan 4:20: “El que no
ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve”. Por lo
tanto, si nos damos cuenta de que hemos ofendido a un hermano, debemos
poner en práctica el consejo de Jesús. Debemos tomar la iniciativa e ir a hablar
con él. Quizás debamos reconocer que lo hemos herido. Quizás tengamos que
preguntar: “¿Qué puedo hacer para arreglarlo?”. Muchas veces, solo se
necesita una disculpa sincera. La paz con nuestros hermanos es más
importante que probar quién tiene la razón y quién no. Si tenemos esto
presente, nos será más fácil pedir perdón a alguien que cree que lo hemos
ofendido. Y una disculpa sincera puede abrir la puerta a una conversación
positiva. Disculparse minimiza los problemas y restaura la paz.

También podría gustarte