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BOLILLA II

CAPACIDAD PARA HEREDERA – INDIGNIDAD

I- Capacidad para heredar: concepto – Distinción con capacidad para aceptar o repudiar herencias y con
vocación sucesoria.
La capacidad para heredar es la aptitud que la ley exige para que una persona pueda ser titular de los derechos y
obligaciones que se transmiten a través de la herencia. De esta definición surge que para sucederle es una capacidad
de derecho.
Respecto a la distinción con la capacidad para aceptar o repudiar herencias puede decirse que esta es la capacidad
que tiene una persona que es llamada a una sucesión de aceptar o no los derechos y obligaciones inherentes a su
calidad de heredero.
Por último, respecto a la vocación sucesoria la diferencia es clara; mientras que la capacidad para suceder es general,
la vocación sucesoria es específica para una sucesión en particular. Una persona existe y por lo tanto tiene capacidad
para suceder a cualquiera, pero sólo tendrá vocación hereditaria respecto de una persona determinada cuando
cuente con un llamamiento hecho por la ley o por el causante en su testamento.
Para que esta vocación sucesoria se eficaz deben cumplirse diversas condiciones:
- La persona llamada a recibir la herencia debe existir al tiempo del fallecimiento o tratarse de una fundación
que se creará por la voluntad expresada en el testamento.
- El llamamiento debe subsistir cuando la sucesión se abre porque la que existió con anterioridad a la muerte
no es eficaz si no se mantiene hasta ese momento.
- Es imprescindible que la vocación sucesoria no se encuentre contrariada, pudiendo esto suceder por
voluntad del sucesible, por sentencia judicial o por disposición legal.

Capacidad de personas de existencia visible y de personas de existencia ideal (art. 2279)


El Art. 2279 define: “Pueden suceder al causante: a) las personas humanas existentes al momento de su muerte; b)
las concebidas en ese momento que nazcan con vida; c) las nacidas después de su muerte mediante técnicas de
reproducción humana asistida, con los requisitos previstos en el art. 561; d) las personas jurídicas existentes al
tiempo de su muerte y las fundaciones creadas por su testamento”.
El art. 2279 CCyC norma acerca de la capacidad para suceder, o sea la aptitud para ser titular del derecho a recibir
por sucesión los derechos activos y pasivos transmisibles del causante.
La capacidad para adquirir una sucesión debe tenerse al momento en que la sucesión se defiere; debe ser capaz al
momento de la muerte del causante.
- Las personas humanas existentes al momento de su muerte. Toda persona humana existente —con vida— en el
momento de la muerte del causante adquiere la calidad de heredero del causante si actualiza su vocación
hereditaria de acuerdo al llamamiento legal o testamentario (art. 21 CCyC).
- Las concebidas en ese momento que nazcan con vida. Siguiendo el criterio del Código Civil, la persona concebida es
capaz de suceder (art. 21 CCyC). El que no está concebido al tiempo de la muerte del autor de la sucesión, no puede
sucederle. El que estando concebido y naciere muerto, tampoco puede sucederle.
- Las nacidas después de su muerte mediante técnicas de reproducción humana asistida con los requisitos previstos
en el art. 561 CCyC. El art. 2279, inc. c, CC yC establece que tienen derechos hereditarios las personas que nazcan de
técnicas de fecundación con los requisitos previstos en el art. 561 CCyC.
El art. 561 CCyC se refiere a la forma de prestar el consentimiento en las técnicas de procreación asistida. Por lo
tanto, debe entenderse que se le atribuye la paternidad o maternidad, según el caso, al causante que prestó ese
consentimiento con las formalidades impuestas por ley, y el hijo nacido lo hereda si ha sido concebido antes de su
muerte.

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En relación al alcance de la voz “concepción”, la Corte IDH entiende que la persona humana comienza, en las TRHA,
cuando el embrión se implanta o transfiere a la persona (ver el comentario al art. 19 CCyC). En el caso “Artavia
Murillo”, (1) se entendió que concepción es sinónimo de anidación, siendo que el término concepción al que alude el
art. 4.1 CADH, lo era en un momento (año 1969) en el que no existía la posibilidad de la fertilización in vitro. Al
respecto, la Corte IDH admite que en el marco científico actual, hay dos lecturas bien diferentes del término
“concepción”: 1) una corriente entiende por “concepción” el momento de encuentro o fecundación del óvulo por el
espermatozoide, y 2) otra, entiende por “concepción” el momento de implantación del óvulo fecundado en el útero;
inclinándose la Corte IDH por esta última.
En definitiva, para la Corte IDH la existencia de la persona humana comienza con la implantación del embrión y, por
ende, el embrión no implantado no es persona humana.
En las TRHA, a quien prestó el consentimiento con las formalidades impuestas por ley se le atribuye la
paternidad/maternidad, y el hijo nacido lo hereda si ha sido concebido antes de su muerte.
Cabe recordar, que en el Proyecto original, se regulaba la filiación post mortem, que no luce hoy en los textos
vigentes. En ese contexto el art. 2279, inc. c, CCyC —ahora reelaborado—, establecía que tienen derechos
hereditarios las personas que nazcan de técnicas de fecundación con los requisitos previstos en el art. 563 CCyC —
hoy la mención es al art. 561 CCyC—. El Proyecto regulaba de manera expresa y limitada la llamada “filiación post
mortem”, que se presenta cuando él o la cónyuge o conviviente de la mujer que da a luz fallece durante el proceso
de fertilización. El vacío legal es claro frente a las hipótesis que se presentan en la realidad.
Desde un sector de la doctrina se entiende que no obstante la eliminación del artículo originario 563 del Proyecto
CCyC que regulaba la filiación post mortem, esta no habría desaparecido como filiación del CCyC en función del art.
2279, inc. c, CCyC. Es que en el Libro Quinto se prevé expresamente que pueden suceder al causante las personas
nacidas después de la muerte, mediante técnicas de reproducción humana asistida, con los requisitos del art. 561
CCyC, con lo cual habría quedado regulada la filiación post mortem en uno de los aspectos más importantes como es
la capacidad para suceder, habilidad que se tiene siempre que haya voluntad procreacional, conforme al citado art.
561 CCyC.
- Las personas jurídicas existentes al tiempo de su muerte y las fundaciones creadas por su testamento. Pueden
heredar las personas jurídicas, o sea los entes a los cuales el ordenamiento jurídico les confiere aptitud para adquirir
derechos y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y los fines de su creación (ver comentarios al
Libro I, Título II —Persona jurídica—, arts. 141 a 224 CCyC).
También pueden heredar las fundaciones creadas por actos de última voluntad (ver Libro I, Título II —Persona
jurídica—, Capítulo 3 —Fundaciones (arts. 193 al 224 CCyC, a cuyos comentarios remitimos) —. Las fundaciones son
personas jurídicas que se constituyen con una finalidad de bien común, sin propósito de lucro, cuyo aporte
patrimonial está destinado a hacer posibles sus fines.
Si el testador dispone de bienes con destino a la creación de una fundación, incumbe al Ministerio Público asegurar
la efectividad de su designio, en forma coadyuvante con los herederos y el albacea testamentario, si lo hubiere. Si no
se pusieren de acuerdo resuelve el juez (arts. 219 y 220 CCyC).

La existencia de la persona humana ocurre con la concepción y los derechos y obligaciones del concebido o
implantado en la mujer quedan irrevocablemente adquiridos si nacen con vida. Si no nace con vida se considera que
la persona nunca existió. El concebido en ese momento tendrá derechos hereditarios, pero se encuentran sujetos a
la condición de que nazca con vida porque si nace muerto se considera que nunca existió y, por ello, no puede
suceder al causante.
Se ha pretendido innova al hacer referencia al nacido después de la muerte mediante técnicas de reproducción
humana asistida, remitiendo a lo dispuesto por el art. 561. En esta norma del Anteproyecto del CCCN se admitía la
procreación hasta después de un año del fallecimiento si se había dejado expresada la voluntad del causante en ese
sentido. En el debate parlamentario se eliminó esa posibilidad y el actual art. 561 se refiere a los requisitos del
consentimiento para someterse a las técnicas de reproducción humana asistida que no guarda ninguna relación con
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el tema que nos ocupa. Esta situación debe adjudicarse a una desprolijidad del legislador que eliminó la fecundación
Post Mortem pero no suprimió, a su vez, el inciso que en tal supuesto permitía heredar. En consecuencia, a la luz del
o expuesto, no puede darse el caso de que un persona humana que al tiempo de la muerte no hubiera estado
concebida tenga capacidad para suceder.

II – Indignidad – Concepto
La indignidad puede ser definida como la exclusión de la herencia decretada contra un heredero o legatario por una
sentencia judicial en virtud de una causa legal. La indignidad contraría la vocación sucesoria y resulta una causa que
impide mantener la herencia a la cual el heredero ha sido llamado por la ley o por el testador. Esta sanción civil tiene
como basamento un reproche objetivo formulado por el ordenamiento jurídico hacia determinadas conductas que
han sido consideradas disvaliosas porque implican agresiones o menoscabo a la integridad, la libertad, al honor, a la
salud, a las afecciones o a la memoria del causante.

Fundamento.
En el fondo, la indignidad no es otra cosa que una desheredación pronunciada de oficio por la ley, en casos que, por
su gravedad, no permiten dudar de la voluntad del causante de excluir al culpable; si la ley impone la sanción por sí
misma es previendo la hipótesis de que el causante no haya conocido el hecho o no haya podido expresar su
voluntad por temor, o su manifestación haya sido ocultada o destruida. Pero, si no obstante la gravedad del hecho,
el causante perdona a su ofensor, éste conserva sus derechos hereditarios (art. 3297 Cód. Civil).
Si bien resulta innegable que la conciencia se rebela frente a la posibilidad de que alguien que ha cometido un grave
delito contra el difunto pueda sucederle, el fundamento de la indignidad no debe buscarse en una razón de orden
público, sino que está referida a una interpretación de la presunta voluntad del causante. Ocurre que la ley impone
la sanción presumiendo que el de cujus no ha conocido la causal en que incurrió el sucesor o que, conociéndola, no
pudo manifestar su voluntad para excluirlo.
Pero esta presunción debe ceder cuando el causante mantiene la vocación del indigno, perdonando la ofensa
inferida (art. 2282).
Esta concepción del fundamento de la indignidad nos lleva a no aceptar otra tesis que se ha formulado, y según la
cual la sanción no se impondría atendiendo a la presunta voluntad del causante, sino que respondería a velar por la
moral y el buen orden social.
Una conclusión parece indiscutible: si lo que se procura resguardar con la institución de la indignidad fueran
intereses sociales y la moral pública, sería inconcebible que la aplicación de la pena dependiera de la voluntad del
causante. Digamos, para concluir, que el sistema de nuestra ley, en el que la indignidad queda borrada por el
perdón, es aceptado universalmente (Cód. Civil alemán; italiano; suizo; brasileño; español; mexicano; peruano;
venezolano).

Naturaleza Jurídica
La indignidad no constituye una incapacidad propiamente dicha, no obstante que el Código así la califica; es
simplemente una sanción legal en virtud de la cual queda excluido de la sucesión quien ha incurrido en
determinadas ofensas contra el difunto.

Acción de indignidad: oportunidad (art. 2283) - personas que puede ejercer la acción (art. 2283, 1° párr.) -
personas que pueden ser declaradas indignas
La indignidad sólo puede ser decretada por una sentencia judicial. El art. 2283 dice: “La exclusión del indigno sólo
puede ser demandada después de abierta la sucesión, a instancia de quien pretende los derechos atribuidos al

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indigno…”. Además, de establecer que recién con la muerte del causante podrá accionarse por indignidad, la norma
sólo concede
Legitimación activa Pueden interponer la acción de indignidad los parientes a quienes corresponde suceder en lugar
del excluido o en concurrencia con él, el cónyuge del causante, el heredero instituido y el de cuota. No tienen
legitimación los legatarios y acreedores del causante o de los herederos.
a) Por vía de acción: puede interponer la acción de indignidad quien pretende los derechos atribuidos al indigno; no
puede ser demandada por quienes no les corresponde suceder a falta del excluido de la herencia.
b) Por vía de excepción: puede interponer la acción de indignidad el demandado por reducción, colación o petición
de herencia.

Por ello, no cualquier interesado podrá demandar la indignidad, quedando excluidos los deudores de la sucesión
porque deben abonar su deuda sin que importe quien ese el heredero; los acreedores de la sucesión porque sus
créditos se satisface con la herencia con total independencia de quienes sean los herederos; los acreedores del
heredero, puesto que el fundamento moral que sustenta la indignidad no permite que sea ejercida por vía
subrogatoria y los legatarios porque su derecho se circunscribe a reclamar la entrega del legado a quien sea
heredero. Tampoco tienen legitimación activa los herederos de un grado más remoto que no vayan a ocupar el lugar
del indigno, así como tampoco el Estado ya que su derecho patentiza cuando no hay herederos aceptantes.
Asimismo la indignidad puede ser opuesta como excepción por el demandado por reducción, colación o petición de
herencia. Sin embargo, como debe ser juzgada ampliamente la conducta del actor como indigno, lo que corresponde
desde el punto de vista procesal no es que plantee como excepción sino que tiene que media reconvención en ese
sentido y en caso de prosperar ésta, la acción original debe ser rechazada.
En cuanto a la legitimación pasiva, la acción puede ser dirigida contra los sucesores a título gratuito del indigno,
herederos, herederos instituidos y herederos de cuota.
También contra sus sucesores particulares a título oneroso de mala fe. Se considera de mala fe a quien conoce la
existencia de la causa de indignidad. No hay duda que se puede demandar por indignidad a los herederos y también
a los legatarios, aun cuando en este caso también podría requerirse la revocación del legado por ingratitud conforme
lo autoriza el art. 2520 inc. A.-
También puede accionarse “…contra los sucesores a título gratuito el indigno y contra sus sucesores particulares a
título oneroso de mala fe. Se considera de mala fe a quien conoce la existencia de la causa de indignidad” (art. 2283
in fine).-

Competencia
La acción civil por indignidad debe tramitar ante el juez de la sucesión, como que importa una petición de herencia.
El art. 2643. Jurisdicción. Son competentes para entender en la sucesión por causa de muerte, los jueces del último
domicilio del causante o los del lugar de situación de los bienes inmuebles en el país respecto de éstos.

Procedimiento
El procedimiento a emplear será el del juicio ordinario, aunque la cuestión por resolver sea de puro derecho, como
ocurriría si existiera ya juicio condenatorio penal. Puede oponerse por vía de acción o de excepción. Se ha resuelto
que si la declaratoria de herederos está en trámite, la existencia de un proceso criminal, del que pueda resultar la
indignidad del heredero, basta para suspender las actuaciones.
La acción de indignidad deberá tramitar por el proceso de conocimiento ordinario porque la exclusión del heredero
merece un amplio debate y además porque no tiene otra forma específica establecida en los códigos respectivos,
siendo competente el juez donde se haya abierto la sucesión. No hay limitación en cuanto a la prueba. La sentencia
que hace lugar a la demanda produce la exclusión del indigno de la herencia del causante.

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Causales: Enumeración y análisis (art. 2281)
Las causales de indignidad se encuentran enunciadas en el art. 2281:
a) “Los autores, cómplices o partícipes de delito doloso contra la persona, el honor, la integridad sexual, la libertad
o la propiedad del causante, o sus descendientes, ascendientes, cónyuge, conviviente o hermanos. Esta causa de
indignidad no se cubre por la extinción de la acción penal ni por la pena…”
La actuación que configura la causa se amplía, ya que no sólo abarca a los autores y cómplices sino también a los
partícipes. Debe tratarse de delito doloso con lo que se excluyen las acciones culposas o preterintencionales. No se
ha incluido la tentativa de homicidio por lo que debe tratarse de delitos consumados. Sin embargo, la tentativa
contra la vida que comprendida porque el inc. i) de este mismo artículo encuadra dentro de la indignidad a los que
incurrieron en causales de revocación de las donaciones por ingratitud y el art. 1571, inc. a) dispone que ello tiene
lugar: “si el donatario atenta contra la vida o la persona del donante, su cónyuge o conviviente, sus ascendientes o
descendientes”.
En la legislación anterior se necesitaba condena penal sin embargo el actual art. 2281 dispone: “en todos los
supuestos enunciados, basta la prueba de que el indigno le es imputable el hecho lesivo, sin necesidad de condena
penal”. Esto significa que si existió condena penal condenatoria no habrá duda acerca de la configuración de la
causal, pero que si no se ha llegado a esa instancia o la sentencia ha sido absolutoria, de cualquier manera el juez
civil podría considerar que el demandado ha incurrido en causa de indignidad. La emoción violenta o legítima
defensa que podrían excluir la condena penal deberían ser consideradas en sede civil para determinar si existió el
accionar doloso que exige la disposición en cuestión.
b) “Los que hayan maltratado gravemente al causante, u ofendido gravemente su memoria”
Se contempla el accionar directo contra la persona del fallecido o bien contra su memoria. No se aclara si el maltrato
tiene que haber sido físico o mental por lo que cabe incluir que ambas conductas quedan incluidas. Se lo ha
calificado como grave y esto significa que no todo comportamiento permite la exclusión hereditaria sino que tiene
que haber afectado sensiblemente a la persona del causante. Lo mismo puede decirse de la ofensa a la memoria del
causante, ya sea porque se lo ha difamado públicamente o se le ha imputado la comisión de delitos y otras
conductas disvaliosas. Habrá que tener en cuenta que en el último supuesto la causa se configura después del
fallecimiento y no en vida del causante.”
c) “Los que hayan acusado o denunciado al causante por un delito penado con prisión o reclusión, excepto que la
víctima del delito sea el acusador, su cónyuge o conviviente, su descendiente, ascendiente o hermano, o haya
obrado en cumplimiento de un deber legal”.
La conducta que puede provocar esa sanción consiste en involucrar judicialmente al causante por un delito que
tenga prevista una posible condena grave como es la prisión o reclusión. No importa el resultado de la acción penal.
No hay indignidad cuando el delito respecto del cual se promoviere la acción ha tenido como víctima al propio
acusador o sus familiares nombrados por el artículo. En este supuesto, a pesar de ser voluntaria la acusación o la
denuncia no se puede interpretar que se lo ha hecho para perjudicar al causante sino como el ejercicio de un
derecho en defensa de su integridad personal. Se excluye la declaración de indignidad cuando se ha obrado en
cumplimiento de un deber legal debido a que en tal supuesto no hay voluntariedad.
d) “los que omiten la denuncia de la muerte dolosa del causante, dentro de un mesa de ocurrida, excepto que
antes de ese término la justicia proceda en razón de otra enuncia o de oficio. Esta causa de indignidad no alcanza
a las personas incapaces ni con capacidad restringida, ni a los descendientes, ascendientes, cónyuge y hermanos
del homicida o de su cómplice”
Lo que sanciona esta causa ese que ante el homicidio doloso del causante, su heredero no ponga en funcionamiento
el accionar de la justicia para que se investigue el hecho. Incluye tanto heredero como legatario que deben ser
plenamente capaces. El plazo para hacer la denuncia es de un mes desde que se produjo la muerte sin dar
alternativa en caso que el sucesible ignorara esa circunstancia. Lo lógico hubiera sido mantener la exigencia anterior
que regía desde que sabía de la muerte violenta. El denunciante debe informar del homicidio doloso del causante,
pero no está obligado a aportar datos para su esclarecimiento ni a informar el nombre del autor del homicidio
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aunque lo conozca. No se incurre en la causal aunque no se haya hecho la denuncia cuando el homicidio ha sido
denunciado por otra persona o se ha procedido de oficio. Tampoco hay obligación de efectuar la denuncia cuando el
autor del homicidio o su cómplice es descendiente, ascendiente, cónyuge o hermano de quien pretende ser
heredero del causante.
Esta última situación puede presentar una verdadera paradoja porque, ante la omisión de la denuncia del homicidio
doloso se promueve la acción de indignidad, el heredero para defenderse debería argumentar que el autor o el
cómplice de ese homicidio fue su descendiente, ascendiente, cónyuge o hermano y con ello estaría poniendo de
manifiesto lo mismo que la propia norma lo autoriza a guardar reserva.
e) “los parientes o el cónyuge que no hayan suministrado al causante los alimentos debidos, o no lo hayan
recogido en establecimiento adecuado si no podía valerse por sí mismo.”
La normativa sanciona la indignidad no sólo al pariente sino también al cónyuge que no haya cumplido con el deber
de alimentario o con la asistencia que corresponde. Debe recordarse al respecto que el deber alimentario pesa sobre
los descendientes, ascendientes, hermanos bilaterales y unilaterales, parientes por afinidad en línea recta y entre
cónyuges en vida en común y la separación de hecho e inclusive después del divorcio.
No se ha especificado el momento en que se incurre en la causal de indignidad. No hay duda que su hubo una
condena a pasar alimentos que fue incumplida tal comportamiento encuadra en la presente norma. Pero si no hubo
reclamo ni condena no se puede presumir la necesidad y, por ello, no tendría que configurar una conducta que deba
ser sancionada. La norma puntualiza que no se han suministrado al causante “los alimentos debidos” y ello sólo
puede ocurrir luego de una sentencia que imponía el cumplimiento de ese deber. No se ha previsto la situación que
tiene lugar cuando ha mediado un incumplimiento parcial del deber alimentario y en tal supuesto quedará a criterio
del juez determinar si corresponde la exclusión hereditaria. Tampoco se ha considerado el momento en que pudo
haber ocurrido la falta de alimentos ni el tiempo de su duración, corriendo la misma suerte que el incumplimiento
parcial. Tampoco se requiere que el causante se tenga que haber encontrado en un estado de indigencia, ya que sus
necesidades pudieron haber sido cubiertas por otros obligados o por terceros. Lo relevante es que haya mediado un
incumplimiento objetivo de la obligación alimentaria
La otra conducta considerada en la norma se configura cuando el heredero no ha recogido al causante en un
establecimiento adecuado si no podía valerse por sí mismo. La conducta sancionada es el desinterés que ha tenido el
sucesible respecto del causante que no pude valerse por sí mismo, dejándolo en una situación de abandono, con el
consiguiente riesgo para su integridad física. Se le impone al heredero el deber de obrar para internar al causante en
un establecimiento adecuado. No se le exige que lo tome a su cargo sino que, tan sólo, se preocupe de ponerlo al
cuidado de un establecimiento operado por terceros, ya sea público o privado.
f) “El padre extramatrimonial que no haya reconocido voluntariamente al causante durante su menor edad”
Es sabido que existe un deber de reconocer a los hijos aunque no haya ninguna norma explícita que lo imponga. Este
inciso, en tanto sanciona al que no reconoce voluntariamente al hijo, parte de la premisa de que los hijos deben ser
reconocidos en forma espontánea. Es evidente que el emplazamiento filial ha tenido lugar por una sentencia que lo
ha impuesto o bien cuando el reconocimiento se ha efectuado ya mayor de edad el causante.
Una circunstancia particular se da cuando a pesar de no haber existido reconocimiento se le ha brindado trato de hijo
con los alcances que se le reconocen a la posesión de estado. Al respecto, es preciso señalar que la posesión de
estado no es una forma de reconocimiento al hijo. Sin embargo, la posesión de estado debidamente acreditada en
juicio tiene el mismo valor que el reconocimiento, siempre que no sea desvirtuada por prueba en contrario sobre el
nexo genético. A pesar de esto, la norma no impide la configuración de la causal de indignidad cuando ha faltado el
reconocimiento voluntario pero ha existido posesión de estado. Debe remarcarse que el reconocimiento se puede
realizar en cualquier instrumento y no requiere formalidad alguna, por lo que no haber reconocido en vida al hijo lo
excluiría de la vocación hereditaria, salvo que haya existido posesión de estado y al mismo tiempo se presentara una
imposibilidad insalvable de efectuar el reconocimiento.
Otra cuestión es la que se presenta cuando se ha reconocido al hijo ya mayor de edad porque la causal se ha
configurado, pero puede suceder que ignorara la existencia de hijo durante el tiempo que fue menor, por lo que si se
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acredita esta circunstancia no habría existido una omisión sancionable. Por otra parte, también puede haber existido
perdón por parte del causante, tal como lo permite el art. 2282.-
g) “El padre o la madre del causante que haya sido privado de la responsabilidad parental”.
Tiende a evitar que aquellos progenitores que por su inconducta fueron privados de la responsabilidad parental
puedan luego pretender heredar a su hijo. Los casos en que puede ser privado se encuentran en el art. 700 y son
todos de una gravedad incuestionable, por lo que resulta adecuado que también incurran en la consiguiente causal
de indignidad. Sin embargo, no se ha previsto el caso en que se rehabilita la responsabilidad parental. Pareciera que
se ello ha ocurrió ya no se podrá excluir al padre que se encuentre en esa situación porque la rehabilitación se
justifica en beneficio e interés del hijo y no podría hacerse valer una conducta anterior que ha quedado superada
para configurar la causal de indignidad.
h) “Los que hayan inducido o coartado la voluntad del causante para que otorgue testamento o deje de hacerlo, o
lo modifique, así como los que falsifiquen, alteren, sustraigan, oculten o sustituyan el testamento”.
Esta causal procura resguardar la libertad para testar. Las acciones que configuran esta causal ahora se presentan
cuando se ha inducido o coartado la voluntad impidiendo que se otorgue el testamento. En ambos supuesto se
afecta la libre decisión respecto de la disposición de bienes para después de su muerte. Sin embargo, por la
privacidad en que se puede hacer o revocar un testamento, será preciso que se acredite una conducta tan
terminante que le haya impedido al causante revocar el testamento, que haya sido inducido a otorgar o bien que hay
obstaculizado de una manera insalvable que se realice un testamento. Lo mismo puede afirmarse respecto del
accionar del heredero para que el testador modifique el testamento.
Los otros comportamientos referidos a la falsificación, alteración, sustracción, ocultamiento o sustitución también
afectan que se conozca la voluntad del causante expresado en el testamento objeto de acciones.
i) “Los que hayan incurrido en las demás causales de ingratitud que permiten revocar las donaciones”.
No estaba prevista en la normativa anterior. El art. 1569 dispone que la donación aceptada sólo puede ser revocada
por la inejecución de los cargos, por ingratitud del donatario y en caso de habérselo estipulado expresamente, por
supernacencia de hijos del donante. Como el inc. i) reenvía directamente a la causas de ingratitud hay que tomar en
cuenta los supuestos que menciona el art. 1571: “Las donaciones pueden ser revocadas por ingratitud del donatario
en los siguientes casos: a) Si el donatario atenta contra la vida o la persona del donante, su cónyuge o conviviente,
sus ascendientes o descendientes; b) si injuria gravemente a las mismas personas o las afecta en su honor; c) si las
priva injustamente de bienes que integran su patrimonio; d) se rehúsa alimentos al donante. En todos los supuestos
enunciados basta la prueba de que el donatario le es imputable el hecho lesivo, sin necesidad de condena penal”.
En el primer caso permite contemplar los actos de tentativa. La conducta preveida en el inc. b) es similar a la que
resulta del art. 2281 inc. b) y rehusar alimentos que indica el inc. d) también ya se encuentra configurada como
causal de indignidad en el inc. e) de este mismo artículo. Por ello, sólo queda como causal autónoma de indignidad
que surge de la remisión a las causas de revocación de las donaciones por ingratitud, lo previsto en el inc. c) del art.
1571 en tanto signifique una privación injusta de bienes que integran su patrimonio.

Declaración de indignidad: efectos de la indignidad respecto al indigno (art. 2285)


Como consecuencia de la sentencia que declara la indignidad, el indigno es excluido de la herencia, pero solo de ella
y no de cualquier otra. Al no tener ya derecho sobre la herencia, el art. 2285 dispone “Admitida judicialmente la
exclusión, el indigno debe restituir los bienes recibidos, aplicándose lo dispuesto para el poseedor de mala fe. Debe
también pagar intereses de las sumas de dinero recibidas, aunque no las haya percibido…”
La sentencia de declaración de indignidad excluye al indigno de la herencia y se considera como si nunca hubiese
sido heredero, dando lugar al derecho de representación.
El que ha sido declarado indigno de suceder lo es solo en relación a la persona hacia la cual se ha hecho culpable de
la falta por la que se ha producido el pronunciamiento.
La norma expresa que, admitida judicialmente la exclusión, el indigno debe restituir los bienes recibidos, aplicándose
lo dispuesto para el poseedor de mala fe. Debe también pagar intereses de las sumas de dinero recibidas, aunque no
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los haya percibido. Los derechos y obligaciones entre el indigno y el causante renacen, así como las garantías que los
aseguraban.
Se aplica lo dispuesto para el poseedor de mala fe (ver Libro Cuarto, Título II, Capítulo 3 —art. 1932 CCyC y ss.—).
El poseedor de mala fe debe restituir los frutos percibidos, los naturales devengados no percibidos y los que por su
culpa deja de percibir. También debe restituir los productos que haya obtenido de la cosa. Los frutos pendientes
corresponden a quien tiene derecho a la restitución de la cosa (art. 1935 CCyC). No puede reclamar indemnización
por las mejoras de mero mantenimiento ni las suntuarias. Puede reclamar el costo de las mejoras necesarias,
excepto que se hayan originado por su culpa. Puede reclamar el pago de las mejoras útiles pero solo hasta el mayor
valor adquirido por la cosa. Los acrecimientos naturales en ningún caso son indemnizables (art. 1938 CCyC).
A su vez responde por la destrucción total o parcial de la cosa, excepto que se hubiera producido igualmente de
estar la cosa en poder de quien tiene derecho a su restitución.
Debe también los intereses de las sumas de dinero aunque no los hubiera percibido. Finalmente los derechos y
obligaciones entre el indigno y el causante renacen, así como las garantías que las aseguraban.
Es consecuencia del efecto básico de la declaración de indignidad que considera al indigno como si nunca hubiera
sido heredero. Quedan sin efecto las compensaciones realizadas entre los derechos y obligaciones del indigno y el
causante.
Cabe mencionar que mientras no sea decretada la indignidad, el posible indigno ostenta la calidad de heredero y
puede realizar actos de disposición sobre los bienes hereditarios. Por ello, el actor en la acción de indignidad se
encuentra habilitado para requerir la adopción de medidas cautelares.

Efectos de la indignidad respecto de sus descendientes (art. 2429)


El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación establece en el segundo párrafo del artículo 2283 que: “La acción
puede ser dirigida contra los sucesores a título gratuito del indigno y contra sus sucesores particulares a título
oneroso de mala fe. Se considera de mala fe a quien conoce la existencia de la causa de indignidad.”.
Es decir que en la nueva legislación, la que trata de algún modo conciliar la postura inicial del Código Civil de Vélez
Sarsfield con lo establecido por la doctrina anterior, deben distinguirse netamente las dos clases de sucesores del
indigno, los cuales pueden ser:
a) Sucesores a título gratuito.
b) Sucesores a título oneroso.
Sin lugar a dudas, en el afán de comprimir y reducir artículos y disposiciones, el Código Civil y Comercial de la Nación
ha fundido en una sola norma la situación de los sucesores mortis causa y a título particular, por contrato, del
indigno.
Es decir que el reformador ha abandonado el criterio de asimilar la acción de indignidad a la acción de revocación
por ingratitud de las donaciones, ya el artículo 1573 del Código Civil y Comercial de la Nación establece que la
revocación de la donación por esta causa sólo puede ser demandada contra el donatario y no contra sus herederos.
Entendemos así, que la mención “sucesores a título gratuito” es comprensiva tanto a los herederos de cualquier
clase del indigno, sus legatarios y como a aquellos que han contratado con él a título gratuito, es decir aquellos que
han recibido sus derechos hereditarios a título cesión de herencia, o una donación.
Respecto de los primeros, no hay innovación alguna en relación a la posibilidad de que esta acción de indignidad
pueda dirigirse contra éstos, es decir los sucesores universales mortis causa del indigno, ya sea herederos ó
legatarios; y agregamos nosotros, también continuada contra ellos si fue iniciada en vida del indigno.
Sorpresivamente el capítulo no hace mención a la posibilidad de que los descendientes del indigno puedan concurrir
a la sucesión del causante invocando el derecho de representación, lo cual hubiera significado un grave retroceso si
no se la hubiese admitido especialmente. Tal omisión es reparada escuetamente en el artículo 2429 del Código Civil
y Comercial de la Nación que establece que la representación tiene lugar en materia de indignidad.

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El art. 2429 manifiesta: “La representación tiene lugar en caso de premoriencia, renuncia o indignidad del
ascendiente. No la impide la renuncia de la herencia del ascendiente, pero sí la indignidad en la sucesión de éste. Se
aplica también a la sucesión testamentaria, si el testado se limita a confirmar la distribución a la herencia que resulta
de la ley”
Este artículo refiere a que los descendientes irán por derecho representación a la sucesión de la cual su ascendiente
es declarado indigno. Establece también que la renuncia del ascendiente no impide que el descendiente vaya a la
sucesión del causante, sin embargo si el descendiente es declarado indigno del ascendiente no podrá representar a
este en una sucesión que le fue deferida.

Efectos de la indignidad respecto de terceros.


Respecto de los sucesores a título gratuito del indigno por contrato, las nuevas normas establecen que la acción de
indignidad puede ser dirigida contra ellos, los cuales aparentemente no podrán invocar ni su buena fe ni el
desconocimiento de la causal de indignidad. Es decir que respecto de ellos se recoge la opinión doctrinaria anterior
en el sentido que si el acto perjudica a los acreedores del deudor (en este caso el indigno) el mismo puede ser
revocado a solicitud de aquellos (en esta caso los restantes herederos) aunque el tercero ignore la insolvencia del
deudor, lo que de algún modo es coherente con lo previsto en el segundo párrafo del artículo 340 del Código Civil y
Comercial de la Nación.
Con relación a los sucesores particulares a título oneroso del indigno, es donde debe distinguirse, a los efectos de la
posibilidad de revocar el acto, la buena o mala fe del contratante, lo que es fundamental en el caso de las
compraventas o cesiones de herencia sobre bienes determinados efectuados por el indigno, antes de que caduque el
plazo de los tres años previstos en el artículo 2284 del Código Civil y Comercial de la Nación para demandar su
exclusión.
Para el caso del contratante de buena fe, la acción de indignidad no podrá oponerse, ya que justamente las razones
de estabilidad y seguridad de las transacciones hacen necesario que se mantenga el acto realizado, porque en
definitiva el transmitente es realmente heredero, situación análoga a la establecida en el artículo 2315 del Código
Civil y Comercial de la Nación respecto del heredero aparente. Y si se protege al que contrata con quien a la postre
no es heredero, más razón existe en resguardar al que contrata con quien sí lo es. En el caso del sucesor particular de
mala fe, éste puede ser pasible de ser demandado por indignidad, lo cual es una solución justa. En este supuesto la
ley establece que es considerado de mala fe el que conoce la causa de la indignidad, lo cual puede correlacionarse
con lo previsto en el artículo 339 inc. c) del Código Civil y Comercial de la Nación.

Eficacia de los actos del indigno (art. 2283 2° párr.)


El art. 2283 2° párrafo manifiesta que puede accionarse también: “…contra los sucesores a título gratuito del indigno
y contra sus sucesores particulares a título oneroso de mala fe. Se considera de mala fe a quien conoce la existencia
de la causa de indignidad”.
Del enunciado surge que no podrá accionarse contra el tercero contratante a título oneroso de buena fe, por lo
tanto la declaración de indignidad no afecta los bienes adquiridos por estos. Para que exista buena fe es necesario
que el tercer no tuviese conocimiento de la existencia de la causal de indignidad y que el indigno estuviese en
posesión del a herencia al momento de contratar. Se ha definido la mala fe cuando el tercero conocía al tiempo de
contratar la existencia de la causa de indignidad, por lo que no podrá oponerse a la procedencia de la demanda.

Fallecimiento de indigno antes de la declaración de indignidad


La sanción de indignidad es la consecuencia que el ordenamiento jurídico prevé para el caso de incumplimiento de
sus preceptos. La indignidad acarrea la pérdida de la vocación hereditaria, no siendo por lo tanto un supuesto de
incapacidad; esta debe ser entendida como la carencia de aptitud para ejercer determinados actos o ser titular de
derechos hereditarios, y no la pérdida del acceso a los mismos en virtud de una sanción legal como lo es el instituto
de la indignidad.
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Art. 2281”…En todos los supuestos enunciados, basta la prueba de que al indigno le es imputable el hecho lesivo, sin
necesidad de condena penal”.

Extinción de la indignidad: causales (art. 2282 y 2284)


El hecho de haber incurrido en una causa de indignidad no significa necesariamente que queda excluido de la
vocación hereditaria, ya que luego de ese hecho puede haber mediado el perdón del ofendido. El art. 2282 dice “el
perdón del causante hace cesar la indignidad. El testamento en que se beneficia al indigno, posterior a los hechos de
indignidad, comporta el perdón, excepto que se pruebe el desconocimiento de tales hechos por el testador”. Antes el
perdón sólo podía instrumentarse por testamento. En la actualidad el perdón no requiere forma especial y podrá
acreditarse por cualquier medio de prueba. La misma norma contempla un caso en que se presume la intención de
perdonar y ello ocurre cuando el causante hace un testamento en el que beneficia al indigno con posterioridad a los
hechos que configuran una causal. Esta disposición contiene una excepción a esa presunción que implica una
modificación de la legislación anterior, ya que en el Código derogado no se podía probar que el testador ignoraba la
causa de indignidad al tiempo de testar. Por el contrario, la redacción actual permite desvirtuar la presunción del
perdón acreditando que al tiempo de testar, el causante no tenía conocimiento de la causa que podía provocar la
indignidad. En caso de que el testamento en el que conste el perdón expreso o cláusula que beneficia al indigno
fuera anulado por vicios de forma o revocado, el perdón sigue vigente porque ya no hay forma expresa para
instrumentarlo.
Lo que antes se llamaba la purga de la indignidad ahora se denomina caducidad en el art. 2284: “Caduca el derecho
de excluir al heredero indigno por el transcurso de tres años desde la apertura de la sucesión, y al legatario indigno
por igual plazo desde la entrega del legado….”. Si ha transcurrido ese plazo ya no se podrá plantear la acción de
indignidad porque se ha producido la caducidad del derecho a reclamarla. Sin embargo, la excepción tiene lugar
cuando el demandado por el indigno por reducción, colación o petición de herencia puede invocar la indignidad en
todo tiempo, tal como lo dispone la última parte del art. 2284. Esto significa que aunque hayan ya transcurrido los
tres años desde la muerte del causante, ante una acción promovida por le indigno en la que planteé la reducción,
colación, o petición de herencia, el accionado puede oponerse a esa pretensión reconviniendo por la indignidad del
actor.
La caducidad de la acción de indignidad varía según quienes sean los legitimados pasivos.
a) Heredero indigno: la acción caduca por el transcurso de tres años desde la apertura de la sucesión.
b) legatario indigno: la acción caduca por el transcurso de tres años desde la entrega del legado.
c) el demandado por el indigno por reducción, colación o petición de herencia: puede invocar la indignidad en todo
tiempo.

III - Inhabilidades para suceder por testamento (art. 2482 y 2483)


Existen supuesto en que la vocación hereditaria resulta contrariada en forma parcial, o más precisamente, se afecta
la vocación sucesoria testamentaria. Esto quiere decir que si una persona se encuentra imposibilitada de heredar
teniendo en cuenta el llamamiento testamentario, esta situación no le impide que pueda ser llamado por la ley a
recibir esa herencia. La razón se justifica porque al tratarse de personas que mantienen una vinculación especial con
el testador, pueden influir sobre las disposiciones que adopte, torciendo su libre voluntad de expresión.
El art. 2482 contempla una situación: “No pueden suceder por testamento: a) los tutores y curadores a sus pupilos, si
éstos mueren durante la tutela o curatela o antes de ser aprobadas las cuentas definitivas de la administración; b) el
escribano y los testigos ante quienes se haya otorgado el testamento, por el acto en el cual han intervenido; c) los
ministros de cualquier culto y los líderes o conductores espirituales que hayan asistido al causante en su última
enfermedad”.
La norma establece las limitaciones a la capacidad de derecho para adquirir por testamento.

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Estas limitaciones a la capacidad de derecho deben interpretarse de manera restrictiva, es decir, deben estar
expresamente contempladas por la ley, existir una prohibición especial, no pudiendo llegarse a ellas por vía de la
interpretación analógica.
En el derecho sucesorio testamentario las limitaciones a la capacidad tienden a proteger a las niñas, niños, y
adolescentes, y a las personas mayores de edad sometidas a curatela, a los fines de evitar que se consumen
propósitos de captación de la herencia o del legado, o que se ejerza influencia en el ánimo o voluntad del testador
para que efectúe determinadas instituciones en su testamento.
La norma examinada establece los supuestos de incapacidad de derecho en las sucesiones testamentarias que
seguidamente se examinan.
a) Tutores y curadores. No pueden suceder por testamento los tutores (art. 104 CCyC y ss.) y curadores a sus pupilos
(art. 138 CCyC y ss.), si estos mueren durante la tutela o curatela o antes de ser aprobadas las cuentas definitivas de
la administración.
De esta manera se protege los derechos de las niñas, niños, y adolescentes bajo tutela, como así también los
derechos de las personas mayores de edad que, por alguna circunstancia, se encuentran en un régimen de curatela.
Esta incapacidad es relativa, ya que debe darse la situación de que los pupilos mueran durante la tutela, o curatela o
antes de ser aprobadas las cuentas de la administración.
b) Escribanos y testigos. No pueden suceder mediante testamento el escribano y los testigos ante quienes se haya
otorgado el testamento, por el acto en el cual han intervenido.
No se invalida el testamento mismo, sino que se invalida la institución de heredero o legatario del escribano o los
testigos intervinientes.
Es un requisito fundamental a los efectos de considerar configurada esta causal que tanto el escribano como los
testigos hayan participado de la celebración del acto.
c) Los ministros de cualquier culto y los líderes o conductores espirituales. No pueden suceder por testamento los
ministros de cualquier culto y los líderes o conductores espirituales que hayan asistido al causante en su última
enfermedad.
El postulado esencial de la prohibición legal es que los ministros de cualquier culto y los líderes o conductores
espirituales hayan asistido al causante en su última enfermedad

Finalmente, se prohíbe la interposición de personas para eludir la limitación anterior, tal como lo dispone el art.
2483: “Las disposiciones testamentarias a favor de personas que no pueden suceder por testamento son de ningún
valor, aun cuando se hagan a nombre de personas interpuestas. Se reputan tales, sin admitir prueba en contrario, los
ascendientes, los descendientes y el cónyuge o conviviente del a persona impedida de suceder. El fraude a la ley
puede ser probado por cualquier medio. Los inhábiles para suceder por testamento que se encuentran en posesión de
los bienes dejador por el testador son considerados de mala fe”.

Se establece la presunción iuris et de iure. Esta interposición debe ser probada judicialmente y para ello podrá
recurrirse a cualquier medio. La norma dispone que cuando se efectúa una disposición testamentaria a favor de una
de las personas que están inhabilitadas para suceder (art. 2482 CCyC), la disposición es nula, de ningún valor, aun
cuando se haga a nombre de personas interpuestas.
Existen algunas personas a las cuales la ley presume como interpuestas, es decir, un caso de simulación, personas
que han sido colocadas en el testamento para encubrir al verdadero destinatario de la institución. En este caso, la
sanción también es la nulidad de la disposición testamentaria.
La norma reputa personas interpuestas, sin que se pueda probar lo contrario, a los ascendientes, los descendientes,
y el cónyuge o conviviente de la persona impedida de suceder. Se trata de un supuesto de simulación ilícita por
fraude a la ley (art. 333 CCyC y conc.).
Este fraude a la ley (art. 12 CCyC) puede ser probado por cualquier medio, y las personas inhábiles para suceder por
testamento que se encuentran en posesión de los bienes dejados por el testador son considerados de mala fe.
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