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CAPÍTULO 9
Las relaciones entre dominios son de causalidad mutuas y los bucles que se generan entre ellos
son en general de realimentación positiva. Esto significa que la acumulación y el crecimiento en uno
de ellos genera crecimiento y mayor complejidad en los otros, así corno las limitaciones en alguno
restringe las posibilidades de desarrollo en los demás, Dificultades excesivas para la resolución de
conflictos el dominio de las relaciones generan una variedad también excesiva de propósitos,
muchas veces incompatibles entre sí. Más propósitos que se cumplen generan mayores
capacidades existentes, así como escasos recursos limitan la concepción de nuevos proyectos.
Baja creatividad en las intenciones y un escaso nivel de concreción por dificultades en las
relaciones traen como consecuencia un empobrecimiento en las capacidades de la organización.
Los nuevos sistemas se desarrollan a partir de los anteriores, que los potencian. Lo existente limita
aquello que se puede conseguir. Todos éstos son ejemplos de la existencia de realimentaciones
positivas entre dominios.
Las organizaciones generan ideas para el dominio de los propósitos las desarrollan e imponen en
el dominio de las relaciones y las atesoran e inventarían en el dominio de las capacidades
existentes.
Entre el orden y el desorden, en el marco del equilibrio y el desequilibrio, en la solución parcial,
transaccional y puntual de las situaciones que presenta el devenir de la organización, la estructura
se modifica y la identidad permanece. En este análisis la idea de permanencia no significa reposo
sino actividad permanente en discontinuidad, determinante de desestructuraciones y
reestructuraciones simultáneas en el sistema.
Se trata aquí de enlazar personas con recursos sean éstos, como vimos anteriormente, físicos,
normas, valores, memorias, dinero. Se trata de enlazar la lógica del derecho que otorga cohesión a
los vínculos entre las personas alrededor de los propósitos pertinentes a la organización, con la
lógica del usufructo que es la que da sentido a la existencia y conservación de una capacidad dentro
de ella.
Los procesos que permiten articular ambos dominios son los de capacitación, entendiendo como
tales aquellos que tienen como resultado la adquisición, por parte de los integrantes, de las
aptitudes cognitivas necesarias para utilizar las capacidades existentes.
La introducción de una nueva tecnología pone de manifiesto la necesidad de los procesos de
capacitación como enlaces entre capacidades y relaciones, estructuradas éstas como un sistema de
roles dentro de la organización. Un médico deberá capacitarse en el empleo de técnicas
diagnósticas por computadora si el hospital en donde trabaja decide implementar esta tecnología. A
su vez, el programador de la computadora deberá adecuar sus conocimientos a la satisfacción en
tiempo y forma de las necesidades del médico. Y la relación entre ambos quedará entonces casi
totalmente condicionada por la capacitación que adquieran a lo largo del proceso. Cabe acotar que
éste es un proceso que se da en función de posibilitar un mejor desempeño de sus roles y un uso
más eficiente de una capacidad, en este caso la computadora.
Los procesos de capacitación ponen en movimiento los recursos, habilitan a las personas para
desarrollar la potencialidad creadora de una organización en transformadora práctica de su realidad.
Estos procesos, como los de asunción y adjudicación de roles, no se presentan carentes de
conflictos, ya que se ha visto que se desarrollan en el marco de una realidad organizacional
heterogénea y contradictoria.
Interesa destacar cómo dentro de un orden instituido, rara vez explicitado pero siempre
omnipresente, una estructura formada por dominios disyuntor adquiere funcionalidad, precisamente
a través de los procesos que se están describiendo.
Una capacidad puede utilizarse y es propósito de la organización que su uso sea el más
eficiente. De ahí que sean los procesos de productividad los que enlacen las lógicas de racionalidad
(propósitos) y usufructo (capacidades existentes).
La productividad entendida entonces como la tendencia al uso más eficiente de las capacidades
existentes es un proceso estructural en la organización que coayuda a su funcionalidad. No hace
falta más que recurrir a la tradicional imagen de una organización compitiendo y haciendo uso de
recursos escasos en el contexto (ejemplo, materias primas), para comprender la importancia de
estos procesos en términos de su subsistencia.
Pero esto feo significa restringir el concento de productividad al de menor costo o al de máximo
rendimiento. No es sólo en términos de producto el modo como debe analizarse la productividad de
una organización. Es más, desde la perspectiva de la autoorganizacion, el producto debe ser visto
como el excedente del sistema. Aquello que si se acumulara, literalmente, la destruiría. Piénsese,
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Texto: "Identidad de las organizaciones”
Autores: J. Etkin – L. Schvarstein
por ejemplo, en las playas de estacionamiento de las terminales automotrices abarrotadas de
automóviles en tiempos de recesión.
Es importante, por el contrario, resaltar aquí los procesos de productividad en términos de
relaciones entre personas, de congruencia de propósitos, de armonización de recursos.
Funcionalidad implica la productividad de nuevos modos de resolución, de alternativas diferentes de
satisfacción de una demanda (en el caso de estructuras innovativas), o aun la
productividad en el mantenimiento de un orden percibido como deseable (caso de una estructura
conservadora).
Finalmente, un comentario un tanto marginal pero necesario desde una perspectiva sistémica.
Muchas veces se ha asociado el objetivo de optimización al concepto de productividad. En tanto
optimizar aluda a una única manera de resolver las cosas, de utilizar los recursos, debe desterrarse
este concepto por no ser congruente con una realidad compleja que despliega su variedad a lo largo
del tiempo. Conflictos, contradicciones, antagonismos, competencia, no comulgan fácilmente con la
idea de optimizar. En las organizaciones quien se tapa la cabeza se destapa los pies; la sábana
siempre es corta y sólo puede humildemente plantearse la opción de un estado satisfactorio como
aquel a ser alcanzado por medio de un enlace armónico entre los distintos dominios y dentro de
cada uno de ellos.
El lector atento que relea los tres puntos anteriores encontrará que destilan orden. Todo se da en
la organización según estos procesos para que los cambios programados se realicen en el tiempo,
para que en definitiva se administren los determinismos.
Éste es el verdadero paradigma subyacente en los esquemas tradicionales de Administración;
éstos son los principios que guían el diseño de una organización, y entendemos aquí por diseño el
modo como se concibe su funcionamiento. Fábricas, hospitales, escuelas, clubes de campo,
hoteles, sindicatos, laboratorios de investigación, todos ellos asientan sus pilares en la imagen de
una relación armónica entre ellos que tiende al cumplimiento de ciertas finalidades. Aun cuando se
reconozca la existencia de dificultades, la tendencia a superarlas es una propiedad que deben
exhibir estas estructuras para ser funcionales.
Todo remite entonces a un orden determinado, expresado en la figura 6, donde hemos
reemplazado la denominación de los dominios por la de sus lógicas imperantes, para reforzar aún
más la imposición de este paradigma.
Todo tiende hacia un centro, todo confluye. Se han dibujado flechas concéntricas también dentro
de cada uno de los dominios para mostrar la tendencia, según este paradigma, a un usufructo
eficiente de las capacidades, a la satisfacción de un poder, y de una racionalidad dominante. Este
esquema configura entonces el paradigma del orden y la simplicidad.
Entiéndase bien que no se descalifica al paradigma a partir de la presente exposición; sólo se
enfatizan ciertos rasgos para mostrar su vigencia en términos de orientación para los propósitos o,
en última instancia, si se quiere, del deseo de los operadores. Es un esquema imprescindible para
orientar la acción, pero debe ser complementado con su par antagónico a los efectos de una
descripción adecuada de la realidad.
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Existen además perturbaciones de orden interno, como son por ejemplo los fenómenos de
competencia o de resistencia al cambio en el dominio de las relaciones, un incendio que destruye
instalaciones en el dominio de las capacidades, o la incompatibilidad entre metas de seguridad
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social y de reducción de costos en el dominio de los propósitos (figura 7).
El poder deja de percibirse como cohesivo y se sustituye en tales instancias por la noción de
conflicto; la irracionalidad se impone y aparece la obsolescencia. Se puede repetir el esquema del
punto anterior desde esta nueva perspectiva.
Conflicto, irracionalidad y obsolescencia son entonces las manifestaciones estructurales en cada
dominio, resultantes de las perturbaciones de orden interno o externo que impactan a la
organización. En lugar de complementariedad de roles, surgen las suplementariedades y los
antagonismos, la ineptitud se impone a la capacitación y el despilfarro se instala en la organización.
Nótese que las flechas intradominios son ahora disruptivas, divergentes, y que todo lleva a la
percepción de un estado de desorden generalizado en la organización. Sin embargo, este desorden
se califica como instituyente en el sentido que genera respuestas a las perturbaciones contingentes,
las que tenderán al restablecimiento del orden perdido (estructuras conservadoras) o al
establecimiento de un nuevo orden (estructuras innovativas).
Las posibles respuestas sobre cuyo carácter no planificado y contingente se debe insistir, se
articularán sobre los procesos señalados anteriormente, como enlaces entre los distintos dominios.
Se redefinirán ciertos roles, se reformularán los estándares de productividad, se revisarán y
actualizarán los procesos de capacitación, adecuándolos a la nueva situación. En definitiva, se
reorganizará.
La percepción de un estado de desorden total, que enfatiza paradigmáticamente la última figura
presentada, es tan irreal como la del esquema anterior. No está de más insistir: es la alternancia
entre ambas perspectivas, ambas como imágenes percibidas por un operador, la que orienta su
acción, así como es la concurrencia antagónica y complementaria entre orden y desorden la que
define la realidad de una organización.
Nótese (y no es casual) que a pesar de cambiar los nombres y el sentido de las flechas, las
formas permanecen invariantes. Con ello se quiere resaltar que todos estos procesos se dan
siempre en el marco de la identidad de la organización, preservándose en todo momento su
autonomía. Si así no fuera, dejaría de existir.
La alternancia aludida, junto con la invariancia de las formas, da cuenta de una relación dialógica
universal: la que se establece entre la estabilidad y el cambio estructural.
7. EL CONCEPTO DE RACIONALIDAD
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