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y la idea de Dios
Reflexiones sobre un gran misterio.
b.- Algo bastante distinto sucede respecto al que hemos denominado mal
moral. En palabras de Juan Pablo II, “este mal decidida y absolutamente Dios no lo
quiere”. El mal moral es radicalmente contrario a la voluntad de Dios y su autor es
exclusivamente el hombre, al haber hecho mal uso de su libertad. ¿Por qué tolera Dios
este mal? Porque para Dios la existencia de unos seres libres es un valor más
importante y fundamental que el hecho de que aquellos seres libres abusen de su
propia libertad contra el propio Creador y que, por eso, la libertad pueda llevar al mal
moral.
La anterior constituye la primera explicación que la teología nos ofrece de que
la existencia del mal en el mundo no es incompatible con la idea de Dios. Pero esto no
es todo. Debemos darle la vuelta al argumento que implícitamente se oculta detrás de
la pregunta con la que se abre este artículo, para afirmar con Hans Küng que “sólo
habiendo Dios es posible contemplar el infinito sufrimiento de este mundo”, que “sólo
creyendo confiadamente en el Dios incomprensible y siempre mayor puede el hombre
tener fundadas esperanzas de atravesar el ancho y hondo río del dolor de este mundo:
consciente de que por encima del abismo, del dolor y del mal, una mano se extiende
hacia él”.
El hombre moderno no puede por sí solo erradicar los múltiples sufrimientos
de la humanidad, pese a los adelantos de la ciencia y de la técnica. El sufrimiento es
inherente a la condición humana y solamente mediante la intervención redentora de
Dios es posible que surja un hombre nuevo liberado de la muerte, del dolor y del
sufrimiento. En concreto, es la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús la que
implica la redención definitiva del dolor y del sufrimiento humano, la que transforma el
dolor y la muerte en vida eterna. Es desde la perspectiva del sufrimiento y de la
muerte de Jesús como el dolor y el sufrimiento de cada hombre cobra un nuevo
sentido. El sufrimiento, el dolor y la muerte siguen acompañando al hombre; pero en
la pasión y en la resurrección de Jesús ese sufrimiento recibe un sentido.
En palabras de Kasper, “el interlocutor de una teología actual es el hombre
doliente que tiene experiencia concreta de la situación de infelicidad y es consciente de
la impotencia y la finitud de su condición humana”. La existencia del hombre, como
señala Küng, “es un acontecimiento marcado por la cruz: dolor, angustia, sufrimiento y
muerte”. La conciliación entre el mal y el sufrimiento en el mundo y la Providencia
Divina no es posible sin hacer referencia a Cristo. Con la pasión, muerte y resurrección
de Jesús se confirma que Dios está al lado del hombre en su sufrimiento. Y no sólo
eso. Además, con Cristo el dolor, el sufrimiento y la muerte no tienen la última
palabra, sino que son definitivamente vencidos mediante su resurrección que, como
primicia de la de todos nosotros, supone una alegre promesa de vida eterna en la que
no hay lugar para el dolor, ni para el sufrimiento y ni para la muerte.