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Los

detalles de Montebello
Por: Mesho Bautista

En la vida hay una infinidad de situaciones o detalles que pasamos por


alto, o damos por sentado es decir, pasamos por alto el viento que
sopla y acaricia nuestro rostro e insufla de vida nuestros pulmones o la
brisa matinal que brinda los nutrientes a los vegetales que a su debido
tiempo se sirven en nuestras mesas con sus colores curiosos, aromas
y sabores únicos. Olvidamos que para lograr ver esa montaña o ese
volcán majestuoso debió pasar miles de miles de años. Que las nubes
que nos cubren son un cúmulo de nieve o gotas de agua
microscópicas suspendidas en la atmósfera que dispersan toda la luz
visible; que los mares contienen basta cantidad de animales hermosos,
que hay lagos que reflejan a la perfección el cielo o proyectan la luz de
la luna y las estrellas, que una flor puede contener todo un ecosistema
y a la vez puede ser el detalle más hermoso. Olvidamos eso entre
muchas cosas más.
Y digo olvidamos porque constantemente le sucede a su servidor. Es
evidente que el trajín diario hace casi imposible disfrutar de esos
detalles, las malas experiencias o los problemas, el tráfico, la
corredera de la mañana, los altercados con los compañeros de trabajo,
las decepciones amorosas, los problemas económicos y no digamos
los de salud nos roban la paz que tanto anhelamos.
No hace mucho tiempo, la vida me dio la oportunidad de hacer un
corto viaje con mi hermana y un grupo de excursionistas a una región
que en su tiempo –hace muchísimos años- perteneció o formó parte
del territorio de Guatemala, sin lugar a dudas muchos de los lectores
han visitado este lugar y muchos otros y más impresionantes en el
mundo. El destino fue Chiapas, su territorio presenta una morfología
muy compleja, formada por extensas zonas montañosas: la Sierra
Madre de Chiapas que se dirige a Oaxaca al Norte y a Guatemala al
Sur, El Bloque o Macizo Central que se dirigen hacia Veracruz y
Tabasco al Norte y hacia Guatemala al Sur. De igual forma se
encuentra determinada por grandes Valles: la depresión central. Así
como grandes llanuras: la Llanura Costera del Pacífico y las Llanuras
Aluviales del Norte. Por este motivo, Chiapas presenta una gran
diversidad climática y biológica. Algunas zonas de su territorio han sido
declaradas reservas de la biosfera por albergar a varias especies
animales y vegetales, muchas de ellas son endémicas del lugar.
Específicamente nos dirigimos al Parque Nacional Lagunas de
Montebello con 6,022 hectáreas de extensión.
Debo reconocer que mi estado de ánimo no era el mejor y las
expectativas por lo tanto eran igual de vagas o ínfimas, sin embargo
tras recorrer las diferentes lagunas, la emoción y la admiración por la
belleza natural embargaba nuestros corazones. Pudimos observar una
gran diversidad de orquídeas, árboles y aves de diferentes especies.
Pero quisiera resaltar en especial una experiencia de este viaje.
La última laguna a visitar fue Montebello, aunque los recursos con que
contábamos eran limitados, gracias especialmente a mi hermana y dos
jóvenes hermosas que conocimos logramos contratar una pequeña
barca que nos ofrecía un recorrido de cuarenta y cinco minutos a la
laguna hasta llevarnos a una isla ubicada a inmediaciones del cuerpo
de agua. Abordamos la barca que era impulsada por los remos en
manos de una persona mayor, quien con su acento mexicano nos
contaba un poco sobre la laguna, el clima era bastante húmedo, al
punto en que la bruma nos cubría y la llovizna nos rozaba suavemente
el rostro y empañaban mis anteojos y los rostros hermosos de mis
acompañantes. La verdad el tiempo es relativo puesto que sentimos –o
al menos yo- que duró nada más diez o quince minutos. Pero mientras
más nos adentrábamos en la laguna y nos alejábamos de la
civilización o el ruido de los automóviles esa aura de misterio y
aventura influyo en nosotros, como que nos conocíamos de años
entablamos conversación, reímos en un par de ocasiones y
compartimos la visión de la maravillosa creación o el simple azar
según crea el lector. Finalmente llegamos a la isla no mayor a unos
cincuenta metros cuadrados –según calculo a ojo de buen cubero-
vimos una impresionante variedad de orquídeas, bromelias y helechos.
Casi para redondear la isla nos llevamos una grata sorpresa, una
Lycaste virginalis, en plena floración adornaba la parte baja de un viejo
árbol, sus colores hermosos hicieron que nos quedáramos pasmados,
bulbos sanos, hojas limpias y grandes; como pudieron nuestras
acompañantes tomaron fotografías de la epífita y vino a mi mente una
serie de artículos que en algún momento he tenido la oportunidad de
leer respecto a las Lycastes y lo difícil que es observarlas en su estado
natural lo cual les expresé brevemente-extasiados, impresionados y
enamorados –en mi caso- dejamos la Isla y regresamos a la
civilización.
No sé a ciencia cierta si es realmente difícil ver una Lycaste Virginalis
en la naturaleza y sin daño del ser humano, pero para nosotros fue
una experiencia inolvidable y fue el detalle que faltaba para terminar el
viaje. Lo que sí sé a ciencia cierta es que ese detalle divino me hizo
pensar -tal como me comentaba un buen amigo- que fue una dicha
ver a la curiosa epífita acompañado de tres hermosas damas que sin
tener mayor información sobre la misma quedaron impresionadas.
Quisiera volver a ver otro milagro de la naturaleza que me alegre tanto
como el que vivimos, sin necesidad de ir tan lejos.
Regresamos a la ciudad, pero quisiera volver un hábito no perder de
vista esos detalles que le dan una razón más a la vida.

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