0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
8 vistas4 páginas
Este artículo describe un viaje a las Lagunas de Montebello en Chiapas, México. El autor describe la diversidad natural de la región, incluyendo orquídeas, árboles y aves. La experiencia más memorable fue un paseo en bote a una isla en la laguna Montebello, donde el autor y sus acompañantes encontraron una rara orquídea Lycaste virginalis en floración. Este detalle natural los dejó maravillados y les recordó la importancia de apreciar los pequeños milagros de la naturale
Este artículo describe un viaje a las Lagunas de Montebello en Chiapas, México. El autor describe la diversidad natural de la región, incluyendo orquídeas, árboles y aves. La experiencia más memorable fue un paseo en bote a una isla en la laguna Montebello, donde el autor y sus acompañantes encontraron una rara orquídea Lycaste virginalis en floración. Este detalle natural los dejó maravillados y les recordó la importancia de apreciar los pequeños milagros de la naturale
Este artículo describe un viaje a las Lagunas de Montebello en Chiapas, México. El autor describe la diversidad natural de la región, incluyendo orquídeas, árboles y aves. La experiencia más memorable fue un paseo en bote a una isla en la laguna Montebello, donde el autor y sus acompañantes encontraron una rara orquídea Lycaste virginalis en floración. Este detalle natural los dejó maravillados y les recordó la importancia de apreciar los pequeños milagros de la naturale
En la vida hay una infinidad de situaciones o detalles que pasamos por
alto, o damos por sentado es decir, pasamos por alto el viento que sopla y acaricia nuestro rostro e insufla de vida nuestros pulmones o la brisa matinal que brinda los nutrientes a los vegetales que a su debido tiempo se sirven en nuestras mesas con sus colores curiosos, aromas y sabores únicos. Olvidamos que para lograr ver esa montaña o ese volcán majestuoso debió pasar miles de miles de años. Que las nubes que nos cubren son un cúmulo de nieve o gotas de agua microscópicas suspendidas en la atmósfera que dispersan toda la luz visible; que los mares contienen basta cantidad de animales hermosos, que hay lagos que reflejan a la perfección el cielo o proyectan la luz de la luna y las estrellas, que una flor puede contener todo un ecosistema y a la vez puede ser el detalle más hermoso. Olvidamos eso entre muchas cosas más. Y digo olvidamos porque constantemente le sucede a su servidor. Es evidente que el trajín diario hace casi imposible disfrutar de esos detalles, las malas experiencias o los problemas, el tráfico, la corredera de la mañana, los altercados con los compañeros de trabajo, las decepciones amorosas, los problemas económicos y no digamos los de salud nos roban la paz que tanto anhelamos. No hace mucho tiempo, la vida me dio la oportunidad de hacer un corto viaje con mi hermana y un grupo de excursionistas a una región que en su tiempo –hace muchísimos años- perteneció o formó parte del territorio de Guatemala, sin lugar a dudas muchos de los lectores han visitado este lugar y muchos otros y más impresionantes en el mundo. El destino fue Chiapas, su territorio presenta una morfología muy compleja, formada por extensas zonas montañosas: la Sierra Madre de Chiapas que se dirige a Oaxaca al Norte y a Guatemala al Sur, El Bloque o Macizo Central que se dirigen hacia Veracruz y Tabasco al Norte y hacia Guatemala al Sur. De igual forma se encuentra determinada por grandes Valles: la depresión central. Así como grandes llanuras: la Llanura Costera del Pacífico y las Llanuras Aluviales del Norte. Por este motivo, Chiapas presenta una gran diversidad climática y biológica. Algunas zonas de su territorio han sido declaradas reservas de la biosfera por albergar a varias especies animales y vegetales, muchas de ellas son endémicas del lugar. Específicamente nos dirigimos al Parque Nacional Lagunas de Montebello con 6,022 hectáreas de extensión. Debo reconocer que mi estado de ánimo no era el mejor y las expectativas por lo tanto eran igual de vagas o ínfimas, sin embargo tras recorrer las diferentes lagunas, la emoción y la admiración por la belleza natural embargaba nuestros corazones. Pudimos observar una gran diversidad de orquídeas, árboles y aves de diferentes especies. Pero quisiera resaltar en especial una experiencia de este viaje. La última laguna a visitar fue Montebello, aunque los recursos con que contábamos eran limitados, gracias especialmente a mi hermana y dos jóvenes hermosas que conocimos logramos contratar una pequeña barca que nos ofrecía un recorrido de cuarenta y cinco minutos a la laguna hasta llevarnos a una isla ubicada a inmediaciones del cuerpo de agua. Abordamos la barca que era impulsada por los remos en manos de una persona mayor, quien con su acento mexicano nos contaba un poco sobre la laguna, el clima era bastante húmedo, al punto en que la bruma nos cubría y la llovizna nos rozaba suavemente el rostro y empañaban mis anteojos y los rostros hermosos de mis acompañantes. La verdad el tiempo es relativo puesto que sentimos –o al menos yo- que duró nada más diez o quince minutos. Pero mientras más nos adentrábamos en la laguna y nos alejábamos de la civilización o el ruido de los automóviles esa aura de misterio y aventura influyo en nosotros, como que nos conocíamos de años entablamos conversación, reímos en un par de ocasiones y compartimos la visión de la maravillosa creación o el simple azar según crea el lector. Finalmente llegamos a la isla no mayor a unos cincuenta metros cuadrados –según calculo a ojo de buen cubero- vimos una impresionante variedad de orquídeas, bromelias y helechos. Casi para redondear la isla nos llevamos una grata sorpresa, una Lycaste virginalis, en plena floración adornaba la parte baja de un viejo árbol, sus colores hermosos hicieron que nos quedáramos pasmados, bulbos sanos, hojas limpias y grandes; como pudieron nuestras acompañantes tomaron fotografías de la epífita y vino a mi mente una serie de artículos que en algún momento he tenido la oportunidad de leer respecto a las Lycastes y lo difícil que es observarlas en su estado natural lo cual les expresé brevemente-extasiados, impresionados y enamorados –en mi caso- dejamos la Isla y regresamos a la civilización. No sé a ciencia cierta si es realmente difícil ver una Lycaste Virginalis en la naturaleza y sin daño del ser humano, pero para nosotros fue una experiencia inolvidable y fue el detalle que faltaba para terminar el viaje. Lo que sí sé a ciencia cierta es que ese detalle divino me hizo pensar -tal como me comentaba un buen amigo- que fue una dicha ver a la curiosa epífita acompañado de tres hermosas damas que sin tener mayor información sobre la misma quedaron impresionadas. Quisiera volver a ver otro milagro de la naturaleza que me alegre tanto como el que vivimos, sin necesidad de ir tan lejos. Regresamos a la ciudad, pero quisiera volver un hábito no perder de vista esos detalles que le dan una razón más a la vida.