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lagos ni con mil ros ni siquiera con las cataratas de la inundacin invernal.
chiquito localla, pelusita paceo que nunca estuvo frente a estruendo salado
eternidad, solamente la visin del cielo poda asemejarse a ese momento. Era
como tener el cielo derramado a mis infantiles pies. Era como ver el cielo al
palabra m-a-r, y que ahorita zumbe en tus odos como mil abejas moluscas,
lejos, hasta donde mis ojillos de nio pobre no podan llegar. El resto del da
playero transcurra como una pelcula vertiginosa, todo era correr, jugar, hacer
oblicuos que de mil maneras intentan imaginar ese gran charco azul que no es
del Titicaca, esa zona donde el cielo se recuesta sobre las aguas verde musgo,
demostrar que fuimos a la costa. Todo era as, rpido como pelcula de
pleno sol. En realidad, ese paseo poblacional era una tortura, un da agitado de
conoc la gigante mar, y dara todo para que esta experiencia no te fuera ajena.
culebra ocenica. Tanta costa para que unos pocos y ociosos ricos se
del mar ganado por las armas. Sobre todo al or la soberbia presidencial
preparaba un pollo, herva huevos duros, y zurca los trajes de bao pasados