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PACO YUNQUE para el otro lado, cuando de pronto le soltaron y

lo dejaron solo.
Autor: Cesar Vallejo
El profesor entró. Todos los niños estaban
Cuando Paco
de pie, con la mano derecha levantada a la altura
Yunque y su
de la sien, saludando en silencio y muy erguidos.
madre llegaron a
la puerta del Paco sin soltar su libro, su cuaderno y su
colegio, los niños lápiz, se había quedado parado en medio del
estaban jugando salón, entre las primeras carpetas de los alumnos
en el patio. La y el pupitre del profesor. Un remolino se le hacía
madre le dejó y se en la cabeza. Niños. Paredes amarillas. Grupos
fue. Paco, paso a de niños. Vocerío. Silencio. Una tracalada de
paso, fue sillas. El profesor. Ahí, solo, parado, en el
adelantándose al colegio. Quería llorar. El profesor le tomó de la
centro del patio, mano y lo llevó a instalar en una de las carpetas
con su libro primero, su cuaderno y su lápiz. Paco delanteras junto a un niño de su mismo tamaño.
estaba con miedo, porque era la primera vez que El profesor le preguntó:
veía a un colegio; nunca había visto a tantos
— ¿Cómo se llama Ud.?
niños juntos.
Con voz temblorosa, Paco muy bajito:
Varios alumnos, pequeños como él, se le
acercaron y Paco, cada vez más tímido, se pegó — Paco.
a la pared, y se puso colorado. ¡Qué listos eran — ¿Y su apellido? Diga usted todo su
todos esos chicos! ¡Qué desenvueltos! Como si nombre.
estuviesen en su casa. Gritaban. Corrían. Reían
hasta reventar. Saltaban. Se daban de — Paco Yunque.
puñetazos. Eso era un enredo. — Muy bien.
Paco estaba también atolondrado porque en El profesor volvió a su pupitre y, después de
el campo no oyó nunca sonar tantas voces de echar una mirada muy seria sobre todos los
personas a la vez. En el campo hablaba primero alumnos, dijo con voz militar:
uno, después otro, después otro y después otro.
A veces, oyó hablar hasta cuatro o cinco — ¡Siéntense!
personas juntas. Era su padre, su madre, don Un traqueteo de carpetas y todos los
José, el cojo Anselmo y la Tomasa. Eso no era ya alumnos ya estaban sentados.
voz de personas sino otro ruido. Muy diferente. Y
ahora sí que esto del colegio era una bulla fuerte, El profesor también se sentó y durante unos
de muchos. Paco estaba asordado. momentos escribió en unos libros. Paco Yunque
tenía aún en la mano su libro, su cuaderno y su
Un niño rubio y gordo, vestido de blanco, le lápiz. Su compañero de carpeta le dijo:
estaba hablando. Otro niño más chico, medio
ronco y con blusa azul, también le hablaba. De — Pon tus cosas, como yo, en la carpeta.
diversos grupos se separaban los alumnos y Paco Yunque seguía muy aturdido y no le
venían a ver a Paco, haciéndole muchas hizo caso. Su compañero le quitó entonces sus
preguntas. Pero Paco no podía oír nada por la libros y los puso en la carpeta. Después, le dijo
gritería de los demás. Un niño trigueño, cara alegremente:
redonda y con una chaqueta verde muy ceñida
en la cintura agarró a Paco por un brazo y quiso — Yo también me llamo Paco, Paco Fariña.
arrastrarlo. Pero Paco no se dejó. El trigueño No tengas pena. Vamos a jugar con mi tablero.
volvió a agarrarlo con más fuerza y lo jaló. Paco Tiene torres negras. Me lo ha comprado mi tía
se pegó más a la pared y se puso más colorado. Susana. ¿Dónde está tu familia, la tuya?
En ese momento sonó la campana, y todos Paco Yunque no respondía nada. Este otro
entraron a los salones de clase. Paco le molestaba. Como éste eran seguramente
todos los demás niños: habladores, contentos y
Dos niños –los hermanos Zumiga– tomaron no les daba miedo el colegio. ¿Por qué eran así?
de una y otra mano a Paco y le condujeron a la Y él, Paco Yunque, ¿por qué tenía tanto miedo?
sala de primer año. Paco no quiso seguirlos al Miraba a hurtadillas al profesor, al pupitre, al
principio, pero luego obedeció, porque vio que muro que había detrás del profesor y al techo.
todos hacían lo mismo. Al entrar al salón se puso También miró de reojo, a través de la ventana, al
pálido. Todo quedó repentinamente en silencio y patio, que estaba ahora abandonado y en
este silencio le dio miedo a Paco. Los Zumiga le silencio. El sol brillaba afuera. De cuando en
estaban jalando, el uno para un lado y el otro
cuando, llegaban voces de otros salones de clase El profesor cesó de escribir y preguntó con
y ruidos de carretas que pasaban por la calle. voz enérgica:
¡Qué cosa extraña era estar en el colegio! — ¡Vamos a ver! ¡Silencio! ¿Qué pasa ahí?
Paco Yunque empezaba a volver un poco de su
Fariña volvió a decir:
aturdimiento. Pensó en su casa y en su mamá.
Le preguntó a Paco Fariña: — Grieve se ha llevado a su carpeta a Paco
Yunque.
— ¿A qué hora nos iremos a nuestras
casas? Humberto Grieve, instalado ya en su carpeta
con paco Yunque, le dijo al profesor:
— A las once. ¿Dónde está tu casa?
— Sí, señor. Porque Paco Yunque es mi
— Por allá.
muchacho. Por eso.
— ¿Está lejos?
El profesor lo sabía esto perfectamente y le
— Si... No... dijo a Humberto Grieve:
Paco Yunque no sabía en qué calle estaba — Muy bien. Pero yo lo he colocado con
su casa, porque acababan de traerlo, hacía Paco Fariña, para que atienda mejor las
pocos días, del campo y no conocía la ciudad. explicaciones. Déjelo que vuelva a su sitio.
Sonaron unos pasos de carrera en el patio, Todos los alumnos miraban en silencio al
apareció en la puerta del salón, Humberto, el hijo profesor, a Humberto Grieve y a Paco Yunque.
del señor Dorian Grieve, un inglés, patrón de los
Fariña fue y tomó a Paco Yunque por la
Yunque, gerente de los ferrocarriles de la
mano y quiso volverlo a traer a su carpeta, pero
Peruvian Corporation y alcalde del pueblo.
Grieve tomó a Paco Yunque por el otro brazo y
Precisamente a Paco le habían hecho venir del
no lo dejó moverse.
campo para que acompañase al colegio a
Humberto y para que jugara con él, pues ambos El profesor le dijo otra vez a Grieve:
tenían la misma edad. Sólo que Humberto — ¡Grieve! ¿Qué es esto?
acostumbraba venir tarde al colegio y esta vez,
por ser la primera, la señora Grieve le había Humberto Grieve, colorado de cólera, dijo:
dicho a la madre de Paco: — No, señor. Yo quiero que Yunque se
— Lleve usted ya a Paco al colegio. No sirve quede conmigo.
que llegue tarde el primer día. Desde mañana — Déjelo, le he dicho.
esperará a que Humberto se levante y los llevará
juntos a los dos. — No, señor.
El profesor, al ver a Humberto Grieve, le — ¿Cómo?
dijo: — No.
— ¿Hoy otra vez tarde? El profesor estaba indignado y repetía,
Humberto con gran desenfado, respondió: amenazador:
— Que me he quedado dormido. — ¡Grieve! ¡Grieve!
— Bueno –dijo el profesor–. Que esta sea la Humberto Grieve tenía bajo los ojos y
última vez. Pase a sentarse. sujetaba fuertemente por el brazo a Paco
Yunque, el cual estaba aturdido y se dejaba jalar
Humberto Grieve buscó con la mirada donde como un trapo por Fariña y por Grieve. Paco
estaba Paco Yunque. Al dar con él, se le acercó y yunque tenía ahora más miedo a Humberto
le dijo imperiosamente: Grieve que al profesor, que a todos los demás
— Ven a mi carpeta conmigo. niños y que al colegio entero. ¿Por qué Paco
Yunque le tenía miedo a Humberto Grieve? ¿Por
Paco Fariña le dijo a Humberto Grieve: qué este Humberto Grieve solía pegarle a Paco
— No. Porque el señor lo ha puesto aquí. Yunque?
— ¿Y a ti qué te importa? –le increpó Grieve El profesor se acercó a Paco Yunque, le
violentamente, arrastrando a Yunque por un tomó por el brazo y le condujo a la carpeta de
brazo a su carpeta. Fariña. Grieve se puso a llorar, pataleando
furiosamente su banco.
— ¡Señor! –gritó entonces Fariña–, Grieve
se está llevando a Paco Yunque a su carpeta. De nuevo se oyeron pasos en el patio y otro
alumno, Antonio Gesdres, –hijo de un albañil–,
apareció a la puerta del salón. El profesor le dijo:
— ¿Por qué llega usted tarde? — No vayas. No seas zonzo. El señor te va
a castigar.
— Porque fui a comprar pan para el
desayuno. Fariña volteó a ver a Grieve y este Grieve le
enseñó también a él los puños, refunfuñando no
— ¿Y por qué no fue usted más temprano?
sé qué cosas, a escondidas del profesor.
— Porque estuve alzando a mi hermanito y
— ¡Señor! –gritó Fariña– Ahí, ese Grieve me
mamá está enferma y papá se fue al trabajo.
está enseñando los puñetes.
— Bueno –dijo el profesor, muy serio–.
El profesor dijo:
Párese ahí… Y, además, tiene usted una hora de
reclusión. — ¡Psc! ¡Psc! ¡Silencio!... ¡Vamos a ver!...
Vamos a hablar hoy de los peces, y después,
Le señaló un rincón, cerca de la pizarra de
vamos a hacer todos un ejercicio escrito en una
ejercicios.
hoja de los cuadernos, y después me los dan
Paco Fariña, se levantó entonces y dijo: para verlos. Quiero ver quién hace mejor
— Grieve también ha llegado tarde, señor. ejercicio, para que su nombre sea escrito en el
Cuaderno de Honor del Colegio, como el mejor
— Miente, señor –respondió rápidamente alumno del primer año. ¿Me han oído bien?
Humberto Grieve–. No he llegado tarde. Todos Vamos a hacer lo mismo que hicimos la semana
los alumnos dijeron en coro: pasada. Exactamente lo mismo. Hay que atender
— ¡Sí, señor! ¡Sí, señor! ¡Grieve ha llegado bien a la clase. Hay que copiar bien el ejercicio
tarde! que voy a escribir después en la pizarra. ¿Me
han entendido bien?
— ¡Psch! ¡Silencio! –dijo malhumorado el
profesor y todos los niños se callaron. Los alumnos respondieron en coro:

El profesor se paseaba pensativo. Fariña le — Sí señor.


decía a Yunque en secreto: — Muy bien –dijo el profesor–. Vamos a ver.
— Grieve ha llegado tarde y no lo castigan. Vamos a hablar ahora de los peces.
Porque su papá tiene plata. Todos los días llega Varios niños quisieron hablar. El profesor le
tarde. ¿Tú vives en su casa? ¿Cierto que eres su dijo a uno de los Zumiga que hablase.
muchacho?
— Señor –dijo Zumiga–: Había en la playa
Yunque respondió: mucha arena. Un día nos metimos entre la arena
— Yo vivo con mi mamá. y encontramos un pez medio vivo y lo llevamos a
mi casa. Pero se murió en el camino...
— ¿En la casa de Humberto Grieve?
Humberto Grieve dijo:
— Es una casa muy bonita. Ahí está la
patrona y el patrón. Ahí está mi mamá. Yo estoy — Señor: yo he cogido muchos peces y los
con mi mamá. he llevado a mi casa y los he soltado en mi salón
y no se mueren nunca.
Humberto Grieve, desde su banco del otro
lado del salón, miraba con cólera a Paco Yunque El profesor preguntó:
y le enseñaba los puños, porque se dejó llevar a — Pero... ¿los deja usted en alguna vasija
la carpeta de Paco Fariña. con agua?
Paco Yunque no sabía qué hacer. Le — No señor. Están sueltos, entre los
pegaría otra vez el niño Humberto, porque no se muebles.
quedó con él, en su carpeta. Cuando saldrían del
colegio, el niño Humberto le daría un empujón en Todos los niños se echaron a reír.
el pecho y una patada en la pierna. El niño Un chico, flacucho y pálido, dijo:
Humberto era malo y pegaba pronto, a cada rato.
— Mentira, señor. Porque el pez se muere
En la calle. En el corredor también. Y en la
pronto, cuando lo sacan del agua.
escalera. Y también en la cocina, delante de su
mamá y delante de la patrona. Ahora le va a — No, señor –decía Humberto Grieve–.
pegar, porque le estaba enseñando los puñetes y Porque en mi salón no se mueren. Porque mi
le miraba con ojos blancos. Yunque le dijo a salón es muy elegante. Porque mi papá me dijo
Fariña: que trajera peces y que podía dejarlos sueltos
entre las sillas.
— Me voy a la carpeta del niño Humberto.
Paco Fariña se moría de risa. Los Zumiga
Y Paco Fariña le decía:
también. El chico rubio y gordo, de chaqueta
blanca, y el otro cara redonda y chaqueta verde, Paco Yunque reflexionó y se acordó haberle
se reían ruidosamente. ¡Qué Grieve tan divertido! visto una vez a su mamá con unas pesetas en la
¡Los peces en su salón! ¡Entre los muebles! mano. Yunque dijo a Fariña:
¡Como si fuesen pájaros! Era una gran mentira lo
— Mi mamá tiene también mucha plata.
que contaba Grieve. Todos los chicos
exclamaban a la vez reventando de risa: — ¿Cuánto? –le preguntó Fariña.
— Ja! Ja! Ja! Ja! Ja! ¡Miente, señor! Ja! Ja! — Como cuatro pesetas.
Ja! Ja! ¡Mentira! ¡Mentira! Fariña dijo al profesor en voz alta:
Humberto Grieve se enojó porque no le — Paco Yunque dice que su mamá tiene
creían lo que contaba. Todos se burlaban de lo también mucha plata.
que había dicho. Pero Grieve recordaba que trajo
dos peces a su casa y los soltó en el salón y ahí — ¡Mentira, señor! –respondió Humberto
estuvieron muchos días. Los movió y se movían. Grieve– Paco Yunque miente, porque su mamá
No estaba seguro si vivieron muchos días o es la sirvienta de mi mamá y no tiene nada.
murieron pronto. Grieve, de todos modos, quería El profesor tomó la tiza y escribió en la
que le creyeran lo que decía. En medio de las pizarra dando la espalda a los niños.
risas de todos, le dijo a uno de los Zumiga:
Humberto Grieve, aprovechando de que no
— ¡Claro! Porque mi papá tiene mucha le veía el profesor, dio un salto y le jaló de los
plata. Y me ha dicho que va a hacer llevar a mi pelos a Yunque, volviéndose a la carrera a su
casa a todos los peces del mar. Para mí. Para carpeta. Yunque se puso a llorar.
que juegue con ellos en mi salón grande.
— ¿Qué es eso? –dijo el profesor,
El profesor dijo en alta voz: volviéndose a ver lo que pasaba.
— ¡Bueno! ¡Bueno! ¡Silencio! Grieve no se Paco Fariña, dijo:
acuerda bien, seguramente. Porque los peces
mueren cuando... — Grieve le ha tirado de los pelos, señor.
Los niños añadieron en coro: — No, señor –dijo Grieve–. Yo no he sido.
Yo no me he movido de mi sitio.
— ...se les saca del agua.
— ¡Bueno, bueno! –dijo el profesor–.
— Eso es –dijo el profesor. El niño flacucho ¡Silencio! ¡Cállese Paco Yunque! ¡Silencio!
y pálido dijo:
Siguió escribiendo en la pizarra; y después
— Porque los peces tienen sus mamás en el preguntó a Grieve:
agua y sacándolos, se quedan sin mamás.
— Si se le saca del agua, ¿qué sucede con
— ¡No, no, no! –dijo el profesor–. Los peces el pez?
mueren fuera del agua, porque no pueden
respirar. Ellos toman el aire que hay en el agua, y — Va a vivir en mi salón –contestó Grieve.
cuando salen, no pueden absorber el aire que Otra vez se reían de Grieve los niños. Este
hay afuera. Grieve no sabía nada. No pensaba más que en
— Porque ya están como muertos –dijo un su casa y en su salón y en su papá y en su plata.
niño. Siempre estaba diciendo tonterías.
Humberto Grieve dijo: — Vamos a ver, usted, Paco Yunque –dijo el
profesor– ¿Qué pasa con el pez, si se le saca del
— Mi papá puede darles aire en mi casa, agua?
porque tiene bastante plata para comprar todo.
Paco Yunque, medio llorando todavía por el
El chico vestido de verde dijo: jalón de los pelos que le dio Grieve, repitió de
— Mi papá también tiene plata. una tirada lo que dijo el profesor:
— Mi papá también –dijo otro chico. — Los peces mueren fuera del agua porque
les falta aire.
Todos los niños dijeron que sus papás
tenían mucho dinero. Paco Yunque no decía — ¡Eso es! –decía el profesor–. Muy bien.
nada y estaba pensando en los peces que Volvió a escribir en la pizarra.
morían fuera del agua. Humberto Grieve aprovechó otra vez de que
Fariña le dijo a Paco Yunque: no podía verle el profesor y fue a darle un
puñetazo a Paco Fariña en la boca y regresó de
— Y tú, ¿tu papá no tiene plata? un salto a su carpeta. Fariña, en vez de llorar
como Paco Yunque, dijo a grandes voces al — ¡No, señor! Yo no le he pegado.
profesor:
— Cuidado con mentir Grieve. ¡Un niño
— ¡Señor! ¡Acaba de pegarme Humberto decente como usted, no debe mentir!
Grieve!
— No, señor. Yo no le he pegado.
— ¡Sí, señor! ¡Sí, señor! –decían todos los
— Bueno. Yo creo en lo que usted dice. Yo
niños a la vez.
sé que usted no miente nunca. Bueno. Pero
Una bulla tremenda había en el salón. tenga usted mucho cuidado en adelante.
El profesor dio un puñetazo en su pupitre y El profesor se puso a pasear, pensativo, y
dijo: todos los alumnos seguían circunspectos y
derechos en sus bancos.
— ¡Silencio!
Paco Fariña gruñía a media voz y como
El salón se sumió en un silencio completo y
queriendo llorar:
cada alumno estaba en su carpeta, serio y
derecho, mirando ansiosamente al profesor. ¡Las — No le castigan, porque su papá es rico.
cosas de este Humberto Grieve! ¡Ya ven lo que Le voy a decir a mi mamá.
estaba pasando por su cuenta! ¡Ahora habrá que
El profesor le oyó y se plantó enojado
ver lo que va a hacer el profesor, que estaba
delante de Fariña y le dijo en alta voz:
colorado de cólera! ¡Y todo por culpa de
Humberto Grieve! — ¿Qué está usted diciendo? Humberto
Grieve es un buen alumno. No miente nunca. No
— ¿Qué desorden es ése? –preguntó el
molesta a nadie. Por eso no le castigo. Aquí
profesor a Paco Fariña.
todos los niños son iguales, los hijos de ricos y
Paco Fariña, con los ojos brillantes de rabia, los hijos de pobres. Yo los castigo aunque sean
decía: hijos de ricos. Como usted vuelva a decir lo que
está diciendo del padre de Grieve, le pondré dos
— Humberto Grieve me ha pegado un
horas de reclusión. ¿Me ha oído usted?
puñetazo en la cara, sin que yo le haga nada.
Paco Fariña estaba agachado. Paco Yunque
— ¿Verdad, Grieve?
también. Los dos sabían que era Humberto
— No, señor –dijo Humberto Grieve–. Yo no Grieve quien les había pegado y que era un gran
le he pegado. mentiroso.
El profesor miró a todos los alumnos sin El profesor fue a la pizarra y siguió
saber a qué atenerse. ¿Quién de los dos decía la escribiendo.
verdad? ¿Fariña o Grieve?
— ¿Por qué no le dijiste al señor que me ha
— ¿Quién lo ha visto? –preguntó el profesor pegado Humberto Grieve?
a Fariña.
— Porque el niño Humberto me pega.
— ¡Todos, señor! Paco Yunque también lo
— Y, ¿por qué no se lo dices a tu mamá?
ha visto.
— Porque si le digo a mi mamá, también me
— ¿Es verdad lo que dice Paco Fariña? –le
pega y la patrona se enoja.
preguntó el profesor a Yunque.
Mientras el profesor escribía en la pizarra,
Paco Yunque miró a Humberto Grieve y no
Humberto Grieve se puso a llenar de dibujos su
se atrevió a responder, porque si decía sí, el niño
cuaderno.
Humberto le pegaría a la salida. Yunque no dijo
nada y bajó la cabeza. Paco Yunque estaba pensando en su
mamá. Después se acordó de la patrona y del
Fariña dijo:
niño Humberto. ¿Le pegarían al volver a la casa?
— Yunque no dice nada, señor, porque Yunque miraba a los otros niños y éstos no le
Humberto Grieve le pega, porque es su pegaban a Yunque ni a Fariña, ni a nadie.
muchacho y vive en su casa. Tampoco le querían agarrar a Yunque en las
El profesor preguntó a los otros alumnos: otras carpetas, como quiso hacerlo el niño
Humberto. ¿Por qué el niño Humberto era así
— ¿Quién otro ha visto lo que dice Fariña? con él? Yunque se lo diría ahora a su mamá y si
— ¡Yo, señor! ¡Yo, señor! ¡Yo, señor! El el niño Humberto le pegaba, se lo diría al
profesor volvió a preguntar a Grieve: profesor. Pero el profesor no le hacía nada al
niño Humberto. Entonces, se lo diría a Paco
— ¿Entonces, es cierto, Grieve, que le ha Fariña. Le preguntó a Paco Fariña:
pegado usted a Fariña?
— ¿A ti también te pega el niño Humberto? — Sí, en sus cuadernos –le respondió el
profesor– ¿Usted sabe escribir un poco?
— ¿A mí? ¡Qué me va a pegar a mí! Le
pego un puñetazo en el hocico y le hecho sangre. — Sí, señor. Porque mi papá me enseñó en
¡Vas a ver! ¡Como me haga alguna cosa! ¡Déjalo el campo.
y verás! ¡Y se lo diré a mi mamá! ¡Y vendrá mi
— Muy bien. Entonces, todos a copiar.
papá y le pegará a Grieve y a su papá también, y
a todos! Los niños sacaron sus cuadernos y se
pusieron a copiar el ejercicio que el profesor
Paco Yunque le oía asustado a Paco Fariña
había escrito en la pizarra.
lo que decía. ¿Cierto sería que le pegaría al niño
Humberto? ¿Y que su papá vendría a pegarle al — No hay que apurarse –decía el profesor–.
señor Grieve? Paco Yunque no quería creerlo, Hay que escribir poco a poco, para no
porque al niño Humberto no le pegaba nadie. Si equivocarse.
Fariña le pegaba, vendría el patrón y le pegaría a Humberto Grieve preguntó:
Fariña y también al papá de Fariña. Le pegaría el
patrón a todos. Porque todos le tenían miedo. — ¿Es, señor, el ejercicio escrito de los
Porque el señor Grieve hablaba muy serio y peces?
estaba mandando siempre. Y venían a su casa — Sí. A copiar todo el mundo.
señores y señoras que le tenían mucho miedo y
obedecían siempre al patrón y a la patrona. En El salón se sumió en el silencio. No se oía
buena cuenta, el señor Grieve podía más que el sino el ruido de los lápices. El profesor se sentó a
profesor y más que todos. su pupitre y también se puso a escribir en unos
libros.
Paco Yunque miró al profesor que escribía
en la pizarra. ¿Quién era el profesor? ¿Por qué Humberto Grieve, en vez de copiar su
era tan serio y daba tanto miedo? Yunque seguía ejercicio, se puso otra vez a hacer dibujos en su
mirándolo. No era el profesor igual a su papá ni al cuaderno. Lo llenó completamente de dibujos de
señor Grieve. Más bien se parecía a otros peces, de muñecos y de cuadritos.
señores que venían a la casa y hablaban con el Al cabo de un rato, el profesor se paró y
patrón. Tenían un pescuezo colorado y su nariz preguntó:
parecía moco de pavo. Sus zapatos hacían risss-
risssrisss-risss, cuando caminaba mucho. — ¿Ya terminaron?
Yunque empezó a fastidiarse. ¿A qué hora — Bueno –dijo el profesor–. Pongan al pie
se iría a su casa? Pero el niño Humberto le iba a sus nombres bien claros.
pegar a la salida del colegio. Y la mamá de Paco En ese momento sonó la campana del
Yunque le diría al niño Humberto: “No, niño. No le recreo.
pegue usted a Paquito. No sea tan malo”. Y nada
más le diría. Pero Paco tendría colorada la pierna Una gran algazara volvieron a hacer los
de la patada del niño Humberto. Y Paco se niños y salieron corriendo al patio.
pondría a llorar. Porque al niño Humberto nadie Paco Yunque había copiado su ejercicio
le hacía nada. Y porque el patrón y la patrona le muy bien y salió al recreo con su libro, su
querían mucho al niño Humberto, y Paco Yunque cuaderno y su lápiz.
tenía pena porque el niño Humberto le pegaba
mucho. Todos, todos, todos le tenían miedo al Ya en el patio, vino Humberto Grieve y
niño Humberto y a sus papás. Todos. Todos. agarró a Paco Yunque por un brazo, diciéndole
Todos. El profesor también. La cocinera, su hija. con cólera:
La mamá de Paco. El Venancio con su mandil. La — Ven para jugar al melo.
María que lava las bacinicas. Quebró ayer una
bacinica en tres pedazos grandes. ¿Le pegaría Lo echo de un empellón al medio y le hizo
también el patrón al papá de Paco Yunque? Qué derribar su libro, su cuaderno y su lápiz.
cosa fea era esto del patrón y del niño Humberto. Yunque hacía lo que le ordenaba Grieve,
Paco Yunque quería llorar. ¿A qué hora acabaría pero estaba colorado y avergonzado de que los
de escribir el profesor en la pizarra? otros niños viesen cómo lo zarandeaba el niño
— ¡Bueno! –dijo el profesor, cesando de Humberto. Yunque quería llorar.
escribir–. Ahí está el ejercicio escrito. Ahora, Paco Fariña, los dos Zumigas y otros niños
todos sacan sus cuadernos y copian lo que hay rodeaban a Humberto Grieve y a Paco Yunque.
en la pizarra. Hay que copiarlo exactamente El niño flacucho y pálido recogió el libro, el
igual. cuaderno y el lápiz de Yunque, pero Humberto
— ¿En nuestros cuadernos? –preguntó Grieve se los quitó a la fuerza, diciéndole:
tímidamente Paco Yunque.
— ¡Déjalos! ¡No te metas! Porque Paco Sonó la campana y todos los niños volvieron
Yunque es mi muchacho. a sus salones de clase.
Humberto Grieve llevó al salón de clases las A Paco Yunque lo llevaron por los brazos los
cosas de Paco Yunque y se las guardó en su dos hermanos Zumiga.
carpeta. Después, volvió al patio a jugar con
Una gran gritería había en el salón del
Paco Yunque. Le cogió del pescuezo y le hizo
primer año, cuando entró el profesor. Todos se
doblar la cintura y ponerse en cuatro manos.
callaron.
— Estate quieto así –le ordenó
El profesor miró a todos muy serios y dijo
imperiosamente–. No te muevas hasta que yo te
como un militar:
diga.
— ¡Siéntense!
Humberto Grieve se retiró a cierta distancia
y desde allí vino corriendo y dio un salto sobre Un traqueteo de carpetas y todos los
Paco Yunque, apoyando las manos sobre sus alumnos estaban ya sentados.
espaldas y dándole una patada feroz en las Entonces el profesor se sentó en su pupitre
posaderas. Volvió a retirarse y volvió a saltar y llamó por lista a los niños para que le
sobre Paco Yunque, dándole otra patada. Mucho entregasen sus cuartillas con los ejercicios
rato estuvo así jugando Humberto Grieve con escritos sobre el tema de los peces. A medida
Paco Yunque. Le dio como veinte saltos y veinte que el profesor recibía las hojas de los
patadas. cuadernos, las iba leyendo y escribía las notas en
De repente se oyó un llanto. Era Yunque unos libros.
que estaba llorando de las fuertes patadas del Humberto Grieve se acercó a la carpeta de
niño Humberto. Entonces salió Paco Fariña del Paco Yunque y le entregó su libro, su cuaderno y
ruedo formado por los otros niños y se plantó su lápiz. Pero antes había arrancado la hoja del
ante Grieve, diciéndole: cuaderno en que estaba el ejercicio de Paco
— ¡No! ¡No te dejo que saltes sobre Paco Yunque y puso en ella su firma.
Yunque! Cuando el profesor dijo: “Humberto Grieve”,
Humberto Grieve le respondió Grieve fue y presentó el ejercicio de Paco
amenazándole: Yunque como si fuese suyo.
— ¡Oye! ¡Oye! ¡Paco Fariña! ¡Paco Fariña! Y cuando el profesor dijo: “Paco Yunque”,
¡Te voy a dar un puñetazo! Yunque se puso a buscar en su cuaderno la hoja
en que escribió su ejercicio y no lo encontró.
Pero Fariña no se movía y estaba tieso
delante de Grieve y le decía: — ¿La ha perdido usted –le preguntó el
profesor– o no la ha hecho usted?
— ¡Porque es tu muchacho le pegas y lo
saltas y lo haces llorar! ¡Sáltalo y verás! Pero Paco Yunque no sabía lo que se había
hecho la hoja de su cuaderno y, muy
Los dos hermanos Zumiga abrazaban a
avergonzado, se quedó en silencio y bajó la
Paco Yunque y le decían que ya no llorase y le
frente.
consolaban diciéndole:
— Bueno –dijo el profesor, y anotó en unos
— ¿Por qué te dejas saltar así y dar de
libros la falta de Paco Yunque.
patadas? ¡Pégale! ¡Sáltalo tú también! ¿Por qué
te dejas? ¡No seas zonzo! ¡Cállate! ¡Ya no llores! Después siguieron los demás entregando
¡Ya nos vamos a ir a nuestras casas! sus ejercicios. Cuando el profesor acabó de
verlos todos, entró de repente al salón el Director
Paco Yunque estaba siempre llorando y sus
del Colegio.
lágrimas parecían ahogarle.
El profesor y los niños se pusieron de pie
Se formó un tumulto de niños en torno a
respetuosamente. El Director miró como enojado
Paco Yunque y otro tumulto en torno a Humberto
a los alumnos y dijo en voz alta:
Grieve y a Paco Fariña.
— ¡Siéntense!
Grieve le dio un empellón brutal a Fariña y lo
derribó al suelo. Vino un alumno más grande, del El Director le preguntó al profesor:
segundo año, y defendió a Fariña, dándole a — ¿Ya sabe usted quién es el mejor alumno
Grieve un puntapié. Y otro niño del tercer año, de su año? ¿Ya han hecho el ejercicio semanal
más grande que todos, defendió a Grieve para calificarlos?
dándole una furiosa trompada al alumno del
segundo año. Un buen rato llovieron bofetadas y
patadas entre varios niños. Eso era un enredo.
— Sí, señor Director –dijo el profesor–. Un traqueteo de carpetas y todos los
Acaban de hacerlo. La nota más alta la ha alumnos estaban ya sentados.
obtenido Humberto Grieve.
El profesor ordenó a Grieve:
— ¿Dónde está su ejercicio?
— Váyase a su asiento.
— Aquí está, señor Director.
Humberto Grieve, muy alegre, volvió a su
El profesor buscó entre todas las hojas de carpeta. Al pasar junto a Paco Fariña, le echó la
los alumnos y encontró el ejercicio firmado por lengua.
Humberto Grieve. Se lo dio al Director, que se
El profesor subió a su pupitre y se puso a
quedó viendo largo rato la cuartilla.
escribir en unos libros.
— Muy bien –dijo el Director, contento.
Paco Fariña le dijo en voz baja a Paco
Subió al pupitre y miró severamente a los Yunque:
alumnos. Después les dijo con su voz un poco
— Mira al señor, está poniendo tu nombre
ronca pero enérgica:
en su libro, porque no has presentado tu
— De todos los ejercicios que ustedes han ejercicio. ¡Míralo! Te va a dejar ahora recluso y
hecho, ahora, el mejor es el de Humberto Grieve. no vas a ir a tu casa. ¿Por qué has roto tu
Así es que el nombre de este niño va a ser cuaderno? ¿Dónde lo pusiste?
inscrito en el Cuadro de Honor de esta semana,
Paco Yunque no contestaba nada y estaba
como el mejor alumno del primer año. Salga
con la cabeza agachada.
afuera Humberto Grieve.
— ¡Anda! –le volvió a decir Paco Fariña–.
Todos los niños miraron ansiosamente a
¡Contesta! ¿Por qué no contestas? ¿Dónde has
Humberto Grieve, que salió pavoneándose a
dejado tu ejercicio?
pararse muy derecho y orgulloso delante del
pupitre del profesor. El Director le dio la mano Paco Fariña se agachó a mirar la cara de
diciéndole: Paco Yunque y le vio que estaba llorando.
Entonces le consoló diciéndole:
— Muy bien, Humberto Grieve. Lo felicito.
Así deben ser los niños. Muy bien. — ¡Déjalo! ¡No llores! ¡Déjalo! ¡No tengas
pena! ¡Vamos a jugar con mi tablero! ¡Tiene
Se volvió el Director a los demás alumnos y
torres negras! ¡Déjalo! ¡Yo te regalo mi tablero!
les dijo:
¡No seas zonzo! ¡Ya no llores!
— Todos ustedes deben hacer lo mismo que
Pero Paco Yunque seguía llorando
Humberto Grieve. Deben ser buenos alumnos
agachado.
como él. Deben estudiar y ser aplicados como él.
Deben ser serios, formales y buenos niños como
él. Y si así lo hacen, recibirá cada uno un premio
al fin de año y sus nombres serán también
inscritos en el Cuadro de Honor del Colegio,
como el de Humberto Grieve. A ver si la semana
que viene, hay otro alumno que dé una buena
clase y haga un buen ejercicio como el que ha
hecho hoy Humberto Grieve. Así lo espero.
Se quedó el Director callado un rato. Todos
los alumnos estaban pensativos y miraban a
Humberto Grieve con admiración. ¡Qué rico
Grieve! ¡Qué buen ejercicio ha escrito! ¡Ése si
que era bueno! ¡Era el mejor alumno de todos!
¡Llegando tarde y todo! ¡Y pegándoles a todos!
¡Pero ya lo estaban viendo! ¡Le había dado la
mano al Director! ¡Humberto Grieve, el mejor de
todos los del primer año!
El Director se despidió del profesor, hizo una
venia a los alumnos, que se pararon para
despedirlo, y salió.
El profesor dijo después:
— ¡Siéntense!

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