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El cerebro se apoya en los órganos de los sentidos para reunir información sensorial. Los
datos recopilados por los órganos de los sentidos ayudan al cerebro a entender la diversidad
y la dinámica de su entorno, lo cual es clave para tomar decisiones en el momento y también
para formar recuerdos. Los receptores de los órganos de los sentidos, se clasifican:
• Mecanorreceptores: captan los estímulos mecánicos, como la presión y las ondas
sonoras. Se localizan en la piel y el oído
• Fotorreceptores: captan la luz. Se localizan en los ojos.
• Quimiorreceptores: captan los estímulos químicos transportados por el aire o el
agua. Se localizan en la lengua y en la mucosa nasal olfativa.
• Termorreceptores: captan los estímulos térmicos (calor-frío). Se localizan en la piel.
Ojo
Órbita del ojo: El ojo se encuentra dentro de una cuenca ósea conocida como órbita
compuesta por 7 huesos convergentes. Esta órbita tiene una función protectora y en ella
encontramos seis músculos llamados músculos extraoculares, que se adhieren al ojo y
permiten sus movimientos hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados y en rotación.
Esclera: Los seis músculos extraoculares están conectados a la parte blanca del ojo, llamada
esclera o esclerótica, que es una capa de tejido espesa y resistente que cubre prácticamente
toda la superficie del globo ocular.
Conjuntiva: La esclera y la superficie interna de los párpados están recubiertas por una
membrana mucosa de tejido transparente llamada conjuntiva que protege la esclera y ayuda
a lubricar el ojo.
Aparato lagrimal: Las lágrimas tienen como función lubricar el ojo y se componen de tres
capas que, en su conjunto, forman la película lagrimal:
Glándula lagrimal: se encuentra bajo el borde lateral y externo de la ceja. Produce la parte
acuosa de las lágrimas. Gracias a estas glándulas, la córnea se mantiene hidratada y húmeda,
y sus delicadas células, bien protegidas
Glándula de Meibomio: se encuentran a lo largo de los bordes de los párpados, donde nacen
las pestañas. Produce la parte grasa de la película lagrimal e impide que las lágrimas se
evaporen demasiado rápido.
Conducto lagrimal: conducto por el cual se drenan las lágrimas de los ojos hacia la nariz.
La córnea: Consiste en una estructura hemisférica y es la parte frontal transparente del ojo
que cubre el iris. Tiene una función protectora y se comporta como una lente que permite el
paso de la luz. Es responsable de dos tercios de la capacidad de refracción del ojo.
Cristalino del ojo: Se encuentra detrás de la córnea y funciona como una lente que permite
proyectar las imágenes en la retina. Cuando un rayo de luz llega al cristalino a través de la
córnea, su trayectoria se desvía (es lo que se conoce como refracción) y se proyecta sobre la
retina. Su función es primordial, ya que permite enfocar correctamente los objetos a distintas
distancias. Otra función importante es la de proteger la retina de la radiación UV.
Cuerpo ciliar: Está formado por el músculo ciliar y los procesos ciliares. Está unido al iris
y se encarga de producir el humor acuoso, un líquido incoloro que nutre y oxigena la córnea
y el cristalino, y mejora el enfoque y la nitidez contribuyendo a la refracción de la luz.
Iris: Es la zona coloreada del ojo. Los músculos del iris dilatan o contraen la pupila para
controlar la cantidad de luz que entra en el ojo.
Pupila: La pupila es el agujero redondo que se encuentra en el centro del iris y que se dilata
(midriasis) o se contrae (miosis) dependiendo de la cantidad de luz que entra en el ojo y llega
a la retina. Con mucha luz se hace pequeña y con poca luz se agranda.
Humor vítreo: Es un gel incoloro que se encuentra detrás del cristalino y ocupa la mayor
parte del interior del ojo, permitiendo que este mantenga su forma.
Retina: La retina es la capa de tejido sensible a la luz situada en la parte posterior del ojo.
Contiene células llamadas fotorreceptores que transforman los estímulos luminosos en
impulsos eléctricos que se transmiten al cerebro a través del nervio óptico. Hay dos tipos de
fotorreceptores: los bastoncillos, que perciben el negro y el blanco y permiten la visión
nocturna, y los conos, que perciben los colores.
Mácula: Es una pequeña área amarillenta muy especializada de la retina. Es responsable de
que tengamos una visión central y nos permite ver los detalles pequeños y el movimiento.
Retina periférica: Es la parte de la retina que permite la visión periférica o lateral. Es la que
nos permite la visión a nuestro alrededor.
Nervio óptico: El nervio óptico es el nervio sensorial más grande del ojo. Se compone de
millones de fibras nerviosas que mandan los impulsos eléctricos a la parte del cerebro
responsable de la visión.
Oído
Oído externo.
Está compuesto por:
Pabellón: Comúnmente llamado Oreja, el cual tiene como función reflejar las ondas sonoras.
Estas ondas sonoras viajan a través del conducto o canal auditivo externo. Al final del canal
encontramos a la Membrana Timpánica.
Tímpano: Su función es conducir las vibraciones del sonido a las estructuras del oído medio.
Oído medio
Oído interno
Es la parte del oído más compleja porque además de contar con el elemento anatómico propio
de la audición también cuenta con el del equilibrio.
Sistema vestibular: compuesto principalmente por los Canales Semicirculares; que son tres
tubos muy pequeños, que contienen líquido y que, gracias a estos, se mantiene el equilibrio.
Cóclea: es una estructura ósea hueca en forma de “caracol”. Cumple una función importante
en el sentido del oído: transforma los sonidos en mensajes nerviosos y los envía al cerebro.
Órgano de Corti: convierte las ondas mecánicas inducidas por el sonido en impulsos
nerviosos hacia el cerebro, estos son canalizados por el nervio acústico al nervio auditivo,
donde posteriormente se conducen al cerebro, es aquí donde se procesa esta información y lo
entendemos como los diferentes sonidos: lenguaje, música, ruido, etc.
El sonido que nos rodea supone información que nuestro cerebro procesa e interpreta después
de que las ondas sonoras recorran un camino que podríamos resumir en cinco etapas:
1. El pabellón de la oreja recoge las ondas sonoras y las dirige al tímpano mediante el
conducto del oído externo.
2. Estas ondas hacen vibrar la membrana del tímpano.
3. Los huesecillos del tímpano amplifican estas vibraciones y las transmiten a la cóclea.
4. Las ondas mueven el líquido del oído y estimulan las terminaciones nerviosas (células
ciliadas).
5. Estas células envían impulsos eléctricos al cerebro, que los descodifica como sonido.
El oído y el equilibrio.
Los órganos fundamentales para el equilibrio son tres canales semicirculares conectados
entre sí; en los que se almacena la endolinfa, un líquido gelatinoso.
En su interior, la endolinfa se mueve cada vez que movemos la cabeza, siguiendo las leyes
físicas de cualquier líquido, y provoca el movimiento de unos pelitos que mandan señales al
cerebro. El cerebro interpreta estas señales y envía órdenes a los músculos para que nuestro
cuerpo mantenga el equilibrio.
Cuando realizamos movimientos circulares, como al girar sobre nosotros mismos, la
endolinfa sigue moviéndose por unos momentos, aunque ya estemos quietos. El cerebro
recibe la información de que los músculos están quietos, pero el oído indica que seguimos en
movimiento, provocando esa sensación de mareo y pérdida del equilibrio, que se pasa en un
momento si permanecemos erguidos y firmes hasta que la endolinfa se detenga.
Gusto
En relación con el sentido del gusto, nos permite distinguir y deleitarnos ante los distintos
sabores de los alimentos y líquidos que consumimos.
El olfato.
El sentido del olfato es de importancia crítica para los seres vivos, ya que permite reconocer
la materia sin entrar en contacto directo con ella, e incluso sin tener idea de que está allí.
Al ser un sentido pasivo, que requiere poca concentración, es una fuente de información
continua respecto del entorno, revelando la presencia de humo u olores extraños que puedan
alertar sobre una amenaza. Además, el olfato permite identificar entornos familiares (justo
por eso los animales “marcan” con su olor) y advertir el estado y la composición de la comida
antes de ingerirla.
Receptores olfativos
Los receptores olfativos son los encargados de convertir la información química del olor en
información nerviosa. Se hallan en la mucosa de la cavidad nasal, distribuidos en dos
regiones claramente diferenciadas:
• Pituitaria roja: con gran presencia de vasos sanguíneos, pero sin funciones olfativas,
que calienta el aire aspirado y lo filtra de impurezas y partículas.
• Pituitaria amarilla: en donde se hallan las células olfatorias que contienen los
receptores del olfato.
Los receptores del olfato son muchos y muy especializados, sobre todo en los mamíferos. Se
piensa que puede llegar a haber hasta 1000 receptores diferentes, por lo que las proteínas
encargadas del procesamiento del olor ocupan una buena porción del genoma.
Cada uno de los receptores especializados reconoce un tipo de olor diferente, por lo que los
llamados “olores primarios” (que componen otros aromas más complejos) son muchísimos
y difíciles de definir.
Aun así, se calcula que los olores disponibles para el ser humano pueden clasificarse en 10
renglones distintos: fragantes o florales, leñosos o resinosos, químicos, cítricos, frutales no
cítricos, mentolados, dulces, ahumados o quemados, podridos y acres o rancios.
El tacto.
Se conoce como tacto o sentido del tacto a uno de los cinco sentidos mediante los cuales el
ser humano (y muchos otros animales) puede percibir la realidad circundante,
específicamente en términos de presión, temperatura, dureza y textura.
De todos los sentidos, es quizá uno de los más complicados de estudiar, dado que no posee
un órgano específico que maneje la información recogida del entorno, sino que las terminales
nerviosas encargados de ello se encuentran distribuidos a lo largo y ancho de nuestra piel,
que se extiende por todo el cuerpo, y también en el interior de nuestro cuerpo.
El tacto es un sentido pasivo y constante, cuya influencia es difícil de aislar del resto de los
sentidos y casi imposible de eliminar en un momento determinado. Estamos constantemente
percibiendo nuestro entorno a través del tacto, incluso si no lo notamos, y de esa manera nos
encontramos en constante alerta ante cualquier agresión física, química o térmica que
podamos sufrir: un sistema de alarma que indica cuando corremos peligro.
Pero al mismo tiempo, el tacto puede ser fuente de estímulos placenteros, y por eso juega un
rol importante en la socialización. Tanto en un beso y un abrazo, como en un apretón de
manos o en las relaciones sexuales, el tacto está siendo intermediario entre nuestro cuerpo y
el de otra persona con la que hemos desarrollado un vínculo social y afectivo, lo cual forma
parte vital del imponente aparato de la sociedad y la cultura.
En resumen, el tacto es un sentido clave para la existencia biológica, que nos revela nuestra
propia tridimensionalidad, o sea, nos mantiene continuamente al tanto del espacio que
ocupamos y de los objetos con los que interactuamos.