Está en la página 1de 11

ÓRGANOS DE LOS SENTIDOS

El cerebro se apoya en los órganos de los sentidos para reunir información sensorial. Los
datos recopilados por los órganos de los sentidos ayudan al cerebro a entender la diversidad
y la dinámica de su entorno, lo cual es clave para tomar decisiones en el momento y también
para formar recuerdos. Los receptores de los órganos de los sentidos, se clasifican:
• Mecanorreceptores: captan los estímulos mecánicos, como la presión y las ondas
sonoras. Se localizan en la piel y el oído
• Fotorreceptores: captan la luz. Se localizan en los ojos.
• Quimiorreceptores: captan los estímulos químicos transportados por el aire o el
agua. Se localizan en la lengua y en la mucosa nasal olfativa.
• Termorreceptores: captan los estímulos térmicos (calor-frío). Se localizan en la piel.

Ojo

La parte externa del ojo

Órbita del ojo: El ojo se encuentra dentro de una cuenca ósea conocida como órbita
compuesta por 7 huesos convergentes. Esta órbita tiene una función protectora y en ella
encontramos seis músculos llamados músculos extraoculares, que se adhieren al ojo y
permiten sus movimientos hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados y en rotación.
Esclera: Los seis músculos extraoculares están conectados a la parte blanca del ojo, llamada
esclera o esclerótica, que es una capa de tejido espesa y resistente que cubre prácticamente
toda la superficie del globo ocular.
Conjuntiva: La esclera y la superficie interna de los párpados están recubiertas por una
membrana mucosa de tejido transparente llamada conjuntiva que protege la esclera y ayuda
a lubricar el ojo.
Aparato lagrimal: Las lágrimas tienen como función lubricar el ojo y se componen de tres
capas que, en su conjunto, forman la película lagrimal:
Glándula lagrimal: se encuentra bajo el borde lateral y externo de la ceja. Produce la parte
acuosa de las lágrimas. Gracias a estas glándulas, la córnea se mantiene hidratada y húmeda,
y sus delicadas células, bien protegidas
Glándula de Meibomio: se encuentran a lo largo de los bordes de los párpados, donde nacen
las pestañas. Produce la parte grasa de la película lagrimal e impide que las lágrimas se
evaporen demasiado rápido.
Conducto lagrimal: conducto por el cual se drenan las lágrimas de los ojos hacia la nariz.
La córnea: Consiste en una estructura hemisférica y es la parte frontal transparente del ojo
que cubre el iris. Tiene una función protectora y se comporta como una lente que permite el
paso de la luz. Es responsable de dos tercios de la capacidad de refracción del ojo.

La parte media del ojo

Cristalino del ojo: Se encuentra detrás de la córnea y funciona como una lente que permite
proyectar las imágenes en la retina. Cuando un rayo de luz llega al cristalino a través de la
córnea, su trayectoria se desvía (es lo que se conoce como refracción) y se proyecta sobre la
retina. Su función es primordial, ya que permite enfocar correctamente los objetos a distintas
distancias. Otra función importante es la de proteger la retina de la radiación UV.
Cuerpo ciliar: Está formado por el músculo ciliar y los procesos ciliares. Está unido al iris
y se encarga de producir el humor acuoso, un líquido incoloro que nutre y oxigena la córnea
y el cristalino, y mejora el enfoque y la nitidez contribuyendo a la refracción de la luz.
Iris: Es la zona coloreada del ojo. Los músculos del iris dilatan o contraen la pupila para
controlar la cantidad de luz que entra en el ojo.
Pupila: La pupila es el agujero redondo que se encuentra en el centro del iris y que se dilata
(midriasis) o se contrae (miosis) dependiendo de la cantidad de luz que entra en el ojo y llega
a la retina. Con mucha luz se hace pequeña y con poca luz se agranda.
Humor vítreo: Es un gel incoloro que se encuentra detrás del cristalino y ocupa la mayor
parte del interior del ojo, permitiendo que este mantenga su forma.

Capa interna del ojo

Retina: La retina es la capa de tejido sensible a la luz situada en la parte posterior del ojo.
Contiene células llamadas fotorreceptores que transforman los estímulos luminosos en
impulsos eléctricos que se transmiten al cerebro a través del nervio óptico. Hay dos tipos de
fotorreceptores: los bastoncillos, que perciben el negro y el blanco y permiten la visión
nocturna, y los conos, que perciben los colores.
Mácula: Es una pequeña área amarillenta muy especializada de la retina. Es responsable de
que tengamos una visión central y nos permite ver los detalles pequeños y el movimiento.
Retina periférica: Es la parte de la retina que permite la visión periférica o lateral. Es la que
nos permite la visión a nuestro alrededor.
Nervio óptico: El nervio óptico es el nervio sensorial más grande del ojo. Se compone de
millones de fibras nerviosas que mandan los impulsos eléctricos a la parte del cerebro
responsable de la visión.

¿Cómo funciona el ojo?


El globo ocular tiene una estructura esférica de aproximadamente 2,5 centímetros de
diámetro y funciona de la siguiente manera:
La luz pasa a través de una membrana llamada córnea. Allí llega a la pupila; la pupila, según
sea la luz que haya, se ajusta en tamaño. La pupila hace la función de regular la luz. De esta
forma se evitan deslumbramientos y se aprovecha mejor la visión cuando hay menos luz (la
pupila se dilata).
El cristalino del ojo es una pantalla que proyecta las imágenes una vez enfocadas en la retina,
puede aplanarse o abombarse según lo cerca o lejos que se encuentre el objeto que veamos.
La retina recibe las imágenes invertidas y desde allí se transforman en impulsos nerviosos
que son transmitidos a nuestro cerebro por el nervio óptico.
Pero lo más asombroso que realizan nuestros ojos es funcionar como un «procesador
central», recogiendo información en forma de ondas de luz y transmitiéndola al cerebro, que
es quien finalmente hace la función de “ver” y poder entender nuestro entorno.
Si nos imaginamos el ojo como una cámara fotográfica, podemos entender mejor su
funcionamiento y también sus problemáticas.
Cuando hacemos una foto, fijamos la cámara, encuadramos y enfocamos el objeto, que se
imprime en una película o sensor. Igualmente, con la vista, enfocamos un objeto y su imagen
se imprime en la retina. Si el enfoque no se produce bien o hay algún defecto en la estructura
del ojo, entonces hablaremos de problemáticas como la miopía, el astigmatismo o la
hipermetropía.
Tus ojos son extraordinarios y tan increíblemente complejos como fascinantes. Son capaces
de realizar alrededor de 200.000 movimientos al día y distinguir cerca de 10 millones de
colores.

Oído

Oído externo.
Está compuesto por:
Pabellón: Comúnmente llamado Oreja, el cual tiene como función reflejar las ondas sonoras.
Estas ondas sonoras viajan a través del conducto o canal auditivo externo. Al final del canal
encontramos a la Membrana Timpánica.
Tímpano: Su función es conducir las vibraciones del sonido a las estructuras del oído medio.

Oído medio

Lo constituyen, en primer instancia, la cadena de huesillos: martillo, yunque y estribo.


Son estos huesecillos los encargados de conducir las vibraciones producidas en el tímpano.
Estas vibraciones son conducidas hasta la entrada de la Cóclea (la cual pertenece al oído
interno).
La cavidad del oído medio está llena de aire a presión atmosférica gracias a la Trompa de
Eustaquio, conducto que comunica al oído medio con la faringe.
Cuenta también, con un músculo tensor del tímpano llamado estapedial cuya función es la
protección del Sistema Auditivo de sonidos de alta energía.

Oído interno

Es la parte del oído más compleja porque además de contar con el elemento anatómico propio
de la audición también cuenta con el del equilibrio.
Sistema vestibular: compuesto principalmente por los Canales Semicirculares; que son tres
tubos muy pequeños, que contienen líquido y que, gracias a estos, se mantiene el equilibrio.
Cóclea: es una estructura ósea hueca en forma de “caracol”. Cumple una función importante
en el sentido del oído: transforma los sonidos en mensajes nerviosos y los envía al cerebro.
Órgano de Corti: convierte las ondas mecánicas inducidas por el sonido en impulsos
nerviosos hacia el cerebro, estos son canalizados por el nervio acústico al nervio auditivo,
donde posteriormente se conducen al cerebro, es aquí donde se procesa esta información y lo
entendemos como los diferentes sonidos: lenguaje, música, ruido, etc.

Camino del oído

El sonido que nos rodea supone información que nuestro cerebro procesa e interpreta después
de que las ondas sonoras recorran un camino que podríamos resumir en cinco etapas:
1. El pabellón de la oreja recoge las ondas sonoras y las dirige al tímpano mediante el
conducto del oído externo.
2. Estas ondas hacen vibrar la membrana del tímpano.
3. Los huesecillos del tímpano amplifican estas vibraciones y las transmiten a la cóclea.
4. Las ondas mueven el líquido del oído y estimulan las terminaciones nerviosas (células
ciliadas).
5. Estas células envían impulsos eléctricos al cerebro, que los descodifica como sonido.

El oído y el equilibrio.

Los órganos fundamentales para el equilibrio son tres canales semicirculares conectados
entre sí; en los que se almacena la endolinfa, un líquido gelatinoso.
En su interior, la endolinfa se mueve cada vez que movemos la cabeza, siguiendo las leyes
físicas de cualquier líquido, y provoca el movimiento de unos pelitos que mandan señales al
cerebro. El cerebro interpreta estas señales y envía órdenes a los músculos para que nuestro
cuerpo mantenga el equilibrio.
Cuando realizamos movimientos circulares, como al girar sobre nosotros mismos, la
endolinfa sigue moviéndose por unos momentos, aunque ya estemos quietos. El cerebro
recibe la información de que los músculos están quietos, pero el oído indica que seguimos en
movimiento, provocando esa sensación de mareo y pérdida del equilibrio, que se pasa en un
momento si permanecemos erguidos y firmes hasta que la endolinfa se detenga.

Gusto

En relación con el sentido del gusto, nos permite distinguir y deleitarnos ante los distintos
sabores de los alimentos y líquidos que consumimos.

¿Cómo funciona el gusto?

1. La lengua convierte la información química en una señal nerviosa.


La lengua es un órgano que pertenece al sistema digestivo, pues tiene la importante función
de mezclar mecánicamente los alimentos antes de deglutirlos. Pero, evidentemente, también
tiene importancia en el sistema nervioso, pues alberga ni más ni menos que uno de los cinco
sentidos: el gusto.
Esta lengua se trata de una estructura de naturaleza muscular, forma de cono y una longitud
de unos 10 centímetros que se localiza en la parte inferior de la boca. Y mediante la actuación
de distintas neuronas, permite tanto la experimentación de sabores como la detección de la
temperatura de los alimentos.
Por ello, nos centraremos en las conocidas como papilas gustativas, que son unas pequeñas
protuberancias en la membrana mucosa de la lengua que contienen unos receptores
sensoriales que permiten transformar la información química de los alimentos en una señal
nerviosa.
La lengua dispone, en su cara superior, de más de 10.000 papilas gustativas. Y estas
protuberancias tienen una especie de cavidades en cuyo interior se localizan los corpúsculos
gustativos, unas neuronas quimiorreceptoras que son las que permiten convertir la
información química de los alimentos en información nerviosa.
Cuando las moléculas organolépticas de los alimentos circulan por la lengua entran en las
cavidades de las papilas gustativas. Y una vez ahí, entran en contacto con el sistema nervioso
a través de las neuronas quimiorreceptoras (los corpúsculos gustativos), que “leen” las
propiedades moleculares de los alimentos y, en función de qué molécula sea, codificará esta
información química en forma de un mensaje eléctrico muy específico.
Es decir, dependiendo de lo que lean los corpúsculos gustativos, crearán un mensaje nervioso
hecho a medida y que contiene una información muy específica acerca de las propiedades
organolépticas del alimento. Por lo tanto, cuando este mensaje codificado llegue al cerebro,
este órgano lo descodificará y nos hará experimentar el sabor.
Las papilas gustativas puedan dividirse en función de qué sabor detectan:
• Papilas caliciformes: Detectan los sabores amargos y se encuentran en la región más
trasera de la lengua.
• Papilas fungiformes: Detectan los sabores dulces y se encuentran por toda la
extensión de la lengua, aunque es la punta lingual donde hay más concentración.
• Papilas foliadas: Detectan los sabores salados y se encuentran en la parte más
delantera de la lengua y en sus bordes.
De la actuación conjunta de estos tres tipos de papilas podemos percibir infinidad de matices,
pues pese a que cada una esté especializada en un sabor, cuando comemos, todas ellas se
excitan y envían información al cerebro.
• Papilas filiformes: Disponen de neuronas termorreceptoras y de mecánico
receptores, por lo que son imprescindibles para detectar la temperatura de aquello que
comemos y sentir la presión de la comida en nuestra lengua, respectivamente. No
disponen de receptores químicos, pero sí físicos (de temperatura) y táctiles (de
presión).
Sea como sea, tanto cuando las papilas gustativas han transformado la información química
de los alimentos en un mensaje nervioso en el que está codificado como cuando las papilas
termorreceptoras y táctiles han generado una señal eléctrica con información sobre
temperatura y presión, estos mensajes tienen que llegar al cerebro.

2. Las señales eléctricas son descodificadas en el cerebro


De nada sirve que las papilas gustativas y que las termo receptoras/táctiles conviertan los
estímulos químicos, físicos y táctiles en señales nerviosas sin un mecanismo que permita que
estas lleguen al cerebro, el órgano donde tendrá lugar la experimentación de los sabores, la
temperatura y la presión de los alimentos.
Y aquí es donde entra en juego la sinapsis, el proceso bioquímico a través del cual las
neuronas del sistema nervioso se transmiten los impulsos eléctricos. La sinapsis, pues, es un
mecanismo mediante el cual una neurona (los receptores de las papilas) que ha generado un
impulso eléctrico (donde está codificada la información del alimento) libera
neurotransmisores que serán asimilados por la siguiente neurona de la red.
Y cuando esta segunda haya absorbido los neurotransmisores, los leerá y sabrá como tiene
que cargarse eléctricamente, que será exactamente del mismo modo que la anterior. Es decir,
con la sinapsis, la información nerviosa se mantiene estable a medida que esta va “saltando”
de neurona en neurona millones de veces, hasta completar la llegada al cerebro a través del
sistema nervioso periférico.
Gracias a esta sinapsis, el impulso nervioso viaja a través de la autopista neuronal a más de
360 km/h, motivo por el que la experimentación de las sensaciones de sabor, temperatura y
presión suceden de forma instantánea tras la captación del estímulo.
Una vez en el cerebro, por mecanismos que todavía no comprendemos del todo, el cerebro
es capaz de descodificar la información química, térmica y táctil para permitirnos no solo la
experimentación de infinidad de sabores, sino de saber a qué temperatura está el alimento y
dónde se encuentra en nuestra lengua. Como todos los otros sentidos, el gusto está en el
cerebro. La lengua es “solo” el órgano que genera un impulso eléctrico asimilable para él.

El olfato.

¿Para qué sirve el olfato?

El sentido del olfato es de importancia crítica para los seres vivos, ya que permite reconocer
la materia sin entrar en contacto directo con ella, e incluso sin tener idea de que está allí.
Al ser un sentido pasivo, que requiere poca concentración, es una fuente de información
continua respecto del entorno, revelando la presencia de humo u olores extraños que puedan
alertar sobre una amenaza. Además, el olfato permite identificar entornos familiares (justo
por eso los animales “marcan” con su olor) y advertir el estado y la composición de la comida
antes de ingerirla.

¿Cómo funciona el olfato?

El olfato es la interacción entre moléculas odoríferas (o sea, con olor) presentes en la


atmósfera y los receptores especializados presentes en la mucosa nasal, neuronas capaces de
transformar la información química en impulsos eléctricos que se transmiten al cerebro.
Para que ello ocurra, el aire cargado de las partículas odoríferas debe ser inspirado, y entrar
en contacto con la mucosa olfativa que recubre la parte interna de la nariz. Allí, las células
olfativas sensoriales (alrededor de 20 o 30 millones en promedio) captan estas trazas
químicas y las transportan mediante sus cilios (filamentos) y proteínas fijadoras presentes en
el moco, para que puedan encontrarse con los neuro receptores especializados.
La información nerviosa de estas neuronas penetra el cráneo mediante micro orificios en la
lámina cribosa del hueso etmoides, y en la región anterior del cerebro alcanzan el bulbo
olfativo u olfatorio, una estructura neural del prosencéfalo que reconoce la información y la
transmite a las áreas superiores del cerebro, en donde ingresa al pensamiento consciente.
El olfato es un sentido muy similar al gusto, ya que ambos consisten en la quimio recepción,
pero mientras el primero es a distancia, el segundo es a través del contacto directo con la
materia. Ambos estímulos, de hecho, son procesados en el centro del sabor y el gusto en la
parte media del lóbulo frontal, o sea, en la misma región del cerebro.

Receptores olfativos

Los receptores olfativos son los encargados de convertir la información química del olor en
información nerviosa. Se hallan en la mucosa de la cavidad nasal, distribuidos en dos
regiones claramente diferenciadas:
• Pituitaria roja: con gran presencia de vasos sanguíneos, pero sin funciones olfativas,
que calienta el aire aspirado y lo filtra de impurezas y partículas.
• Pituitaria amarilla: en donde se hallan las células olfatorias que contienen los
receptores del olfato.
Los receptores del olfato son muchos y muy especializados, sobre todo en los mamíferos. Se
piensa que puede llegar a haber hasta 1000 receptores diferentes, por lo que las proteínas
encargadas del procesamiento del olor ocupan una buena porción del genoma.
Cada uno de los receptores especializados reconoce un tipo de olor diferente, por lo que los
llamados “olores primarios” (que componen otros aromas más complejos) son muchísimos
y difíciles de definir.
Aun así, se calcula que los olores disponibles para el ser humano pueden clasificarse en 10
renglones distintos: fragantes o florales, leñosos o resinosos, químicos, cítricos, frutales no
cítricos, mentolados, dulces, ahumados o quemados, podridos y acres o rancios.

El tacto.

¿Qué es el sentido del tacto?

Se conoce como tacto o sentido del tacto a uno de los cinco sentidos mediante los cuales el
ser humano (y muchos otros animales) puede percibir la realidad circundante,
específicamente en términos de presión, temperatura, dureza y textura.
De todos los sentidos, es quizá uno de los más complicados de estudiar, dado que no posee
un órgano específico que maneje la información recogida del entorno, sino que las terminales
nerviosas encargados de ello se encuentran distribuidos a lo largo y ancho de nuestra piel,
que se extiende por todo el cuerpo, y también en el interior de nuestro cuerpo.
El tacto es un sentido pasivo y constante, cuya influencia es difícil de aislar del resto de los
sentidos y casi imposible de eliminar en un momento determinado. Estamos constantemente
percibiendo nuestro entorno a través del tacto, incluso si no lo notamos, y de esa manera nos
encontramos en constante alerta ante cualquier agresión física, química o térmica que
podamos sufrir: un sistema de alarma que indica cuando corremos peligro.
Pero al mismo tiempo, el tacto puede ser fuente de estímulos placenteros, y por eso juega un
rol importante en la socialización. Tanto en un beso y un abrazo, como en un apretón de
manos o en las relaciones sexuales, el tacto está siendo intermediario entre nuestro cuerpo y
el de otra persona con la que hemos desarrollado un vínculo social y afectivo, lo cual forma
parte vital del imponente aparato de la sociedad y la cultura.
En resumen, el tacto es un sentido clave para la existencia biológica, que nos revela nuestra
propia tridimensionalidad, o sea, nos mantiene continuamente al tanto del espacio que
ocupamos y de los objetos con los que interactuamos.

¿Cómo funciona el sentido del tacto?

El tacto es el producto de un complejo entramado de terminaciones nerviosas que recorren


nuestra piel y nuestro cuerpo, recopilando información sensorial respecto a nuestro entorno
exterior, pero también al interior de nuestro cuerpo.
Gracias a ello podemos sentir el impacto de las fuerzas externas en nuestro cuerpo, pero
también las sensaciones de dolor, movimiento o incomodidad a lo interno, a través de las
cuales el cuerpo se percibe a sí mismo.
Dicha red de nervios está presente entre la epidermis y la dermis, y se compone de un inmenso
ejército de receptores diferentes, cada uno especializado en un cierto tipo de estímulos y
percepciones. De ese modo, la sensibilidad táctil abarca tres tipos de percepciones diferentes,
que llegan al cerebro a través de vías nerviosas diferentes:
Sensibilidad protopática: Se trata de la forma más primitiva y difusa del tacto, que establece
poca o ninguna diferencia entre sus estímulos, pero al mismo tiempo es la más rápida en ser
percibida. Normalmente se ocupa de estímulos burdos o poco delicados, como el calor o frío
extremo, el dolor y el tacto brusco, que el sujeto no puede ubicar con exactitud en su cuerpo,
pero a los que reacciona de inmediato.
Sensibilidad epicrítica: Se trata de una forma mucho más refinada del tacto, localizada,
exacta y con alto nivel de diferenciación entre estímulos, como la capacidad de reconocer
formas y tamaños. Normalmente para manifestarse debe inhibir la sensibilidad protopática
hasta cierto punto.
Sensibilidad termoalgésica: Se trata del sentido táctil vinculado con la temperatura
(sensibilidad térmica) y el dolor (sensibilidad algésica).
En los tres casos, los estímulos nerviosos son recogidos por sus respectivas terminaciones
nerviosas y transmitidas por distintas vías (conductos nerviosos) al encéfalo, en donde son
procesadas y se genera una reacción. En ello, la médula espinal cumple un rol vital
centralizando los distintos estímulos sensoriales.
Anatomía del tacto
Cada capa de la piel cumple un rol específico en la percepción táctil.
La piel está compuesta por varias capas de tejido de distinta naturaleza, y que cumplen roles
distintos en la percepción táctil. Dichas capas son:
• Epidermis: Se trata de la capa más externa de la piel, esa que solemos percibir a
simple vista, y que funciona como una envoltura protectora, resistente al agua, del
resto de las capas del cuerpo humano. En ella es donde se acumula la melanina,
pigmento que nos protege de la radiación UV y que da color a nuestra piel, y también
es donde se encuentran los primeros receptores táctiles.
• Dermis: Se trata de la capa más profunda de la piel, que subyace a la epidermis, y en
ella abundan los vasos sanguíneos, las glándulas sebáceas y sudoríparas, y el grueso
de los receptores táctiles y sus respectivas terminaciones nerviosas. Además, es la
capa encargada de reemplazar las células muertas de la epidermis.
• El tejido subcutáneo: Todavía más profundo en nuestro cuerpo se hallan los tejidos
que van por debajo de la piel, compuestos por grasas (que actúan como aislantes y
como cojinetes para proteger los tejidos internos) y también tejidos conectivos que
mantienen todos los demás tejidos y órganos unidos entre sí. A este nivel se
encuentran los receptores táctiles más profundos, muchos de los cuales se encargan
de la percepción interna del cuerpo.
sentido del tacto receptores nerviosos. Los receptores nerviosos se clasifican según la
información táctil a la que son sensibles.
Los receptores nerviosos de la piel pueden ser de tres tipos, dependiendo de la información
táctil a la que son sensibles y que transmiten al sistema nervioso central. Así, podemos hablar
de:
• Termorreceptores: Encargados de percibir las variaciones de la temperatura externa,
así como el contacto con superficies frías o cálidas.
• Nociceptores: Encargados de producir el dolor, es decir, de captar los estímulos
desagradables o potencialmente dañinos, y transmitir una alarma al sistema nervioso.
• Mecanorreceptores: Encargados de percibir el movimiento, la presión y otras
formas y fuerzas en contacto con la piel. Pueden ser, a su vez, de cinco tipos
diferentes:
• Corpúsculos de Pacini: Responsables de percibir las vibraciones rápidas y la
presión mecánica profunda, poseen varios milímetros de longitud y se activan
sólo al inicio y al final del estímulo mecánico. Son especialmente numerosos
en las manos, los pies y los órganos sexuales, pero también en el tejido
conectivo y muchas membranas.
• Corpúsculos de Ruffini: Responsables de percibir e identificar las
sensaciones de calor y la deformación continua o profunda de la piel, siendo
especialmente sensibles a las variaciones en dichos estímulos. Son pequeños
y abundantes, y se encuentran en la dermis profunda y los tejidos conectivos,
excepto en la superficie de la piel de la cara dorsal de las manos.
• Corpúsculos de Krause: Más pequeños y simples que los corpúsculos de
Pacini, se encuentran en la dermis profunda de la piel, pero también en los
tejidos submucosos de la nariz, ojos, boca, genitales, y otras regiones
parecidas. Antiguamente se pensaba que se ocupaban de percibir el frío, pero
hoy en día se desconoce con exactitud qué tipo de estímulos registran.
• Corpúsculos de Meissner: responsables de la percepción del tacto suave, es
decir, de las vibraciones menores a 50 Hz, son receptores de actividad muy
rápida y enorme sensibilidad, ubicados en la región superficial de la dermis.
Una vez activados, muestran un margen de tolerancia o disminución de
actividad ante la estimulación continua, razón por la cual al rato dejamos de
percibir la ropa que llevamos puesta, por ejemplo.
• Discos de Merkel: también llamados domos táctiles, son un conjunto de
mecanorreceptores que se encuentran entre la mucosa y la piel, dedicados a la
percepción de la presión y las texturas. Se trata de algunos de los receptores
más agudos y sensibles de la piel, capaces de obtener información muy
detallada de sus estímulos respectivos.

También podría gustarte