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¡Leamos!

El león y el ratón

Estando durmiendo una león en la falda de una montaña, los ratones del campo,
que andaban jugando, llegaron allí; y casualmente uno de ellos saltó sobre el león,
y éste le cogió.

El ratón viéndose preso, suplicaba al león que tuviese misericordia de él, pues
no había obrado con malicia, sino por ignorancia, por lo que pedía humildemente
perdón. El león, viendo que no era digno de él tomar venganza de aquel ratón, por
ser animal tan pequeño, dejole ir sin hacerle mal.

Poco tiempo después el león cayó en una red y viéndose enlazado, comenzó
a dar grandes rugidos. Oyéndolo el ratón acudió al momento, y viendo que estaba
preso en aquella red, le dijo: “Señor, ten buen ánimo, pues no es cosa que debas
temer. Yo me acuerdo del bien que de ti recibí, por lo cual quiero volverte el servicio”.
Y diciendo esto, comenzó a roer con sus dientes y, rompiendo las cuerdas de la red
liberó al león.

Moraleja: Muchas veces el auxilio de los más débiles es


indispensable para los más poderosos.

El Cojo y el Ciego

Un cojo y un ciego se encontraban a la orilla de un río que, por no tener un


puente que facilite su cruce, debían vadear para continuar su camino.
Preocupado por la difícil situación en que se encontraban, dijo el cojo:
- Este río no es muy profundo y no lo podría cruzar, pero temo que no podré
hacerlo por causa de mi cojera que no me da estabilidad.
- Si no es muy profundo- dijo entonces el ciego- yo también podré cruzarlo,
pero como no puedo ver, en cualquier momento puedo resbalar y
ahogarme.
Sin embargo, el cojo no quiso darse por vencido y tuvo una idea que se la
propuso al invidente:
- Ayudémonos para pasar el río juntos- le dijo- Tú tienes bien las piernas y
puedes ayudar a sostenerme, y en cambio yo, como tengo buena vista te
guiaré para no resbales.
Y así, el cojo se sentó sobre los hombros del ciego y ambos cruzaron el río,
llegando con felicidad a la orilla opuesta.
Nos enseña esta fábula que la unión hace la fuerza y, por tanto, aunque
individualmente tengamos alguna debilidad o carencia, si trabajamos
en grupo, y nos ayudamos mutuamente, todo lo podremos resolver.
Un poco de agua y un trozo de pan
Autor: José Luis García

(Vemos tres casas. De derecha a izquierda: una de ladrillo, otra de madera y la


última de paja).
(Por la derecha de la escena entra Andrés. Sus ropas están destrozadas y sucias, y
su pelo enmarañado. Arrastra un viejo saco, manchado de tierra).
(Andrés camina con dificultad, y con paso lento y dando traspiés se acerca hasta
la puerta de la casa de ladrillo).

HOMBRE 1.-
(Que abre la puerta y asoma desde la casa de ladrillo).
-¿Qué quieres?

ANDRÉS.-
Por favor, dame un poco de agua y un trozo de pan.

HOMBRE 1.-
Sigue tu camino y déjame en paz.

ANDRÉS.-
Puedo pagártelo.

HOMBRE 1.-
Tu dinero será tan sucio como tú. Vete de aquí.

(Cierra la puerta de su casa y dejamos de verlo).


(Andrés, con su andar cansado, se acerca hasta la puerta de la casa de madera.
Toca a la puerta).

HOMBRE 2.-
(Abre la puerta y asoma desde dentro de la casa).
Hueles muy mal. -¿Qué quieres, pordiosero?

ANDRÉS.-
Tengo hambre y sed.

HOMBRE 2.-
A mí me duele la espalda y no voy molestando a la gente con mi problema.

(Cierra la puerta y dejamos de verlo).


(Andrés, con un andar cada vez más lento y cansado, se acerca hasta la puerta de
la casa de paja).

ANDRÉS.-
Por favor, un poco de agua y un trozo de pan.
HOMBRE 3.-
(Que sale desde la casa de paja).
-¿Qué te sucede, buen hombre?

ANDRÉS.-
Estoy hambriento y sediento.

HOMBRE 3.-
Se nota que no pasas por una buena racha. No tengo mucho, pero compartiré
contigo mi comida y mi bebida.

ANDRÉS.-
Eres muy amable.

HOMBRE 3.-
Entra, amigo.

(3 ayuda a Andrés a entrar en su casa, y luego cierra la puerta).


(1 y 2 salen desde sus respectivas casas).

HOMBRE 1.-
Dios los cría y ellos se juntan.

HOMBRE 2.-
Además de pobretón y perezoso, está loco.

HOMBRE 1.-
Ese pordiosero le robará lo poco que tiene.

HOMBRE 2.-
Yo no pienso ayudarlo.

HOMBRE 1.-
Tampoco yo. Quien ayuda al extraño…

HOMBRE 2.-
No se recupera en un año.

HOMBRE 1.-
Bien dicho. Buenas noches.

HOMBRE 2.-
Mejor escuchado. Buenas noches.

(Cada uno entra en su casa y cierra su respectiva puerta).

(Escuchamos el canto de un gallo).


(Se abre la puerta de la casa de paja y salen por ella Andrés y 3. Andrés viste
ahora unas ropas modestas pero limpias. Está peinado y se le ve con mucho mejor
aspecto que cuando entró en la casa. Viene con su viejo saco).

ANDRÉS.-
Ahora puedo continuar mi camino. Me has salvado la vida.

HOMBRE 3.-
Supongo que tú hubieras hecho lo mismo por mí.

ANDRÉS.-
Quiero agradecerte tu generosidad.

(Abre su saco y revuelve en él).

HOMBRE 3.-
No te preocupes. Lo poco que tengas, te será más necesario a ti que a mí.

ANDRÉS.-
Te equivocas. Este pesado saco está lleno de oro. Lo traigo desde muy lejos. Me
perdí y llevaba días sin nada que comer ni beber. Estas tres casas son las primeras
que he encontrado en mucho tiempo.

HOMBRE 3.-
Pensé que eras tan pobre o más que yo.

ANDRÉS.-
Eso pensaron tus vecinos.

(Saca del saco una gran piedra de oro).

HOMBRE 3.-
No puedo aceptar este regalo. Vale más de lo que yo te he dado.

ANDRÉS.-
Poco te doy. Me has salvado la vida. -¿Hay algo más valioso?

(3 toma la piedra de oro, con emoción).

HOMBRE 3.-
-¡Gracias!

ANDRÉS.-
Adiós. Volveremos a vernos. Adiós, amigo.

HOMBRE 3.-
Adiós, amigo.
(Sale Andrés y 3 entra en su casa y cierra la puerta).
(1 y 2 salen de sus respectivas casas).

HOMBRE 1.-
-¿Has visto?

HOMBRE 2.-
Lo he visto y oído todo desde la ventana.

(3 sale desde su casa. Trae un pequeño saco, en el que suponemos que va la piedra
de oro).

HOMBRE 1.-
Buenos días, vecino. Si algo necesitas, ya sabes dónde estamos.

HOMBRE 2.-
Nuestra casa, es tu casa.

HOMBRE 3.-
Adiós, vecinos.

(Sale).

HOMBRE 1.-
-¿Te has dado cuenta?, ni nos ha saludado.

HOMBRE 2.-
Ahora se creerá superior a nosotros.

HOMBRE 1.-
Quién alto sube, desde arriba cae.

HOMBRE 2.-
Bien dicho, vecino.

HOMBRE 1.-
Mejor escuchado, vecino.

(Cada cual entra en su casa y cierra su puerta).

FIN

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