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Durante años, sobre todo cuando era una adolescente con miedo de mi propia
sombra, fui conocida como la “chica feliz” porque, al parecer, sonreía con
mucha frecuencia. Lo sé, lo primero que puedes pensar es que iba colocada de
una yerbita que me mantenía una sonrisa tonta en la cara. Pero no, eso solo
ocurría algunos fines de semana. La mayoría del tiempo yo sonreía porque:
2) durante un tiempo creí que necesitaba ser una animadora personal si quería
ser aceptada por mis coetáneos tan llenos de miedos como yo.
¡Y aquí está lo importante! ¿Por qué quería ser una animadora personal?
(aparte de porque no tenía otra forma más adaptativa de relacionarme con la
gente, claro) Quien lea el artículo hasta el final podrá descubrir este gran
misterio.
¿Qué sensación es la mejor del mundo que quieres que dure para siempre?
Las respuestas serán diversas, pero estoy segura de que en ellas habrá mucho
de lo que te hace feliz. A mí, por ejemplo, me hace muy feliz postergar todas
mis obligaciones y no hacer nada, pero luego me siento culpable. Querría
pasarme el día bailando y moviendo el culo, que es algo que disfruto
muchísimo, pero no soy rica y no puedo hacerlo. También me hace feliz
trabajar como psicóloga, ayudar a los demás, pero hay una linda crisis
económica que no permite a mucha gente acudir a terapia. Así que, ¿cómo
leches voy a ser feliz yo? ¿Y tú? Seguro que también encuentras
impedimentos.
EL PROBLEMA
(lo pongo así en grande que queda como más dramático)
Pero por terminar con algo bueno, para seguir la técnica del sándwich cuando
uno da una mala noticia, ¡ey! ¡si has llegado hasta aquí es que estás interesado
en tu felicidad! Y sentir interés por algo es el primer paso para conseguirlo.
Seguro que la universidad de Harvard ha hecho algún estudio al respecto.
La trampa de la libertad
Quizás seas una de esas personas zen que tiene muy claro que el dinero no da
la felicidad. Me alegro por ti, la verdad. Pero al resto de los mortales no nos
importaría tener más dinero. Yo personalmente estoy segura de que la
sabiduría popular es cierta: el dinero no da la felicidad, pero ayuda.
Me voy a poner un poco seria para hablarte de este tema. Tendemos a creer
que existe una forma perfecta de hacer las cosas, una forma perfecta de ser.
Creemos que si conseguimos ser más guapos, más listos, más competentes,
más talentosos, más creativos, más divertidos… llegaremos, por fin, a ser
felices. Internet hoy en día, con Instagram mostrándonos cuerpos atractivos,
casas bonitas y trabajos con condiciones inmejorables, nos bombardea
continuamente con el discurso de que existe una vida ideal, un estado de
perfección que podemos alcanzar. Y, es más, estando en la era en la que
puedes aprender cualquier cosa viendo un tutorial, está claro que si no tienes
ya todo eso que quieres, tan fantástico y fabuloso, es sólo por tu culpa. No te
estarás esforzando suficiente, te dirá una vocecita. Y otra contestará: y es
evidente que si te esfuerzas puedes conseguir todo eso, mira otra vez esa
publicación.
Las personas más perfeccionistas que conozco son, también, las que sufren
más ansiedad. De hecho, la obsesión con este estado idílico de perfección, ya
sea en un trabajo, en tu estado de ánimo o en tus relaciones, es uno de los
grandes motivos que lleva a la gente a la consulta de un psicólogo. Hay
interesantes investigaciones que muestran que las personas más
perfeccionistas son las más inseguras, así que obtener por instantes o días
algo perfecto, las aleja de esa inseguridad aterradora. Pero dime, porque todos
lo hemos sufrido, ¿alguna vez conseguir hacer algo perfecto te ha hecho feliz
para el resto de tu vida? El hecho es que buscar la perfección es adictivo,
nunca tendrás suficiente, te llenará de juicios y críticas, y ni con todo el paquete
del cuerpo perfecto, la casa perfecta y el trabajo perfecto a lo american way of
life de los 50 conseguirás ser feliz.
Ya sabes lo que dicen: lo primero para superar un problema es aceptarlo:
“Hola, soy Mª Ángeles y me he creído la idea de la felicidad durante gran parte
de mi vida”. Venga, todos conmigo, no seáis tímidos.
Ahora que sabes que la felicidad está llena de mitos y, es más, si la intentas
definir, se convierte en un mito en sí misma (un poco como los unicornios, pero
sin ser tan cuqui), en los siguientes artículos te voy a proponer algunas ideas
para superar la bajona que acabo de crearte. Lo sé, estarás pensando en que
si uno de mis objetivos era disminuir el sufrimiento en la gente, por ahora
parece que quizás es mejor que me dedique a otra cosa. Sigue leyéndome
aunque sea para ver cómo salgo de esta.
No puedo contarte ahora los secretos que te harán tener una vida plena (que
no feliz, que ya sabemos que es un mito) porque esto se alargaría demasiado.
Sólo déjame mencionarte algunas claves para lo que he llamado “vivir
sencillamente bien”, que es mucho más de lo que va a conseguir la gente que
no me leerá:
Habría quedado de miedo ¿no crees? El problema es que yo, de verdad, quiero
que disfrutes de tu vida y sea lo más plena posible, así que no te voy a mentir:
la vida siempre va a ser un poco dura y el placer eterno es imposible. Y aunque
no podamos ser felices tal y como nos han vendido, no importa, podemos
cambiar nuestras definiciones de la felicidad o, simplemente, tener una vida
que te valga más la pena. Que tampoco está mal, oye.