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Deja de buscar la felicidad: es un mito

(y desgasta la energía que podrías emplear en vivir


simplemente bien)

Durante años, sobre todo cuando era una adolescente con miedo de mi propia
sombra, fui conocida como la “chica feliz” porque, al parecer, sonreía con
mucha frecuencia. Lo sé, lo primero que puedes pensar es que iba colocada de
una yerbita que me mantenía una sonrisa tonta en la cara. Pero no, eso solo
ocurría algunos fines de semana. La mayoría del tiempo yo sonreía porque:

1) soy risueña por naturaleza

2) durante un tiempo creí que necesitaba ser una animadora personal si quería
ser aceptada por mis coetáneos tan llenos de miedos como yo.

¡Y aquí está lo importante! ¿Por qué quería ser una animadora personal?
(aparte de porque no tenía otra forma más adaptativa de relacionarme con la
gente, claro) Quien lea el artículo hasta el final podrá descubrir este gran
misterio.

Te voy a hacer unas preguntas:

¿Qué te motiva en el día a día?

¿A qué te gustaría dedicar tu tiempo?

¿Cómo disfrutas realmente?

¿Qué sensación es la mejor del mundo que quieres que dure para siempre?

Las respuestas serán diversas, pero estoy segura de que en ellas habrá mucho
de lo que te hace feliz. A mí, por ejemplo, me hace muy feliz postergar todas
mis obligaciones y no hacer nada, pero luego me siento culpable. Querría
pasarme el día bailando y moviendo el culo, que es algo que disfruto
muchísimo, pero no soy rica y no puedo hacerlo. También me hace feliz
trabajar como psicóloga, ayudar a los demás, pero hay una linda crisis
económica que no permite a mucha gente acudir a terapia. Así que, ¿cómo
leches voy a ser feliz yo? ¿Y tú? Seguro que también encuentras
impedimentos.

¿Qué nos hace felices (o al menos, creemos que lo hará)?

 Lo que nos da emociones positivas rápidamente, vamos,


placer: los hobbies, el chocolate, las vacaciones, el sexo…
 El dinero para comprar cosas que nos gustan
 Llegar a nuestro ideal, a esa perfección de anuncio de
televisión: ser el mejor en lo que nos importa, trabajando y
esforzándote mucho, ya sea llegando a un puesto de trabajo
genial o cumpliendo tus metas como escalador
 La gente que nos rodea: nuestros amigos, pareja (e incluso
hijos, si te has atrevido) y familiares

Y aquí viene el problema.

EL PROBLEMA
(lo pongo así en grande que queda como más dramático)

El problema es que la felicidad momentánea es un timo, se va rápido. Y llenarte


el día de placeres mundanos y sencillos como estar tirado en la cama
postergando tus obligaciones viendo otra vez Friends no te hará más feliz
(créeme, lo he intentado muchas veces). De hecho, terminamos saciándonos
de esos placeres y aburridos si los tenemos en exceso. ¿Y la otra felicidad?
¿La que conseguirás después de haber obtenido tus logros tras muchísimo
esfuerzo? TAMBIÉN se irá rápido.

Nos terminamos habituando a la vida que tenemos, así que después de


obtener ese ansiado puesto de trabajo, de ser padre de familia o de conseguir
un coche eléctrico o el cuerpo que buscabas, te habituarás, pasará a ser parte
de la normalidad, y la ansiedad felicidad que creías que te despertaría cada
día, se irá al carajo.

Y te cuento una investigación sobre la felicidad de Martin Selligman que pone


de manifiesto este fenómeno: descubrió que, al cabo de unos meses, las
personas que habían ganado grandes cantidades de lotería volvían a su estado
habitual de felicidad. Una putada, lo sé.

La parte buena es que tengo una solución para ti.

La parte mala es que no es tan espectacular como nos gustaría.

Pero por terminar con algo bueno, para seguir la técnica del sándwich cuando
uno da una mala noticia, ¡ey! ¡si has llegado hasta aquí es que estás interesado
en tu felicidad! Y sentir interés por algo es el primer paso para conseguirlo.
Seguro que la universidad de Harvard ha hecho algún estudio al respecto.

TRES MITOS SOBRE LA FELICIDAD

Lo primero que vamos a hacer es revisar algunos de los mitos sobre la


felicidad. Aunque hay unos 800 mitos que podíamos rebatir, los he reducido a
tres para no aburrir a los amables lectores que estén dedicándome su tiempo.

 La trampa de la libertad

Si hubiera nacido en ese otro lugar… si hubiera tenido la oportunidad de… si


me hubieran dado a elegir. Olvídate. Tener algunas opciones sienta bien. Pero
tener demasiadas opciones no te hará más feliz. Y esto lo llevan comprobando
los psicólogos durante años. Si te dan a escoger entre dos tartas, una de
zanahoria y otra de chocolate, digamos, cuando elijas una, puede que te
preguntes cómo sabría la otra, pero en general estarás satisfecho con tu
decisión. Ahora bien, ¿qué ocurrirá si tienes 10 tartas diferentes para elegir y
sólo puedes escoger una? Piensa que eres un amante de las tartas, son tu
verdadera pasión en la vida, así que sólo elegir una, por muy estupenda que
sea, es un fastidio. Y cuando por fin la pruebes, e incluso te sepa a gloria, te
preguntarás si tu decisión ha sido la más acertada, ¿y si la de caramelo o la de
manzana estaban más ricas? ¡Tenías 10 para elegir y tú te decantas por la de
queso, que has probado mil veces! ¡Vamos hombre! Elegir siempre implica
perder las otras opciones que no hemos elegido. Así que, cuantas más
opciones, ¡más pérdidas con las que lidiar! Puedes ver la divertida charla de
Barry Schwartz en TED de hace algunos años si quieres profundizar el tema

 La trampa del dinero

Quizás seas una de esas personas zen que tiene muy claro que el dinero no da
la felicidad. Me alegro por ti, la verdad. Pero al resto de los mortales no nos
importaría tener más dinero. Yo personalmente estoy segura de que la
sabiduría popular es cierta: el dinero no da la felicidad, pero ayuda.

Y esto es verdad, pero hasta cierto punto. El dinero aumenta la felicidad


cuando tus necesidades básicas no están cubiertas. Cuando tus necesidades
básicas están cubiertas más dinero no da más felicidad: es lo que se conoce
como la paradoja Easterling. Una vez tus necesidades estén cubiertas, la
felicidad en función del dinero te la dará la comparación que hagas con el resto
de gente de tu comunidad o con la aspiración que tienes en tu mente de llegar
a ser muy rico. Es decir, el dinero que tengas influirá en tu felicidad en la
medida en la que salgas bien o mal parado según con quien te compares. La
paradoja es esa: más dinero no aumentará tu bienestar si siempre encuentras
alguien con más estatus económico con el que medirte.

No te quiero desilusionar si quieres ganar mucha pasta y acabas de descubrir


que ser millonario no te hará más feliz. Pero como por estadística quizás
tengamos que asumir que todos no vamos a ser ricos, piensa que es una
suerte poder tener una buena calidad de vida con un sueldo digno.
 La trampa de la perfección

Me voy a poner un poco seria para hablarte de este tema. Tendemos a creer
que existe una forma perfecta de hacer las cosas, una forma perfecta de ser.
Creemos que si conseguimos ser más guapos, más listos, más competentes,
más talentosos, más creativos, más divertidos… llegaremos, por fin, a ser
felices. Internet hoy en día, con Instagram mostrándonos cuerpos atractivos,
casas bonitas y trabajos con condiciones inmejorables, nos bombardea
continuamente con el discurso de que existe una vida ideal, un estado de
perfección que podemos alcanzar. Y, es más, estando en la era en la que
puedes aprender cualquier cosa viendo un tutorial, está claro que si no tienes
ya todo eso que quieres, tan fantástico y fabuloso, es sólo por tu culpa. No te
estarás esforzando suficiente, te dirá una vocecita. Y otra contestará: y es
evidente que si te esfuerzas puedes conseguir todo eso, mira otra vez esa
publicación.

Lo perverso del asunto es que:

1) todo no se consigue con esfuerzo.


2) La perfección no existe, así que cuando intentamos alcanzarla no la
conseguimos, pero a cambio obtenemos un estado de insatisfacción
crónico.

Las personas más perfeccionistas que conozco son, también, las que sufren
más ansiedad. De hecho, la obsesión con este estado idílico de perfección, ya
sea en un trabajo, en tu estado de ánimo o en tus relaciones, es uno de los
grandes motivos que lleva a la gente a la consulta de un psicólogo. Hay
interesantes investigaciones que muestran que las personas más
perfeccionistas son las más inseguras, así que obtener por instantes o días
algo perfecto, las aleja de esa inseguridad aterradora. Pero dime, porque todos
lo hemos sufrido, ¿alguna vez conseguir hacer algo perfecto te ha hecho feliz
para el resto de tu vida? El hecho es que buscar la perfección es adictivo,
nunca tendrás suficiente, te llenará de juicios y críticas, y ni con todo el paquete
del cuerpo perfecto, la casa perfecta y el trabajo perfecto a lo american way of
life de los 50 conseguirás ser feliz.
Ya sabes lo que dicen: lo primero para superar un problema es aceptarlo:
“Hola, soy Mª Ángeles y me he creído la idea de la felicidad durante gran parte
de mi vida”. Venga, todos conmigo, no seáis tímidos.

Ahora que sabes que la felicidad está llena de mitos y, es más, si la intentas
definir, se convierte en un mito en sí misma (un poco como los unicornios, pero
sin ser tan cuqui), en los siguientes artículos te voy a proponer algunas ideas
para superar la bajona que acabo de crearte. Lo sé, estarás pensando en que
si uno de mis objetivos era disminuir el sufrimiento en la gente, por ahora
parece que quizás es mejor que me dedique a otra cosa. Sigue leyéndome
aunque sea para ver cómo salgo de esta.

No puedo contarte ahora los secretos que te harán tener una vida plena (que
no feliz, que ya sabemos que es un mito) porque esto se alargaría demasiado.
Sólo déjame mencionarte algunas claves para lo que he llamado “vivir
sencillamente bien”, que es mucho más de lo que va a conseguir la gente que
no me leerá:

 Sé agradecido. Hay muchos estudios para que te recomiende esto, ¡y


es fácil hacerlo!
 Muéstrate vulnerable y perdido, es mucho más sexy de lo que crees.
 Dedica tiempo a cortejarte y sácate a bailar, la relación que tienes
contigo importa MUCHO
 Socializa: nuestro cerebro nos premia continuamente cuando nos
relacionamos. Somos seres sociales, es el verdadero motivo del por qué
seguimos sobreviviendo como especie. Y si has conseguido leer todo el
artículo… ¡exacto! Mi yo adolescente ya intuía que esta era uno de los
secretos de una buena vida y por eso buscaba ser aceptada
desesperadamente
 Mindfulness o Atención plena. Casi seguro que ya has escuchado
este concepto y, quizás, hasta le tengas tirria porque, no te lo voy a
negar, está en todas partes y ya resulta cansino. Ahora estoy leyendo un
libro muy divertido de Caitlin Moran. Esto es lo que dice cuando, con 13
años, empieza a masturbarse:
Algunas tardes me encierro con llave en el dormitorio, y me paso horas y
horas y horas masturbándome hasta que las yemas de los dedos están
tan arrugadas como si hubiera estado en la bañera. Este nuevo hobby
es sorprendente. No cuesta nada, no tengo que salir de casa y no
engorda. Me pregunto si todo el mundo lo conoce. ¡Quizá hubiera una
revolución de ser así!
Con el mindfulness las yemas de tus dedos permanecerán intactas. Por
lo demás, creo que es una comparación muy acertada. Aunque veo que
muchas caras se iluminan con un enorme STOP de neón cuando hablo
de la atención plena, por ahora sólo quiero decirte que la primera causa
de sufrimiento en el mundo y de trastornos psicológicos es intentar evitar
o huir de lo que sentimos. El mindfulness te permitirá dejar de hacerlo
(tanto) y cambiar un sufrimiento terrible por un dolor llevadero.
 No te tomes tan en serio. El sentido del humor va a salvarte más de
una vez.

Me encantaría terminar este artículo con un:

“Deja de intentar ser feliz ¡y empieza a serlo!”

Habría quedado de miedo ¿no crees? El problema es que yo, de verdad, quiero
que disfrutes de tu vida y sea lo más plena posible, así que no te voy a mentir:
la vida siempre va a ser un poco dura y el placer eterno es imposible. Y aunque
no podamos ser felices tal y como nos han vendido, no importa, podemos
cambiar nuestras definiciones de la felicidad o, simplemente, tener una vida
que te valga más la pena. Que tampoco está mal, oye.

Y si continúas leyéndome, en los próximos artículos desgranaré todas esas


claves que acabo de mencionar. Información de calidad basada en la ciencia
que te contaré junto a algunas (o varias) anécdotas ridículas, ¿qué más se
puede pedir? :)

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