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ESTUDIOS DE HISTORIA ANTIGUA

EN HOMENAJE AL
PROF. MANUEL ABILIO RABANAL

ISBN: 978-84-472-1399-3
ESTUDIOS DE HISTORIA ANTIGUA
EN HOMENAJE AL
PROF. MANUEL ABILIO RABANAL
ESTUDIOS DE HISTORIA ANTIGUA
EN HOMENAJE AL
PROF. MANUEL ABILIO RABANAL

Gloriam patriae suae legionensis auxit et


amicitiam omnibus rebus humanis anteposuit

Juan Manuel Abascal Palazón


Antonio Caballos Rufino
Santiago Castellanos García
Juan Santos Yanguas
(editores)

2012
Estudios de historia antigua en homenaje al prof. Manuel Abilio Rabanal / Juan
Manuel Abascal Palazón … [et al.] (editores). – León : Universidad de León, Área de
Publicaciones ; Sevilla : Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 2012
398 p. : il., fot., gráf., mapas ; 24 cm. – (Historia y Geografía / Universidad de Se-
villa ; n. 221)
ISBN 987- 84-9773-607-7 (Universidad de León), 978-84-472-1399-3 (Universi-
dad de Sevilla)
1. Rabanal Alonso, Manuel Abilio (1941-)-Discursos, ensayos, conferencias. 2. His-
toria antigua-Discursos, ensayos, conferencias. I. Abascal Palazón, Juan Manuel [et al.].
II. Rabanal Alonso, Manuel Abilio (1941-). III. Universidad de León. Área de Publica-
ciones. IV. Universidad de Sevilla. Secretariado de Publicaciones.
929 Rabanal Alonso, Manuel Abilio (082)
94(3)(082)

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Santiago Castellanos García y Juan Santos Yanguas (editores) 2012
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ISBN de la Universidad de León: 978-84-9773-607-7
ISBN de la Universidad de Sevilla: 978-84-472-1399-3
Depósito Legal:
Impresión: Universidad de León. Servicio de Reprografía
ÍNDICE

Presentación por
Juan Manuel Abascal Palazón, Antonio Caballos
Rufino, Santiago Castellanos García y
Juan Santos Yanguas ............................................................................ 11
Publicaciones del Profesor Manuel Abilio Rabanal Alonso ............ 15

ESTUDIOS DE HISTORIA ANTIGUA

Federico Lara Peinado: El vaso ritual de Gudea: Ningišzida


evidente, Inanna encubierta......................................................................... 27
José María Blázquez Martínez: Arabia y los árabes en Estrabón y
en Diodoro Sículo ......................................................................................... 45
Gerardo Pereira Menaut: La ciudad romana perfecta no debe ser
hermosa, sino sexy ......................................................................................... 81
Joaquín Muñiz Coello: La casa y el sagum. Símbolo y coerción en la
sociedad romana ............................................................................................ 89
Manuel Salinas de Frías: La Provincia Ulterior entre Décimo
Bruto y Augusto ............................................................................................. 105
Milagros Cavada Nieto: Gallaecia en las Guerras Cántabras ............. 123
Juan Santos Yanguas: Segovia, ¿municipio flavio o ciudad con
estatuto privilegiado en época de Tiberio? Notas de lectura ................ 143
Juan Manuel Abascal Palazón: Inscripciones romanas de Aragón
y Cataluña en manuscritos de la Real Academia de la Historia ........... 149
Estíbaliz Ortiz de Urbina Álava: Cultores de divinidades
indígenas en el Conventus Asturum: onomástica personal y
condición cívica ............................................................................................. 185
Mª Dolores Dopico Caínzos: Publice privatimque hospitia (Liv.
1.45.2) La hospitalidad en el libro I de Livio ........................................... 219
Sonia María García Martínez: La epigrafía romana en la provincia
de León: una aproximación a un compendio bibliográfico.................... 235
Lorenzo Abad Casal: Pedro Ibarra Ruiz y el descubrimiento de las
termas occidentales de la Alcudia de Elche .............................................. 249
Luis A. García Moreno: Un imperdonable acto del Padre Flórez
contra las antigüedades cristianas de España ........................................... 275
José María Solana Sainz: Construcción y reparación de vías
y puentes en Hispania romana: el término restituit recogido
en los miliarios................................................................................................ 287
Narciso Santos Yanguas: Vía romana y minería aurífera en el valle
del río del Oro y del Valledor (Allande, Asturias) .................................. 333
David Natal Villazala: Gloriosa Propago. La propaganda
teodosiana en Orosio .................................................................................... 361
Santiago Castellanos García: Hidacio y el final de la dinastía
teodosiana ....................................................................................................... 373
Pablo C. Díaz Martínez: Percepción del espacio y la naturaleza en
Valerio del Bierzo ........................................................................................... 383
PERCEPCIÓN DEL ESPACIO Y
LA NATURALEZA EN VALERIO DEL BIERZO*

Pablo C. Díaz Martínez


Universidad de Salamanca

Simplificar la figura de Valerio del Bierzo (ca. 630-después de 695)1 a la condición


de un «asceta enajenado»2, supone una limitación empobrecedora, pero es in-
dudable que nuestro autor es una figura atípica3, un asceta radical que hizo de su

* Este trabajo ha sido realizado dentro del Proyecto de Investigación SA022A08 (“Valerio
del Bierzo: Sociedad y Territorio en el noroeste de Castilla y León en la Antigüedad tardía”),
financiado por la Dirección General de Universidades e Investigación de la Junta de Casti-
lla y León.
1
F.J. Udaondo Puerto, “Apuntes para una cronología de Valerio del Bierzo”, Helmantica 56,
2005, p. 157.
2
C. Wickham, Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo,
400-800, Barcelona 2009 (original inglés, 2005), p. 330
3
C.M. Aherne, Valerio of Bierzo. An ascetic of the late Visigothic period, Washington 1949.
J. Fernández Alonso, “Sobre la autobiografía de san Valerio y su ascetismo”, Hispania Sacra
2, 1949, pp. 259-284. A. Quintana Prieto, “El eremitismo en la diócesis de Astorga”, en: Es-
paña Eremítica. Actas de la IV Semana de Estudios Monásticos (Leire 1963), Pamplona 1970,
pp. 377-455. I. Corullón, “El eremitismo en las épocas visigoda y altomedieval a través de las
fuentes leonesas. I”, Tierras de León 64, 1986, pp. 47-62. R. Frighetto, Valerio del Bierzo. Au-
tobiografía, Noia 2006. J.A. Testón Turiel, El monacato en la diócesis de Astorga en los perio-
dos antiguo y medieval: la Tebaida berciana, León 2008, pp. 189-255. 383
Pablo C. Díaz Martínez

propia vida modelo ejemplificador, para lo que dejó un texto autobiográfico que
representa uno de los mejores documentos del género hagiográfico en la Hispa-
nia tardoantigua4. La veracidad de los datos aportados por Valerio es objeto de
controversia, especialmente aquellos que aluden a la ubicación interesada de sus
propias peripecias; sin embargo, resulta sin duda útil a la hora de reconstruir una
atmósfera religiosa y social, a la vez que no parece necesario poner en duda que
el escenario limitado en el cual desarrolla su actividad está poblado de lugares
reales, aunque en muchos casos de localización absolutamente imprecisa.
Imprecisión que resulta evidente en la misma presentación de su origen: Astu-
riensis prouincie indigena5. La referencia probablemente aluda de manera gené-
rica con lo que había sido la demarcación del antiguo conuentus Asturum, que
había tenido su centro administrativo en Asturica Augusta, la actual Astorga,
que en época de Valerio aún es el principal centro de referencia en la parte orien-
tal de la provincia visigoda de Gallaecia. Referencia reforzada en el imaginario
de Valerio por ser residencia del obispo al cual, al menos teóricamente, Valerio
se debe someter, y con el cual mantiene nuestro autor unas relaciones no siem-
pre cordiales6.
Ese entorno asturicense es el microcosmos en el cual Valerio desarrolla toda su
actividad y su conocimiento y referencias ajenas al mismo son muy escasos. En
una ocasión hace alusión a León, pero para dar cuenta que fue allí a donde un
monje de nombre Bonello, protagonista de uno de sus opúsculos, se habría di-
rigido para vivir como un recluso en una iglesia martirial7. Mientras que Toledo
es un referente lejano, mencionado por Valerio cuando recuerda que en una oca-
sión el obispo de la sede asturicense quiso apartarlo de su retiro para llevarlo
como acompañante a un concilio celebrado en la sede regia8. Es más, es probable
que Valerio no ejerciese su profesión muy lejos de donde había nacido y donde
su familia desarrollaba su actividad y tenía sus propiedades.

4
Ver J.C. Martín, “La biografía dentro de la autobiografía: el caso de Valerio del Bierzo (siglo
VII)”, en: V. Valcárcel Martínez (ed.), Las biografías griega y latina como género literario.
De la Antigüedad al Renacimiento. Algunas calas, Vitoria-Gasteiz 2009, pp. 319-342, quien
analiza las peculiaridades de la autobiografía de Valerio y su proceso constructivo, al tiempo
que recoge exhaustivamente bibliografía sobre el particular.
5
Val. Berg., Ordo 1. Todas las referencias de la obra de Valerio, con sus numeraciones y tra-
ducciones, proceden de M.C. Díaz y Díaz, Valerio del Bierzo. Su persona. Su obra, León 2006.
6
P.C. Díaz, L. Fernández Ortíz de Guinea, “Valerio del Bierzo y la autoridad eclesiástica”,
Helmantica 48, 1997, pp. 19-35.
7
Val. Berg., De Bon. mon. 6.
384 8
Val. Berg., Ordo 21.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

Aunque la declaración de Valerio de que siendo joven (adulescentulus), «encen-


dido por la llama de mi deseo de hacer vida monástica, salí impaciente de la tierra
en la que había nacido para dirigirme a este refugio de paz»9, puede ser inter-
pretada como la marcha a un lugar lejano, inmediatamente relata que se detuvo
«algún tiempo en una iglesia de mucha importancia que contaba con una co-
munidad numerosa de monjes», donde algunos han interpretado que estaría
haciendo alusión a su primera profesión en Compludo y que éste monasterio es-
taría próximo a su casa10. De darse esta vecindad y contando con que la ubica-
ción del monasterio de Compludo en el valle berciano actual del mismo nombre
parece fuera de discusión11, Valerio no se habría alejado nunca más allá de una
jornada de su lugar de nacimiento. De hecho, en una ocasión, cuando ya vive re-
tirado en lo alto de una montaña, decide hacer un acto de caridad a costa de los
excedentes de una finca familiar, y manda acercarse a un muchacho para que diga
al encargado (ministrandi) que ejecute su voluntad12. El texto, además de dar a
entender que Valerio aún no ha renunciado a sus propiedades mundanas, lo que
parece hacer a continuación13, deja claro que hay una inmediatez física entre el
lugar de su retiro y esa finca.
No tenemos una idea clara de cuáles eran las concepciones de la distancia en
Valerio, ni tampoco de su percepción de la continuidad o discontinuidad de
los espacios14, especialmente cuando él ha decidido apartarse del mundo a unos

9
Val. Berg., Ad beat. Donad. 2. M.C. Díaz y Díaz, Valerio del Bierzo, p. 201, n. 37, cree que
tendría entre 20 y 25 años.
10
R. Frighetto, Valerio del Bierzo, p. 11. Recientemente J.C. Martín, “¿Valerio en Com-
pludo? Examen crítico de los Opúsculos autobiográficos (CPL 1282-1284) y las Visiones del
más allá (CPL 1277-1279) de Valerio del Bierzo”, Veleia 23, 2006, pp. 327-338, basándose
en un estudio léxico, ha argumentado de forma exhaustiva contra la posibilidad de que Va-
lerio llegase nunca a ingresar en Compludo, considerando que su mención es solamente un
motivo literario para vincular su biografía a la de Fructuoso.
11
Véase J. López Quiroga, A.M. Martínez Tejera, “Un monasterium fructuosiano por descu-
brir: el de Compludo, en El Bierzo (prov. de León)”, Argutorio 18/43, 2007, pp. 1-5.
12
Val. Berg., Replic. 4.
13
Val. Berg., Replic. 5: «Pocos días después, […] lleno de temores, aparté totalmente de mí
no sólo las caducas provisiones de este mundo, sino incluso a mi propio administrador».
14
La percepción del espacio viene marcada en cada sociedad por una serie de criterios subjeti-
vos que implican la diferente posición del individuo respecto a las coordenadas espacio-tem-
porales y a la concepción de ese espacio como una creación subordinada; de ahí que resulte
tan difícil siquiera trasladar o traducir los mismos valores léxicos de muchos términos de
valor geográfico o espacial. Véase A. Guerreau, “Structure et évolution des représentations
de l’espace dans le Haut Moyen Age”, en: Uomo e spazio nell’Alto Medioevo, Spoleto 2003, pp.
91-115 (=Settimane di Studio del Centro Italiano di Studio sull’Alto Medioevo L). 385
Pablo C. Díaz Martínez

valles de difícil acceso y complicada morfología. Incluso, atendiendo a que Va-


lerio procediese de una familia aristocrática, como parece percibirse de su pro-
pia educación primera15, y del hecho de que un sobrino que se acerca a vivir
con él en sus últimos años lo haga tras abandonar el servicio del rey16, la pre-
sencia de una finca en las proximidades no implica que el domicilio familiar es-
tuviese en las inmediaciones. Pero la geografía valeriana es, en todo caso, muy
limitada17. Compludo, independientemente de que llegase a habitar allí o no,
se ubica en un valle paralelo al que acoge el complejo rufianense donde pa-
sará los últimos años de su vida, en el lugar que hoy ocupa la aldea de Montes
de Valdueza. La montaña a la que se retira en soledad, en la vecindad del ora-
torio de San Félix, se ha ubicado en las proximidades, en alguna de las cimas
de los montes Aquilianos18, y el no identificado predio de Ebronanto se aso-
cia en el texto con el Petrense Castro, se trate del Castro Pedroso en Oencia,
o de Pedredo de Somoza19, en la Maragatería, como identificaciones extremas
cuya única evidencia es la mera pervivencia fonética, ambos emplazamientos
se alcanzan en una jornada a pie desde los lugares antes mencionados. Y pues-
tos a limitar esa geografía conocida por Valerio, es probable incluso que nunca
se desplazase a Astorga, habría tenido ocasión de hacer alusión a ello, ni tan

15
Val. Berg., Ordo 1: «...mundialibus incelebris occupatus lucrisque terrenis iniens, uanis
disciplinis intentus…».
16
Val. Berg., Replic. 24.
17
Valerio ha dado ya claramente el salto a una percepción absolutamente particular y limi-
tada del espacio geográfico. Véase J. Fontaine, “De l’universalisme antique aux particularis-
mes médiévaux: la conscience du temps et de l’espace dans l’Antiquité Tardive”, en: Popoli e
paesi nella cultura altomedievale, Spoleto 1983, pp. 15-45 (=Settimane di Studio del Centro
Italiano di Studio sull’Alto Medioevo XXIX).
18
La cima de una montaña servía de alternativa al desierto. Los lugares elegidos como susti-
tutos variaron en función de las disponibilidades de cada lugar. Podían estar en la profundi-
dad del bosque, en una isla desierta batida por las aguas o en el mar abierto; lo que importaba
era que fuesen lugares hostiles y habitados por demonios. Véase T. Gregory, “Lo spazio come
geografia del sacro nell’Occidente altomedievale”, en: Uomo e spazio, p. 47. La retirada a lu-
gares muy altos o peñascos está referida en la biografía de Fructuoso (Vita Fruct. 4 y 8) y tam-
bién en la de san Emiliano (Braul., Vita s. Aemil. 4). Su ubicación en la pequeña localidad de
Villar de los Barrios, en las proximidades de Ponferrada, aún defendida recientemente por
R. Frighettto, Valerio del Bierzo, p. 80, n. 246, no cuenta con un respaldo unánime, más allá
de la existencia de una torre de San Félix documentada desde época medieval.
19
Así lo quiere A. Quintana Prieto, Santoral de la Diócesis de Astorga, Astorga 1966, p. 70.
Los distintos lugares barajados y los argumentos aportados en cada caso se pueden ver en F.J.
Udaondo Puerto, “Las entidades geográficas en las obras de Valerio del Bierzo”, Helmantica
386 48, 1997, pp. 226-230.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

siquiera a Bergidum Flavium, el centro administrativo más inmediato y que


también menciona en sus textos20.
Vemos, pues, que su universo geográfico es un universo limitado a los lugares de
sus vivencias más inmediatas que podrían resumirse «In finibus enim Bergiden-
sis territorii»21. Entorno que el autor describe ocasionalmente hasta el punto de
poder hacernos una idea de cuál es su orografía. Sin embargo, los extremos des-
criptivos de su relato pueden hacernos pensar que Valerio mezcla de una manera
a ratos simbólica, a ratos anímica, elementos de la realidad con descripciones
idealizadas y puestas al servicio de su narración. Para empezar, él tiene una con-
cepción tópica del orbe que recoge en un relato de enorme interés.
En la que podría haber sido su primera experiencia monástica, quizás en el mo-
nasterio de Compludo, Valerio ha conocido a un monje de nombre Máximo,
quien tras un periodo de enfermedad ha caído en un estado que califica de
muerte. Cuando tras muchas horas su alma volvió al cuerpo, Máximo contó a
Valerio la experiencia que había tenido22. En su detallado relato hace una des-
cripción estereotipada del mundo dividido en tres partes, en tres espacios ubi-
cados verticalmente que a partir de Agustín están omnipresentes en la literatura
cristiana23. En lo alto, en el cielo, está el paraíso, descrito en términos absoluta-
mente poéticos:
…todo el paraje, deleitoso por la variedad de plantas, parecía como pintado con los
diversos toques de color de sus flores nunca marchitas, el encarnado brillante de las
rosas, la blancura deslumbrante de las azucenas, con los púrpuras y amarillos y sus
deslumbrantes y mezcladas tonalidades: todo relumbraba en restallante lumino-
sidad. Sorprendido, contemplaba a uno y otro lado maravillosos sotos y bosques,
de abundante espesura que se extendía por todas partes: un conjunto impresio-
nante por su verdor maravilloso que provocaba admiración. Con esplendores pri-
maverales brillaba la preciosidad inefable de toda la vegetación y destacaban las
grandes flores de vivos colores de las alheñas, mientras un perfume embriagador

20
Val. Berg., Replic. 8. El lugar es mencionado exclusivamente en este capítulo de su Replica-
tio sermonum. En ninguna de las dos menciones aparece la referencia Flavium que probable-
mente ya estaría en desuso.
21
Val. Berg., Ordo 19.
22
Véase C. Carozzi, “La géographie de l’au-delá et sa signification pendant le Haut Moyen
Âge”, en: Popoli e Paesi, pp. 446-448, quien cree que los relatos de Valerio parecen formal-
mente tomados de las Vitae Patrum, a lo que se sumaría alguna influencia irlandesa. También
P. Ciccarese, Visioni dell’Aldilà in Occidente. Fonti, modelli, testi, Firenze 1987, pp. 288-290.
23
Véase T. Gregory, “Lo spazio come geografia del sacro”, pp. 27-60, donde se recogen ex-
haustivamente las referencias literarias. 387
Pablo C. Díaz Martínez

embalsamaba el ambiente y un aroma ambrosíaco esparcía sus efluvios impregnan-


tes en un vaho de néctar24.
Llegados al extremo de aquel prodigioso paraje, el ángel que ha acompañado a
Máximo en este viaje le pregunta si en su tierra hay algo semejante, tierras de tal
amenidad, o aguas de aquella fragancia. Ante la tesitura de tener que comparar
aquellas maravillas con la tierra donde viven los humanos, el monje considera
que aquella «es execrable y asquerosa, y no hay en ella nada bueno sino tan sólo
escándalo y perdición»25.
Ese espacio celestial es mencionado en otro de los textos de Valerio, dando una
descripción bastante precisa de su ubicación. En este caso es otro monje, Balda-
rio, que de joven había estado al servicio del mismo Fructuoso, quien ha tenido
una revelación en condiciones muy similares a las de Máximo: encontrándose
enfermo, su alma abandona su cuerpo y es transportada por tres palomas a lo
más alto del cielo, hacia oriente26, más allá de las estrellas del cielo hasta una
alta montaña donde le dejaron ante Jesucristo quien, desde su trono de gloria,

24
Val. Berg., Ad beat. Donad. 4. Este prodigioso jardín está atravesado, como describe en el
capítulo siguiente, por «un provechoso río de prodigiosa belleza, en el que una agua de lim-
pia trasparencia relucía sobre arenas de plata». Esta descripción de un jardín siempre pri-
maveral se corresponde con la imagen del paraíso creada por los escritores cristianos a partir
del siglo II, donde se incorporan elementos tanto de la tradición judaica como de la pagana.
Esta imagen conocerá la incorporación paulatina de las variantes del paraíso como palacio
o como ciudad llena de luces, lugares acordes con los gustos residenciales de la aristocracia
tardoantigua; pero en el imaginario valeriano, próximo a la naturaleza y sus contradictorios
contextos, es esta imagen de exuberancia vegetal la que domina, aunque su descripción de la
Jerusalén celeste (Val. Berg., De vana saec. sap. 16) responde a esa idea del paraíso como una
ciudad. Mientras que en la visión del monje Bonello está clara la imagen del paraíso como
palacio (Val. Berg., De Bon. mon. 2). Véase J. Delumeau, Historia del Paraíso. 1. El jardín
de las delicias, Madrid 2005 (original francés, 1950), pp. 19-53; S. Bregni, “Paradisus locus
amoenus: Immagini del paradiso nei primi secoli dell’era cristiana”, Rivista di Storia e Lette-
ratura Religiosa 41, 2005, pp. 297-327; P. Whitfield, The mapping of the heavens, London
1995.
25
Val. Berg., Ad beat. Donad. 5: «…quia terra mea execrabilis et infanda est, nicil in se
bonum habens nisi scandalum et perditionem».
26
Ubicación procedente del Génesis y con una amplia tradición exegética, que relaciona ade-
más los términos derecha (Oriente y el Paraíso) e izquierda, como diferencias de lo positivo
y lo negativo. Véase H.R. Patch, El otro mundo en la literature medieval, México-Madrid-
Buenos Aires 1983 (original inglés, 1950), pp. 134-174, seguido del Apéndice “La visión de
trasmundo en las literaturas hispánicas”, pp. 371-449, esp. 371-373; T. Gregory, “Lo spa-
zio come geografia del sacro”, pp. 40-42; A. Scafi, Mapping paradise. A history of heaven on
388 earth, Chicago 2007.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

preside sobre una multitud de ancianos vestidos de blanco y una muchedumbre


incontable27.
Tras describir el sol que asciende desde oriente, en una visión que recuerda di-
rectamente la literatura apocalíptica28, el alma de Baldario es llevada de nuevo a
su cuerpo:
…comenzamos a bajar, y a ver con toda la atención de la mente el mundo entero,
con la variada forma de sus mares y ríos, ataviado con las murallas de las ciudades y
las iglesias y las escarpaduras de los montes y las diferentes construcciones, y todo
lleno de hombres y naciones diferentes. “Mientras fijaba largamente en este espec-
táculo mi mirada, descendiendo de súbito volví a mi cuerpo…”29.
El mundo real, el mundo habitado por los hombres es, en esta visión a vista de pá-
jaro, una orografía definida y delimitada por los grandes accidentes geográficos
y las naciones que los habitan. Ese esquema que sería el de las representaciones
cartográficas del periodo30, que Valerio probablemente conoce, se repite en la su-
cinta descripción que nuestro autor hace del viaje de Egeria a Tierra Santa:

27
Val. Berg., De cael. rev. 3-4. La búsqueda de verosimilitud lleva al autor a introducir una
nota curiosa sobre la ubicación de la residencia divina. Al comprobar que Baldario aún no
ha completado su tiempo, el Señor dice que lo devuelvan a su cuerpo pero, súbitamente, de-
tiene precavido a los seres que van a llevárselo: «Esperad un momento, porque el sol está su-
biendo, hasta que pase, no sea que los rayos del sol lo abrasen».
28
Val. Berg., De cael. rev. 5: «he aquí que ya subía el sol desde el oriente, por debajo de noso-
tros; corriendo a toda velocidad lanzaba sus rayos brillando con fulgor de fuego, y reluciendo
con inmenso esplendor, y la prieta redondez de su enorme disco era incomparable. Ante él,
precediéndolo, iba una ave roja de enormes dimensiones y cuya parte de atrás estaba enne-
grecida con un color oscuro. Mediante el frecuente y repetido batir de sus alas, templaba el
calor sofocante del sol con el aire que removía en fragor crepitante. Con alegre rapidez el sol
se acercó a nosotros y nos dejó atrás». El ave roja parece ser una clara alusión al ave Fénix,
aquí como guía del sol.
29
Val. Berg., De cael. rev. 6.
30
Véase A.-D. von den Brincken, “Weltbild der lateinischen Universalhistoriker und –Kar-
tographen”, en: Popoli e paesi, pp. 377-408 y apéndice cartográfico. P. Gautier Dalché, “De
la glose à la contemplation. Place et fonction de la carte dans les manuscrits du haut Moyen
Age”, en: Testo e imagine nell’alto medioevo, Spoleto 1994, pp, 693-771 (=Settimane di Stu-
dio del Centro Italiano di Studio sull’Alto Medioevo XLI), igualmente con apéndice carto-
gráfico. Una valoración amplia de la cartografía medieval en E. Edson, Mapping Time and
Space. How Medieval Mapmakers viwed their World, London 1999, pp. 1-51, esp. 38-50,
donde recoge las percepciones sobre el mundo y su representación de Isidoro en Sevilla. De
forma mucho más amplia H. Inglebert, Interpretatio christiana: les mutations des savoirs (cos-
mographie, géograpahie, ethnographie, histoire) dans l´Ántiquité chrétienne (30-630 après J.-
C.), Paris 2001. 389
Pablo C. Díaz Martínez

…mujer que los caminos del mundo entero no han detenido, que los mares tempes-
tuosos y los grandes ríos no han retardado, que las dificultades y las escarpaduras
temibles de las montañas no han hecho flaquear, que la crueldad temible de las
tribus de hombres impíos no han espantado31.
Donde habría que añadir las ciudades, representadas en sus murallas, y las igle-
sias que el cristianismo ha añadido a la topografía antigua.
En ese universo, mitad real, mitad escatológico, que Valerio está describiendo aún
hay un tercer nivel, el inframundo, que Máximo en su visión ha colocado preci-
samente en las profundidades de un abismo por debajo de la tierra habitada:
Luego me condujo al otro extremo en que se acaba la tierra, y me mostró un ho-
rrendo y terrible abismo: estaba cortada a pico la tierra hasta lo profundo del in-
fierno. Y me dijo: ‘Asómate y pon tu oído en este precipicio?. E inclinándome ha-
cia aquella profundidad horrorosa del infierno, nada podía ver porque una niebla
tenebrosa ascendía hacia arriba de modo que daba la impresión de que venía a ser
una especie de muro. Mirando, pues, hacia abajo prestaba atención y nada oía sino
alaridos, gemidos, lamentos y lloros y rechinar de dientes; y el hedor que subía era
intolerable y apestoso32.
La ubicación de Máximo coincide con la presentada por otro personaje vale-
riano, el mencionado monje Bonello, quien es transportado por una criatura
demoníaca a ese infierno concebido igualmente como precipicio33. En su ubi-
cación del infierno, Valerio presenta un elemento de originalidad que puede
ser reseñado. Frente a la representación esférica de la tierra heredada de las cos-
mografías griegas y de la descripción de Ptolomeo34, donde la tierra es una es-
fera que flota en el centro de otra esfera exterior, la celeste, que se encuentra
en constante movimiento giratorio35, nuestro autor parece imaginar una tie-
rra plana. Este esquema procedería de la descripción que el autor alejandrino
del siglo VI Cosmas Indicopleustes había realizado en su intento de conciliar la

31
Val. Berg., Ep. Beat. Egerie 9.
32
Val. Berg., Ad beat. Donad. 6. Es el olor de la bestia, el mismo que siente cuando reite-
radamente el demonio y sus criaturas se presentan en su celda para enviarle tentaciones y
apartarlo de su camino: «y de lo íntimo de sus entrañas soplaba sin cesar en mis narices un
aliento pútido e insoportable, de hedor intolerable y horrendo» (Val. Berg., Ordo 19)
33
Val. Berg., De Bon. mon. 3-4. En este caso se hace una pormenorizada descripción de ese
infierno con sus criaturas y suplicios.
34
Véase T. Gregory, “Lo spazio come geografia del sacro”, pp. 50-52 y 59.
35
Véase J. Berggren, A. Jones, Ptolemy’s Geography. An Annotated translation of the Theoreti-
390 cal Chapters, Princeton · Oxford 2000, pp. 5-17.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

ciencia griega y la doctrina cristiana36, quien había concebido la tierra habitada


rodeada de agua por todas partes, situando el paraíso al oriente de ese mar in-
franqueable, pero aparentemente al mismo nivel, y la tierra absolutamente sus-
pendida sobre la nada37. No sabemos si Valerio conocía los planteamientos de
Cosmas, pero su ubicación del infierno en un insondable abismo en el extremo
de este mundo suspendido podría corresponderse ambiguamente con la referen-
cia imprecisa del autor alejandrino a las tinieblas exteriores38, fuera por tanto de
los espacios creados por Dios, que eran exclusivamente el cielo y la tierra39. Qui-
zás por eso, el acceso al mismo ha sido desplazado desde el interior de la tierra a
un lugar bajo ella, o fuera de ella. Al infierno de Valerio no se llega por las bocas
de los volcanes, de preferencia el Etna, Stromboli o algún volcán de las islas Li-
pari, sino como narra el monje Bonello: «fui precipitado por un ángel maligno
en un abismo que no tenía entrada de pozo, sino que era como un pináculo o tie-
rra cortad a pico»40.
La gradación de paisajes que Valerio atribuye a la geografía imaginaria del más
allá presenta sus extremos entre el vergel luminoso y multicolor del paraíso y
los profundos abismos rodeados de tinieblas del infierno. Mientras ha reservado
para la tierra una sucesión de accidentes geográficos que presentan visualmente
una imagen cartografiada del orbe, donde se han inscrito pueblos diversos con
sus obras. Esencialmente ciudades e iglesias. A las que habría que añadir cami-
nos. Los caminos son símbolos de progreso, de comodidad, como aquel que Bal-
dario construyó para que Fructuoso pudiese acceder fácilmente a su oratorio41, o
la vía pública (puplica strata) que pasaba al pie de la montaña en que Valerio vivía
su retiro y que parece estar muy concurrida42.

36
Véase K. Kitamura, “Cosmas Indicopleustes et la figure de la terre”, en: A. Desreumaux,
F. Schmidt (eds.), Moïse géographe. Recherches sur les représentations juives et chrétiennes de
l’espace, Paris 1988, pp. 79-98; H. Inglebert, Interpretatio christiana, pp. 58-63 y 85-87.
37
Cosm. Indic., Top. Chr. IV, 6-7. Que en la mayoría de las ediciones viene acompañada
de un diseño que representaría este esquema. En la descripción de Cosmas el espacio de
la tierra de los humanos tendría una forma rectangular, con una extensión aproximada de
400x200 jornadas (Top. Chr., II, 47-48). Véase Cosmas Indicopleustès, Topographie Chré-
tienne. Tome I (Livres i-iv). Introduction, texte critique, illustration, traduction et notes par W.
Wolska-Conus, Paris 1968, pp. 354-357 y 540-545.
38
Cosm. Indic., Top. Chr. III, 82.
39
En el esquema de Cosmas Indicopleustes los demonios fueron expulsados del cielo y preci-
pitados, una vez privados de su dignidad, sobre la tierra (Top. Chr. III, 33), de ahí probable-
mente la indefinición de una ubicación precisa del infierno en su obra.
40
Val. Berg., De Bon. mon. 3.
41
Val. Berg., De cael. rev. 1.
42
Val. Berg., Replic. 6-7 391
Pablo C. Díaz Martínez

Los contrastes del paisaje berciano no pueden valorarse en los extremos de gra-
dación que Valerio ha presentado en sus espacios imaginados, pero es indudable
que se trata de una zona de abruptas disparidades entre la zona llana del valle,
la amplia vega de los ríos Boeza y Sil, y los tortuosos valles montañosos de las
zonas marginales y más elevadas en altitud de sus alrededores. La vida de Vale-
rio transcurre esencialmente en este medio más fragoso de las montañas bercia-
nas. En este sentido la descripción que él hace de ese entorno no tiene por qué
ser un espacio imaginado. Especialmente si, en la identificación ascética de la
montaña con el desierto, Valerio, como antes Fructuoso, ha buscado lugares es-
pecialmente inaccesibles y solitarios, escogiendo para vivir los «riscos, cuevas y
quebradas de estos altos montes»43. Este estilo de vida responde a un modelo es-
pecífico, sacado de una tradición hagiográfica, plagada de ejemplos orientales,
que él conoce e imita44. Sin embargo, esa vida «al modo de los monjes orientales
con toda clase de privaciones y santos ejercicios»45, abandonando la convivencia
social y huyendo a «soledades desiertas e inmensas»46, fue adaptada a un medio
que el autor no necesita inventar, todo lo más recrear poéticamente como un
lugar apartado de la santidad y habitado por demonios. Como ya había hecho
Braulio de Zaragoza, al comparar el desierto donde Fructuoso había fundado sus
monasterios con el que habían habitado Jerónimo y Euquerio47.
En la estación fría especialmente, las cimas de los montes Aquilianos que ro-
dean la fosa del Bierzo pudieron muy bien suplir aquellos espacios desiertos que
Valerio ha leído en los relatos de las vidas de sus héroes. Su búsqueda de la so-
ledad, descrita como eremi deserta confugiens, la encuentra en una montaña si-
tuada «inter Asturiensis urbis et Castri Petrensis confinio». Valerio no necesita
inventar un espacio literario, sólo describirlo:
[Allí] encontré un terreno a juego con la dureza y la maldad de mi corazón, lugar
pedregoso consagrado a dios, situado en una altura, en la cima de un monte, lejos
de toda vivienda humana, reseco con la aridez de una inmensa esterilidad, carente

43
Val. Berg., De cael. rev. 1.
44
D. de Bruyne, “L’héritage littéraire de l’abbé Saint Valère”, Revue Benedictine 32, 1920,
pp. 1-10. Donde se incluyen una serie de vidas de monjes orientales como Pablo, Antonio,
Amón o Pafnucio, entre muchos otros, pero también ejemplos más cercanos como la vida
de san Martín de Tours, la de san Emiliano o la de los Padres de Mérida. La dependencia de
las dos primeras narraciones autobiográficas de Valerio de la Vita Antonii fue puesta en evi-
dencia ya por G. Misch, Geschichte der Autobiographie. Zweiter Band. Das Mittelalter. Erster
Teil: Die Früzeit. Erste Hälfte, Frankfurt am Main 1955, pp. 317-355.
45
Val. Berg., De cael. rev. 1.
46
Val. Berg., De vana saec. sap. 8.
392 47
Braul., Ep. 44, 54-55.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

hasta de maleza, sin el verdor ameno de unos árboles, ni atractivo por abundante
hierba, azotado en fin por todas partes por ráfagas incesantes de terribles vientos,
y acosado por frecuentes tormentas que arrojaban trombas de agua, y más aún con
nieve duradera, dominado por los rigores continuos de un frío intolerable48.
A partir de los 1200/1400 metros de altitud, aproximadamente, las masas bos-
cosas quedan reducidas en el Bierzo a algunos sotos en el fondo de las cabeceras
de los arroyos, mientras que las laderas abiertas y las lomas y líneas de cumbres
están pobladas exclusivamente por matorral y vegetación rastrera sobre un suelo
poco profundo de pizarras y cuarcitas especialmente pobre49. Realidad que, a
pesar de las transformaciones provocadas por la evolución climática o por los
abusos en la explotación de los recursos50, puede corresponder de manera bas-
tante aproximada con la descripción precedente. Y aún con un pasaje posterior
en el que cuenta que la hierba en el lugar sólo creció gracias al estiércol de los ani-
males que acompañaban a los devotos que acudían al lugar, aunque desapareció
con un incendio51.
En invierno esos rigores se vuelven extremos, lo que es manifestado igualmente
por Valerio. A pesar de su voluntaria elección de un lugar apartado, él no duda
en manifestar la melancolía que le provoca la soledad invernal, momento en el
cual sus mismas imágenes literarias se torna tan grises y pesimistas como el am-
biente que le rodea:
…un pobre hombre de vocación religiosa, deseando darme consuelo, se compro-
metió a quedarse conmigo. Así la angustia de la nieve y el agobio de los vendavales
nos mantuvo juntos, hasta que el pobre hombre con una gravísima enfermedad
repentina se murió. Yo permanecí junto a su cadáver algunos días, afligido por la
idea de mi próxima muerte52.

48
Val. Berg., Ordo 2.
49
Véase J. Cortizo Álvarez et al., “La montaña berciana”, en: La provincia de León y sus comar-
cas, León 1988, pp. 26-40, esp. 28-30
50
Véase J. González Vecín, “Evolución del paisaje agrario del Bierzo desde el siglo XVIII.
Interpretación socioeconómica”, en: Actas del I Congreso de Geografía de Castilla la Vieja y
León, Burgos 1982, pp. 167-181, que aunque se ocupa de procesos más recientes da una idea
de esos mecanismos de transformación. Para una percepción general de la evolución de los
bosques en la Alta Edad Media véase C. Higounet, “Les forêts de l’Europe occidentale du Ve
au XIe siècle”, en: Agricoltura e mondo rurale in occidente nell’Alto Medioevo, Spoleto 1966,
pp. 343-398 (=Settimane di Studio del Centro Italiano di Studio sull’Alto Medioevo XIII).
51
Val. Berg., Replic. 13.
52
Val. Berg., Replic. 9. 393
Pablo C. Díaz Martínez

El predio de Ebronanto, en el mismo lugar de Castro Pedroso, al que Valerio


es trasladado por unos cristianos piadosos cuando su estancia en la montaña se
convierte en un infierno, no es descrito por nuestro autor, pero parece un lugar
habitado pues lo que más teme en esa etapa es vivir en un lugar con gente53.
Sin embargo, el entorno de Rufiana, al que se traslada cuando esta propiedad se
arruina, vuelve a merecer una atención descriptiva por su parte:
…en el límite del territorio del Bierzo, entre otros monasterios, junto a un castillo
cuyo antiguo propietario le diera el nombre de Rufiana hay un monasterio entre
unos valles de elevados montes, fundado tiempo atrás por san Fructuoso de bendi-
ta memoria, en que la divina piedad me colocó para vivir para siempre54.
Las características precisas del lugar, rodeado de profundos barrancos55, y de la
manera en la que el monasterio se ha adaptado al terreno, están descritas con más
detalle en él tercero y último de los opúsculos autobiográficos:
…encontré aquí este monasterio de Rufiana, apartado de todo contacto con el
mundo, rodeado por la inmensa altura de unos montes como los Alpes galos, que
parecía que no necesitaba paredes para sentirme encerrado; y según se entraba allí
viniendo por la parte contraria de la habitable por haber unas finquitas, se encon-
traba un antiguo paso, hecho por mano de hombre, tan pequeño y estrecho que en
la roca excavada parecía un laberinto de acceso, por el cual se pasaba sólo de uno en
uno con gran riesgo y temor. En este lugar a un paso del vecino monasterio, en una
altísima roca se conserva el oratorio de Fructuoso56.
Como el lugar está identificado se puede constatar que no hay en Valerio ningún
atisbo de invención. Se trata de un entorno de orografía compleja y caminos di-
fíciles hasta el presente57. Con pocos lugares llanos, la mayoría de los actuales son

53
Val. Berg., Ordo 7-8.
54
Val. Berg., Ordo 19. El relato de la fundación por parte de Fructuoso está en Vita Fruct. 6.
55
Val. Berg., Ordo 25.
56
Val. Berg., Residuum 1. Ahora, la imagen del entorno, entre barrancos y precipicios que sir-
ven de encierro natural, parece recordar a sus propias descripciones del infierno. Lectura que
incrementaría el supuesto carácter simbólico de su relato.
57
Las descripciones sobre los caminos de las aldeas del entorno, proporcionadas a mediados
del siglo XIX por P. Madoz, Diccionario geográfico-estadístico-histórico. León (Edición Fac-
símil), Valladolid 1983, pueden ser indicativas de las dificultades de las comunicaciones en
estos valles. Así en Manzanedo, pequeño pueblo en la ladera opuesta a San Pedro de Mon-
tes en el mismo valle del Oza: «situado a la falta de un cerro que impide le dé el sol la mayor
parte del invierno […] El terreno es de ínfima calidad. Los caminos son de vereda por despe-
ñaderos y escabrosidades» (p. 207); Santiago de Peñalba, limítrofe con San Pedro: «El te-
rreno es quebrado y áspero. Los caminos son malas veredas casi intransitables» (p. 231). Las
394 descripciones son similares para todos los del entorno.
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

el producto de un proceso de aterrazamiento llevado a cabo durante siglos, y que


en el momento que Valerio menciona están en sus inicios58. Las construcciones
que se afrontan deben comenzar por un trabajo de desbrozamiento del terreno
y de acondicionamiento de los espacios para acometer cualquier tarea. Cuando
Valerio accede a la propuesta de Saturnino, un monje que quiere vivir con él, de
construir un nuevo oratorio en un lugar, por debajo del monasterio rufianense,
donde Fructuoso solía orar, el mismo mencionado en el texto anterior, el lugar
le parece inadecuado pues «en aquel sitio no existía ningún espacio plano y en
cambio teníamos el riesgo de un gran peñasco que colgaba sobre el lugar, [–aun-
que al fin–] trabajando poco a poco lograron abrir la roca»59. En ese espacio
precariamente acondicionado Saturnino plantaría algunas legumbres que die-
ron fruto abundante60.
El lugar, en la vecindad del monasterio, en el que vive el mismo Valerio no reúne
unas condiciones mucho mejores, «puesto que en la escarpada ladera del monte
no había ningún lugar adecuado para mi que fuera un poco llano dada mi flo-
jera, con la ayuda de Dios, poco a poco, se allanó gracias al trabajo de unos jor-
naleros un estrecho pero suficiente espacio para un pequeño atrio»61. También
aquí, Evagrio, el criado de su sobrino Montano que ha acudido para llevar una
vida ascética junto a él, «plantó viñas, una huerta y muchos frutales de distin-
tas clases»62. Aunque el texto de Replicatio es un poco confuso en cuanto a la
composición de sus dos capítulos finales, podríamos entender que junto a este
paraje se ha añadido un jardín protegido por un seto que encierra una planta-
ción de árboles, de la que Valerio espera se convierta en el futuro en una preciosa
arboleda63.
Estas dos referencias al huerto que acompaña el oratorio del asceta no deben ser
entendidas como anecdóticas. Aunque Valerio hace en sus textos, y claramente
en los autobiográficos, un recorrido por la ascesis como un camino de renuncia
y búsqueda de perfección personal, los monasterios fueron ya en época visigoda,

58
Tenemos ciertos detalles del proceso de transformación a partir de la refundación del mo-
nasterio en el siglo IX. Véase M. Durany Castrillo, San Pedro de Montes: el dominio de un
monasterio benedictino en el Bierzo (siglos IX al XIII), León 1977.
59
Val. Berg., Replic. 16. La inestabilidad del lugar es mostrada en el capítulo siguiente, donde
se anota que del peñasco que había sobre el oratorio se desprendían piedras, una de las cua-
les habría herido a Saturnino (Replic. 17).
60
Val. Berg., Replic. 19.
61
Val. Berg., Replic. 26.
62
Val. Berg., Replic. 24.
63
Val. Berg., Replic. 26. 395
Pablo C. Díaz Martínez

especialmente cuando se erigían en lugares marginales y, previsiblemente, incul-


tos hasta entonces, espacios de colonización y transformación del entorno. A
pesar de su tono metafórico, la referencia de Braulio cuando le dice a Fructuoso
«¡Feliz desierto y basta soledad esa que, poco ha solamente cubil de bestias salva-
jes, está ahora cuajado de cenobios de monjes reunidos por ti, que cantan las ala-
banzas de Dios…!»64, nos pone ante una realidad nada desdeñable. Los monjes
conquistan un espacio salvaje y lo transforman, como los santos del desierto ha-
bían hecho en el desierto de Nitria o en la Tebaida egipcia65. A pesar de las dudas
sobre si la referencia de Valerio a la destrucción de un altar pagano es un topos
hagiográfico o un hecho real66, es muy probable que los monjes actuasen como
misioneros en zonas marginales de cristianización superficial. Pero los monaste-
rios tenían además como ideal el de la autosuficiencia, y el espacio monástico era
un espacio ordenado no sólo para la oración y la virtud, sino también para la pro-
ducción de todo aquello necesario para la supervivencia física de la comunidad.
Orden que exige un rigor y una disciplina extremos, por cuanto un mal año de
cosechas, una simple granizada, la pérdida de los animales de trabajo, especial-
mente la asociación de más de uno de esos factores, tenía como consecuencia, y
lo recuerda el mismo Valerio, la aparición del hambre y la miseria67.
Valerio transita su vida por un medio físico que hemos acordado describe de ma-
nera bastante objetiva. Pero en su aproximación a esa naturaleza que le acoge hay
también una deformación asociada a su propia percepción del bien y del mal.
Para Valerio el maligno y toda la gama de demonios que le acompañan forman
parte esencial de su discurso antropológico68. Son algo absolutamente inmediato

64
Braul., Ep. 44, 49-51.
65
El término ‘Tebaida’, aplicado al entorno del Bierzo parece haber sido popularizado en pri-
mer lugar por Enrique Flórez (España Sagrada. XVI. Astorga, Madrid 1762, p. 26), aunque
se ha seguido utilizando hasta hoy mismo. Véase A.M. Martínez Tejera, “La ‘Tebaida Ber-
ciana’ en tiempos de San Fructuoso (siglo VII)”, Argutorio 12/43, 2004, pp. 1-3; J. A. Testón
Turiel, El monacato en la diócesis de Astorga, pp. 189-190.
66
J.C. Martín, “La biografía”, p. 342, n. 58, considera que la noticia de la destrucción de
los altares paganos difícilmente puede aceptarse como verídica, no sería más que un tópico
hagiográfico.
67
Val. Berg., Ordo 24.
68
Para Valerio, como para la mayoría de los ascetas contemporáneos, las pasiones se identi-
fican con las patologías del alma, es necesario remontar las pasiones para alcanzar la perfec-
ción. Véase C. Casagrande, S. Vecchio, “Les théories des passions dans la culture médiévale”,
en: P. Nagy, D. Boquet (eds.), Le sujet des émotions au Moyen Âge, Paris 2008, pp. 107-122.
Los rasgos de la personalidad de Valerio y su posible patología psiquiátrica son analizados
por J.F. Díez Manrique, Valerio del Bierzo: ascetismo y orgullo, Santander 2011. Valerio es ab-
396 solutamente discreto a la hora de dar cuenta de cualquier tipo de tentación relacionada con
Percepción del espacio y la naturaleza en Valerio del Bierzo

y cotidiano, viven en el desierto al que Valerio se dirige. En su caso, la alta mon-


taña que constituye su morada tras abandonar el cenobio donde parece haber
vivido durante un tiempo es descrita como el más severo de los desiertos orienta-
les. No importa que se corresponda con las condiciones del lugar, especialmente
en momentos de meteorología extrema, el hecho es que su aridez, las condicio-
nes de hostilidad para la vida, lo convierten en el lugar adecuado para que viva el
maligno. De hecho, en las fases en las que Valerio es capaz de vencer al demonio
y vivir en equilibrio consigo mismo el paisaje circundante se transforma en un
vergel, simplemente porque el mal está ausente. Incluso, el mismo cambio de su
estado de ánimo parece influir en la descripción de un mismo lugar.
Cuando al final de su vida parece reconciliarse con los monjes de Rufiana, con
los que había litigado agria y violentamente durante años, confiesa haber al-
canzado «el lugar de paz siempre tan deseado y con frecuencia tan duramente
buscado»69. Y ese lugar es descrito ahora de manera muy distinta a como lo había
hecho cuando llega allí por primera vez tras el periodo vivido en Ebronanto:
Porque es un lugar de la paz más conveniente para mí, a modo de un paraíso, como
dije arriba, aunque está rodeado y protegido por unas cimas altísimas, con todo no
me parece en absoluto falto de luz por la oscuridad de tétricas sombras, sino que
aparece brillante con la preciosa vista de un paisaje soleado, y con la estupenda cal-
ma de un verdor ameno, lejos del mundo, sin el barullo de la actividad de las gentes,
ni infestado por la presencia de mujeres, hasta el punto de que a todos aparezca cla-
ramente como preparado por el Señor para alcanzar la cima de la santidad, alejado
de todas las atracciones y comercios humanos70.
La transformación que sufre su vida la refleja el autor en unos pasajes en los cuales
el pesimismo descriptivo es sustituido definitivamente por la presentación de su
entorno como un jardín edénico71. Entre los párrafos en que da cuenta del huerto
construido por Evagrio en los aledaños de su última celda, un texto aparentemente
interpolado parece mostrar una visión de lo que aquel jardín llegará a ser:
Pueden verse ahora con su cerca por uno y otro lado olivos, tejos, laureles, pinos, ci-
preses, rosales, tamarindos de verde hoja perenne; por todas partes este huerto con
todas estas plantas puede en rigor ser denominado ‘dafines’, y el matorral de arbus-
tos formando líneas, surgiendo por acá y allá los zarcillos de las viñas trenzados por

el sexo, sólo una vez asocia la paz de un lugar, entre otras cosas, con la ausencia de mujeres
(Val. Berg., Ordo 29).
69
Val. Berg., Replic. 27.
70
Val. Berg., Ordo 29.
71
Como anota J. Delumeau, Historia del Paraíso, p. 24, «para las mentalidades de antaño un
lazo casi estructural unía felicidad y jardín». 397
Pablo C. Díaz Martínez

las ramas, todo verdegueante y frondoso, con la hierba alta y abundosa, hasta tal
punto refresca el cuerpo de los ardores del sol abrasador, como si lo protegiera una
cueva o la sombra de un roquedo. Mientras se relaja el oído con el correr del agua
del regato cercano, y regala el olfato el olor embriagante de las rosas, de los lirios y
de todas otras hierbas aromáticas, y calma el ánimo la frescura de todo el verde bos-
quecillo, un sentimiento de satisfacción sobria y no fingida sino fiel nos domina72.
No hay ninguna planta exótica, no hay nada necesariamente falso, pero en el
juego de imágenes de Valerio el texto parece un paralelo, casi un parafraseo, de
aquel con el que había descrito el paraíso. Probablemente no sea una casuali-
dad, Valerio ha construido para su vida un final feliz, vive tranquilo y relajado, y
asocia su estado emocional con un paisaje hacia el cual no es en absoluto indife-
rente73; lo que le espera a su jardín es lo mismo que aquello que espera a su alma,
y qué mejor descripción que la imagen edénica propuesta.

72
Val. Berg., Replic. 26. Aunque el texto ha sido considerado una interpolación, su tono es
absolutamente valeriano y cabe la posibilidad que sea obra de su propia pluma, aunque aña-
dido en un momento posterior; lo que sería coherente con el confuso proceso de redacción
que tiene Valerio, especialmente en sus textos autobiográficos. Véase M.C. Díaz y Díaz, Va-
lerio del Bierzo, p. 307, n. 219.
398 73
Véase B.H. Rosenwein, “The places and spaces of emotion”, en: Uomo e spazio, pp. 505-532.
Manuel Abilio Rabanal Alonso, nacido en Carrocera (León) el 27 de octubre de
1941, estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca, introduciéndose
en el estudio de los clásicos y la Historia Antigua con maestros de la talla de Manuel
C. Díaz y Díaz, Martín Sánchez-Ruipérez y José María Blázquez Martínez, y luego,
en Sevilla, con Francisco José Presedo. Completó su formación en Staufen, Friburgo
y Múnich, y en el ámbito arqueológico participó en excavaciones arqueológicas en
Baza, justamente en el momento del descubrimiento de la Dama, en Carteia o en
Cástulo. Fue sucesivamente profesor en las Universidades de Salamanca, Sevilla
y Complutense de Madrid. En junio de 1979 accedió por oposición a la Cátedra
de Historia Antigua, ejerciendo entre 1979 y 1987 en la Universidad de Alicante y
desde entonces en la de León.

En su extensa producción, siendo autor de veinticinco monografías, caben citar


títulos como La romanización de León (1990) o, junto a Sonia García Martínez,
La epigrafía romana en la provincia de León (2001). Sus artículos en revistas y
aportaciones a obras colectivas alcanzan casi el centenar, tratando temas que van,
desde el estudio de las tablillas micénicas, a las vías romanas o la municipalización,
pasando por el análisis de los pueblos indígenas hispanos, las inscripciones de Asia
Menor, la religión indígena y romana, o los diversos campos de la epigrafía, entre
otros muchos temas.

Su labor de formación de jóvenes investigadores se concreta en la dirección de una


decena de Tesis doctorales y una veintena de Memorias de Licenciatura. Fue Direc-
tor del Departamento de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Ma-
drid (1976-77), Director del ICE de la Universidad de Alicante (1980-83), Director del
Departamento de Historia Antigua de la misma Universidad (1979-86) y Director
del Departamento de Estudios Clásicos de la Universidad de León (desde 1987 has-
ta 2002). En 1997 fue nombrado Académico Correspondiente de la Real Academia
de la Historia. Si destacable es su dilatada trayectoria académica, los editores de
este merecido homenaje quieren destacar complementariamente de forma especial
su entrañable condición humana. Esta obra pretende ser y representar una muestra
de reconocimiento por ello.

ISBN: 978-84-472-1399-3

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