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Ajuares de tradición fenicio-

púnica en necrópolis
contestanas. Estudios de
caso
Grado en Historia
Curso académico 2020-2021

Trabajo final de Grado

Tutor: Fernando Prados Martínez


Alicante, 29 de Junio de 2021
Autor: Carlos Sánchez-Alarcos Muñoz
Índice

1. ESTADO DE LA CUESTIÓN Y MARCO TEÓRICO 4


2. OBJETIVOS Y METODOLOGÍA 11
3. LES CASETES 15
3.1. Datos topográficos 15
3.1.1. Distribución interna 16
3.2. Aspectos antropológicos y rituales 17
3.2.1. Tratamiento del cadáver 17
3.2.2. Ocre rojo 18
3.3. Estructuras funerarias 19
3.3.1. Orientación de las sepulturas 21
3.4. Ajuar funerario/ofrendas 22
3.4.1. Aegyptiaca 22
3.4.2. Orfebrería 26
3.4.3. Huevos de avestruz 28
4. CABEZO LUCERO 33
4.1. Datos topográficos 33
4.1.1. Área funeraria 34
4.2. Sepulturas 35
4.2.1. Tipos de sepulturas 35
4.2.2. Señalización 36
4.3. El ritual 37
4.4. Cerámica orientalizante 39
4.5. Ajuar funerario/ofrendas 42
4.5.1. Numismática 42
4.5.2. Aegyptiaca 43
4.5.3. Pasta vítrea 44
5. L’ALBUFERETA 46
5.1. Datos topográficos 46
5.1.1. Delimitación del área funeraria y estructura interna 46
5.2. Ritual funerario 48
5.3. Tipología de las estructuras y señalización 50
5.3.1. Orientación 53
5.4. Ajuar funerario/ofrendas 54
5.4.1. Coroplastia 54
5.4.2. Numismática 56
5.4.3. Orfebrería 58
5.4.4. Aegyptiaca 60
5.4.5. Pasta vítrea 62
6. DISCUSIONES Y NUEVAS PERSPECTIVAS 65
7. BIBLIOGRAFÍA 71

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Resumen

En este trabajo se pretende dar respuesta a algunas incógnitas e interrogantes


sobre la influencia fenicia, y especialmente púnica, en la región de la Contestania. Para
ello nos centraremos en el estudio de los materiales que aparecen en los
ajuares/ofrendas de las necrópolis de La Vila Joiosa (Les Casetes), Guardamar del
Segura (Cabezo Lucero), y Alicante (Albufereta), los cuales serán leídos desde una
perspectiva arqueológica.

Palabras clave
Ajuar, ofrendas, fenicio-púnico, necrópolis, Les Casetes, Cabezo Lucero, l’Albufereta,
arqueología de la muerte.

Abstract

In this work we try to answer some unknowns and questions about the
Phoenician influence, and especially Punic, in the Contestania region. For them we will
focus on the study of exogenous materials that appear in the grave goods / offerings of
the necropolis of La Vila Joiosa (Les Casetes), Guardamar del Segura (Cabezo Lucero),
and Alicante (Albufereta), which will be read from a archaeological perspective.

Key words

Funeral goods, offerings, phoenician-punic, necropolis, Les Casetes, Cabezo Lucero,


l’Albufereta, archeology of death.

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1. Estado de la cuestión y marco teórico

La elección de este tema para la elaboración del trabajo ha partido de dos


motivaciones. La primera es fruto de la antigua atracción que sobre mi han despertado
las civilizaciones orientales en general y la fenicio-púnica en particular. La segunda se
debe a que cuando la gente reflexiona sobre la “Edad Antigua” concibe en ella la
civilización romana, y en menor medida la griega y egipcia, dejando en el olvido a otras
grandes civilizaciones.

Tal y como el título indica, en este trabajo se buscará una pequeña lectura de los
materiales hallados en el contexto de necrópolis costeras de la provincia de Alicante,
que lejos de solucionar alguna incógnita pueda esclarecer la presencia de la cultura
fenicio-púnica en la Contestania, así como la asimilación de sus creencias religiosas por
parte de la población autóctona materializadas en los ajuares/ofrendas.

Como apunta González (1983), la cuestión de los orígenes de la expansión


fenicia hacia occidente aparece en las fuentes antiguas, las cuales han proporcionado
determinadas fechas que hasta el día de hoy no han podido ser confirmadas por las
investigaciones arqueológicas. Uno de los acontecimientos históricos más importantes
que siguieron al ocaso de los centros de poder greco-orientales de la denominada Edad
del Bronce vendría dado por la expansión comercial y colonizadora fenicia (González
de Canales et al., 2006: 106). Junto a ello cabe mencionar que el proceso colonial no ha
de ser entendido como una oposición entre dominados y dominadores (García
Menárguez y Prados Martínez, 2014: 116), sino que es algo más complejo.

Los primeros pasos se dieron en Chipre en el siglo XI a.C. debido a su riqueza


en cobre (Blázquez, 2002: 43), cristalizando la presencia en la isla con la fundación de
la colonia de Kitión a finales del siglo IX a.C. Más tarde, a mediados del siglo VIII a.C.
surgen las primeras factorías y colonias fenicias en el ámbito occidental, teniendo como
precedente la fundación de la ciudad de Cartago en el 814/813 a.C. (González de
Canales et al., 2006: 106). Según esta afirmación, como apuntan los mismos autores, la
colonización se habría dado progresivamente desde Oriente hacia Occidente, pero una
serie de hallazgos arqueológicos permiten afirmar que hay un contacto precolonial.

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La colonización de la isla de Chipre puede arrojar luz sobre cómo se llevó a cabo
en la Península Ibérica. En dicha isla se produjeron dos fases: la primera careció de
establecimiento permanente. Los fenicios, en un primer momento, fundaban simples
puntos de apoyo y factorías carentes de población estable (Tsirkim, 1995: 82); durante
la segunda, las empresas comerciales se encontraban bien organizadas en manos de la
aristocracia y se llevó a cabo la creación de centros permanentes como la colonia de
Kistión anteriormente mencionada (Blázquez, 2002: 45).

Desde finales del segundo milenio, los navegantes fenicios se encontraban en


condiciones de realizar grandes empresas marítimas. Sus navegaciones al Mediterráneo
Occidental no fueron las primeras en el mundo antiguo, las relaciones entre ambas
partes del Mare Nostrum son bien antiguas; los precursores de los fenicios fueron los
micénicos, los cuales a su vez heredaron el dominio del mar tras la caída de la
talasocracia minoíca; el ocaso del mundo micénico abrió una crisis de comunicación
entre ambos extremos (González, 1983: 15). Para este momento, los navegantes
fenicios, los cuales gozaban de independencia tras la caída del Imperio Hitita y
debilitamiento de Egipto, se lanzaron tras las rutas empleadas antaño (González, 1983:
14-15).

Para llevar a cabo la colonización se muestran dos rutas de expansión, una de


Rodas a lo largo del litoral occidental de Asia Menor hasta Tasos; otra desde la misma
isla de Rosas, a lo largo del margen meridional del Egeo, hasta la isla de Sicilia, África
e Hispania (Tsirkin, 1995: 64).

Los intereses sobre la península ibérica no serán meramente comerciales, de


hecho en las siguientes líneas explicaré, a rasgos generales, el interés por la
colonización de Hispania por parte de la civilización fenicio-púnica.

Como afirma González (1983), se produce un cambio en los mecanismos de


expansión de estas comunidades. Tras los viajes esporádicos se llegó a un “estudio de
mercado” de las poblaciones de Iberia, a lo cual se obtuvo una respuesta positiva, de
manera que se produce una intensificación en los contactos y la creación de enclaves
intermedios que faciliten el tráfico entre Oriente y Occidente. El interés económico
radica en los minerales que crecían en la zona de población semita, pero no radica

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únicamente en ello, hay evidencia de actividad metalúrgica como del hierro, lo cual
sería complementado con la función agrícola (González, 1923: 25-26).

Cabe destacar y explicar que junto a las actividades comerciales por parte de los
fenicios-púnicos se importaba a la Península Ibérica una gran cantidad de productos,
entre los cuales se encontraran objetos exóticos y de lujo, entre los que se hallaban los
amuletos, innovaciones tecnológicas, sociales e ideológicas, así como nuevos ritos
funerarios (González, 1983: 11; Blázquez, 2002: 53; Tsirkim, 1995: 81-82).

Por otro lado, existió una corriente migratoria de poblaciones de la costa sirio-
palestina, hacia esta parte del Mediterráneo (González, 1983: 38; Tsirkim, 1995: 79-80).
Esta oleada se extendió tanto a través de nuevas fundaciones y ocupaciones de
territorios poco poblados, como también a través de una influencia directa sobre
territorios de gran tradición cultural en los cuales mantenían establecimientos antiguos
(Prados Martínez, 2001: 66). Estos movimientos no tuvieron nada que ver con intereses
comerciales, sino de necesidad ante la presión ejercida por Asiria en la zona de los
regímenes agrícolas del interior, por lo que se produjo una explotación agrícola de la
Península Ibérica manifestada con la creación de factorías, sin negar también el uso
comercial de las mismas (González, 1983: 40-41; Blázquez, 2002: 42, 44).

Junto a esta emigración, se produjo otra desde Cartago ya que ante la llegada de
parte de ésta a la misma ciudad, se produjo un aumento significativo de las personas que
habitaban el lugar, por lo que muchas otras, cartagineses, fenicios, mestizos, libio-
cartagineses, libios… se dirigieron a Iberia (García-Gelabert Pérez, 2005: 15).

Con la caída de Tiro a mediados del siglo VI a.C. Cartago gozó de un auténtico
despliegue económico y político como gran polis de carácter comercial. Ésta fue
adquiriendo gran importancia a través de una política exterior agresiva, la cual se
encaminó a obtener el control de las rutas y los territorios que más interesaron para su
empresa económico-social (Prados Martínez, 2001: 63). De esta manera, como afirma
este mismo autor, Cartago se posicionó como ciudad en la vanguardia del nuevo sistema
económico del Mediterráneo.

Así pues, como apunta González (1983), parece evidente que en el desarrollo de
su comercio se encontraría reducido a un círculo limitado que iría ampliándose con el
tiempo; la ocupación de Ibiza tuvo un gran efecto para mantener comunicaciones e

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intercambio con las comunidades locales de la Península Ibérica, y en concreto con la
Contestania.

Por otro lado, los cartagineses tenían intereses en la población autóctona del
lugar como mercenarios para sus ejércitos y poder llevar a cabo su política
expansionista, es conocido por todos la importancia de los honderos baleares dentro de
las filas cartaginesas. Almagro-Gorbea y Millán Martínez (2013) nos hablan de indicios
de la existencia de relaciones de mercenarios de Hispania en el ejército púnico;
González (1983) nos afirma el empleo de mercenarios en los ejércitos púnicos desde el
480 a.C. y García-Gelabert Pérez (2005) nos expone que uno de los intereses de
Hamilcar Barca en Iberia fue emplear mercenarios autóctonos para la preparación de las
campañas militares.

Por otra parte, según González (1983) el control sobre la Península Ibérica por
parte de los cartagineses se produjo de una forma indirecta, hasta la llegada de los
intereses bárquidas en la zona, lo que produjo un control estatal directo. En ocasiones se
ha exagerado la imagen imperialista de Cartago y su dominio hegemónico, el cual se
produjo mediante un control político y militar efectivo y directo, aunque en ausencia de
un imperio territorial; los Barca iniciaron un periodo de gran trascendencia en la
Península Ibérica que se puede contrastar con la fundación de Qart hdasht o Akra leuke
(Prados Martínez et al., 2011: 204-206).

Debido a estos intereses y contactos de poblaciones semitas y de origen


norteafricano, traerán consigo una gran variedad de utensilios que pueden ser o no de su
propia cultura, entre estos se encuentra la cerámica (la cual he dejado a un lado en el
trabajo a excepción de la púnica hallada en Cabezo Lucero), monedas, amuletos
egipcios... incluso parte del ritual funerario que será compartido por algunos sectores de
los pobladores indígenas. Todo ello evidenciado en las necrópolis de los poblados, lo
cual será el objeto de estudio del trabajo.

Como se ha mencionado en los párrafos superiores, a la Península Ibérica llegará


una gran cantidad de objetos egipcios y exóticos, de manera que se documentarán en
varias ocasiones dentro de las necrópolis la aparición de objetos de raigambre egipcia;
las piezas egipcias llegaron a la Península Ibérica, y en particular a la Contestania,
mediante el comercio de los fenicios, púnicos y griegos con la población local de la

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región (Verdú, 2014: 1561-1563). Estos objetos no siempre fueron fabricados en el
mismo Egipto, sino que se llevarían a cabo imitaciones en talleres fenicios-púnicos
(Verdú, 2014: 1561). Todo ello explicaría la asociación de estos elementos en
necrópolis fenicio-púnicas, en tumbas de éstos, o en cementerios de la cultura ibérica.
Amuletos y piezas de adorno personal, definidos en muchos casos como de pacotilla,
pueden aportarnos una gran información; estos amuletos, procedentes de talleres
fenicio-púnicos y realizados en materiales semipreciosos y en pasta vítrea o cerámica
vidriada, se remiten a una tradición egipcia asumida y reinterpretada por la cultura
fenicio-púnica (Jiménez Flores, 2004: 140, 145).

Esto último tiene varias explicaciones: como apunta Jiménez Flores (2004), al
encontrarse la población en un momento de crisis y conflictos bélicos provoca en ella
una necesidad de “magia”, lo que se relacionaría con los amuletos. El apoyo en
propuestas mágicas dadas por religiones “exóticas” ofrece una posible vía de solución,
cuando parece que sus propios dioses han abandonado a sus fieles o son incapaces de
satisfacer sus necesidades. Así pues, la población busca superar este momento con el
recurso de los amuletos o elementos de tradición egipcia, pero no está al alcance de
todos y probablemente no estuviera toda la población en su conjunto interesada en
profundizar por esta vía; por otro lado, como afirma Prados Martínez (2000) la cultura
fenicia es totalmente ecléctica, es decir, responde a una suma de influencias de
diferentes culturas.

Sin ninguna duda, para la cultura fenicia, fue fundamental la civilización


egipcia, sobre todo en el ámbito artesanal y de la iconografía (Moscati, citado por
Prados Martínez, 2000). Por este motivo se han reservado algunos capítulos dentro del
presente trabajo.

Me parecería inadecuado indagar directamente sobre los objetos de estudio sin


antes haber explicado, en líneas generales, en qué consiste la Arqueología de la Muerte.
Como apunta Chapa (2006) es una disciplina que nace en los años 60, esto fue una gran
revolución del estudio de los restos funerarios; la aparición de este término está
relacionada con el desarrollo de la Nueva Arqueología.

La Nueva Arqueología entendió la conducta de las sociedades humanas como un


enorme sistema en el que llevaban a cabo una función de diferentes subsistemas. Cada

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uno de estos llevaba a parar a un campo diferente, por lo que el estudio de estos se debía
llevar a cabo por una metodología especializada en cada caso. Así pues la Arqueología
de la Muerte sería la disciplina encargada de interpretar los restos del mundo fúnebre,
aportando una gran revolución sobre el estudio de las tumbas y necrópolis (Chapa,
2006: 26-27).

El estudio de las necrópolis se divide en cuatro puntos básicos: el interés por la


referencia espacial de los objetos, estructuras y situación del campo santo en relación
con el poblado; mejora en el sistema de clasificación y tratamiento estadístico de los
datos; interpretación social de los restos funerarios para jerarquizar a los individuos
hallados mediante su ajuar y estructura funeraria; colaboración interdisciplinar y el
estudio tecnológico y económico de los restos (Chapa, 2006: 27-28). Así pues, uno de
los principales puntos de análisis de esta nueva arqueología son las necrópolis. Los
restos hallados en ella están ligados a conductas de las poblaciones humanas, ya sean
grupales, familiares o individuales, lo cual nos permite adentrarnos a conocer los
individuos que conformaron una sociedad (Chapa, 2006: 36).

Gracias a la aparición en el siglo XX de la Arqueología de la muerte, se pudo


llevar a cabo un estudio de las necrópolis, lo cual ha permito la elaboración de una
enorme bibliografía acerca de los cementerios antiguos y la interpretación que se la ha
dado por diferentes investigadores.

Llegados a este punto, si se me permitiere, lanzaré ciertas preguntas e incógnitas


que se tratarán de contestar junto a la elaboración de este trabajo y sus conclusiones.
Una vez leído lo anterior, ¿Hasta qué punto llegó el intercambio entre las poblaciones
ibéricas y las fenicio-púnicas? ¿La influencia cultural fue la misma para toda la
pirámide social? ¿La población semita llegó a habitar junto a la población autóctona?
¿En qué grado se trató de imitar las creencias religiosas de la población oriental?

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Figura 1: Situación de las necrópolis de Les Casetes, l’Albufereta y Cabezo Lucero en la provincia
de Alicante [Imagen] (Elaboración propia, imagen obtenida de GeoNet)

Para la elaboración de este TFG se han escogido tres necrópolis bien


documentadas como son Cabezo Lucero, Les Casetes y l’Albufereta. Todas ellas llevan
consigo un libro detrás que ha servido de apoyo bibliográfico junto a demás artículos
relacionados con la materia. Como se puede observar, se han escogido tres cementerios
costeros de cronología diferente; la primera hace referencia al ibérico temprano, la
segunda al ibérico pleno y la tercera al ibérico pleno/final.

El trabajo va a estar dividido en diferentes capítulos, entre los cuales se van a


encontrar las tres necrópolis ya mencionadas en el anterior párrafo. En el caso de los
objetos de estudio se va exponer un cuerpo teórico común que abarcara los datos
topográficos, aspectos del ritual funerario, sepulturas/estructuras funerarias y el
ajuar/ofrendas funerarias. Y un último capítulo en el cual se expondrán las perspectivas
adquiridas a través de los cementerios escogidos como muestra de estudio.

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2. Objetivos y metodología

El objetivo de este trabajo es analizar y exponer una perspectiva de la influencia


fenicio-púnica en la región denominada como Contestania por autores como Claudio
Tolomeo y Plinio (Ciprés, 2014: 27; Abad, 1989: 152-153; Gómez, 1987: 200).
Concretamente se pretende analizar cómo y en qué grado se absorbió por parte de las
comunidades locales un conjunto de manifestaciones funerarias de una cultura exógena,
para lo que se empleará como objeto de estudio las necrópolis. Por otro lado, se
intentará contestar a las cuestiones anteriormente planteadas, así como aportar una
visión de este tema. Con esto último no se quiere decir que hubiera dos bloques
diferenciados y que unos influyeron sobre otros, sino, como afirma Blázquez (2002), es
posible que hubiera entre los colonos fenicios poblaciones indígenas y viceversa y que
se diera una fuerte aculturación.

Para llevar a cabo este TFG se han elegido como muestra de estudio la
necrópolis de la Vila Joiosa (Les Casetes), Guardamar del Segura (Cabezo Lucero), y
Alicante (Albufereta). Éstas van a aportar una gran información sobre la influencia
fenicio-púnica sobre las comunidades indígenas en diferentes periodos.

Figura 2: necrópolis de Cabezo Lucero y su situación en cuanto a otros yacimientos en el municipio de


Guardamar del Segura [Imagen] (Elaboración propia, imagen obtenida de GeoNet)

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La necrópolis de Les Casetes, la cual data del siglo VI a.C., nos ofrece claves de
la hibridación entre la población local y pobladores orientales entre los cuales se
encuentran los fenicio-púnicos. La necrópolis ibérica de Cabezo Lucero (siglo V a.C.)
nos trasmite información sobre la asimilación del culto fenicio por parte de la
comunidad local tras la creación de la colonia fenicia de La Fonteta, la cual es
desocupada momentos antes de la creación del cementerio íbero del primero. Por otro
lado, l’Albufereta aportará una información del siglo III a.C. relacionándose con el
período Bárquida y la influencia púnica en el Tossal de Manises.

Como se puede observar, se han escogido necrópolis de cronologías diferentes,


pero similares en su proximidad a la costa para poder contrastar de una manera más
completa la asimilación de las manifestaciones extranjeras sobre la población indígena
en un mismo entorno geográfico.

Figura 3: necrópolis de l’Albuferete y su situación en cuanto a otros yacimientos en el municipio de


Alicante y cercanías [Imagen] (Elaboración propia, imagen obtenida de GeoNet)

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La metodología seguida para la elaboración del trabajo y poder completar los
objetivos expuestos anteriormente ha sido el empleo y contraste de información
obtenida de bibliografía de los siglos XX y XXI, la cual se encontraba en español y
francés, y perteneciente a diferentes autores especialistas en las necrópolis ya
mencionadas. Entre ellos se encuentran: José Ramón García por su libro de la
necrópolis de Les Casetes y Aránzazu Vaquero por su estudio de los objetos egipcios de
ésta; Pierre Rouillard, el cual hizo un buen estudio de la necrópolis de Cabezo Lucero
junto a otros autores como J. Uroz, C. Aranegui, E. Llobregat, Gilles Grévin y A. Jodin
en la década de los 80 y se materializó posteriormente en La nécropole ibérique de
Cabezo Lucero y en posteriores artículos sobre ajuares/ofrendas allí hallados; Enric
Verdú Parra, quién elaboró una fantástica tesis doctoral sobre la necrópolis de
l’Albufereta y artículos sobre los elementos hallados en las tumbas de la misma.

Por otro lado, cabe mencionar la bibliografía obtenida en temas como los objetos
egipcios en necrópolis púnicas, donde cabe destacar a Ana María Jiménez Flores,
Martín Almagro-Gorbea, Juan Manuel Millán Martínez, Josep Padró, María José López
Grande y Francisca Velázquez Brieva; en religión púnica: Antonio Pedro Marín
Martínez, Eduardo Ferrer Albelda y Jorge García Cardiel; en huevos de avestruz:
Hèlené Le Meaux, Carlos Román Ferrer con la bibliografía de la excavación de la
necrópolis del Puig Des Molins, María del Pilar San Nicolás Pedraz, Gigliola Savio y
Luis Alberto Ruiz Cabrero; por otra parte, y no menos importantes, en la cultura púnica:
Fernando Prados Martínez, Helena Jiménez Vialás, Antonio García Menárguez, Vicente
Castañeda Fernández, Iván García Jiménez, Juan Blázquez Pérez y Carlos González
Wagner entre otros.

La documentación utilizada ha sido posible gracias a las recomendaciones de mi


tutor, Fernando Prados Martínez, al fondo bibliográfico de la biblioteca del
Departamento de prehistoria, arqueología e historia antigua de la Universidad de
Alicante y los buscadores de internet.

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Figura 4: necrópolis de Les Casetes y su situación en cuanto a otros yacimientos en el municipio de la Vila
Joiosa y cercanías [Imagen] (Elaboración propia, imagen obtenida de GeoNet)

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3. Les Casetes

3.1 Datos topográficos

La posición que ocupa la necrópolis en relación con el paisaje, a la vez que la


comprobación de la delimitación del área funeraria nos aporta datos sobre el significado
ideológico del cementerio. Por otra parte, la tipología de cada sepultura, la orientación
así como el ajuar funerario del que disponen nos apostan gran información del mundo
de ultratumba; a esto último se debe sumar la adopción de rituales originales del mundo
colonial fenicio por parte de la población indígena (García Gandía, 2009: 30).

La necrópolis de Les Casetes se encuentra situada en una zona que se puede


definir como “amesetada”, la cual tiene una liguera pendiente en dirección sureste
donde está la costa. Es un lugar que en su topografía antigua se encuentra cerca de un
curso de agua, el río Amadorio (Fig 5). Junto al yacimiento, es posible que se
encontrara un antiguo camino que llevara al centro poblacional del lugar (García
Gandía, 2009:41). Esta afirmación cuenta con varios argumentos, dentro de los cuales
destaca la cercanía y en la misma dirección la presencia de una necrópolis romana, las
cuales se posicionaban en los senderos de ingreso en los núcleos urbanos. Si fuera
finalmente así, la presencia próxima de un camino es muy habitual en las necrópolis
orientalizantes, las cuales se sitúan en vías de comunicación de gran importancia.

Figura 5: localización de la necrópolis de Les Casetes en el término municipal de la Vila Joiosa (Alicante).
(Vaquero González, 2012, Figura 2 y Museo Municipal de la Vila Joiosa)

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El hecho de situar las necrópolis en zonas cercanas a caminos que den acceso al
núcleo poblacional tiene cierta relación con la intención de señalar que el territorio está
ocupado por un grupo concreto, justificándolo con la presencia de sus antepasados
(García Gandía, 2009: 146). La proximidad a los cursos de agua es algo de gran
importancia que hace una función purificadora (Prados Martínez, 2002-2003: 9); como
he mencionado anteriormente, la necrópolis se encuentra situada cerca del río
Amadorio, pero además de este se relaciona con la proximidad de una antigua rambla
que puede ser definida como un paleocanal.

3.1.1 Distribución interna

Dentro de la necrópolis de Les Casetes se puede establecer una organización en


la distribución de las estructuras funerarias. Por un lado encontramos tres grandes
tumbas; por otro lado dos tumbas más sencillas que García Gandía (2009) define como
estructuras complejas y simples respectivamente, las primeras ocupan una mayor
distancia entre ellas que con cualquier otra sepultura, y alrededor de las mismas se
encontrarían las demás tumbas.

El espacio interior se encuentra dividido en tres zonas, de las cuales dos de ellas
cuentan con sepulturas. Que se localicen dos lugares donde se encuentre una
concentración de sepulturas nos habla de una distribución por linajes o familias, en las
cuales la persona sepultada, en lo denominado como estructura compleja, sería el que
ostentaba el status más elevado; las estructuras simples que se encuentran junto a las
complejas representarían a una parte secundaria de la población. Por otro lado, las
estructuras de hoyo, las cuales generalmente no presentan ningún tipo de ajuar y ocupan
las zonas perimetrales, hacen pensar que se tratan de las personas que ocupaban un
status social más bajo. (García Gandía, 2009: 147-148).

Teniendo en cuenta estos datos, se puede afirmar que ha existido una


planificación previa del espacio funerario, donde se ha establecido el lugar que
ocuparían las estructuras grandes, dejando un espacio para albergar sepulturas más
simples. Como he mencionado anteriormente, se encuentra una zona libre de sepulturas
lo que se puede identificar como un lugar de paso dentro del espacio funerario o para
diferenciar grupos de tumbas (García Gandía, 2009:148).

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3.2 Aspectos antropológicos y rituales

3.2.1 Tratamiento del cadáver

No tenemos información directa sobre los rituales predeposicionales del difunto,


lo único cierto que se puede constatar es que la cremación es la única forma
documentada en esta necrópolis, algo que es común en la Península Ibérica en el
periodo orientalizante (García Gandía, 2009: 161).

Las deposiciones pueden ser primarias o secundarias, esto depende de si el


cuerpo ha sido incinerado en el mismo lugar en el que es enterrado, o si el cuerpo es
cremado en un lugar y sus restos trasladados a otro. Por otro lado, las sepulturas pueden
albergar restos de uno o más individuos, lo que haría que puedan clasificarse en
individuales, colectivas o múltiples.

En Les Casetes existe un claro predominio en la incineración individual y


secundaria, aunque hay tres tipos de sepulturas que han sido consideradas como
cremaciones primarias. Las sepulturas son individuales, por lo que no registran restos de
más de un individuo, y no registran indicios de que hayan sido reutilizadas (García
Gandía, 2009:161).

Como he mencionado, las cremaciones eran secundarias, esto produce que se


debieran encontrar varias ustrina donde se llevaran a cabo las incineraciones, pero no se
han localizado. Como explica García Gandía (2009) en su monografía, esto se debe a
los límites urbanísticos, ya que debido a estos no se ha podido excavar en su totalidad la
necrópolis, produciendo que no se llegue a los límites de la misma.

Los restos óseos hallados en las sepulturas explican que han sido recogidos de
una forma deficiente, ya que no aportan una gran cantidad de estos ni de la mayoría de
las partes del cuerpo del difunto. Éstos han sido recogidos junto a cenizas y carbones,
por lo que no han sido lavados y se junta todo en una mezcla un tanto heterogénea. Por
otro lado, se puede observar que la temperatura alcanzada por los huesos generalmente
ha sido buena, ello se localiza en el color blanco que presentan (García Gandía,
2009:163).

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La colocación de los restos en hoyos, como apunta García Gandía (2009), se han
producido sin alguna intencionalidad, los cuales se sitúan sobre el mismo suelo
geológico, aunque originalmente se encontraban en un recipiente tipo urna. Sin
embargo, se piensa que en los huesos hallados en fosas si hubo cierta intencionalidad en
la colocación de los mismos, comprobándose en la disposición del ajuar y de los restos.

3.2.2 Ocre rojo

En la necrópolis de Les Casetes se documenta la presencia de ocre rojo. Éste,


que también se conoce como almagre, fue empleado durante la antigüedad como tónico
mágico para el difunto y para su ajuar (en ocasiones). El ocre rojo se ha documentado
únicamente en dos ocasiones en necrópolis fenicias de la Península Ibérica. Este mineral
dota de un tono similar al de la sangre aquello con lo que se impregna.

Tenía el objetivo de dotar tanto al ajuar, como al difunto de fuerza para poder
tener una nueva vida y añadir a ambos propiedades y virtudes que les hicieran
inmortales (García Gandía, 2009:168). El pigmento provenía al ambiente funerario de
una imagen de “sangre vital”, con el fin de sustituir al cuerpo del difunto, el cual ha
dejado de existir.

En los enterramientos fenicios-púnicos era habitual hallar un pequeño depósito


de piedra junto a los restos del difunto, el cual contenía cierta cantidad de ocre rojo. La
investigadora H. Benichou-Safar (1982: 266, citado por García Gandía, 2009) considera
que el empleo del ocre rojo no debe ser considerado como un uso funerario típico de la
cultura púnica, en la ciudad de Cartago este rito debió proceder de Libia, donde una
población entró en contacto con la fenicia y mantuvieron este rito en sus enterramientos.

18
3.3 Estructuras funerarias

A la hora de hablar de las estructuras funerarias, cabe mencionar que se va a


hacer referencia a las estructuras que han sido reconocidas como sepulturas. Estas se
han dividido en cuatro grupos: fosas, hoyo
hoyos, estructuras simples
es y estructuras complejas
(Figura 6).. Por otro lado, como apunta García Gandía (2009) encontramos dos tipos de
sepulturas que no fueron identificadas como tumbas dentro de la necrópolis, éstas son
los depósitos de ofrendas y el fuego ritual.

11%
18% Fosas

56% Hoyos
15% Estructuras simples
Estructuras complejas

Figura 6: distribución de estructuras en Les Casetes [Gráfico] (García Gandía,, 2009, Figura 164)

En las necrópolis de Les Casetes encontramos un total de 25 sepulturas, siendo


el mayor grupo de los mencionados anteriormente las fosas.

Las tumbas en hoyo en la nec


necrópolis
rópolis de Les Casetes, se consideran simples
agujeros realizados en el suelo, los cuales tienen generalmente forma redondeada, en
algunas ocasiones ligeramente ovalada (García Gandía,, 2009: 100). En las necrópolis
fenicio-púnicas
púnicas localizadas en la Penínsu
Península
la Ibérica se han documentado enterramientos
en hoyos simples, como ocurre en la necrópolis en ésta. Este tipo de sepulturas, como
afirma García Gandía (2009), evidentemente se tratan de sepulturas que indican un
componente social de rango inferior.

Las tumbas,
umbas, en sus paredes, fondo y cubrición no presentan ningún tratamiento,
a la vez que la cubrición de éstas generalmente está formada por tierra endurecida. Las

19
dimensiones de éstas son reducidas, llegando a una profundidad de 45 cm y contando
con un diámetro de 30-40 cm de ancho.

Las cremaciones en hoyo son identificadas como cremaciones secundarias en


urna, lo que explicaría que rara vez se documenten los restos del difunto directamente
sobre el suelo de la sepultura.

Las fosas tienen una forma rectangular, con las esquinas redondeadas. A
diferencia de las tumbas en hoyo, muestran cierto tratamiento en sus paredes y cubierta,
cuentan con un enlucido de barro de color amarillo. Las dimensiones de la fosa son
variables y van estrechamente relacionadas con la cantidad de ajuar que guardan junto
al difunto, las medidas oscilan desde 40 por 20 cm hasta 180 por 60 cm.

García Gandía (2009) ha agrupado como estructuras simples las tumbas que
presentan cubierta formada por una roca plana, cista de adobes, y pseudocista formada
por piedras para señalar el enterramiento.

En Les Casetes, los restos de los difuntos se colocan directamente en el suelo de


la sepultura y no en un recipiente cinerario, generalmente en urna cerámica, como es lo
usual (García Gandía, 2009: 105). En le necrópolis tendríamos una “confluencia de
factores”; por una parte se introduce el rito de la incineración, la estructura de cámara
que es de una clara influencia oriental y por otra parte la superestructura tumular, la cual
se define como una herencia cultural peninsular (García Gandía, 2009: 105).

Por otro lado, las tumbas consideradas como complejas se encuentran: el túmulo
regular, el cual se elaboraba con piedras; la tumba de cámara; cista con ornamentación
de cantos rodados de diferentes colores; y las que se denominan como “encanchados
tumulares”. Estas últimas, como recoge García Gandía (2009:104) de Espinosa, Ruiz y
Marcos (2005:185), son estructuras que en ocasiones cubren las fosas de cremación
secundaria.

20
3.3.1 Orientación de las sepulturas

En el Próximo Oriente, tanto los fenicios como los sirios recogieron los
conceptos astronómicos de los caldeos, lo cual se evidencia en la orientación de las
sepulturas de las necrópolis para establecer una relación con el mundo de ultratumba y
el cosmos (García Gandía, 2009: 164). En Les Casetes todas las tumbas tienen una
orientación este-oeste, salvo las sepulturas de fosa redondeada en las cuales es
imposible conocerla.

Algunos enterramientos varían ligeramente su orientación, dependiendo de la


salida del sol. Ello se explicaría por las estaciones, ya que dependiendo de en cual te
encuentres varía ligeramente los grados del sol con respecto al punto cardinal.

“La orientación más generalizada de las tumbas de las necrópolis orientalizantes


de la Península Ibérica, coincide con las tumbas de la necrópolis de Les Casetes”
(García Gandía, 2009:164). El mundo orientalizante tenía una predilección por el eje
este-oeste a la hora de llevar a cabo la construcción de las sepulturas, de esta manera se
plasmaba una relación entre la salida del sol y de sus creencias cosmogónicas; como
afirma García Gandía (2009) esto en cierto sentido es parte de sus creencias religiosas y
de su mundo de ultratumba.

21
3.4 Ajuar funerario/ofrendas

3.4.1 Aegyptiaca

Las relaciones que mantuvieron fenicios y egipcios viene desde incluso antes de
la formación del pueblo fenicio. Durante el Segundo Milenio a.C., en el período
cananeo, ya se tienen algunos datos de relaciones comerciales entre ambos pueblos. La
ciudad de Biblos mantuvo un contacto cercano con Egipto, lo cual se puede comprobar
debido al registro arqueológico de numerosas excavaciones en el qué apareció una rica
cultura material procedente de Egipto (Prados Martínez, 2000: 168).

A partir del siglo VI a.C. y buena parte del siglo V a.C. comeenzó a
incrementarse la presencia de amuletos y figuritas apotropaicas egiptizantes, la única
explicación a esta expresión religiosa se debe al campo de la producción artesanal
(Vercoutter 1945: 1-15; Scandones 1975: 65, citado por Jiménez Flores, 2004).

Una de las piezas destacadas de la necrópolis de les casetes consideradas como


egipcia es una cantimplora de fayenza (Figura 7). Este tipo de objetos son conocidos
como “aegyptiaca”. La palabra fayenza hace referencia a la técnica con la que se ha
elaborado la cantimplora.

Las piezas elaboradas con esta técnica se hicieron populares y muchos objetos
relacionados en esta técnica fueron comercializados por comerciantes fenicios (Aston,
1994, citado por García Gandía y Padró Parcerisa 2002).

Figura 7: cantimplora de fayenza de la necrópolis de Les Casetes [Foto] (Archivo Gráfico MARQ)

22
La cantimplora aparecida en Les Casetes es de un color amarillento con reflejos
verde turquesa. Presenta un pequeño orificio en la parte inferior, concretamente en un
ángulo de su parte izquierda. Tiene 16.1 cm de altura y 12.9 cm de anchura.
Actualmente la pieza se encuentra restaurada ya que el cuello de la cantimplora, al igual
que una de las figuras de sus asas se había desprendido.

La decoración de la pieza es muy detallada y significativa con el mundo egipcio.


El cuello de la cantimplora ha sido entendido como un capitel, el cual en fu parte
superior se encuentra decorado con flores y yemas de loto, intercalándose entre sí. El
capitel y el tallo de las flores se divide con lo que parece ser una cuerda doble. Esto,
según García Gandía y Padró Parcerisa (2002) simboliza para los egipcios el nacimiento
del mundo a partir de un elemento húmedo, así como asegura la resurrección del
difunto. A los lados, como si fueran asas, se representaron las figuras de dos simios en
forma sedente, lo que según los autores anteriormente mencionados, representa el paso
del tiempo ya que es el animal sagrado de Tot.

En las dos caras del objeto se encuentra una decoración incisa, la cual tiene la
intención de representar un collar. Esto en realidad no ocupa mucho espacio de la pieza,
dejando la mayoría de las caras carente de decoración. Por otro lado cabe mencionar
que a sus laterales se encuentra presente dos inscripciones en jeroglífico, junto a un friso
decorativo de liliáceas.

Por otro lado, la necrópolis de Les Casetes ha proporcionado cinco amuletos


egipcios encontrados en el ajuar de sus sepulturas. Son amuletos de esteatita. Según
Vaquero González (2012: 91) los amuletos eran adquiridos por el significado mágico
que transmitían, portan imágenes e inscripciones que hacen referencia a divinidades,
convirtiéndose en los principales representantes del mundo de la magia.

El difunto podía desarrollar en la tumba una vida material y tenía las mismas
necesidades y gustos que los seres vivos. Así pues, se encontraban expuestos a peligros
de los que debían protegerse a través de amuletos o pasta vítrea, de figuritas y máscaras
apotropaicas (Prados Martínez et al., 2009: 447).

Entre los amuletos hallados en Les Casetes me centraré en los recuperados en la


tumba nº5, en la cual se evidencia la presencia de cuatro, siendo uno de ellos un udyat;
éste mismo sería el 5º amuleto documentado de la necrópolis.

23
El primer amuleto al que haré referencia es la
representación del dios Ptah-pateco (Figura 8), éste se
elaboró mediante la talla en esteatita. Sus medidas son 1.58
cm de alto, 0.98 de ancho y 0.68 de grosor. La divinidad se
encuentra desnuda en posición frontal, manteniendo un
rostro humano y la cabeza totalmente afeitada donde se
encuentra inciso un escarabajo.

Un segundo amuleto sería la representación de una


esfinge alada mediante talla en esteatita (Figura 9). Tiene
1.65 cm de alto, 1.2 de ancho y 0.51 de grosor. Es una
Figura 8: amuleto con
esfinge alada con cabeza antropomórfica y cuerpo de león,
representación del dios Ptah-
la cual se encuentra sentada. Puede ser el dios Tutu pateco hallado en la necrópolis de
Les Casetes [Foto] (Archivo
(Vaquero González, 2012: 99). Tiene un orificio entre las Gráfico MARQ)
alas y la parte posterior del cuello para su uso como
colgante.

El tercer amuleto (Figura 10) es el que, como he


mencionado anteriormente, se encuentra “repetido” en la
necrópolis de Les Casetes. Se trata de la representación de
un udyat, el cual ha sido elaborado como los amuletos
anteriores con la técnica de la talla en esteatita. Mantiene
unas dimensiones de 1.48 cm de alto, 1.56 cm de ancho y
0.55 cm de grosor. Concretamente, este amuleto, a
diferencia del que igualmente representa el ojo de Horus, es
un amuleto “dobles; en una de las caras se representa el ojo
de la divinidad egipcia y en la otra se encuentra la vaca
sagrada de Hathor.

Figura 9: amuleto con representación El cuarto amuleto es un halcón cinocéfalo con alas
de una esfinge alada, posible dios
reticuladas (Figura 11). Mide 1.29 cm de alto, 0.91 cm de
Tutu [Foto] (Archivo Gráfico MARQ)
ancho y 0.43 de grosor. Se trata de una posible hibridación
entre Hapy y su padre Horus, representados como un mono
babuino y un halcón respectivamente.

24
Finalmente, debo hacer especial mención a un último
objeto egipcio. Éste, apareció también en la tumba
mencionada en líneas atrás, la número 5. Es un amuleto de
pasta vítrea que representa una máscara demoníaca (Figura
12), la cual se elaboró con la tecnología de “núcleo de arena”,
dotándola de 2.7 cm de alto, 2.1 cm de ancho y 0.5 cm de
grosor. Se fabricó con una pasta de color azul marino, las
cejas y la barbilla se crearon aplicando de pasta de color
amarillo, al igual que los orificios nasales; sobre las cejas Figura 10: amuleto con representación
del udyat [Foto] (Archivo Gráfico
sobresalen dos cuernos blancos, los extremos de los mismos MARQ)
de color azul. Se mantiene la oreja izquierda, la cual es de
color blanco; este mismo color sirve para los ojos, los cuales
mantienen el iris de un tono negro.

Como recoge García Gandía (2009:141) de Ruano, Hoffman y Rincón (1996),


en el ámbito geográfico de la Península Ibérica, se ha encontrado una cabeza demoníaca
similar a la de Les Casetes en la isla de Ibiza. Eso mismo puede ser una explicación
directa de la influencia de los pobladores púnicos en el lugar geográfico que ocuparía la
necrópolis de Les Casetes.

Figura 11: amuleto con representación de Figura 12: amuleto con representación
un halcón cinocéfalo con alas reticuladas de una máscara demoníaca [Foto]
[Foto] (Archivo Gráfico MARQ) (Vaquero González, 2012, Figura 16)

25
3.4.2 Orfebrería

En Les Casetes se encuentra una variedad en cuanto a la orfebrería del oro y la


plata. Estos objetos se diseñaban y elaboraban principalmente como adorno personal,
pero a veces cuentan con un significado simbólico como es el caso de los amuletos.
Además del mencionado anteriormente, entre el ajuar y las ofrendas que se han
recuperado en la necrópolis de Les Casetes, se encuentran cuentas de collar y
pendientes.

Los objetos de oro han aparecido en una mayor cantidad que los de plata. Es
cierto que los dos tipos de orfebrerías han aparecido en seis tumbas, pero en ningún
caso han aparecido ambos objetos en un mismo ajuar funerario.

Las cuentas de collar son las más numerosas, representando las de oro un 34.7%
de la orfebrería, y las de plata un 8.4%. Las rescatadas de la necrópolis de Les Casetes
son conocidas como “tonelete”, siendo muy simples. Estas mismas, como apunta García
Gandía (2009), son muy frecuentes en Cartago y en necrópolis como la de Cádiz o Ibiza
(Figura 13).

Figura 13: a la izquierda, cuenta de collar hallada en la necrópolis de Les Casetes; a la derecha, colla
de cuentas de la necrópolis de Puis des Molins (Ibiza) [Foto] (González, 2012, Figura 18, y Museo
Arqueológico Nacional)

En las sepulturas, han aparecido pendientes de oro y plata. Los de últimos son de
forma de arete o arete doble. Por otro lado, los de oro son de tipo Nazem y han
aparecido dos, ambos en la misma sepultura. Ambos ejemplares se relacionan con el
tipo clásico que parte de un grueso hilo cerrado en círculo, cuyos extremos, se enrollan
para cerrar con permansión (Perea Caveda y García Gandía, 2010:169). Este tipo de

26
pendientes son de origen semita y son frecuentes en todos los centros de producción del
Mediterráneo, lo que podría vincular a los pobladores indígenas con una relación con el
mundo fenicio-púnico. Aunque fueron hallados en la misma tumba y son el mismo tipo
de pendiente, mantienen un tamaño distinto.

En Les Casetes han aparecido también 4 amuletos de oro, de los cuales 3 se han
recuperado totalmente completos y uno de ellos se encuentra agrietado. Entre ellos
destacan dos que fueron hallados en la tumba 16: uno tiene forma de sol y de luna
creciente. Se fabricó a molde y unió dos piezas de oro cerrando el amuleto y dejándolo
hueco por dentro. Como afirma García Gandía (2009: 135), se trata de piezas con
elementos distintivos de la iconografía fenicia. Es un elemento muy conocido en el
Próximo Oriente; el otro es un colgante fabricado en una pieza maciza, el cual mantiene
la forma de un semicírculo alargado y cerrado en su base (Figura 14). En la parte
superior se encuentra un disco solar alado, bajo éste, aparece una luna creciente o cual
es como un “sello” de identificación fenicia La decoración de este amuleto representa
completamente la iconografía adoptada por los fenicios, la cual tiene una clara
procedencia egipcia. Los amuletos hallados en la necrópolis tienen como sistema de
suspensión el carrete estriado, el cual es característico del mundo fenicio-púnico.

Figura 14: amuleto áureo en forma de semicírculo alargado [Foto] (Archivo Gráfico MARQ)

27
3.4.3 Huevos de avestruz

Las cáscaras de huevo de avestruz halladas en la necrópolis de Les Casetes son


un elemento de gran importancia a la hora de hablar de la presencia material fenicio-
púnica en contextos ibéricos.

Los huevos de avestruz, como apunta Fernández (1992) su presencia en las


sepulturas fenicio-púnicas constituye uno de los hallazgos más peculiares, los cuales
tienen su antecedente en sepulturas mesopotámicas y egipcias del II milenio a.C.

En Les Casetes se ha documentado la presencia de los restos de cáscaras de


huevo de dicho animal en siete tumbas. En la publicación de García Gandía (2009) de la
campaña de excavación de 2001, se entra en detalle del hallazgo en las sepulturas
número cuatro, seis, nueve y doce. Éstos se encuentran en un estado pésimo de
conservación; se pueden definir dos de los cuatro hallazgos: el primero presenta una
parte del huevo con una pequeña perforación y policromado con una banda blanca; la
otra pieza se encuentra hecha a pedazos, pero se ha podido reconstruir para mostrarnos
que se trataría de una pieza decorada mediante el color rojo (García Gandía, 2009: 143).
Por otro lado, en la publicación de Ruiz Alcalde et al., (2020) se han aportado estudios
de cáscaras de huevos que aparecieron en las tumbas GU 466, GU 445 y GU 503 en la
campaña de 2015, las cuales se explicarán más adelante.

El huevo de avestruz para Fernández (1992) tiene un significado mágico-


religioso siendo interpretado como un símbolo del principio de la vida; por otro lado,
para San Nicolás (1975) tiene un carácter sagrado y representa el símbolo en el que se
encuentra el “alhito vital”. Así pues, se considera que la presencia de la cáscara de
huevo de avestruz en las sepulturas tenía el poder de volver a los muertos a la vida, por
lo que era entendido como idea de resurrección, del principio de la vida o de la
supervivencia más allá de la muerte (San Nicolás, 1975: 75; Fernández, 1992: 145).
Junto a estas consideraciones se ha de sumar la aportada por Astruc (1954), la cual
explica que la presencia de estos huevos en las sepulturas no se relacionaría con un
alimento funerario ordinario, sino más bien con un contenedor de la presencia de un
principio vital, definiendo el huevo como una copa mística generadora de vida.

28
Junto a lo mencionado en el párrafo anterior, la cáscara de huevo de avestruz,
además de ser entendida como un elemento simbólico, podría tener diversas utilidades:
copa para beber, amuleto, vasija con la función de contener alguna sustancia… en este
sentido cabe destacar que ya en el Egipto predinástico se aprovechaban para la
fabricación de elementos como las cuentas de collar (Verdú, 2014: 1677). Esto mismo
es defendido por autores como Lancel (1968, citado por Savio 2004), San Nicolás
(1975) y contrastado en obras como le ouva di struzzo dipinte nella cultura púnica
(2004) de Gigliola Savio.

Los huevos de avestruz pueden ser clasificados y distinguidos en seis tipos


diferentes (San Nicolás, 1975: 79-80):

 Forma I. Cáscara entera que se encuentra perforada en un extremo por un


pequeño orificio de extracción. No mantiene decoración.
 Forma II. Cáscara en forma de cuenco. La abertura es amplia y se
encuentra cortada a dos tercios de su altura. El borde puede ser de varias
formas. Decoración muy rica.
 Forma III. Cáscara en forma de casquete esférico; está cortada media
altura (en dos mitades iguales, por el medio del galbo). La decoración,
que únicamente se encuentra en el borde, es muy simple.
 Forma IV. Cáscara en forma de casquete esférico-ritón; se encuentra
cortada por la mitad de su altura y perforada en el fondo por un oficio
que ha servido para la extracción del contenido del huevo. La decoración
es muy semejante a la de la cascara de la forma III; a veces el orificio
está decorado.
 Forma V. Cáscara en forma de ritón. Está perforada en los dos extremos
por orificios muy pequeños. Suele estar decorada.
 Forma VI. Cáscara en forma de frasco. Está abierta por un extremo
mediante un orificio circular de 4 ó 5 cm. al que se ajusta un cuello de
piedra o de fayenza.

Por otro lado, a parte de la clasificación según sus tipos, se puede establecer otra
dependiendo de la clase de recorte que mantenga en sus bordes (San Nicolás, 1975: 81-
82). Así pues, se pueden establecer trece tipos:

29
 Tipo 1. Bordes lisos, biselados, cortados sin gran regularidad por
pequeñas entalladuras en forma de «V» cada 4 ó 5 cm.
 Tipo 2. Bordes lisos, biselados, cortados por pequeñas entalladuras en
forma de «V» cada 3 ó 4 cm.
 Tipo 3. Bordes lisos, cortados por pequeñas entalladuras en forma de
«V» cada 5 ó 6 cm.
 Tipo 4. Bordes lisos, cortados en forma de dientes de sierra poco
regulares.
 Tipo 5. Bordes lisos, cortados por grandes entalladuras de 2 ó 3
centímetros sin gran regularidad.
 Tipo 6a. Bordes lisos rectos.
 Tipo 6b. Bordes lisos, rectos, biselados hacia el exterior.
 Tipo 6c. Bordes lisos, rectos, biselados hacia el interior.
 Tipo 7. Bordes lisos irregulares.
 Tipo 8. Bordes formando como un estrecho festón.
 Tipo 9. Bordes lisos biselados, cortados por entalladuras cortas, pero
prolongadas por una raya que sólo toca la superficie de la cascara.
 Tipo 10. Bordes lisos, cortados por pequeñas almenas separadas unos 2
cm. aproximadamente.
 Tipo 11. Bordes lisos, biselados, con pequeñas incisiones de unos 15
mm. de longitud y separadas un centímetro de otra, sólo cubren una parte
del grueso de la cascara.

Por otro lado, se han de reservar algunas líneas a la decoración que presentan los
huevos de avestruz. Generalmente todas las cáscaras están decoradas excepto la forma
1; existen dos técnicas para ello: grabada y pintada. Para la última se suele emplear ocre
y pinturas de color negro y azul. La ornamentación nos ofrece motivos de índole muy
diversa: por medio de bandas horizontales con la plasmación de fitoformas, y por medio
de bandas horizontales y verticales, formando metopas y empleando decoraciones
lineales, geométricas, florales y zoomorfas (San Nicolás, 1975: 84-96).

Retomando lo expuesto párrafos atrás, en la publicación de Ruiz Alcalde et al.,


(2020) se ha expuesto la reciente investigación de cuatros cáscaras halladas en la

30
necrópolis de Les Casetes en 2015, concretamente las de las tumbas denominadas como
GU 466, GU 445 y GU 503.

En la tumba GU 466 se encontró lo que


se define como la forma “más frecuente”;
consiste en cortar un disco pequeño al nivel
del extremo más puntiagudo, vaciado por un
pequeño hueco y sin decoración (Ruiz Alcalde
et al., 2020: 1311) (Figura 15). En la tumba
GU 445 aparecieron dos huevos de avestruz
(Figura 16 y 17), ambos se encuentran
cortados más o menos a los tres cuartos de
altura. Presentan un borde cortado por
entalladuras cortas; uno de estos apareció
quemado y totalmente fragmentado, de manera Figura 15: cáscara de huevo sin decorar [Foto]
(Ruiz et al., 2020, Figura 1)
que procedió a un trabajo de restauración que
reintegró el 90% de la pieza (Ruiz Alcalde et
al., 2020: 1311).

Como exponen Ruiz Alcalde et al., (2020) en la tumba GU 503 se halló un


casquete tallado al nivel de uno de los polos del huevo (Figura 18), éste presenta una
perforación desplazada con relación al centro de la pieza. Esta forma ya había sido
atestiguada en la necrópolis de Les Casetes, concretamente en la tumba número seis
(García Gandía, 2009: 142-144).

Figuras 16 y 17: vaso de cáscara de huevo decorado y vaso de cáscara de huevo fragmentado y quemado
[Foto] (Ruiz et al., 2020, Figuras 2 y 3)

31
La ornamentación que presentan los ejemplares hallados en Les Casetes es
difícil de distinguir hoy en día. El vaso que sería más legible es el hallado en la tumba
GU 445, éste mantiene una decoración pintada con motivos de palmetas y de formas
ovoides de color rojo (Ruiz Alcalde et al., 2020: 3112) así como la presencia de cuatro
metopas separadas por una banda vertical de color blanco; dos de estas metopas están
decoradas con motivos vegetales (Le Meaux et al., 2017: 13).

Por otro lado, la decoración que presenta el casquete descubierto en la tumba


GU 503 utiliza una técnica definida por Ruiz Alcalde et al., (2020) como mixta. En la
parte convexa tiene dos bandas pintadas con pincel y en la parte cóncava mantiene una
ornamentación en bajorrelieve. La decoración que mantiene en ésta última se similar al
símbolo de Shamash, el dios del Sol para las poblaciones de Mesopotamia y para el
ambiente fenicio-púnico. No se puede asumir esto con certeza dado que podría ser fruto
de la imaginación, pero de ser cierto estaríamos ante una ornamentación aún no
documentada en la Península Ibérica (Le Meaux et al., 2017: 15).

Figura 18: parte cóncava y convexa del casquete hallado en la tumba GU 503 [Foto] (Ruiz et al., 2020,
Figuras 4 y 5)

Para estos objetos hallados en la necrópolis de Les Casetes, al igual que en otras
como Puig des Molins (1992) y Villaricos (1996) entre otras, Hèlené Le Meaux (2013)
tiene una hipótesis; ésta parte de la afirmación de una realización in situ, dentro de los
talleres peninsulares. En estos se emplearían técnicas de origen oriental o no y se
desarrollarían en un contexto indígena, esta hipótesis se ve reafirmada por la
sistematización y la homogeneidad de las formas y la decoración, lo cual llevaría a cabo
la creación de una tradición y coherencia artística (Le Meaux, 2013: 101).

32
4. Cabezo Lucero

4.1 Datos topográficos

La necrópolis de Cabezo Lucero se encuentra al oeste del municipio de


Guardamar del Segura, en una ladera del monte Moncayo. Limita al norte por el río
Segura, al oeste por una colina empinada (Rouillard, 1981:523) que Uroz (2010) define
como un terraplén y al este por una rambla que va a parar al río, la cual tiene una
pendiente menor que el lado oeste.

Actualmente el yacimiento se encuentra separado del río por la carretera, la cual


se construyó durante la Guerra Civil, que une Guardamar del Segura y Rojales, la
altitud de éste varía dependiendo de la zona en la que nos encontremos y el terreno
sobre el que se levanta se define como una lengua de tierra (Aranegui et al., 1993:15)
(Figura 19).

Figura 19: localización de Cabezo Lucero y su entorno [Imagen] (Elaboración propia, imagen obtenida
del PNOA-IGN)

La necrópolis se encuentra al sur del poblado donde vivía la población,


exactamente a unos 160 metros de distancia de la puerta sur. El lugar santo se encuentra
a una altitud ligeramente mayor que la del hábitat. (Rouillard, 1990: 540).

El yacimiento ocupa un lugar muy interesante. Por un lado se encuentra próximo


al mar, lo cual permite un estrecho contacto con los navegantes del Mediterráneo; por
otro lado, se encuentra situado en un territorio de paso para adentrarse en la Meseta, lo
que produce que deban circular por ahí los comerciantes que se dirijan en dicha

33
dirección. Junto a ello, cabe mencionar el encuentro de las desembocaduras de los ríos
Segura y Vinalopó en la zona, lo que creaba una laguna costera que focalizaba una gran
densidad de población en la zona (Uroz, 2010: 92).

En este lugar geográfico la población fue basculando de un lugar a otro desde el


período conocido como Protohistoria hasta casi la actualidad, pero ocupó de un modo
constante el mismo ambiente costero junto a las cuencas de los ríos Segura y Vinalopó,
las dos vías fundamentales de comunicación con el interior (García Menárguez y Prados
Martínez, 2014: 115).

4.1.1 Área funeraria

La información que he podido consultar sobre la necrópolis de Cabezo Lucero


me ha aportado datos relevantes de la existencia o no de estructuras físicas que
delimiten o no el área funeraria, así como si se ha seguido o no una planificación a la
hora de establecer las sepulturas en el lugar.

La superficie aproximada establecida tras la quinta campaña de actuación (1985)


es de 1225 metros. Realmente se desconocen los límites exactos de ésta ya que no se
han descubierto restos de ninguna muralla, muro o foso. Aún así se pueden establecer
una serie de fronteras conociendo la orografía del terreno y la distancia a la que se
encuentra el poblado: al oeste de la necrópolis se encuentra un acantilado que impide el
avance hacia ese lado; al norte se encuentra el poblado el cual no puede estar muy
próximo al cementerio (concretamente se encuentra a 160 metros); el extremo sur
coincide con un punto denominado como A-15, una pequeña estructura que debería
tener una señal y al sur de ésta no se ha encontrado ninguna sepultura; al este los límites
son poco precisos y se pueden confundir con un pequeño valle natural (Aranegui et al,
1993:23).

Durante el uso de la necrópolis, se produjo una reutilización del espacio. Se debe


tener en cuenta que la necrópolis tiene unos límites de extensión que impedía que
creciera frente a la presión demográfica del hábitat.

34
La organización de la necrópolis parece que se establece mediante unas
construcciones tumulares de piedra, las cuales mantienen una planta rectangular o
cuadrada. Éstas estructuras son el primer elemento organizador del área sacra, las cuales
siguen una orientación norte-sur, este-oeste (Roulliard, 1990: 540).

4.2 Sepulturas

4.2.1 Tipos de sepulturas

En la necrópolis de Cabezo Lucero encontramos dos tipos de sepultura. Éstas no


se diferencian en cuanto a morfología, como puede ser en cualquier otra de las
necrópolis expuestas en el trabajo. Su diferencia reside en la deposición de los huesos
depositados en ellas.

Los enterramientos tienen un carácter unipersonal, de cualquier edad y sin


preferencia por alguno de los dos sexos. La incineración está presente en todos los casos
ya que no se ha hallado ningún ejemplo de entierro en la necrópolis (Rouillard, 1983:
488).

Para los entierros en incineración es posible dividirlo en dos tipos: tumbas de


urna y tumbas sin urnas. Las primeras, como su nombre indica se produce la deposición
en un recipiente cerámico, mientras que las segundas se colocan directamente sobre el
suelo en loculus o cavidades naturales. Después de la cremación, los huesos
generalmente se clasificaban y agrupaban en urnas cerámicas de fabricación local, las
cuales no necesariamente debían ser para un uso exclusivo cinerario (Aranegui et al.,
1993: 36).

En otros casos, como se ha indicado en el párrafo anterior, los restos óseos del
difunto no fueron depositados en un recipiente cerámico. Se colocaron directamente
sobre el suelo en cavidades naturales poco profundas sin ningún tipo de preparación o
planificación, o como ocurre eventualmente, se construyó un loculus de piedra o de
tierra sobre el suelo.

35
Los primeros mantienen una planta cuadrada o rectangular, en ocasiones
circular/ovalada, la cual contaba con un pequeño orificio de 0.3 m de diámetro donde se
colocarían los restos. Los segundos son más difíciles de detectar, se componían de
arcilla con una planta rectangular, el mejor ejemplo que puedo mencionar es el conocido
como punto 25, el cual estaba orientado E/O y se encontraba cubierto por dos grandes
losas de piedra (Aranegui et al., 1993: 37).

4.2.2 Señalización

En lo referente a la señalización en Cabezo Lucero, como explican Aranegui et


al., (1993) se encuentran pocos vestigios, por no decir nulos, de señalización tipo de
estelas funerarias o cualquier otro tipo. Uno de los problemas con los que cuenta es que
algunos de ellos probablemente fueran construidos con madera, lo que provoca una
rápida desaparición de los mismos y que hoy en día no se puedan documentar a la hora
de llevar a cabo una campaña de excavación arqueológica.

Algunas de las estelas, además de las de madera mencionadas anteriormente, no


serían más que simples piedras colocadas sobre los lugares de descanso de los difuntos,
lo que provocaría una difícil distinción de las que se deben a procesos post-
deposicionales. Sin embargo se han podido identificar dos “estructuras” que podrían
tratarse de estelas.

Una de las supuestas estelas se trata una losa de arenisca con una forma de
trapecio regular y cuenta con unos 30 cm de altura. Por otro lado, se encontró un
vestigio de piedra rugosa en posición vertical que descansaba sobre la roca natural, ésta
se alzaba únicamente 10 cm del suelo. La última albergaba dos urnas carentes de restos
óseos, lo que posiblemente se identificaría como unos recipientes de ofrendas (Aranegui
et al., 1993: 38).

36
4.3 El ritual

Como se ha mencionado en el apartado anterior, únicamente se encuentra el


difunto incinerado, por lo que se puede afirmar con total seguridad que el ritual llevado
a cabo en Cabezo Lucero es la cremación. Esta práctica es muy habitual en el mundo
ibérico.

La elección de los lugares donde se iba a producir la incineración del cadáver


responde sobre todo a razones prácticas y a opciones religiosas, como la deposición de
las piras no lejos de las estructuras de piedra. Estos han ido evolucionando a lo largo de
la edad de la necrópolis (Aranegui et al., 1993: 32).

En Cabezo Lucero se pueden distinguir dos tipos de lugares de incineración: las


fosas de incineración y las áreas de cremación.

Del primer grupo encontramos que a su vez se divide en otros dos, de manera
que se establece una distinción entre las fosas producidas en la roca natural y las
revestidas de arcilla. Las primeras se excavaron en la roca natural, dotándoles de una
planta rectangular y con paredes inclinadas. Los segundos son menos numerosos que los
primeros, mantienen una planta rectangular con las esquinas redondeadas y las paredes
verticales. El mortero de arcilla que recurre las paredes es de un espesor de entre 1-2 cm
(Aranegui et al., 1993: 32-33). En el interior de los pozos de ambos tipos se encontraron
restos óseos incinerados y otro tipo de restos residuales, esto apoyaría la afirmación de
que se están produciendo incineraciones in situ.

En Cabezo Lucero no solo se llevaba a cabo la incineración en las fosas, sino


que también se producía en zonas planas de piedra o arcilla, las cuales eran
especialmente preparadas para ello.

Los pavimentos de piedra están expuestos por todas partes. Se encuentra en ellos
una clara evidencia de combustión, donde los troncos se consumirían directamente en el
suelo. Por otro lado, las zonas de arcilla muestran una composición apisonada de limo
arcilloso del Segura y de arena fina. A lo largo de la necrópolis se han encontrado
lugares con este tipo de arcilla, que se ha endurecido debido a la acción del fuego de las
piras (Aranegui et al., 1993:34).

37
Muchos autores antiguos y modernos han escrito relatos e informes sobre la
preparación del cadáver y de la pira funeraria, así como del tratamiento que se les da a
los restos óseos de los difuntos una vez se ha producido la incineración. El método por
el cual se construyan las piras podía ser desde una simple acumulación de troncos hasta
la composición de una estructura más compleja (Aranegui et al., 1993:34). Como
afirman Jodin (1993) y Uroz (2010) parece que los cuerpos, en general, fueron
colocados en posición supina sobre la pira. Esta posición durante la incineración
acabaría doblando los brazos y piernas hacia arriba debido a una tracción de los
músculos y ligamentos; esto produciría una desigual combustión de los huesos que se
refleja en los huesos rescatados.

El estudio de los restos de Cabezo Lucero ha permitido establecer una relación


entre el ritual funerario y el difunto, estableciendo que las mujeres y los niños siempre
se encuentran en urnas, mientras que los hombre adultos podían ser enterrados mediante
la incineración in situ, las deposiciones en el suelo o en urna (Aranegui et al.,
1993:139).

38
4.4 Cerámica orientalizante

Es curiosa la aparición de un tipo de cerámica de raigambre fenicio-púnica en un


yacimiento completamente ibérico como es el caso de Cabezo Lucero. Por ello, a
diferencia de cualquier otro de los casos de estudio seleccionados para este trabajo, se
ha decidido establecer un apartado para la cerámica a torno orientalizante.

Este tipo de cerámica, como explican Aranegui et al., (1993) son los vasos que
contienen una pasta con un desgrasante copioso y triturado, el cual mantiene unos
puntos negros deslumbrantes que son visibles a simple vista. Esta cerámica se cocía a
una temperatura insuficiente para darle dureza a la pieza, lo que provocaba que fuera
relativamente consistente y fácil de separar. Por otro lado, Verdú (2014) afirma que el
desgrasante que contenían este tipo de cerámica era visible con pequeños puntos negros,
en el caso de Sicilia serían minerales de origen volcánico mientras que las procedentes
del norte de África son consideradas más arenosas. Resulta problemático y difícil
establecer un centro de producción específico para estas piezas, aunque se han realizado
algunos avances al respecto (Verdú, 2014: 641).

Realmente, este tipo de cerámica constituye una mínima de la hallada en Cabezo


Lucero. Su uso se atribuye a la fase inicial de la necrópolis. Únicamente se han obtenido
dos piezas enteras, las cuales se emplearon como urnas cinerarias. Pero aún así, se ha
documentado una pequeña variedad de piezas que tienen una raigambre fenicio-púnica:
se ha documentado la aparición de una urna globular con ornamentación policromada
con triángulos con forma de red, rayas alternas y bícromas de bandas; otra urna que
hace referencia al tipo Cruz del Negro la cual no tiene restos de decoración, dos platos
de ala ancha de forma similar y con una decoración policromada (Figura 18). Una urna
decorada con trazos verticales parecida a la hallada en la necrópolis fenicia de Toya y
fragmentos de urnas de orejetas (Aranegui et al., 1933: 96). Esta última tiene
similitudes y relación con la jarra empleada como urna cineraria en la necrópolis de
l’Albufereta, conocida como F-146-01; podría relacionarse con una producción púnico-
ebusitana (Verdú, 2014: 652).

El uso de cerámica fenicio-púnica en dicha necrópolis puede haberse producido


por diferentes motivos. En la misma localidad se encuentra otro yacimiento

39
arqueológico fenicio: La Fonteta. Como indican Lorrio et al., (2018/2019) es uno de los
conjuntos arqueológicos más importantes para el estudios de la Protohistoria Antigua en
el Levante, así como la localización de éste permitió ampliar los conocimientos de la
colonización fenicia, del periodo orientalizante y la interacción entre las poblaciones
indígenas y fenicias.

Este tipo de cerámica hallada en Cabezo Lucero, aunque sea minoría, son
conocidas como de tradición fenicio-púnica. Por otra parte, la cerámica de orejetas se
relaciona con el íbero arcaico, sintetizando un contacto con las poblaciones púnicas de
producción alfarera como es el caso de Ibiza (Aranegui et al., 1993:96).

Una vez expuestas estas ideas cabe hacer una pequeña contestación a diferentes
preguntas que podrían surgir. Así pues, el descubrimiento de este tipo de cerámica en
contextos funerarios ibéricos puede estar muy relacionado con la anterior presencia
fenicia en la localidad. Es cierto que el yacimiento de La Fonteta no se encuentra anexo
al anterior, pero no es de extrañar que se llevara a cabo un contacto intensivo entre
ambas poblaciones donde se produciría un intercambio. Como afirma González (1983),
el interés económico radica en los minerales que carecían en la zona de población
semita; por lo que, no es nuevo ese contacto entre comunidades y fruto de ese comercio
se podría tratar de explicar la aparición de esta cerámica en una necrópolis plenamente
ibérica.

La Fonteta estuvo en uso entre la segunda mitad del siglo VIII y finales del siglo
VI a.C. Relacionando la cronología de La Fonteta con la de la necrópolis de Cabezo
Lucero (siglo V a.C.) y la presencia de cerámica fenicia puede establecerse una
conexión cultural de los habitantes del poblado ibérico y el fenicio. Así pues, el uso
prolongado de este tipo de cerámica durante el periodo inicial de la necrópolis, posterior
a la desocupación de la colonia oriental, puede entenderse como una intención de
enlazarse con la cultura fenicia. A la vez que realiza una intención de establecer una
conexión con unos ancestros que ocuparon la zona y trajeron consigo una cultura
diferente que como afirma Uroz (2010) el pasado oriental de las huellas de culto
dinástico en el entorno de Guardamar, explican diferentes fenómenos registrados en la
necrópolis ibérica de Cabezo Lucero.

Por otro lado, el empleo de esta cerámica en contextos ibéricos puede explicarse
por otras dos argumentaciones: la primera, tras el abandono del hábitat fenicio es

40
posible que parte de esa población fuera aceptada por las comunidades locales de
Cabezo Lucero. Ello produce que los extranjeros traigan consigo sus cultos relacionados
con el mundo fúnebre, siendo introducidos en el momento de su paso a la otra vida en la
necrópolis en la que serían inhumados. Ante esto se estaría hablando de una cuestión de
identidad, donde los fenicio-púnicos querrían ser enterrados como sus antepasados y
como su tradición marcaba; la segunda, con el contacto con estas comunidades foráneas
a la Contesania se observaría una nueva práctica ritual para la cual se emplearía este
tipo de cerámica. Es posible que hubiera una transferencia de cultos que fueran
emulados por las élites para relacionarse con estas nuevas poblaciones, lo cual podría
ser también imitado por los que se encuentran en una posición social inferior con el fin
de parecerse a ellos.

Figura 20: Urna globular y Cruz del Negro [Foto] (Aranegui et al., 1993, figura 78)

41
4.5 Ajuar funerario/ofrendas

4.5.1 Numismática

A diferencia de lo ocurrido en otras necrópolis como por ejemplo en


l’Albufereta, la cual se ha empleado para la elaboración del TFG, no se ha encontrado
un gran número de monedas. El hallazgo de estos materiales es muy interesante para
clasificar cronológicamente un yacimiento, así como entender las influencias y
relaciones culturales.

En la necrópolis de Cabezo Lucero se han hallado tres monedas púnico-


ebusitanas (Figura 21). Cada una de ellas presenta un módulo y peso diferente, junto a
una misma iconografía, la cual en algunas se encuentra más desgastada. Como recogen
Aranegui et al., (1993) la primera moneda tiene una imagen del dios Bes, con el brazo
derecho alzado y el izquierdo se posa sobre el abdomen, en la mano de este último llevo
consigo una vara que se alza hasta superar el hombro izquierda. Presenta un módulo
máximo de 10.8 mm y un peso de 1.2 g, las otras dos monedas son semejantes pero con
una pequeña diferencia; la segunda se encuentra un tanto “más acuñada”, con un
módulo máximo de 10.6 mm y un peso de 1.38g. Por otro lado la tercera moneda se
encuentra algo más desgastada en una de sus caras, provocando que sea borrosa y un
tanto más complicado de apreciar, cuenta con un módulo máximo de 9.8 mm y un peso
de 1.28 g.

La moneda en sí, trasmite una iconografía con valor emblemático de tipo


sagrado, económico, político o una mezcla de ellos (Marín Martínez, 2011: 582). Las
acuñaciones de estas monedas se llevaban a cabo en la ceca de Ebusus, lo cual indica
que se establecieron ciertas relaciones culturas con el mundo fenicio-púnico. Esto
influyó, de cierta manera, en el ajuar funerario de los íberos de la zona.

Como afirma Verdú (2014) en su tesis, Ebusus actuó como un centro


distribuidor de cerámica y ciertos objetos exóticos, como las monedas, en el mundo
ibérico y área de influencia cartaginesa. Ello explicaría la presencia de objetos púnicos
en los yacimientos arqueológicos del Levante.

42
Figura 21: Monedas púnico-ebusitanas de Cabezo Lucero [Foto] (Aranegui et al., 1993: láms: 169-171)

4.5.2 Aegyptiaca

En la antigüedad se documenta el uso habitual de amuletos, elementos


personales que normalmente se llevaban consigo mismo. Los objetos egipcios llegaron
a la Contestania mediante el comercio de los fenicios, púnicos y griegos con la
población autóctona. Estas mercancías son muy minoritarias, sobre todo si se comparan
con cualquier otro tipo de apariciones en los yacimientos arqueológicos (Verdú, 2014:
1561-1563).

La necrópolis de Cabezo Lucero no destaca por la presencia de objetos egipcios


en el ajuar documentado de las diferentes sepulturas. Realmente su presencia en este
caso es prácticamente inexistente, de manera que únicamente se han documentado un
amuleto de pasta vítrea y dos pirámides de piedra de dimensiones muy reducidas.

El amuleto, mencionado anteriormente,


representa al dios Nefertem y está producido de pasta
vítrea azul-verdosa (Figura 22). Tiene un pequeño
tamaño, concretamente 2 cm de alto, 0.9 cm de ancho y
0.6 cm de grosor. Como indican Aranegui et al., (1993) y
Olcina et al., (2010), el ídolo ha perdido gran parte del
vidriado en algunas partes, pero aún así se pueden
observar algunos elementos entre los cuales llama más la
atención una flor de loto que el dios lleva sobre su
cabeza. Sobre ésta se encuentran dos plumas que se
prolongan por la espalda del mismo. La cabeza del
amuleto se ha realizado de una forma esquemática. En el Figura 22: amuleto de Nefertem de
Cabezo Lucero [Foto] (Aranegui et
lateral derecho parece que se encuentra el trono sobre el al., 1993, lámina 173)
que se encuentra, el cual se puede observar mejor en el
lado izquierdo.

43
Amuletos como el encontrado en esta necrópolis son introducidos desde las Islas
Baleares, concretamente desde Ibiza. Como afirman Aranegui et al., (1993) citando a
Gamer-Wallert (1978) Ibiza es el único lugar de España que proporciona amuletos
semejantes.

Por otro lado, se debe reservar unas líneas a las dos pirámides de piedra halladas
en la misma sepultura que el amuleto (Figura 23). Éstas, como he mencionado
anteriormente, son de piedra y de unas dimensiones escasas, concretamente una de ellas
es de 1.2 cm x 1.2cm y la otra de 1.2 cm x 1.1 cm. Ambas mantienen consigo en la base
unos signos definidos como letras púnicas ya que se puede observar la presencia de una
alef.

Figura 23: pirámides halladas en Cabezo Lucero [Foto] (Aranegui et al., 1993, lámina 174)

En un primer momento se podría llegar a pensar que las sepulturas que llevan
consigo los amuletos egipcios deberían ser de la élite local ibera o la clase alta fenicio-
púnica, pero debido a la elaboración de amuletos en los talleres púnicos y su creciente
aumento debido a una mayor demanda y la reducción del coste de las piezas, al dejar de
ser importaciones egipcias, fomenta su expansión a un mayor porcentaje de población y
su populación (Jiménez Flores, 2004: 150).

4.5.3 Pasta vítrea

En la necrópolis de Cabezo Lucero se ha documentado la presencia en el ajuar


funerario de un depósito de ofrendas, punto 49, la presencia de un objeto de pasta vítrea.

44
El objeto ha sido definido por Aranegui et al.,
(1933) como un anforisco de pasta de vidrio
policromado (Figura 24). Se encontró quemado y
parcialmente roto, ya que no cuenta con un fragmento
del labio. Los colores que presenta son el amarillo,
blanco y azul y para la elaboración de los mismos se
recurrió al óxido de cobre para el azul, óxido de hierro
para el amarillo y el blanco es el color natural del
vidrio. La decoración que presenta es la alternancia de
los colores ya mencionados en bandas paralelas en el Figura 24: anforisco de pasta vítrea hallado en la
hombro y en el tercio inferior del cuerpo, así como un necrópolis de Cabezo Lucero [Foto] (Archivo
Gráfico MARQ)
zigzag en la zona que tiene el diámetro más grande.

Intenta reproducir un ánfora en miniatura. Mantiene un cuerpo ovoide con un


hombro de suave curvatura, el cuello es corto, estrecho y cilíndrico, y el labio es
redondeado. En la parte inferior mantiene una especie de botó que haría la función de
pivote. Cuenta con la presencia de dos asas que unen el cuello y el hombro, en una pieza
a tamaño real sería la herramienta por la que se elevaría el objeto. Tiene un diámetro
máximo de 4.1 cm y una altura de 6.5 cm.

La presencia de los múltiples objetos de cultura oriental, como el amuleto


egipcio, las pirámides de piedra, las monedas ebusitanas, el uso de cerámica púnica así
como el anforisco púnico, nos habla de una relación cultura con comerciantes fenicio-
púnicos. Ya he comentado anteriormente que el yacimiento ocupa un lugar idílico para
el contacto con navegantes y comerciantes del Mediterráneo (Uroz, 2010:92), pero el
hallazgo de este tipo de ajuar, así como el mencionado en apartados anteriores afirma
con mayor veracidad dicha afirmación.

45
5. Necrópolis de l’Albufereta

5.1 Datos topográficos

Las necrópolis se construyen cerca de las ciudades, generalmente en laderas de


colinas. Éstas, se suelen encontrar separadas de una forma física y simbólica mediante
cursos de agua. Las halladas en la península, como es el caso de l’Albufereta, ocupan
suaves colinas cercanas al mar y a una distancia entre 300 y 800 m con respecto al lugar
habitado, en la margen opuesta de un estuario o desembocadura de un río (Aubet, 1994:
257-259, citado por Verdú 2015).

La distancia entre el poblado y la necrópolis se puede entender por motivos de


higiene, éste explicaría también el desnivel del terreno en cuanto a la necrópolis y la
zona habitada. La corta distancia que hay entre l’Albufereta y el yacimiento
arqueológico del Tossal de Manises provocó que ambos se relacionaran directamente
desde el inicio. Tanto Lafuente como Figueras advirtieron que la necrópolis no cubría
toda la evolución del Tossal de Manises, sino de un parte de éste (Verdú, 2015: 55), esto
se puede explicar mediante el hallazgo de una ciudad que parecer ser la antecesora a la
ya mencionada, ésta recibiría el nombre de Tossal de les Basses.

La primera ciudad, de origen íbero, data su origen en el siglo VI o V a.C., siendo


su declive en el siglo III a.C. en ese momento la población abandona el hábitat y emigra
al que ocupa el Tossal de Manises. El Tossal de les Basses consistía en una hábitat
amurallado con una imponentes murallas (Verdú, 2014:196)

5.1.1 Delimitación del área funeraria y estructura interna

La información que se conserva sobre las excavaciones que se llevaron a cabo en


l’Albufereta no es del todo clara para poder establecer los límites del área funeraria y si
siguió o no una planificación para la colocación de las sepulturas. Como afirma Verdú
(2015) se elaboraron algunos croquis parciales en lápiz en los que se situaría,
aproximadamente, la localización de las diferentes sepulturas (Figura 25).

46
La delimitación del área funeraria de l’Albufereta vendría dada por las mismas
sepulturas, pero realmente estos límites son muy difíciles de precisar a ciencia cierta. A
esto se ha de sumar la construcción de una carretera conocida como “carretera nueva”,
ésta destruyó parcialmente parte del yacimiento, haciendo aún más difícil las labores de
delimitación de la necrópolis. Realmente, esto fue objeto de estudio por historiadores
como Figueras, quién determinó tres de sus cuatro lados: el límite sur se encontraría en
lo que hoy conocemos como “carretera nueva”, ya que en la antigüedad la línea de costa
estaba situada más hacia el interior que en la actualidad; el límite norte se encontraría en
la carretera que va en dirección hacia El Campello; el extremos oeste se encontraría
cerca de la orilla izquierda de una antigua laguna, la cual fue desecada en 1928. Estas
delimitaciones, como hemos mencionado anteriormente, no son a ciencia cierta ya que
como apunta Lafuente (1932: 13, citado por Verdú, 2015), el mal estado de los niveles
superficiales pudo impedir apreciar posibles elementos delimitadores para el cementerio
en caso de hacer existido.

Figura 25: Croquis a lápiz de las excavaciones en l’Albufereta [Foto] (Verdú, 2015, Figura 3.441 y foto
Archivo Gráfico MARQ)

En la necrópolis de l’Albufereta, como apunta Verdú (2015), todo parece indicar


que no debió existir una planificación del espacio. Las sepulturas de l’Albufereta se
disponía muy cerca las unas de las otras, incluso yuxtaponiéndose. A partir de los datos
que se tienen sobre el área funeraria, “solo se puede asegurar que las sepulturas
ocuparon el espacio en función de las zonas inundadas y/o inundables” (Verdú, 2015:
57).

47
5.2 Ritual funerario

Entendemos como ritual funerario el conjunto de actos simbólicos llevados a la


práctica de una manera sistemática, siguiendo unas pautas marcadas y asumidas por la
comunidad.

En la antigüedad se llevaban a cabo diferentes procesos, el primero de ellos son


los ritos preparatorios. Esto consistía en la preparación del cuerpo del difunto para ser
conducido a la pira donde posteriormente sería incinerarlo. Se llevaba el cuerpo y se
embalsamaba.

Posteriormente se llevaba el cuerpo del difunto a la necrópolis, en este viaje


podemos observar una claro influencia fenicia, ya que la música asociada a rituales
funerarios parece ser una contribución fenicia (Blázquez, 1986b: 170 y 173, citado por
Verdú, 2015), aunque posteriormente será una práctica extendida por todo el
Mediterráneo.

Finalmente se produce el “ritual de la cremación”. Como su nombre indica,


consistían en la cremación del difunto para su posterior enterramiento, en l’Albufereta
el recurso de la cremación en el ritual funerario se debía a la relación directa entre la
cultura íbera y cartagina (Lafuente, 1932: 11-13, citado por Verdú, 2015).

Como afirma Verdú (2015), debido a la documentación recogida de la


necrópolis de l’Albufereta, Lafuente (1934) y Figueras (1933), la consideran como una
necrópolis de cremación. La mayoría de las estructuras halladas en l’Albufereta tienen
en común ciertos rasgos, para poder determinar el carácter de cada una debemos
diferenciar entre deposiciones primarias y secundarias.

Las deposiciones primarias (busta) son cuando en los restos óseos del difunto no
se observa ninguna manipulación post mortem que altere estructura y disposición del
mismo, y cuando el espacio ocupado por la hoguera sería el mismo del enterramiento
(Verdú, 2015: 84). Por otro lado, las deposiciones secundarias son en las que tras
consumirse el cadáver en la pira funeraria (ustrinum), sus restos son trasladados y
depositados en su tumba definitiva (loculus) (Verdú, 2015: 84).

48
En l’Albufereta se practicaron incineraciones in situ y deposiciones secundarias.
Como apunta Verdú (2015), lo más habitual fue practicar las cremaciones en lugares
específicamente acondicionados y posteriormente trasladar los restos a un hoyo o fosa
previamente excavado para servir de sepultura. Por desgrac
desgracia
ia no es posible establecer
conclusiones determinadas a partir de los datos proporcionados por sus excavadores en
cuanto a la cantidad de cremaciones primarias y secundarias, puesto que hay un elevado
porcentaje de casos indeterminados (Verdú, 2015: 93), aaún
ún así, se distingue que un 49%
de deposiciones fueron secundarias en loculi (Figura 26).

2%

6% 5%
Esféricas
9%
44% Agallonadas
Anulares
15%
En Anforita
En Barrilete
19%
Bicónicas
Fusiformes

Figura 26:: Porcentajes totales de estructuras funerarias en l’Albufereta [Gráf


[Gráfico]
ico] (Verdú, 2015,
Gráfico 3.1)

49
5.3 Tipología de las estructuras y señalización

Los estudios conservados sobre las excavaciones en la necrópolis de


l’Albufereta, dan a entender que el tipo general de sepulturas halladas en la necrópolis
fue la fosa simple, la cual era excavada en el mismo suelo. Estas tumbas variaban su
orientación, tamaño, forma y profundidad.

Como se ha mencionado, salvo algunas excepciones, se documentan en un


mayor número la utilización de loculi (fosa simple). Este tipo, en general, es el más
extendido debido a su sencillez a la hora de producirlo. La cultura ibérica no va a ser
menos. En ella se puede observar un uso generalizado de la fosa simple y de la
cremación, esto último se relaciona primero con las necrópolis fenicias y posteriormente
con las cartaginesas.

El tipo dominante en la necrópolis de l’Albufereta es la fosa rectangular frente a


las estructuras de forma cuadrada, irregular, ovalada, o el pequeño hoyo circular. Como
apunta Verdú (2015), la mayoría de estructuras excavadas por J. Lafuente y F. Figueras
son de tipo loculi.

En ocasiones, como se encuentran en numerosas necrópolis fenicio-púnicas,


hallamos algún tipo de refuerzo en este tipo de sepulturas; en el caso de l’Albufereta
solamente podemos hablar de un caso “excepcional”; disponía en su interior de un
pequeño monumento de barro y piedras de forma rectangular y un tamaño de 37 x 32
cm y 28 de altura, posiblemente se trate de una cista (Figueras, 1950d, 3º cuaderno:32-
33; 1956a: 77-78 y 153, citado por Verdú 2015).

Para garantizar la perdurabilidad de la sepultura, aparte del ya citado, se puede


hablar de un revestimiento de adobes o cal, lo cual se observa en algunas tumbas de
l’Albufereta. Según Verdú (2015), en las sepulturas con revestimiento de barro se pudo
producir un endurecimiento de las paredes debido al contacto directo con el fuego.

A partir de la información proporcionada por F. Figueras (1947) y J. Lafuente


(1934), la cual fue recogida por Verdú (2015), permite establecer cuatro grandes grupos
en cuanto a la tipología de las sepulturas halladas en l’Albufereta:

50
 Fosas grandes (15 casos). Pueden superar los 2 m de longitud, se relacionan con
busta o ustrina.
 Fosas de tamaño estándar (77 casos). Miden desde 1’36 m hasta 1’76 m.
Corresponden a enterramientos primarios.
 Hoyos pequeños (51 casos). Entre 0’8m y 1 m como máximo. Mantienen una
capacidad para el cuerpo de un infante o los restos recogidos del cadáver.
 Hoyos muy pequeños (7 casos). Cubre un intervalo entre 0’34 m y 0’7 m, en
ningún momento alcanza una extensión de 0’8 m.

En la necrópolis de l’Albufereta, las fosas se cubrirían con la misma tierra en la


que se excavó para realizar la sepultura. El lugar en el que se encuentra, cuenta con un
gran deterioro de los niveles superiores, lo cual parecía indicar que las tumbas, a priori,
no fueran señaladas.

El terreno en el que se sitúa l’Albufereta se encontraba gravemente dañado


debido al factor agrícola y al inmobiliario, esto explicaría porque numerosas sepulturas
aparecieron dañadas. Pero aunque no se encontraran evidencias físicas de estructuras
que cubrieran las sepulturas, si se han encontrado restos materiales que podrían apuntar
a ello. Como apunta Verdú (2015), J. Lafuente y F. Figueras indicaban la presencia de
adobes y polvo blanco sobre las sepulturas, lo que se podría relacionar directamente con
el yeso.

En la necrópolis de l’Albufereta no se ha documentado ningún elemento de


señalización externa que destaque por encima de los restos (Figueras, 1950a: 202;
1952b: 183; Rubio, 1982: 145, citado por Verdú, 2015). Esto podría explicar por los
daños que sufrió el terreno, mencionados anteriormente, o por su avanzada cronología.

No deja de ser algo novedoso que no se haya documentado ningún tipo de


señalización externa en las sepulturas. De hecho debió existir algún tipo de señalización
que indicara los lugares de enterramiento de las personas relacionadas con la élite; de
esta manera se evitaría su olvido y su destrucción, para poder perdurar en la memoria.

Aunque no se haya documentado ninguna señalización externa, no significa que


no se hayan encontrado piezas que puedan relacionarse con ello. Como sabemos, en la
cultura ibérica era algo “habitual” señalizar las sepulturas con el conocido pilar-estela.
En l’Albufereta se han hallado numerosos fragmentos escultóricos (Figura 26), los

51
cuales se relacionan con el tipo de señalización mencionada anteriormente. Realmente
se encontraron en una posición diferente a la original, sin indicación alguna sobre su
contexto arqueológico (Verdú, 2015:70), los restos encontrados en l’Albufereta parecen
indicar que existieron dos monumentos funerarios

Por encima de lo anterior, debemos destacar los que se denomina como “gran
sepultura” (Figura 27). Como explica Verdú (2015), debió ser una estructura tipo
tumular, probablemente cubierta por una capa de arcilla, elevándose entre 1 y 2 m sobre
el nivel del mar. Se desconoce su tamaño y la disposición de las fosas, podría tratarse de
un recinto familiar.

Figuras 26 y 27: Escultura de bóvido de l’Albufereta que se relaciona con un monumento


funerario y Fases de excavación de la “gran sepultura” [Foto] (Verdú, 2014, Figuras: 2.19 y
2.13, Archivo Gráfico MARQ y VV.AA., 2007, 38)

52
5.3.1 Orientación

El estudio de la orientación de las sepulturas se lleva a cabo con el fin de


observar algún rasgo relacionado con el ritual funerario de la cultura de una necrópolis,
aunque no debe olvidarse que este dato en muchas ocasiones atendería a criterios
prácticos (Verdú, 2015: 61).

En ciertas necrópolis fenicias y púnicas, en las inhumaciones la orientación del


cadáver normalmente es este-oeste, siendo esto una representación simbólica
relacionada con la luz solar, la cual “nace” por el este y “muere” por el oeste. Por otro
lado en el caso de las cremaciones, no se seguía un modo de orientación, aunque en
ocasiones se podía tomar como referencia algún punto. Aunque como apunta Verdú
(2015), existen numerosos ejemplos en que la orientación resulta muy variable.

En la necrópolis de l’Albufereta, la mayoría de las sepulturas tenían una


orientación este-oeste, como ocurre normalmente en las necrópolis fenicio-púnicas,
aunque también se aprecia de cierta desviación en sentido sureste (Figueras, 1950d, 2º
cuaderno: 14; Abad y Sala, 1992a: 148, citado por Verdú, 2015), e incluso este-sureste,
pero siempre apuntando al amanecer (Lafuente, 1944: 74; 1959: 28, citado por Verdú,
2015).

53
5.4 Ajuar funerario/ofrendas

5.4.1 Coroplastia

La coroplastia es el arte de fabricar figuras o relieves de barro, por lo que esta


técnica se considera que pertenece tanto a la alfarería como a la escultura, siendo unos
de las manifestaciones más extendidas de la antigüedad. Destaca su especial vinculación
de ésta con el mundo fenicio-púnico.

Las terracotas se elaboraban a mano o mediante unos moldes de barro o yeso. En


lo referente a las técnicas decorativas fenicias y púnicas abarcan desde juntar algunas
partes específicas, el estampado y la incisión, hasta la pintura en ocres rojos, azules y
negros (San Nicolás, 1987: 46-47; Bisi, 1990: 11-12, citado por Verdú 2015). Las
piezas eran cocidas en horno, a una temperatura entre 750ºC y 950 ºC, este proceso sería
de gran importancia puesto que de él dependía la calidad del producto. Estas piezas,
cuando eran fabricadas a mano son objetos únicos, pero cuando empiezan a realizarse a
molde su confección se convierte en un proceso casi industrial (Muller, 2010: 103,
citado por Verdú 2015).

Entre finales del siglo IV y el siglo III a.C. destacan las piezas de terracota por
todo el mundo púnico, la influencia de la coropastia púnico-ebusitana será fundamental
en la configuración de la ibérica. Las terracotas púnicas se interpretan como objetos
votivos, por lo que se valoran en ambientes funerarios, como es el caso de la necrópolis
de l’Albufereta, donde adquieren un papel de protectoras del difunto en la otra vida. A
consecuencia de las relaciones establecidas con los púnicos de Ebusus y Qart Hadasht
arranca la llegada de terracotas foráneas. Éstas, como explicarían Ferrer y Prados
(2007), mantienen un contenido religioso y apotropaico, sumándose en el ámbito de la
Contestania a la costumbre de ofrendar exvotos de terracota (citado por Verdú 2015).

A partir de los estudios que se han llevado a cabo sobre la terracota hallada en la
necrópolis de l’Albufereta, se ha llegado a la conclusión que mantiene un cuño púnico.
Las técnicas empleadas en la elaboración de estos objetos muestra que se llevaron a
cabo en talleres bajo influencia cartaginesa, o por lo contrario se realizaron mediante el
uso de moldes semitas obtenidos mediante el comercio.

54
Entre las terracotas halladas en l’Albufereta haré referencia a dos tipos: tanagra
y pebeteros, aunque existe otro grupo agrupado en “otras terracotas”.

Las tanagras (Figura 28), en el mundo púnico,


contienen un fuerte carácter mágico-religioso. Estas
figuras se empleaban como un elemento vinculante a la
fertilidad y fecundidad así como una dualidad entre la vida
y muerte. Al encontrarse en un contexto votivo, como es el
caso de las sepulturas, sugiere que se empleaban como un
elemento de protección hacia el difunto en la otra vida.
Cabe señalar que las producciones ibéricas de la
Contestania manifiestan un fuerte contacto con Ebusus, lo
Figura 28: Ejemplo de tanagra hallada en
que permite afirmar que la influencia de la coroplastia l’Albufereta [Foto] (Verdú, 2011)

púnico-ebusitana es decisiva en la producción ibérica de


este tipo de terracota.

Los pebeteros son los objetos más conocidos y


difundidos de la necrópolis de l’Albufereta (Figura 29).
Son objetos de tendencia cilíndrica, realizados a molde y
huecos, de un tamaño pequeño-mediano.

Muestran en su cara principal un busto femenino


inspirado en las corrientes escultóricas helenísticas, siendo
el rostro claro y equilibrado. Su parte posterior es lisa y en
ocasiones cuenta con una tapa cóncava tanto en la parte
superior como inferior. Para su elaboración se emplean
Figura 29: Ejemplo pebetero hallado arcillas depuradas, las cuales muestran una gran variedad.
en l’Albufereta [Foto]. (Verdú, 2014,
Figura 3.568 y foto Archivo Gráfico En ocasiones, en los pebeteros con busto femenino se
MARQ)
hallaron marcas de policromía.

Estos pebeteros han sido objeto de debate que hoy en día sigue en vigor, aunque
historiadores como F. Figueras, “sugieren que estos eran clave para adscribir la
necrópolis de l’Albufereta a la cultura cartaginesa” (Verdú, 2015: 249)

55
19%

Esféricas
57%
24% Agallonadas
Anulares

Figura 30:: Distribución porcentual de las piezas de terracota en la necrópolis de l’Albufereta. [Gráfico].
(Verdú, 2015, Gráfico 3.16)

5.4.2 Numismática

Las monedas halladas en l’Albuferta ha


han sido objeto de estudio por parte de
numerosos autores. José Lafuente (1932: 15, citado por Verdú 2015) y posteriormente
Francisco Figueras (1965a: 79; 1956a
1956a:: 66, citado por Verdú 2015), hablan de las
monedas púnico-ebusitanas
ebusitanas halladas en las sepulturas, ambos coinciden que estas piezas
se colocaron individualmente en éstas, explicando así que se trataba de un acto
voluntario. Años más tarde, el historiador So
Solveig
lveig Nordström (1961: 62 y 64, citado por
Verdú 2015) retoma el asunto de las monedas de esta necrópolis, éste afirma que la
mayoría de las monedas púnicas encontradas proceden de la ceca de Ebusus.
Ebusus

Estos materiales, constituyen uno de los indicadores fundamentales para atribuir


al yacimiento una clara influencia púnica; l’Albufereta es una necrópolis ibérica aunque
cuente en ella con la presencia de elementos fenicio
fenicio-púnicos.
púnicos. Está claro, pues, que las
la
monedas de l’Albufereta son procedentes de cecas púnicas, las cuales aparecen junto a
otros elementos atribuidos a esta misma cultura, fueron empleados como elemento de
datación. Destaca aquí el trabajo de Lafuente (1959: 83, citado por Verdú 2015), quié
quién
las fechó entre los siglos IV y III a.C.

56
Las monedas, en ambientes funerarios, son un gran elemento cronológico al
facilitar una fecha post quem para los ajuares ahí encontrados. Aún así, se deben tener
en cuenta otros factores sobre éstas, como: si se tratan de elementos de circulación o no,
recurrir a indicadores cronológicos de la cerámica… las fechas obtenidas por el estudio
numismático puede ser varías décadas más antiguas que las sepulturas (Verdú, 2014:
1460).

Las monedas púnicos-ebusitanas son fundamentalmente de plata o bronce, las


más antiguas son de pequeño formato, imitando a las monedas griegas (Villaronga,
1979: 110; Planells, 1980: 30-31; Campo, 2000: 92, citado por Verdú 2015) las cuales
en un primer momento se encontraban carentes de inscripción, lo cual permite que se
definan como anepígrafas (Figura 31).

Figura 31: Moneda púnico-ebusitana de bronce de la necrópolis de l’Albufereta [Foto] (fotos Archivo
Gráfico MARQ)

La presencia de monedas en contextos funerarios es un hecho muy generalizado


en las culturas del pasado, lo cual nos lleva a pensar que es una conducta ritual, lo que
conlleva un amplio campo de interpretaciones. Se puede considerar una manifestación
un tanto exótica. Esta costumbre es muy antigua en el mundo púnico, ésta se identifica
en el siglo V a.C. y se generaliza en el siglo siguiente. Se observa en muchas necrópolis
de cremación e inhumación del mundo mediterráneo, donde encontramos sepulturas de
diferentes riquezas. Esto es de una clara influencia helénica.

En ningún caso estas monedas, al igual que las halladas en Cabezo Lucero, se
utilizaron para pagos estatales o comerciales de gran tamaño, puesto que solo se
acuñaban en bronce. Es cierto que durante época Bárquida hay una excepción (237-206
a.C.), como afirma Marín Martínez (2011) inician una acuñación intensiva de oro y
plata, principalmente para pagar las guerras contra los romanos. En las monedas se

57
puede comprobar cómo presenta una fuerte iconografía religiosa representada por la
triada púnica: Baal Hamón, Tanit y Melwart (Marín Martínez, 2011: 582; 591).

El hecho de que se encuentren monedas en las sepulturas pueden indicarnos una


lectura en dos sentidos: simbólico y socio-económico; aportando a la vez una gran
información. Las monedas no parecen tener un carácter masculino femenino, al igual
que tampoco hacen una distinción entre las edades de los difuntos, aunque es cierto que
se encuentran con mayor frecuencia en enteramientos adultos que infantiles.

La presencia de monedas púnico-ebusitanas en lugares concretos de las costa


alicantina nos trasmite una relación e influencia de Ebusus sobre los pobladores de la
Contestania (Llobregat, 1974a: 291, citado por Verdú, 2015).

El hallazgo de las monedas púnicas en la necrópolis de l’Albufereta nos informa


de una práctica de creencias religiosas que enriquece el mundo funerario ibérico.
Resulta curioso advertirse de cómo en un mismo enclave arqueológico la práctica de un
rito funerario que tiene su origen en la cultura helénica, en tumbas que supuestamente
son ibéricas, mientras que se lleva a cabo el empleo de material púnico (Ripollès, 2010:
20-21, citado por Verdú, 2015). Esto se produce en un momento en el que el uso de la
moneda no había calado lo suficiente en las comunidades autóctonas de la Contestania.

5.4.3 Orfebrería

A lo largo de la historia, el oro ha recibido una consideración considerable como


rasgo identitario de riqueza que, junto a la plata, se emplearon para la elaboración de
adornos personales.

En la Península Ibérica, durante la Edad del Bronce se documentan piezas de oro


y plata fabricadas mediante cincelado y técnicas como la soldadura y la conocida como
“cera perdida”. A raíz de los contactos de las comunidades autóctonas del lugar, en este
caso, de la región de la Contestania, con los fenicios en el periodo conocido como
orientalizante, se observa un gran cambio en cuanto a las técnicas empleadas y al tipo de
orfebrería. Como señala Verdú (2015), se amplía el repertorio decorativo de las piezas,
se reduce su tamaño para economizar el metal y se produce una decoración más variada.

58
La mayoría de joyas de oro siempre coinciden con un ajuar funerario rico o
medio, aunque en el caso de la plata, necesariamente no se ha de dar esto. Las joyas de
plata aparecen también en sepulturas donde el ajuar funerario es escaso o prácticamente
inexistente.

El cálculo de la relación que tienen este tipo de objetos con el número de


sepulturas, es realmente escaso, en l’Albufereta cuenta con un 1.7 %. En las
excavaciones que se realizaron en esta necrópolis, se documentaron 15 elementos de
orfebrería, de los cuales 11 eran de oro y cuatro de plata (Verdú, 2015: 365). En ellos se
puede apreciar un ambiente semita, lo que demuestra que la cultura autóctona se
enriqueció del contacto fenicio-púnico.

En la necrópolis de l’Albufereta se diferencian 3 tipos de pendientes (Figura 32).


El primer tipo son los sencillos en creciente. Como los describe Verdú (2015), se
elaboran con una fina lámina doblada en forma de creciente, que tiende a hacerse más
fina hacia sus extremos, como decoración se recurre a un hilo del mismo metal doblado
y soldado a la superficie del pendiente.

El segundo, los pendientes o arracadas en creciente con decoración compleja,


éste sepuede considerar una evolución dentro del tipo básico de creciente (Verdú, 2015:
367). Su estructura se elabora a base de una pequeña lámina de oro curvada, siendo más
ancha en el punto central de la joya. Este tipo no son habituales en la cultura ibérica, en
esta orfebrería hallada en l’Albufereta es posible detectar la influencia púnica.

El tercer y último tipo son los pequeños aretes simples, de estos se plantea la
hipótesis de que realmente sean tipo Nazem. Estos, se introducían en la nariz y son de
origen semita. Es un tipo muy frecuente en Eubusus. Como indica Verdú (2015) están
formados por un fino alambre de hendidura plana doblada en forma de anillo con los
extremos sin cerrar.

Figura 32: Pendiente de oro en creciente (izquierda), arracada en creciente (centro), arete (derecha)
[Foto]. (Verdú, 2014, Figura 3.964, 3.966 y 3.968 y fotos Archivo Gráfico MARQ)

59
El repertorio de objetos de orfebrería que encontramos en l’Albufereta es
variado, además de los pendientes ya citados debemos mencionar otro tipo de joyas
halladas en contextos funerarios. En ocasiones la clasificación de estas joyas es un tanto
problemática como es el caso de La plaquita de oro. Ésta adquiere la forma de una cinta
alargada con un extremo recto y redondeado el opuesto. Este objeto se puede considerar
como un amuleto para la protección del difunto, así pues, cabe despuntar la aparición de
piezas similares incorporadas en collares púnicos-ebusitanos (Verdú, 2015: 369)

5.4.4 Aegyptiaca

Dentro de los objetos que componen el catálogo de la Albufereta cabe destacar


dos de procedencia de la cultura egipcia. A estos objetos se les denomina como
pseudoegipcio o egipcizante, con estos términos se refiere a aquellos materiales con
inspiración egipcia pero con un origen variado.

Verdú (2015) considera que todos los objetos egipcios son portadores de
imágenes que se relacionan con divinidades orientales. La presencia de éstos siempre es
puntual y restringida a sepulturas muy concretas, rara vez se evidencian en otros
contextos, incidiendo así en la exclusividad de este tipo de mercancías.

En la necrópolis de la Albufereta encontramos dos objetos egipcios: una


estatuilla de Horus y un escaraboide.

La figurilla de Horus (Figura 33) es interpretada como un colgante. Ésta cuenta


con un orificio de forma circular en uno de sus laterales. Su elaboración se hizo
mediante pasta blanca, se encuentra en un muy buen estado de conservación, cuenta con
unos 8 cm de alto, 2.3 de ancho y 1.5 de grosor. El contexto en el que se encontró,
posiciona la figura en una cronología desde el siglo IV a.C. hasta principios del siglo III
a.C. Ésta plasma la imagen de un dios atropoformo, con un rostro de halcón, estilizado y
con una posición hierática; se encuentra sobre un plinto liso. Los ojos se representan
grandes y con forma de triángulo, el pico de forma curvada y puntiaguda. Sobre la
cabeza del dios se encuentra una cresta con incisiones verticales, degeneración de la
pschent (o sekhemti), “doble corona” o tiaras del Alto y Bajo Egipto, y una banda

60
horizontal. Se intuye un nemes que desciende sobre los hombros en la parte trasera de la
cabeza. La espalda se encuentra apoyada en una especie de pilar liso, el cual está
perforado por el lateral. Horus viste un faldellín corto plisado, la pierna izquierda está
adelantada; cuenta con el brazo derecho extendido y pegado al cuerpo, mientas que el
izquierdo se encuentra doblado sobre el vientre.

El escaraboide (Figura 34) se encuentra tallado en una piedra de color verde


oscuro, aunque se podían realizar en otros soportes como el oro, plata y bronce.
Presenta una forma ovalada, típica de estos objetos, teniendo una cara plana, aunque
presente de iconografía, y otra convexa. Esta última ha sufrido grandes roturas, lo que
ha provocado que haya “desaparecido” cualquier vestigio del cuerpo del escarabajo. Sus
medidas son: 1.5 cm de longitud, 1.2 cm de ancho y 0.5 cm de grosor. Esta pieza es un
tipo propio del mundo púnico de los siglos V y IV a.C.

Figuras 33 y 34: Objetos egiptilizantes de la necrópolis de l’Albufereta [Foto]. (Verdú, 2014, Figura
3.1037 y 3.1406 y fotos Archivo Gráfico MARQ)

En su cara plana, como se ha mencionado anteriormente, cuenta con cierta


iconografía. Como describe Verdú (2015) se observa una figura incisa de un personaje
que parece ser masculino. Se encuentra desnudo, con rodillas y brazos flexionados,
dando la sensación de dirigirse a la derecha. Sobre la cabeza del personaje se encuentra
un casco con forma hemisférica, con una prolongación rectilínea tras la nuca. La mano
derecha mantiene una lanza, mientras que la izquierda sujeta un escudo con forma
circular.

61
Como se ha mencionado en os objetos egipcios hallados en Cabezo Lucero, en
un primer momento estos objetos se relacionaban con tumbas de la élite íbera y oriental,
pero con la recreación de estos en talleres púnicos y su bajada de precio hacia que la
población tuviera un acceso más fácil a ellos. Esto no se remite únicamente a los objetos
de una necrópolis en concreto, sino que se refiera a todas en general. Por otro lado, cabe
destacar que, como afirma Jiménez Flores (2004), aunque la calidad de los productos
bajara debido a su elaboración en serie, esto no repercutía en el empleo de los mismos,
el cual se generaliza y llega a los estratos más humildes de la sociedad. Las piezas de
mayor calidad se encontraban en las tumbas ricas, por otro lado las de menor son
denominadas como pseudoegipcios o púnicos de baja calidad.

5.4.5 Pasta vítrea

En la Península Ibérica se registran objetos vítreos desde el periodo


orientalizante, sobre todo en el ámbito de las necrópolis, donde mejor se han
conservado. Dentro de estos objetos, destaca los collares de cuentas de pasta vítrea, los
cuales por lo general procedían del área feno-púnica.

El grupo más numeroso de piezas vítreas de la necrópolis de la Albufereta


corresponde a los elementos de collar, encontrándose dos collares y 113 cuentas. Estas
piezas tiene tamaños, formas y decoraciones diferentes una de la otra, eran consideradas
como las baratijas del comercio del siglo V y IV a.C. Estas piezas, en el ámbito
geográfico de la Contestania, es muy probable que procediesen de diferentes talleres
locales de Ebusus (Ruano, 1994a: 83-84, citado por Verdú 2015).

62
2%

6% 5% Esféricas
9% Agallonadas
44%
Anulares
15%
En Anforita
En Barrilete
19%
Bicónicas
Fusiformes

Figura 35:: Distribución porcentual de los diferentes tipos de cuentas de pasta vítrea de la necrópolis de
l’Albufereta [Gráfico]. (Verdú, 2015, Gráfico 3.24)

En l’Albufereta, como indica Verdú (2015) las cuentas suelen ser de un tono
azul oscuro, aunque se cuenta con la presencia de pastas verdosas, amarillentas o
blanquecinas. En cuanto a sus formas y tamaños, son más abundantes las esféricas, con
variaciones en sus tamaños y decoraciones; éstas son segu
seguidas
idas por las agallonadas,
pequeñas y de color azul verdoso, y estas últimas por las anulares. Entre estos tres
grupos suponen el 78% de las cuentas halladas en l’Albufereta. Por otro lado, se
encuentran grupos de cantidades más reducidas: fusiformes, bicón
bicónicas,
icas, con forma de
ánfora pequeña (anforita), y las de “barrilete” o cilíndricas.

Estas pastas irían conectadas en hilos metálicos o de fibra vegetal, creando así
collares en los que se combinarían piezas de diferentes materiales, o con diversos tip
tipos
de amuletos,, monedas perforadas, eetc.. (Ruano, 1994a: 71 y 74; 1995a: 193, citado por
Verdú 2015). Únicamente se han encontrado en 17 de todas las sepulturas de la
necrópolis, esto explica la exclusividad de este tipo de piezas en los enterramientos,
aunque por otro lado, no debemos olvidar los problemas de conservación junto a las
deficiencias de los sistemas de registro de las campañas anteriores.

Unas de las piezas que más destaca es una cabeza de pasta gris azulada (Figura
36).. Tiene una longitud de 5.5 cm y una altura máxima de 3.6 cm. El rostro es
prácticamente irreconocible debido a su deformidad, aunque se pueden llegar a
diferenciar algunos rasgos típicos de estos objetos. La frente es de color amarillo, sobre
esta se coloca una pasta blanca perforada pa
para
ra simular el cabello. Las cejas se dibujan
con 2 trazos negros, y debajo de estas se colocan los ojos en un tono verdoso. La nariz

63
se encuentra definida por una mancha amarilla, como la frente, terminando en una
forma puntiaguda. Con la misma técnica empleada para la elaboración del cabello se
define la barba. La pieza puede clasificarse dentro del modelo de cabezas barbudas de
pasta vítrea, constatadas por todo el mundo púnico debido a una moda generalizada. Al
observarla detenidamente, se puede comparar con una pequeña cabeza barbada
custodiada en el museo Nacional de Cartago (Figura 37).

Figuras 36 y 37: Pequeña cabeza barbada de pasta vítrea de la necrópolis de l’Albufereta y pequeña
cabeza barbada de pasta vítrea del museo de Cartago [Foto] (Verdú, 2015, Figura 3.441 y foto Archivo
Gráfico MARQ, Museo Nacional de Cartago)

64
6. Discusiones y nuevas perspectivas

En un primer momento, antes de comenzar con las conclusiones que se han


podido obtener tras la lectura de los capítulos anteriores, me gustaría trasmitir ciertas
complicaciones con las que me he topado en la realización de este TFG. Realmente,
éstas, mantienen una misma relación, la necrópolis de Cabezo Lucero.

Como mencioné en el primer capítulo del trabajo, manejaría bibliografía del


siglo XX y XXI en castellano y francés. La problemática surgió dado que la
información trascendente de la necrópolis de Guardamar del Segura se encontraba en
francés y fue elaborada a finales del siglo pasado (su primera campaña fue en 1981). A
priori esto no debería ser ningún inconveniente, pero lamentablemente toda esta
información no ha vuelto a ser analizada ni contrastada en el futuro. Esto ha provocado
una gran ausencia de estudio de diferentes elementos, y como en el caso de este TFG, de
los ajuares/ofrendas (esta denominación la explicaré a continuación) fenicio-púnicas;
desafortunadamente no he hallado ningún tipo de bibliografía publicada sobre el estudio
de las monedas allí encontradas, así como de los pequeños amuletos o el anforisco de
pasta vítrea, lo que ha producido una dificultad añadida para la recopilación de
información de los mismos.

Como he mencionado anteriormente, he de explicar a que hace alusión cuando


se hace uso del término “ajuares/ofredas”; esta información, al igual que mi tutor
Fernando Prados, considero esencial. En la arqueología ha existido una gran
problemática a la hora de estudiar el ajuar y las ofrendas de las necrópolis del pasado,
por lo que se ha iniciado, recientemente, una nueva visión e interpretación. En un
primer momento, en las excavaciones de las necrópolis no se establecía una diferencia
entre ofrenda y ajuar, lo cual se debía a una excavación conjunta sin delimitación de lo
que formaba parte del depósito cerrado y lo que no, dotándolo de una lectura errónea;
esto produce que no se pueda llegar a establecer una relación directa de los objetos
hallados con el difunto. Así pues, desde esta lectura, si en un registro funerario se halla
un objeto púnico, no quiere decir que el difunto sea propio de esta cultura, sino que
pueda relacionarse con una ofrenda de sus descendientes o una imitación de creencias
religiosas de dicha civilización.

65
Por otro lado en el primer apartado del TFG expliqué, en líneas generales, que
era y en qué consistía la Arqueología de la Muerte. Así pues, a modo de recapitulación,
ésta tiene como objetivo restaurar la conducta de las sociedades del pasado ante la
pérdida de vidas humanas y lo referente a la cultura material (Abad Mira, 2006: 22).
Pero serán los objetos propios del ajuar y las ofrendas, la forma y selección de estos, así
como su emplazamiento dentro del depósito y la relación entre ellos y el difunto los que
completarán la información acerca del comportamiento de las sociedades ante el mundo
funerario (Prados y Jiménez, 2016: 275).

Como apuntan Prados y Jiménez (2016), los objetos pueden tener varios
significados: cómo se emplearon, la información que nos transmiten sobre las
particularidades sociales, personales y religiosas, morfología y características técnicas.
Por otro lado, la cultura material en contextos funerarios permite establecer dos
categorías principales: ajuares, siendo los objetos que se encuentran en una relación
directa con el difunto, ofrendas y otros componentes que lo acompañan (Prados y
Jiménez, 2016: 276). Lamentablemente, al tratarse de necrópolis excavadas durante el
siglo XX y principios del XXI, no se ha podido establecer una diferenciación entre
ambas categorías.

Por otro lado, Ferrer Albelda (2000) dice que los objetos hallados no deben
porqué ser siempre un ajuar, en otras ocasiones pueden ser ofrendas en sí mismo o
recipiente y contenedores de la ofrenda, clasificándose en varios grupos: objetos
personales del que las deposita (joyas, fíbulas…), objetos de la vida cotidiana que
podrían llegar a tener un significado religioso (monedas y gemas alguna iconografía) y
objetos con un valor religioso estipulado (amuletos, estatuillas, escarabeos,
prótomos…).

Si se observan los diferentes objetos analizados y se tiene en cuenta que el


objeto de estudio han sido necrópolis ibéricas puede surgir alguna cuestión en relación
con estos. Es lógico que cualquier persona se pregunte que cómo es posible que se
encuentre en un cementerio íbero una serie de elementos exógenos a dicha cultura. Así
pues, ateniendo a una aportación de González (1983) en su tesis doctoral, en las
actividades comerciales por parte de los fenicios-púnicos se importaba a la Península
Ibérica una gran cantidad de productos, entre los cuales se encontraran objetos exóticos
y de lujo. No obstante, el empleo de elementos extranjeros por parte de la población

66
local no tiene una explicación tan sencilla como relacionarlo exclusivamente en la
dirección del comercio.

Habiendo leído el trabajo, es innegable aceptar la presencia de una gran variedad


de ofrendas/ajuares en las diferentes sepulturas de las tres necrópolis. Teniendo en
cuenta que se ha dejado a un lado la cerámica fenicio-púnica a excepción de la
orientalizante hallada en Cabezo Lucero, éstos se pueden clasificar en: aegyptiaca,
orfebrería, pasta vítrea, numismática, coroplastia y huevos de avestruz. El último, como
apunta García (2009) es de una clara inscripción fenicia con un carácter mágico-
religioso, éste se halla en la necrópolis de Les Casetes.

Al observar las tres necrópolis escogidas para la realización del trabajo, se puede
contemplar como contienen elementos comunes como los ajuares/ofrendas y el
tratamiento del cadáver. En cada una de ellas se observa como el ritual de la cremación
está muy presente, en ellas se aprecian incineraciones primarias y secundarias, siendo
esta última la más extendida. Como afirma Verdú (2014), el ritual funerario ibérico
alcanza su punto más álgido en el momento de la cremación del difunto, entorno a esto
se articula en la zona cultural ibérica todas las creencias sobre la vida del más allá, así
como de la muerte.

El paso de una ceremonia de inhumación a una de cremación se debe a la llegada


de poblaciones nuevas o el éxito de unas prácticas religiosas frente a otras que se
dirigen a su olvido o abandono, sin embargo una coexistencia entre ambas prácticas en
una misma necrópolis no es algo habitual (Ruiz & Chapa, 1990: 361, citado por Verdú,
2014). El origen y la cronología de la cremación en la cultura ibérica ha sido un tema
muy debatido; se considera que hay una mayor influencia fenicia en este ritual debido a
la falta de la demostración de la cultura conocida como Campos de Urnas en el territorio
(Verdú, 2014: 341). Un posible ejemplo de este influjo es el presente ocre rojo en la
necrópolis de Les Casetes, el cual se sabe que no es de origen fenicio-púnico sino de las
poblaciones de Libia, pero ha llegado a la Contestania en manos de pobladores
cartagineses.

Atendiendo a los ajuares/ofrendas que se han hallado en las diferentes sepulturas


merece algunas aclaraciones acerca de él. Acerca de los objetos egipcios se han dado ya
algunas explicaciones a la presencia de los mismos, aún así cabe hacer hincapié en
ellos; el depósito de los amuletos, en su mayoría de escaso valor para poder ser acogido

67
por una mayor población, está estrechamente relacionado con el difunto dejando a un
lado su extracción social y a sus creencias personales; la calidad de los amuletos era
baja (Jiménez Flores, 2004: 140). Atendiendo a esto y recogiendo la información
obtenida por Vaquero González (2012) y Prados Martínez et al., (2009) permite afirmar
que los amuletos eran obtenidos por el significado mágico que transmitían y que tenían
la finalidad de proteger al difunto (Prados Martínez, 2008: 85).

Los huevos de avestruz indudablemente son un producto venido del exterior.


Habría que analizar adecuadamente el impacto de este tipo de bienes no sólo sobre las
prácticas o los gustos de la población local, sino también sobre sus propias creencias
religiosas (Verdú, 2014: 1676). Este mismo autor explica que el comercio de la
población fenicio-púnica, así como su presencia física en la zona estaría relacionada con
el nivel de aceptación y posible asimilación por parte de la población autóctona de la
Contestania de las costumbres y creencias de los mismos.

Las cáscaras de estos huevos tiene un carácter exótico y la lista de estos


elementos descubiertos en la Península Ibérica es larga, tanto en contextos orientales
como indígenas, en este último cabe destacar a los tartesios (Le Meaux, 2013: 87). Los
huevos de avestruz eran entendidos como símbolos de vida (Prados Martínez, 2008: 85)
que fueron ubicados para evitar el mal de ojo o incluso para ahuyentar a los malos
espíritus (Prados Martínez, 2011: 200). La aparición de los huevos en contestos de este
pueblo daría fidelidad de la aceptación o adaptación de los cultos funerarios fenicios por
parte de la población de la Península Ibérica (Le Meaux, 2013: 85).

A esto último se ha de sumar la hipótesis de la misma autora, Le Meaux (2013),


explicada ya en uno de los anteriores capítulos. Estas afirmaciones explicarían que la
deposición de los huevos de avestruz junto al difunto es una creencia y práctica externa
a la Península Ibérica, en este caso es, concretamente, fenicio-púnica y la posibilidad de
su realización in situ en talleres de Hispania habla de su aceptación en el mundo ibérico.

Como se ha podido vislumbrar, las poblaciones locales imitaron ciertos rituales


fúnebres a la hora de honrar a sus difuntos como es el caso de la incineración o la
presencia de ajuares/ofrendas en las sepulturas de los mismos. Cabe la posibilidad de
que se deba a diferentes motivos: podría haberse producido una influencia fenicio-
púnica entre las élites locales y los extranjeros que llegaron a la Península Ibérica, a la
vez que las personas de orígenes humildes tratarían de imitar a la élite para asemejarse a

68
ésta. Por otro lado, la población semita podría haber sido acogida por las comunidades
autóctonas, lo que provocaría que trajeran consigo sus creencias religiosas y serían
imitadas con el fin de emparentarse con ellos, lo cual afirmaría una influencia en todos
los sectores de la sociedad, ya sea directa o indirecta.

El ajuar localizado en estas necrópolis debería ser analizado, si fuera posible,


desde una nueva perspectiva: diferenciando que es una ofrenda y que forma parte del
ajuar del difunto. Como afirman Prados Martínez et al., (2009), será atractivo
contextualizar correctamente las ofrendas halladas junto a los restos del difunto y su
estructura funerarias, con el objetivo de ahondar en el ritual, en la simbología de estos
enterramientos y su carácter diacrónico.

Todo apunta a que los fenicios y los cartagineses sentían pavor y un gran respeto
hacia todo lo que se encuentra relacionado con la muerte (Prados Martínez et al., 2011:
262). Como apunta Prados Martínez (2001), para el caso del mundo romano tenemos
una gran historiografía y avances científicos e interpretativos que fueron surgiendo
durante el Renacimiento, pero para el caso púnico, está todo aún por definir. Esto viene
a probar que la arqueología púnica es una especialidad joven y en proceso de formación.

Finalmente me gustaría aclarar que, como he mencionado en alguna ocasión del


TFG, nos encontramos ante una situación compleja que no es sencilla de aclarar con el
empleo de una única dirección, es algo mucho más complejo. Realmente, cuando nos
referimos a los difuntos que cuentan con estas características de ajuar/ofrendas no
estamos hablando, como apunta Prados Martínez (2011), de púnicos, fenicios, íberos…
la interpretación realmente es mucho más compleja; se tratan de habitantes de una
ciudad, que puede o no ser mestiza, la cual se encuentra en un entorno geográfico
abierto, costero y portuario, de carácter comercial…

Así pues, ¿Se podría afirmar, como aporta García Gandía (2009), que se
encontraba una sociedad mixta con una dualidad cultural? Por un lado Blázquez (2002)
afirma que la población fenicio-púnica se encontraba en simbiosis con la población
local, por otro lado, Prados Martínez (2011) nos afirma que los habitantes de la ciudad
de Baelo Claudia reflejan ceremonias de un grupo abierto a influencias de distinta
intensidad, así como datos de un hibridismo de la población; si esto se dio en dicha
ciudad, ¿Se podría haber dado en las necrópolis de la Contestania?

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¿Atendemos a una aculturación o estamos ante una “moda”? Si se decidió
acoger a foráneos en las comunidades locales ¿En qué se basaron para aceptarlos y ser
bienvenidos? ¿Se sentirían los pobladores íberos inferiores a los fenicio-púnicos a los
cuales tratan de imitar en algunos sectores?

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