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SAN LORENZO MARTIR

10 de agosto

Hoy celebramos la fiesta de San Lorenzo, un mártir muy popular que, a pesar de ser lejano en el
tiempo (murió en el año 258), su memoria está viva en el pueblo cristiano.
Era San Lorenzo uno de los siete diáconos de la Iglesia de Roma, a cargo de gran
responsabilidad, ya que consistía en el cuidado de los bienes de la Iglesia y la distribución de
limosnas a los pobres.
En el año 257, el emperador Valeriano publicó el edicto de persecución contra los cristianos y, al
año siguiente, fue arrestado y decapitado el Papa san Sixto II. Cuando este era llevado a la
muerte, su diácono Lorenzo lo seguía, llorando y pidiendo morir por Cristo. Sixto le dijo que en
tres días lo seguiría, y le encargó que repartiera los bienes de la Iglesia entre los pobres para
evitar que cayera en manos de los perseguidores.
Esa noche, Lorenzo visitó a los, lisiados, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y
leprosos que él ayudaba, y repartió entre ellos los bienes de la iglesia.
Al día siguiente el alcalde de Roma ordenó a Lorenzo que llevara las riquezas de la Iglesia.
Lorenzo entonces pidió unos días para poder recolectarlas.
Al tercer día, compareció ante el prefecto, y le presentó a éste los pobres y enfermos que él
mismo había congregado y le dijo que esos son el tesoro más apreciado de la Iglesia de
Cristo.
Sufrió la muerte de un mártir, como se lo había anticipado el papa Sixto II.
Queridos hermanos en esta fiesta se nos propone un evangelio luminoso Tomado del Evangelista
San Juan. Jesús nos recuerda que uno debe morir a sí mismo olvidándose por completo de su
comodidad y su egoísmo para ser eficaz. El Evangelio siempre nos pide un cambio y un
compromiso.
En la figura del grano que muere en la tierra, la muerte es la condición para que se libere toda la
energía vital que contiene; la vida allí encerrada se manifiesta entonces de una forma nueva.
Jesús afirma con esto, que el hombre posee muchas más potencialidades de las que aparecen, y
que solamente el don de sí hasta el fin las libera para que ejerzan toda su eficacia.  
También nos dice “El que ama su vida la perderá, pero el que ofrece su vida por los demás la
salvará". Estas palabras retratan a la perfección al diácono Lorenzo.
El temor a perder la vida es el gran obstáculo a la entrega. Poner límite al compromiso por apego
a la vida, es condenarla al fracaso; pues este apego por el amor a la propia vida lleva, muchas
veces a no querer reconocer situaciones de injusticia, al silencio cómplice ante la realidad.  Por el
contrario, estar dispuestos a arriesgar la vida, desafiando la hostilidad de la sociedad injusta, no
significa frustrar la propia existencia, sino llevarla a su completo éxito. El que ofrece su vida por
los demás, ama de verdad, se olvida del propio interés y seguridad, lucha por la vida, la dignidad
y la libertad.
En este día los invito a que veamos lo que hay detrás de la imagen de San Lorenzo.
Allí hay una vida gastada en el servicio. Allí hay un diácono, o sea, un servidor. Desde ahí San
Lorenzo nos está invitando a servir, a estar abiertos a las necesidades de los hombres y mujeres
de hoy, de los pobres, de los marginados y excluidos por esta sociedad nuestra que llamamos del
bienestar.
Allí hay una vida entregada por ser fiel a su opción. Allí hay un mártir. Que amó dándose sin
escatimar, hasta desaparecer, si es necesario. Sólo quien no teme a la muerte puede entregarse
hasta el fin, llevando su vida a su completo éxito
También en nuestra sociedad hay mártires, hombres y mujeres que han sido capaces de morir por
una idea. Y en nuestra Iglesia también. También en ella hay hombres y mujeres que sellan con su
vida la fidelidad a su compromiso que han asumido en un momento y ha dado sentido a su vida.
No sé si a alguno de nosotros nos tocará vivir ese martirio”. Pero si pienso que, a todos, nos toca
vivir ese otro martirio del día a día, del trabajo responsable, de la honradez y sinceridad, de la
coherencia, de la fidelidad, del cumplimiento de la palabra, del vacío, a veces, de nuestras
propuestas, criterios y planteamientos, del compartir, de la acogida.
En San Lorenzo podemos ver a un cristiano, un miembro de la Iglesia que se comprometió con
ella y desde ella sirvió a los pobres.
Sentirse Iglesia no es sólo estar bautizado. Sentirse Iglesia es vivir con tal sensibilidad que nada
de lo que en ella pasa, de bueno o de malo, pueda resultar indiferente ni extraño.
Sentirse Iglesia es asumir con claridad y decisión un servicio, una tarea en ella.
San Lorenzo descubrió que lo suyo, como lo de Jesús, eran los pobres y los sirvió hasta la
muerte…
A maría santísima, madre de nuestro señor Jesucristo a ella pidamos que demos bueno frutos y
que sepamos repartir los bienes celestiales, para que a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo
sigamos construyendo el Reino que él un día nos confirmó.

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