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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PARA LA XXXII JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO


11 de febrero de 2024

«No conviene que el hombre esté solo».


Cuidar al enfermo cuidando las relaciones

«No conviene que el hombre esté solo» (Gn 2,18). Desde el principio, Dios, que es
amor, creó el ser humano para la comunión, inscribiendo en su ser la dimensión
relacional.Así, nuestra vida, modelada a imagen de la Trinidad, está llamada a
realizarse plenamente en el dinamismo de las relaciones, de la amistad y del amor
mutuo. Hemos sido creados para estar juntos, no solos. Y es precisamente porque este
proyecto de comunión está inscrito en lo más profundo del corazón humano, que la
experiencia del abandono y de la soledad nos asusta, es dolorosa e, incluso, inhumana.
Y lo es aún más en tiempos de fragilidad, incertidumbre e inseguridad, provocadas,
muchas veces, por la aparición de alguna enfermedad grave.

Pienso, por ejemplo, en cuantos estuvieron terriblemente solos durante la pandemia de


Covid-19; en los pacientes que no podía recibir visitas, pero también en los
enfermeros, médicos y personal de apoyo, sobrecargados de trabajo y encerrados en
las salas de aislamiento. Y obviamente no olvidemos a quienes debieron afrontar solos
la hora de la muerte, solo asistidos por el personal sanitario, pero lejos de sus propias
familias.

Al mismo tiempo, me uno con dolor a la condición de sufrimiento y soledad de quienes,


a causa de la guerra y sus trágicas consecuencias, se encuentran sin apoyo y sin
asistencia. La guerra es la más terrible de las enfermedades sociales y son las
personas más frágiles las que pagan el precio más alto.

Sin embargo, es necesario subrayar que, también en los países que gozan de paz y
cuentan con mayores recursos, el tiempo de la vejez y de la enfermedad se vive a
menudo en la soledad y, a veces, incluso en el abandono. Esta triste realidad es
consecuencia sobre todo de la cultura del individualismo, que exalta el rendimiento a
toda costa y cultiva el mito de la eficiencia, volviéndose indiferente e incluso
despiadada cuando las personas ya no tienen la fuerza necesaria para seguir ese ritmo.
Se convierte entonces en una cultura del descarte, en la que «no se considera ya a las
personas como un valor primario que hay que respetar y amparar, especialmente si
son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si
“ya no sirven” —como los ancianos—.» (Carta enc. Fratelli tutti, 18).
Desgraciadamente, esta lógica también prevalece en determinadas opciones políticas,
que no son capaces de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus
necesidades, y no siempre favorecen las estrategias y los medios necesarios para
garantizar el derecho fundamental a la salud y el acceso a los cuidados médicos a todo
ser humano. Al mismo tiempo, el abandono de las personas frágiles y su soledad
también se agravan por el hecho de reducir los cuidados únicamente a servicios de
salud, sin que éstos vayan sabiamente acompañados por una “alianza terapéutica”
entre médico, paciente y familiares.
Nos hace bien volver a escuchar esa palabra bíblica: ¡no conviene que el hombre esté
solo! Dios la pronuncia al comienzo mismo de la creación y nos revela así el sentido
profundo de su designio sobre la humanidad, pero, al mismo tiempo, también la herida
mortal del pecado, que se introduce generando recelos, fracturas, divisiones y, por
tanto, aislamiento. Esto afecta a la persona en todas sus relaciones; con Dios, consigo
misma, con los demás y con la creación. Ese aislamiento nos hace perder el sentido de
la existencia, nos roba la alegría del amor y nos hace experimentar una opresiva
sensación de soledad en todas las etapas cruciales de la vida.

Hermanos y hermanas, el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad


es el de una cercanía llena de compasión y de ternura. Por eso, cuidar al enfermo
significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los
demás —familiares, amigos, personal sanitario—, con la creación y consigo mismo. ¿Es
esto posible? Claro que es posible, y todos estamos llamados a comprometernos para
que sea así. Fijémonos en la imagen del Buen Samaritano (cf. Lc 10, 25-37), en su
capacidad para aminorar el paso y hacerse prójimo, en la actitud de ternura con que
alivia las heridas del hermano que sufre.

Recordemos esta verdad central de nuestra vida, que hemos venido al mundo porque
alguien nos ha acogido. Hemos sido hechos para el amor, estamos llamados a la
comunión y a la fraternidad. Esta dimensión de nuestro ser nos sostiene de manera
particular en tiempos de enfermedad y fragilidad, y es la primera terapia que debemos
adoptar todos juntos para curar las enfermedades de la sociedad en la que vivimos.

A ustedes que padecen una enfermedad, temporal o crónica, me gustaría decirles: ¡no
se avergüencen de su deseo de cercanía y ternura! No lo oculten y no piensen nunca
que son una carga para los demás. La condición de los enfermos nos invita a todos a
frenar los ritmos exasperados en los que estamos inmersos y a redescubrirnos a
nosotros mismos.

En este cambio de época en el que vivimos, nosotros los cristianos estamos


especialmente llamados a hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Cuidemos a
quienes sufren y están solos, e incluso marginados y descartados. Con el amor
recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre todo en la Eucaristía, sanemos
las heridas de la soledad y del aislamiento. Cooperemos así a contrarrestar la cultura
del individualismo, de la indiferencia, del descarte, y hagamos crecer la cultura de la
ternura y de la compasión.

Los enfermos, los frágiles, los pobres están en el corazón de la Iglesia y deben estar
también en el centro de nuestra atención humana y solicitud pastoral. No olvidemos
esto. Y encomendémonos a María Santísima, Salud de los Enfermos, para que
interceda por nosotros y nos ayude a ser artífices de cercanía y de relaciones fraternas.

Roma, San Juan de Letrán, 10 de enero de 2024

Francisco
J ornada Mundial
del
Enfermo
Hna. Gloria Guadalupe Hernández Hilerio EMJ
Secretaria Nacional de la POSPA
Jornada mundial del Enfermo 2024

“ Instituida por el Papa Juan Pablo II, el 13 de mayo 1992, eligiendo el 11 de febrero de cada
año para dicha celebración, ¿por qué 11 de febrero? En palabras del Papa, porque Lourdes,
1
«es uno de los santuarios marianos más queridos para el pueblo cristiano, es lugar y, a la
vez, símbolo de esperanza y de gracia en el sentido de la aceptación y el ofrecimiento del
sufrimiento salvífico».

UN POCO DE HISTORIA

En 1925 se celebró en Holanda la «Jornada Litúrgica de los Enfermos» en favor de las


misiones, en 1930 nació en Canadá «la Jornada del Enfermo», en 1931 se cristalizó en Italia
la «Jornada de los Enfermos», organizada por la Unión Misional del Clero Italiano. Se es­-
cogió para su celebración el día de Pentecostés. Esta primera Jornada se realizó
únicamente con enfermos de Roma: se congregaron 7 mil personas procedentes de asilos
2
de ancianos, hospitales, casas de reposo, etc. El entonces Papa Pío XI, conmovido por el
testimonio de estos enfermos, aprobó la iniciativa romana y manifestó su deseo de que se
propagara por todo el mundo.

En 1932 fueron invitados los enfermos de toda Italia, y se reunieron 200 mil enfermos para
esta jornada. En 1933 el Cardenal Pacelli —que después sería Papa Pío XII— en nombre de
S.S. Pío XI, escribió una carta a la Unión Misional del Clero Italiano en la que se les confiaba
la difusión de este movimiento al mundo entero. Y así, poco a poco, se fue llevando a cabo
«la Jornada del Dolor» hasta ser instituida como lo veíamos anteriormente por San Juan
Pablo II. 3

Como podemos ver, la jornada mundial del enfermo guarda en sus raíces un fuerte espíritu
misionero, ya que sus primeras iniciativas fueron recurrir a los enfermos, para que ellos,
desde el ofrecimiento de su enfermedad colaboraran con las misiones. No podemos olvidar
este elemento tan importante en la celebración de la Jornada mundial del enfermo,
promovamos juntos el espíritu misionero, para que todos los enfermos desde Cristo
colaboren con la extensión del Evangelio.

1 Carta con ocasión de la institución de la jornada mundial del enfermo n° 4.


[2 Cfr. «El amigo del que sufre», OMPE, MÉXICO, 2016, pp. 18-21.
3 Idem

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ENFERMOS Y VISITADORES EN TORNO A LA MESA

Es el lema que hemos elegido para celebrar la jornada mundial del enfermo, conscientes
que la Eucaristía es el alimento que nos fortalece en medio del dolor y el sufrimiento y que a
la vez es la fuerza de todo apostolado. Solo desde la Eucaristía podemos ser el rostro
misericordioso con los que sufren sintiéndonos parte de una Iglesia que peregrina. El Papa
Francisco lo expresó de la siguiente manera:

«Es en la escucha de su Palabra, alimentándonos de su Cuerpo y de su


Sangre, como Él hace que pasemos de ser multitud a ser comunidad, del
anonimato a la comunión. La Eucaristía es el Sacramento de la comunión, que
nos hace salir del individualismo para vivir juntos el seguimiento, la fe en Él.
Entonces todos deberíamos preguntarnos ante el Señor: ¿cómo vivo yo la
Eucaristía? ¿La vivo de modo anónimo o como momento de verdadera comunión
con el Señor, pero también con todos los hermanos y las hermanas que comparten
4
esta misma mesa? ¿Cómo son nuestras celebraciones eucarísticas?».

A la luz de las palabras del Santo Padre podemos señalar algunos elementos que nos son
de gran provecho en los momentos de enfermedad y para nuestro apostolado misionero.

ESCUCHA DE LA PALABRA

«Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11, 28). Jesús llama
dichosos a quienes la escuchan y la practican, y el Papa en las palabras antes citadas nos
dice que es desde la escucha de su Palabra como pasamos a ser comunidad. Jesús, la
Palabra VIVA-ENCARNADA es quien nos constituye comunidad, por eso es que, en torno a
él, a su mesa, somos fortalecidos para dar y tener vida y vida en abundancia (cfr. Jn 10, 10).

La escucha de la Palabra debe ser una escucha activa, es decir, que nos lleve a la vivencia
de la caridad, a salir al encuentro del otro. Es la Palabra la que impulsa al ejercicio del
apostolado con los enfermos, a ofrecer la enfermedad por las misiones, ya que hacemos
nuestro el querer de Dios: «que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento pleno de la verdad» (1Tm 2, 4).

4 Homilía del santo Padre Francisco en la solemnidad del Corpus Christi. 30 de mayo de 2013.

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ALIMENTÁNDONOS DE SU CUERPO Y DE SU SANGRE

«El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día»
(Jn 6, 54-57). El alimentarnos de la Eucaristía tiene para nosotros impensables beneficios,
pero hablaremos de dos que engloban muchos más: nos da fortaleza en la adversidad, y es
Sacramento de comunión con Dios y con su Iglesia; el Papa menciona que nos hace salir del
individualismo porque descubrimos que somos parte de plan de Dios y por lo cual, estamos
llamados a colaborar con la extensión del evangelio desde nuestra realidad.

La Eucaristía no es solo la antesala al cielo, sino que es parte de la eternidad que día con día
Dios nos participa para permanecer unidos él.

«La Eucaristía es un tesoro inestimable; no solo su celebración, sino también estar ante ella
5
fuera de la Misa, nos da la posibilidad de llegar al manantial mismo de la gracia».En cada
momento eucarístico Jesús nos abraza, conforta, y envía a ser cooperadores de su Reino.
En la Eucaristía recibimos la fortaleza no solo para vivir la enfermedad, sino que también
para ser misioneros desde ella y de esta manera romper los esquemas internos que muchas
veces nos hacen replegarnos hacia nosotros mismos. «Enfermos y visitadores en comunión
por la Misión».

5 Ecclesia de Eucharistia 25.

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La Eucaristía,
fuerza para todos.
Pbro. Carlos Piña
Arquidiócesis de Tlalnepantla
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ILUMINACIÓN

“El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.


Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me
coma vivirá por mí”. Jn 6, 54 – 57.

VER

Vamos a disponernos para hacer nuestro el hermoso pasaje de las Escrituras Jn 6, 54 -57.
Dejemos a un lado, los ruidos externos e internos y permitamos al Espíritu Santo quien nos
guíe en estos momentos, donde no solo leemos una reflexión, sino que permitimos que su
Palabra entre como una espada de dos filos en nuestro corazón.

El autor del Evangelio de San Juan a lo largo del capítulo 6 nos regala un texto netamente
eucarístico, pone énfasis sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, mostrándose
como el Pan de Vida, como un Pan que produce vida eterna. Por tal motivo, debemos ser
cada vez más conscientes de la forma en la cual llevamos a Cristo a los hermanos enfermos,
o de la forma en la cual nos preparamos para la participación de la Eucaristía.

¿Has enumerado las veces que en estos pequeños versículos Jesucristo menciona sobre la
necesidad de comer y beber para tener vida eterna? ¿Por qué lo hace? Reflexiona en unos
momentos.

JUZGAR

Te pido repitas en voz alta y lentamente la siguiente frase: JESUCRISTO ES MI


FORTALEZA. Se siente una paz interna al leerlo en voz alta, ¿cierto?. Bueno, pues te pido
que lo vuelvas a leer en voz alta: JESUCRISTO ES MI FORTALEZA. Si alguien cerca de ti
lee la siguiente frase o si no es posible, te pido que cuando te encuentres con algún enfermo,
visitador, familiar, etc., le digas: JESUCRISTO ES TU FORTALEZA. Y observa sus
reacciones, pero te pido que ores por esa persona, para que siga descubriendo, como tú lo
estás haciendo, el saber lo que el Señor puede y hace en nuestras vidas.

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Te has dado cuenta cómo el mundo vive un enfriamiento espiritual, donde el consumismo,
materialismo, utilitarismo, etc., van alejando a las personas de Dios. Y como nos vamos
perdiendo poco a poco en las cosas del mundo.

Hoy muchos hermanos han dejado de asistir a la Eucaristía dominical por muchas
circunstancias y muchos de nosotros por nuestra enfermedad, desearíamos no tener
algunas limitaciones de salud para poder estar nuevamente en nuestras Parroquias. Vivimos
algunos esa sed de escuchar la Palabra de Dios, de acercarnos a los Sacramentos, de vivir
en comunidad con nuestros hermanos. Duele ver la indiferencia y, sobre todo, la forma en la
cual ignoramos a Jesucristo cuando nos dice en su Palabra: El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y yo en él.

Vive con amor cada encuentro con Jesús que se hace alimento en su Palabra, con Jesús
que se hace alimento en cada Hostia Consagrada, dale gracias porque te ha
ENCOMENDADO asistir, visitar y cuidar asistir a cada persona enferma, Jesús quiere que
seas el medio para que Él pueda llegar a cada enfermo.

Y para ti hermano y hermana que careces de salud, vive con amor ese hermoso encuentro
con Jesús, recordando aquellos momentos donde los muchos enfermos querían tocarlo para
sanar. La dicha más grande, es que no solo tocas, sino que tienes el hermoso regalo de
comulgar, por ello, si los enfermos de esos tiempos recibieron muchas bendiciones, pide con
fe aquello que más necesites, amalo y llénate de gozo porque Jesucristo viene a ti para
fortalecerte.

ACTUAR

Sabiendo que hemos tenido un encuentro con Nuestro Señor, piensa en la misión que Dios
ha puesto en tus manos como visitador, ministro, agente de pastoral de la salud. Te invito a
que lleves el Pan del Cielo, con ese amor y reverencia que Jesucristo se merece. Dale la
gloria, honor y alabanza, porque el testimonio de ir por las calles portando una venera, un
crucifijo, y más ese relicario.

Si fuera posible ve entonando himnos y alabanzas a nuestro Dios. Es la Eucaristía quien te


dará esa fuerza para poderlo realizar y vivir.

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Hermanos enfermos recibamos con amor, con alegría y hagamos extensa la invitación a
nuestros seres queridos para que nos acompañen en el momento de recibir a Jesús en
nuestras casas, porque se ha dignado a entrar en nuestro hogar. Recibe con mucha fe a
Nuestro Señor y pide que te siga dando la fortaleza de seguir adelante en medio de la
enfermedad. Recuerda la forma en la cual, muchos enfermos se acercaron a Jesús, hoy tú
también puedes recibirlo en la Comunión.

Agradezcamos a Dios por el regalo maravilloso que nos da para seguir recibiendo a
Jesucristo, nuestra fortaleza. Jesús en ti confío.

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Misioneros
fuerza
con la

E ucaristía
de la

Rosa María Becerril Gutiérrez


Misionera Laica Asociada a MG.
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ILUMINACIÓN

““Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Mt 28, 19.

VER

Hace algunos años, en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de 2017, el Papa
Francisco tomó como lema “Empujados por el Espíritu para la Misión”. Y en el mensaje
alusivo decía, entre otras cosas, que el compromiso misionero no es algo que se añade a la
vida cristiana, como si fuese un adorno, sino que está en el corazón mismo de la fe.
Aseguraba, igualmente, que ser misionero es ser para los hermanos instrumento de
salvación.

La vocación a la misión ad gentes es, parafraseando a la Madre Teresa de Calcuta, “la


llamada dentro de la llamada”; es decir, que todos: sacerdotes, religiosos y laicos, hemos
sido convocados por Jesús para compartir su Evangelio en aquellos lugares y ambientes en
que aún no es conocido.

El llamado a ser misioneros no es algo nuevo en la iglesia, tampoco es algo “exclusivo” para
algunos cuantos, sino que todos, de una u otra manera, estamos llamados a la misión. Con
toda seguridad hemos escuchado muchas veces aquello de que “O vas, o envías, o ayudas
a enviar”.

Cuando hemos abrazado el llamado a la misión, podemos pensar que todo será “miel sobre
hojuelas”. Muchas veces idealizamos la misión y al llegar y enfrentar los retos evidentes que
implica, como la distancia física con quienes más amamos, la complejidad de aprender otros
idiomas e insertarnos en otras culturas o adaptarnos a climas y comidas distintos, solemos
caer en el desánimo, disfrazándolo muchas veces de activismo. Olvidamos que la misión,
como la vida misma, tiene altas y bajas, momentos que son infinitamente dulces (aquellos en
que sentimos las caricias de Dios en nuestra alma) pero también momentos en que nuestra
resistencia espiritual e incluso física se ven puestas a prueba.

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JUZGAR

No existen fórmulas mágicas para evadir estos retos, pero lo que sí hay es la posibilidad de
formarnos y fortalecernos para enfrentarlos, ya que con toda certeza llegará el momento en
que se presenten estos retos y otros quizá no tan evidentes, como caer en una especie de
rutina o apatía cuando nos sentimos desencantados de lo que hacemos.

Es importante recordar que la vida misionera se sostiene sobre cuatro pilares: la comunidad,
la oración, el apostolado y la Eucaristía. Afianzar la misión con la vivencia cotidiana de estas
herramientas nos prepara no sólo para servir mejor a nuestros hermanos, sino también para
la realización plena de nuestra vocación misionera y para encarar de la mejor manera
posible los retos que se enfrentan día a día.

Veamos algunos detalles. Al hablar de la oración nos referimos, por supuesto, a la realizada
personal y comunitariamente por el misionero, a ese diálogo amoroso que debemos
sostener constantemente con Dios. En la contemplación, el misionero agradece lo vivido y
pide la gracia para realizar su labor; presenta a Dios sus súplicas también por aquello que es
más querido a su corazón, como su familia, tanto la que dejó en su patria como la que lo ha
adoptado en tierras lejanas.

Pero también es importante considerar la oración que otros hacen por nosotros, aquellas
súplicas a Dios que recibimos de una y mil maneras diferentes, en forma de bendiciones
muchas veces inesperadas, en la solución impensada de problemas y conflictos, en la
manifestaciones de una fortaleza que no sabíamos que había dentro nuestro…

Y es aquí donde muchas personas que, no han salido a tierras lejanas se convierten también
en misioneros a través de su oración o incluso de su misma enfermedad. Pensemos, por
ejemplo, en Santa Teresita del Niño Jesús, la santa de Liseux patrona de las misiones;
desde niña quiso consagrarse a Dios como religiosa, por lo que entró al convento de las
Carmelitas Descalzas cuando sólo tenía 15 años y allí permaneció hasta el día de su muerte,
9 años después, a causa de la tuberculosis.

Respondiendo a una petición de su Superiora, Teresita se hace “hermana espiritual” de


algunos misioneros, ofreciendo, junto con sus oraciones y su Eucaristía, el sufrimiento que le
ocasionaba la enfermedad que la tuvo postrada por más de un año y que finalmente
ocasionó su muerte.

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“El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho”, anunció Jesús a sus discípulos (Lc 9, 22). Y
el discípulo no puede ser menos que el Maestro, por lo que, con toda seguridad, el
sufrimiento, en cualquiera de sus formas, no nos será ajeno, algún día lo habremos de
enfrentar. Esta idea puede causarnos temor; después de todo, ¿quién disfruta sufrir?
Teresita estaba consciente de ello, por lo que quiso unir los dolores que padecía al dolor que
Jesús había pasado en la Cruz. Así, se le concedió la gracia, como dice san Pablo a los
Filipenses, “no sólo de creer en Cristo, sino de padecer por Él” (Fil 1, 29).

La decisión de Teresita dio sentido cristiano a su enfermedad. Y al hacerlo así, al poner sus
dolores en la Cruz, su enfermedad se convirtió en instrumento de redención para sí misma y
para los demás; especialmente, con seguridad, para sus hermanos misioneros y para los
pueblos a quienes fueron enviados...

Como ya hemos mencionado, es vital para el misionero recibir constantemente la sagrada


Eucaristía y la reconciliación, a fin no sólo de estar tan cerca como sea posible de Dios y del
hermano, sino también para alcanzar las gracias que hagan eficaz y fructífera su labor. La
fidelidad al llamado recibido es uno más de los frutos de la Eucaristía y de la oración tanto
del mismo misionero como de quienes por él la ofrecen. Por medio de ella entramos en
comunión toda la iglesia (triunfante, purgante y militante)

“La Eucaristía hace la Iglesia. Los que reciben la Eucaristía se unen más
estrechamente a Cristo. Por ello mismo, Cristo los une a todos los fieles
en un solo cuerpo: la Iglesia. La comunión renueva, fortifica, profundiza
esta incorporación a la Iglesia realizada ya por el Bautismo. En el
Bautismo fuimos llamados a no formar más que un solo cuerpo (cf 1 Co
12,13). La Eucaristía realiza esta llamada: "El cáliz de bendición que
bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? y el pan
que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun
siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos
participamos de un solo pan" (1 Co 10,16-17). 1

Por lo cual, podríamos ir concluyendo que la Eucaristía el sacramento que nos reúne,
convoca y envía a vivir como discípulos misioneros de Cristo. Todos como miembros del
cuerpo místico de Cristo comunicamos al mundo la Buena Nueva.

1 CEC

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ACTUAR

Si Dios te ha concedido la gracia de ser enviado a tierra de misión, ora sin cesar pidiéndole
aquello que más necesitas y agradeciendo las incontables bendiciones que de Él recibes
todos los días; no olvides ser agradecido y pide también a Dios por quienes con su apoyo
hecho oración y sacrificio, te ayudan a permanecer fiel. Nútrete constantemente con el Pan
de Vida, no pierdas oportunidad de hacerlo, para que puedas compartir precisamente esa
Vida con quienes te rodean.

Y si vives tu ser misionero desde la Patria misma, quizá atado por la enfermedad o por
cualquier otro sufrimiento físico o espiritual, ¡dale sentido a lo que vives! Ofrécelo muy
especialmente por aquellos que aún no conocen a Jesús y por los misioneros que anuncian
el Evangelio de Jesús con su vida misma. Ofrece también tu oración, tu Eucaristía, tu vida
misma. Ayuda a los misioneros a llevar su hermosa carga y cumple con ello la ley de Cristo
(Cf Gal 6, 12). Es más: te propongo que “adoptes a un misionero”, orando especialmente por
él/ella, aunque no le conozcas de manera personal. ¿Cómo ves, te lanzas a hacerlo?

Anímate, pregunta a cualquier misionero cuánto le ayuda aquello que otros ofrecen por él y
por su labor; quedarás asombrado al ver cómo Dios multiplica tus cinco panes y dos peces
para provecho tuyo y de otros. Así es Él, siempre generoso.

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Enfermos y
visitadores
en torno
a la
Mesa
Hna. Gloria Guadalupe Hernández Hilerio EMJ
Secretaria Nacional de la POSPA
Jornada mundial del Enfermo 2024

“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne
y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él” Jn 6, 54-57.

En el Evangelio de San Juan descubrimos que la Eucaristía nos ayuda a permanecer unidos
a Cristo, Él es el alimento que nos da vida eterna, a la vez que nos une con Dios y con el
prójimo. A través de la Eucaristía entramos en el misterio de Dios en acción de gracias y
alabanza al Padre, por la Obra redentora de Cristo; en cada Eucaristía como sabemos se
renueva el sacrificio incruento y todos como Pueblo de Dios (muchos o pocos visiblemente
presentes) nos unimos a ese sacrificio y nos comprometemos a vivir y anunciar el misterio
de nuestra Salvación.

La Eucaristía es sacramento de unidad, donde se nos recuerda el compromiso bautismal de


hacer discípulos a todas las naciones, y este mandato es vivido por cada uno de los
cristianos desde su realidad y vocación.

En la Eucaristía el Señor nos convoca como Pueblo suyo y miembros del cuerpo místico que
es la Iglesia, es por eso, que podemos afirmar que los enfermos y visitadores en torno a la
mesa eucarística reciben de ella la fortaleza para la enfermedad y apostolado. Iremos poco a
poco profundizando en ello, teniendo como referencia que la Eucaristía es alimento de vida
eterna, sacramento de unidad y fundamento de la misión como lo ha escrito el Cardenal
Toppo: “La Eucaristía es, pues, necesaria para la autenticidad y eficacia de nuestra misión
evangelizadora”1, ya que no solo respalda nuestro apostolado sino que lo fundamenta.

“La Iglesia vive de la Eucaristía desde sus orígenes. En ella encuentra la razón de su
existencia, la fuente inagotable de su santidad, la fuerza de la unidad y el vínculo de la
comunión, el impulso de su vitalidad evangélica, el principio de su acción evangelizadora, el
manantial de la caridad y la pujanza de la promoción humana, la anticipación de su gloria en
2
el banquete eterno de las Bodas del Cordero (cf. Ap 19,7-9)”.

1 La Eucaristía y la misión. cardenal Telesphore Placidus Toppo


2 Asamblea sinodal en el Año de la Eucaristía Instrumentum laboris y su uso. 2005.

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Jornada mundial del Enfermo 2024

Como podemos leer la Eucaristía es alimento vital para la vida de la Iglesia. El concilio
vaticano II en Lumen Gentium 11, nos dice:

“El sacrificio eucarístico, es fuente y cumbre de toda la vida cristiana”. No podemos


construir una vida cristiana lejos de la mesa eucarística, "Los demás sacramentos,
como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están
unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene
3
todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” .

Por ello, es que los enfermos se nutren de este sacramento para poder vivir las limitaciones
que conlleva una enfermedad y desde ella se unen a Cristo para colaborar ofreciendo sus
dolores y sufrimientos por la salvación del mundo entero.

La Eucaristía, y, por tanto, la Santa Misa, no son “una cosa más” o “una devoción piadosa”
que cuando lo deseamos vamos o la vivimos, nosotros somos cristianos porque Dios nos ha
salvado, y cada celebración eucarística actualiza ese misterio de la salvación: vida, pasión,
muerte y resurrección de Cristo. “Actualiza”, renueva, riega y hace fecunda la vida de la
Iglesia. Cuando afirmamos que la Eucaristía vivifica la Iglesia estamos subrayando que su
falta dejaría sin oxígeno la propia Iglesia (que somos nosotros), es por ello que todos como
pueblo de Dios buscamos la participación activa en ella.

No es un banquete que podamos vivir aisladamente cada cristiano, aunque si se da un


encuentro personal con el Señor, pero la Eucaristía, manifiesta visiblemente todo su
esplendor cuando como familia cristiana TODOS en torno a la mesa confesamos nuestra fe
en Cristo; presente de forma real en su cuerpo, sangre, alma y divinidad, para darnos vida.
El Papa S. Juan Pablo II en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia n° 9 nos decía:

“La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles


y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener
en su caminar por la historia” .

Esta cita nos recuerda la presencia viva y operante de Nuestro Señor a lo largo de la historia,
la institución de la Eucaristía como lo leemos en los evangelios no ha sido un invento de las
primeras comunidades cristianas, sino que ha sido el mismo Cristo quien nos ha regalado
este sacramento como alimento espiritual de nuestras vidas. Leamos:

3 CEC 1324

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Jornada mundial del Enfermo 2024

“La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no sólo como un


don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por
excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa
4
humanidad y, además, de su obra de salvación” .

Este DON no solo debemos resguardarlo sino vivirlo, compartirlo, comunicar a otros las
excelencias que de él se pueden beber para nuestra vida y misión, es por ello que debemos
ayudar y buscar que otros participen de este gran regalo de Nuestro Señor, ara hacer vida el
5
mandato de “Haced esto en memoria mía” .

Llegados a este momento podríamos plantearnos algunas preguntas.

1.- ¿Cómo es mi vida eucarística?


2.-¿Es la Eucaristía la fuente y el culmen de mi apostolado y vocación?
3.-¿ Acudo a ella sintiéndome familia del pueblo de Dios, como lugar de encuentro con
Cristo y con mis hermanos?

“Las palabras con las cuales termina la celebración de la Eucaristía, Ite missa est,
recuerdan el mandato misionero del Señor resucitado a los discípulos antes de su
Ascensión al cielo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes» (Mt 28,19). En
efecto, la conclusión de cada Santa Misa se relaciona inmediatamente con el envío a
la misión. En ésta están comprometidos todos los bautizados, cada uno según su
propia vocación dentro del Pueblo de Dios: los obispos, los sacerdotes, los diáconos,
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los miembros de la vida consagrada y de los movimientos eclesiales, los laicos” .

En la Eucaristía no solo recibimos la fuerza para vivir nuestra vida cristiana, sino que también
somos enviados a dar testimonio de lo que ahí hemos vivido y celebrado, y en medida que
vivimos este mandato misionero crece en nosotros el deseo de participar con mayor
frecuencia de la Eucaristía, es por ello que hemos querido hablar de la invitación que el
Señor nos ha hecho a permanecer en Él, sabiendo que esta permanencia hunde sus raíces
profundas en una vida Eucaristíca y llega a su plenitud cuando hacemos vida el mandato
misionero.

4 Encíclica Ecclesia de Eucharistia n° 11.


5 Lc 22, 19.
6 Asamblea sinodal en el Año de la Eucaristía Instrumentum laboris y su uso. 2005. N° 88.

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Jornada mundial del Enfermo 2024

“Sin la Eucaristía no podríamos afirmar verdaderamente que está vivo porque careceríamos
de la experiencia de su presencia entre nosotros” (La Eucaristía y la misión. Cardenal
Telesphore Placidus Toppo). Si somos más eucarísticos seremos MAS MISIONEROS y no
se puede concebir una vida misionera alejada de la Eucaristía en el sentido amplio de la
palabra, ya que “El encuentro con Cristo, profundizado continuamente en la intimidad
eucarística, suscita en la Iglesia y en cada cristiano la exigencia de evangelizar y dar
testimonio” 7. Todos los cristianos debemos vivir en torno a la mesa para experimentar los
gozos de la resurrección de Cristo, sintiendo la necesidad de colaborar en su proyecto de
salvación.

7 Carta apostólica Mane Nobiscum Domine n°24.

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Hora
Santa
Jornada mundial del Enfermo 2024

MONICIÓN:

Señor, nos ponemos ante tu presencia, enfermos y visitadores de enfermos, para que desde
el encuentro contigo encontremos la fuerza para vivir muy unidos a ti, colaborando contigo
desde nuestra enfermedad y apostolado, pidiendo que surjan abundantes vocaciones
misioneras, especialmente en territorios de Misión. Te pedimos por todos los enfermos del
mundo; para que en esta jornada mundial del enfermo todos sepamos unir nuestros
sufrimientos a los de tu pasión.

CANTO
SALMO DE PREPARACIÓN: BENDICE MIS MANOS

Señor, bendice mis manos Señor, bendice mi boca


para que sean delicadas y sepan tomar para que dé testimonio de Ti
sin jamás aprisionar, y no diga nada que hiera o destruya;
que sepan dar sin calcular que sólo pronuncie palabras que alivian,
y tengan la fuerza de bendecir y consolar. que nunca traicione confidencias y secretos,
que consiga despertar sonrisas.
Señor, bendice mis ojos
para que sepan ver la necesidad Señor, bendice mi corazón
y no olviden nunca lo que a nadie deslumbra; para que sea templo vivo de tu Espíritu
que vean detrás de la superficie y sepa dar calor y refugio;
para que los demás se sientan felices que sea generoso en perdonar y comprender
por mi modo de mirarles. y aprenda a compartir dolor y alegría
con un gran amor.
Señor, bendice mis oídos Dios mío, que puedas disponer de mí
para que sepan oír tu voz con todo lo que soy, con todo lo que tengo.
y perciban muy claramente
el grito de los afligidos; Sabine Naegeli
que sepan quedarse sordos
al ruido inútil y la palabrería,
pero no a las voces que llaman
y piden que las oigan y comprendan
aunque turben mi comodidad.

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Jornada mundial del Enfermo 2024

ENFERMO:
Señor, muchas veces me siento debilitado físicamente, preocupado por la enfermedad que
se apodero de mí. A veces, el sufrimiento me hace perder el gusto a la vida. Pero la Fe me
da la seguridad de que estás a mi lado, para ampararme, para consolarme, y para
comunicarme la fuerza necesaria a fin de que no vacile en la hora del dolor y no me
desanime en la hora del sufrimiento.

VISITADOR/MINISTRO:
La Eucaristía es alimento y medicina. Si estás en las tinieblas, la Eucaristía es la Luz. Si te
sientes débil, la Eucaristía es tu fortaleza. Si tienes miedo a la muerte, la Eucaristía es vida,
porque “El que come mi carne y bebe mi sangre, vivirá para siempre”, si te sientes cansado,
desilusionado en tu servicio a los enfermos, el Señor te recuerda que en cada enfermo Él
está presente “porque estuve enfermo y me visitaste” Mt 25, 36 y nos pide sentarnos a su
mesa como lo hizo con los apóstoles en la última cena.

SILENCIO

ENFERMO:
Señor, en el esfuerzo de los que me atienden veré tu mano, que quiere levantarme y verme
restablecido. La vida es un regalo de Dios, un tesoro que Dios nos has entregado. Tú has
querido que desde mi enfermedad me convierta en Misionero. Hoy ante tu presencia
renuevo mi compromiso de orar y ofrecer mis sufrimientos por todos los misioneros, por el
aumento de vocaciones misioneras.

VISITADOR/MINISTRO:
Señor te pido que tengas compasión de nuestros hermanos enfermos, visítalos a través de
tu Evangelio, de la Eucaristía; para que todos reconozcan que tu estas vivo en tu Iglesia hoy.
Visítalos a través de nosotros, para que seamos instrumentos fieles de tu amor. Que todos
los enfermos a través de nuestra visita y compañía puedan experimentar tu cercanía, tu
AMOR.

CANTO

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Jornada mundial del Enfermo 2024

EVANGELIO MATEO 25, 31-46


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre,
y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas
las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y
pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su
derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros
desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y
me visitasteis, y en la cárcel vinisteis a verme."

VISITADOR/MINISTRO:
Este mensaje es tan simple, Señor. Tú me juzgarás por mi amor y servicio a los demás.
Estás ahí por los pobres, los enfermos, los presos y los extranjeros. Te ruego que yo pueda
reconocer tu rostro en cada uno de ellos, para que juntos, visitadores y enfermos podamos
colaborar en la salvación de todas las almas.

ENFERMO:
Señor, tú te haces presente en todas las personas que nos visitan, eres el que está enfermo
y el que visita en tu nombre. Gracias Jesús, ayúdame a entender que aún en medio de la
enfermedad no me abandonas, sino que me abrazas y me invitas a ver más allá de mi
enfermedad.

SILENCIO O CANTO

OREMOS

1. Te pedimos, Padre lleno de amor, por todos los miembros de la iglesia que sufren.
Acuérdate que por ellos Cristo ofreció en la cruz el verdadero sacrificio.
Oremos. Te rogamos óyenos.

2. Señor, enséñanos a descubrir tu imagen en todos los enfermos y a saber servirte a ti, en
cada uno de ellos.
Oremos. Te rogamos óyenos.

Unión de Enfermos Misioneros .03 OMPE México


Jornada mundial del Enfermo 2024

3. Señor, te pedimos por las personas que cuidan a los enfermos y ancianos, dales fortaleza,
paciencia y amor para que sigan descubriéndote en ellos.
Oremos. Te rogamos óyenos.

4.- Señor, te pedimos por todos los visitadores de la UEM, y por todos los enfermos
misioneros, para que, desde su servicio silencioso, sigan contribuyendo en favor de las
misiones.
Oremos. Te Rogamos óyenos.

5. Por todos los que están enfermos del alma, para que, en ti, en tu misericordia y en tu
amor, encuentren la salud espiritual.
Oremos. Te rogamos óyenos.

6. Por nosotros, para que sepamos responder con generosidad al llamado del amor de
Jesús, siendo solidarios con el hermano que sufre.
Oremos. Te rogamos óyenos.

PADRE NUESTRO

VISITADOR/MINISTRO:
No importa, si estamos enfermos, si estamos en una silla de ruedas, nuestra vida vale tanto
para Dios como la de cualquier ser humano, que camina por la calle y está trabajando todo el
día. ¡Gracias Señor por la vida! ¡Gracias, porque me permites ser un enfermo misionero!

CANTO

RESERVA DEL SANTÍSIMO.

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