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Tutela diferenciada de los consumidoresAutor:Sahián, José H.

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Publicación:Revista de Derecho del Consumidor - Número 4 - Abril 2018Fecha:18-04-


2018Cita:IJ-DXXXIII-664

Tutela diferenciada de los consumidores

Por José H. Sahián [1]

I. Tutela efectiva de los consumidores [arriba] - 

La “constitucionalización”[2] de los derechos de los consumidores[3] ha progresado, tanto a


través de vertientes sustanciales como procesales[4], encarnadas éstas últimas en la
“fundamentalidad” del “derecho a procedimientos eficaces para la prevención y solución de
conflictos”[5], del art. 42 de la Constitución Nacional, y en la regulación del art. 43. Como
enseña el padre del Derecho del Consumidor argentino Gabriel Stiglitz, ha germinado un
concreto “derecho constitucional de acceso a la solución de conflictos” de los
consumidores[6]. Este derecho al acceso y a procedimientos eficaces para la prevención y
solución de conflictos se traduce en garantías procedimentales que el ordenamiento ofrece a
los consumidores para asegurarles una tutela judicial efectiva y oportuna, lo que justifica
particularmente en el caso de los consumidores, por la agravada debilidad económica e
informativa que pesa sobre ellos, una novel concepción de la “garantía de igualdad real”, que
se hace cargo de las diferencias en las asignaciones previas, y provisiona normativamente la
tutela de los vulnerables[7]. Así, como consecuencia del mandato constitucional del art. 42,
deben pergeñarse instrumentos que permitan de manera justa, poco costosa, sencilla, rápida y
exenta de formalidades, el acceso a la justicia como derecho “llave” por el cual los
consumidores puedan defender sus intereses[8].

El reconocimiento de tal imperativo constitucional no es monopolio de nuestro sistema. El


Tribunal Constitucional Español juzgó, ya en 1985, que los poderes públicos deben garantizar la
eficacia en los procedimientos de protección de los intereses de los consumidores, exigida en
el art. 51 inc. 1[9] de la Constitución de 1978 aquel país[10]. La articulación de procedimientos
eficaces se caracteriza como un deber positivo de los poderes públicos, autónomo de los
restantes derechos enunciados en el art. 51 de la Ley Fundamental española[11]. Esta tesis es
compatible con la tendencia predominante de comprender a la tutela efectiva como un
derecho en sí mismo y de observar al proceso como una garantía propia. Más allá del ejemplo
español, en el derecho comparado del viejo continente no se encuentran demasiadas
muestras de cartas magnas que se hayan inquietado por jerarquizar la tutela efectiva de los
consumidores. Este déficit ha sido satisfactoriamente compensado, con creces, mediante
extensas y eficaces legislaciones y reglamentaciones protectoras. Un caso excepcional, a la
situación descripta, viene dado por la Constitución portuguesa[12], que no se confina al
resguardo de derechos sustanciales de los consumidores, sino que también prevé garantías
institucionales e instrumentales, tales como el acceso a la justicia. 

En nuestra región, en general, el constituyente ha sido mucho más generoso con la


“fundamentalización” de los derechos de los consumidores, que el legislador supremo
europeo[13]. La Corte Constitucional colombiana exigió al legislador el desarrollo del
contenido de la defensa del derecho de tutela a los consumidores de la Carta Política[14]. La
Constitución de Ecuador, que, tanto en su versión anterior como en la actual es una de las
cartas magnas que se ha interesado más vehementemente por la protección de los
consumidores, en su art. 52 in fine ordena: “La ley establecerá los mecanismos de control de
calidad y los procedimientos de defensa de las consumidoras y consumidores; y las sanciones
por vulneración de estos derechos, la reparación e indemnización por deficiencias, daños o
mala calidad de bienes y servicios, y por la interrupción de los servicios públicos que no fuera
ocasionada por caso fortuito o fuerza mayor”. Por su parte, el Tribunal Constitucional de Perú
reconoció la existencia de una facultad de acción defensiva de los consumidores en los casos
de transgresión o desconocimiento de sus legítimos intereses, tanto hacia el Estado como
contra un proveedor[15].

En el escenario supranacional, en la Declaración Presidencial de Derechos Fundamentales de


los Consumidores del Mercosur de Florianópolis del 15/12/2000 se expuso que la defensa del
consumidor contempla distintos derechos, a los que se califica como “fundamentales”, entre
los que se cuenta “la facilitación del acceso a los órganos judiciales, administrativos y a medios
alternativos de solución de conflictos, mediante procedimientos ágiles y eficaces, para la
protección de los intereses individuales y difusos de los consumidores” (inc. k).

En el ámbito internacional merece subrayarse la Resolución aprobada por la Asamblea General


de Naciones Unidas el 22/12/2015[16]. Dentro de los principios generales (punto III.5) se
enuncia en el ítem g: “La disponibilidad para el consumidor de medios efectivos de solución de
controversias y de compensación”. Aunque soft law, estas disposiciones alcanzan acentuada
preponderancia en el marco del diálogo de fuentes al que invita el Código Civil y Comercial,
como agudamente razona Barocelli[17].

La dimensión constitucional de la tutela efectiva a los consumidores debe completarse con la


apertura de un plano convencional de defensa de los intereses de estos, que emerge, entre
otros, de los arts. 8 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, 2 inc. 3 apart. a) del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, XVIII de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre y 8 y 25 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. Aunque con cierto retraso respecto de la consolidación del fenómeno
constitucional, se visibiliza un solapamiento entre derechos del consumidor y derechos
humanos, que licencia la extrapolación de la tutela judicial efectiva reglada en los Tratados de
Derechos humanos, a los sujetos débiles de las relaciones de consumo en cuanto tales, lo que
implica que éstos últimos se hallan escudados por los principios y garantías procesales
provenientes del Derecho Internacional de los Derechos Humanos[18]. 

Finalmente merece reflexionarse si los consumidores o los usuarios -especialmente de


servicios públicos- se ven alcanzados por las Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de las
Personas en Condición de Vulnerabilidad[19], cuyo art. 1 prescribe que las mencionadas
normas “tienen como objetivo garantizar las condiciones de acceso efectivo a la justicia de las
personas en condición de vulnerabilidad, sin discriminación alguna, englobando el conjunto de
políticas, medidas, facilidades y apoyos que permitan a dichas personas el pleno goce de los
servicios del sistema judicial”. Si bien dichas reglas[20], tomadas en consideración por nuestra
jurisprudencia cada vez con mayor intensidad[21], tienen explícitamente en miras beneficiar a
personas con vulnerabilidad en razón de edad, con discapacidad, con pertenencia a
comunidades indígenas, en situación de victimización, inmigrantes y sujetos a desplazamiento
interno, pobres, mujeres, minorías y personas privadas de libertad; no creemos que medie
obstáculo para trazar un diálogo entre tales regulaciones y los intereses de los consumidores,
en tanto sujetos débiles del mercado, especialmente aquellos hipervulnerables. Siguiendo las
enseñanzas de Barocelli, corroboramos una respuesta positiva. Es que, como explica el jurista
citado: “En el caso de los consumidores hipervulnerables, entendemos que corresponde
realizar una aplicación coordinada, coherente y simultánea de las normas, principios e
instituciones del Derecho del Consumidor juntamente con las normas, principios e
instituciones aplicables a cada grupo vulnerable en particular, en clave constitucional y
convencional”[22].
En síntesis, es precisamente ese mandato constitucional y convencional de efectividad de la
tutela el que impone la tutela procesal diferenciada de los consumidores, a cuyo tratamiento
nos abocaremos, siquiera superficialmente.

II. Tutela procesal diferenciada [arriba] - 

Explica Peyrano que “habrá tutela diferenciada cuando -excepcionalmente y a raíz de


experimentar urgencias apremiantes el requirente del servicio de justicia o de las
singularidades del derecho material cuya aplicación se reclama- se hubiera instrumentado un
montaje procesal autónomo de cierta complejidad, portador de una pretensión principal y que
cuenta con la dirección de un órgano jurisdiccional investido de facultades incrementadas e
inusuales; estructura que… se deberá apartar, en varios aspectos, y, notoriamente, de las
matrices vigentes. Dicho montaje procesal deberá brindar al demandante un trato preferencial
y admitir, por lo común, una legitimación activa amplia”[23]. Enfatiza Quadri que debería
haber tutela diferenciada en todos aquellos casos en que puede caer en “desprestigio” el
fundamental derecho a la justa y efectiva tutela jurisdiccional. La tutela diferenciada atiende la
necesidad de tornar flexibles las tutelas jurisdiccionales con la finalidad de adaptarlas a la
realidad, tutelando de forma más adecuada cada derecho sustancial. Sería, en suma, una
especie de tutela jurisdiccional adecuada a la realidad del derecho material[24]. La noción de
tutela diferenciada es una tecnología indispensable para satisfacer el derecho a la tutela
judicial efectiva, llegando, en ciertos planos, a superponerse ambas nociones[25].

La defensa de derechos sustanciales tales como los personalísimos de intimidad, dignidad,


integridad; los derechos sociales a la salud, trabajo, calidad de vida, ambiente, la protección
del hábeas data; y el universo tuitivo definido por personas en situación de especial
desventaja, entre ellos niños, personas con discapacidad, mujeres, personas mayores, y
concretamente consumidores y usuarios, devienen merecedores no solo del derecho a acceder
a un órgano jurisdiccional que ampare contra actos que violen sus derechos, sino además a la
remoción de obstáculos formales que obstruyan cualquier etapa del curso procedimental[26].
A Peyrano le bastan algunas de las peculiaridades enunciadas para decretar que la defensa de
los consumidores se alza, con el ambiente, como ejemplos paradigmáticos de tutelas
diferenciadas[27].

Estas estrategias que conllevan un apartamiento de las marcos procesales corrientes,


mayormente encauzadas -en la temática que nos ocupa- a través de las denominadas acciones
de consumo[28], revisten disímiles materializaciones: facilitación del acceso a la justicia,
disminución de los costes en los litigios, simplificación y celeridad procedimental, eliminación
de ritualismos excesivos, favorecimiento de la colectivización del pleito, establecimiento de
nuevas y atípicas legitimaciones procesales, cosa juzgada erga omnes, cargas probatorias
dinámicas, “pro-actividad” agravada del juez, expansión de ciertos medios defensivos en
procesos como los ejecutivos o monitorios, servicios de asesoramiento y asistencia gratuita,
participación en instancias conciliatorias, una competencia sumamente celada, herramientas
preventivas, establecimiento de tribunales o procesos de menores cuantías y hasta de fueros
especiales para relaciones de consumo. En síntesis, debe procurarse dar satisfacción a
principios de celeridad, inmediación, economía procesal, oralidad y gratuidad.

III. Instrumentos de protección diferenciada de los consumidores [arriba] - 

Sin pretensión de exhaustividad, enunciaremos algunos de los institutos[29] que, legislativa o


pretorianamente, han servido para consolidar la concreción de la tutela diferenciada de los
consumidores[30].

1. Tutela preventiva

Uno de los más transcendentales aportes que nos ha legado el Código Civil y Comercial (en
adelante CCyC) es precisamente la regulación del deber de prevención y la acción preventiva
(arts. 1710 a 1714). Tal la notabilidad de ese instituto que se han aventurado a pronosticar que
dicha pretensión preventiva de daños goza del potencial para abastecer la eficacia procesal, de
mejor modo que el tradicional amparo[31]. Aunque en su regulación civil y comercial se trata
de un remedio general, que, en tanto tal, excede el marco de un medio de tutela diferencia, se
presenta como una tecnología particularmente útil para la defensa de los consumidores[32],
que amerita su especial atención por parte de los operadores jurídicos.

En las hipótesis de tutelas diferenciadas, se nota la presencia de un juez provisto de facultades


inusuales. Parecería que ello puede predicarse cuando se refuerza o facilita la tutela preventiva
(también conocida como inhibitoria)[33], respecto de algún sector -de personas o intereses-
específico. En esa tesitura, Peyrano advierte que la Ley de Defensa del Consumidor (en
adelante LDC) proporciona al consumidor una suerte de jurisdicción preventiva, para evitar el
daño que podría sufrir[34]. Calvo Costa también encuentra en los arts. 52 y 55 de la LDC, de
protección frente a amenaza de daños a consumidores, una modalidad de tutela inhibitoria
sustancial[35].

La Sala II de la Cámara Civil y Comercial de Azul -con un enjundioso voto del Dr. Galdós-
resolvió que era abusiva la exclusión de riesgo en un contrato de seguro colectivo de
accidentes personales que no cubría el siniestro si el asegurado utilizaba moto o vehículos
similares y decretó un mandato de prevención colectivo dirigido a la autoridad de aplicación,
para que presente un estudio detallado procurando su reformulación o, en su defecto, exprese
los motivos que imposibilitarían tal modificación. Afectando la cláusula abusiva a 11.470
agentes del Servicio Penitenciario Bonaerense se ordenó notificar a la Superintendencia de
Seguros de la Nación (autoridad de control), a la Caja de Ahorro y Seguros, y al Servicio
Penitenciario Bonaerense para que procedan a notificar a todos los empleados alcanzados por
la póliza respectiva, el carácter voluntario del seguro, de la cláusula abusiva que contiene y se
analice y disponga su reformulación, considerando todas las implicancias técnicas y
económicas pertinentes y –si correspondiere- su eliminación o replanteo, conforme su
incidencia en el precio final de la prima o, en su defecto, para que argumente y justifique la
razonabilidad de la restricción[36].

En otro notable voto, de Javier Arias Cau, la Sala I de la Cámara en lo Civil y Comercial de Jujuy
dispuso otorgarle trámite de medida autosatisfactiva a la “acción inhibitoria o preventiva” que,
en los términos de los arts. 1710 y siguientes del CCyC, promoviera la Fiscalía de Estado de
aquella provincia. Se resolvió ordenar a diversas empresas “Remover, rectificar y aclarar la
publicidad engañosa efectuada en sus portales web, debiendo establecer que la foto indicada
corresponde a la Provincia de Jujuy y la localidad pertinente”, y que “se abstengan de realizar
nuevas publicaciones engañosas”[37].

Finalmente no podemos dejar de mencionar que el principio precautorio ha comenzado a ser


extrapolado, desde el ámbito ambiental hasta el Derecho del Consumidor[38]; y si bien no se
trata técnicamente de un supuesto de prevención, porque a la precaución la caracteriza “la
incertidumbre científica”, no puede negarse cierta vinculación axiológica y en la finalidad
perseguida entre ambos institutos; tanto así que ha llegado a sostenerse que: “El Derecho del
consumidor es fundamentalmente preventivo (y hasta precautorio), a la vista de ciertas
características del mercado: la velocidad de las transformaciones; la aparición diaria de nuevas
y más complejas modalidades de negocios y tecnologías; la vulnerabilidad del consumidor,
bien para evitar, per se, el daño, bien para buscar su reparación; la naturaleza y dimensión de
los accidentes de consumo, muchas veces de difícil reparación (cuando no imposible)…”[39].
2. Competencia

Aunque de modo no lineal, la jurisprudencia ha perseguido el amparo competencial del


consumidor[40]. También existen diversas normas destinadas a la protección procesal del
consumidor, impidiendo la prórroga de jurisdicción. Así el art. 1651 inc. c) del CCyC, con la
descripta finalidad, excluye del contrato de arbitraje a las controversias que tengan por objeto
derechos de consumidores y usuarios. Otros dispositivos además persiguen la tutela de los
consumidores, en general, imponiendo su domicilio real como pauta para fijar la competencia
territorial.

El art. 1109 del CCyC regla que en los contratos celebrados fuera de los establecimientos
comerciales, a distancia y con utilización de medios electrónicos o similares, se considera lugar
de cumplimiento a aquel en el que el consumidor recibió o debió recibir la prestación. Y allí fija
la jurisdicción aplicable, rechazándose expresamente la cláusula de prórroga de jurisdicción.
Una interpretación literal y aislada de la norma podría conducir a soluciones seguramente no
queridas por el legislador, frente a ciertos tipos de contratos, como los de turismo. Haciendo
una hermenéutica de la referida norma bajo el prisma del principio protectorio del Derecho
del Consumidor e interpretándola en clave de dialogo “externo” con el beneficio de gratuidad
del art. 53 de la LDC e “interno” con la amplitud de alternativas que, en materia de
competencia regula el art. 2654 del CCyC, se resolvió que una usuaria de servicio de hotelería
podía reclamar una indemnización en la jurisdicción de su domicilio[41].

El art. 2654[42] del digesto sustantivo, para los contratos de consumo en el marco del Derecho
Internacional Privado, regula por separado la situación del consumidor actor, del caso en que
resulta demandado; prescribiendo como regla general aplicable a ambas hipótesis la no
admisión de acuerdo de elección de foro. En el caso del consumidor demandante atribuye
jurisdicción a los tribunales argentinos cuando alguno de los contactos que allí se indican se
localizara en nuestro país, dando así lugar a la consagración de múltiples foros concurrentes,
sin que entre tales criterios medie relación jerárquica alguna ni de subsidiariedad[43]. En el
supuesto de consumidor accionado, donde la competencia la determina el domicilio de este
último, estamos ante una regla palpablemente protectoria enderezada a sortear que el
consumidor se vea constreñido a defenderse en el extranjero.
La ausencia de la consagración del domicilio del consumidor como criterio atributivo de
jurisdicción de alcance general en la materia, como también el silencio guardado en relación
con los contratos internacionales concluidos por consumidores a través de medios
electrónicos, es reprochada por una fracción de la doctrina[44]. Si bien la prescindencia del
domicilio del consumidor como criterio abstracto atributivo de jurisdicción podría aparecer
como desacorde con la vasta tutela dispensada a los consumidores en el digesto sustancial,
ante la amplia gama de parámetros de conexión enunciados en la primera parte del art. 2654
del CCyC, serían muy pocos los casos en los que el consumidor actor domiciliado en la
Argentina no podría acudir a nuestros tribunales.

Por su parte, el art. 36 in fine de la LDC (modificado por el art. 58 de la Ley n° 26.993) dispone
que, para las operaciones de crédito para el consumo, será competente, en los casos en que
las acciones sean iniciadas por el consumidor o usuario -a elección de éste- el juez del lugar del
consumo o uso, el del lugar de celebración del contrato, el del domicilio del consumidor o
usuario, el del domicilio del demandado, o el de la citada en garantía. En los casos en que las
acciones sean iniciadas por el proveedor o prestador, será competente el tribunal
correspondiente al domicilio real del consumidor. Este último dispositivo ha tenido un efecto
expansivo sobre hipótesis semejantes. Así se ha juzgado que resulta competente para conocer
en la cuestión relativa a un contrato de prenda con registro el juez con jurisdicción sobre el
domicilio real del deudor-consumidor “por aplicación de la regla contenida en el art. 36 de la
Ley N° 24.240”[45]. E inclusive, Müler acepta que la atribución de competencia del art. 36 de la
LDC, en el domicilio real del consumidor, sería la regla prolongable a todos los contratos y
relaciones de consumo[46].

En tanto, llama la atención que el art. 50 de la Ley N° 26.993 haya dispuesto que la
competencia será la del lugar del consumo o uso, el de celebración del contrato, el del
proveedor o prestador o el del domicilio de la citada en garantía, a elección del consumidor o
usuario; prescindiendo de incluir, como apropiadamente lo hace el art. 58 para los créditos al
consumo, el domicilio del consumidor.

Sin perjuicio de lo dicho, lo cierto es que habría significado una técnica de tutela diferenciada
más intensa en favor del consumidor, una reglamentación como la seguida en el art. 4 del
Protocolo de Santa María sobre Jurisdicción Internacional en materia de Relaciones de
Consumo[47], que sienta, como regla general, la competencia a partir del domicilio del
consumidor, sea este actor o demandado[48]. Por ello, y ante la pregunta acerca de cuál es la
competencia en los contratos de consumo que no encuadran en las normas especiales, nos
parece sumamente interesante el plausible razonamiento de Arias quien propone que, ante tal
laguna, la pauta de competencia del domicilio real del consumidor debe servir como criterio
integrador en el ámbito general de los contratos de consumo internos[49].

3. Beneficios económicos

A. Beneficio de justicia gratuita

Aunque no se lo enuncia explícitamente en el art. 42, se le confiere afincamiento


constitucional a este beneficio económico[50]. Esta última lógica es dable inferirla del
contenido de los debates suscitados en el seno de la Convención Constituyente de 1994,
donde el convencional Irigoyen (informante del dictamen de mayoría que incorporó el art. 42 a
la Constitución) arguyó laudablemente que la noción de “eficacia” incluía el “acceso gratuito a
la justicia”. En consecuencia, el beneficio de “justicia gratuita” de los consumidores, tanto para
el ejercicio de acciones individuales como colectivas, es una derivación del mandato
constitucional de consolidar “procedimientos eficaces”[51]. Así se concluyó en el XVII Congreso
Argentino de Derecho del Consumidor[52].

Inclusive se llegó a justificar la incorporación del beneficio del consumidor a la justicia gratuita,
por la Ley nº 26.361 en el último párrafo del art. 53 de la LDC, no tan sólo en el marco de la Ley
Suprema, sino también a partir de los Tratados de Derechos Humanos[53]. Es que la garantía
de gratuidad se cimienta en el principio pro homine de los derechos humanos[54]. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos, en el caso “Cantos”, se abocó a decidir si el monto que
los tribunales argentinos requerían en carácter de tasa de justicia (3% del total del valor de la
litis) resultaba compatible con los derechos consagrados en los arts. 8 y 25 de la Convención
Americana de Derechos Humanos. La Corte juzgó que la suma fijada por concepto de tasa de
justicia constituía una irrazonable obstrucción al acceso a la justicia[55]. Asimismo la
problemática de las trabas económicas a los justiciables ha sido especialmente tenida
presente, en el caso de los derechos sociales, por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos[56]. Dicha cuestión también fue exhaustivamente estudiada por el Tribunal de
Justicia de la Unión Europea[57], el Tribunal Europeo de Derechos Humanos[58] y diversos
superiores tribunales nacionales europeos, como el Tribunal Constitucional español[59].
Se viene polemizando enérgicamente[60] respecto de la extensión del beneficio sub examen.
Pueden señalarse tres grandes líneas interpretativas.

En un extremo, la tesitura “íntegramente negativa” ha tachado de inconstitucional el privilegio


analizado, por supuesta subyugación de competencias tributarias provinciales[61]. Esta última
controversia constitucional se replicó en varias provincias argentinas[62]. En la Provincia de
Córdoba, el Tribunal Superior declaró inválido el beneficio[63]. En la Provincia de Santa Fe se
reprodujo una disputa análoga y, en general, las Cámaras de Apelación resolvieron la
inaplicabilidad del art. 53 de la LDC[64]. Aunque no compartimos la descripta fundamentación
tendiente a tachar de inconstitucional el beneficio sub examen, no puede dejar de
mencionarse que el art. 8 del Decreto n° 2089/93 del 13/10/93, al promulgar la originaria Ley
N° 24.240, observó el art. 53 de la LDC, fundamentando: “que el beneficio de litigar sin gastos,
o carta de pobreza, se encuentra regulado en forma específica por las leyes provinciales
locales, conforme a los requisitos establecidos en ellas…”.

Sin perjuicio de ello, mayoritariamente se asiente la constitucionalidad del privilegio que -a


nuestro entender- no transgrede la distribución de competencia constitucional para fijar
tributos o sancionar normas procesales. Fundamento dirimente resulta el reconocimiento de
la constitucionalidad de las normas procesales en ordenamientos sustantivos, cuando dichas
disposiciones lucen razonablemente necesarias para el mejor ejercicio de los derechos que se
consagran en tales normas de fondo[65], no resultando óbice que, en el presente caso, la
norma procesal contenga una excepción tributaria, puesto que la retórica para sustentar la
constitucionalidad puede extrapolarse a la materia fiscal. En aquella tesitura, la inclusión de
disposiciones procesales en el CCyC y en la LDC no debe entenderse como un avance sobre las
autonomías provinciales, pues el poder de las provincias no es absoluto y el Congreso Nacional
cuenta con facultades para dictar normas procesales, cuando sea pertinente para asegurar la
eficacia de las instituciones reguladas por la legislación de fondo y evitar el riesgo de
desnaturalizar institutos propios del denominado derecho material[66], más cuando son
derivación de derechos fundamentales. Finalmente la solución que propiciamos es la que
mejor armoniza con un precedente de la Corte Federal, donde se resolvió que las leyes
provinciales no pueden alterar, modificar o suprimir derechos de los consumidores,
empeorándolos. Subyace en la lógica del antecedente, que sí podrían sancionarse normas
locales que mejoren la situación de los consumidores. Al argumento de esta flexibilización de
la distribución de competencias legislativas, la Corte lo desentrañó del carácter de orden
público que reviste la LDC[67], en este caso, en favor de las reglamentaciones provinciales,
pero nada impediría que la adaptabilidad de distribución de competencias legislativas se
asuma en el sentido inverso, con igual teleología tuitiva.
Salvado el conflicto constitucional, el sector doctrinal mayoritario (Bersten, Del Rosario,
Carlucci, Suárez, entre otros) se yergue a favor de la tesis amplia[68], por la que se pondera a
lo dispuesto en el art. 53 como un beneficio de litigar sin gastos y, por ello, importa una
franquicia hasta de la responsabilidad por las costas; e inclusive de los costos de las vías
recursivas extraordinarias, como el remedio casatorio provincial[69]. El maestro Gabriel Stiglitz
-en razonamiento al que adherimos plenamente- propone el criterio extenso con base en la
aplicación del principio pro consumidor[70]. Krieger acertadamente explica que este raciocinio
es el que verdaderamente emerge de la expresión “procedimientos eficaces” del art. 42
constitucional[71]. Kalafatich y Barocelli, con lucidez, vinculan la adopción de la tesis
progresista con un adecuado entendimiento del acceso a la justicia, a la luz de principios
transportados del Sistema Internacional de Derechos Humanos, remarcando la necesidad de
dar respuesta a los costos que demanda ingresar, transcurrir y finalizar un proceso judicial, a la
vez que consideran al beneficio comprendido implícitamente en el derecho al recurso judicial
del art. 25 de la Convención Americana de Derechos Humanos[72]. La CSJN receptó la tesis
extensa, pues al tratar la procedencia de un recurso extraordinario, el voto mayoritario decidió
desestimarlo “sin especial imposición de costas en virtud de lo establecido en el art. 55,
segundo párrafo de la Ley N° 24.240”[73]. Luego, en “Cavalieri, Jorge y otros c. Swiss Medical
SA”[74] y, con mayor énfasis, en “Unión de Usuarios y Consumidores c/Nuevo Banco de Entre
Ríos S.A. s/ Ordinario”[75], la CSJN ratificó el razonamiento extendido. La jurisprudencia
provincial[76] y nacional ha corroborado este raciocinio favorable al consumidor, acentuando
que no deviene forzosa la promoción del específico incidente de beneficio de litigar sin
gastos[77].

Un fragmento jurisprudencial, especialmente afincado en la Cámara Nacional Comercial[78] y


en algunos tribunales provinciales[79], se inclina por la postura ecléctica-restrictiva, que -en
general- admite la constitucionalidad del beneficio[80] pero refuta que pueda considerarse
sinónimo de beneficio de litigar sin gastos. Esencialmente se ha argüido que dar un alcance
mayor a la norma de la LDC significaría avalar una indebida injerencia del Estado en la esfera
patrimonial de los ciudadanos, en desmedro al respeto de los derechos de igualdad y de
propiedad consagrados en la Constitución Nacional[81]. Consecuentemente se entiende que el
beneficio de justicia gratuita se refiere exclusivamente al acceso a la justicia, a la gratuidad del
servicio que presta el Estado, el cual una vez franqueado, implica para el litigante quedar
sometido a los avatares del proceso, incluyéndose el pago de las costas, las que no son de
resorte estatal, sino que constituyen una retribución al trabajo profesional de los letrados y
demás auxiliares de justicia de carácter alimentario[82]. La más novedosa argumentación en
pos de esta tesitura restringida viene dada por la inconveniencia de otorgar a la gratuidad del
Derecho del Consumidor mayores alcances que los contemplados en el ámbito laboral[83].

En nuestra opinión, merece prevalecer la tesis expansiva, porque una hermenéutica que
restrinja los alcances del precepto conspiraría contra la tutela efectiva de las garantías
constitucionales establecidas a favor de los consumidores[84]. En otras palabras, el precepto
debe ser “interpretado conforme” la finalidad perseguida por el art. 42 de la Constitución, a lo
que debemos añadir los principios pro homine, de progresividad y no regresividad,
provenientes del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Finalmente, define en favor
del criterio extenso, el principio pro consumidor que, a más de su anclaje constitucional[85],
está estatuido en el art. 3 de la LDC y en el art. 1094 del CCyC, digesto éste que además
impone un diálogo supra legal, cuando ordena proteger la dignidad y equidad de los
consumidores a partir de los estándares extraíbles de los Tratados de Derechos Humanos y de
la regla de igualdad constitucional, conforme arts. 1097 y 1098.

B. Asesoramiento

Completando lo dicho en el acápite anterior, es usual encontrar -como otro beneficio


económico- la provisión de servicios de asesoramiento gratuito. Esta ayuda se halla
particularmente presente en el marco de los tribunales de menor cuantía. A modo de ejemplo
desde 1949 en el Reino Unido y desde 1967 en Canadá se verifican servicios gratuitos de
asistencia al consumidor ante los tribunales de menor cuantía de dichos países[86].

En el orden nacional, el art. 9 de la Ley n° 26.993, que regula los procesos de menor cuantía en
materia de consumo, instituye un Servicio de Patrocinio Jurídico Gratuito. Luego mediante
Resolución n° 50/2015 del 30/03/2015 de la Secretaría de Comercio de la Nación se aprobaron
las bases para el funcionamiento de dicho servicio.

No se trata de un aspecto menor, puesto que, como muy apropiadamente concluyen Barocelli
y Kalafatich, para la construcción de un sistema que favorezca la resolución eficaz de conflictos
de los consumidores son necesarias también “… autoridades públicas administrativas y
judiciales conformadas con agentes especializados y consustanciados con las normas,
principios y filosofía del Derecho del Consumidor, con servicios de asistencia, asesoramiento y
patrocinio gratuito de los consumidores…”[87].

4. Celeridad
A. “Sumariedad” procesal

Un método frecuente para lograr la urgencia requerida por los intereses en juego y paliar la
debilidad de una de las partes es la regulación de procesos cuya simplificación favorezcan la
premura en la solución. El legislador argentino, en la búsqueda de satisfacer el imperativo
constitucional de eficacia procedimental, concedió al consumidor la posibilidad de acceder al
proceso de conocimiento más abreviado que rija en la jurisdicción del tribunal competente,
que corrientemente será el trámite sumarísimo[88]. Ello a menos que el juez, basado en la
complejidad de la pretensión, valore forzoso un trámite de conocimiento más adecuado,
potestad ésta que se ha respaldado en el mismo imperativo constitucional de eficacia del art.
42[89], y que se ha patentizado con la reforma introducida por la Ley n° 26.361 que ha
permitido un apartamiento de la regla del proceso más rápido, cuando la complicación de la
pretensión lo amerite. Ahora bien, se ha prevenido que esa “complejidad” solo puede venir
dada por el objeto de la petición del actor[90]. Ciertamente la “ordinarización” del proceso no
debería acontecer exclusivamente por la dificultad probatoria propuesta por ambas partes ni
por la índole de la defensa, puesto que de lo contrario un ofrecimiento probatorio amplio o
una defensa intrincada, le bastaría al proveedor demandado para conseguir extraer al
consumidor del beneficio procesal de celeridad[91], en claro detrimento del principio
protectorio que la disposición legal ha intentado robustecer.

El consiguiente interrogante es si la transformación del proceso más expedito por aquel de


conocimiento más adecuado puede ser declarada de oficio. Una interpretación literal del art.
53 de la LDC impone una respuesta negativa[92]. Jurisprudencia provincial se ha inclinado en
igual tesitura denegatoria[93]. Además dicha restricción no aparece como irrazonable o
antojadiza, muy por el contrario tiene el evidente sentido de proteger los indisponibles
intereses de los consumidores. Pero no puede dejar de reconocerse que las nuevas tendencias
reformistas procesales se orientan en la trayectoria de dotar de roles más activos a los jueces,
entre ellos dar al proceso el trámite que corresponda cuando el requerido aparezca
equivocado[94], de lo que podría deducirse que también le cabría al tribunal resolver cuál es el
proceso más conveniente para el consumidor, aún en eventual desmedro de la celeridad. Si se
aceptara como válida esta hipótesis, en el ejercicio de tal potestad decisoria del trámite, el juez
debería extremar las previsiones para optar, en lo viable, por aquel procedimiento que
combine amplitud de debate suficiente, mayor celeridad posible y anulación de los ritualismos
(del proceso ordinario)[95].

Sin perjuicio de lo dicho, nos pronunciamos a favor de un procedimiento específico de


consumo, donde se aseguren los principios de celeridad, inmediación, economía procesal,
oralidad, gratuidad, a modo semejante (mejorable incluso) de la regulación contenida en el art.
53 de la Ley N° 26.993[96].

B. Amparo y otras vías constitucionales y convencionales

Completando lo dicho en el punto anterior, del contexto constitucional de los arts. 42 y 43


emerge el deber de brindar tutela jurisdiccional al consumidor; lo que puede concretarse
mediante distintas técnicas: medidas autosatisfactivas[97], acciones meramente
declarativas[98] de inconstitucionalidad y especialmente a través de la vía del amparo, tanto
en su faz individual como colectiva[99]; casi naciendo esta anchurosa acción para resguardar
principalmente los derechos de los consumidores y otros colectivos, inclusive patrimoniales.

Este medio procesal-constitucional del amparo, como vía preferente para la tutela de los
consumidores, se exportó al ámbito provincial. El otrora novedoso Código Procesal
Constitucional de Tucumán, incluso, cuenta con regulación específica del amparo colectivo en
su capítulo V para la tutela de los intereses del consumidor y de los usuarios de servicios
públicos, entre otros bienes que, por su naturaleza transindividual, merecen estar sujetos a un
procedimiento especial[100].

Muchos países, esencialmente latinos, siguen la tecnología de habilitar que los derechos de los
consumidores sean ejercitados por amparo, Guatemala por ejemplo[101]. Pero no todos los
sistemas comparados lo admiten. El art. 53 de la Carta Magna de España expresamente
rechaza la vía del amparo constitucional para salvaguarda de los intereses de los consumidores
regulados, como Principios Rectores, en el art. 51 de aquella Ley Suprema[102]; aunque es
dable precisar que, en el modelo español, no todos los derechos y libertades gozan del mismo
nivel de protección[103], desde el plano constitucional[104]. Particularmente, el capítulo III de
los Principios Rectores de la Política Social y Económica, donde se encuentra inserto el art. 51,
detenta una eficacia tutelar matizada, mediante procedimientos de garantía basados
principalmente en la ley y en la jurisdicción ordinaria, como acontece en la mayoría de los
países europeos respecto de los derechos sociales[105].

Los instrumentos sobre derechos humanos, además de reconocer un listado extenso y


detallado de derechos, cargan a los Estados con una serie de deberes que tienden, no sólo a
promoverlos, sino también a establecer mecanismos internos efectivos para su tutela[106].
Esta última obligación estatal no se limita a los derechos integrantes del bloque de
convencionalidad, por lo que -aún para los que no identifican a los derechos de los
consumidores con derechos humanos (nosotros pensamos que aquellos son una especie de
éstos[107])- el compromiso de arbitrar herramientas reales de tutela se explaya también a los
derechos fundamentales, entre los que cabe mencionar indubitablemente los derechos de los
consumidores emergentes del art. 42. Esto último por aplicación del propio principio de
“complementariedad”, en el sentido que la doble protección, interna e internacional, supone
una mutua correlación de los derechos y principios de distinta fuente, donde la suma de los
derechos establecidos en la parte dogmática de la Constitución y en los Tratados de Derechos
Humanos debe interpretarse como totalidad. A partir de ello, la determinación de los
compromisos del Estado surgirá, entonces, de una comparación de los estándares interno e
internacional ante cada derecho, por lo que los modelos de tutela internacionales se aplicarán
también a los derechos internos, en la medida que importen una mejora en la defensa de
éstos. En consecuencia, los consumidores tienen derecho “al” o “de” amparo, y también a “un
recurso efectivo”, a “un procedimiento sencillo y breve”, a “un recurso sencillo y rápido o a
cualquier otro recurso efectivo” o, en definitiva, a cualquier exigencia tutelar proveniente de
los Tratados Internacionales de Derechos Humanos[108].

5. Defensa excepcional en procesos de ejecución

Desde que el constituyente decidió preservar los intereses de los consumidores, estimados de
orden público, se produjo un quiebre del modelo procesal que resguardaba a aquellos otros
derechos disponibles, cuyo cumplimiento se persigue a través de procedimientos especiales
(ejecuciones, monitorio). La omisión legislativa de armonizar tal enfrentamiento de intereses
ha justificado que deba ser el pretor el que tome nota del cambio de paradigma y adapte el
proceso a pautas de eficacia procedimental provenientes de fuente constitucional y
convencional[109], más ahora con el categórico mandamiento proveniente del juego armónico
de los arts. 1, 2, 1097 y 1098 del CCyC. Así el diálogo entre Derecho Constitucional, Procesal,
Comercial y del Consumidor ha sido puesto a severa prueba en la modulación entre el régimen
de ejecución cambiaria y sus principios de autonomía y abstracción cartular y la regla
protectoria del sistema de defensa de los consumidores[110].

Pero no se trata de una problemática exclusivamente local. El Alto Tribunal de la Unión


Europea desplegó una enérgica política jurisdiccional, destinada a facilitar la declaración de
nulidad de los contenidos contractuales abusivos, ampliando notablemente las facultades
judiciales a tales efectos. Como comprobación de ello, mediante sentencia recaída en autos
“Banco Español de Crédito S.A.”[111], la Corte con sede en Luxemburgo resolvió que vulneraba
la Directiva sobre cláusulas abusivas 93/13, una normativa nacional que no permitía que el
juez, en un proceso monitorio, examine de oficio el carácter abusivo de una cláusula sobre
intereses de demora contenida en un contrato de consumo[112]. El reconocimiento al juez del
poder para conferir una determinada tutela procesal que no ha sido pretendida por el
consumidor interesado[113] se encuentra consolidado en la jurisprudencia de Tribunal de
Justicia de la Unión Europea[114]. Este Tribunal supranacional también juzgó, en el sonado
caso “Mohamed Aziz”[115], la incompatibilidad del régimen español de ejecuciones
hipotecarias con el Derecho de la Unión Europea de protección de los consumidores, en tanto
no se permitía la alegación de nulidad de una cláusula del contrato supuestamente abusiva
como causa de oposición, obligando por tanto al deudor a acudir a un procedimiento
declarativo que, a su vez, prohibía la paralización de la ejecución hipotecaria[116]. Tal criterio
es reproducido por los tribunales supremos nacionales europeos, entre ellos el español[117].

En nuestro país, la solución al desafío proveniente del denominado “pagaré de consumo”[118]


no ha gozado de uniformidad. Tres contestaciones se han brindado a tal problemática.

En primer término, la visión clásica que, con sustento en la abstracción que caracteriza al título
cambiario, desestima los planteos sostenidos en el régimen de tutela de los consumidores. Se
ha juzgado que en un juicio ejecutivo no se requiere integrar el título circulatorio con
documentación de respaldo, en tanto los alcances del art. 36 de la LDC se distorsionan cuando
se lleva su interpretación a la derogación tácita de los títulos valores o se reputa al pagaré de
consumo como una práctica abusiva del sector crediticio, descartando o afectando su
“ejecutabilidad”[119].

En una segunda postura se hicieron primar los intereses de los consumidores, apareciendo la
Constitución como fuente axiológica de hermenéutica de los derechos procesales en disputa.
Heredia[120] en un fallo plenario consideró pertinente no hacer de la abstracción cambiaria un
componente pétreo de la interpretación jurídica, refractario a la aplicación misma de la
Constitución (art. 42) o de la LDC dictada en ejercicio del texto constitucional, que reglamenta
derechos de superior jerarquía a los regulados por la legislación cambiaria[121]. A partir de
una exégesis expansiva del art. 42 constitucional, se consintió el uso de ciertos derechos de los
consumidores (por ejemplo, a la información) como fundamento de la procedencia de la
excepción de inhabilidad de título en los procesos de ejecución de títulos cambiarios, aun
cuando dichas defensas procesales alteran la naturaleza “acausal” del título y del proceso
donde se ejecuta. En esta tesitura, y a modo de ejemplo, se juzgó que la excepción de
inhabilidad de título debe admitirse en la ejecución de un pagaré que instrumenta un
préstamo bancario otorgado para refinanciar tarjetas de crédito, si falta todo dato en la
documentación acompañada que permita estudiar la plataforma fáctica que dio origen al
crédito invocado, pues la causa de la obligación, en estos casos, puede y debe ser indagada a
esos efectos, sin que obste lo dispuesto por el art. 544, inc. 4 del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, cuya aplicación cede frente a la prelación normativa que imponen los
arts. 1094 del CCyC y 3 de la LDC[122]. Ésta lógica ha merecido el aplauso de la doctrina
mayoritaria[123]. Tal raciocinio es el que subyace en la desestimación de ejecuciones
extrajudiciales contra consumidores, como la del art. 39 de la Ley N° 12.962 de prenda con
registro[124].

Finalmente, una visión ecléctica representa la tesitura mayoritaria (con el sustancioso voto del
maestro Galdós) de un plenario de la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul,
que resuelve que el pagaré de consumo puede integrarse (en primera instancia, hasta el
momento de la sentencia) con documentación adicional relativa al negocio causal, dentro del
mismo juicio ejecutivo, conformando un título complejo que deberá contener información
clara y veraz, y además cumplir con los requisitos previstos en el art. 36 de la LDC para las
operaciones de financiación o crédito para el consumo[125]. La opinión de prestigiosa
doctrina, como la de Edgardo Saux, se ha inclinado hacia esta tesis media[126]. En Misiones la
jurisprudencia ha seguido -diciéndolo expresamente- el criterio intermedio mayoritario
sentado en el plenario de Azul[127], estimando que ante la posibilidad de que se trate de un
supuesto de una relación cambiaria que involucre derechos del consumidor, correspondía
revocar la decisión apelada, debiendo el juez de primera instancia, tan pronto recibiera los
autos, requerir que la firma comercial actora adjunte los documentos base del negocio jurídico
reflejado en el título ejecutado, asegurando la bilateralidad, para luego expedirse acerca de la
habilidad del mismo teniendo en cuenta además las disposiciones referidas al
consumidor[128].

Tanto es el impacto procesal-constitucional que conlleva la temática abordada que, en el


escenario de transformaciones procesales que despunta en nuestro país, las legislaciones
adjetivas más modernas han empezado a hacerse cargo de la temática, aún en el marco de los
nóveles procesos monitorios. Así, el art. 245 del Código Procesal Civil y Comercial de Mendoza,
aprobado por Ley n° 9001[129], prescribe que: “Cuando en el proceso monitorio cambiario
resultare que subyace una relación de consumo, el Juez, a pedido de parte o de oficio,
ordenará que sean acompañados los antecedentes documentales que acrediten el
cumplimiento de lo dispuesto por los arts. 8 bis, 36, 37 y cc. de la Ley Nº 24.240; y arts. 1097,
1119, 1120 y cc. del Código Civil y Comercial de la Nación. El Juez podrá presumir la existencia
de una relación de consumo de la sola calidad de las partes de la relación cambial, conforme a
las constancias del título ejecutado. La presente norma será aplicable incluso cuando el título
hubiere circulado”. Como podrá deducirse, en este caso el legislador resolvió asumir la línea
argumentativa ecléctica, dentro de las posibilidades recién relatadas. Festejamos la respuesta
legislativa, en cuanto solución frontal a una problemática acuciante; y nos esperanza que las
restantes reformas procesales, que se encuentran en trámite en nuestro país, asuman
remedios explícitos, que garanticen adecuadamente los derechos de los consumidores, frente
a los novedosos procesos monitorios[130].

6. Cargas probatorias dinámicas

La alteración de la tradicional distribución de carga probatoria también goza de la


“fundamentalidad”, que irradia el art. 42[131]. La aplicación de la teoría de las cargas
dinámicas de la prueba a los procesos de consumo encuentra su motivación precisamente en
el hecho que éstos se enmarcan en las llamadas tutelas procesales diferenciadas, provocando
la ampliación de los poderes ordenatorios, instructorios y cautelares del juez, y un
desplazamiento del principio dispositivo clásico por un “solidarismo probatorio”[132].
Loablemente el CCyC ha reglado las cargas probatorias dinámicas en el art. 1735[133];
habiéndose enfatizado que tal mutación del onus probandi debería recaer especialmente en
casos como los de mala praxis médica, simulación, y esencialmente en los asuntos donde sean
parte los consumidores[134]. Ciertamente, el fundamento de las cargas probatorias dinámicas
es, por un lado, la búsqueda por igualar a quienes se encuentran en inferioridad de
condiciones frente a su adversario y, por el otro, el principio procesal de colaboración[135].

Se ha generado un atractivo debate acerca de la naturaleza del beneficio del art. 53 de la LDC,
lo que ha derivado en un abanico de respuestas[136]. Para algunos se trata, lisa y llanamente,
de la concreción de la teoría de las cargas probatorias dinámicas (Martínez Medrano,
Weingarten y Ghersi, Junyent Bas y Del Cerro, Vinti[137]). Para otra parcela, no sería
técnicamente cargas dinámicas ni tampoco una inversión, sino un agravamiento de la carga
probatoria tradicional del proveedor[138]. Frisicale estima que estaríamos frente a un deber
de aportar la prueba que se dispone, lo que llama actio ad exhibendum[139]. Otra fracción
enfatiza que la ley impone un “deber genérico de colaboración”, entre ellos Müler, quien
también desestima que se trate de una inversión de la carga probatoria[140]. Por tanto, el
rechazo a la idea de inversión de carga probatoria es el criterio que, con distintas acepciones y
extensión, parecería campear en nuestra doctrina[141]. Con gran precisión Chamatropulos
enseña que “el texto del art. 53 LDC lo ayuda pero no lo salva” puesto que “el consumidor no
queda liberado de aportar la prueba pertinente al proceso” ni “puede descansar en que todo
estará en cabeza del demandado” y advierte que “si así actuara, seguramente saldría
derrotado”[142]. De conformidad a la postura mayoritaria transcripta, entonces, el
consumidor que reclama el resarcimiento de un daño cuya causación atribuye al proveedor,
debería precisar los hechos en los que funda su pretensión y aportar los elementos de prueba
que permitan crear convicción respecto de los presupuestos de esa responsabilidad[143].
Ahora bien, y acatando la tesis doctrinaria impuesta, pensamos que -mínimamente- siempre
pesará sobre el proveedor la obligación de colaborar en el esclarecimiento de la verdad
material; entre otros deberes, aportando todos los elementos que tenga en su poder.

Abundan los ejemplos, en nuestra jurisprudencia, donde se hizo aplicación de las cargas
dinámicas. La sanción por omisión del banco de poner a disposición documentos que tenía en
su poder (que respaldarían la calificación en la base de deudores del sistema financiero del
BCRA a la que fue sometido el actor)[144]; la procedencia de la acción instaurada contra la
empresa de telefonía que no acreditó haber brindado información respecto de la modalidad
del aumento de precio del servicio, ni del cambio de plan[145]; la requisitoria de prueba al
banco acerca de la inexistencia del dinero en el sobre depositado por el actor en el cajero
automático de propiedad y bajo vigilancia de la entidad bancaria[146]. En un ilustrativo y
meritorio fallo, la Corte de Buenos Aires revocó la sentencia que había rechazado una
demanda por los daños sufridos por dos menores, como consecuencia de la intoxicación de
estos por la ingesta de alimentos adquiridos en un local de Mc Donald’s. Tanto en primera
instancia como en Cámara se consideró que la actora no pudo probar el nexo causal. En
cambio, el Máximo Tribunal bonaerense señaló que los demandados, por las cargas
probatorias dinámicas, deberían haber colaborado, adoptando en el caso “los recaudos que
imponía la gravedad de los hechos de cuyo acaecimiento tomaran temprana noticia” y
conservando muestras del alimento supuestamente contaminado con la bacteria Escherichia
Coli, lo que hubiera permitido la averiguación exacta del origen del daño[147].

7. “Colectivización” procesal

A. Fundamento

La tutela efectiva de los consumidores no puede restringirse a la órbita individual, sino que
deviene imprescindible expandir la garantía esencialmente a los intereses colectivos o
difusos[148]. Es que, estos sujetos vulnerables ya no pueden ser concebidos exclusivamente
como partícipes de relaciones individuales, sino que actualmente el fenómeno se ha tornado
substancialmente colectivo; y, por ello, es imperativa la revisión de los institutos tradicionales
del Derecho Procesal, pensados primordialmente para dar respuesta a reclamaciones aisladas,
y que se han tornado inútiles para hacer frente a los nuevos desafíos provenientes de la
necesidad de satisfacer intereses más complejos de los consumidores[149].
Consecuentemente el mandato constitucional y convencional de eficacia procesal impone este
rediseño de las estructuras rituales, especialmente cuando se encuentran en juego intereses
que exigen especial protección, como son los de los consumidores[150]; y más aún cuando nos
encontramos frente a “sub consumidores”[151] o “consumidores particularmente
frágiles”[152]. Sobre esto último, hacemos nuestras las palabras de Barocelli, quien postula
que: “La tutela de los derechos de los consumidores y el acceso a la justicia se ve
especialmente acentuada en el caso de los derechos de consumidores hipervulnerables. Por
esta razón, los procesos colectivos se erigen como la herramienta más adecuada y eficiente
para desmantelar la conculcación de derechos de los sectores más desfavorecidos de la
sociedad con relación al consumo”[153].

Así, la masividad de los reclamos de consumo ha sido uno de los originarios motores y, a la vez,
uno de los destinatarios más frecuentes de estas nuevas formas de amparo colectivo[154].

B. Legitimación

Una de las principales dificultades que acarrea esta “colectivización” procesal es el escrutinio
de la legitimación activa; que lejos está de constituir un tema menor, ya que la legitimación
activa es un delimitador institucional del Poder Judicial[155] y, a la vez, un modo de
empoderamiento social[156]. 

Fernández Segado[157] confecciona una clasificación de los distintos tipos de contralores, no


excluyentes entre ellos, destinados al resguardo de los intereses colectivos o difusos, en el
derecho comparado: a) en un primer modelo se consideran a los intereses colectivos como
intereses públicos, y se atribuye al Ministerio Fiscal la legitimación procesal (Constitución de
Brasil de 1988 o la Relator action inglesa, donde el Attorney General es el único que puede
ejercitar acciones en nombre de la sociedad); b) otro prototipo consiste en la instauración de
nuevos órganos públicos especializados como, por ejemplo, la creación en Suecia de un
Ombudsman de los Consumidores (Ley de 1970), que se replicó en los restantes países
nórdicos. Otros ejemplos: en Inglaterra, la del Director General of Fair Trading (1973) y en
Estados Unidos la de una Consumer Product Safety Commission (1973); c) un tercer sistema,
tal vez el más difundido, viene dado por la habilitación legal a personas u organizaciones
privadas, por ejemplo: España, Italia, Alemania o en Francia la llamada “Ley Royer” (1973) que
instituyó una suerte de action collective” (L. 422 del Code de la Consommation), aunque ha
sido en los Estados Unidos, en donde este modelo ha arraigado con mayor fuerza a través de la
denominada class action, regulada por la señera regla 23 de las Federal Rules of Civil
Procedure de 1938, que presenta algunas similitudes, pero muchas diferencias con la acción
colectiva francesa; d) el último modelo está compuesto por la acción popular que, al suprimir
cualquier límite de legitimación para recurrir, posibilita que toda persona pueda litigar en pos
de la tutela de intereses colectivos o difusos (vgr. Constitución de Portugal tras la reforma de
1989, la Constitución de Brasil de 1988, entre otras).

En Argentina, como es sabido, para el caso de los derechos de incidencia colectiva del segundo
párrafo, primera parte, del art. 43 se concede una amplia legitimación[158] al afectado, al
Defensor del Pueblo y a las asociaciones. Ese ensanchamiento en la legitimación activa[159]
viene siendo objeto de debates, todavía no zanjados.

Enseña Ekmekdjian el desigual alcance que se la ha asignado al término “afectado”, utilizado


en el art. 43. El afectado, según Morello, es toda persona que sea perjudicada por una acción u
omisión que perturbe un derecho de incidencia colectiva, aun de modo indirecto o reflejo, en
otras palabras, un interés difuso. Barra, en cambio, sostiene que el afectado es sólo el
discriminado, el usuario, el consumidor o la empresa a quien se impide competir, es decir,
quien tiene un interés personal y directo, un verdadero derecho subjetivo. Cassagne señala
que del art. 43 no se desprende una suerte de acción popular que desvincule absolutamente la
ilegalidad del perjuicio o que la sujeción al principio de legalidad se haya transformado en un
verdadero derecho subjetivo del particular, incluso cuando el pretensor se hallare
desvinculado de la relación jurídico material deducida en el proceso. Para Bidart Campos,
afectados son los que comparten un interés difuso o colectivo. Gozaíni arguye que, en
principio, el titular de la acción de amparo es el titular del derecho subjetivo, pero en los
derechos de incidencia colectiva la legitimación se extiende a los intereses difusos. Jiménez
afirma que afectado es el titular de un interés social, y admite la acción popular, en defensa de
la legalidad de los derechos humanos de tercera generación únicamente[160]. Asimismo
Tambussi alega que todo habitante tiene la aptitud de reclamar la vigencia de un derecho de
tercera generación[161]. Sagües explica que, actualmente en el ámbito federal argentino,
existen acciones populares emergentes; una de la Constitución Nacional (habeas corpus), otra
de una ley (el amparo ambiental como acción popular de tipo concreto de la Ley General del
Ambiente N° 25.675) y acciones “cuasipopulares” de control concreto, provenientes del
incremento jurisprudencial del abanico de sujetos con legitimación activa, con base en el art.
43 de la Constitución. Otra fuente de estas “acciones cuasipopulares” vendría dada por la
"acción de clase" como proceso establecido por la Constitución, para proteger intereses
homogéneos individuales múltiples. Así concluye que de una renuencia histórica inicial se pasa
así a una incipiente permisividad de las acciones populares[162].

En cuanto a la legitimación de las asociaciones de consumidores, del defensor del pueblo y de


la autoridad de aplicación, aunque todavía la solución es vacilante[163], existe una marcada
propensión hacia su acrecentamiento. Ab initio, en las causas del “corralito”, la Corte se
mostró reticente a admitir planteos en defensa de derechos “patrimoniales, puramente
individuales”[164]. Tal primigenio razonamiento fue mutando con cardinales avances[165], no
sin algunas retracciones, hasta llegar al conocido “Halabi”[166], donde la mayoría arguyó que
pueden defenderse colectivamente los intereses individuales homogéneos, lógica que ya había
sido anticipada en votos disidentes de Lorenzetti y Zaffaroni[167]. A partir de aquel
precedente, la Corte admitió en general (es decir, no exclusivamente para el caso de los
intereses del consumidor, pero especialmente aplicables como herramienta procesal para la
tutela de éstos[168]) que los bienes garantizados en los arts. 42 y 43 de la Constitución
comprenden la existencia de una triple categoría de derechos (individuales, colectivos e
individuales homogéneos[169]). Respecto de la puntual legitimación de las asociaciones, se
viene consintiendo que, en las acciones colectivas, ejerzan una representación legal de los
afectados, tenga o no contenido patrimonial[170]. Pero tal reconocimiento ha tenido, en su
evolución, algunas restricciones. En 2012 fue rechazada la legitimación colectiva de una
asociación de consumidores que reclamaba la provisión de un equipo de ventilación mecánica
y los accesorios pertinentes para el tratamiento del síndrome de apnea obstructivo para todos
los afiliados de una empresa de medicina prepaga que padecían la enfermedad[171]. Pero la
propensión extensiva se revalidó en “Padec”[172], donde se concedió la legitimación de una
asociación de consumidores para representar intereses individuales homogéneos, aun de tipo
económico. Posteriormente se ratificó la legitimación colectiva de una asociación de
consumidores en un reclamo contra una empresa de telefonía móvil, con el fin de que cesara
su conducta de imponer a los usuarios el pago de una “Tasa de Control, Fiscalización y
Verificación” y de un “Aporte al Fondo Fiduciario del Servicio Universal”[173]. También fue
reconocida esa legitimación activa en una demanda contra una compañía de seguros, con el
objeto de que se le ordene cesar en la práctica de cobrar a sus clientes, en los contratos de
seguro con cobertura patrimonial, intereses sobre las cuotas de la prima que no se
encontraban vencidas al momento en que se producía el siniestro y que eran descontadas de
la indemnización cuando ésta se abonaba[174]. Y al igual que en el caso anterior, con
invocación de “Halabi” y Padec”, la Corte Suprema, al pronunciarse en “Consumidores
Financieros c/ Banco Itaú Buen Ayre Argentina S.A. s/ ordinario” ratificó la posibilidad de que
una asociación pueda iniciar demandas colectivas en defensa de los derechos de los
consumidores, en un caso donde la asociación cuestionó por ilegítimo un cargo que una
entidad bancaria había cobrado a sus clientes de cuenta-corriente[175]. Más recientemente, la
Corte dejó sin efecto la sentencia que rechazó la acción colectiva promovida por una
asociación de consumidores, tendiente a que se ordene a un fabricante de automotores
proveer de matafuegos reglamentario a todas las unidades nuevas a comercializar[176].
Asimismo el Cimero Tribunal Federal anuló el acto jurisdiccional que, después de reconocerle
habilitación genérica a la asociación para accionar en los términos del art. 43 en defensa de los
consumidores, concluyó que tales condiciones sólo se cumplían respecto de una de las
pretensiones promovidas. En tal precedente, la Cámara había considerado que “en tanto se
persigue la declaración de nulidad, por abusiva, de la cláusula del contrato de seguro que
establece que habrá destrucción total del automotor cuando la realización de sus restos no
supere el valor del veinte por ciento del precio de venta al contado en plaza”, se trata de un
derecho de incidencia colectiva referente a intereses individuales homogéneos. En cambio,
razonó -el Tribunal de alzada- que tal homogeneidad en los intereses a tutelar no se
presentaba en “la reclamación orientada a la restitución a los clientes alcanzados por aquella
cláusula que pretende nula, de los importes que éstos hubieran erogado en cada una de las
hipótesis a las que refiere la parte actora en la demanda”[177]. Entendemos que hoy ya no
puede dudarse de la ensanchada legitimación colectiva de las asociaciones de consumidores,
siempre que se demuestren los recaudos exigidos por la Corte Federal[178]. Así el Alto
Tribunal ratifica su posición respecto a que la protección constitucional de los derechos de
incidencia colectiva no excluye los aspectos patrimoniales en la medida que se presente la
característica de “causa fáctica común”[179]. Semejante progreso, también con algunas
contramarchas, cabe predicar respecto de la legitimación del Defensor del Pueblo[180].

La Corte -especialmente de la mano de Lorenzetti- ha conseguido transpolar lo que en Brasil se


formalizó legislativamente en 1990 en el Código de Defensa del Consumidor que, yendo más
allá de la dicotomía de los intereses difusos y colectivos[181], instauró la categoría de los
intereses individuales homogéneos, consolidándose el camino a las acciones reparadoras de
los perjuicios individualmente sufridos, que se corresponden con las class actions for damages
del sistema norteamericano. Ciertamente el Código de Brasil admite, para las acciones
colectivas de defensa de intereses individuales homogéneos, la misma legitimación que para
los procesos colectivos de protección de intereses difusos o colectivos, conforme el juego de
los arts. 81.III, 82 y 91 de la Ley N° 8.078 del 11/09/1990 (con las reformas de las Leyes n°
9.008 de 1995 y 13.105 de 2015); esto es: el Ministerio Público; el Gobierno Nacional, los
Estados, los Municipios y el Distrito Federal; las entidades y órganos de la Administración
Pública, directa o indirecta, inclusive sin personalidad jurídica, específicamente destinados a la
defensa de los intereses y derechos protegidos por el código brasileño; las asociaciones
legalmente constituidas por lo menos un año antes y que incluyan entre sus fines
institucionales la defensa de los intereses y derechos protegidos por el código brasileño,
dispensada la autorización de la asamblea. El requisito de la preconstitución puede ser
dispensado por el juez, en la acción colectiva para la defensa de intereses individuales
homogéneos (prevista en los arts. 91 y siguientes), cuando haya manifiesto interés social
evidenciado por la dimensión o característica del daño, o por la relevancia del bien jurídico a
ser protegido.

Los ordenamientos latinoamericanos[182] y europeos[183] introdujeron la tutela de los


intereses difusos y colectivos en sus sistemas, aunque mediante modelos bastantes
heterogéneos; en ciertos casos de forma genérica y, en otros, de modo más específico
respecto de ciertos sectores, como los consumidores.

C. El procedimiento colectivo
Se ha tornado ya añeja la deuda del legislador de proveer un estatuto procesal positivo
completo de procesos colectivos[184]. Como es sabido, en la redacción original del
Anteproyecto del Código Civil y Comercial se incluía una sección sobre los daños a los derechos
de incidencia colectiva, lamentablemente suprimido por el Poder Ejecutivo Nacional[185]. A su
turno, la Corte dictó el Reglamento de Actuación en Procesos Colectivos, mediante la Acordada
N° 12/2016, en los supuestos comprendidos en la Acordada N° 32/2014, por la que se creó el
Registro de Procesos Colectivos. De esta forma, el Cimero Tribunal Federal concretó un loable
intento de paliar el incumplimiento, del legislador, del mandato constitucional de reglamentar
este tipo de acciones colectivas[186]. Así, en materia de consumo, la -hasta ahora- mora
legislativa no logró frenar que los procesos colectivos sean asentidos pretoriamente,
encontrando cimento normativo en los arts. 42 y 43 de la Constitución, en el art. 54 de la LDC y
en la actividad desplegada por nuestra Corte Suprema, en lo jurisdiccional y administrativo.

Sin perjuicio de lo dicho, los proyectos legislativos en danza son abundantes, a nivel
nacional[187] y local, e inclusive en el plano internacional, donde la referencia obligada es al
Código Modelo de Procesos Colectivos para Iberoamérica[188]. Actualmente es dable de
destacar la “Propuesta de bases para la discusión de un proyecto de ley que regule los
procesos colectivos” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación[189]. Según
este interesante documento, entre las instituciones a reglamentar se cuentan: los
presupuestos de admisibilidad y la certificación del proceso colectivo; la competencia, la
regulación de una activa presencia y fuerte dirección del proceso por parte del órgano judicial,
con efectiva inmediación; legitimación y representatividad adecuada; intervención de terceros;
amicus curiae; litispendencia y relación entre las acciones colectivas e individuales[190];
notificaciones y publicidad del proceso; modalidad de conformación del grupo y derecho
individual de exclusión del proceso colectivo; principio de colaboración en materia probatoria;
particularidad de las medidas cautelares (efecto devolutivo de la apelación, por ejemplo); cosa
juzgada colectiva; liquidación, ejecución e implementación de la sentencia colectiva;
mecanismos de incentivo, como el beneficio de litigar sin gastos[191].

En los casos enunciados, el ámbito de aplicación abarca todos los derechos de incidencia
colectiva, incluyendo especial, pero no exclusivamente los de los consumidores. Por otro lado,
también se ha desplegado una alternativa arquitectura legislativa, tendiente a la regulación
específica de los “procesos colectivos de consumo”[192]. En Brasil, el proceso colectivo de
defensa de los consumidores se encuentra pormenorizadamente detallado entre los arts. 81 a
104 del Código de Defensa del Consumidor (Ley n° 8078), regulándose: tipos de intereses
protegidos (81); legitimación activa (82); beneficio de litigar sin gastos (87); regulación
específica de la acción de clases: legitimación (91), actuación del Ministerio Público (92),
competencia local (93), publicidad (94), alcance de la condena (95), ejecución de sentencia (97
a 100); y en los arts. 103 y 104 el efecto expansivo de la cosa juzgada.
La viabilidad de un planteo que involucre derechos de incidencia colectiva debe satisfacer
ciertos requisitos de admisibilidad[193]: existencia de causa fáctica común; pretensión
procesal enfocada en el aspecto colectivo de los efectos del hecho; ejercicio individual
injustificado; precisa identificación del grupo o colectivo afectado; idoneidad de quien asume
su representación[194] y existencia de un planteo que involucre, por sobre los aspectos
individuales, cuestiones de hecho y de derecho que sean comunes y homogéneas a todo el
colectivo[195]. En la descripta tesitura, la regla 23.a de las Federal Rules de Estados Unidos
exige como presupuestos: que la clase sea tan numerosa que la actuación de todos sea
impracticable (o sea extremadamente difícil o costosa); existencia de cuestiones de hecho o
derecho comunes a la clase; que las demandas o defensas de las partes representantes sean
las típicas de la clase; que las partes representantes protejan justa y adecuadamente los
intereses de las clases[196]. Finalmente, de mínima, debería mediar una presunción iuris
tantum sobre la configuración del requisito -de legitimación y representatividad adecuada-
cuando quien promueve la acción es un organismo público o entidad del tercer sector[197].

D. Cosa juzgada expansiva

En el derecho comparado concurren diversos sistemas para fijar los límites de la cualidad de
cosa juzgada de la sentencia colectiva. Uno de ellos es el denominado pro et contra, que se
desentiende del resultado favorable o no del pleito para disponer la oponibilidad de la cosa
juzgada a todos los miembros del grupo (Rule 23.c.3[198] de la Federal Rule of Civil Procedure
de Estados Unidos). Otro modelo es el denominado secundum eventum litis o in utilibus, que
supedita la expansión de la cosa juzgada al resultado positivo obtenido en el pleito por el
legitimado colectivo. Es decir, en caso de rechazo de la acción colectiva, no podrá reeditarse la
cuestión colectivamente, pero cada lesionado podrá perseguir a título individual la satisfacción
de su interés. Este es el régimen adoptado en el art. 103[199] del Código de Defensa del
Consumidor brasileño (Ley N° 8078/90) y seguido en el art. 33 pár. 2[200] del Código Modelo
de Procesos Colectivos para Iberoamérica. También es el diagrama del art. 33, segundo
párrafo, de la Ley n° 25.675[201], General Ambiental.

Según Verbic, en esta última línea se enrolaría el proyecto de ley de procesos colectivos del
Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, lo que -según el citado autor- no sería
del todo consistente con el mecanismo de opt out (optar por salir)[202] adoptado por el art. 54
de la LDC, y propio de las class action for damages previstas en la Federal Rule of Civil
Procedure 23.b.3. El obvio corolario del apartamiento de la acción de incidencia colectiva es la
inoponibilidad de la sentencia; pudiendo promover su propia demanda individual[203]. El
modelo opt in, donde el grupo sólo se encuentra conformado por quienes expresamente
manifiesten su voluntad en tal sentido, parecería devenir ineficaz, como habría quedado
demostrado en algunas recientes experiencias comparadas, como en Italia y México[204]. Por
lo que es dable concluir que la tendencia se inclina marcadamente por el sistema opt out.

8. Fuero especial

Frente a las enérgicas divergencias en torno a los conflictos de competencia en razón de la


materia[205], se ha argumentado en favor de una instancia judicial con competencia especial
en relaciones de consumo[206] (que puede llegar a complementarse con la elaboración de un
Código Procesal para ese Fuero del Consumo[207]). El régimen de la cuestionada[208] Ley n°
26.993[209] vino a dar respuesta a aquella inquietud, creando un fuero en “Relación de
Consumo”. Celebramos tal decisión legislativa, todavía no operativa, puesto que la
conformación del fuero especial de consumo constituye la estrategia suprema en la vía de la
tutela diferenciada de los consumidores. Ha sido, con justicia, calificado como un hito,
comparable a la otrora creación del fuero especializado en la tutela del trabajador[210]. Sin
perjuicio del loable propósito y la más que positiva ponderación general, el novel régimen es
susceptible de algunas mejoras, a nuestro entender.

En primer lugar, nos parece criticable en cuanto instituye una excesivamente enrevesada red
de instancias, que conspira con la loable finalidad de simplificación procedimental
perseguida[211]. A ello contribuye, la obligatoriedad de la conciliación previa[212].
Conscientes del debate que genera la presente problemática, de las autorizadas opiniones en
sentido contrario al aquí propuesto y de la diversidad de finalidades que persiguen los medios
alternativos de solución de conflicto, juzgamos más conveniente -para el consumidor- los
diagramas legislativos, en los que las instancias administrativas no son imperativas. Creemos
que se desdibuja la “fundamentalidad” del “derecho a procedimientos eficaces para la
prevención y solución de conflictos”, cuando se impide que un consumidor pueda ocurrir
directamente a la vía jurisdiccional, por tener que asistir forzosamente a medios
administrativos alternativos, que, más allá de las ventajas que pueden irrogar, no dejan de
implicar una restricción a la herramienta tutelar más relevante, como lo es la acción judicial de
consumo. En esta tesitura, la jurisprudencia hizo extensivo el carácter potestativo de los
medios alternativos de solución de conflictos a las controversias con empresas de servicios
públicos, que cuentan con reglamentación y entes de regulación propios. En un caso concreto,
una legislación local indicaba que toda controversia que se suscitara entre el usuario y la
distribuidora, con motivo del suministro de energía eléctrica, debería ser sometida a la
decisión previa del ente regulador, según lo dispuesto en la regulación administrativa
específica. Ahora bien, aplicando el “criterio más favorable al consumidor” se concluyó que
éste tendría “opción” para recurrir en sede administrativa o para ejercitar la vía judicial
correspondiente, sentándose como doctrina legal: “En caso de reclamación de daños y
perjuicios derivados del incumplimiento o defectuoso cumplimiento del suministro de energía
eléctrica, no resulta obligatorio para el usuario agotar la vía administrativa ante el ente
regulador como requisito previo ineludible para recurrir ante la Justicia”. En el fallo aludido se
sostuvo que, sin perjuicio de lo resuelto por la Corte Federal en “Ángel Estrada y Cía. S.A. c.
Secretaría de Energía y Puertos”, de los principios protectorios del sistema de defensa del
consumidor y de la garantía preveniente del art. 42 de la Constitución, el consumidor puede
accionar directamente en sede judicial, sin necesidad de tener que realizar previamente una
reclamación en sede administrativa[213]. 

En segundo término, el modelo tiene por exclusiva finalidad causas de menor cuantía, esto es,
hasta montos equivalentes a 55 salarios mínimos vitales y móviles (art. 2), lo que se reduce
para la actuación de la auditoría (15 salarios mínimos vitales y móviles, art. 27)[214].
Precisamente se reprocha la exigüidad de la suma que sirve de tope[215].

Y aún más significativo -creemos- es la objeción sustancial que conlleva el régimen instaurado
por la Ley n° 26.993, en tanto dispone la creación de un fuero íntegro especializado en
relaciones de consumo, pero tan solo destinado a procesos de menor cuantía[216]. Esta última
tecnología debería esgrimirse precisamente para el caso de no contarse con un fuero
específico; pero si la decisión de política legislativa se orienta a la formación de todo un
complejo de juzgados de primera instancia y tribunales de apelación con un proceso particular,
este es el fuero a donde deberían concurrir todas las disputas que entrañen derechos de
consumidores cualquiera sea su cuantificación, sin perjuicio de que, en el marco de ese fuero,
sea conveniente disponer de un proceso especialmente expedito para casos de montos
mínimos. Deviene incoherente que el consumidor deba asistir a la Justicia ordinaria no
especializada cuando su reclamo supere los 55 salarios mínimos.

Lo reprochado también es predicable a fortiori respecto de las acciones colectivas que a priori
cómodamente excederán el tope fijado por la norma. La doctrina ha sido crítica con la marcada
restricción cuantitativa y se ha esforzado en ofrecer plausibles enmiendas hermenéuticas,
siquiera parciales, para atenuar los efectos perjudiciales de la limitación sub examen. Así
Wajntraub, si bien reconoce que el legislador no parece haber buscado que los procesos
colectivos se ventilen en esta instancia, atinadamente arguye que no existen elementos que
permitan excluir del fuero especial, las acciones colectivas sin monto económico[217].
Martínez Medrano propone el reemplazo de la palabra “demanda” por “reclamo”. De este
modo, en una demanda colectiva podrían agruparse varios “reclamos” menores al monto de
corte[218]. En esta línea de pensamiento, Álvarez Larrondo directamente propone que se
interprete que, en el caso de acciones colectivas, aun cuando su monto global reclamado
supere los 55 salarios mínimos, corresponderá su tramitación por ante la Justicia en las
Relaciones de Consumo, dado que la colectividad en supuestos de intereses individuales
homogéneos, consiste en la concentración de reclamos ínfimos ubicados en su singularidad
por debajo de los 55 salarios[219]. Adherimos a los laudables razonamientos esgrimidos, y nos
permitimos añadir que no se avizora mejor ámbito para brindar tutela judicial efectiva a los
reclamos colectivos en materia de consumo que un fuero especializado en tal temática. Y es
precisamente por ello que, cualquiera sea la suma demandada, las acciones colectivas de
consumo deberían tramitar por ante el fuero especial. Bajo esta lógica, creemos que
correspondería escrutar la constitucionalidad y la razonabilidad de la limitación por monto
dispuesta por el art. 42 de la Ley n° 26.993. Lo primero por incumplimiento del mandato del
art. 42 constitucional, en tanto ordena que “la legislación establecerá procedimientos eficaces
para la prevención y solución de conflictos (de consumo)”. Entendemos que dicha manda no se
satisface apropiadamente, en los términos de la tutela efectiva de los arts. 8 y 25 del Pacto de
San José de Costa Rica, si no se concede con la amplitud con la que el amparo colectivo ha sido
programado en el art. 43 de la Ley Suprema. Asimismo, y salvo que se adopte alguna o todas
las tesis doctrinales recién descriptas (Wajntraub, Martínez Medrano, Álvarez Larrondo), sería
extremadamente sencillo que una demanda colectiva supere el tope trazado, lo que
pronostica un test de razonabilidad difícil de superar, por parte del art. 42 de la Ley n° 26.993.
De lege ferenda, insistimos en la derogación de la restricción económica impuesta por dicha
norma.

Desde otra óptica, resulta discutible la asignación amplia de legitimación activa, contemplada
en el art. 51 inc. a), en virtud del cual se habilita a iniciar acciones a los sujetos pasivos de la
relación de consumo (art. 2 de la LDC). Tal regulación ha sido criticada por la doctrina[220],
esgrimiendo semejantes reproches a los esbozados respecto de las Small Claims Court de
California, infra aludidas. Pensamos que tal vez el legislador haya pretendido que aquellas
acciones (de cobro o ciertas ejecuciones, por ejemplo) que involucren a consumidores como
legitimados pasivos, también deberían ocurrir por ante este fuero especializado, con el
propósito de asegurarles a éstos últimos las necesarias garantías procesales; no solo cuando
éstos accionen, sino también cuando sean demandados, donde probablemente requieran de
jueces compenetrados con los principios del Derecho del Consumidor con igual, o tal vez
mayor, intensidad que en aquellos casos en que los consumidores actúan como actores. Desde
este prisma, el dispositivo no luciría irrazonable. 

Finalmente, si bien no nos encontramos ante un “Código Procesal para ese Fuero del
Consumo” strictu sensu, como máximo nivel al que la tutela procesal diferenciada puede
aspirar, lo cierto es que la Ley N° 26.993 se avecina bastante, puesto que regula un específico
procedimiento, que pretende satisfacer principios de celeridad, inmediación, economía
procesal, oralidad, gratuidad, de conformidad a lo establecido en el art. 42 de la
Constitución[221]. En este punto, la técnica legislativa adoptada, de acompañar la creación del
nuevo fuero con un proceso específico, deviene sumamente meritoria. 

9. Procesos de menor cuantía

Completando lo evaluado en el acápite anterior, es necesario explorar, siquiera someramente,


los procesos de menor cuantía. La función esencial de un tribunal de pequeños reclamos es
proveer un foro en el cual los costos y tiempos del pleito estén en proporción con el monto
reclamado, mediante un procedimiento simplificado y expeditivo. Este tipo de procesos
ofrecen a los consumidores los principales beneficios del sistema judicial sin los altos costos,
demoras y complejidades asociadas con los tribunales ordinarios. No deben ser subestimados,
ya que la calidad y eficacia de este tipo de juicios influye significativamente en la percepción y
confianza, de la población, en el sistema judicial[222].

Un número significativo de países han introducido tribunales de procedimientos simplificados


para reclamos cuantitativamente menores, diseñados como alternativas informales a los
sistemas tradicionales. Ante los desafíos aludidos, respondieron simplificando los
procedimientos judiciales, disponibles en virtud de un determinado umbral monetario:
Australia, Austria, Canadá, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Japón, Corea,
México, Países Bajos, Polonia, Portugal, Suiza, Reino Unido y los Estados Unidos. Son
destacables los Tribunales Arbitrales de Consumo de España y los Juizados Especiais en Brasil.
En los países nórdicos europeos han tenido desarrollo las “Cortes de Mercado” (en el sistema
danés, no funciona un Tribunal de Mercado propiamente dicho, sino una sección especial del
Tribunal Comercial de Copenhague)[223]. Desde luego que estos procedimientos ofrecen
variantes, entre países e incluso entre regiones en el mismo país, en torno al tipo de
procedimiento; la clase de disputa y reclamo que puede ser escuchado; umbrales monetarios;
los costos financieros para las partes; y el acceso general a los consumidores[224].

Las tecnologías pueden consistir principalmente en tribunales separados o tribunales de


jurisdicción limitada; procedimientos modificados en tribunales ordinarios; y otros tipos de
procedimientos simplificados. En el primer grupo se encuentran aquellos países donde las
pequeñas reclamaciones de los consumidores son resueltas por tribunales o juzgados
diferenciados, de jurisdicción muy limitada, diseñados para proporcionar una forma accesible
de justicia. Estos tribunales pueden ser especializados en disputas de consumidores o de una
competencia genérica, comprensiva de todos los asuntos de cuantías menores, entre los que
se cuentan los de consumo, pero no excluyentemente. En ambos casos, generalmente operan
bajo procedimientos menos formales. Ejemplos de los primeros son los tribunales
especializados en asuntos de consumo en los estados australianos de Nueva Gales del Sur y
Victoria (Consumer Trader and Tenancy Tribunal) o los Small Claims Court, en ciertos distritos
de Estados Unidos. En este último caso, con la singularidad que la legitimación se ha hecho
extensible también a los proveedores[225]. Dentro del segundo grupo de esta categoría,
podemos mencionar la “jurisdicción de proximidad” en Francia, nueva forma de juzgado de paz
local; los jueces de paz en Italia; los tribunales municipales en Corea; los tribunales menores en
México; los tribunales de subdistrito en los Países Bajos; y Juzgados de Paz portugueses.
Dentro del segundo grupo, encontramos que los reclamos de pequeños consumidores se
resuelven en tribunales ordinarios, pero mediante procedimientos simplificados o abreviados.
A menudo, estos tribunales tienen una división o sección separada para manejar estas
demandas de menor cuantía. Ejemplos de este régimen encontramos en Japón, Alemania,
Grecia, Irlanda y Suecia. Polonia. En el Reino Unido se reguló en el apartado 27 del Civil
Procedure Rules, una vía específica para reclamos menores[226], utilizado en los tribunales de
condado. En cambio, otros sistemas cuentan con procedimientos especiales, pero que solo
pueden usarse para un tipo particular de reclamo como ser la satisfacción de órdenes de pago,
entre los que usualmente no se cuentan las disputas de los consumidores (vgr. Austria,
Hungría). Finalmente, en algunos países, como otra opción a los procedimientos de reclamos
menores, existen órganos alternativos de solución de controversias, tales como Juntas para
reclamos de consumidores u Ombudsman especiales, que operan fuera del esquema ordinario
de tribunales civiles. Por ejemplo en Turquía existe un recurso obligatorio ante un Comité de
Arbitraje para disputas, cuando el reclamo se encuentra bajo un cierto límite monetario. En
Polonia, Noruega y Suecia existen órganos de reclamaciones cuasi judiciales o tribunales de
consumidores que pueden emitir recomendaciones de acuerdo vinculante, conformando una
suerte de métodos de resolución alternativa de disputas[227].

En la Unión Europea se legisló, mediante Reglamento (CE) N° 861/2007 del Parlamento


Europeo y del Consejo de 11 de julio de 2007, un proceso europeo de escasa cuantía también
concebido para simplificar y acelerar las reclamaciones transfronterizas de hasta 2000 euros,
modificado por Reglamento (UE) N° 2015/2421 del Parlamento Europeo y del Consejo de 16 de
Diciembre de 2015, que entre otras reformas elevó el monto a 5000 euros; encontrándose
entre sus motivaciones centrales mejorar el acceso a la justicia para los consumidores[228].

En nuestro país, el régimen de la Justicia Nacional de Relaciones de Consumo regulada entre


los arts. 41 a 57 de la Ley N° 26.993, y examinada en el acápite anterior, se enmarcaría –
lamentablemente a nuestro entender- como una variante en este tipo de Tribunales de
Pequeñas Reclamaciones.
IV. Conclusiones [arriba] - 

A más de los enunciados, existen otros institutos que contribuyen a robustecer la tutela
diferenciada de los consumidores, inclusive provenientes de ámbitos extra procesales, como
acontece con los controvertidos[229], mayoritariamente estimados accesorios[230] y hasta
ahora exclusivamente “consumeristas”[231]: daños punitivos, aplicados por algunos jueces
como método disuasorio de aquellos empresarios que conspiran contra la celeridad en la
resolución de conflictos de consumo, perspectiva pertinente a los fines de este trabajo. Así se
ha condenado a daños punitivos por la actitud dilatoria o especulativa de una empresa de
transporte[232] o de una administradora de plan de ahorro[233].

El máximo estándar de compromiso con el imperativo constitucional de concebir un


procedimiento eficaz para garantizar los derechos de los consumidores, y con el derecho
humano a una tutela judicial efectiva, lo representa un sistema judicial propio para la materia,
esto es un fuero especial, con jueces capacitados para entender la lógica del mercado y del
consumo, que tengan en su competencia la revisión de los actos de la autoridad de aplicación,
y un procedimiento específico y ágil que supere el anquilosamiento, costos, tiempos y las
estructuras procesales tradicionales pensadas para debates exclusivamente individuales y
paritarios. Los principios de celeridad, inmediatez, oralidad, informalidad, practicidad,
accesibilidad deben caracterizar a este nuevo orden procesal deliberado para el afianzamiento
de los derechos individuales y colectivos de los consumidores.

Ahora bien, hasta que llegue la hora de que tal evolución pueda plasmarse en la realidad, debe
bregarse por incorporar progresivamente la perspectiva constitucional y convencional de
tutela efectiva y diferenciada de los consumidores, corrigiendo la clásica organización del
proceso judicial, a través de las tecnologías procedimentales e instrumentales enunciadas a lo
largo del presente, en aquellas decisiones que comprometan los intereses de este sector
vulnerable, garantizando el acceso y tramitación en la justicia, para alcanzar la igualdad real y
la preservación de la dignidad de la persona; proclamadas vehementemente en nuestra
Legislación Suprema, en los Tratados de Derechos Humanos y en el CCyC (arts. 51, 52, 1097,
1098 y concordantes). Y la mencionada progresividad no debe ser concebida como una mera
expresión de deseos, sino como principio normativo activo y concreto que, proveniente del
sistema internacional de derechos humanos, está destinado a comprender a los aspectos
institucionales, normativos -sustanciales y también procesales, de la defensa de los
consumidores[234].
 

Notas [arriba] - 

[1] Doctor en Derecho (Universidad Complutense de Madrid). Profesor Adjunto de Derecho del
Consumidor y Defensa de la Competencia (U.N. de Tucumán).
[2] Vid. Stiglitz, Gabriel, “La constitucionalización del Derecho del Consumidor. La experiencia
argentina”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del
Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. I, 2015. También: López Alfonsín,
Marcelo; Outon, Fernanda y Villanueva, Carlos, “La constitucionalización de la protección de
los consumidores y usuarios”, en Stiglitz, Gabriel -dir.-, Derecho del Consumidor, Rosario, Juris,
n° 9, 1998.
[3] Puede verse: Sahián, José H., Dimensión constitucional de la tutela a los consumidores.
Diálogo con los Derechos Humanos”, Buenos Aires, La Ley, 2017, especialmente pp. 199-202.
[4] Puccinelli, Oscar R., “Acción de amparo de los consumidores. Régimen vigente: sus bases
constitucionales. Horizontes jurisprudenciales”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -
dirs.-, Tratado de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. IV,
2015, p. 192. También: “…la ley de defensa del consumidor regula lo que la propia Constitución
Nacional denomina ‘relación de consumo’ (art. 42); por lo que sus disposiciones afectarán no
sólo normas de derecho civil, sino también comercial, procesal, administrativo, penal, etc…”
(CNCom., Sala F, 08/03/2012, “Standard Bank Argentina SA c/Bustos, Carlos E. s/Secuestro
Prendario”).
[5] Como se declaró en el XVII Congreso Argentino de Derecho del Consumidor, realizado en
Mar del Plata, los días 3 y 4 de noviembre de 2017. Comisión n° 2 Medios alternativos y
protección procesal del consumidor, conclusión 10.
[6] Stiglitz, Gabriel, “Acceso de los consumidores a la justicia”, en Stiglitz, Gabriel A. y
Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, La Ley, t. IV, 2015, pp. 9 y 10.
[7] Así De los Santos, Mabel A., “Razones de la inclusión de normas procesales en el Código
Civil y Comercial”, La Ley, 15/11/2017, p. 2.
[8] Kalafatich, Caren y Barocelli, Sergio S., “Gratuidad en los procesos de consumo”, La Ley,
27/06/2017, p. 10. También Wajntraub expone que: “los mecanismos de prevención y
resolución de conflictos son la llave de acceso a una efectiva realización de los derechos que
consagra el estatuto de los consumidores” (Wajntraub, Javier H., “El tratamiento constitucional
del consumidor”, en Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo régimen de la Ley
26.993, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2014, p. 74).
[9] Tal dispositivo prescribe, como Principio Rector de la Política Social y Económica, que: “Los
poderes públicos garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios, protegiendo,
mediante procedimientos eficaces, la seguridad, la salud y los legítimos intereses económicos
de los mismos”.
[10] Tribunal Constitucional Español, Sentencia 87/1985 del 16 de julio. 
[11] Quintela Gonçalvez, María T., La protección de los consumidores y usuarios y la
Constitución española de 1978, Madrid, Instituto Nacional del Consumo, 1986, p. 205.
[12] Es indiscutiblemente la Carta Magna europea que ostenta, cuantitativa y cualitativamente,
mayores garantías a los intereses de los consumidores. De hecho, es la única que le asigna
“fundamentalidad”. En 1989, la segunda revisión a la Constitución de 1976 prosiguió el
sendero que había iniciado la reforma anterior, hacia la inclusión de los derechos de los
consumidores, en el marco del capítulo de los Derechos Fundamentales (Carvalho, Jorge
Morais, Manual de Direito de Consumo, Coímbra, Almedida, 2013, punto 1.1; ídem Mouzinho,
Andre N., “Direitos fundamentais dos consumidores”, Compilações Doutrinais, Coimbra,
Verbojurídico, Septiembre, 2007, p. 5).
[13] Lo que en modo alguno significa mayor eficiencia. Eso depende de otros factores e
incentivos, cuyo examen excedería los límites de este trabajo.
[14] Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-909/12, expediente D-9075. Sin perjuicio
de lo cual, el carácter programático de los derechos de los consumidores, puede extraerse de:
Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-1141/00, del 30/08/2000, expediente D-2830.
En similar tesitura Corte Constitucional de Colombia, sentencia C-313/2013, del 23/05/2013,
expte. D-9345, celebrado este último precedente por el carácter “multifacético” que le
reconoció a los derechos de los consumidores. 
[15] Tribunal Constitucional de Perú, 23/02/2006, “Empresa de Transportes y Turismo Pullman
Corona Real S.R.L.”, fundamento jurídico 22; Tribunal Constitucional de Perú, Pleno,
15/06/2010, “Más de 5.000 ciudadanos”, fundamento jurídico 21.
[16] A/RES/70/186. Septuagésimo período de sesiones, tema 18 a) del programa. 81ª sesión
plenaria.
[17] Barocelli, Sergio S., “El derecho del consumidor y el nuevo código civil y comercial”, en
Krieger y Barocelli. -autores-, Derecho del consumidor, 1a edición especial, Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, El Derecho, 2016, p. 15. Explica el doctrinario citado que: “El diálogo de
fuentes es diálogo entre leyes positivas, pero también puede alcanzar normas narrativas de
inspiración, soft law, costumbres, principios generales y reconoce la fuerza de los principios
inmanentes del sistema y del bloque de constitucionalidad”. 
[18] Sahián, José H., “Principios de progresividad y no regresividad en los derechos de los
consumidores”, La Ley, 26/12/2017 (t. 2018-A), pp. 1-7.
[19] XIV Cumbre Judicial Iberoamericana Brasilia, 4 a 6 de marzo de 2008.
[20] Algunos de los beneficios concedidos por las “Reglas de Brasilia” son: asistencia legal y
defensa pública; derecho a intérprete; revisión de los procedimientos y los requisitos
procesales como forma de facilitar el acceso a la justicia; medios alternativos de resolución de
conflictos; información procesal o jurisdiccional; comprensión de actuaciones judiciales;
comparecencia en dependencias judiciales (en condiciones de seguridad, accesibilidad);
protección de la intimidad.
[21] Vgr. SCBA, 18/11/2015, “Balint, Roberto O. y otro c. F., G. A. y otros s/ desalojo”, con cita
de Reglas de Brasilia 1, 5 y 24 inc. b].
[22] Barocelli, Sergio S., “Consumidores hipervulnerables. Hacia la acentuación del principio
protectorio”, La Ley, 23/03/2018, p. 4. Trabajo de destacada profundidad, cuya lectura íntegra
nos permitimos aconsejar. Luego precisa el autor mencionado que: “(La) mayor flexibilidad y
acentuación de la protección debe aplicarse en favor de los consumidores hipervulnerables
tanto para los procedimientos de reclamación interno de las empresas y los procedimientos
administrativos, arbitrales y judiciales de resolución de conflictos; a la hora de la evaluación del
cumplimiento de los requisitos para la interposición de reclamos; en los procesos individuales
y colectivos, respecto de la aplicación de los principios de legitimación procesal y adecuada, en
la aplicación del principio de cargas probatorias dinámicas y de las presunciones hominis en
materia de prueba” (Ibídem, p, 5).
[23] Peyrano, Jorge, “Precisiones sobre el concepto de Tutela Diferenciada”, Revista de
Derecho Procesal, Tutelas Procesales Diferenciadas II, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, n° 1, 2009,
pp. 22-23.
[24] Quadri, Gabriel H., “Situaciones de vulnerabilidad, proceso civil y Constitución: ¿tutelas
diferenciadas?”, La Ley, Cita Online: AP/DOC/1153/2017. Según este autor, ciertos regímenes,
de acuerdo a la sustancia del derecho a resguardar (ambiente, consumidor, etc.), deberían
encumbrarse per se en tutelas diferenciadas; razonamiento al que adherimos.
[25] Afirma Berizonce que la operatividad del derecho fundamental a la tutela jurisdiccional
efectiva impone al legislador la obligación de diseñar técnicas orgánico funcionales y
procesales, verdaderas y propias instituciones equilibradoras de las posiciones concretas de las
partes en litigio (Berizonce, Roberto O., “Fundamentos y confines de las tutelas procesales
diferenciadas”, Revista de Derecho Procesal, Tutelas procesales diferenciadas I, Santa Fe,
Rubinzal-Culzoni, n° 2, 2008, pp. 36 y 37).
[26] Fernández, Silvia E., “Las tutelas procesales diferenciadas como herramientas para la
protección especial de los derechos económicos, sociales y culturales de la niñez: cuando
sustancia y forma se encuentran”, La Ley, Cita Online: AP/DOC/1122/2017.
[27] Peyrano, Jorge W., “¿Qué es y qué no es una tutela diferenciada en Argentina?”, Revista
de Derecho Procesal, Tutelas procesales diferenciadas I, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, n° 2, 2008,
pp. 29 y 31.
[28] Tambussi, Carlos E., “Nuevos mecanismos de garantías en el derecho del consumo. Primer
abordaje a la ley 26.993”, La Ley, t. E, 2014, pp. 1013 y siguientes.
[29] Aun consientes que algunos de los tópicos analizados no constituyen manifestaciones
strictu sensu de tutela procesal diferenciada, sino más bien tecnologías “sustantivas” para
gestionar la tutela efectiva de los derechos de los consumidores.
[30] Este artículo toma como base el análisis efectuado en: Sahián, José H., “Dimensión
constitucional de la tutela judicial efectiva de los consumidores”, en Proceso y constitución,
Número Especial de Jurisprudencia Argentina, dirigido por Rosales Cuello, Ramiro, t. II, Buenos
Aires, Abeledo Perrot, 2018, pp. 173- 195.
[31] Camps, Carlos E., “El amparo como vía más eficaz para la protección de derechos, hoy”, La
Ley, Cita online: AP/DOC/1130/2017.
[32] “… esta acción preventiva será de gran utilidad en casos de derecho ambiental, de
derecho del consumidor, y cuando se lesionen derechos de incidencia colectiva en general…”
(Calvo Costa, Carlos A., “La pretensión preventiva en el derecho de daños”, La Ley,
19/02/2018, pp. 1 y siguientes).
[33] Peyrano, partiendo de la premisa que la pretensión hecha valer por el requirente debe
generar un proceso autónomo, aclara que -en su opinión, sin dejar de reconocer que es
debatible- la medida autosatisfactiva es una herramienta de tutela diferenciada (cita a Monroy
Gálvez y Pérez Ragone), mas no lo sería la tutela anticipada (Peyrano, Jorge W., “¿Qué es y qué
no es una tutela diferenciada en Argentina?”, op. cit., pp. 25 y siguientes, especialmente 32).
Por su parte, Quadri admite que: “… se habla de las medidas autosatisfactivas, cautelas
materiales o de tutela anticipada, como manifestaciones de las tutelas diferenciadas…”
(Quadri, Gabriel H., “Situaciones de vulnerabilidad, proceso civil y Constitución: ¿tutelas
diferenciadas?”, op. cit., Cita Online: AP/DOC/1153/2017).
[34] Peyrano, Jorge W., “¿Qué es y qué no es una tutela diferenciada en Argentina?”, op. cit.,
pp. 32-34; citando a Baracat, Edgar, “Tipos de tutela jurisdiccional que puede reclamar el
consumidor en defensa de sus derechos”, Tutela procesal del consumidor y del usuario, obra
colectiva del Ateneo de Estudios del Proceso Civil de Rosario, Panamericana, Santa Fe, 2000, p.
21.
[35] Calvo Costa, Carlos A., “La pretensión preventiva en el derecho de daños”, op. cit., pp. 1 y
siguientes.
[36] Cámara Civil y Comercial de Azul, Sala II, 19/12/2017, “Torres Luis Ángel c/ Caja de
Seguros S.A. s/Cumplimiento de contratos Civiles/Comerciales”. Se aclara en el fallo
comentado que el mandato preventivo o de prevención constituye -junto con las medidas
autosatisfactivas y la tutela anticipada- una de las herramientas procesales fundamentales
para la prevención del daño.
[37] Cámara en lo Civil y Comercial de Jujuy, Sala I, 19/03/2018, “Acción preventiva de daños:
Estado Provincial - Fiscalía de Estado c/ Dlp Group S.R.L. y otros”, Expte. n° C-106.022/18. En lo
sustancial, entendió el reciente precedente que el bien jurídico protegido era “el interés del
consumidor expuesto”, respecto del cual existía una potencialidad a ser dañado mediante la
publicidad engañosa y, en consecuencia, la acción “preventiva” instaurada serviría para evitar
la consumación del daño.
[38] Vid. Bestani, Adriana, “El principio de precaución en el derecho del consumidor”, Número
Especial XVII Congreso Argentino de Derecho del Consumidor, Buenos Aires, 06/12/2017, JA
2017-IV, fascículo n. 10, p.45.
[39] Trigo Represas, Félix A. y López Mesa, Marcelo J., Tratado de la Responsabilidad Civil,
Buenos Aires, La Ley, 2004, t. III, pp. 524 y 531
[40] La Corte Federal, mediante una interpretación amplia de la competencia territorial,
habilitó a demandar colectivamente a un banco en el territorio donde se encontraba una
sucursal de la entidad financiera (CSJN, 05/06/2012, “Unión de Usuarios y Consumidores c/
Banco Provincia de Neuquén S.A. s/ Ordinario”). Con comentarios favorables de: Martínez
Medrano, Gabriel, “La competencia territorial en acciones colectivas”, La Ley, 02/08/2012, 4;
Verbic, Francisco, “Competencia territorial en acciones colectivas de consumo”, La Ley,
26/09/2012, 11.
[41] Cámara Civil y Com., Mar del Plata, sala III, 06/12/2017, “Spektor, Verónica V. y otro/a c.
Rincón Club de los Andes s/ daños y perj. Incump. Contractual (Exc. Estado)”.
[42] “Las demandas que versen sobre relaciones de consumo pueden interponerse, a elección
del consumidor, ante los jueces del lugar de celebración del contrato, del cumplimiento de la
prestación del servicio, de la entrega de bienes, del cumplimiento de la obligación de garantía,
del domicilio del demandado o del lugar donde el consumidor realiza actos necesarios para la
celebración del contrato. También son competentes los jueces del Estado donde el
demandado tiene sucursal, agencia o cualquier forma de representación comercial, cuando
éstas hayan intervenido en la celebración del contrato o cuando el demandado las haya
mencionado a los efectos del cumplimiento de una garantía contractual. La acción entablada
contra el consumidor por la otra parte contratante sólo puede interponerse ante los jueces del
Estado del domicilio del consumidor. En esta materia no se admite el acuerdo de elección de
foro”
[43] Cfr. Iud, Carolina D., “La jurisdicción internacional en contratos electrónicos concluidos
por consumidores”, La Ley, 07/02/2018, pp. 7-9; donde se describen pormenorizadamente las
problemáticas interpretativas que los criterios enunciados pueden generar.
[44] Cfr. Iud, Carolina D., “La jurisdicción internacional en contratos electrónicos concluidos
por consumidores”, op. cit., p. 9; quien cita la postura crítica de: Feldstein de Cárdenas, Sara y
Klein Vieira, Luciane, y también de Sotti, Luciana.
[45] CSJN, 04/07/2017, “HSBC Bank Argentina SA c. Gutiérrez, Mónica C.”.
[46] Muler, Germán E., “El proceso de consumo en Tucumán”, Cuestiones de Derecho del
Consumidor, Tucumán, Bibliotex, 2015, p. 265.
[47] MERCOSUR/CMC/DEC nº 10/96. Aprobado por el Consejo del Mercado Común el
17/12/96 en Fortaleza.
[48] “1. Tendrán jurisdicción internacional en las demandas entabladas por el consumidor, que
versen sobre relaciones de consumo los jueces o tribunales del Estado en cuyo territorio esté
domiciliado el consumidor. 2. El proveedor de bienes o servicios podrá demandar al
consumidor ante el juez o tribunal del domicilio de éste”.
[49] Arias, María P., “Herramientas tutelares que facilitan el acceso a la justicia del
consumidor”, Revista de Derecho del Consumidor, Buenos Aires, IJ editores, n° 3 - noviembre
2017.
[50] En esa tesitura: Arias, María P., “Herramientas tutelares que facilitan el acceso a la justicia
del consumidor”, op. cit., cita: IJ-CDLXXXIV-3. Ídem: “… el principio de gratuidad reglado en el
art. 53 de la LDC tiene su fundamento en la garantía constitucional del art. 42 de la Carta
Magna…” (Junyent Bas, Francisco y Flores, Fernando M., “La tutela constitucional del beneficio
de gratuidad contenido en el art. 53 de la L.D.C.”, Revista de Derecho Comercial, del
Consumidor y de la Empresa, Buenos Aires, La Ley, año III, n° 1, 2012, p. 68). Así se ha juzgado
que el concepto de justicia gratuita para los consumidores: “...es una política con base en la
constitución nacional, tanto específicamente en su artículo 42, como en el 33… ” (Cámara de
Apel. Civil, Comercial y Minería de General Roca, 20/11/2012, “Janavel, Andrés Orlando y otro
c. Telefónica Móviles Argentina S.A. -Movistar- s/sumarísimo”, voto de Martínez).
[51] Avellaneda, Mirta del C., “La justicia gratuita para consumidores y usuarios y su aplicación
en la provincia de Salta”, La Ley Noroeste Argentino, 2012, p. 699.
[52] “El beneficio de justicia gratuita del consumidor o usuario tanto para el ejercicio de
acciones individuales como colectivas (art. 53 y 55 de la Ley 24.240) constituye una derivación
del derecho fundamental a obtener procedimientos eficaces para la prevención y solución de
conflictos (art. 42 C.N.). En otras palabras, dicho beneficio legal constituye una herramienta de
implementación de derechos fundamentales” (Comisión n° 2 Medios alternativos y protección
procesal del consumidor, conclusión 10; Mar del Plata, 3 y 4 de noviembre de 2017).
[53] Palacio de Caeiro, Silvia B., “El Código Civil y Comercial y el federalismo”, La Ley, t. C, 2015,
pp. 662 y siguientes.
[54] Redondo, María B., Justicia comunitaria de las pequeñas causas de Santa Fe, en el marco
del derecho de acceso a la justicia, Rosario, Editorial Juris, 2014, p. 26.
[55] Corte IDH, 28/11/2002, Caso “Cantos”, Serie C No 97, párrafos 54 y 55.
[56] Informe de la Comisión IDH: “El acceso a la justicia como garantía de los derechos
económicos, sociales y culturales. Estudio de los estándares fijados por el sistema
interamericano de derechos humanos”, OEA/Ser.L/V/II.129 Doc. 4, 7 de septiembre de 2007.
[57] TJUE, 22/12/2010, “DEB”, asunto C-279/09.
[58] TEDH: (Sección 1a), 19/06/2001, “Kreuz c. Polonia” (TEDH 2001/398); (Sección 4a),
26/07/2005, “Kniat c. Polonia” (TEDH 2005/78); (Sección 2a), 28/112006, “Apóstol c. Georgia”
(JUR 2006/267037); (Sección 5a), 24/09/2009, “Agromodel Ood c. Bulgaria” (JUR
2009/397642); (Sección 1a), 09/12/2010, “Urbanek c. Austria” (JUR 2010/401082).
[59] Tribunal Constitucional español: (Pleno), n° 20/2012, de 16 de febrero; (Pleno), n°
79/2012, de 17 de abril; (Pleno), n° 85/2012, de 18 de abril; (Pleno), n° 103/2012, de 9 de
mayo; (Pleno), n° 104/2012, de 10 de mayo; (Sala Primera), n° 116/2012, de 4 de junio.
[60] Vid. Ritto, Graciela B., “La justicia gratuita en la Ley de Defensa del Consumidor y la
defensa del débil jurídico”, Revista de Responsabilidad Civil y Seguros, Buenos Aires, La Ley, t.
VIII, 2013, pp. 167 y siguientes.
[61] Dogliani, Juan F. y Fernández Echen, Patricio J., “El beneficio de gratuidad previsto en la
Ley de Defensa del Consumidor implica exención del pago de tributos locales?”, Doctrina
Judicial, La Ley, 04/07/2012, pp. 1 y siguientes.
[62] Meroi, Andrea, “Reglas y principios procesales en las relaciones de consumo”, en Stiglitz,
Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, La Ley, t. IV, 2015, pp. 75 y siguientes. La argumentación en la que se
inspiraron los pedidos de inconstitucionalidad pueden resumirse de la siguiente manera: “1)
Que el art. 53 de la LDC constituye una violación de la competencia legislativa provincial (arts.
5º, 75, inc. 12, y 121 de la CN), pues al impedir el cobro de la tasa de justicia está avanzando
sobre facultades reservadas por las provincias; 2) Que las competencias del Congreso Nacional
para dictar normas procesales, reconocida por la CSJN, no pueden ser invocadas en la especie,
por tratarse de materia tributaria y no adjetiva; 3) Que las normas nacionales que estatuyen
sobre materia tributaria (actuaciones administrativas sobre bien de familia y en procesos
laborales) no plantean colisión normativa, por existir normas locales que han receptado la
gratuidad para tales supuestos; 4) Que en la provincia existen instrumentos procesales
suficientes para el acceso a la justicia, tales como el beneficio de litigar sin gastos y la
asistencia jurídica gratuita, con lo cual resulta a la inclusión de la gratuidad en la LDC; 5) Que el
beneficio de justicia gratuita no sería operativo; 6) Que las limitaciones al acceso a la
jurisdicción sólo resultan inválidas en cuanto puedan reputarse irrazonables”.
[63] TSC, Sala Contencioso Administrativo, 18/02/2013, “First Trust of New York National
Association c. Rojas del Giorgio de Alfei, Norma Mabel s/Ejecución hipotecaria - recurso
directo”.
[64] Cámara Civil y Comercial de Rosario, Sala 2, 11/02/2015, “Kiszko, Diego Manuel c. Plan
Óvalo SA s/ley 24.240”; Sala 3, 31/03/2014, “Frenna, Francisco A. y Pesado, Ma. Alejandra c.
Cincovial SA s/incumplimiento contractual y daños y perjuicios”; Sala 4, 08/08/2012,
“Casarrubia, Miriam Susana c. HSBC La Buenos Aires Seguros s/Cobro de pesos”; ídem
“Álvarez, José Luis c/ Amato, Juan Carlos s/ cumplimiento de contrato - Ley 24.240” (Expte. N°
288/13), resolución n° 189 del 30/07/2014. El pormenorizado detalle de la evolución
jurisprudencial rosarina en la materia puede verse en: Arias, María P., “Beneficio de justicia
gratuita en las relaciones de consumo. Situación de los Tribunales Provinciales de la Ciudad de
Rosario”, La Ley Litoral, septiembre, 2015, pp. 815 y ss. Excepcionalmente, si bien se rechazó
que se tratara de un beneficio de litigar sin gastos, se admitió la constitucionalidad y no
exigibilidad de los sellados y tasas de justicia, al interponer la demanda de consumo, de modo
automático (Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Rosario, Sala II, “Vincelli, Ulises
c/ Microsistemas s/ Proceso sumarísimo”).
[65] Desde CSJN, 22/06/1923, “Correa, Bernabé c. Barros, Mario B.”, Fallos: 138:154. Vid.
Kalafatich, Caren y Barocelli, Sergio S., “Gratuidad en los procesos de consumo”, op. cit., p. 8.
[66] De los Santos, Mabel A., “Razones de la inclusión de normas procesales en el Código Civil y
Comercial”, La Ley, 15/11/2017, p. 1.
[67] CSJN, 08/05/2007, “Edelar S.A. s/ inconstitucionalidad”, Fallos: 330:2081.
[68] Citados por Meroi, Andrea, “Reglas y principios procesales en las relaciones de consumo”,
op. cit., pp. 69-75. ídem Bersten, Horacio L., “La gratuidad en las acciones individuales y
colectivas de consumo”, La Ley, t. B, 2009, p. 370. También adhieren a la postura amplia: Sen y
Ritto citados en Arias, María P., “Beneficio de justicia gratuita en las relaciones de consumo.
Situación de los Tribunales Provinciales de la Ciudad de Rosario”, op. cit., pp. 815 y ss.
Asimismo con criterio amplio: Lovece, Graciela I., “El consumidor, el beneficio de la justicia
gratuita y las decisiones judiciales”, La Ley, 07/07/2017, p. 5.
[69] La Corte de Tucumán, al igual que otros superiores tribunales provinciales, implícitamente
extendió el beneficio de gratuidad al recurso extraordinario local (CSJTuc., Sentencia nº 332
del 28/04/2014, “Romano María Gabriela y Otros vs. Sociedad Aguas del Tucumán
s/Sumarísimo”). Los tribunales inferiores locales también habían adoptado tal tesitura, por
ejemplo: Cámara Civil y Comercial de Tucumán, Sala I, 29/04/2013, “Feldman Salomón vs.
Sanatorio Parque S.A. s/Daños y perjuicios”.
[70] Stiglitz, Gabriel A., “Acceso de los consumidores a la justicia”, op. cit., p. 18.
[71] Krieger, Walter F., “El beneficio de gratuidad en la Ley de Defensa del Consumidor y el
proceso eficaz”, La Ley, t. D, 2014, p. 407. Ídem CNCom., sala C, 19/08/2015, “Consumidores
Financieros Asociación Civil p/su Defensa c. Berkley International Seguros SA s/beneficio de
litigar sin gastos” (en disidencia Villanueva).
[72] Kalafatich, Caren y Barocelli, Sergio S., “Gratuidad en los procesos de consumo”, op. cit., p.
8.
[73] CSJN, 11/10/2011, “Unión de Usuarios y Consumidores y otros c. Banca Nazionale del
Lavoro S.A. s/ sumarísimo”.
[74] CSJN, 26/06/2012, Fallos 335:1080.
[75] CSJN, 30/12/2014. Allí dijo: “en el fallo del 11 de febrero de 2014 [rechazo del REF] se
omitió valorar que en el caso resultaba plenamente aplicable el art. 55, último párrafo de la ley
24.240, en cuanto otorga a las acciones judiciales iniciadas en defensa de intereses de
incidencia colectiva el beneficio de justicia gratuita”. En función de ello, dispuso dejar sin
efecto “lo resuelto en materia de costas en la sentencia…, disponiéndose que en virtud de lo
previsto en el artículo 55, último párrafo de la ley 24.240, no corresponde en el caso imponer
las costas a la parte actora vencida”.
[76] Cámara Civil y Comercial de Mar del Plata, Sala III, 06/18/2012, “Oviedo Gladys Ester y
Otro c/ Peugeot Citroën Argentina S.A. y Otro s/ Daños y perjuicios. Incump. Contractual (Exc.
Estado)”.
[77] CNCom., Sala F, 02/02/2017, “Consumidores Financieros Asociación Civil p/ su defensa c.
Opción S.A. s/ beneficio de litigar sin gastos”.
[78] Las Salas C, E y F del fuero Nacional Comercial adhieren a la postura extensiva, pero las
Salas A, B y D del mismo fuero comercial han emitido sentencias con el criterio restrictivo. Así:
CNCom., Sala A, 08/11/2012, “Proconsumer y otro c. Plan Ovalo SA s/sumarísimo”; Sala B,
03/04//2014, “Asociación Civil Def. Cons. de Ser. Fin. y Pla. de Ah. Pre. c. Fiat Auto de Ahorro
p/f Determinados y otros s/ ordinario s/ incidente de apelación art. 250”; misma Sala,
21/05/2009, “Damnificados Financieros Asoc. Civil p/su defensa c. Banco Patagonia Sudameris
SA y otros”; misma Sala, 15/04/2009, “Padec Prevención Asesoramiento y Defensa del
consumidor c. HSBC Bank Argentina SA”; Sala D, 22/04/2010, “Della Sala, Mauricio Ángel y otro
c. Caja de Seguros SA”.
[79] Cámara Civil y Comercial de Tucumán, Sala 2, Sentencia n° 101 del 22/03/2013; Sala 1,
Sentencia n° 119 del 28/04/2011). En similar tesitura: Cámara Civil y Comercial de Salta, Sala
III, 17/5/2012, “Gutiérrez, Gustavo Ezequiel c. Eurofrancia SA s/sumarísimo o verbal”.
[80] Aunque también, en ocasiones, se ha recurrido al cuestionamiento constitucional de que
se trataría de materia procesal no delegada, a la Nación, por las Provincias. Vid. Perriaux,
Enrique J., “La justicia gratuita en la reforma de la Ley de Defensa del Consumidor”, La ley, t. F,
2008, pp. 1224 y siguientes.
[81] CNCom., Sala D, 04/12/2008, “Adecua c. Banco BNP Paribas S.A. y otro”.
[82] CNCom., Sala B, 22/04/2009, “Damnificados Financieros Asociación Civil por su defensa y
otro v. Banco Macro S.A”. Ídem CNCom., Sala D, 05/04/2013, “Unión de Usuarios y
Consumidores c. Banco de San Juan S.A. s/ beneficio de litigar sin gastos”.
[83] Así se explica descriptivamente en: Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo
régimen de la Ley 26.993, Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2014, p. 138.
[84] CSJN, 24/11/2015, “Consumidores Financieros Asociación Civil p/ su defensa c. Nación
Seguros S.A. s/ ordinario”, considerando 7. En el considerando 4 estima: “Que la efectiva
vigencia de este mandato constitucional, que otorga una tutela preferencial a los
consumidores, requiere que la protección que la Constitución Nacional encomienda a las
autoridades no quede circunscripta solo al reconocimiento de ciertos derechos y garantías sino
que además asegure a los consumidores la posibilidad de obtener su eficaz defensa en las
instancias judiciales”.
[85] CSJN, 28/08/2007, “Cambiaso de Perés de Nealón, Celia María Ana y otros c/ Centro de
Educación Médica e Investigaciones Médicas”, Fallos: 330:3725. En igual sentido, con toda su
autoridad: Stiglitz, Gabriel A., “Los principios del Derecho del Consumidor y los derechos
fundamentales”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del
Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. I, 2015, p. 309.
[86] Tomado de Martínez Medrano, Gabriel, “Comentario al proyecto sobre la justicia en las
relaciones del consumo”, La Ley, 08/09/2014, pp. 1 y siguientes.
[87] Kalafatich, Caren y Barocelli, Sergio Sebastián, “Gratuidad en los procesos de consumo”,
op. cit., p. 10. En igual sentido: Barocelli, Sergio S., “Comentario a la Resolución n° 157-E/2017
(S.C.)”, La Ley, cita Online: AR/DOC/794/2017.
[88] Vázquez Ferreyra y Romera, “Lineamientos procesales y arbitraje en la ley de defensa del
consumidor”, Jurisprudencia Argentina, Buenos Aires, Abeledo Perrot, t. III, 1994, p. 743; ídem
Farina Juan M., Defensa del consumidor y del usuario, Buenos Aires, Astrea, 4° ed. act. y amp.,
2008, p. 570.
[89] “… creemos que debe imperar… el criterio de ‘eficacia’ (art. 42, CN) sobre el de ‘brevedad’
(art. 53, LDC) y permitirle al juez, en su carácter de director del proceso, determinar… el
proceso que garantice el derecho de defensa en juicio” (Sáenz, Luis R. y Silva, Rodrigo,
“Comentario al art. 53”, en Picasso, Sebastián y Vázquez Ferreyra, Roberto, Ley de Defensa del
Consumidor comentada y anotada, Buenos Aires, La Ley, t. I, 2009, p. 659). 
[90] Müler, Germán E., “El proceso de consumo en Tucumán”, op. cit. p. 273.
[91] Con acertado criterio se resolvió: “el recurrente (demandado) solicita la aplicación de un
proceso más amplio –a la acción de consumo-, como es el proceso ordinario, sin manifestar
cuáles son las pruebas de las que intenta valerse a fin de justificar tal pedido, ni indica por qué
en este caso la aplicación de las reglas procesales que rigen la tramitación del juicio
sumarísimo vulneran su legítimo derecho de defensa” (Cámara Civil y Comercial Común,
Concepción - Tucumán, Sala Única, Sentencia n° 118 del 31/08/2011, “Santillán Francisca
Hortensia vs. Ribeiro S.A.C.I.F.A.I. s/ Sumario (Residual)”; ídem Cámara Civil y Comercial
Común de Tucumán, Sala 2, Sentencia n° 376 del 24/10/2012, “Muler German Esteban vs.
Telecom Personal S.A. s/ Daños y perjuicios”; ídem Cámara Civil y Comercial Común de
Tucumán, Sala 3, Sentencia n° 32 del 15/02/2017, “Juárez, Oscar Hugo vs. Garbarino S.A.E.C. E
I. s/ Mediación -Daños y Perjuicios-”).
[92] “… a menos que a pedido de parte el Juez por resolución fundada y basado en la
complejidad de la pretensión, considere necesario un trámite de conocimiento más
adecuado…”.
[93] Cámara Civil y Comercial de Tucumán, Sala 2, Sentencia n° 118 del 31/08/2011, “Santillán
Francisca Hortensia c/Ribeiro S.A.C.I.F.I.A. S/Sumario(residual)”
[94] Vgr. art. 24 inc. 3 Código General Procesal de Uruguay: “El Tribunal está facultado:… 3.
Para dar al proceso el trámite que legalmente corresponda cuando el requerido aparezca
equivocado”; ídem art. 33 Código Procesal Civil Modelo para Iberoamérica.
[95] Crovi, Luis D., “La tutela al consumidor en la normativa vigente”, en Tutelas procesales
diferenciadas I, Revista de Derecho Procesal, Santa Fe, Rubinzal-Culzoni, n° 2, 2008, p. 119.
[96] Donde se fija la oralidad del proceso. Se contempla que: la prueba se ofrece juntamente
con la demanda o contestación; no se admiten excepciones de previo y especial
pronunciamiento, no hay recusación sin causa ni reconvención; hay limitaciones probatorias:
tres testigos por cada parte y no se admite confesional; los plazos son -en general- de 3 días,
trabada la litis se producirá una audiencia para producir la prueba, pudiendo fijarse una
segunda audiencia; no procederán los alegatos; el juez debe dictar el fallo en la audiencia y su
fundamentación se difiere para un plazo de cinco días, salvo caso de complejidad, donde se
habilita al juez a no dictar el fallo en la audiencia y hacerlo junto con la fundamentación, etc.
[97] Peyrano, Jorge W., “Procesos individuales de consumo: la medida autosatisfactiva y la
tutela del consumidor y del usuario”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado
de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. IV, 2015, punto
XXV.2.2, pp. 167-175.
[98] La legitimación de una asociación de usuarios para entablar una acción declarativa fue
reconocida por la Corte (CSJN, 22/04/1997, “Aguerra c. Provincia de Buenos Aires s/acción
declarativa”).
[99] “… resultan de aplicación a la defensa de los derechos del consumidor y del usuario todos
los amparos del art. 43 constitucional, es decir, sus tres versiones expresas: individual,
colectivo e informático (o hábeas data)” (Puccinelli, Oscar R., “Acción de amparo de los
consumidores. Régimen vigente: sus bases constitucionales. Horizontes jurisprudenciales”, op.
cit., p. 195).
[100] Vid. Díaz Ricci, Sergio, “Un Código Procesal Constitucional y algunos problemas de la
jurisdicción constitucional en Argentina”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional,
Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, n° 9, 2005, p. 86. El constitucionalista
citado es el autor del proyecto del mencionado Código.
[101] Corte de Constitucionalidad de Guatemala, 26/11/97, Gaceta nº 46, expediente nº 336-
97, p. 440.
[102] Cfr. Sequeira Martín, A., “Defensa del Consumidor y Derecho Constitucional Económico”,
Revista Española de Derecho Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, n° 10, 1984, p. 93.
[103] Sobre las particularidades del amparo en España y sus diferencias con el argentino, se
recomienda ver: Sbdar, Claudia B., Amparo de derechos fundamentales, Buenos Aires, Ciudad
Argentina, 2003.
[104] Vid. Carmona Cuenca, Encarnación, “Las Normas Constitucionales de Contenido Social:
Delimitación y Problemática de su Eficacia Jurídica”, Revista de Estudios Políticos (Nueva
Época), Madrid, Centro de Estudios Políticos Constitucionales, n°. 76, abril-junio, 1992, pp.
108-109.
[105] Tanto así que se admitió en el viejo continente que: “La originalidad del modelo
latinoamericano de justicia constitucional se evidencia en la introducción del juicio de amparo,
como instrumento privilegiado de garantía jurisdiccional de los derechos reconocidos y
garantizados por la Constitución. Tal institución procesal puede clasificarse entre los casos más
evidentes de circulación ‘en sentido inverso’ de modelos del nuevo al viejo continente: a causa
de la evidente influencia que la experiencia latinoamericana ha tenido en la reciente
codificación de algunos Estados europeos… ” (Rolla, Giancarlo, “La garantía de los derechos
fundamentales en el constitucionalismo contemporáneo”, p. 16, en http://www.crdc.u
nige.it /docs/ articl es/Rel azione% 20guan ajuato.pdf).
[106] Vgr. art. 8 de la DUDH, 18 de la DADDH, 2 del PIDCP y arts. 2 y 25 de la CADH, entre
otros.
[107] Sahián, José H., Dimensión constitucional de la tutela a los consumidores. Diálogo con los
Derechos Humanos”, op. cit., pp. 442-455.
[108] Aun conscientes que no se tratan necesariamente de supuestos de tutela procesal
diferenciada, entendemos provechosa la mención de la descripta concepción.
[109] Camps, Carlos E., “Contratos de consumo, títulos ejecutivos y eficacia procesal”, La Ley,
29/08/2017, p.2.
[110] “Resulta necesaria una integración armónica entre los institutos del derecho mercantil y
del consumo, toda vez que los caracteres de necesidad, formalidad, literalidad, completitud,
autonomía y abstracción del título, que posibilitan de ordinario el cumplimiento de sus
funciones propias, económicas, jurídicas e incluso su rigor cambiario procesal, deben ser
armonizados con las exigencias del interés público en la defensa del consumidor” (SCBA,
07/08/13, “Carlos Giudice S.A. c. Marezi Mónica Beatriz s/cobro ejecutivo”, causa: C. 117.930;
ídem 01/09/10, “Cuevas c. Salcedo”, Causa: C. 109.305; ídem 06/11/13, “Neiiendam, Héctor D.
c/ Massaro Beatriz M. s/Cobro Ejecutivo”, causa: C. 58.067; entre otros).
[111] TJUE, 14/06/2012, “Banco Español de Crédito S.A.”, asunto C-618/2010.
[112] Vid. Torralba, Elisa, “El juez puede declarar de oficio la nulidad de una cláusula abusiva
en el procedimiento monitorio sin necesidad de que el consumidor se oponga al juicio
monitorio”, Revista CESCO de Derecho de Consumo, Toledo, Centro de Estudios de Consumo.
Universidad Castilla - La Mancha, n° 3, 2012, p. 144. En equivalente tesitura: TJUE, 30/05/2013,
“Asbeek Brusse y de Man Garabito”, asunto C-488/2011 (Véase Torralba, Elisa, “El juez no
puede, al amparo de la Directiva 93/13, reducir el importe de la pena contractual impuesta al
consumidor en una cláusula abusiva”, Revista CESCO de Derecho de Consumo, Toledo, Centro
de Estudios de Consumo. Universidad Castilla-La Mancha, n° 6, 2013, p. 306). Ídem TJUE,
03/10/2013 “Soledad Duarte Hueros y Autociba, S.A., Automóviles Citroën España, S.A.”,
asunto C-32/12.
[113] Criticando tal tendencia: Cordón Moreno, Faustino, “La posibilidad de que el juez
otorgue de oficio una tutela jurisdiccional no pedida por el consumidor (STJUE de 3 de octubre
de 2013)”, Revista CESCO de Derecho de Consumo, Toledo, Centro de Estudios de Consumo.
Universidad Castilla - La Mancha, n° 8, 2013.
[114] TJUE, 04/06/2009, “Pannon GSM Zrt.”, asunto C-243/08, apartados 31 y 32; ídem
09/11/2010, “VB Pénzügyi Lízing”, asunto C-137/2008, donde se recalca que el juez nacional
debe acordar de oficio diligencias de prueba para determinar si una cláusula atributiva de
competencia jurisdiccional territorial presenta un carácter eventualmente abusivo, y, en caso
afirmativo, “debe” declarar de oficio su nulidad.
[115] TJUE, Sala Primera, 14/03/2013, “Mohamed Aziz y Caixa d’Estalvis de Catalunya,
Tarragona i Manresa (Catalunyacaixa)”, asunto C-415/11, especialmente considerando 63.
[116] Tras la sentencia comentada, surgió la necesidad de una reforma legislativa en España,
para reforzar la protección a los deudores hipotecarios.
[117] Tribunal Supremo español, 09/05/2013, Sentencia 241/2013, RJ\2013\3088, Recurso Nº
485/2012.
[118] Vid. Quaglia, Marcelo C. y Menossi, Lucas, “Transversalidad del Derecho de Consumo. un
fallo señero”, La Ley, 24/05/2017, pp. 8 y siguientes.
[119] Cámara de Apelaciones Civil y Comercial de Junín, 05/04/2016, “CFN S.A. c. Arguello,
Oscar Romualdo s/ cobro ejecutivo”.
[120] En ese momento Presidente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial.
[121] CNCom., Auto convocatoria a plenario s/ competencia del fuero comercial en los
supuestos de ejecución de títulos cambiarios en que se invoquen involucrados derechos de
consumidores, del 29/06/2011, expte. S. 2093/09. El plenario resolvió como doctrina legal:
“Cabe inferir de la sola calidad de las partes que subyace una relación de consumo en los
términos previstos en la ley N° 24.240 de Defensa del Consumidor, prescindiendo de la
naturaleza cambiaria del título en ejecución”.
[122] CNCom., sala C, 21/12/2016, “Banco Santander Río S.A. c. Vera Valladares, Daniela
Alexandra s/ejecutivo”. En similar sentido, se rechazó la ejecución de un pagaré, donde la
financiación al consumo tenía causa en un contrato de juego (CNCom., Sala F, 23/02/2017,
“Vidaplan SA c. L., T. D. s/ ejecutivo”).
[123] “Los jueces, con sustento en la supremacía constitucional de la protección del
consumidor y el agregado del carácter de orden público de la LDC, consideran que ante una
relación de consumo el derecho cambiario debe ceder ante el derecho consumeril en miras de
proteger al vulnerable en la oculta relación contractual” (Canosa, Facundo M., “Títulos de
crédito. Un refugio del viejo paradigma”, Revista Jurídica de Daños, n° 18, octubre, 2017, cita:
IJ-CCCLXXVII-99). También ver: Bilbao, Jorge L. “Inhabilidad del pagaré de consumo y un
pronunciamiento que dará que hablar”, La Ley Buenos Aires, agosto, 2013, pp. 724 y
siguientes. Ídem Tambussi, Carlos E., “«Quid» de la protección del consumidor”, en Tambussi,
Carlos E. -dir.-, Ley de Defensa del Consumidor, Buenos Aires, Hammurabi, 2017, p. 48.
[124] Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Junín, 02/02/2017, “Fiat Crédito Cía.
Financiera SA c. De Natale, César L. s/ acción de secuestro (art. 39, ley 12.962), voto de la
mayoría”. En disidencia Guardiola sostuvo la viabilidad de la ejecución.
[125] Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Azul, en Pleno 09/03/2017, “HSBC Bank
Argentina c/Pardo Cristian D. s/Cobro Ejecutivo”. El voto de la mayoría (Galdós, Peralta Reyes y
Longobardi) se justificó en el siguiente argumento: “La protección del consumidor no debe
llevarse al extremo de decretar la inhabilidad del pagaré de consumo sin antes –y con carácter
previo- permitir que se integre el título con documentación idónea y conducente relativa a la
relación crediticia subyacente. Requerir siempre la cristalización de la relación crediticia de
consumo en el texto de la cartular conduce prácticamente a su abolición como título de
crédito y a su inhabilidad, protegiendo al consumidor pero a partir de la eliminación del
régimen cambiario y la vía ejecutiva, en definitiva, dejando al pagaré sin función como
cartular”. En cambio, una resolución más enfáticamente favorable al consumidor, que
encuadraría en la segunda de las líneas aquí descriptas, es aquella juzgada por la minoría del
plenario (Louge Emiliozzi y Comparato), quienes entienden que: “Aunque el pagaré cumpla con
los requisitos que establece el decreto Ley Nº 5965/63, y la ley procesal lo haya incluido
expresamente entre el elenco de los títulos ejecutivos (art. 521 inc. 5 del C.P.C.C.), no es
posible utilizarlo para promover una ejecución si el contrato que le sirvió de causa requiere de
ciertos requisitos que no aparecen cumplidos en el texto del título cambiario, por cuanto
violenta el derecho protectorio del consumidor ante la imposibilidad de analizar si los
derechos que la Ley Nº 24.240 y la Constitución Nacional reconocen al consumidor se
encuentran debidamente resguardados”.
[126]Saux, Edgardo I., “El pagaré de consumo: una figura jurídica no legislada y controversial”,
La Ley, 27/03/2017, pp. 5 y siguientes.
[127] Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Misiones, Sala I, 18/10/2017, “Carsa
S.A. c/ Ramírez José Luis s/Proceso ejecutivo”. 
[128] Considerando V del voto de Durand De Cassís, que hizo mayoría. Este voto comienza su
lógica subrayando: “… con el advenimiento del Código Unificado… se ratifica de alguna manera
la política diseñada en la CN, art. 42 en donde los consumidores son uno de los grupos de
personas, que por su situación de vulnerabilidad tienen un trato específico no solo en la
manda constitucional sino que también se ha regulado por ley especial, N° 24.240, y ahora
también en la norma general”. En disidencia, el Juez Castello, defiende la tesitura clásica
basada en el carácter abstracto del título.
[129] BO: 12/09/2017, con vigencia desde el 01/02/2018.
[130] Los que han sido presentados como una de las alternativas de descompresión y mejora
de la administración de justicia, según el documento “Bases para la Reforma Procesal Civil y
Comercial, Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación”, 18/05/2017.
[131] Así Lovece, Graciela I., “El consumidor, el beneficio de la justicia gratuita y las decisiones
judiciales”, op. cit., p. 4.
[132] Tambussi, Carlos E., “Responsabilidad de la empresa de telefonía celular por
modificación unilateral del plan contratado. Daño moral y punitivo”, La Ley, 18/09/2017, p. 6.
[133] Art. 1735: “Facultades judiciales. No obstante, el juez puede distribuir la carga de la
prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando cuál de las partes
se halla en mejor situación para aportarla. Si el juez lo considera pertinente, durante el
proceso debe comunicar a las partes que aplicará este criterio, de modo de permitir a los
litigantes ofrecer y producir los elementos de convicción que hagan a su defensa”.
[134] Guzmán Medina, Rocío, “Relaciones entre el Código Civil y Comercial de la Nación y el
derecho procesal. Teoría de las cargas probatorias dinámicas en el Código Civil y Comercial de
Nación. Necesidad de delimitar la facultad discrecional de los jueces”, RCCyC, 05/03/2018, p.
32.
[135]Méndez Acosta, Segundo J., “El derecho de defensa en los procesos de consumo”, en
Proceso y constitución, Número Especial de Jurisprudencia Argentina, dirigido por Rosales
Cuello, Ramiro, t. II, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2018, p. 88.
[136] Para un desarrollo completo de la cuestión, ver Hernández, Carlos y Frustagli, Sandra, en
Stiglitz, Gabriel-Hernández, Carlos (Dir.), Tratado de Derecho del Consumidor, Buenos Aires, La
Ley, t. IV, pp. 48 y sgtes.
[137] Específicamente niega que se trate de una inversión del onus probandi. Dice: “aquí no se
desplazan los principios generales en materia de carga de la prueba, sino que se intenta
complementar la aplicación de las reglas tradicionales, colocando la carga de probar, en cabeza
de aquel que se encuentra en mejor situación de hacerlo” (Vinti, Ángela M., “La carga dinámica
de la prueba en la Ley de Defensa del Consumidor. Las consecuencias de la frustración de la
prueba”, LLBA, (febrero), 17, AR/DOC/363/2016. Ídem CNCivil, sala F, 05/10/2010, “Playa
Palace S.A. c/ Peñaloza, Leandro Hipólito s/ ordinario - incidente de ejecución de sentencia”).
[138] Sáenz, Luis R. J., “Distribución de la carga de la prueba en las relaciones de consumo”, La
Ley 2015-C, 512. Dice: “… no advertimos del texto del art. 53 de la LDC que allí se consagre una
inversión de la carga de la prueba en favor del consumidor (…) existe una diferencia sustancial
entre considerar que el estatuto del consumidor establece un deber de conducta agravado en
cabeza del proveedor, o considerar que consagra la teoría de las cargas probatorias dinámicas.
En efecto, si fuera cierto —por vía de hipótesis— que esta última doctrina es aplicable, la parte
débil del contrato de consumo ninguna constancia debería aportar al expediente, pues la carga
de probar recaería sobre su contraparte”.
[139] Sobre las distintas posiciones ver: Meroi, Andrea, “Reglas y principios procesales en las
relaciones de consumo”, op. cit., pp. 49 a 52.
[140] Muler, Germán E., “El proceso de consumo en Tucumán”, op. cit. p. 271.
[141] D´Archivio, María E., en Tambussi, Carlos E. (Dir.), Ley de Defensa del Consumidor
comentada, anotada y concordada, p. 347.
[142] Chamatropulos, Demetrio A., Estatuto del Consumidor Comentado, Buenos Aires, La Ley,
t. II, p. 370.
[143] Cfr. arg. CNCivil, Sala B, 03/10/2017, “González, Claudia Lorena c. AySA Agua y
Saneamientos y otro s/ daños y perjuicios”; CNCivil, Sala G, 06/07/2015, “E. T. N. L. de c. H. A.
de P. S.A. s/ daños y perjuicios”
[144] CNCom., Sala B, 08/10/2003, “Caruso, Pablo D. c. Banco Francés”. Ídem Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial de Bahía Blanca, Sala I, 20/04/2017, “P., D. A. c. Banco
Supervielle S.A. y otro s/ daños y perjuicios”.
[145] C6aCiv. y Com. Córdoba, 09/03/2017, “Gallardo Quevedo, Jesica P. c. Movistar de
Telefónica Móviles Argentina SA s/ ordinario - cobro de pesos - recurso de apelación”.
[146] Cámara Civil y Comercial Común de Tucumán, Sala 1, Sentencia n° 75 del 20/03/2014,
“López Guzmán Tiburcio vs. City Bank N.A. Argentina s/ Sumarísimo”.
[147] SCBA, 01/04/2015, “G., A.C. contra Pasema SA y otros sobre daños y perjuicios”.
[148] Vid. Almagro Nosete, José, “Estudio sobre una proposición de directiva comunitaria que
regule las acciones colectivas y de grupo de los consumidores”, Estudios sobre Consumo,
Madrid, Ministerio de Sanidad y Consumo: Instituto Nacional del Consumo, n° 18, 1990.
[149] Fernández Masiá, Enrique, “Protección de los intereses colectivos de los consumidores y
actividades ilícitas transfronterizas en la Unión Europea”, Estudios sobre Consumo, Madrid,
Ministerio de Sanidad y Consumo: Instituto Nacional del Consumo, n° 56, 2001, p. 20.
Recomendamos especialmente: Azar, María J., “Los derechos de incidencia colectiva en la
jurisprudencia de la CSJN”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de
Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. IV, 2015, pp. 429 a 462.
[150] Camps, Carlos E., “Proceso colectivo de consumo y excepción de ‘litispendencia
administrativa’”, RCCyC, 2017 (noviembre), 17/11/2017, pp. 3 y siguientes.
[151] La expresión pertenece a Ghidini, Gustavo, Per i consumatorí, Bolonia, Zanichelli, 1977,
p. 64.
[152] La expresión pertenece a Bihl, “La protection du consommateur particuliérement
fragüe”, JCP (Semaine Juridique, ed. Entreprise), n° 2, 1985, pp. 34-36; según cita de Cavanillas
Múgica, Santiago, “La protección del subconsumidor en la normativa sobre responsabilidad
civil por productos o servicios defectuosos”, Estudios sobre Consumo, Madrid, Ministerio de
Sanidad y Consumo: Instituto Nacional del Consumo, n° 18, 1990, p. 45.
[153] Barocelli, Sergio S., “Consumidores hipervulnerables. Hacia la acentuación del principio
protectorio”, op. cit., p. 5.
[154] En Panamá, las únicas acciones colectivas permitidas eran aquellas destinadas a la
protección de los consumidores. La Comisión IDH enfatizó tal fenómeno como una
demostración de la ineficiente tutela efectiva colectiva respecto de los derechos de los pueblos
indígenas que no gozaban de tal mecanismo, exclusivo de los derechos de los consumidores
(Ver Informe de la Comisión IDH, n° 58/09, petición 12.354, “Admisibilidad Pueblo Indígena
Kuna de Madungandi y Emberá de Bayano y sus Miembros”, Panamá, 21/04/2009,
considerando 48).
[155] Bersten, Horacio L., Derecho Procesal del Consumidor, Buenos Aires, La Ley, 2003, pp.
345-346.
[156] Tambussi, Carlos E., “Las asociaciones de consumidores ante incumplimientos masivos
de deberes del proveedor”, La Ley, 11/12/2017, p. 10.
[157] Fernández Segado, Francisco, “Los nuevos retos en la tutela de los derechos: Las
amenazas del poder informático y la tutela de los derechos difusos”, en Gaviria, César -
present.-, Liber Amicorum. Héctor Fix-Zamudio, San José de Costa Rica, Corte Interamericana
de Derechos Humanos - Unión Europea, vol. I, 1998, pp. 703-709.
[158] Dalla Vía, Alberto R., “La justicia constitucional en Argentina”, Anuario Iberoamericano
de Justicia Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, n° 1, 1997,
p. 45. 
[159] En el marco de un amparo colectivo contra una empresa proveedora de agua para que
brinde a los habitantes de una localidad la cantidad de agua potable necesaria para cubrir sus
necesidades, la SCBA -luego del reenvío de la CSJN (Sentencia del 02/12/2014)- resolvió: “La
incorporación del art. 43 de la CN ha abierto paso a las formas de legitimación expandida (y
con ello a los casos colectivos), que habilitan incluso la incoación del proceso por personas u
órganos que no titularizan la relación jurídica sustancial objeto del conflicto” (SCBA,
27/09/2017, “Kersich, Juan G. y Otros c/Aguas Bonaerenses SA y Otros s/Amparo”).
[160] Cfr. Ekmekdjian, Miguel Á., “La protección judicial de los intereses difusos en el derecho
constitucional argentino”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Madrid, Centro
de Estudios Políticos y Constitucionales, n° 3, 1999, pp. 81-82.
[161] Tambussi, Carlos E., El consumo como derecho humano, Buenos Aires, Universidad,
2009, pp. 106-108.
[162] Sagüés, Néstor P., “Las acciones populares en el derecho nacional argentino: de la
renuencia a una incipiente permisividad”, La Ley, cita Online: AP/DOC/1145/2017.
[163] Sobre las distintas posturas recomendamos ver: Arias Cau, Esteban J. y Calderón,
Maximiliano R. “Análisis argumental sobre la legitimación de las asociaciones de consumidores
a la luz del fallo ‘Padec c. Swiss Medical’”, Doctrina Judicial, La Ley, 09/02/2014, pp. 9 y
siguientes. También Galeazzi, Mariela y Verbic, Francisco, “Acciones colectivas y beneficios de
justicia gratuita”, La Ley, t. E, 2014, pp. 462 y siguientes.
[164] En “Defensor del Pueblo de la Nación - inc. dto. 1316/05 c/Poder Ejecutivo Nacional -
Dtos. 1570/01 y 1606/01 s/amparo Ley 16.986”, del 26/06/2007, la CSJN negó legitimación
colectiva al Defensor del Pueblo para incoar una acción tendiente a cuestionar la
constitucionalidad de las normas de emergencia y solicitar la restitución de los depósitos a los
ahorristas.
[165] Vgr. CNCom., Sala E, “Dirección General de Defensa del Consumidor de la Ciudad de
Buenos Aires c/Banca Nazionale del Lavoro”, donde se analizó favorablemente la facultad de la
autoridad de aplicación para representar a los clientes del banco afectados por un cargo que
no se encontraba contemplado en las condiciones generales de contratación. En CNCom., Sala
C, “Unión de Usuarios y Consumidores c/Banco de la Provincia de Buenos Aires”, una entidad
de defensa de los consumidores reclamó reintegro del cargo correspondiente al seguro no
pactado de robo en cajeros automáticos.
[166] CSJN, 24/02/2009, “Halabi, Ernesto c. P.E.N. ley 25.873 dto. 1563/04”, Fallos: 332:111.
[167] CSJN, 31/10/2006, “Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires c. Secretaría de
Comunicaciones - resol. 2926/99 s/amparo ley 16.986”, Fallos: 329:4542; ídem CSJN,
31/10/2006, “Mujeres por la Vida - Asociación Civil sin Fines de Lucro -filial Córdoba- c. Estado
Nacional - Poder Ejecutivo Nacional - Ministerio de Salud y Acción Social de la Nación
s/amparo”, Fallos: 329:4593, disidencia de Lorenzetti.
[168] Así: Galdós, Jorge M., “La Relación de consumo en la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación”, en Picasso y Vázquez Ferreyra -dirs.-, Ley de Defensa del Consumidor
Comentada y Anotada, Buenos Aires, La ley, t. III, 2011, p. 29. Ídem Carnota, Walter F., “Las
acciones de clase: desde los Estados Unidos a la Argentina”, Anuario Iberoamericano de
Justicia Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, n° 16, 2012, p.
101.
[169] Vid. Lorenzetti, Ricardo L., “Responsabilidad civil en el caso de intereses individuales,
individuales homogéneos y colectivos”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-,
Tratado de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. IV, 2015, p.
427. Martínez Medrano, Gabriel, “‘Halabi’ se abre camino en el fuero federal”, en Ghersi,
Carlos A. y Weingarten, Celia -dirs.-, Tratado jurisprudencial y doctrinario. Defensa del
Consumidor, Buenos Aires, La Ley, t. II, 2011, pp. 1196-1997. También: Martínez Medrano,
Gabriel, “Legitimación colectiva de asociaciones de consumidores en el fuero comercial.
Imperiosa necesidad de aunar criterios”, Revista de los Contratos, los Consumidores y Derecho
de la Competencia, Buenos Aires, Legis, n° 1, 2010, pp. 172-173.
[170] Caplán, Ariel, “Legitimación activa de las asociaciones para preservar el derecho
constitucional de los consumidores”, en Ghersi, Carlos A. y Weingarten, Celia -dirs.-, Tratado
Jurisprudencial y Doctrinario. Defensa del Consumidor, Buenos Aires, La Ley, t. II, 2011, p.
1205.
[171] CSJN, 26/06/2012, “Cavalieri, Jorge y otro c. Swiss Medical SA s/amparo”, Fallos:
335:1080.
[172] CSJN, 21/08/2013, “Padec c. Swiss Medical SA”, donde la asociación actora solicitó la
nulidad de la cláusula que contempla el derecho de una empresa prestataria del servicio de
medicina prepaga a modificar unilateralmente las cuotas mensuales. Con comentarios
favorables, entre otros del maestro procesalista Rosales Cuello (Cfr. Rosales Cuello, Ramiro y
Guiridlian Larosa, Javier D., “Acciones colectivas en un fallo de la CSJN”, La Ley, t. F, 2013, pp.
445 y siguientes).
[173] CSJN, 06/03/2014, “Unión de Usuarios y Consumidores c. Telefónica Comunicaciones
Personales SA Ley 24.240 y otro s/amparo proceso sumarísimo (art. 321, inc. 2º, CPCyC)”.
[174] CSJN, 24/06/2014, “Consumidores Financieros Asociación Civil p/su defensa c. La
Meridional Compañía Argentina de Seguros SA s/ordinario”.
[175] CSJN, 24/06/2014.
[176] CSJN, 26/09/2017, “Unión de Usuarios y Consumidores c. Peugeot Citroën SA s/
ordinario”.
[177] CSJN, 26/12/2017, “Consumidores Financieros Asociación Civil p/ su defensa c. Prudencia
Cía. Argentina de Seguros Generales SA s/ ordinario”.
[178] Vid Palacio de Caeiro, Silvia B., “Procesos colectivos, legitimación activa y control de
constitucionalidad”, La Ley, 12/10/2016, pp. 1 y siguientes.
[179] Vid. Tambussi, Carlos E., “Las asociaciones de consumidores ante incumplimientos
masivos de deberes del proveedor”, op. cit., p. 10.
[180] Recientemente se juzgó que el Defensor del pueblo de la Provincia de Buenos Aires se
encontraba legitimado para peticionar la extensión de los efectos de la medida cautelar
dictada en una causa a todos los usuarios del servicio público de gas para la Provincia de
Buenos Aires a los que se le cobró el tributo que surge de la Ley local 8474 (Juzgado en lo
Contencioso Administrativo n° 1 de Pergamino, 25/04/2017, “Llan de Rosos, Ramiro Juan c.
Fiscalía de Estado - Pcia. Bs. As. y otro/a s/ pretensión restablecimiento o recon. de derechos”).
[181] En el modelo Brasileño, se distinguen conceptualmente los intereses difusos de los
colectivos. Los primeros son los “los transindividuales, de naturaleza indivisible, de que sean
titulares personas indeterminadas y ligadas por circunstancias de hecho”. Los segundos “los
transindividuales, de naturaleza indivisible de que sea titular grupo, categoría o clase de
personas vinculadas entre sí o con la parte contraria por una relación jurídica base” (incisos I y
II del art. 81 de la Ley n° 8.078).
[182] En Chile, fue ampliado el alcance de la acción popular, con reglamentación en varias
leyes especiales y en el art. 2.333 del Código Civil. En Paraguay, la Constitución consagra el
derecho individual o colectivo de reclamar de la autoridad pública la defensa del ambiente, de
la salud pública, del consumidor y otros que por su naturaleza pertenezcan a la colectividad. En
Perú, hay legislación dispersa para la tutela de ciertos derechos colectivos, en el campo de las
organizaciones sindicales y de las asociaciones de los consumidores. En Venezuela, la nueva
Constitución prevé la posibilidad de que cualquier persona pueda demandar en juicio la tutela
de sus derechos o intereses, inclusive colectivos o difusos, pero no hay ley específica que
regule la materia. La jurisprudencia venezolana reconoce legitimación para los mismos fines al
Ministerio Público, con base en la legitimación general que le confiere la Constitución. En
Colombia, la Constitución de 1991 en su art. 88, le otorgó rango constitucional a las acciones
populares y de grupo y se autorizó al legislador a definir los casos de responsabilidad objetiva
por el daño causado a intereses y derechos colectivos. La Ley n° 472/98 reglamentó el referido
art. 88 al dictar el estatuto sobre las acciones populares y de grupo. Por su art. 70 se crea el
Fondo para la Defensa de los Derechos e Intereses Colectivos y por el art. 80 se conforma un
registro público de las acciones populares y de grupo, organizado y manejado por la Defensoría
del Pueblo en forma centralizada
[183] En 1995, Portugal dio un paso al frente, con la Ley de Acción Popular, de la cual se
extrajo la defensa de los derechos individuales homogéneos. En 1996, ese mismo Estado creó
acciones inhibitorias para la defensa de los intereses de los consumidores. En España, la
reforma procesal civil de 2000 contempló la defensa de intereses transindividuales, aunque de
manera algo incompleta.
[184] Para un estudio profundo del tema recomendamos la lectura del artículo de
Chamatropulos, Demetrio A., “Los procesos colectivos y la defensa del consumidor”, en Stiglitz,
Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del Consumidor, Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, La Ley, t. IV, 2015, pp. 463-494. También puede verse, del mismo autor, el
comentario al art. 54 en: Estatuto del Derecho del Consumidor, Buenos Aires, La Ley, 2016, t.
II, pp. 381- 423.
[185] Se recogía la categoría de los derechos individuales homogéneos y se regulaba sobre los
sujetos legitimados, el requisito de su representatividad adecuada como presupuesto de
admisibilidad de la acción tendiente a obtener la reparación del daño. También sobre el
alcance de la cosa juzgada y la ejecución de la sentencia (Cfr. Compiani, María Fabiana, “Las
acciones colectivas como recurso contra cláusulas y prácticas abusivas”, RCCyC, 2017 -
noviembre-, 17/11/2017, p. 8).
[186] Cfr. Magadan, Thomas, “Acción de clase en el ámbito bancario”, Revista de Derecho
Bancario y Financiero, IJ Editores, n° 36, Septiembre, 2017 cita: IJ-CDLXVIII-961.
[187] En diciembre de 2017: en el Senado de la Nación, expedientes generales sobre acciones
colectivas: S-09-1786 de Lores; S-10-3396 de Bortolozzi; S-11-1045 de Negre de Alonso. En la
Cámara de Diputados, expedientes: 1700-D-2009 de Dato (de protección ambiental); 2199-D-
2009 de Vilariño, Salum y Diez; 5996-D-2010 de Yarade y Torfe; 2540-D-2011 de Gil Lavedra,
Alfonsín, Tunessi y otros (sobre modificación de la acción de amparo); 4033-D-2011 de Gil
Lavedra, Alfonsín, Tunessi y otros (sobre acción de clase); 4055-D-2011 de Camaño (Cfr. Verbic,
Francisco, “Apuntes sobre los proyectos en trámite ante el Congreso de la Nación para regular
la tutela colectiva de derechos en la República Argentina”, en https://www.acad emia.edu/342
8601/Apunte s_sobre_los_ proyectos_en _tr%C3%A1 mite_ante_el _Congreso_d e_la_N aci
%C3%B 3n_p ara_regu lar_la_tu tela_colec tiva_de_de rechos_en_ la_Rep% C3%BAblica_ Arge
ntina).
[188] Del Instituto Iberoamericano de Derecho Procesal. Aprobado en Caracas, 28/10/2014.
[189]La Comisión está integrada por: Giannini, Pérez Hazaña, Kalafatich, Rusconi, Salgado,
Sucunza, Tau, Ucín y Verbic. La iniciativa está encabezada por la Directora del Programa
Nacional de Coordinación General de Derecho Privado, Agustina Díaz Cordero, con la
coordinación de Javier Wajntraub y Hernán Calvo. El documento está incorporado a la
plataforma Justicia 2020 en la sección 3.3 Civil: Cambios procesales para un mejor servicio de
justicia/Ley de procesos colectivos (https://www.justicia2020.gob.ar/foro/topic/ley-de-
procesos-colectivos/).
[190] La necesidad de ello reside en que el carácter masivo de las lesiones involucradas en este
tipo de controversias y la usual dispersión territorial de los afectados, torna altamente
probable la coexistencia de diversos litigios versando sobre la misma cuestión; con potenciales
pugnas de competencia o, peor aún, reiteración de acciones; dificultades estas que han sido
puestas en evidencia por la propia Corte de la Nación, en “Municipalidad de Berazategui c.
Cablevisión”, del 23/09/2014, de donde emergió la creación del Registro de Acciones
Colectivas, aludido.
[191] “Las reglas sobre las costas pueden agruparse de distintas maneras: i) cada parte asume
las propias y el abogado traslada los gastos y sus honorarios a los miembros del grupo que
perciban los beneficios, éste pasa a ser un financista del proceso y cobra los beneficios de sus
representados; ii) el vencido es quien paga los gastos y los honorarios; en este caso tampoco
se evita la necesidad de financiamiento por parte de los abogados; iii) el vencido es quien
soporta los gastos, excepto que la acción colectiva sea rechazada, en cuyo caso cada parte
asume los propios” (Salgado, José M., “Proyecto para legislar los procesos colectivos”, Revista
Derecho Privado, Infojus, año II, n° 7, noviembre de 2013, Id SAIJ: DACF140189, p. 156).
Respecto del último de los supuestos enunciados, se suelen exceptuar los casos de
comprobada mala fe (art. 87 del Código del Consumidor brasileño o art. 18 de la Ley de Acción
Civil Pública de ese mismo país; receptados en el art. 15 del Código Modelo de Procesos
Colectivos para Iberoamérica).
[192] Con este diseño, el 26/08/2014 ingresó en el Senado de la Provincia de Buenos Aires un
proyecto de ley, por iniciativa del Senador Hernán I. Albisu (expte. 218/14-15).
[193] Debe considerarse: la existencia de un hecho único susceptible de ocasionar una lesión a
una pluralidad de sujetos; una pretensión u objeto concentrado en los efectos comunes para
toda la clase involucrada, el resguardo del acceso a la justicia de los integrantes del colectivo
cuya representación se pretende asumir, el que podría quedar severamente comprometido si
se negara la pertinencia de la acción (CSJN, 09/12/15, “Consumidores Libres c/AMX Argentina
(Claro) s/ proceso de conocimiento”, Fallos: 338: 1492).
[194] CSJN, 06/09/2016, “Abarca, Walter José y otros c. Estado Nacional - Ministerio Energía y
Minería y otro s/ amparo ley 16.986”. En el caso, se rechazó legitimación a varios diputados de
la Provincia de Buenos Aires, en su carácter de usuarios y consumidores del servicio de energía
eléctrica. Posteriormente intervinieron en la causa el Defensor del Pueblo local y un club de
barrio como terceros, a los que tampoco se receptó legitimación.
[195] Cfr. Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo régimen de la Ley 26.993, op.
cit., p. 166.
[196] “Prerequisites. One or more members of a class may sue or be sued as representative
parties on behalf of all members only if: (1) the class is so numerous that joinder of all
members is impracticable; (2) there are questions of law or fact common to the class; (3) the
claims or defenses of the representative parties are typical of the claims or defenses of the
class; and(4) the representative parties will fairly and adequately protect the interests of the
class…”.
[197] Esta es la postura mayoritaria adoptada en “Las bases para la discusión de un proyecto
de ley que regule los procesos colectivos” del Programa Justicia 2020 del Ministerio de Justicia
y Derechos Humanos de la Nación (https://www.justicia2020.gob.ar/foro/topic/ley-de-
procesos-colectivos/). En minoría, Rusconi expresa que: “Los sujetos cuya legitimación activa
se encuentra contemplada en la Constitución Nacional o en leyes especiales, a excepción de
quien accione en calidad de ‘afectado’ cuando se trate de un particular, poseen legitimación
‘ope legis’ y su aptitud para para iniciar una acción colectiva se presume ‘iuris et de iure’. Ello
no obsta al control que deben hacer los jueces para asegurar que la idoneidad de quien asumió
esa representación se mantenga a lo largo de todo el proceso".
[198] “The judgment in an action maintained as a class action under subdivision (b)(1) or (b)(2),
whether or not favorable to the class, shall include and describe those whom the court finds to
be members of the class. The judgment in an action maintained as a class action under
subdivisión (b)(3), whether or not favorable to the class, shall include and specify or describe
those to whom the notice provided in subdivision (c)(2) was directed, and who have not
requested exclusion, and whom the court finds to be members of the class”.
[199] Art. 103. “Nas ações coletivas de que trata este código, a sentença fará coisa julgada: I -
erga omnes, exceto se o pedido for julgado improcedente por insuficiência de provas, hipótese
em que qualquer legitimado poderá intentar outra ação, com idêntico fundamento valendo-se
de nova prova, na hipótese do inciso I do parágrafo único do art. 81; II - ultra partes, mas
limitadamente ao grupo, categoria ou classe, salvo improcedência por insuficiência de provas,
nos termos do inciso anterior, quando se tratar da hipótese prevista no inciso II do parágrafo
único do art. 81; III - erga omnes, apenas no caso de procedência do pedido, para beneficiar
todas as vítimas e seus sucessores, na hipótese do inciso III do parágrafo único do art. 81…”.
[200] “Tratándose de intereses o derechos individuales homogéneos, en caso de rechazo de la
pretensión, los interesados podrán deducir la acción de indemnización a título individual”.
[201] “La sentencia hará cosa juzgada y tendrá efecto erga omnes, a excepción de que la
acción sea rechazada, aunque sea parcialmente, por cuestiones probatorias”.
[202] Verbic, Francisco, “La Tutela Colectiva de Consumidores y Usuarios a la luz de la Ley
26.361”, Revista De Derecho Procesal, Tutelas Procesales Diferenciadas II, Santa Fe, Rubinzal-
Culzoni, n° 1, 2009, pp. 169-171.
[203] Ferro, Lautaro D., “El apartamiento de la acción de incidencia colectiva o del acuerdo
homologado”, Columna de opinión, La Ley, 01/03/2018, p. 4. Con respecto a la prescripción,
agrega que: “los efectos interruptivos de la prescripción de la acción de incidencia colectiva
benefician a los usuarios o consumidores que luego se apartan del pleito o del acuerdo
homologado lo que ocasiona inseguridad jurídica”.
[204] Cfr. “las bases para a discusión de un proyecto de ley que regule los procesos colectivos”
del Programa Justicia 2020 del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación
(https://www.just icia2020. gob.ar /foro/ topic/ley-d e-proce sos-colect ivos/). Pág. 17 del
documento.
[205] Ver el resumen jurisprudencial en: Bersten, Horacio L., Derecho Procesal del Consumidor,
op. cit., pp. 325-331 y 331-341.
[206] Vid. Tambussi, Carlos E., “El procedimiento especial para las relaciones de consumo.
Radiografía de una necesidad”, Diario Consumidores y Usuarios, Buenos Aires, Diario DPI, n°
106, del 21/02/2017, 2017. En http://dpicuan tico.com /2017/02/21 /diario-consu midores- y-
us uarios-nro-1 06-21-02 -2017/.
[207] Como se está proyectando, por ejemplo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(Resolución 424/SSJUS/2016).
[208] El Ministerio Público Fiscal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires inició acción
declarativa de certeza contra el Estado Nacional, solicitando se declare la inconstitucionalidad
de varios artículos de la Ley de Creación de la Justicia Nacional en las Relaciones del Consumo
n° 26.993. En ese marco, se rechazó la solicitud a título cautelar, de suspensión de la vigencia
de diversos artículos de la referida norma (Juzgado Nacional de 1a Instancia en lo
Contenciosoadministrativo Federal n° 10, 28/04/2015, “Ministerio Publico Fiscal CABA c. EN s/
proceso de conocimiento”).
[209] Se instaura un complejo sistema, conformado por un servicio de Conciliación Previa
Obligatoria en Relaciones de Consumo (COPREC, art. 1), una auditoría administrativa de
Relaciones de Consumo (arts. 22 y siguientes) y un fuero especial con tribunales de primera
instancia en Relaciones de Consumo y una Cámara de Apelaciones en Relaciones de Consumo
(arts. 41 y siguientes) y un recurso de casación ante la Cámara Nacional de Casación Civil y
Comercial.
[210] Álvarez Larrondo, Federico M., “Un nuevo hito en la historia del Derecho del Consumo”,
ADLA2014-28, 3.
[211] Falcón, Enrique M., “El proceso de pequeñas causas en el campo del Derecho al
Consumo”, en Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo régimen de la Ley 26.993,
Santa Fe, Rubinzal Culzoni, 2014, p. 21.
[212] La ley n° 26.993 ha mutado el carácter “facultativo” de la instancia administrativa
conciliatoria reglada en los arts. 45 y 46 de la LDC. A su vez, el art. 73 de la Ley n° 26.993
incorpora en el artículo 5 de la Ley n° 26.589, el inciso “m”, por el que se excepciona de la
mediación obligatoria regulada en ésta última, los conflictos en las relaciones de consumo
alcanzados por la COPREC. Con ello, las acciones de consumo de escasa cuantía se
encontrarían alcanzadas por la conciliación obligatoria de la Ley n° 26.993, mientras que los
restantes por la mediación obligatoria de la Ley n° 26.589.
[213] CSJTucumán, Sentencia n° 874 del 12/09/2014, “Gutiérrez María Rosa vs. E.D.E.T. S.A. s/
Daños y perjuicios”; ídem CSJTuc., Sentencia n° 322 del 29/05/2013, “Magi Francisco José vs.
EDET S.A. s/ Daños y perjuicios”.
[214] $ 242.000 en Septiembre de 2014. A la presente fecha el salario mínimo vital y móvil es
de $ 9.500, desde Enero de 2018 y hasta Julio de 2018, donde el Gobierno anunció que subiría
a $ 10.000. Por lo que al momento de la presente publicación, el monto de corte sería de $
522.500, para el sistema general instaurado por la Ley n° 26.993. Desciende a $ 142.500 para la
intervención de las auditorías.
[215] Tambussi, Carlos E., “Nuevos mecanismos de garantías en el derecho del consumo.
Primer abordaje a la ley 26.993”, op. cit., pp. 1013 y siguientes.
[216] Cfr. Viel Temperley, Facundo, “Conflictos sobre la competencia del nuevo fuero de
consumo”, La Ley, 20/10/2014, pp. 1 y siguientes; quien pondera positivamente el fuero
especializado en materia de consumo, pero critica que se le haya otorgado una competencia
con una limitación en el monto, y un procedimiento demasiado abreviado y restrictivo.
[217] Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo régimen de la Ley 26.993, op. cit.,
pp. 135-136.
[218] Martínez Medrano, Gabriel, “Comentario al proyecto sobre la justicia en las relaciones
del consumo”, op. cit., pp. 1 y siguientes.
[219] Álvarez Larrondo, Federico M., “Un nuevo hito en la historia del Derecho del Consumo”,
ADLA2014-28, 3.
[220] “No entendemos cuál es el sentido de otorgar legitimación para iniciar acciones de
consumo a los proveedores, salvo que se pretenda habilitar la legitimación activa del
proveedor para ejercer el derecho de cobro del precio del producto o servicio por esta vía al
consumidor, supuesto que no debiera ser admitido” (Martínez Medrano, Gabriel, “Comentario
al proyecto sobre la justicia en las relaciones del consumo”, op. cit., pp. 1 y siguientes).
[221] Así lo vincula muy apropiadamente Wajntraub, Javier H., Justicia del consumidor. Nuevo
régimen de la Ley 26.993, op. cit., p. 137.
[222] Martínez Medrano, Gabriel, “Comentario al proyecto sobre la justicia en las relaciones
del consumo”, op. cit., pp. 1 y siguientes.
[223] Vid. Stiglitz, Gabriel, “Acceso de los consumidores a la justicia”, op. cit., pp. 14-15 y nota
al pie 10; quien cita a Felipe Guardiola.
[224] OECD, Consumer dispute resolution and redress in the global marketplace, Report, Paris,
2006, p. 24. En: http://www.oecd.org /internet/ consu mer/364 561 84.pdf.
[225] En las Small Claims Court en California, por la aludida ampliación de legitimación, se
distorsionó la finalidad de esos tribunales especiales, ya que concurrían las entidades
financieras y las agencias de cobranza a ejecutar deudas de pequeña cuantía contra
consumidores (Cfr. Martínez Medrano, Gabriel, “Comentario al proyecto sobre la justicia en las
relaciones del consumo”, op. cit., pp. 1 y siguientes; quien cita a Moulton, Beatrice A., “The
Persecution and Intimidation of the Low-Income Litigant as Performed by the Small Claims
Court in California”, Stanford Law Review, Vol. 21, No. 6 -Jun., 1969-, pp. 1657-1684).
[226] Llamada small claims track. El Tribunal también puede asignar al reclamo otras dos vías:
la fast track o la multi-track.
[227] OECD, Consumer dispute resolution and redress in the global marketplace, Report, Paris,
2006, pp. 24 y 25. En: http://www.oecd .org/intern et/cons umer/ 3645618 4.pdf.
[228] El considerando 3 del Reglamento (UE) 2015/2421 del Parlamento Europeo y del Consejo
de 16 de Diciembre de 2015 reza: “Los consumidores deben poder aprovechar al máximo las
oportunidades que brinda el mercado interior, y su confianza no debe verse mermada por la
falta de instrumentos jurídicos efectivos para resolver los litigios en los que existe un elemento
transfronterizo. Las mejoras del proceso europeo de escasa cuantía propuestas en el presente
Reglamento pretenden proporcionar a los consumidores medios de reparación efectiva y
contribuir así al ejercicio práctico de sus derechos”.
[229] Sobre el conflicto constitucional puede verse: Martínez Alles, María G. y Nazareno,
Patricio, “Desafíos constitucionales de los daños punitivos: los problemas del ne bis in ídem”,
en Rivero, Julio -dir.-, Tratado de los Derechos Constitucionales, Buenos Aires, Abeledo Perrot,
t. III, 2014, pp. 688 a 727; Vítolo, Daniel R., “Sanciones pecuniarias disuasivas”, La Ley, t. E,
2013, pp. 699 y siguientes; Galdós, Jorge M., “Los daños punitivos en la Ley de Defensa del
Consumidor”, en Stiglitz, Gabriel A. y Hernández, Carlos -dirs.-, Tratado de Derecho del
Consumidor, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, La Ley, t. III, 2015, pp. 275 y siguientes. A
favor de la inconstitucionalidad: Bustamante Alsina, Bueres, Trigo Represas, Mayo;
especialmente Picasso (Vid. Picasso, Sebastián, “Sobre los denominados daños punitivos”, La
Ley, t. F, 2007, pp. 1154 y siguientes). Por la constitucionalidad: Zavala de González, Pizarro,
Moisá, Stiglitz, Chamatropulos, Álvarez Larrondo, Sozzo, Hernández, Irigoyen Testa, Rinessi,
Vázquez Ferreyra; especialmente López Herrera (Vid. López Herrera, Edgardo, Los Daños
Punitivos, Buenos Aires, Abeledo Perrot, 2011). Ídem Corte Suprema de Justicia de Tucumán,
Sentencia n° 157 del 22/04/2013, “Alu Patricio Alejandro c. Banco Columbia S.A. s/ Sumarísimo
(Residual)”. También se debatió la constitucionalidad del “destino” de la multa: Cámara de
Apelaciones en lo Civil y Comercial Común de Tucumán, Sala II, Sentencia del 27/07/2017,
“Esteban, Noelia Estefanía c. Cervecería y Maltería Quilmes S.A.I.C.A.G s/ daños y perjuicios”
(Voto mayoritario de Leone de Cervera y Amenábar: por la constitucionalidad, con disidencia
de Moisa). Con genérico comentario favorable: Junyent Bas, Francisco, “Recaudos de
procedencia del daño punitivo. A propósito de la disparidad de criterios en ‘Teijeiro’ y
‘Esteban’”, La Ley, 14/08/2017, pp. 7 y siguientes. Demostrativo de la actualidad del debate
constitucional, puede verse: CNCivil, sala A, 17/10/2017, “M., M. S. y otro c. Organización de
Servicios Directos Empresarios s/ daños y perjuicios” (Tal la complejidad de posturas que
integraron 6 magistrados: Molteni, Li Rosi (en disidencia parcial), Picasso (en disidencia
parcial), Zannoni (en disidencia parcial), Racimo y Calatayud). Del mismo Tribunal, 04/12/2017,
“C. M. J. c. Federación Médica Gremial de la Cap Fed (FEMEDICA) s/ Daños y perjuicios”).
[230] Por la accesoriedad, pueden verse las más autorizadas opiniones: Wajntraub, Javier H.,
Justicia del consumidor. Nuevo régimen de la Ley 26.993, op. cit., p. 151. Ídem Chamatropulos,
Demetrio A., Estatuto del Derecho del Consumidor, op. cit. pp. 281- 283. Por la autonomía:
CSJTucumán, Sentencia n° 1932 del 13/12/2017, “Ávila Augusto Fernando vs. Telecom
Argentina S.A. s/ Daños y perjuicios”. Allí se sentenció que “los daños punitivos son
autónomos, no accesorios”; con cita de Molina Sandoval, Carlos y Pizarro, Daniel, “Los Daños
Punitivos en el Derecho Argentino”, en DCCyE, año I, nº 1, septiembre de 2010, pp. 65 y ss;
tesis a la que humildemente suscribimos.
[231] Hay una tendencia, todavía minoritaria, que sostiene que los daños punitivos pueden
aplicarse en el Código Civil y Comercial Argentino (Frúgoli, Martín A. y Botta, Federico A.,
“Daños punitivos en el Código Civil y Comercial argentino”, RCCyC, 2018 -marzo-, 05/03/2018,
189).
[232] Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial de Mar del Plata, Sala II, 27/04/2017,
“Curry, Paula Vanesa c. Transportes Automotores Plusmar S.A. y otros s/ daños y perjuicios”.
[233] CNCom., Sala B, 14/06/2017, “Callejo, Diego A. c. Volkswagen SA de Ahorro p/f
determinados y otro s/ sumarísimo”.
[234] Salvioli, Fabián, “La ‘perspectiva pro persona’: el criterio contemporáneo para la
interpretación y aplicación de los instrumentos internacionales de derechos humanos”, La Ley,
Cita Online: AP/DOC/1222/2017.

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