Está en la página 1de 13

TEORIAS Y SISTEMAS DE LA PSICOLOGIA

MAESTRA ISAURA ZAPATA


OLGA SUSANA VILLEGAS SARMIENTO
MATRICULA: 222066
23/07/2022
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Socrates
Atenas, 470 a.C. - id., 399 a.C) Filósofo griego. Pese a que no dejó ninguna obra escrita y
son escasas las ideas que pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es una figura capital
del pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados presocráticos los filósofos anteriores
a él. Rompiendo con las orientaciones predominantes anteriores, su reflexión se centró en el
ser humano, particularmente en la ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre
los que se asienta la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue discípulo directo suyo, y
Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón.
Pocas cosas se conocen con certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una
comadrona, Faenarete, y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En
su juventud siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es posible que fuese
discípulo de Anaxágoras, y también que conociera las doctrinas de los filósofos eleáticos
(Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la escuela de Pitágoras.
Aunque no participó directamente en la política, cumplió ejemplarmente con sus deberes
ciudadanos. Sirvió como soldado de infantería en las batallas de Samos (440), Potidea (432),
Delio (424) y Anfípolis (422), episodios de las guerras del Peloponeso en que dio muestras de
resistencia, valentía y serenidad extraordinarias. Fue maestro y amigo de Alcibíades, militar y
político que cobraría protagonismo en la vida pública ateniense tras la muerte de Pericles; en
la batalla de Potidea, Sócrates salvó la vida a Alcibíades, quien saldó su deuda salvando a
Sócrates en la batalla de Delio.
Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y austeramente, sin
preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse al filosofar. Se tiene por cierto que
Sócrates se casó, a una edad algo avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo.
Cierta tradición ha perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y
propensa a comportarse de una manera brutal y soez. En cuanto a su apariencia, siempre se
describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con un vientre prominente, ojos saltones y
labios gruesos, del mismo modo que se le atribuye también un aspecto desaliñado.
La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres contemporáneos suyos: el
historiador Jenofonte, el comediógrafo Aristófanes y el filósofo Platón. Jenofonte retrató a
Sócrates como un sabio absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero
con una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto vulgares. Aristófanes lo
hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las nubes (423), donde es caricaturizado como
engañoso artista del discurso y se le identifica con los demás representantes de la sofística,
surgida al calor de la consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos
testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en sus Diálogos, en los que
aparece como figura principal, una imagen que no deja de ser en ocasiones excesivamente
idealizada, aun cuando se considera que posiblemente sea la más justa.
Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a deambular por
las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas, donde tomaba a jóvenes aristócratas
o a gentes del común (mercaderes, campesinos o artesanos) como interlocutores para
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

sostener largas conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este


comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de enseñanza, la
mayéutica.
El propio Sócrates comparaba tal método con el oficio de comadrona que ejerció su madre:
se trataba de llevar a un interlocutor a alumbrar la verdad, a descubrirla por sí mismo como
alojada ya en su alma, por medio de un diálogo en el que el filósofo proponía una serie de
preguntas y oponía sus reparos a las respuestas recibidas, de modo que al final fuera posible
reconocer si las opiniones iniciales de su interlocutor eran una apariencia engañosa o un
verdadero conocimiento.
En sus conversaciones filosóficas, al menos tal y como quedaron reflejadas en los Diálogos
de Platón, Sócrates sigue, en efecto, una serie de pautas precisas que configuran el llamado
diálogo socrático. A menudo comienza la conversación alabando la sabiduría de su
interlocutor y presentándose a sí mismo como un ignorante: tal fingimiento es la llamada ironía
socrática, que preside la primera parte del diálogo. En ella, Sócrates proponía una cuestión
(por ejemplo, ¿qué es la virtud?) y elogiaba la respuesta del interlocutor, pero luego oponía
con sucesivas preguntas o contraejemplos sus reparos a las respuestas recibidas, sumiendo
en la confusión a su interlocutor, que acababa reconociendo que no sabía nada sobre la
cuestión.
Tal logro era un punto esencial: no puede enseñarse algo a quien ya cree saberlo. El primer
paso para llegar a la sabiduría es saber que no se sabe nada, o, dicho de otro modo, tomar
conciencia de nuestro desconocimiento. Una vez admitida la propia ignorancia, comenzaba la
mayéutica propiamente dicha: por medio del diálogo, con nuevas preguntas y razonamientos,
Sócrates iba conduciendo a sus interlocutores al descubrimiento (o alumbramiento) de una
respuesta precisa a la cuestión planteada, de modo tan sutil que la verdad parecía surgir de
su mismo interior, como un descubrimiento propio.
Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus predecesores
desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro fundamental en la historia de
la filosofía griega, inaugurando el llamado periodo antropológico.
La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo en el centro de las enseñanzas de
Sócrates. Como se ha visto, el primer paso para alcanzar el conocimiento consistía en la
aceptación de la propia ignorancia, y en el terreno de sus reflexiones éticas, el conocimiento
juega un papel fundamental. Sócrates piensa que el hombre no puede hacer el bien si no lo
conoce, es decir, si no posee el concepto del mismo y los criterios que permiten discernirlo.
El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo una conducta
virtuosa, por otra parte, proporciona la felicidad. Y de entre todas las virtudes, la más
importante es la sabiduría, que incluye a las restantes. El que posee la sabiduría posee todas
las virtudes porque, según Sócrates, nadie obra mal a sabiendas: si, por ejemplo, alguien
engaña al prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es un mal.
El sabio conoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios que le reporta (confianza,
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

reputación, estima, honorabilidad) son muy superiores a los que puede reportarle el engaño
(riquezas, poder, un matrimonio conveniente).
El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y no el engaño. En
consecuencia, el hombre sabio es necesariamente virtuoso (pues conocer el bien y practicarlo
es, para Sócrates, una misma cosa), y el hombre ignorante es necesariamente vicioso. De
esta concepción es preciso destacar que la virtud no es algo innato que surge
espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella. Todo lo contrario:
puesto que la sabiduría contiene las demás virtudes, la virtud puede aprenderse; mediante el
entendimiento podemos alcanzar la sabiduría, y con ella la virtud.
De este modo, la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables. Conocer el bien nos lleva
a observar una conducta virtuosa, y la conducta virtuosa conduce a la dicha. La felicidad no
radica en el placer (la ética socrática no es hedonista), a no ser que se considere como placer
algo mucho más elevado: la íntima paz y satisfacción que produce la vida virtuosa. En
palabras de Sócrates citadas por Jenofonte, ningún placer supera al de «sentirse
transformado en mejor y contribuir al mejoramiento de los amigos». La vida virtuosa lleva al
equilibrio y a la perfección humana, a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo que
nos esclaviza, y mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo imperturbable, la
satisfacción interior que nos acerca a lo divino.
Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la parte de lo
expuesto que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece ya a la filosofía de su
discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni tampoco se ausentó de Atenas (salvo para
servir como soldado), contra la costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de
los sofistas. Si, como parece, las ideas éticas antes expuestas son del propio Sócrates, su
filosofía se sitúa en la antípodas del escepticismo y del relativismo moral de los sofistas
(Protágoras, Gorgias), pese a lo cual, y a causa de su pericia dialéctica, pudo ser considerado
en su tiempo como uno de ellos, tal y como refleja la citada comedia de Aristófanes.
Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de inestabilidad en que
se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso, acabaron por considerar que su amistad
era peligrosa para aristócratas como sus discípulos Alcibíades o Critias.
Oficialmente acusado de impiedad y de corromper a la juventud, fue condenado a beber
cicuta después de que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos
que se le imputaban. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro, Sócrates
pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún conservaba, pero prefirió
acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía obligado a cumplir la ley de la ciudad,
aunque en algún caso, como el suyo, fuera injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La
serenidad y la grandeza de espíritu que demostró en sus últimos instantes están vivamente
narradas en las últimas páginas del Fedón.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Alcibíades y Sócrates (detalle de un cuadro de Marcello Bacciarelli)

Sócrates toma la cicuta (detalle de un óleo de David)

PLATON
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Aristocles de Atenas, conocido por su mote de Platón (en griego Πλάτων, Plátōn “el de
anchas espaldas”) nació alrededor del año 428 a.C. en Atenas, aunque hay fuentes que
sugieren que podría haber nacido en Aegina. En cualquier caso, este filósofo viajó por buena
parte del Mediterráneo y se nutrió de ideas provenientes de muchas corrientes de
pensamiento. El resultado fue la filosofía platónica, una de las influencias fundamentales de la
cultura occidental.
Platón nació en el seno de una familia adinerada y poderosa, de hecho, su padre Aristón creía
que su amplia riqueza era debida a que descendía de Codro, el último rey que tuvo Atenas.
En cuanto a la madre, Perictione, ella y sus parientes parecían descender del antiguo
legislador de Grecia Solón, además de estar emparentada con dos personajes muy
importantes de su momento: Critias y Cármides, tiranos que habían participado en un golpe
de estado de carácter oligárquico junto con 28 tiranos más perpetrado en el año 404 a.C.
Del matrimonio entre Aristón y Perictione nacieron dos hijos y una hija además de Platón:
Glaucón, Adimanto y Potone. Al fallecer Aristón su madre Perictione volvió a casarse, esta vez
con su tío Pirilampes, quien era amigo de Pericles, un político muy importante en la historia de
Grecia. De la unión de Perictione y Pirilampes nación Antifón, el hermanastro de Platón.
Gracias a provenir de una familia de extensa riqueza la educación de Platón fue amplia y
profunda, teniendo la oportunidad de ser instruido por diversos personajes ilustres de su
época. Es probable que al iniciarse en filosofía fuera discípulo de Crátilo, considerado
seguidor de las enseñanzas del filósofo Heráclito.
Sin embargo, el momento más importante en la formación de Platón llegó en el año 407 a.C.
Apenas teniendo 20 años tuvo la oportunidad de conocer a Sócrates quien se convertiría en
su maestro teniendo éste 63 años. Durante 8 años Sócrates transmitió todo lo que sabía al
joven Platón, solo detenido por su emprisionamiento y fallecimiento. Debido a las
características de su familia, en la que muchos miembros eran o habían sido hombres de
política, el joven se planteó convertirse también en uno de ellos. Sin embargo, al conocer de
primera mano cómo gobernaban sus familiares, los tiranos Critias y Cármides, y no notar
muchas diferencias con cómo lo hacían los demócratas que los sustituyeron, Platón quedó
desilusionado por la política.
Para Platón el camino político para encontrar justicia era justamente la filosofía. De hecho,
una de sus máximas que ha trascendido al paso del tiempo es la de que la justicia sólo será
real si los gobernantes son filósofos, o los gobernantes se pusieran a filosofar.
Al ser su maestro Sócrates inculpado por un crimen de forma injusta y condenado a muerte,
Platón decidió huir hacia la ciudad de Mégara, en Ática. Aunque él no había cometido delito
alguno huye por miedo a ser juzgado dados sus vínculos tan cercanos y profundos con su
maestro Sócrates. Se cree que debió permanecer en Mégara durante unos tres años donde
tuvo la oportunidad de relacionarse con Euclides de Mégara y la escuela de filosofía de esa
ciudad.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Después de Mégara viajó a Egipto y, posteriormente, se trasladó a la región de Cirenaica,


actual Libia. Ahí pudo relacionarse con el matemático Teodoro y con el filósofo Aristipo de
Cirene. Tras su estancia en Cirenaica, Platón viajó hasta Italia, donde tenía la intención de
conocer a Arquitas de Tarento, un polifacético hombre de saber que presumía de ser
matemático, estadista, astrónomo y filósofo. No obstante, cabe decir que hay fuentes que
consideran que, tras estar en Cirenaica, viajó directamente a Atenas.
En torno al 388 a.C. Platón viajó hasta la isla de Sicilia, en cuya capital, Siracusa, conoció a
Dión, cuñado de Dionisio I, rey de la ciudad. Dión era admirador de los filósofos que seguían
las enseñanzas de Sócrates e informó al rey de la presencia de Platón. El rey, intrigado por
tan interesante visita, mandó llamar al filósofo a su palacio. Pese al interés inicial, la relación
entre ambos no debió ser muy buena porque, aunque no se saben los motivos, Dionisio I
terminó expulsando a Platón.
En su segundo exilio, el filósofo se vio obligado a salir de Siracusa a bordo de una nave
espartana, haciendo parada en Aegina. Por aquel entonces Aegina y Atenas estaban en
guerra y, al hacer escala, Platón acabó siendo convertido esclavo en esa primera ciudad. Por
fortuna, posteriormente fue rescatado por Anníceris, un filósofo de la escuela cirenaica quien
había conocido cuando estuvo en Cirene.
Platón regresaría a Atenas cerca del año 387 a.C., donde aprovecharía para fundar su
institución más conocida: la Academia. La construyó a las afueras de Atenas, junto a un jardín
dedicado al héroe Academo, motivo por el cual recibió semejante nombre.
Esta institución era una especie de secta de sabios organizadas con sus reglamentos que,
además, contaba con una residencia de estudiantes, biblioteca, aulas y seminarios
especializados. Esta academia sería un modelo para las posteriores universidades de la Edad
Media.
En 367 a.C. Dioniosio I de Siracusa fallece, heredando el trono a su hijo Dionisio II. Dión
consideró oportuno hacer regresar a Platón para que se convirtiera en el tutor del recién
coronado rey y lo volvió a invitar a venir a Sicilia. Naturalmente, Platón tenía sus reservas,
puesto que de allí había sido expulsado y, por una serie de desafortunados eventos, acabó
siendo hecho esclavo en su huída. Aun así se atrevió a viajar hasta Siracusa y aceptó el
ofrecimiento, dejándole a Eudoxo la dirección de la Academia.
Una vez hubo llegado Platón a Siracusa, Dionisio II desconfió tanto del filósofo como de
Dión. Consideró que estos dos eran una competencia para él y su trono, así que muy pronto
tomó acciones y acabó desterrándolos, aunque sin negar del todo un eventual regreso.
Primero expulsó a Dión y después a Platón, otra vez.
Platón volvió directamente a Atenas y se quedó ahí hasta el año 361 a.C. cuando Dionisio II
volvió a invitarlo. Platón no se fiaba para nada y decidió ir en compañía de algunos discípulos,
dejando esta vez al cargo de la Academia Heráclides Póntico. En un inesperado giro de los
acontecimientos Dionisio II volvió a ver en Platón una amenaza y, esta vez, decidió apresarlo.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Por fortuna, Platón fue rescatado con la ayuda de Arquitas de Tarento. A partir de entonces,
desconfiado de cualquiera exterior a la ciudad de Atenas y sus invitaciones, el filósofo decidió
dedicarse por completo a la Academia, dirigiéndola hasta su muerte, entre los años 348 o 347
a.C. Platón estuvo muy influenciado por la filosofía de Pitágoras ya desde sus inicios. Para
Platón era el alma, y no el cuerpo, lo que realmente significaba la verdadera esencia del ser.
De hecho, opinaba que el cuerpo no era más que un embalaje que estorbaba en nuestra
búsqueda de la verdad y limitaba la libre expresión de nuestro ser. El alma era una entidad
lastrada por el mundo físico y de los sentidos.
Platón era de la opinión que el alma venía de un mundo elevado, una dimensión en donde
esta habría tenido contacto con la verdad. En algún momento, el alma se entregó a los bajos
placeres y, como resultado de ello, se vio obligada a reducirse al mundo físico y conocido,
quedando aprisionada dentro del cuerpo.
En su teoría de las tres partes considera que el alma posee tres facultades: la impulsividad,
la racionalidad y el elemento pasional.
La facultad impulsiva estaba vinculada con la capacidad de dar órdenes y, también, a la
fuerza de voluntad. Estaba relacionada con la fortaleza y el ímpetu, a la vez que con la
ambición y la rabia.
La facultad de la racionalidad era, según Platón, la facultad superior de entre todas las
demás. La relacionaba con la inteligencia y la sabiduría y, de acuerdo con él, eran los filósofos
quienes la tenían más desarrollada.
La facultad pasional, por contra, era la más inferior de todas y estaba relacionada con el
impulso natural de evitar el dolor y buscar el placer. Platón indicaba que este era el elemento
que promovía el gusto por los bienes materiales, lo cual obstaculizaba al alma en su
búsqueda de la verdad y la esencia de las cosas.
Para Platón existían lo que podríamos denominar dos tipos de realidades. Por un lado
tenemos el ámbito real, que estaba formado por el mundo de las ideas, y por el otro tenemos
el ámbito semirreal, conformado por el mundo de lo material y sensible. Según Platón el
mundo de las ideas es eterno, no supeditado ni al tiempo ni al espacio, pudiéndose entender
como la verdadera esencia de lo real. En cambio, el mundo semirreal es imperfecto, ambiguo,
inestable y tiene límites que dependen del espacio y del tiempo.
Así pues, Platón otorgaba al concepto de las ideas una noción relacionada con aquellos
elementos universales, los cuales sirven de modelos que constituyen verdades que se
mantienen en el tiempo. Para él las ideas eran conceptos como la virtud, la belleza, la
igualdad y la verdad, es decir, conceptos abstractos y conceptualmente perfectos, bien
definidos.
El mito de la caverna es, seguramente, la mejor alegoría para comprender la dualidad
expuesta por Platón en su filosofía. En este mito se explica que existe un ámbito vinculado
con las ideas, que es ininteligible, y existe otro que está totalmente asociado al mundo
sensible, que sería el que experimentamos los seres de carne y hueso. El interior de la
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

caverna representa el mundo sensible, mientras que la vida fuera de ella estaría relacionada
con el mundo de las ideas.
Para Platón, vivir dentro de la caverna implica vivir en un mundo lleno de oscuridad y estar
sometido completamente a los placeres mundanos. El acto de conseguir salir de la caverna es
la representación de dejar atrás la búsqueda de placeres e ir en búsqueda del conocimiento,
de las ideas reales. Es decir, salir de la caverna es sinónimo de priorizar la razón por delante
de la impulsividad y el placer. A medida que más alejados nos encontremos de la caverna,
más conocimiento logramos y más cerca estamos de la verdad.
Platón separa lo “real” en dos mundos opuestos. Por un lado, tenemos lo positivo, que viene
representado por el alma, lo inteligible y el cielo, mientras que por el otro tenemos lo negativo,
representado por el cuerpo, la tierra y lo sensible. Es decir, lo positivo era el mundo de las
ideas, mientras que lo negativo era el mundo físico. A partir de estas reflexiones relaciona
estas ideas con cómo debería ser el Estado ideal, en el que Platón estableció una división en
cuanto a la conformación del alma humana.
Las tres facultades del alma se ubican en tres lugares distintos en el cuerpo. La razón se
encuentra en la cabeza, el coraje o la facultad impulsiva se encuentra en el corazón y la
facultad pasional o el apetito se encuentra en la parte baja del abdomen. Estas tres facultades
y las estructuras en las que se hospedan son las que mueven al hombre y lo inclinan hacia
sus decisiones.
Según Platón, el hombre que se dedicara a gobernar debía ser aquel quien dominara la
razón y la sabiduría por encima de las otras dos facultades. Es decir, el buen gobernante era
aquel quien poseyera un alma con tendencia a buscar la verdad. Es aquí donde defendía la
idea de que los buenos gobernantes debían ser filósofos, es decir, hombres que priorizaran la
razón por delante de las otras dos facultades, o que al menos los reyes filosofaran tratando de
buscar la verdad para traer prosperidad a su tierra.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

ARISTOTELES
Aristóteles nació en el año 384 a.C. en Estagira, una pequeña localidad macedonia cercana
al monte Athos; de su población natal procede una designación habitual para referirse al
filósofo: el Estagirita. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de
Filipo II de Macedonia y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. Nicómaco pertenecía a la
familia de los Asclepíades, que se reclamaba descendiente del dios fundador de la medicina y
cuyo saber se transmitía de generación en generación. Ello invita a pensar que Aristóteles fue
iniciado de niño en los secretos de la medicina, y que de ahí le vino su afición a la
investigación experimental y a la ciencia positiva. Huérfano de padre y madre en plena
adolescencia, fue adoptado por Proxeno, al cual podría mostrar años después su gratitud
adoptando a un hijo suyo llamado Nicanor.
En el año 367, es decir, cuando contaba diecisiete años de edad, fue enviado a Atenas para
estudiar en la Academia de Platón. No se sabe qué clase de relación personal se estableció
entre ambos filósofos, pero, a juzgar por las escasas referencias que hacen el uno del otro en
sus escritos, no cabe hablar de una amistad imperecedera. Lo cual, por otra parte, resulta
lógico si se tiene en cuenta que la filosofía de Aristóteles iba a fundarse en una profunda
crítica al sistema filosófico platónico. Ambos partían de Sócrates y de su concepto de eidos,
pero las dificultades de Platón para insertar en el mundo real su mundo eidético, el mundo de
las Ideas, obligaron a Aristóteles a ir perfilando términos como «sustancia», «materia» y
«forma», que le alejarían definitivamente de la Academia. En cambio es absolutamente falsa
la leyenda según la cual Aristóteles se marchó de Atenas despechado porque Platón, a su
muerte, designase a su sobrino Espeusipo para hacerse cargo de la Academia: por su
condición de macedonio, Aristóteles no era legalmente elegible para ese puesto.
A la muerte de Platón, acaecida en el 348, Aristóteles contaba treinta y seis años de edad,
había pasado veinte de ellos simultaneando la enseñanza con el estudio y se encontraba en
Atenas, como suele decirse, sin oficio ni beneficio. Así que no debió de pensárselo mucho
cuando supo que Hermias de Atarneo, un soldado de fortuna griego (por más detalles,
eunuco) que se habla apoderado del sector noroeste de Asia Menor, estaba reuniendo en la
ciudad de Axos a cuantos discípulos de la Academia quisieran colaborar con él en la
helenización de sus dominios.
Aristóteles se instaló en Axos en compañía de Jenócrates de Calcedonia, un colega
académico, y de Teofrasto, discípulo y futuro heredero del legado aristotélico.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

El Estagirita pasaría allí tres años apacibles y fructíferos, dedicándose a la enseñanza, a la


escritura (gran parte de su Política la redactó allí) y a la vida doméstica. Primero se casó con
una sobrina de Hermias llamada Pitias, con la que tuvo una hija. Pitias debió de morir muy
poco después y Aristóteles se unió a otra estagirita, de nombre Erpilis, que le dio un hijo,
Nicómaco, al que dedicaría su Ética. Dado que el propio Aristóteles dejó escrito que el varón
debe casarse a los treinta y siete años y la mujer a los dieciocho, resulta fácil deducir qué
edades debían de tener una y otra cuando se unió a ellas.
Tras el asesinato de Hermias, en el 345, Aristóteles se instaló en Mitilene (isla de Lesbos),
dedicándose, en compañía de Teofrasto, al estudio de la biología. Dos años más tarde, en el
343, fue contratado por Filipo II de Macedonia para que se hiciese cargo de la educación de
su hijo Alejandro, a la sazón de trece años de edad. Tampoco se sabe mucho de la relación
entre ambos, ya que las leyendas y las falsificaciones han borrado todo rastro de verdad. De
ser cierto el carácter que sus contemporáneos atribuyen a Alejandro (al que tachan
unánimemente de arrogante, bebedor, cruel, vengativo e ignorante), no se advierte rasgo
alguno de la influencia que Aristóteles pudo ejercer sobre él. Como tampoco se advierte la
influencia de Alejandro Magno sobre su maestro en el terreno político: años después, mientras
Aristóteles seguía predicando la superioridad de la ciudad-estado, su presunto discípulo
establecía las bases de un imperio universal sin el que, al decir de los historiadores, la
civilización helénica hubiera sucumbido mucho antes.
Poco después de la muerte de Filipo (336 a.C.), Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de
Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Conociendo el carácter
vengativo de su discípulo, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de Estagira,
trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de Teofrasto, el Liceo,
una institución pedagógica que durante años habría de competir con la Academia platónica,
dirigida en ese momento por su viejo camarada Jenócrates de Calcedonia.
Los once años que median entre su regreso a Atenas y la muerte de Alejandro, en el 323,
fueron aprovechados por Aristóteles para llevar a cabo una profunda revisión de una obra
que, al decir de Hegel, constituye el fundamento de todas las ciencias. Para decirlo de la
forma más sucinta posible, Aristóteles fue un prodigioso sintetizador del saber, tan atento a las
generalizaciones que constituyen la ciencia como a las diferencias que no sólo distinguen a
los individuos entre sí, sino que impiden la reducción de los grandes géneros de fenómenos y
las ciencias que los estudian. Los seres, afirma Aristóteles, pueden ser móviles e inmóviles, y
al mismo tiempo separados (de la materia) o no separados.
La ciencia que estudia los seres móviles y no separados es la física; la de los seres
inmóviles y no separados es la matemática, y la de los seres inmóviles y separados, la
teología.
La amplitud y la profundidad de su pensamiento son tales que fue preciso esperar dos mil
años para que surgiese alguien de talla parecida. Después de que, en el siglo XIII, Santo
Tomás de Aquino integrase sus doctrinas en la teología cristiana, la autoridad del Estagirita
llegó a quedar tan establecida e incuestionada como la que ejercía la Iglesia, y tanto en la
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

ciencia como en la filosofía todo intento de avance intelectual tendría que empezar con un
ataque a cualquiera de los principios filosóficos aristotélicos. Sin embargo, el camino seguido
por el pensamiento de Aristóteles hasta alcanzar su posterior preeminencia es tan asombroso
que, aun descontando lo que la leyenda haya podido añadir, parece un argumento de novela
de aventuras.
Con la muerte de Alejandro en el 323, se extendió en Atenas una oleada de nacionalismo
(antimacedonio) desencadenado por Demóstenes, hecho que le supuso a Aristóteles
enfrentarse a una acusación de impiedad. No estando en su ánimo repetir la aventura de
Sócrates, Aristóteles se exilió a la isla de Chalcis, donde murió en el 322. Según la tradición,
Aristóteles cedió sus obras a Teofrasto, el cual las cedió a su vez a Neleo, quien las envió a
casa de sus padres en Esquepsis sólidamente embaladas en cajas y con la orden de que las
escondiesen en una cueva para evitar que fuesen requisadas con destino a la biblioteca de
Pérgamo.
Muchos años después, los herederos de Neleo las vendieron a Apelicón de Teos, un filósofo
que se las llevó consigo a Atenas. En el 86 a.C., en plena ocupación romana, Lucio Cornelio
Sila se enteró de la existencia de esas cajas y las requisó para enviarlas a Roma, donde
fueron compradas por Tiranión el Gramático. De mano en mano, las obras fueron sufriendo
sucesivos deterioros hasta que, en el año 60 a.C., fueron adquiridas por Andrónico de Rodas,
el último responsable del Liceo, quien procedió a su edición definitiva.
A Andrónico se debe, por ejemplo, la introducción del término «metafísica». En su
ordenación de la obra aristotélica, Andrónico situó, a continuación de los libros sobre la física,
una serie de tratados que agrupó bajo el título de Metafísica, rótulo anodino que significaba
literalmente "después de la física" y que pasaría posteriormente a designar esta rama
fundamental de la filosofía. Aristóteles nunca empleó ese término; los tratados así titulados
versaban sobre lo que el Estagirita llamaba «filosofía primera».
Con la caída del Imperio romano, las obras de Aristóteles, como las del resto de la cultura
grecorromana, desaparecieron hasta que, bien entrado el siglo XII, fueron recuperadas por el
árabe Averroes, quien las conoció a través de las versiones sirias, árabes y judías. Del total
de 170 obras que los catálogos antiguos recogían, sólo se han salvado 30, que vienen a
ocupar unas dos mil páginas impresas.
La mayoría de ellas proceden de los llamados escritos «acroamáticos», concebidos para ser
utilizados como tratados en el Liceo y no para ser publicados. En cambio, se ha perdido la
mayor parte de las obras publicadas en vida del propio Aristóteles, escritas (a menudo en
forma diálogos) para el público general.
Olga Susana Villegas Sarmiento Psicología 23/07/2022

Alejandro Magno y Aristóteles

También podría gustarte