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SOCRATES

Pese a que no dejó ninguna obra escrita y son escasas las ideas que
pueden atribuírsele con seguridad, Sócrates es una figura capital del
pensamiento antiguo, hasta el punto de ser llamados presocráticos los
filósofos anteriores a él. Rompiendo con las orientaciones predominantes
anteriores, su reflexión se centró en el ser humano, particularmente en la
ética, y sus ideas pasaron a los dos grandes pilares sobre los que se asienta
la historia de la filosofía occidental: Platón, que fue discípulo directo suyo,
y Aristóteles, que lo fue a su vez de Platón. Pocas cosas se conocen con
certeza de la biografía de Sócrates. Fue hijo de una comadrona, Faenarete,
y de un escultor, Sofronisco, emparentado con Arístides el Justo. En su
juventud siguió el oficio de su padre y recibió una buena instrucción; es
posible que fuese discípulo de Anaxágoras, y también que conociera las
doctrinas de los filósofos eleáticos (Jenófanes, Parménides, Zenón) y de la
escuela de Pitágoras.
Aunque no participó directamente en la política, cumplió ejemplarmente
con sus deberes ciudadanos. Sirvió como soldado de infantería en las
batallas de Samos (440), Potidea (432), Delio (424) y Anfípolis (422),
episodios de las guerras del Peloponeso en que dio muestras de resistencia,
valentía y serenidad extraordinarias. Fue maestro y amigo de Alcibíades,
militar y político que cobraría protagonismo en la vida pública ateniense
tras la muerte de Pericles; en la batalla de Potidea, Sócrates salvó la vida a
Alcibíades, quien saldó su deuda salvando a Sócrates en la batalla de Delio.

Con los bienes que le dejó su padre al morir pudo vivir modesta y
austeramente, sin preocupaciones económicas que le impidiesen dedicarse
al filosofar. Se tiene por cierto que Sócrates se casó, a una edad algo
avanzada, con Xantipa, quien le dio dos hijas y un hijo. Cierta tradición ha
perpetuado el tópico de la esposa despectiva ante la actividad del marido y
propensa a comportarse de una manera brutal y soez. En cuanto a su
apariencia, siempre se describe a Sócrates como un hombre rechoncho, con
un vientre prominente, ojos saltones y labios gruesos, del mismo modo que
se le atribuye también un aspecto desaliñado.

La mayor parte de cuanto se sabe sobre Sócrates procede de tres


contemporáneos suyos: el historiador Jenofonte, el comediógrafo
Aristófanes y el filósofo Platón. Jenofonte retrató a Sócrates como un sabio
absorbido por la idea de identificar el conocimiento y la virtud, pero con
una personalidad en la que no faltaban algunos rasgos un tanto
vulgares. Aristófanes lo hizo objeto de sus sátiras en una comedia, Las
nubes (423), donde es caricaturizado como engañoso artista del discurso y
se le identifica con los demás representantes de la sofística, surgida al calor
de la consolidación de la democracia en el siglo de Pericles. Estos dos
testimonios matizan la imagen de Sócrates ofrecida por Platón en
sus Diálogos, en los que aparece como figura principal, una imagen que no
deja de ser en ocasiones excesivamente idealizada, aun cuando se
considera que posiblemente sea la más justa.
Al parecer, y durante buena parte de su vida, Sócrates se habría dedicado a
deambular por las plazas, mercados, palestras y gimnasios de Atenas,
donde tomaba a jóvenes aristócratas o a gentes del común (mercaderes,
campesinos o artesanos) como interlocutores para sostener largas
conversaciones, con frecuencia parecidas a largos interrogatorios. Este
comportamiento correspondía, sin embargo, a la esencia de su sistema de
enseñanza, la mayéutica.
Al prescindir de las preocupaciones cosmológicas que habían ocupado a sus
predecesores desde los tiempos de Tales de Mileto, Sócrates imprimió un giro
fundamental en la historia de la filosofía griega, inaugurando el llamado
periodo antropológico. La cuestión moral del conocimiento del bien estuvo
en el centro de las enseñanzas de Sócrates. Como se ha visto, el primer
paso para alcanzar el conocimiento consistía en la aceptación de la propia
ignorancia, y en el terreno de sus reflexiones éticas, el conocimiento juega
un papel fundamental. Sócrates piensa que el hombre no puede hacer el
bien si no lo conoce, es decir, si no posee el concepto del mismo y los
criterios que permiten discernirlo.

El ser humano aspira a la felicidad, y hacia ello encamina sus acciones. Sólo
una conducta virtuosa, por otra parte, proporciona la felicidad. Y de entre
todas las virtudes, la más importante es la sabiduría, que incluye a las
restantes. El que posee la sabiduría posee todas las virtudes porque, según
Sócrates, nadie obra mal a sabiendas: si, por ejemplo, alguien engaña al
prójimo es porque, en su ignorancia, no se da cuenta de que el engaño es
un mal. El sabio conoce que la honestidad es un bien, porque los beneficios
que le reporta (confianza, reputación, estima, honorabilidad) son muy
superiores a los que puede reportarle el engaño (riquezas, poder, un
matrimonio conveniente).

El ignorante no se da cuenta de ello: si lo supiese, cultivaría la honestidad y


no el engaño. En consecuencia, el hombre sabio es necesariamente
virtuoso (pues conocer el bien y practicarlo es, para Sócrates, una misma
cosa), y el hombre ignorante es necesariamente vicioso. De esta
concepción es preciso destacar que la virtud no es algo innato que surge
espontáneamente en ciertos hombres, mientras que otros carecen de ella.
Todo lo contrario: puesto que la sabiduría contiene las demás virtudes, la
virtud puede aprenderse; mediante el entendimiento podemos alcanzar la
sabiduría, y con ella la virtud.

De este modo, la sabiduría, la virtud y la felicidad son inseparables.


Conocer el bien nos lleva a observar una conducta virtuosa, y la conducta
virtuosa conduce a la dicha. La felicidad no radica en el placer (la ética
socrática no es hedonista), a no ser que se considere como placer algo
mucho más elevado: la íntima paz y satisfacción que produce la vida
virtuosa. En palabras de Sócrates citadas por Jenofonte, ningún placer
supera al de «sentirse transformado en mejor y contribuir al mejoramiento
de los amigos». La vida virtuosa lleva al equilibrio y a la perfección
humana, a la libertad interior y a la autonomía respecto a lo que nos
esclaviza, y mediante ella se consigue la paz del alma, el gozo íntimo
imperturbable, la satisfacción interior que nos acerca a lo divino.

Sin embargo, en los Diálogos de Platón resulta difícil distinguir cuál es la


parte de lo expuesto que corresponde al Sócrates histórico y cuál pertenece
ya a la filosofía de su discípulo. Sócrates no dejó doctrina escrita, ni
tampoco se ausentó de Atenas (salvo para servir como soldado), contra la
costumbre de no pocos filósofos de la época, y en especial de los sofistas.
Si, como parece, las ideas éticas antes expuestas son del propio Sócrates,
su filosofía se sitúa en la antípodas del escepticismo y del relativismo moral
de los sofistas (Protágoras, Gorgias), pese a lo cual, y a causa de su pericia
dialéctica, pudo ser considerado en su tiempo como uno de ellos, tal y
como refleja la citada comedia de Aristófanes.
Con su conducta, Sócrates se granjeó enemigos que, en el contexto de
inestabilidad en que se hallaba Atenas tras las guerras del Peloponeso,
acabaron por considerar que su amistad era peligrosa para aristócratas
como sus discípulos Alcibíades o Critias; oficialmente acusado de impiedad
y de corromper a la juventud, fue condenado a beber cicuta después de
que, en su defensa, hubiera demostrado la inconsistencia de los cargos que
se le imputaban. Según relata Platón en la Apología que dejó de su maestro,
Sócrates pudo haber eludido la condena, gracias a los amigos que aún
conservaba, pero prefirió acatarla y morir, pues como ciudadano se sentía
obligado a cumplir la ley de la ciudad, aunque en algún caso, como el suyo,
fuera injusta; peor habría sido la ausencia de ley. La serenidad y la
grandeza de espíritu que demostró en sus últimos instantes están
vivamente narradas en las últimas páginas del Fedón.
PLATON
Arístocles de Atenas, más conocido como Platón, perteneció a una familia noble.
Aristón, su padre, decía que era descendiente del último rey de Atenas. Su madre,
Perictione o Períctiona, era familia del antiguo legislador griego Solón. Tuvo dos
hermanos y una hermana. En su infancia y juventud, Grecia pasaba por un
momento difícil: los problemas de la democracia de Atenas y la Guerra del
Peloponeso. Esta agitada situación lo era aún más en la familia de Platón. Su
madre era hermana y prima de dos miembros de la dictadura de los Treinta
Tiranos que terminaron quitando el poder a Atenas después de la Guerra.

Se cree que Platón se inició en la filosofía con las teorías del heraclíteo Crátilo. Sin
embargo, cuando tenía unos 20 años conoció a Sócrates, de unos 60. A partir de
ese momento, Sócrates se convirtió en su maestro.Sócrates, de carácter irónico y
escéptico, animaba a sus vecinos a unirse en las charlas que organizaba en la
calle a que se preguntaran dónde residía la verdad auténtica. En el 399 a.C.,
Sócrates fue condenado a muerte por impiedad, acusado de introducir nuevos
dioses y por corromper a los jóvenes con sus ideas. Este hecho dejó destrozado a
Platón, que huyó de Atenas. Durante sus años fuera de Atenas, Platón se dedicó a
viajar. Sus viajes más conocidos fueron a Sicilia, donde llegó a ir hasta tres veces.
Allí estuvo aconsejando políticamente a los tiranos de Siracusa, Dioniso I y a su
hijo, Dionisio II. Sin embargo, fracasó en su intento de participar en política. Se
cree que pasó un tiempo como prisionero de unos piratas. Después pudo regresar
a Atenas, donde fundó la escuela filosófica la Academia, a las afueras de Atenas,
en torno al 387 a.C.

A Platón se le considera el padre de la filosofía occidental. Muchos creen que con


él la filosofía griega alcanzó su madurez. Para el filósofo y matemático Alfred
North Whitehead “la filosofía occidental son notas a pie de página de los escritos
de Platón”. Contrariamente a lo que sucedió con Sócrates, se conservan todos los
escritos de Platón. La mayor parte de su obra está escrita en forma de diálogos.
Escribió más de treinta a lo largo de unos 50 años. Durante los primeros años, sus
textos, conocidos como “socráticos”, versaban sobre la moralidad y eran más
breves. De esta época destacan Trasímaco o Critón.

En los diálogos de transición y de madurez, más cuidados y algunos con tintes


políticos, Platón expuso la Teoría de la reminiscencia y la Teoría de las Ideas.
Esta última viene a decir que más allá del mundo de los objetos físicos, “mundo
sensible”, existe un “mundo inteligible” construido por las ideas. Para Platón las
ideas eran perfectas, eternas e inmateriales. En este mundo, la idea que gobierna
sobre todas es la del Bien. Quizá, de estos diálogos, el más popular de todos
es La República. En esta obra, para muchos considerada la más compleja,
describió esta teoría a través de El mito de la caverna. En este mito o alegoría,
una serie de hombres están prisioneros en una cueva, encadenados a un muro.
Desde que eran pequeños no han visto nada más que sombras de objetos
proyectadas en la pared. Para los prisioneros, las sombras son la única verdad o
realidad («mundo sensible»). Uno de ellos es liberado y ve el mundo real («mundo
inteligible») y queda completamente fascinado. Se dio cuenta de que lo que creía
como real solo eran sombras de la verdad. Al volver a la cueva, le cuenta su
descubrimiento al resto de prisioneros, pero ninguno le cree. Todos piensan que,
al salir, ha enloquecido. Tras esta etapa, llegaron los diálogos de la vejez. En
ellos, Platón revisó sus teorías anteriores y se centró en problemas propios de la
dialéctica. También introdujo temas sobre naturaleza y medicina. El último que
escribió y que no pudo revisar antes de morir fue Leyes.La primera academia de la
historia debe su nombre Academo, ya que el terreno donde se construyó estaba
consagrado a este héroe. Contaba con biblioteca y habitaciones para los
estudiantes y se dedicó a los estudios superiores. La Academia sirvió como
modelo para otras escuelas posteriores, como el Liceo de Aristóteles, que antes
había sido alumno y discípulo de Platón. En su frontispicio se leía “Aquí no entra
nadie que no sepa geometría”. Tras estar activa durante más de nueve siglos,
emperador Justiniano la cerró definitivamente en el siglo VI d.C. Como emperador
cristiano romano, en 529 prohibió la enseñanza de la filosofía griega.

INVESTIGACION POR CRISTIAN FERNANDEZ SANTIAGO

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