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Período Pre-Revolucionario

(1808-1810)

Los grupos políticos en Buenos Aires


Bibliografía: García Belsunce

El tema en nuestra historiografía

Durante mucho tiempo se sostuvo la existencia de un solo grupo revolucionario, constituído por la denominada
“Sociedad de los Siete”, idea convertida en mito y defendida por el normalismo (movimiento de ideas surgido de las
escuelas Normales a partir de 1870, mezcla de liberalismo, positivismo y laicismo; principal sostenedor de la
denominada historia oficial). Según la versión más difundida, perteneciente a GROUSSAC, la misma estaba
integrada por Nicolás Rodríguez Peña, Manuel Belgrano, Juan José Paso, Agustín Donado, Manuel Alberti, Juan
José Castelli e Hipólito Vieytes.
En 1941 JUAN CANTER, en su trabajo “Las sociedades secretas y literarias” , da el punto de inicio para la
revisión de este concepto. Para él, “La Sociedad de los Siete” es un mito repetido por una tradición de errores.
Según él, la Revolución de Mayo fue el resultado de la acción conjunta de varios grupos políticos divergentes que
coincidieron en un objetivo en común. Sin embargo, su pretensión de explicar la constitución de los grupos a través
de los votos en el Cabildo, resulta hoy insuficiente.
En las diversas obres que se han publicado posteriormente sobre el tema encontramos diferentes posturas:
EDMUNDO M. NARANCIO: Reconoce la existencia de dos tendencias. Unos, partidarios del
mantenimiento del régimen existente sin variantes. Otros, partidarios de reformas más o menos
avanzadas, desde simples liberales que aspiran a conseguirlas dentro de la estructura monárquica,
hasta partidarios de la independencia.
ENRRIQUE WILLIAMS ÁLZAGA: dos partidos revolucionarios. Uno, encabezado por Martín de
Älzaga y apoyado desde Montevideo por Francisco Javier de Elío, que aspira a la independencia
(desde la España francesa sometida a Napoleón). Otro, inducido por Belgrano aspira a monarquía
constitucional con la Infanta Carlota como regente.
RAMALLO: se debe reconocer una diferenciación en el segundo grupo mencionado, quedando
constituida la división de los americanos en: a. “Civil”, liderado por Castelli (no por Belgrano, o tal
vez por los dos) y b. “Militar”, encabezado por Cornelio de Saavedra. Así considera que existen tres
grupos revolucionarios, que si bien tienen sus orígenes en las invasiones inglesas, se estructuran
definitivamente en 1808, al conocerse los sucesos críticos de la Península. Además de estos se
debe tener en cuenta el partido “metropolitano o regalista ” enemigo de la revolución.

Caracterización de los grupos

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GRUPO DE ÁLZAGA

Integrantes:
Fundamentalmente son españoles europeos, dirigidos por Martín de Álzaga: Juan Antonio de Santa (militar);
Francisco de Neyra y Arellano (militar); Jacobo Varela (militar); entre otros.
En su mayoría son a la vez comerciantes que integran así mismo el Cabildo y el Consulado.

También se alinearon algunos profesionales americanos como Mariano Moreno y Julián de Leiva.

Denominaciones:

Se los conoció como Partido del Cabildo (Juan Manuel Beruti); Partido Republicano (José Presas) por su
oposición a la monarquía; Partido de las Juntas (Enrique de Gandía) por su adhesión a este sistema; Partido de los
Morenos, porque el movimiento de enero de 1809 que encabezaron fue apoyado por negros y mulatos y Partido de
los Sarracenos (Saturnino Rodríguez Peña).

Ideas y Objetivos:

Auténticamente conservador. Defiende al Virreinato de las invasiones inglesas como parte del territorio español,
pretendiendo conservarlo para España o al menos para los españoles en América.
Su manifestación más antigua se puede encontrar en la destitución de Sobre Monte (García Belsunce).

Buscaban la independencia del Río de la Plata, pero bajo un gobierno de españoles y bajo un sistema
republicano. Desde lo social son conservadores y buscan una sociedad dominada por los peninsulares y excluyente
de todo elemento nativo de los centros de poder político, económico y social. (García Belsunce)

GRUPO DE CASTELLI

Integrantes:
Principalmente: Manuel Belgrano, Pinolito Vieytes, Saturnino Rodríguez Peña (en un principio); Francisco Paso;
Nicolás Rodríguez Peña; Antonio Luis Berutti; Juan José Paso; Domingo French.

Denominaciones:

Partido Carlotísta; Partido Independiente; Partido Mirandísta (por su vinculación con el venezolano).

Ideas y Objetivos:

Pretenden aprovechar las invasiones inglesas, llegando a un entendimiento con los jefes británicos –Beresford-
para lograr la independencia y acabar con la discriminación de la que eran objeto los españoles americanos.
Fracasado ese intento, buscarán siempre una solución extranjera hasta coincidir, por necesidad, con la solución
nacional de Saavedra.
Generalmente son Universitarios, imbuidos del ideario de la Ilustración. Muchos de ellos carecen de arraigo en la
población y no pertenecen a familias tradicionales. Salvo excepciones, no son militares. Constituyen una fuerza
distinta que va a destacarse por su cultura y por la difusión de un pensamiento modernista e innovador.

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Según Jaime Delgado, pueden paragonarse con los afrancesados de Cádiz, es decir, aquéllos que rechazando
el dominio francés y el cambio de dinastía fueron ideológicamente afrancesados y defendieron el liberalismo político
y el librecambio económico.
Es el más antiguo de todos, según GARCÍA BELSUNCE, sus signos se perciben ya desde 1803, adquiriendo
forma en 1806.

Son partidarios en su mayoría de una monarquía constitucional y su adhesión a la casa reinante en España da a
su acción un matiz conservador. Pero esta posición, reformista en lo social y conservadora en lo político, iba a
deslizarse en 1810 hacia una postura más avanzada políticamente, cuando el grupo decide adoptar el principio de
las Juntas, que había combatido tenazmente el año anterior cuando éstas servían a fines contrarios a los suyos. Sin
embargo, algunos de sus hombres no abandonaron sus convicciones monárquicas. Belgrano se manifestó durante
las gestiones ante la Infanta Carlota como contrario a las formas republicanas (García Belsunce).

GRUPO DE SAAVEDRA

Integrantes:
Martín Rodríguez, Juan José Viamonte, Juan Florencio Terrada, Pedro Andrés García, Juan Ramón Balcarce y
otros.

Ideas y Objetivos:

Contrariamente a los que considera Ramallo, GARCÍA BELSUNCE, considera que no llega a constituir un grupo
político propiamente dicho y con objetivos propios, lo considera un subgrupo del grupo de Castelli. Continúa
especificando que “… sus miembros comulgan en líneas generales con los propósitos del partido independentista, si
bien su adhesión a la princesa Carlota fue muy escasa por influencia de Saavedra, a quien aquella causa no
convencía…” (García Belsunce; Martiré; Pág. 245)

La importancia de este grupo fue fundamentalmente que eran los tentadores de la fuerza.

EL OFICIALISMO

Integrado en su mayoría por funcionarios de la Corona. Partidarios del orden establecido y de la personal
permanencia en los puestos de mando. Se proponía mantener el orden a toda costa, incluso al precio del
reconocimiento de las autoridades de la Península, cualesquiera que sean.
Por otra parte repudian todo intento de conmoción o independencia. Miembros notables de este grupo fueron los
miembros de la Real Audiencia. Liniers le daba el aporte de su personal popularidad, pero carecía de fuerza material
para reprimir a aquellos enemigos de la Corona o perniciosos para la paz del Estado.
Su línea fue conservadora en todos los planos.

Santiago Liniers y Bremond Virrey


Datos Biográficos

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Nació en Niort (Francia) hacia 1753 e ingresó muy joven en la Orden de Malta, donde recibió su formación
militar. Se vio beneficiado por el tercer Pacto de Familia (1761), que permitió a los franceses participar en las
empresas militares españolas en igualdad de derechos y obligaciones que los españoles. Tomó parte en una
campaña española en el norte de África. A su regreso ingresó en la escuela de guardias marinas de Cádiz. Siendo
alférez de fragata intervino en la toma de Mahón, cuando Menorca era posesión inglesa, en el sitio de Gibraltar y en
el ataque al puerto de Argel. Ascendido a capitán de fragata (1782) pasó a América. En 1788 fue destinado al
apostadero del Río de la Plata y durante la guerra entre España y Gran Bretaña (1769-1802) estuvo al mando de las
cañoneras que protegían la costa.

En su viaje de 1788 llevó a su hijo Luis y a su primera esposa, Juana de Menviel, con la que se había casado en
Málaga. Pero esta muere en 1790 y Liniers contrae enlace nuevamente, esta vez en Buenos Aires, con María
Martina Sarratea.

Dirigió la fortificación de Montevideo, y en 1796, obtiene como jefe de la escuadrilla española, el grado de
capitán de navío. En 1803 el virrey Joaquín del Pino y Rozas lo nombró gobernador de Misiones. Allí realizó un
importante estudio político y científico de la zona.

En 1804 fue nombrado por el virrey Rafael de Sobremonte jefe de la estación naval de Buenos Aires, pero pronto
fue trasladado a la Ensenada de Barragán. En el viaje a Buenos Aires muere su esposa María Martina. Se sentía
desplazado por otros oficiales españoles, pues creía tener méritos para un destino mejor.

Su hermano, el Conde de Liniers, participó en una conjuración con los ingleses para independizar el Río de la
Plata; más tarde siguió causándole problemas a su hermano, hasta su muerte en 1809.

Participó, como hemos detallado anteriormente, de forma activa en la lucha contra los ingleses durante las
invasiones que estos descargaron sobre Buenos Aires, gracias a lo cuál ganó mucha popularidad y fue nombrado
Virrey.

Al año siguiente, el Rey confirmó el nombramiento de Liniers como virrey. Pero se lo acusó luego de nepotismo,
cohecho y peculado, y la clase alta se mostró escandalizada por su romance con la bella mauriciana de origen
francés de apellido Perichon y apodada La Perichona.

Aunque proclamó a Fernando VII y rechazó la oferta de José I Bonaparte, se produjo un alzamiento del Cabildo,
promovido por Martín de Álzaga (enero de 1809), pidiendo al virrey la formación de juntas patrióticas. Intervinieron
además Manuel Belgrano, secretario del Consulado, y un grupo en Río de Janeiro que pretendía crear una
monarquía Borbónica en el Río de la Plata y coronar a la infanta Carlota Joaquina de Borbón, hermana de Fernando
VII y esposa del príncipe regente portugués don Juan de Braganza (futuro Juan VI). Liniers presentó la dimisión y la
Junta Central española nombró virrey a don Baltasar Hidalgo de Cisneros (febrero 1809). Liniers fue nombrado
conde de Buenos Aires.

Fue nombrado Conde de Buenos Aires, y se le permitió instalarse en una antigua estancia de los jesuitas en Alta
Gracia, provincia de Córdoba. En 1810 ya tenía listas las valijas para regresar a España, cuando llegó la noticia de la
Revolución de Mayo.

Cuando en mayo de 1810 estalló la revolución independentista, Liniers se hallaba en Córdoba e intentó
oponerse a los revolucionarios, pero fue apresadoYa el 28 de julio, la Junta había decidido el fusilamiento de los
cabecillas; sólo Manuel Alberti, por ser sacerdote, se abstuvo de firmar la orden. Pero los pedidos de clemencia de
las familias cordobesas y del Deán Gregorio Funes hicieron dudar a Ocampo. El Cabildo de Córdoba, ya en mano de
los revolucionarios, decidió entonces enviar a los presos a Buenos Aires. Los miembros de la Junta se
sorprendieron, ya que eso era mandarlo a la ciudad que lo tenía por un héroe, y podía suponer un gran peligro. Juan
José Castelli salió a su encuentro con orden terminante de fusilarlos:

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Vaya usted (le dijo Mariano Moreno a Castelli) y espero que no incursione en la misma debilidad que nuestro
general (Ocampo)... iré yo mismo si fuese necesario..."

El 26 de agosto, en el Monte de los Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, en el sudeste de


Córdoba, fue fusilado Liniers junto con los demás jefes de la resistencia (excepto el obispo Orellana). A raíz de este
hecho sus descendientes repudiaron el título de «Condes de Buenos Aires» que fue trocado —con anuencia de la
monarquía española— por «Condes de la Lealtad» (a los reyes españoles).

Después de haber hecho fusilar a Liniers y sus compañeros, Castelli ordenó enterrar los cadáveres en una zanja
al costado de la cercana iglesia de Cruz Alta. Sin embargo, cuando al día siguiente se retiraron los enviados de la
Junta, el cura de la iglesia los exhumó y enterró separadamente, individualizándolos con una cruz en la que se
escribió el nombre del fusilado.

En 1861, el presidente Santiago Derqui, que era deudo de uno de los ajusticiados, asumió la magistratura de la
Confederación Argentina y ordenó que las cenizas fueran remitidas a la ciudad de Paraná. El 17 de abril del mismo
año llegaron confundidas en una urna y se les efectuaron las exequias. Los dos hijos menores de Liniers, que
residían en España, le agradecieron "tan insigne acto de justicia, de magananimidad y sana política".

En junio de 1862, el cónsul español en Rosario expresó en una nota al Encargado del Poder Ejecutivo de la
Nación, el brigadier general Bartolomé Mitre, la satisfacción de Su Majestad por "el homenaje tributado al valor y a la
lealtad de los que sellaron con su sangre los juramentos que habían prestado al trono y a la patria" y además pedía
que "se pusiesen a disposición del consulado de Rosario los expresados restos mortales para trasladarlos a la
Península".

El gobierno argentino accedió a la solicitud en el mes de julio. La hija mayor de Liniers se quejó a Mitre y exigió
que los restos permanecieran en el país y fueran inhumados en la bóveda que la familia tenía en el cementerio de
Buenos Aires. Pero no logró convencerlo y tanto los restos de Liniers como de Gutiérrez de la Concha fueron
llevados a España, donde se los recibió con honores militares y fueron sepultados en Cádiz, en el Panteón de los
Muertos ilustres de San Carlos.

Características de su administración:

Cuando pasa a desempeñarse como virrey interino (confirmandoselo luego en dicho cargo desde España)
cuenta con 54 años de edad es viudo y posee nueve hijos y una escasa fortuna. GARCÍA BELSUNCE considera que
no tenía el carácter para dicho cargo a lo que se sumaron circunstancias políticas muy difíciles, de lo cuál resultó un
gobierno desosegado y personalmente penoso.

Un gran enemigo político del virrey fue Álzaga, con quién hubo recelos desde la época de Defensa de Buenos
Aires. Poco después de asumir el cargo Liniers fue permanentemente hostigado por el Cabildo, dado que este era
manejado por Álzaga. Las reacciones temperamentales del virrey, sus relaciones escandalosas con Anita Perichón,
y sobre todo su condición de francés fueron los distintos factores que jaquearon su gestión administrativa y su
conducción política.

El 28 de julio de 1808 llegó la primera noticia a Buenos Aires de la abdicación de Carlos IV, por lo que el virrey
procedió a ordenar la jura a Fernando VII, pero dos días después llegó la nueva de que el viejo rey había declarado
nula su abdicación y nombrado a Napolén árbitro del problema. Superando las rencillas existentes, Liniers se reunió
con la Audiencia y el Cabildo y decidieron suspender el juramento del nuevo rey hasta que llegasen noticias
aclaratorias, y así lo comunicó a Elío. En esos difíciles momentos, el 13 de agosto llegó a la capital del virreinato el
marqués de Sassenay, enviado personal de Napoleón ante Liniers. El prevenido virrey lo recibió en presencia de las
otras autoridades y todos juntos se enteraron por él de la abdicación de Fernando VII y de la designación de José
Bonaparte como rey. Se decidió reembarcar al embajador y ocultar las noticias. Como el reembarco se demorase, la

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cortesía de Liniers le dio ocasión de actuar imprudentemente entrevistándose nuevamente y a solas con el enviado
por Bonaparte.

La entrevista trascendió y las noticias del ascenso al trono de José Bonaparte también. El brigadier Goyeneche
trajo en esos mismos días la noticia del alzamiento de España contra los franceses. Elío, que se había adelantado a
jurar a Fernando VII desobedeciendo a Liniers, prendió a Sassenay en su paso de regreso por Montevideo. Las
alarmantes novedades hicieron inmediatamente sospechoso a Liniers por su nacionalidad francesa; dicha idea no se
borró de muchos, aún cuando el virrey tomó la decisión de jurar rápidamente a Fernando VII como rey de España.

El 24 de agosto Elío se manifestó en rebeldía y de acuerdo con él, unos días más tarde, el Cabildo de
Montevideo pidió que Liniers fuese depuesto.

El partido de Álzaga, apoyado en Elío y los tres batallones peninsulares, se preparó para dar un golpe. Liniers
recibió en septiembre una Justa Reclamación firmada por la infanta Carlota en la que solicitaba ser reconocida como
regente de los dominios españoles en América, con el objeto confesado de impedir la dominación francesa.
Temiendo una nueva maniobra de Portugal, rechazó la petición, fundado en haber jurado ya Fidelidad a Fernando
VII, y decide recurrir al único apoyo posible, los batallones criollos, a los que reclama fidelidad ante los peligros de
amenaza exterior. La respuesta favorable de los jefes criollos impide el golpe de Álzaga y conserva al virrey en su
puesto.

El 20 de Septiembre Castelli, Belgrano, Vieytes, Berutti y Nicolás Rodriguez Peña se dirigieron a la infanta,
lamentando el rechazo de sus pretensions “por motives realmente intrigantes” y consideran superiores e
incomparables los títulos de la infanta respecto de los de la Junta de Sevilla. Cuestionan en seguida la autoridad de
ésta, pues:

No se puede ver el medio de inducir un acto de necesaria dependencia de la América española


a la Junta de Sevilla; pues la constitución no precisa que unos reinos se sometan a otros …

También están contra Álzaga, puesto que este tampoco deseaba el dominio de la infanta. Rodríguez Peña,
exiliado en Río de Janeiro desde que ayudó a escapar a Beresford, comienza a trabajar en dicha ciudad pensando
en que la infanta entre primero al Plata como regente y luego se convierta en reina constitucional.

Garcia Belsunce, a quien seguimos en este segmento, especifica que la vida política del Río de la Plata se
mueve desde tres centros: Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires. En Río se entrechocaban sus políticas la
infanta, el regente, Inglaterra e intriga Saturnino Rodríguez Peña. En Montevideo, Elío se alza contra la autoridad
virreinal y apoya el movimiento de Álzaga, siguiendo el principio de Juntas; en Buenos Aires, en fin, el virrey, los dos
grupos políticos y los militares acomodan sus actitudes a las circunstancias.

Para octubre de 1808 la infanta decidió trasladarse al Río de la Plata con apoyo del almirante Smith y contra la
opinión del regente. Pero en noviembre Lord Strangford recibe la noticia confirmatoria de la alianza de Gran Bretaña
y España y desautoriza a Smith. La infanta se ve así bloqueada en sus proyectos, pero deseosa de obtener la
regencia opta por un imprevisto cambio de frente: el apoyo de Liniers para alcanzar el mismo objetivo, y con ese fin
denuncia a sus antiguos amigos y a su emisario inglés Paroissien.

Frustrado el intento y desengañados de la princesa el grupo criollo se encontró provisoriamente sin salida.

Asonada del 1º de enero de 1809:

Álzaga, seguro de sus propias fuerzas, se encaminó hacia su revolución prescindiendo de los criollos. Estos se
agruparon entonces en torno a Liniers. El 1º de enero de 1809 una delegación del Cabildo paso al Fuerte a exigir la
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renuncia al virrey, mientras una multitud invadía la plaza al grito de “Muera el francés Liniers” y “Junta como en
España”, por otra parte los batallones de vizcaínos, catalanes y gallegos entraban con armas y tambores a la plaza.
Linieres, al ver este despliegue, cedió a la presión de los cabildantes y se dispuso a redactar su dimisión.

Entonces, Saavedra, seguro de contar con tres veces más tropas que los sublevados, decidió intervenir e hizo
avanzar sus tropas sobre la plaza mientras él entraba al Fuerte con una escolta. Los patricios, Arribeños, Húsares,
Pardos y Morenos apoyaron al virrey, y pronto también lo hicieron los Andaluces.

Finalmente Liniers rompió su renuncia e intimó rendición a los sublevados. A punto de producirse el choque
armado las tropas de Álzaga se dispersaron. Los tres batallones comprometidos en el intento fueron disueltos, el
Cabildo castigado en sus prerrogativas y los jefes revolucionarios desterrados a Patagones. Dichos desterrados
fueron “rescatados” por Elío quien desafiando abiertamente al virrey los albergó en Montevideo.

Reemplazo de Liniers:

En esta situación llegó a mediados de 1809 la noticia de que Liniers seria reemplazado por el general de marina
Baltasar Hidalgo de Cisneros y que Elío sería designado jefe de las tropas. Estas novedades causaron gran malestar
entre los criollos, especialmente entre los militares. Se reunieron éstos y ofrecieron a Liniers sostenerle y resistir al
nuevo virrey designado por la Junta central. Pero el francés rechazó el ofrecimiento. Ya antes había solicitado el
mismo su reemplazo.

Baltasar Hidalgo de Cisneros Virrey


Bibliografía: García Belsunse

Las órdenes que trae de España

Según GARCÍA BELSUNCE, debía:

1. Enviar a Linieres a España con “pretexto honroso”.


2. Nombrar a Elío subinspector general de las tropas del Virreinato.
3. Expulsar a los franceses y a sus hijos, fueran domiciliados, establecidos o residentes.
4. Desarraigar las ideas de independencia, celando a personas cuyos principios fuesen sospechosos,
castigando con severidad y prontitud los delitos de esta clase.

Cisneros en Montevideo

Seguimos a García Belsunce como base, quien señala que el nuevo virrey desembarca en Montevideo el 10 de
junio de 1809. Cómo no había llegado protegido por fuerzas militares optó por hacer escala en este puerto, al que
consideraba seguro, para tomar desde allí las medidas necesarias para ingresar a Buenos Aires sin problemas,
ciudad que presumía hostil y quizás en manos de facciones. Tanto fue así que llamó a Liniers a la Colonia del
Sacramento, pidiéndole le avisara cuando se dirigiera allí para hacer lo mismo desde Montevideo.

Liniers consideró agravantes las disposiciones de Cisneros, que imponían entregar el mando fuera de la sede
del gobierno de Buenos Aires. El Cabildo, en cambio, se dispuso a recibirlo como un reparador de agravios y
restaurador del orden de la ciudad. Para los criollos el cambio de virrey significaba la pérdida de influencia de los
jefes militares. Por otra parte, la designación de Elío como subinspector general de las tropas del Plata fue
interpretada como una ofensa, habida cuenta de las tensiones con Montevideo. Además esta situación y
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designaciones, no sólo implicaban una victoria para los capitulares derrotados en los sucesos de enero, sino el
riesgo del desarme o de la disminución de las tropas criollas como las que estaban subordinadas a los intereses y
opiniones de los españoles europeos.

Manuel Belgrano y los carlotistas no sólo vieron con disgusto la designación de Cisneros, sino que aquél vio con
lucidez uno de los puntos vulnerables del proceso político: la designación de Cisneros no procedía de “autoridad
legítima”.

En este ambiente, las reuniones militares y las juntas de comandantes se sucedieron. Pero, cuando Liniers
decidió entregar el mando, las reuniones conspirativas se disuelven transitoriamente.

Cisneros en Buenos Aires

El pueblo de Buenos Aires recibió a Cisneros con afabilidad y muestras de alegría. El nuevo virrey pronto tomará
ciertas medidas, que enfrentaran a los habitantes de Buenos Aires:

1. Por motivos financieros y profesionales redujo los cuerpos urbanos a batallones de Patricios (dos), de Montañeses,
de Andaluces y de Arribeños, con lo cuál no satisfizo ni a los españoles ni a los criollos.
2. Permitió el comercio legal con los ingleses, con lo que quebrantaba el monopolio de los comerciantes españoles.
De todas maneras estos ingresaban sus productos a través del contrabando, a través del comercio libre se
aprovechaban las rentas que producían los impuestos. El Cabildo y el Consulado de los comerciantes españoles se
opusieron fuertemente y se manifestaron a favor del monopolio y del proteccionismo.
Es en este momento cuando Mariano Moreno escribió la “Representación de los Hacendados”, una hábil defensa
del comercio libre, pidiendo que este se instituya provisoriamente hasta que un nuevo sistema estable reemplace al
vigente, injusto para sus representados, los labradores y hacendados. Está presente la influencia de autores como
Quesnay, Filangieri, Jovellanos, Adam Smith y la colaboración de Belgrano.
La solución fue la sanción del Reglamento de libre comercio de 1809, al que siguió una medida contra los
extranjeros tendiente a evitar su constante penetración y sobre todo su expansión económica y su residencia
definitiva. En un principio, los comerciantes británicos tuvieron ocho días para terminar sus negocios e irse. Con
posterioridad las gestiones de la comunidad comercial británica lograron que el plazo se extendiera a cuatro
meses. No obstante continuaron presionando y finalmente obtuvieron incluso franquicias.
Con el comercio libre aumentaron enormemente los ingresos del Tesoro. En cuatro meses entró tanto como en
todo el año 1806.

La situación económica no era crítica cuándo nos internamos en el año 1810. Prometía beneficios a los que en el
orden económico se mostraban partidarios del nuevo régimen. Eran los españoles europeos los más perjudicados
por las nuevas disposiciones, y no los criollos o los británicos. Por lo tanto, señala Belsunce, de seguirse sólo al
factor económico como hilo conductor de los sucesos del año1810, éstos no tendrían explicación coherente.

Bibliografía:

 García Belsunce
 Trabajo Resumen en base de
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