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La oración vocal
CEC 2700-2704

Por medio de su Palabra, Dios habla al hombre. Por medio de palabras,


mentales o vocales, nuestra oración toma cuerpo. Pero lo más importante es la
presencia del corazón ante Aquél a quien hablamos en la oración. “Que nuestra
oración se oiga no depende de la cantidad de palabras, sino del fervor de
nuestras almas” (San Juan Crisóstomo, De Anna, sermo 2, 2).
La oración vocal es un elemento indispensable de la vida cristiana. A los
discípulos, atraídos por la oración silenciosa de su Maestro, éste les enseña una
oración vocal: el “Padre Nuestro”. Jesús no solamente ha rezado las oraciones
litúrgicas de la sinagoga; los Evangelios nos lo presentan elevando la voz para
expresar su oración personal, desde la bendición exultante del Padre (cf Mt 11,
25-26), hasta la agonía de Getsemaní (cf Mc 14, 36).
Esta necesidad de asociar los sentidos a la oración interior responde a una
exigencia de nuestra naturaleza humana. Somos cuerpo y espíritu, y
experimentamos la necesidad de traducir exteriormente nuestros sentimientos.
Es necesario rezar con todo nuestro ser para dar a nuestra súplica todo el poder
posible.
Esta necesidad responde también a una exigencia divina. Dios busca
adoradores en espíritu y en verdad, y, por consiguiente, la oración que brota viva
desde las profundidades del alma. También reclama una expresión exterior que
asocia el cuerpo a la oración interior, porque esta expresión corporal es signo del
homenaje perfecto al que Dios tiene derecho.
La oración vocal es la oración por excelencia de las multitudes por ser exterior
y tan plenamente humana. Pero incluso la más interior de las oraciones no
podría prescindir de la oración vocal. La oración se hace interior en la medida en
que tomamos conciencia de Aquél “a quien hablamos” (Santa Teresa de Jesús,
Camino de perfección, 26). Por ello la oración vocal se convierte en una primera
forma de oración contemplativa.
La oración vocal, fundada en la unión del cuerpo con el espíritu en la
naturaleza humana, asocia el cuerpo a la oración interior del corazón a ejemplo
de Cristo que ora a su Padre y enseña el “Padre Nuestro” a sus discípulos.
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Ejercicio:
Oremos juntos con el Salmo 145: Salmo de alabanza

Lector 1
«Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey,
bendeciré tu Nombre por siempre sin fin.
Cada día te bendeciré
y alabaré tu Nombre por siempre sin fin. Lector 4
Para mostrar tus proezas a los hijos de Adán,
Todos y la gloria esplendorosa de tu reino.
— Grande es el Señor y digno de toda Tu reino es un reino eterno,
alabanza, y tu dominio, por todas las generaciones.
su grandeza es insondable.
Una generación a otra encomia tus obras, Todos
y pregona tus proezas. El Señor es fiel en todas sus palabras,
y piadoso en todas sus obras.
Lector 2 El Señor sostiene a los que van a caer,
Comentan el esplendor de tu gloriosay endereza a los que se encorvan.
majestad,
y narran tus obras maravillosas. Lector 5
Hablan del poder de tus prodigios, Los ojos de todos se dirigen a ti esperando:
y proclaman tus maravillas. Tú les das el alimento a su tiempo.
Difunden la memoria de tu inmensa bondad, Tú abres tu mano
y aclaman tu justicia. y sacias de buen grado a todo viviente.

Todos Todos
El Señor es clemente y compasivo, El Señor es justo en todos sus caminos,
lento a la ira y rico en misericordia. misericordioso en todas sus acciones.
El Señor es bueno con todos, El Señor está cerca de los que le invocan,
y su misericordia se extiende a todas susde cuantos le invocan de verdad.
obras.
Lector 6
Lector 3 Cumple el deseo de quienes le temen,
Que todas tus obras te den gracias, Señor, escucha sus gritos y los salva.
y tus fieles te bendigan. El Señor guarda a todos los que le aman,
Que proclamen la gloria de tu reino, pero destruye a los impíos.
y anuncien tu poder.
Todos
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor.
Toda carne bendiga su Nombre Santo
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por siempre sin fin.

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