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CLASE 4

FORMACIÓN DEL PSICOANALISTA


Según un artículo publicado por Andrea Pérez Mosquera en el 2018, existen requisitos para formarse como
psicoanalista.
Un psicoanalista necesita haber hecho un proceso de terapia psicoanalítica para poder ejercer. Este proceso
ayuda desarrollar una serie de cualidades personales imprescindibles para poder trabajar como tal:

 Honradez y honestidad tanto emocional como intelectual: enfrentarse a lo que uno siente y piensa
con franqueza es un reto que muchas veces nos cuesta asumir, prefiriendo vivir una vida alternativa
a la nuestra. Ser psicoanalista va a requerir que nos enfrentemos a nuestra realidad interior y la
aceptemos sin disfraces ni engaños.
 Empatía: ¿cómo ser psicoanalista o profesional de la salud mental si no somos capaces de ponernos
en el lugar del paciente que lo está pasando mal y necesita de nuestra ayuda? Eso sí, el
psicoanalista está preparado para evitar la transferencia, empatizar no es quedarnos con los
problemas del otro.
 Inquietud por aprender: el psicoanalista debe tener un gran deseo por investigar, descubrir y
comprender todo lo que está trabajando en la consulta. El deseo de saber siempre tiene que estar en
activo.
Cómo ser psicoanalista
De manera oficial, es indispensable haber estudiado el Grado en Psicología o el Grado en Medicina. Se
pueden hacer cursos y posgrados de psicoanálisis, pero si no se ha estudiado previamente alguna de estas
dos carreras, la persona no podrá ser reconocida como Psicoanalista.

 Formación en alguna de las escuelas de psicoanálisis que existen actualmente en nuestro país y que
generalmente requieren de tres partes:
 Proceso terapéutico de psicoanálisis personal, que suele durar entre 2 y 4 años.
 Realizar los diversos seminarios teóricos y comenzar las supervisiones clínicas.
 Opcional: Estar en la Asociación Psicoanalítica Chilena (APCh)
Ejemplos de Posgrados y formación en el área
UDP: Magíster en Psicología Mención Teoría y Clínica Psicoanalítica
UDP: Postítulo en Clínica Psicoanalítica de Adultos
PUC: Magíster en Psicoterapia Psicoanalítica Intersubjetiva
UGM: Magíster en Psicología Clínica: Psicoanálisis Contemporáneo
¿Dónde estudiar psicoanálisis?
Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM)
La Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM) es una de las dos únicas Asociaciones Componentes
españolas de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), fundada por el mismo Sigmund Freud en 1.910.
Ofrece formación en psicoanálisis en Madrid, Valencia y Bilbao mediante seminarios obligatorios y optativos.
Puedes saber más entrando a la web de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM).
Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP)
Pues sí, como ya habrás intuido, la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP) es la otra Asociación
Componente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API) aquí en España, aunque esta ofrece su
formación en Barcelona.
No solo imparte los seminarios teóricos imprescindible según las directrices de la API sino que además ahora
ha organizado el “Máster en Psicoterapia Psicoanalítica en la Red Pública de Salud Mental”. Conoce más en
la web de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP).
APSAN (Asociación Psicoanalítica de Santiago)
Pertenecen a APSAN médicos psiquiatras y psicólogos que se han formado como terapeutas psicoanalíticos
en centros de reconocida trayectoria, así como otros profesionales no clínicos que se interesan en el
psicoanálisis.
“Nuestro programa de estudios sigue los lineamientos y exigencias de la IPA (Asociación Psicoanalítica
Internacional) y quienes completan todos los requisitos formativos al egresar de nuestro Instituto pueden ser
miembros asociados de APSAN y miembros de la IPA” (Dra Herrera Loyola, Directora del Instituto
Psicoanálisis APSAN)
RESPONSABILIDAD DEL PSICOANALISTA
Reflexionar acerca del lugar del analista frente a los hechos sociales
Violencia: sucesivos ataques terroristas han impactado al mundo en los últimos tiempos, pero también por
todos acontecimientos con los cuales nos saturan los medios de comunicación produciendo la sensación que
en la vida social y política, nacional e internacional existe el imperio de un "sin límite".
Sin límite en el heroísmo desesperado del terrorista, en la utilización de la violencia como estrategia para
imponer la hegemonía de un discurso que se supone el que mejor conviene a la humanidad.
En términos generales, el odio, la ira, lo que podríamos llamar "las oscuras pasiones", se despliegan de un
modo tal que, el derecho a la vida es de los derechos el que menos garantizado está. Sin negar que asistimos
a un mundo no menos cruel que el de la primera y segunda guerra mundial pero con la certidumbre que
vivimos en una época en que la violencia está generalizada, una pregunta se impone: ¿cuál es el deber del
psicoanalista frente a la sociedad?.
Que el psicoanálisis no tenga una moral que diga cuál es el Bien, ni una propuesta pedagógica que permita
asegurar el progreso de la humanidad, no es una razón para desentenderse de lo que ocurre en la sociedad
civil. Freud mismo siempre estuvo interesado no sólo por la época sino por intentar aplicar los principios
analíticos al estudio del hecho social, al punto de admitir que "las tentativas de transferir el psicoanálisis a la
comunidad cultural no es insensato ni está condenado a la esterilidad".
El psicoanálisis -nos advierte Freud- no está llamado a "proponer reformas sociales". Incluso, más que tener
una solución, el psicoanalista se enfrenta a un problema; el de tener que examinar qué actitud ética ofrecer
frente a los excesos de goce, frente a los valores de la cultura americana, en definitiva frente a la ley
capitalista, habida cuenta que el psicoanálisis es en sí mismo un objeto del mercado, "un objeto ofrecido a
todo sujeto, que puede usarlo y anhelarlo".
Lo que define a nuestra civilización en los tiempos que corren, son la ciencia y sus productos, ofrecidos para
lo mejor pero también para lo peor. Sin embargo, hay que destacar que nuestra época no es verdaderamente
la misma que aquélla en la que vivió Freud, por lo tanto, hace falta "ser más precisos sobre lo que especifica
nuestra civilización." "Capitalismo", he ahí el nombre que Lacan propone para la civilización contemporánea y
que podría ser definido como aquel discurso cuya ley ordena siempre "más".
Hoy vemos que el imperativo "que se propone a los sujetos se sitúa en la vertiente del plus de goce", mientras
que en la época que Freud escribe su obra, tal como él lo destacara, la civilización respondía más bien a una
ética de la renuncia pulsional, una ética, obviamente, condicionada por el ideal victoriano del momento.
En el contexto actual ha aparecido en escena "la exigencia de lo nuevo". Parafraseando a Miller, el culto
contemporáneo a lo nuevo ha traído como consecuencia que hasta los cuerpos se vuelven rápidamente
obsoletos, de modo que el sujeto despliega todo lo que la ciencia le ofrece para desterrar el envejecimiento.
La industria informática impone también el goce de la novedad, los aparatos de última generación se han
vuelto un imperativo, y sólo a título de ejemplo, pensemos en el éxito de la telefonía celular, al punto que
podríamos llegar a decir – con un cierto tono irónico - que los celulares más modernos no conocen de "clases
sociales".
La industria publicitaria es una experta en crear "nuevas necesidades" y "nuevos objetos" para satisfacer esas
nuevas necesidades. Hoy el gusto por lo nuevo se ha transformado en una suerte de apetito insaciable y el
ideal de la época -"lo nuevo"- constituye hoy, el síntoma de nuestro malestar cultural.
Claro que si uno es psicoanalista sabe que la exigencia de lo nuevo, de esa dimensión de la "otra cosa" es
inherente a la estructura del deseante. El problema es que ahora la civilización hace semblante de que
siempre puede haber algo nuevo en el horizonte, lo que lejos de atemperar el malestar, lo potencia y condena
al sujeto a trabajar para conseguir siempre un objeto más.
Le toca al analista la tarea de investigar cuales son las consecuencias, a nivel de lo particular y de lo social,
de estas nuevas coordenadas que caracterizan el régimen actual de la civilización. Más que responder a una
pregunta acerca de las incidencias subjetivas que implica el imperativo capitalista de "gozar de lo nuevo, este
trabajo pretende pensar qué ética posible le cabe al analista frente a los hechos colectivos.
Sabemos que Lacan tenía la idea de que el psicoanálisis podía ser una salida frente al discurso
capitalista ...sino fuera que es sólo para unos pocos. Más allá de esta afirmación lacaniana, que por otra parte
habla de la incomodidad, del lugar del analista, pues siempre se le reprocha que su acción esta reservada a la
clase media acomodada, es bueno hacer notar que en el marco de la vida actual, las transferencias se han
multiplicado y hoy las "prácticas de la escucha" son convocadas por espacios colectivos que van desde la
escuela, las empresas, a las organizaciones estatales.
Conscientes de que los psicoanalistas contamos únicamente con el poder de la palabra, la primera
responsabilidad que tenemos es la de decirle no a la indiferencia. El psicoanalista frente al malestar social
tiene que ser un trabajador decidido a favor de la separación no de los otros, sino de aquel goce que el
discurso capitalista promueve en nombre de la supuesta felicidad.
El psicoanalista debe trabajar para hacer valer su producto, cuya "utilidad social" reside en que es capaz de
producir transformaciones subjetivas que son valiosas, en tanto, le restituyen al sujeto cierto poder
emancipatorio frente a los significantes del amo moderno, empecinado en poner un objeto en el mundo en el
lugar de la inexistencia del objeto.
Tampoco se trata de promover posiciones de rebeldía o de intolerancia absoluta frente a los significantes
amos sino de resistirse a que el sujeto se inserte en la "cadena de las novedades".
La pregunta a formular, respecto a la tarea del analista frente al malestar en la civilización, no debería ser
"¿QUÉ HACER?", sino desde qué posición se inspira el analista, esto es, desde qué principios se orienta para
ser "útil" a los fines emancipatorios respecto del amo moderno.
Si comencé diciendo "no a mantenernos indiferentes", propongo como parte de nuestros deberes para con el
mundo decir no a la posición de mantenernos silenciosos. El psicoanalista tiene la responsabilidad de
participar del entramado social a través de su decir, porque desde el momento en que admitimos la existencia
del inconsciente hay otras razones (más allá de lo político-social) que permiten explicar lo que sucede en el
mundo y que tienen que ver con el sujeto mismo.
Hará falta, en este sentido, que los psicoanalistas trabajemos para producir un efecto de multiplicación de la
transferencia y nos hagamos escuchar, por ejemplo, en los debates públicos.
El psicoanálisis tiene una dimensión ética que obliga al analista a mantener un lazo con la civilización y su
lugar en ella debe ser el de "un trabajador contra la segregación en todas sus formas".
PRINCIPIOS DEL PSICOANALISTA
Principio de beneficencia: el psicoanalista, en tanto clínico, está obligado a que todas sus acciones estén
dirigidas a hacer el bien, procurar el bien de las personas que trata o atiende.
La manera en que el psicoanalista beneficia a sus pacientes es a través de la comprensión y de la relación
terapéutica. Así, la regla de abstinencia enunciada por Freud debe entenderse como que la actividad del
analista debe estar dirigida a beneficiar a sus pacientes, debiendo abstenerse de actuar buscando su propio
beneficio.
El analista tiene, pues, el deber de cuidar todo aquello que beneficia al paciente, como cuidar su propio
método y su propia formación. La obligación de hacer el bien supone hacer las cosas bien, lo que requiere
formarse de manera continua, actualizando los conocimientos necesarios para poder ayudar de la mejor
manera a los pacientes.
Tiene también la obligación de trabajar en buenas condiciones, es decir, de hacerse cargo de sus
limitaciones.
Principio de no maleficencia: el psicoanalista, en tanto que clínico, tiene la obligación prioritaria de no
perjudicar ni hacer daño a las personas que atiende. Primum non nocere: ante todo no dañar. El psicoanalista
debe proteger al paciente de los riesgos de una mala indicación y de una mala aplicación de la técnica.
Principio de autonomía: el psicoanalista, en tanto que clínico, está obligado a considerar que todas las
personas son en principio y mientras no se demuestre lo contrario, capaces de tomar decisiones respecto a la
aceptación o el rechazo de todo aquello que afecta a su proyecto vital.
El paciente tiene unos derechos como persona que el clínico no puede vulnerar: derecho a ser informado, a
no actuar sobre él sin su consentimiento, etc. La no directividad de la técnica psicoanalítica debe entenderse
como un respeto radical a la autonomía del paciente.
Principio de justicia: el psicoanalista, en tanto que clínico, está obligado a tratar a todas las personas con igual
consideración, sin discriminarlas por razones de ideología, religión, raza, origen, sexo, etc.
ÉTICA DEL PSICOANALISTA
El psicoanálisis está, ante todo, comprometido con la búsqueda de la verdad de lo que sucede en el
inconsciente ––aunque esa verdad pueda parecer inaceptable para la razón y la consciencia–– y demuestra
cómo esa verdad inconsciente tiene efectos importantes sobre los sentimientos, pensamientos y actos
conscientes.
Un logro mayor de Freud fue atreverse a enfrentar, y describir, los contenidos del inconsciente y mostrarnos
las consecuencias que eso tiene sobre nuestra idea de nosotros mismos como seres humanos individuales y
como especie. El psicoanálisis considera que descubrir la verdad interna de los seres humanos, enfrentarse
valientemente a lo que sucede por dentro, sea lo que sea, es el conocimiento más liberador que existe porque
permite saber lo que hay realmente y, a partir de ese conocimiento de la vida interna, estar más conectado
con la realidad y menos preso de ilusiones.
Dicho esto, es importante mencionar que esa verdad interna, que el psicoanálisis busca, no corresponde
necesariamente con la verdad material histórica y no debe ser confundida con ella. La verdad de cada uno es
su verdad y debe ser respetada como tal.
Ética del psicoanálisis clínico
El psicoanálisis clínico se rige por un respeto absoluto de la singularidad del individuo y rehúye cualquier
forma de influencia o crítica de los valores, convicciones religiosas, ideas políticas, filosofía personal,
preferencias sexuales, etc. del paciente. De la misma manera, los psicoanalistas no emiten ninguna opinión
personal sobre estas cuestiones.
La escucha del psicoanalista está desprovista de todo juicio o censura de lo que pueda decir el paciente,
primero porque no es el lugar del psicoanalista ser juez de lo que sea y, segundo, porque entorpecería la
búsqueda de la verdad interna. Lo que interesa en un proceso psicoanalítico es conocer la verdad, sea la que
sea, no juzgarla.
Asimismo, el psicoanálisis clínico tiene como meta fomentar al máximo la autonomía del paciente, su
capacidad para tomar decisiones libremente y con criterio propio. Para proteger esa autonomía del paciente,
los psicoanalistas evitan cuidadosamente dirigirle en cualquier dirección. A veces esto es difícil de soportar
para algunos pacientes que buscan un guía que les dice qué hacer pero, si el psicoanalista les dice lo que
tienen que hacer a los pacientes, les está tratando como niños incapaces de tener un criterio propio y
formarse una opinión a partir de ella. Por lo tanto, los psicoanalistas siempre intentarán fomentar que el
paciente pueda pensar por sí mismo y saber por qué piensa lo que piensa.
El psicoanálisis clínico considera que lo que ofrece las mayores garantías de un bienestar razonable a los
individuos es conocerse a fondo y tener la autonomía suficiente para poder tomar decisiones beneficiosas a
partir de ese conocimiento.
Ética del psicoanálisis como profesión
Ofrecer ayuda a aquellos que lo piden de la manera más especializada posible, con la máxima seriedad y
rigor profesional. Cada paciente requiere una adaptación individualizada de la teoría y la técnica
psicoanalíticas, y cuántos más recursos mentales tiene el psicoanalista para ello, mejor. Esto implica formarse
a fondo, mantenerse al tanto de los desarrollos actuales, debatir con colegas regularmente, y también tener
un conocimiento amplio de la cultura y la sociedad que son referentes para todos.
La confidencialidad de la identidad y de lo que dice el paciente debe ser absoluta. Para poder mejorar el
conocimiento de la profesión en general y su práctica personal, es necesario que los psicoanalistas presenten
material clínico y sus hipótesis a sus colegas para que puedan ser pensados y hacer avanzar la eficacia
clínica, como en cualquier profesión sanitaria. Por lo tanto, cuando se presenta material clínico a otros
colegas es imprescindible que se haga de tal manera que sea totalmente irreconocible y no exista ningún
indicio que pueda identificar a la persona de la que se está hablando.
El psicoanálisis también tiene una responsabilidad social de difundir aquello que se sabe sobre el
funcionamiento emocional de los seres humanos. Por más que muchas áreas de la vida se están acelerando
en Occidente gracias al progreso tecnológico, hay tiempos humanos que se deben respetar, tiempos de
crianza de niños pequeños, tiempos de aprendizaje, tiempos de elaborar el sufrimiento psíquico y resolverlo
de manera duradera y profunda. No todo en la vida de un ser humano puede acelerarse sin perjuicio a su
salud.
Por otro lado, el psicoanálisis ha mostrado hace mucho tiempo que la diferencia entre lo que se llaman
“trastornos mentales” y la “normalidad” es sólo una cuestión de grado, y nadie debe ser discriminado por ello.
No existe gente absolutamente “sana” ni gente absolutamente “enferma” (salvo algunas patologías muy
graves donde la predisposición constitucional hacia la enfermedad mental en muy alta). Dentro de cada
persona existe el potencial de sufrir mucho emocionalmente como también de recuperarse y disfrutar de la
vida.

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